Después ya nada sería igual…
Una oleada de movimientos revolucionarios sacudió al mundo en 1968. París simboliza esa efervescencia, pero participaron de ella lugares tan distintos como la Ciudad de México, Berkeley, Tokio, Varsovia, Berlín, Praga o Roma, mientras China vivía la Revolución Cultural, la Guerra de Vietnam entraba en su momento crítico y en la España franquista tomaba cuerpo la contestación contra la dictadura. El mundo salido de la Segunda Guerra Mundial fue alterado súbitamente.
Al terminar el 68, las aspiraciones revolucionarias habían fracasado y parecía que las aguas volvían a su cauce. Nada cambió, pero ya nada sería igual. Las secuelas de aquella conmoción tendrían gran alcance. Muchas actitudes culturales o políticas posteriores son reconocibles a partir de propuestas entonces rupturistas.
Fueron revoluciones peculiares, pues no buscaron tomar el poder, sino sólo cambiarlo. No por eso deben minusvalorarse ni reducirse a un conflicto generacional. Fue mucho más: evidenció una crisis del sistema gestado en la
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