CONGRESO DE EDUCACION- ROSARIO EXPOSICION Y PROPUESTA DE TRABAJO
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ESCUELAS Y EDUCADORES UNA RENOVADA BÚSQUEDA DEL PARAÍSO PERDIDO
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PRIMERA PARTE: LA ESCUELA, LEGITIMADORA DE LA EDUCACION NECESARIA 01.
Tiempo atrás
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proponíamos una metáfora que asociaba nuestras escuelas y la presencia de los alumnos y de los docentes en ella con las playas de estacionamientos y con los talles mecánicos. En esta oportunidad también nos serviremos de otra metáfora que es muy gráfica y que ya ha sido utilizada (aunque con otros criterios de interpretación y aplicación) por algunos autores:
el camino, las autopistas y las vías alternativas.
(CULLEN C., 1997: 145) De alguna manera las escuelas constituyen un vínculo necesario y obligado con el mundo de la cultura, del saber, del conocimiento, en definitiva, con el mundo de la vida. Quienes consiguen acceder a la escuela y logran permanecer dignamente en ella para egresar con alguna acreditación pagan el peaje que les impone la sociedad del conocimiento. Quienes no ingresan o no logran mantenerse o definitivamente nunca, egresan y tienen serias dificultades para poder reconocer algún camino por el que puedan transitar. Como en las autopistas, los caminos alternativos están deliberadamente en mal estado, es una aventura imposible transitar por ellos y ponen en riesgo a los vehículos. Las autopistas y los peajes se convierten en una opción forzada, que incluye y excluye, que otorga comunicación y destino, o niega todas las posibilidades.
02.
Sin embargo, no se trata solamente del peaje y de la presencia física de las autopistas. (1º) El pago obligatorio no garantiza el estado perfecto y adecuado de la autovía: en las casillas del peaje poco o nada saben de lo que puede depararnos el camino en cuanto a los detalles de seguridad: sólo algunos carteles ofrecen frías referencias acerca de sectores riesgosos y zonas en reparación. Igualmente nada nos garantiza que el vehículo que conducimos tenga la resistencia y la habilitación técnica para trasladarnos a la meta: eso no depende de la autopista y no está incluido en el precio del peaje. (2º) Si por algún motivo nos detenemos o tenemos algún accidente menor, los encargados vendrán solícitos a auxiliarnos para sacarnos de la coyuntura (y, sobre todo, para liberar la autopista de eventuales obstáculos) pero nunca se harán cargo de las deficiencias del vehículo: somos nosotros los que respondemos por él. (3º) De poco o nada nos servirá tener a nuestra disposición la autopista
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Las dos parte de este artículo forman parte de una exposición y un trabajo realizados con alrededor de 500 docentes de la ciudad de Rosario, en febrero de 2005. Sus aportes, participación y devoluciones permitieron ampliar y profundizar las reflexiones
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Ver nuestro artículo:
Docentes, sociedad e instituciones. Aportes para un debate necesario (2004)
síntesis del encuentro de pre-congreso de octubre /2004 en Santa Fe.
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y pagar los peajes, si finalmente no disponemos de un vehículo seguro para conducir y alcanzar nuestro destino. (4º)Las autopistas tienen siempre varios carriles en cada una de sus manos o direcciones: cada uno de los usuarios elige el carril por el que deben transitar. Algunos seleccionan los mas veloces porque tienen mas apuro por llegar, suponen que está en mejores condiciones el pavimento y disponen de un vehículo velos que puede sortear los obstáculos y no molestar al resto; otros optan por los carriles menos veloces porque necesitan mas tiempo, seguridad y confianza para realizar el viaje. Están los que se detienen en la banquina para atender algún desperfecto, descansar y reponer fuerzas, entretenerse con las tentaciones de quienes al borde del camino hacen diversos ofrecimientos. Están los que viajan tratando de disfrutar, además, del paisaje; y los que encerrados herméticamente en sus autos polarizados sólo tienen un objetivo: llegar. No faltan los que, distraídos, ignorantes, confundidos o adormecidos, no circulan los por el carril adecuado y reciben diversas señales de los compañeros de rutas que pretenden desplazarse al ritmo y a la velocidad elegida. (5º) Las autopistas tienen dos manos y numerosos nudos que conectan con otras autopistas y diversas poblaciones: a quien sube a la autopista, a quien paga sus peajes no se le impone una dirección, sino que se le respeta la libertad de elección. Cada uno decide hacia dónde se dirige y resuelve continuar el camino hasta el final o desviarse eligiendo las diversas salidas que jalonan su camino. (6º) En la autopista no se viaja solo: siempre hay, a nuestro alrededor, otros conductores: su presencia puede convertirse en compañía y seguridad, obstáculo y molestia, o amenaza y riesgo: es mejor no viajar solos y los compañeros de ruta siempre se convierten en referentes necesarios, pero muchas veces el estado de los vehículos, el mal uso de los carriles, maniobras inadecuadas, diversas deficiencias del conductor producen inseguridad y optamos por acelerar y despegarnos de ellos; tampoco faltan los que tienen otras intenciones y pueden transformarse en una verdadera amenaza para los vehículos y los pasajeros. (7º) Por más veloz que sea el automóvil, y más seguros se muestren sus propietarios, por tratarse de un vehículo nuevo y de alta generación, siempre habrá alguien más veloz que relativizará los rendimientos. No siempre interesa el tiempo empleado, sino la meta alcanzada. (6º) Finalmente, la autopista no está cerrada, clausurada (o no lo está en todo su recorrido): siempre deja abierta la posibilidad de que algún automovilista se escape, abandone la traza, arme su propio camino, trate de evitar los controles y los peajes... y hasta se convierta en amenaza para los restantes viajeros.
03.
Aunque las analogías siempre son limitadas, de alguna manera nuestras escuelas son las diversas autopistas que el sistema educativo ha construido para que los alumnos puedan arribar al mundo del saber, de la cultura y del conocimiento. (1º) No todos pueden acceder a ellas, porque no pueden o no quieren. En primer lugar por siempre hay que pagar algún tipo de peaje, y también, porque el valor de las autopistas no es un conocimiento
natural, sino cultural,
sino que exige su descubrimiento y la posibilidad de utilizarlas. (2º) Frecuentemente se puede observar a muchos que han intentado circular por las autovías pero las dificultades del camino, la velocidad impuesta, las normas de transito, el tipo de vehículo los obligan a abandonarlas. (3º) Para muchos de ellos, la única opción es utilizar el deteriorado camino alternativo, arriesgando más el estado del vehículo con escasa posibilidad de llegar a destino alguno: en los caminos alternativos no hay auxilio, nadie se hace cargo de los accidentes y no hay propietario o responsable a quien efectuar reclamos. (4º) Y finalmente están también los que logran pagar el peaje, sobrevivir al viaje y llegar a destino, pero la circulación por la escuela no les representa ningún tipo de beneficio o cambio: ingresan y egresan de ellas sin ninguna transformación.
04.
De nosotros depende
–
desde nuestras funciones específicas, desde responsabilidades diversas y complementarias
–
determinar
qué escuela tenemos y qué tipo de escuela queremos construir
,
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qué tipo de autopista queremos cimentar, qué tipo de peaje vamos a imponer o subsidiar, qué servicios pretendemos brindar y cuánto nos interesa que cada uno de los
usuarios-alumnos
llegue
sano y salvo a destino… y, sobre todo, enriquecido realmente por el tránsito por las escuelas. Porque
hay varios tipos de
inclusiones y exclusiones
. (1º) La más común
–
y no por eso menos ardua
–
es
la exclusión de tipo social y económica
. Muchos de ellos no podrían ingresar a nuestras instituciones, y si lograran hacerlo tendrían serias dificultades para mantenerse vivos en ella: con un vehículo deteriorado, con patente antigua y con un modelo casi inexistente, con una carrocería baqueteada y un motor en evidente decadencia exhiben sus imposibilidades. ¿Qué pueden hacer frente a los confortables, brillosos, arrogantes, briosos y velocísimos
0 kilómetros
? Convencerse progresivamente de sus impedimentos o de las limitaciones de sus logros. (2º) Los que forman parte de las escuelas y circulan por la autopista, pero
no logran un aprovechamiento real de la escuela
, los que pasan formalmente por ella, los que zafan y aprueban pero que no alcanzan aprendizajes, los que reglamentariamente cumplen con todos las pautas, pero no logran transformaciones verdaderas. Para muchos de ellos, concluir la escuela es un pasaporte al vacío: carente de hábitos y actitudes, desprovistos de contenidos procedimentales, se exponen a un naufragio próximo en los ciclos posteriores, en los mares de la universidad o de la búsqueda de trabajo. (3º) Existe un tercer grupo de excluidos: son aquellos a quienes los aprendizajes acreditados
no les permite interrogar y modificar su propia vida
y han quedado al margen los verdaderos saberes que la realidad demanda para poder encontrar el propio lugar en el mundo o construir el proyecto de vida. Buenos estudiantes pueden comprometerse solamente con algunos conocimientos, sin apropiarse de las estructuras y los referentes que les permitan construir en un marco de autonomía una personalidad integral.
05.
Este juego de analogía, oposiciones y posibles niveles de inclusión y exclusión nos deposita en el tema que nos ocupa: la escuela como el lugar en el que
social y públicamente se debería legitimar la educación necesaria
. Nadie desconoce las diversas críticas que sacuden a la escuela desde hace bastante tiempo, críticas que han sido reconocidas y procesadas también por diversos documentos
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y que nosotros mismos como actores del sistema no dejamos de señalar y padecer. No nos vamos a detener específicamente en las críticas, sino que nuestra intención es procesarlas, asumiendo las palabras de Freire:
criticar para proponer, denunciar para anunciar.
Nos interesa tener clara consciencia de lo que nos pasa para definir qué compromisos debemos asumir ante un futuro que nos aguarda y un presente que nos inquieta.
06.
Para cumplir ese rol legitimador, rol histórico que debe justificar en los nuevos contextos, tal vez la escuela (y nosotros con ella) necesite hacer, al mismo tiempo,
un acto de humildad
y de
confianza en sí misma
, porque la mejor fortaleza se construye sobre el reconocimiento de las propias
debilidades y limitaciones
, sin eludir
los compromisos y las responsabilidades
. Debe reconocer serenamente sus imposibilidades, lo que no puede producir por sí misma, lo que nunca pudo o lo que actualmente no puede. La escuela es un lugar privilegiado en el que la propuesta educativa se sistematiza y se normaliza, pero la escuela no representa el patrimonio exclusivo de la educación porque, especialmente en nuestros días, hay otras fuentes y otras formas de educar que se suman o compiten con la escuela.
La sociedad
, por su parte, debería prestar oído y reconocer este acto de humildad, tomándolo como un sinceramiento necesario para no
sobrecargar a la escuela con demandas imposibles y exigirle sus responsabilidades ineludibles.
Solamente si circunscribe sus expectativas, si delimita sus alcances podrá renovar la confianza en sí misma y en su entorno, sin producir movimientos contradictorios que desorientan y desaniman.
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Cfr. Los diversos documentos de la UNESCO y los documentos de la Iglesia que desde
La escuela católica
a la fecha ha acusado recibido de las críticas formuladas.
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