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w w w . m e d i a c i o n e s .

n e t

Los retos de la globalización

Jesús Martín-Barbero

Entrevista
(realizada por Sophia Rodríguez Pouget, para el
encuentro Los nuevos centros de la esfera y los nuevos
modos de estar en el mundo, Revista Número, 2003)

« ¿Cómo es posible que lo único que veamos por


televisión sean telenovelas? ¿por qué no estamos viendo
historia de Chile, o de Argentina, o de Perú? ¿por qué no
estamos viendo debates brasileños? ¿por qué ni siquiera
los vemos en la televisión pública? ¿cómo queremos que
haya una América Latina unida en lo económico o en lo
político si ni siquiera nos preocupamos por conocernos
entre países? Talvez si nos conociéramos podríamos, por
lo menos, olvidarnos de esos estereotipos tontos que
tenemos unos países sobre otros. Lo que resulta
incomprensible es que sepamos más de la historia de los
Estados Unidos que de la historia de cualquiera de los
países latinoamericanos. Ese es el reto que nos plantea
América Latina, y el reto que le plantea el mundo a las
propias culturas de nuestros países: romper una relación
mimética y asumir una relación mucho más conflictiva,
aquella que es capaz de asumir el pasado, su memoria,
en lo que tiene de desesestabilizadora del presente y de
configuradora de horizontes de futuro. »
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La 16a Feria Internacional del Libro de Bogotá sirvió de


escenario para que dos importantes figuras de la investiga-
ción y el pensamiento en América Latina plantearan sus
ideas y propuestas en torno al tema de la globalización.
Jesús Martín-Barbero –uno de los más destacados teóricos
de la comunicación y la cultura– y William Ospina –re-
conocido escritor, poeta y ensayista–, cofundadores y cer-
canos colaboradores de la revista Número, dieron así inicio a
las actividades de celebración del décimo cumpleaños de la
publicación más comprometida con el pensamiento crítico y
la creación en Colombia. Para Guillermo González Uribe,
director de la revista, “este encuentro –titulado “los nuevos
centros de la esfera y los nuevos modos de estar en el mun-
do”– fue muy significativo para Número, no sólo porque dio
inicio a la celebración de nuestros diez años de labor, sino
porque reunimos a dos de los investigadores que piensan
más a fondo al país, con análisis crítico, afecto por Colom-
bia, y proponiendo alternativas”.

***

Jesús Martín-Barbero:

La globalización no puede ser vista como la invasión de


una cultura global, porque ésta como tal no existe; ni tampo-
co como mera estratagema de un imperialismo norteameri-
cano, aunque éste por supuesto existe en aspectos cruciales,

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como hemos podido constatar últimamente. Lo que la glo-


balización nos plantea es un cambio profundo en las con-
diciones de existencia y vida de nuestras culturas, que no pueden
vivir ya aisladas y se encuentran expuestas permanente-
mente unas a otras en el ámbito nacional y a las de ese
exterior reconfigurado ahora por el mundo. Por eso resulta
clave avizorar nuestros nuevos modos de estar en el mundo: las
formas de defender nuestra propia identidad sin que ello
implique amurallarnos ni refugiarnos nostálgicamente en un
idealizado pasado, porque además nunca fuimos ni felices
ni auténticos. Necesitamos romper con la concepción de
unas culturas autóctonas e intocables, que supuestamente la
globalización vendría a contaminar y acabar, y con ese
“exotismo” que todavía le queda en la mirada a Europa y
Norteamérica y que reduce América latina a lo folklórico y
premoderno.

¿La globalización ha implicado “exclusión” para América


latina?

Sobre todo en lo económico, y por lo tanto en lo social.


La recesión generalizada que atraviesan nuestros países nos
está devolviendo a la etapa anterior a los años sesenta. Es-
tamos retrocediendo en desigualdad social: las distancias se
están agrandando, incluso en Brasil, que tiene la economía
más grande de América latina. Me parece que uno de los
aspectos más difíciles de enfrentar es el hecho de que los
estados nacionales están divorciándose de sus sociedades
–cada vez están más empobrecidas– porque su tarea es
hacer de mediadores entre ellas y las reglas de juego del
Fondo Monetario Internacional, del Banco Mundial y de la
Organización Mundial de Comercio. Es decir, hoy no tie-
nen el mínimo de independencia que les permita pensar el
desarrollo propio de sus países. A esto se le suma que nues-
tras clases políticas están menos que nunca a la altura y la

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envergadura de los desafíos del momento; hablan contra la


globalización en forma demagógica y populista, pero ni
entienden las nuevas lógicas de la economía ni tienen
herramientas con que pensar cómo enfrentarlas o negociar
con ellas. Y así los políticos resultan peligrosísimos –como
lo fueron Fujimori en el Perú, Menem en Argentina y lo es
hoy Chávez estancando y polarizando a Venezuela–. Y
cuando estos países se “liberalizaron” –en términos de neo-
liberalismo y de la “apertura económica”– no contaron con
la mínima reciprocidad en los acuerdos que se hicieron con
los países ricos y terminamos víctimas de una trampa. Vi-
vimos una ley del embudo en donde el lado estrecho es para
nosotros.

Es absurdo, por ejemplo, que mientras los EU y Europa


quieren que nuestras agriculturas se abran al comercio glo-
bal por su parte la Unión Europea le dedique más del 40%
de su presupuesto anual a subsidiar a los agricultores euro-
peos. ¿Cómo quieren entonces que nuestros productos com-
pitan con precios comerciales si lo que ellos tienen son los
precios más políticos del mundo? Sin esos subsidios, Argen-
tina, por ejemplo, podría exportar muchísimo más y ubicar
en Europa productos como la carne o el trigo, a los precios
que realmente produce. Pero tampoco hay que olvidar que
nuestros dirigentes tienen su buena cuota de culpa en ese
desbalance, porque con el desmantelamiento de nuestras
agriculturas las dejaron expuestas a unos precios totalmente
tramposos. Tal vez lo hicieron creyendo que esa era una
manera de desarrollar el país, pero acabaron haciéndole el
juego a los que se lo inventaron, porque resulta que ahora
estamos importando lo que deberíamos estar produciendo.
Para completar, los mercados internacionales siempre nos
han encasillado en una especie de determinismo que nos
condena a salir al mercado únicamente con nuestros pro-
ductos naturales –como el café o el cobre–, cuando hoy en

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día el valor agregado, el conocimiento, vale miles de veces


más que las materias primas.

A nivel interno, nuestros países tampoco se han


preocupado por apoyar la investigación, la búsqueda de
conocimiento, ni la ciencia para competir en ese sentido.

Efectivamente. Siguen pensando que la investigación es


un lujo exclusivo de los países ricos, pero no piensan que si
se han hecho ricos es precisamente investigando y no sola-
mente explotando a los otros. Uno se pregunta, por ejem-
plo, ¿cómo es posible que un país como Colombia –que
habita dos océanos– no tenga una industria pesquera impor-
tante? Así es que no podemos culpar únicamente a la
globalización.

¿Tratados como el ALCA, sirven de algo en ese proceso?

Pienso que con la manera como los EU nos van a poner a


competir en el ALCA, es decir, país a país, no tenemos sali-
da; al contrario, vamos a quedar mucho peor que antes,
porque no se puede hablar de libre comercio cuando la asime-
tría de las economías es tan brutal. Si América latina
pudiera negociar al menos en bloques, o en grupos de paí-
ses, sería diferente. Pero es que hasta al Mercosur lo han
desvencijado. El único caso diferente, por su macroecono-
mía, es Brasil; que además es el primer país en llevar a un
obrero a la presidencia, y es el único que bien podría llegar
a integrar el Grupo de los ocho por su capacidad económica.
Lula es uno de los primeros presidentes suramericanos en
los últimos años con un fuerte proyecto latinoamericano y
un plan para proponer cambios incluso en la ONU. Además,
tiene claro que para lograrlo necesita al resto de América
Latina. Por eso, si Brasil logra que sus relaciones con los

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macro-organismos no desequilibren su economía y que sus


tasas de interés se mantengan en unos niveles normales, se
puede convertir realmente en el líder de América latina
frente a EU.

¿Es realmente posible una unión de los países


latinoamericanos?

No veo posible una unión de los países latinoamericanos


frente del ALCA, pero sí podrían llegar a ciertos acuerdos
para plantear políticas comunes de negociación al menos en
algunos aspectos. Existen instituciones político-económicas
–como el Grupo de Río, por ejemplo– que aglutinan a toda
América Latina, con las que podría pensarse en unos míni-
mos y negociar con unidad ciertos sectores de la economía
de cada uno de los países. Es decir, fortalecerse para que cada
país pueda abrir nuevos reglones y determinar de qué mane-
ra se puede manejar en beneficio propio la regulación de
subsidios a la producción de nuestros países. Lo ideal sería
que los países hicieran un mapa en donde determinaran en
qué pueden competir y en qué no, y lo llevaran a la mesa de
negociación, en vez de enfrentar cada uno solo a los EU,
porque así no tienen la menor posibilidad de negociar verda-
deramente.

¿Por qué no han hecho eso todavía?

Porque “Divide y reinarás”. Hoy en día los políticos vi-


ven de políticas inmediatistas y de las próximas elecciones.
Y al no haber proyectos de nación a mediano y largo plazo,
mucho menos los va a tener el continente. Además, en
América Latina, como acaba de demostrarlo Chile –incluso
con un presidente socialista– armando su arreglo comercial
con EU, al que le va bien abandona al resto.

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Latinoamérica todavía no tiene una visión de unidad, ni


un sentido de unión más solidario –o por lo menos más
estratégico– como lo tuvieron los países de la Unión
Europea…

Si recordamos el proceso por el que se llegó a la Unión


Europea observaremos muchos aspectos positivos. Para
empezar, aunque nació al día siguiente de la Segunda Gue-
rra Mundial y con un nombre muy poco político –La unión
del carbón y el acero–, sin embargo sus fundadores mantuvie-
ron siempre una la idea de que estaban intentando crear una
Europa política. Hoy en día la Unión ya tiene un Parlamen-
to y una moneda en común que une sin disolver lo par-
ticular: los símbolos de los billetes, del dinero, unos son
comunes y otros de cada país. Y tiene una cierta comunidad
social, pues los fondos de compensación han permitido que los
países más pobres recibieran de los más ricos fuertes subsi-
dios que les han permitido transformar no sólo sus eco-
nomías, sino la calidad de vida de las mayorías en España y
Grecia o Portugal. Eso no sólo implica política y economía
sino cultura. Cosa que no puede compararse con lo que está
pasando en un país como Ecuador que ahora está convi-
viendo con dólares, lo que significa que los símbolos que
están circulando es su vida cotidiana ya no son las caras de
sus héroes, sino las de Washington o Jefferson. Los Estados
latinoamericanos deben dejar de mirar estos temas como
asuntos que se juegan solamente en las Constituciones y
empezar a tomárselos en serio, pues hasta los saberes indí-
genas están siendo robados otra vez, ahora por las trans-
nacionalaes de las medicinas.

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¿La responsabilidad sigue en manos de los grandes


imperios y poderes?

Yo lo vería más por el lado de las instituciones como el


Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, y sobre
todo la Organización Mundial del Comercio, que se crea-
ron para ser unos reguladores en términos de reciprocidad y
que, aunque no estaban directamente ligadas a la ONU,
deberían haber caminado en la misma línea. Eran institu-
ciones supranacionales hechas para alentar un mínimo de
desarrollo de todos los países; sin embargo, muy pronto
empezaron a trabajar para las grandes multinacionales y las
megafusiones empresariales del mundo. Las reglas del juego
en estos momentos son las que dictan estos organismos no
al servicio de los países sino de los intereses multinaciona-
les. Por otro lado tenemos unos gobiernos que no han sido
capaces de encontrar un mínimo de equilibrio entre lo que
se podía abrir a la competencia y lo que no. Por eso nos
dieron una “bienvenida al futuro” tan ingenua como tram-
posa al exponernos a unas reglas de juego que los otros
países no cumplieron.

¿Cuando menciona “los nuevos modos de estar en el


mundo” se refiere a las nuevas culturas que se derivan de
la globalización?

En realidad, la globalización no crea nuevas culturas, si-


no que cambia las condiciones de existencia de las que hay,
porque las desarraiga y las fuerza a encontrarse con otras en
una interacción que de algún modo las obliga a competir.
Además, cuando hablo de la “cultura” me refiero no sólo a
las artes, las letras o las tradiciones, etc., sino también a las
“industrias culturales”. Por ejemplo –y más allá de todos los
cuestionamientos que se deben hacer– la telenovela ha sido
una nueva manera en que los latinoamericanos han logrado

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“estar en el mundo” ¡y que hoy estamos desperdiciando al


creer que cuanto más fáciles, frívolas y baratas sean, mejor!
Porque eso es mentira: las mejores telenovelas colombianas
son las que han tenido un éxito más duradero en el exterior
–y eso no quiere decir que se hicieron pensando en los rusos
o en los italianos– sino que se hicieron para nosotros y
hablando de nosotros mismos. Son las que tuvieron mayor
inversión de dinero, inteligencia, y creatividad –como Café o
Bety la fea, por mencionar alguna–. Pero como los criterios
del mercado son los que mandan, la gente termina viendo
los peores productos porque no se le dan alternativas.

¿Los “nuevos modos”, entonces, equivaldrían a la


“presencia cultural” que se puede tener en el mundo?

Sí, aunque no únicamente a eso. Si Colombia quiere estar


en el mundo debe empezar por estar en América Latina,
porque no está. Para empezar, la mayoría de los intelectua-
les colombianos están leyendo a los novelistas y poetas
latinoamericanos, pero no están leyendo a los científicos la-
tinoamericanos –politólogos, sociólogos, antropólogos, etc–
y por ello no están mínimamente al tanto de las investiga-
ciones y debates que sobre las relaciones Estado-cultura,
cultura-política, cultura-economía se hacen desde hace más
veinte años. Es imposible encontrar citas de esos estudios y
debates en sus textos ¡mientras saltan de Platón a Heideg-
ger, y de un francés a un norteamericano! Colombia sigue
sin estar en América Latina, pues la relación de no pocos de
nuestros intelectuales con los textos de los europeos está
profundamente viciada por una reverencia que imposibilita
la distancia crítica: citan desde la admiración y no desde
una posición frente a alguien con quien se discute y se con-
fronta.

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¿Cuáles son los retos que impone la globalización?

La globalización nos replantea los modos de estar en el


mundo planteando desafíos a nuestros modos de pensar y
vivir las propias culturas, y también las culturas latinoame-
ricanas. ¿Cómo es posible que lo único que veamos por
televisión sean telenovelas? ¿por qué no estamos viendo
historia de Chile, o de Argentina, o de Perú? ¿por qué no
estamos viendo debates brasileños? ¿por qué ni siquiera los
vemos en la televisión pública? ¿cómo queremos que haya
una América Latina unida en lo económico o en lo político
si ni siquiera nos preocupamos por conocernos entre países?
Talvez si nos conociéramos podríamos, por lo menos, olvi-
darnos de esos estereotipos tontos que tenemos unos países
sobre otros. Lo que resulta incomprensible es que sepamos
más de la historia de los Estados Unidos que de la historia
de cualquiera de los países latinoamericanos. Ese es el reto
que nos plantea América Latina, y el reto que le plantea el
mundo a las propias culturas de nuestros países: romper
una relación mimética y asumir una relación mucho más
conflictiva, aquella que es capaz de asumir el pasado, su
memoria, en lo que tiene de desesestabilizadora del presente
y de configuradora de horizontes de futuro.

Los retos de la globalización

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