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LA POESÍA COMO UN MODO, UN GESTO DE VIDA.

TODOS SOMOS POETAS

ANTONIO GARCÍA TEIJEIRO

Hace algún tiempo, tras comprobar que la poesía es necesaria para el pobre como el pan
de cada día, de maldecir esa poesía concebida como un lujo cultural por los neutrales,
esos que se lavan las manos, que se desentienden y evaden, que no toman partido
porque no quieren mancharse, tal como decía Celaya y cantaba Paco Ibáñez, tras
comprobar que todo esto era cierto, escribí un poema del que leo estos versos:

En el principio… nació el verso

nació el humo

nació el fuego

En el principio… cantó la alondra

cantó la escarcha

cantó la sombra

En el principio… lloró la arena

lloró la luna

lloró el poeta

Día tras día

Tiempo sin tregua

Luz de los huecos

Po… Poesía

Fue una iluminación. La vi, la sentí cerca de las personas, muy cerca. De sus muecas, de
sus gestos, de sus movimientos, de sus dudas, de sus sonrisas.

Hace poco tiempo, Juan C. Martín Ramos escribió un poemario precioso, La alfombra
mágica y yo le robé unos versos:

Libro cerrado,

libro abierto.
Un pájaro se posa

y canta

sin miedo

en el cable de alta tensión

de un verso.

Y no tuve dudas de que, como los pájaros posándose en los cables, las flores asomando
su rostro en el jardín, los alféizares esperando la brisa, las gaviotas planeando en el
cielo, todos somos/ podemos ser poetas. Es una actitud positiva, recia y responsable
ante la vida.

Y con José González Torices, podemos preguntarnos cuándo uno es o será poeta.

¿Que cuándo serás poeta?,

me preguntabas ayer.

Yo, vestido de jilguero

te respondí sin saber:

Serás poeta, mi niño,

cuando hables con el pez;

cuando de tu boca salgan

palabras de rosa y miel;

cuando detengas los tanques

y digas al coronel:

“No dispare a la paloma

que en su pico va el clavel”.

Entonces serás poeta.

Te llenarán de laurel.

Actitudes sencillas ante la vida. Con laurel o sin laurel, quiero afirmar que todos somos
poetas, aunque no escribamos. Porque todos hacemos gestos mudos o no, tenemos una
visión de nuestra vida y de la de los demás que asentamos en nuestro día a día, creamos
paisajes llenos de sueños que nos permiten conocernos cada vez más, saber en donde
pisamos, qué huellas dejamos y que estelas hemos de seguir. Y así vamos conformando
una manera de ser. Yo mantengo que la poesía es un modo de vida. Un gesto vital.
Huidas, voces, silencios, caminos, palabras. Escuchemos a Bergamín :

Voy huyendo de mi voz,

huyendo de mi silencio;

huyendo de las palabras

vacías con que tropiezo.

Como si no fuera yo

el que me voy persiguiendo,

me encuentro huyendo de mí

cuando conmigo me encuentro.

Recreamos las huidas y los encuentros. Nos buscamos. Pintamos de colores diversos los
paisajes en función de nuestras vivencias y de las de los otros. Besamos. Reímos.
Lloramos. Andamos. Se nos eriza la piel. Nos late el corazón. Queremos que prevalezca
en el lienzo de nuestras vidas la belleza sobre la fealdad, lo auténtico sobre lo
artificioso, lo delicado sobre lo vulgar, lo justo sobre lo injusto. Creamos y recreamos
un espacio. Un espacio en el que se utilicen los besos y no las balas, en el que haya alas
con versos y versos con alas y no con balas.

Por eso, acudiendo a Aute escribí este poema a partir de una canción suya:

Besos como balas;

balas de cartón;

balas como besos;

besos de algodón.

Son balas de besos.

Besos de color.

Son besos de balas.

Balas de candor.

Hay quien lo hace al revés. Escribe una poesía dañina, negra, hiriente, letal…como
tantas palabras utilizadas para deformar las opciones que el mundo ofrece. Esa también
es poesía pero no es verdadera. No abraza, ahoga. No acaricia, golpea. Cuestión de
enfoques.
Yo defiendo la poesía de la gente sencilla. Me encantan los mercados de versos sueltos
en los que lo poético crece y llama a la puerta. Porque, no lo olvidemos, la poesía se
necesita más que nunca. Es el alma de las palabras. Es la capacidad de sentir lo bello,
que también es útil. Quizá minoritaria, sí, pero en búsqueda, por parte de cada vez más
personas, de la plenitud.

Todos nos enamoramos, en algún momento, con/de la poesía de la vida, pues, repito, la
poesía es un modo de vida.

Cuando el corazón se nos encoge, sentimos la necesidad poética de expresarlo, aunque


no tengamos lápiz, bolígrafo, papel, ni siquiera palabras. Aparecen los gestos, las
expresiones, los deseos llamando a esas palabras. Porque sabemos que están ahí. Así
que yo me permití conversar con Bergamín a través del siguiente poema, un poema-
diálogo a propósito de ese paisaje que él crea con las palabras:

Palabras siempre decías

mojadas en sentimiento.

Palabras, siempre palabras,

que nunca se llevó el viento.

Palabras tristes, sombrías,

oscuros presentimientos.

Palabras llenas de sueños,

parecidas a los cuentos.

Palabras que alguien borró

para huir del sufrimiento.

Cuando rozamos la belleza, queremos tocarla, modelarla.

Cuando nuestros ojos se llenan de lágrimas, hacemos un verso. Cuando necesitamos


gritar bien alto lo que nos gusta o disgusta, cuando exigimos libertad, tolerancia,
transparencia, justicia, que alguien pose su mirada en nosotros, creamos imágenes en
nuestro interior, en nuestra mente y, a pesar de que no lo pongamos en el papel, estamos
escribiendo versos. Porque no nos gustan los árboles sin hojas, la noche sin luna, las
fuentes sin agua, el cielo sin pájaros.

Mas la poesía aún da miedo. Demasiadas personas no son conscientes de que la llevan
dentro. Formadas de espaldas a ella, desconocen su llamada. Por eso la admiran pero le
tienen miedo. La desean pero se sienten incómodos. Terminan permitiendo que huya. Se
les muestra en formas varias y se quedan en la superficie. Les falta actitud poética, esa
que nace del sentimiento, del afecto, pero, sobre todo, del conocimiento. Esa poesía que
recita la vida. Hay que abrir las puertas. No puede perder el ser humano un placer tan
grande e intenso. La poesía no puede ser muralla.

Todos nos hicimos preguntas ante los hechos que nos rodean. Y nos las hicimos sin
dejarlas escritas en un papel. Para hacerlo así, estaba Pablo Neruda que nos dejó todo un
libro lleno de preguntas poéticas:

No te engañó la primavera

con besos que no florecieron?

Por qué me preguntan las olas

lo mismo que yo te pregunto?

No se cansan de repetir

su declaración a la arena?

Poesía pura, hecha preguntas. De ahí que para perder el miedo a la poesía, nada mejor
que conocerla. Llevar un poemario amigo en nuestra cartera, en nuestro bolso es una
buena idea. Tener un libro de poemas sobre nuestra mesilla de noche es muy
aconsejable. Libro amigo que anhela que lo abramos para besarnos, acariciarnos,
despertarnos, abrazarnos, acompañarnos para que sea más placentera nuestra vida de
hiel y azúcar. Ese poemario que nos susurra que todos somos poetas. Ese que dice, en
palabras de Juan C. Martín Ramos:

Para que vuelen las palabras,

escribo en el aire

con señales de humo.

Para decirte dónde voy,

escribo en el barro del camino

con mis huellas.

Para que encuentres mi casa,

escribo desde lejos

con bandadas de palomas (…)

Ese poemario que nos habla de la señorita del abanico que va por el puente del fresco
río, que los grillos cantan por el Oeste, bajo las flores, que nos dice que el niño quiere
ser de plata, de agua y su madre le responde que tendrá mucho frío. Entonces lo bordará
en su almohada. Lorca, gran amigo de la palabra, gran amigo del color, del amor, de la
vida, nos deja sus bellos versos.

Cuando leemos estos poemarios amigos, nacidos de la vida, como debe ser, nos
convertimos en creadores/protagonistas de cada uno de esas líneas mágicas. Porque
cuando las lágrimas de alegría y tristeza se asoman a nuestros ojos, los acompaña un
verso, largo o corto, blanco o gris, rugoso o liso, liviano o pesado, altivo o sereno,
desafiante o cauto, serio o juguetón, como estos de Carmen Gil:

La sirena en una ola,

del derecho o del revés,

no pega nunca un traspiés,

lo que da es una trascola.

Sorprendente e incisiva la frase poética de Natalia, una niña colombiana de 5 años que
creó cuando le pidieron que definiese la palabra Iglesia. Escribió: Donde uno va a
perdonar a Dios.

Versos, pues, enigma.

Verso-apoyo

Verso-luz

Verso-agua

Verso-beso

Verso nuestro, verso que adoptamos.

Leemos, entramos en sus recovecos y nos convertimos en poetas. Todos sentimos la


necesidad de escribir, trazar, garabatear, descubrir unos versos a lo largo de nuestra
vida. Y fue esta misma vida, llena de murallas, de charcos, de trampas, lo que nos
empujó a hacerlo. Impidió, tal vez, dar el paso, pero no nos impidió sentir. Siempre
existió, pienso, una escondida admiración por el hacedor de versos. A muchos poetas
les robaron sus versos, para convertirlos en voz común, cuando quisimos romper
barreras.

Entonces se necesitaba la voz de los poetas y ahí estaba.

Voz acusadora/Voz amiga o enemiga. Voz lacerante, amarga/ Voz dulce, incorruptible.
Voz esperanza. Voz que quema, que muerde, asusta, incomoda. Voz placentera, amable,
que nunca calla Era , es la voz de los poetas. Es nuestra voz, porque todos somos poetas.

Y oyendo cantar a los pájaros, nos preguntábamos fascinados, como JRJ, ¿dónde cantan
los pájaros que cantan? Hacemos poesía al preguntar. Y volvemos a Neruda y nos
preguntamos con él: Y cómo se llama ese mes/ que está entre Diciembre y Enero? Y
queremos responderle: tal vez TRISTEZA, AMOR, LUZ; SONRISA, LÁGRIMAS o
simplemente TÚ.

Y cuando, siguiendo los versos de Alberti, queremos cantar con las aguas del río -
¿quién no se ha parado a seguir la marcha de un río alguna vez?- y decimos, como el
poeta gaditano, que nunca seremos de piedra y que gritaremos, reiremos, cantaremos,
lloraremos cuando haga falta y, haciendo poesía, llenaremos las lágrimas de versos.

Y al sentir el jardín y la tarde tranquila, escuchando a Machado decir que suena el agua
en la fuente de mármol, nosotros, como don Antonio, veremos posarse una blanca
paloma en el alto ciprés centenario. Y todo ello, porque lo vemos con ojos de poeta.

Por todo esto, ¿podemos dejar a los niños fuera del espacio poético? Evidentemente no.
Nuestro compromiso con ellos es indiscutible. No podemos retroceder. No podemos
consentir que vivan de espaldas a la poesía.

Tendremos que conjugar con ellos los verbos contagiar, seducir, filtrar, emocionar.

Lejos de obsesionarnos con enseñar poesía, o sea, desentrañarla, medirla, despedazarla,


enfriarla, tendremos que dejarla que se filtre a través de la piel para que llegue al
corazón. Ayudemos a que los niños hagan suyos los poemas.

Hay un gato en Galicia que maúlla afirmaciones poéticas muy originales y dice que los
poemas sirven para tocarlos y sobarlos, para olerlos, para guardarlos en un
armario, para ensuciarlos, para recortarlos, para comerlos ( a besos ) o escupirlos.
Dice ese gato poeta que la poesía cura los enfados, los nervios del estómago, los
dolores de cabeza, los desengaños del amor, los pies planos, casi todas las
indigestiones, los ataques de ansiedad y dice Fran Alonso, el dueño del gato o el gato
en sí mismo, que hay que poetizarse y que lo fundamental en la poesía no es
comprender lo que se nos dice sino sentir el ritmo del poema, su sonoridad, los juegos
de palabras que a veces nos deslumbran, las fascinantes imágenes que nos ofrece,
además de su enigma.

Y es cierto. A ver qué sienten al escuchar este poema escrito por mí en gallego.

Cando chove

e non me mollo

¿é que chove

ou que non chove?

Choven choven

catro pingas

Choven choven
Oito ou nove

unhas pingas

que recollo

Chove chove

non me mollo

Uns que baixan

Outros soben

Dezasete

vinte e nove

poño verbas

a remollo

Non me colles

Non te collo

Chove chove

e non me mollo.

Y llegado a este punto, no nos quedará más remedio que conjugar el verbo compartir.
Me encanta que compartan conmigo la sonoridad del poema. Conjuguemos este verbo
que se ha ido conjugando de escuela en escuela, de biblioteca en biblioteca, de pueblo
en pueblo con personas que trabajan la poesía en silencio, sin reconocimientos oficiales,
pero con la satisfacción de ser honestos, generosos y de sentirse felices por el trabajo
bien hecho. Ellos saben perfectamente que a los niños les encanta la poesía, si alguien
se la pone cerca, se la dice en voz alta y los contagia con su entusiasmo. El embrujo de
la poesía los habrá envuelto en una niebla lírica que los acaricia con su palabra.

La poesía como diálogo-deseo, por ejemplo, si nos decidimos a hablar con la Luna.

¿Quién no ha hablado alguna vez con ella? Todos lo hemos hecho porque todos somos
poetas.

Leidy, otra niña colombiana de 8 años, dice en el interesantísimo libro, Casa de las
estrellas que escribió y motivó Javier Naranjo, que Luna es lo que nos da noche.

Los niños son auténticos poetas. Escuchen, sacadas de este mismo libro, las siguientes
definiciones:
Para Juliana, 10 años. HOGAR es algo que de repente se separa y para Juan Esteban es
una casa en donde te obligan a comer vegetales. MADRE es para Ana Milena, de 5
años, la piel de uno.

Este debe ser el camino. Los niños tocando versos, dejándose acariciar por ellos,
perderse por las sendas que van abriendo en su imaginación. Leer, escribir, escribir,
leer, ¡VIVIR!

Palabras para provocar emociones.

Busquemos esas emociones y cuando las encontremos, podemos guardarlas en una caja
de sueños como esta. La llevaremos con nosotros. La llevarán con ellos. La abriremos.
La abrirán y podrán emocionarse con las ilusiones guardadas en ella.

…………………………………………………………………………………………..

(Abro la caja y voy sacando de ella poemas que voy leyendo. Algunos de ellos se
encuentran en un apéndice al final de este texto.)

……………………………………………………………………………………………

Todos somos poetas. Hemos de convencernos. Porque quien lee poesía recrea,
reescribe, relee, es decir, la hace suya desde su sentimiento personal y de su curiosidad
por elegir las posibilidades que la vida ofrece. Como dice Clara Janés, “la curiosidad te
empuja a descubrir horizontes y a comunicarlos. La inocencia para un poeta es muy
importante, porque muestra una visión nueva siempre”. Podemos afirmar que esa
visión se convierte en visiones desde la inocencia, desde el descubrimiento, desde la
comunicación de esas vivencias. Eso es poesía, nuestra manera de ser poetas, ya que la
palabra no es ajena a nuestras sensaciones. Leemos poemas, los interiorizamos y nos los
apropiamos. Todos somos, pues, poetas.

El filósofo Emilio Lledó afirma que “en las letras de la literatura entra en nosotros un
mundo que , sin su compañía, jamás habríamos llegado a descubrir”.

Y yo apunto. Lo descubrimos, vivimos en él, lo llenamos de palabras y seguimos


caminos que la poesía nos fue abriendo.

Y leemos, leemos poemas como este de Machado, en el que nos acercamos al jardín,
sentimos el rumor del agua y comprendemos sus imágenes del sol y la luna:

El sol es un globo de fuego,

la luna es disco morado.

Una blanca paloma se posa

en el alto ciprés centenario.

Los cuadros de mirtos parecen


de marchito velludo empolvado.

¡El jardín y la tarde tranquila!...

Suena el agua en la fuente de mármol.

Y celebrando las palabras del poeta caminante, soñamos caminos, nos convertimos en
viajeros como él y, casi sin darnos cuenta, escribimos siguiendo los pasos del maestro:

Yo voy soñando caminos

de la tarde…

y me siento un viajero

entre chopos y palabras

entre voces y senderos

entre pinos y encinares

entre aromas y poemas

entre peñas y cantares

y caminante incansable

conmigo llevo un arado

para dejar en los surcos

muchos versos de Machado.

Pronunciado este último verso, tomamos los surcos de las palabras para escribir en el
aire nuestros poemas, porque, no lo olvidemos, todos somos poetas.
APÉNDICE POÉTICO

Algunos de los poemas que están guardados en la CAJA de los


SUEÑOS, escaneados en las páginas siguientes.

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