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La terminología de la discapacidad

B. APL, 45. 2008 (59-72)

LA TERMINOLOGÍA DE LA DISCAPACIDAD: ENTRE LA


RESEMANTIZACIÓN Y LA REETIQUETACIÓN

LA TERMINOLOGIE DU HANDICAP : ENTRE LA


RESÉMANTISATION ET LE REÉTIQUETAGE

TERMINOLOGY FOR DISABILITY: CHOOSING


THE RIGHT LABELS

Rosa Luna
PERÚterm

Resumen:
A excepción de las últimas tres décadas, una de las características más
resaltantes del siglo pasado fue su censurable descuido por todo lo
tocante a la discapacidad. El actual, por el contrario, al preconizar la
tolerancia y el respeto por las diferencias, se presenta como un contexto
particularmente propicio para repensarla y convertirla en un tópico
ineludible en tanto condición inherente a todo ser humano.
Desde un punto de vista terminológico, la heterogeneidad de profesionales
involucrados en este campo presenta ventajas y desventajas. Las fortalezas
están vinculadas a la diversificación y al enriquecimiento conceptual y las
debilidades a la proliferación y coexistencia de una considerable variación
denominativa que entorpece la comunicación intra e interdisciplinaria.
El objetivo central de esta ponencia es contribuir con el proceso
de “dignificación terminológica” en el que se encuentra inmersa la
discapacidad como paso capital para lograr un cambio de actitud y de
imagen en torno a este tópico por parte de profesionales vinculados y de
la sociedad en general.

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Rosa Luna

Résumé:
À l’exception des trois dernières décennies, une des caractéristiques les
plus frappantes du siècle dernier fut sa négligence censurable en matière
de handicap. À l’heure actuelle, au contraire, dû à la préconisation de
la tolérance et du respect des différences, celui-ci se présente comme un
contexte particulièrement propice afin de le repenser et de le reconvertir
en un lieu commun inévitable en matière de condition inhérente à tout
être humain.
D’un point de vue terminologique, l’hétérogénéité de professionnels
impliqués dans ce domaine présente des avantages et désavantages. Les
forces sont liées à la diversification et à l’enrichissement conceptuel, et les
faiblesses à la prolifération et la coexistence d’une variation dénominative
considérable qui met à mal la communication intra et interdisciplinaire.
L’objectif central de cet exposé est la contribution à travers le processus de
“dignité terminologique” dans lequel le handicap se trouve immergé. Il
s’agit d’une étape importante afin d’arriver à un changement d’attitude et
d’image en ce qui concerne ce lieu commun de la part des professionnels
qui y sont liés et de la société en général.

Abstract:
Due to current tolerance and respect for the differences, interest in
exceptionality is prevailing over the total carelessness of past times. However,
proffessionals involved in this field, although adding to diversification and
conceptual enrichment, when following their particular inclinations and
prejudices, make the terrain instable and terminologically confuse. This
article aims at contributing to the process of terminological “dignifying” of
the field, in order to change attitudes surrounding the topic.

Palabras clave:
Discapacidad; semántica; términos técnicos

Mots clés:
Handicap; sémantique; termes techniques

Key words:
Disability; semantics; technical terms

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La terminología de la discapacidad

A excepción de las últimas tres décadas, una de las características más


resaltantes del siglo pasado fue su censurable descuido por todo lo tocante
a la discapacidad. El actual, por el contrario, al preconizar la tolerancia y el
respeto por las diferencias, se presenta como un contexto particularmente
propicio para repensarla y convertirla en un tópico ineludible en tanto
condición inherente a todo ser humano.

Ahora bien, entrando de lleno al tema que nos concierne, podemos


afirmar que la terminología relativa a la discapacidad ha operado
considerables cambios producto de la existencia de diversos paradigmas
teóricos empleados por los diferentes colectivos profesionales involucrados
en este campo de trabajo (terapeutas, médicos, psicólogos, educadores, etc.)
y de colectivos institucionales y mediáticos (organismos internacionales,
medios de comunicación, asociaciones especializadas).

Antes de pasar a describir las unidades terminológicas de nuestro corpus,


hemos considerado oportuno describir las características generales del ámbito
de la discapacidad. En primer lugar, habría que indicar que el objeto de estudio
discapacidad es de naturaleza tanto interdisciplinaria como transdisciplinaria;
interdisciplinario por cuanto se trata de un tópico de interés para disciplinas
tales como la educación, la medicina (genética, fisioterapéutica, etc.), la
psicología, la sociología, el derecho, la ética, etc. y transdisciplinario en
tanto en cuanto la discapacidad es un tema que concierne a TODOS: a
especialistas vinculados al tema y a la sociedad en general, condición que
explica el elevado porcentaje de banalizaciones y terminologizaciones.

Desde un punto de vista terminológico, la heterogeneidad de


profesionales involucrados presenta ventajas y desventajas. Las fortalezas
están vinculadas a la diversificación y al enriquecimiento conceptual y las
debilidades a la proliferación y coexistencia de una considerable variación
denominativa que entorpece la comunicación intra e interdisciplinaria.
El sesgo médico se encuentra presente hasta hoy en la mayor parte de
la literatura especializada. Los colectivos de profesionales vinculados a
la medicina son muy tradicionales en el uso de la terminología y poco
proclives al cambio, mientras que los colectivos vinculados al campo
socioeducativo son más abiertos a la innovación terminológica mediante
los recursos de resemantización y reetiquetación.

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Finalmente, agregaremos que, al tratarse de un campo interdisciplinario


de reciente desarrollo, resulta comprensible que el tratamiento terminológico
sea poco riguroso, que se observe una elevada polisemia, que exista falta de
consenso formal y conceptual, que el préstamo y el calco del inglés sean una
de las fuentes principales de acuñación, entre otros aspectos que abordaremos
lo largo de nuestra exposición.

El objetivo central de esta comunicación es contribuir con el


proceso de “dignificación terminológica” en el que se encuentra inmersa
la discapacidad como paso capital para lograr un cambio de actitud y de
imagen en torno a este tópico por parte de profesionales vinculados y de
la sociedad en general.

Nuestro corpus terminológico está compuesto por la triada


terminológica minusvalía-discapacidad-deficiencia y el término retraso mental.
Desde una perspectiva conceptual, podríamos afirmar que el término
DISCAPACIDAD nos remite a un concepto emergente que viene
centrando su interés en la interacción persona-entorno básicamente
en la autodeterminación, la integración, la igualdad de derechos y las
capacidades de las personas con discapacidad.

Para Gutiérrez y Restrepo (2003) la frecuencia de uso de la


denominación ‘discapacidad’ se explica por su condición de término
comodín aceptado por toda Iberoamérica, y no así ‘minusvalía’ (handicap
en inglés e italiano respectivamente). Adicionalmente, la aceptación
de esta categoría por muchos profesionales se atribuye al hecho de
que permite objetivar las deficiencias a causa de su carácter genérico e
impreciso en la medida que engloba todas las discapacidades (físicas,
intelectuales o sensoriales, dolencias, enfermedades mentales, etc. sean
éstas permanentes o transitorias). El empleo generalizado de este término
se debe a que nos da la posibilidad de recurrir a él siempre que no podemos
o no queremos ser más precisos.

La denominación ‘discapacidad’ ha ido evolucionando en función


de los cambios de paradigmas y ha traído consigo una nueva terminología.
A juicio de F. Pereña (2002), esta unidad terminológica debe considerarse

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como una calificación social que permite identificar lo que no va en el


campo de las identificaciones sociales, lo que queda, por una u otra
razón, en las orillas de la integración. El autor añade que se trata de una
categoría de uso generalizado a nivel político y administrativo.

Finalmente, desde una óptica semántico-formal, los recursos


de acuñación del término discapacidad, formado por derivación con
el prefijo negativo ‘dis’, entran en contradicción con la pretendida
objetividad y van de la mano con otras dos categorías utilizadas muchas
veces como sinónimas (‘deficiencia’ y ‘minusvalía’). El vocablo en
cuestión se caracteriza igualmente por presentar un limitado potencial
de derivabilidad en tanto que su empleo se reduce a las formas nominal
‘discapacidad’ y adjetiva ‘discapacitado -da’.

Hasta aquí, hemos intentado resumir el “ser” del término discapacidad,


a continuación pasaremos a reflexionar sobre el “deber ser”, tarea en la cual
participan, de manera efectiva, las asociaciones de padres o las personas
con discapacidad, al igual que los colectivos vinculados a la atención de
la diversidad, las organizaciones internacionales y, en menor proporción
lamentable y paradójicamente, los medios de difusión masiva. En 1980, la
Organización Mundial de la Salud propuso una Clasificación Internacional
de Deficiencias, Discapacidades y Minusvalías” (CIDDM) que significó un
enorme aporte para la resemantización de esta tripleta terminológica.

DEFICIENCIA DISCAPACIDAD MINUSVALÍA

Toda pérdida o anormalidad Toda disminución (restricción) Situación desventajosa para


de una estructura o o ausencia (debida a una un individuo determinado,
función sicológica, fisioló- deficiencia) de la capacidad consecuencia de una deficiencia
gica o anatómica. de realizar una actividad en la o discapacidad que limita o
forma o dentro de un margen impide el desempeño de un rol
que se considera normal para que es normal en su caso (en
un ser humano. función de la edad, sexo.

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Si leemos con detenimiento las definiciones arriba indicadas,


concluiremos que tanto los términos como las definiciones resultantes
presentan como constante la utilización de recursos de formación basados
en la derivación mixta, prefijos negativos (‘dis’: “dificultad o anomalía”; ‘de’:
“privación” y ‘minus’: “menos”) asociados a sufijos referidos a cualidades:
‘-encia’, ‘–dad’, ‘–ía’, respectivamente.

Todas estas derivaciones ponen énfasis en rasgos semánticos


negativos: “pérdida” o “anormalidad”, en la despersonalización en el
caso de la deficiencia, así como en la limitación y el alejamiento de la
norma en lo tocante a la discapacidad y la minusvalía. Por otro lado,
las relaciones interconceptuales de estos tres términos están referidas al
tipo de situación en el caso de la deficiencia exteriorizada, en el de la
discapacidad objetivada y en lo tocante a la minusvalía socializada.

Aparte de redefinir estos términos centrales, la OMS brindó una


serie de recomendaciones referidas a la conveniencia de reemplazar
las sintagmaciones cosificadoras muy arraigadas en la comunidad
especializada y lega como son: ‘ser discapacitado’ o ‘estar discapacitado(a)’,
bien por la perífrasis ‘tener + discapacidad’ o por el sintagma libre ‘X
persona tiene la discapacidad Y’, priorizando, de esta manera, la condición
sustantiva de personas sobre la circunstancia adjetiva de la discapacidad,
conservando la neutralidad y poniendo énfasis en los posibles distintos
matices de interpretación en relación con sus potencialidades.

En la misma línea de pensamiento, sugiere el reemplazo de la


nominalización ‘los discapacitados’, dada su condición de recurso de
etiquetación y consolidación de la marginación, por la sintagmación
prepositiva ‘personas con discapacidad’ preferible a la sintagmación
adjetiva ‘persona discapacitada’. Esta última, si bien elimina la cosificación
al adjetivar la discapacidad, continúa conservando la categoría objeto de
sanción, en cambio la sintagmación prepositiva trae consigo la idea de lo
que acompaña y, por tanto, es accesorio.

Una última recomendación efectuada por la OMS, respecto de esta


trilogía terminológica está referida al empleo de adjetivos descriptivos. Se

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sugiere utilizar los adjetivos ‘mental’ y ‘físico’ para las deficiencias mas no
así para las discapacidades por su imprecisión, ni para las minusvalías por
ser inadecuados.

En esa misma línea, la primera versión recomienda el empleo de


palabras de distinta naturaleza gramatical y propone específicamente
que el término ‘deficiente’ sea acompañado por adjetivos derivados de
sustantivos, las denominaciones ‘discapacidad’ y ‘minusvalías’ por palabras
de origen verbal, recomendaciones que aún no son tomadas en cuenta
por la mayor parte de especialistas.

La pretensión de la clasificación de la OMS es que la comunidad


científica tome conciencia de que el lenguaje es constructor de
pensamiento y que la correcta utilización de un término significa un
cambio cualitativo en la comunicación con la finalidad de conseguir que
las personas con discapacidad sean consideradas como un miembro más
de la sociedad y, en especial, que no se sientan rechazadas.

Ahora bien, este primer intento de normalización terminológica no


resultó totalmente satisfactorio debido a que muchos usuarios expresaron
su preocupación por las connotaciones negativas y el sesgo marcadamente
médico. Fue así que la OMS sometió la clasificación a una reformulación
conceptual y formal radical, producto de la cual apareció una segunda
versión denominada “Clasificación Internacional del Funcionamiento y
la Discapacidad”.

Cabe añadir que el objetivo de esta segunda versión es proporcionar


un lenguaje unificado y estandarizado que sirva como punto de referencia
para describir el funcionamiento humano y la discapacidad como
elementos importantes de salud. Entre los cambios más significativos
de esta nueva clasificación podemos mencionar que deja de hablar de
‘deficiencias’, ‘discapacidades’ y ‘minusvalías’ para referirse a ‘funcionamiento
y la discapacidad’.

En la nueva versión, el término discapacidad ha sido reemplazado


por ‘actividad en el nivel individual’; la denominación minusvalía cambiada

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por la sintagmación ‘participación en la sociedad’ y la unidad terminológica


deficiencia por la lexicalización ‘funciones y estructuras corporales’. En este
proceso de reetiquetación salta a la vista la proactividad terminológica,
entendida como la inclusión de experiencias positivas en las etiquetaciones
y resemantizaciones.

En los tres casos, encontramos como constante la neutralización,


amplitud semántica y extensión formal de la terminología, de manera que
la clasificación es aplicable a cualquier persona ‘con o sin discapacidad’,
y los estados funcionales se relacionan con el estado de salud a escala
individual (deficiencia), personal (discapacidad) y social (minusvalía).

De esa manera, se logra reconceptualizar la discapacidad desde una


visión holística, y no sesgada, de la realidad, se pone énfasis en el hecho
de que es la falta de previsión en el diseño de la realidad social la que
restringe la accesibilidad de las personas para participar en un mayor
número de actividades y que debe corregirse para asegurar una mejor
integración independientemente de sus estados de salud, organismos o
corporales.

En síntesis, podríamos afirmar que la nueva nomenclatura refleja


el cambio de paradigma teórico que ha experimentado el objeto de
estudio discapacidad, de la sobreprotección, que niega la discapacidad,
la invisibiliza y cosifica, al paradigma o matriz del esfuerzo que
autovalora y acepta la discapacidad a través de la demostración de las
potencialidades.

Continuaremos con el análisis del término ‘retraso mental’ (RM) que


ha recibido a lo largo de la historia un sinnúmero de denominaciones,
algunas de las cuales coexisten en la actualidad. La evolución terminológica
(reetiquetación) de este término puede apreciarse en el siguiente cuadro:

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Términos peyorativos Términos reactivos Términos proactivos


(disfemización) (descalificación) (calificación)

Idiotas Subnormales Personas con:


Imbéciles Retrasados mentales capacidades/habilidades
Cretinos Débiles mentales diferentes
Dementes Disminuido barreras en el aprendizaje
Inadaptado diferencias de aprendizaje
Oligofrénico permanentes
Discapacitado intelectual necesidades educativas
Minusválido psíquico especiales

Como podemos observar, las transformaciones por las que


ha atravesado el término van de denominaciones peyorativas hasta
proactivas (con énfasis en las calificaciones y que, en cierta medida,
podrían considerarse eufemísticas), pasando por las reactivas con marcada
tendencia a las descalificaciones de naturaleza disfemística.

Para terminar con este análisis, resultaría oportuno destacar que


los más recientes debates en el campo del RM se han centrado en la
conveniencia de reemplazar el término por uno más proactivo, en especial
debido a las connotaciones peyorativas que tiene el adjetivo ‘retrasado’ al
que se asocia con la categoría científica ‘retrasado mental’. La mayor parte
de expertos y organizaciones vinculadas a la discapacidad opinan que el
término más apropiado sería ‘discapacidad intelectual’, que viene siendo
usado en las más recientes taxonomías sobre el tema y en asociaciones
que defienden los derechos de estas personas. Podemos concluir que
este permanente e inacabable proceso de reetiquetación de los términos
referidos al campo de la deficiencia mental y el cambio conceptual del
RM ha sido motivado por las posibilidades de rehabilitación, desarrollo y
participación que han alcanzado los individuos con discapacidad.

Finalmente, pasaremos a presentar algunas conclusiones y


recomendaciones. La primera está referida a la conveniencia de construir
la neonimia de la discapacidad a partir del paradigma estético, ecológico

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y proactivo sin caer en eufemizaciones tan censurables como las


disfemizaciones con el objeto de lograr la ansiada neutralización y
objetividad terminológica. Debemos tomar conciencia de que el exceso
de resemantización de un término es inconveniente, resulta más
oportuno ‘reetiquetar’ que ‘resemantizar’. La meta debe ser construir una
nomenclatura coherente y armónica con términos no revitalizados sino
recreados. No se trata ciertamente de que a partir de este momento nos
embarquemos en una suerte de limpieza lingüística sino, únicamente,
de incluir los usos preactivos. Una solución equilibrada consistiría en
incorporar los nuevos usos humanizadores, logrando que coexistan con
los usos reactivos a través de un sistema de remisiones con la finalidad de
dejar en manos del hablante el uso que estime pertinente.

Este tipo de intervenciones nos permitiría abordar el delicado


asunto del léxico y de la terminología como una responsabilidad tanto
individual como social. En esta línea de pensamiento, en un diccionario
de lengua general la entrada mongolismo debería acompañarse de las
marcas inapropiado y peyorativo, así como remitir a sindrome de Down
y discapacidad intelectual. Por su lado, el término discapacidad debería
contener como subentradas discapacidad física, sensorial, intelectual, las
que inclusive podrían remitir a paralítico, sordo, ciego, o trisómico con sus
respectivas marcas de uso.

La banalización de una terminología proactiva podría constituir
un excelente medio para cambiar de actitud respecto de la discapacidad
pero también se corre el riesgo de caer en estereotipos o etiquetajes
(lenguajes discriminativos hacia la personas discapacitadas) que afectan
tanto al etiquetador como al etiquetado reduciendo las posibilidades
de desarrollo de las personas con discapacidad. ¿Cómo lograremos
modificar actitudes y mentalidades si nuestros propios diccionarios nos
autorizan a emplear categorías obsoletas, que van a contracorriente con
el discurso de la atención a la diversidad, lo políticamente correcto y la
terminología proactiva?

A pesar de la heterogeneidad existente, debe reconocerse que la
terminología ha experimentado un salto cualitativo de la ‘cosificación’

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(deshumanización) a la ‘humanización’ (personificación) de la discapacidad,


pero a pesar de estos esfuerzos aún no se logra el consenso ni la objetivación
requeridas.

La discusión terminológica gira en torno a desterrar el empleo de
términos peyorativos, caídos en desuso, obsoletos, satanizados (en suma,
lo que no debe emplearse o debe dejar de utilizarse); la resemantización
de otros (lo que puede seguir empleándose pero con otra óptica y, por
ende, con otra conceptualización de base) y la reetiquetación de un
tercer grupo (lo que debe o debería usarse a criterio de los colectivos
institucionales o gremiales).

La terminología en el ámbito de la discapacidad debe tratar de
conciliar la heteropercepción (cómo perciben las personas sin discapacidad
la terminología que se usa para referirse a ese colectivo) la autopercepción
(como perciben los propios discapacitados la terminología que se emplea
para referirse a ellos). Las personas discapacitadas tienen derecho a elegir
o aceptar los términos que les conciernen.

En definitiva, el respeto a la alteridad no debe limitarse al ACTUAR
sino y, particularmente, al DECIR. Resulta perentorio eliminar prácticas
lingüísticas como la cosificación de seres humanos, la antropomorfización
del género femenino, la disfemización y eufemización innecesarias, y en
general, toda práctica que exacerbe prejuicios y estereotipos.

A manera de conclusión añadiremos que el siglo XXI exige un
cambio de paradigma, por un lado, respecto de las decisiones léxicas
en las que deben intervenir los diferentes colectivos de hablantes
(lexicógrafos, especialistas, comunicadores, políticos, académicos de
la lengua, hablantes, etc.) asumiendo un rol menos pasivo frente a los
“decidores” de las inclusiones, exclusiones y vigencias tanto léxicas como
terminológicas. Para la consecución de dicho fin, debemos dejar de lado
criterios como la norma y el uso para cambiarlos por la negociación
lingüística en donde todos los actores, en especial, los “nombrados”
lleguen a consensos léxicos y terminológicos en el marco de un proceso de

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heterorregulación, orientador de usos dignificantes, y de autorregulación


encaminada al empleo de palabras y términos preactivos.

Espero que este primer acercamiento a la terminología de la


discapacidad contribuya con el proceso de dignificación y objetivación
científica en el que todos estamos, o deberíamos estar, empeñados.

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