BELLEZA EN DECONSTRUCCION
Hay días en que me quiero más que otros, me pongo mascarillas en la cara, canto Shakira a todo volumen y uso brillitos abajo de los ojos. El resto de los días, la mayoría, busco estrategias para taparme las piernas, googleo contraindicaciones de cirugías estéticas y me pregunto si no sería más fácil hacer la revolución si me sintiese linda en un par de pantalones ajustados y no incómoda a la hora de subir una foto en una marcha revoleando pañuelos verdes porque estoy rodeada de pibas que pesan diez kilos menos que yo y lucen mejor el glitter”.
Las palabras de Manu Martínez (23) de la que abren esta nota exponen en primera persona que ponerse los lentes de género ayuda a reflexionar sobre mitos y verdades. La belleza es uno de ellos. Los mandatos están presentes en la sociedad desde que nacemos. Cuando al bebé varón se lo viste de celeste y a la nena, de rosa; cada vez que en la escuela una maestra repite que ellos son buenos para las matemáticas y ellas son buenas para lengua o cuando se establece que 90-60-90 son medidas universales. Estos mensajes formatean miradas, elecciones, autoestimas y, más importante aún, políticas públicas.
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