PIEZAS ARQUEOLÓGICAS QUE MATAN
Pompeya es un lugar extraño, mágico, y también inquietante… por muchas razones. Es un trozo petrificado del pasado, un lugar donde asoma un mundo pretérito que quedó atrapado entre las cenizas y el flujo piroclástico del Vesubio, ese gigante adormecido que se despertó un día del año 79, y que acabó en unas pocas horas con una ciudad próspera y bulliciosa. El volcán convirtió Pompeya en un paisaje detenido en aquel momento fatal, como un insecto atrapado en un trozo de ámbar.
LA VENGANZA DE POMPEYA
En 2019, Pompeya ha estado en los titulares de los periódicos por varias razones. En febrero fue por el descubrimiento de un fresco que representa a Narciso mirándose en el estanque. Ha aparecido en el mismo lugar en que pocos meses atrás se descubría otro fresco con una escena erótica basada en el mito griego de Leda y el cisne. Pero que Pompeya sea un lugar de moda entre los turistas tiene también sus desventajas. A veces salta a los titulares por los actos vandálicos protagonizados por alguno de sus innumerables visitantes. Así ocurrió en abril de este mismo año, cuando una joven británica se convirtió en noticia al ser sorprendida por un vigilante mientras arrancaba una quincena de teselas de un mosaico de la casa conocida como Domus del Ancla.
Pero el historial de robos en el sitio, desgraciadamente, como en otros muchos lugares de interés arqueológico, no es algo anecdótico. Hace cuatro años, cuatro hermanos franceses fueron descubiertos por un grupo de turistas norteamericanos llevándose partes de los frescos que decoran las Termas
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