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CIELO ROJO Me despert empapada en sudor.

El calor que haca era anormal y senta como si en el rato que haba estado durmiendo, alguien hubiese cambiado mi habitacin por un horno, dejndolo encendido conmigo dentro. Me asom a la ventana y el cielo tena un tono rojo casi granate. Haca semanas que el azul se haba perdido y, paulatinamente, fue pasando a morados, luego a rosas y, como haban pronosticado, el temido rojo haba llegado. Aunque haban explicado las causas y consecuencias, todo era demasiado complicado para que pudiese comprenderlo. Slo tena claro que era irreversible, inevitable y mortal. Ni grandes meteoritos, ni poderosos tsunamis. El fin del mundo llegaba por un cielo rojo. No era un fenmeno capaz de ser controlado por el ser humano y tampoco pareca seguro que lo hubisemos desencadenado nosotros. No s qu haran el resto de mortales. Yo me haba despedido de mis amigos, pero ellos tenan sus personas especiales con las que estar. Nunca haba tenido buenas relaciones con mis familiares, as que decid estar con aquel que siempre me haba sido fiel, que saba menos que yo lo que estaba ocurriendo. Se me desgarra el corazn pensar siquiera en haberlo dejado solo. Adems, si me derrumbaba, estara a mi lado sin hacerme sentir vergenza. El pobre jadeaba a mi lado como nunca lo haba visto. Saqu la primera reserva de agua de la nevera y la compartimos. Me sent en el suelo, a su lado, y le acarici la cabeza con las pocas energas que el calor me dejaba. Por suerte cay la noche y algo baj la temperatura, pero esa sera la ltima vez. Cog todas las fotos y llor al verlas. l me puso la cabeza en el muslo como siempre haca cuando me notaba triste. Le abrac, y juntos esperamos.

Paola Abad Bianchi

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