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Dani Rodrik

(☼ Estambul, Turquía, 1957 - )

Dani Rodrik es profesor de economía política internacional en


la Escuela de John F. Kennedy de la Universidad de Harvard.
Tiene un doctorado en la economía y un MPA de la
Universidad de Princeton, y un AB (summa cum laude) por el
Harvard College. Ha publicado ampliamente en las áreas de
economía internacional, desarrollo económico y política
economica.
Qué constituye una buena política económica y por qué algunos gobiernos son mejores
que otros en su adopción son las cuestiones sobre las que centra su investigación.
Es miembro del National Bureau of Economic Research (NBER) y otros importantes
institutos de investigación, es editor de la Revista de Economía y Estadística y editor
asociado del Journal of Economic Literatura, publicó artículos en las principales
publicaciones económicas, y es autor de afamados libros, entre los que se destacan “La
globalización ha ido demasiado lejos?” (1997) y “Una sola economía, muchas recetas: la
globalización, las instituciones y el crecimiento económico” (2008).
Se encuentra dentro de los 50 economistas más influyentes del mundo y está catalogado
como un economista progresista. Está a favor de una tercera vía en la disputa libre
comercio-proteccionismo: que se reduzcan las barreras, pero suavemente y con
intervención del Gobierno que permita a las industrias locales hacerse fuertes antes del
desembarco. Es crítico del Consenso de Washington y otra recetas neoliberales, lo que
hace que se lo identifique con Joseph Stiglitz.
Hace pocas semanas estuvo disertando en nuestro país. De esa visita seleccionamos
algunos temas que trató y los comentarios que provocaron sus conferencias.

Su visión de Argentina

“La crisis financiera internacional está dando lugar a nuevos modelos de globalización
económica, en los cuales los países emergentes como la Argentina tendrán un rol importante
en materia de dinamización financiera y también en la creación de acciones, que permitan
superar el actual contexto recesivo”.

“La Argentina deberá tener muy claro qué es lo que quiere de su economía, porque va a ser
muy importante en el nuevo contexto económico global y también en la creación de acciones
que no sólo estén destinadas a esperar las reacciones de las economías más poderosas".

"Deberá crear mecanismos que le permitan alcanzar una globalización moderada o restringida
capaz de equilibrar la importancia de los mercados internacionales y los locales. Esto implicaría
lograr que el flujo de capitales deje de circular de los países emergentes hacia los
desarrollados, algo que se viene repitiendo en los últimos años".

"En la medida en que la Argentina logre combinar las ventajas comparativas que ofrece su
economía, por ejemplo en la obtención de insumos primarios, con las ventajas que otorgan
algunos aspectos de la globalización, como los que se pueden apreciar en materia financiera,
podrá concretar un modelo económico que le permita crecer más allá de la crisis internacional".

"A veces hay que subsidiar, a veces proteger, a veces consensuar, a veces controlar, y a veces
sustituir importaciones. El tema es que cada país elija una estrategia de desarrollo; eso es todo
lo contrario al dogma único de, por ejemplo, el Consenso de Washington", dijo refiriéndose a la
década del ’90.
“Resta establecer un modelo de cooperación más amplio y profundo entre el Gobierno y el
sector privado en el que no surjan temas como la falta de confianza o de cooperación”.

“Uno de los obstáculos importantes es la pérdida de habilidad para ajustar políticas económicas
cuando se enfrenta a shocks externos, algo que tiende a relacionarse con la solidez de las
instituciones para gestionar conflictos. Si Argentina no usa este período para reforzar sus
instituciones de gestión de conflictos, tal vez encuentre dificultades para enfrentar shocks
adversos en el futuro”.

“Un sistema democrático en buen funcionamiento en el que los diferentes actores sociales
arreglen sus diferencias de manera pacífica y cooperativa, en el que las reorientaciones de
política macroeconómica que se necesiten puedan tomarse de forma relativamente suave y no
como resultado de una crisis en medio de turbulencias políticas y sociales”.

La economía mundial

“La globalización es el próximo gran debate de política exterior. Y, sin embargo, a medida que
el debate se expande se vuelve cada vez más confuso. ¿La globalización genera prosperidad y
crecimiento económico, como creen muchos economistas y políticos? ¿O amenaza la
estabilidad social y el medio ambiente, como plantea una curiosa mezcla de intereses que
reúne desde representantes obreros hasta ambientalistas?”.

"La economía mundial debe hacer frente al desafío de asegurar que la integración económica a
nivel internacional no conduzca a desintegración social a nivel nacional".

“Las economías nacionales siguen muy aisladas entre sí. Ese aislamiento tiene una
consecuencia fundamental: la mayoría de los gobiernos en el mundo industrializado no está tan
maniatada por la globalización económica como se cree. Retienen una importante autonomía
en la regulación de sus economías, en el diseño de sus políticas sociales y en el mantenimiento
de instituciones que difieren de las de sus socios comerciales”.

“El gran desafío para este siglo es armar un nuevo equilibrio entre mercado y sociedad, que
siga liberando las energías creativas de la empresa privada sin erosionar las bases sociales de
la cooperación”.

Su conferencia – opina Jorge Avila

Rodrik es un hombre relativamente joven, desgarbado, con formación previa en ciencias


políticas y descendiente de una familia de origen español que emigró a Turquía tres
generaciones atrás. Ayer mismo por la tarde publicó un extracto de su conferencia en su blog.
Para Rodrik, la causa del fuerte crecimiento argentino es el alto tipo real de cambio. Un alto
TRC genera crecimiento, en su opinión, porque el valor social de la producción industrial es
mayor que su valor privado, pues este tipo de producción estimula la creación de instituciones
favorables al desarrollo capitalista, además de generar más oportunidades de trabajo y de
incorporación de tecnología. Un alto TRC vendría, entonces, a funcionar como una suerte de
subsidio a la industria que corrige aquella distorsión y estimula el crecimiento económico
nacional.

Rodrik no argumentó directamente a favor de una sostenida devaluación del peso. Sugirió, en
cambio, que el TRC se debía mantener alto por medio de un exceso de ahorro sobre inversión,
como se hace en el sudeste asiático. Para lo cual, en vista de que la tasa de ahorro argentina
es menor que la asiática, sería clave que el gobierno aumentara el superávit fiscal.

El argumento industrialista montado sobre la externalidad positiva de la producción


manufacturera es viejo. Hace 15 años, otro economista de Harvard, Larry Summers, escribió un
paper en el que sostenía que la inversión en maquinaria industrial debe subsidiarse porque
genera efectos benéficos sobre el resto de la economía. Es fácil argumentar en tal sentido; es
difícil comprobarlo empíricamente. Pero incluso cuando la hipótesis fuera cierta, cabe
preguntarse ¿cómo se calcularían los subsidios?, ¿quién los administraría?, ¿quiénes los
recibirían? Estas son preguntas harto relevantes en un país que ha sido capaz de incurrir en un
acto de barbarie como el del INDEK.

Pero Rodrik no pide subsidios microeconómicos para la industria; pide un subsidio de tipo
macroeconómico: elevado superávit fiscal para que el TRC sea alto y la industria adquiera
competitividad. No me parece una mala sugerencia. No porque crea que vaya a estimular el
desarrollo industrial sino porque un elevado superávit fiscal contribuiría a crear un clima de
estabilidad financiera y monetaria, que es requisito indispensable para la acumulación de
capital.

Pablo Gerchunoff, un economista argentino encargado de comentar su presentación, le hizo


ver que el campo argentino es muy capitalista, que emplea una tecnología muy sofisticada y
que, por tanto, es muy capaz de generar externalidades positivas comparables a las que Rodrik
y Summers atribuyen a la industria. No hubo tiempo para que alguno de nosotros le recordara
cuatro cuestiones: a) por lo menos desde 1930 la industria nacional está subsidiada por una
protección rayana en la autarquía y, a pesar de ello, su desempeño ha sido muy pobre; b) el
fuerte crecimiento que lo deslumbra siguió a una de las más profundas recesiones que sufrió el
país en 100 años; c) la prima de riesgo-país se desplomó de 2200 puntos básicos en
septiembre de 2002 a 180 en enero de 2007 y el efecto expansivo de este fenómeno no puede
ser minimizado, y d) los precios de las materias primas subieron más de un 200% a partir de
2002.

Rodrik es un gran acuñador de frases. Esta vez se despachó con una que alude a un trade-off
(dilema) que hace las delicias de economistas e industriales: confianza vs. competitividad. Si se
concentrara en los meandros de una economía sujeta a elevada volatilidad como la argentina,
descubriría que el trade-off no es tal y que la confianza es todo.

Fuentes: Dani Rodrik Webpage, Diario La Nación, Diario El Clarín, Blog de Jorge Avila

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