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Subercaseaux College 4° Medio

Historia y Cs. Sociales Prof. Beatriz Cortés T.

LOS TIEMPOS MODERNOS Y LA TRANSICIÓN AL MUNDO


CONTEMPORÁNEO

Objetivos: 1.- Comprender los múltiples efectos que tuvieron para la posteridad la Revolución
Francesa y el gobierno imperial de Napoleón.

LA REVOLUCIÓN FRANCESA: Síntesis.

Tradicional­mente se ha señalado a la Revolución Francesa como el acontecimiento que constituye la


transición de la Edad Moderna a la Edad Contemporá­nea. Tal es el fruto de un hecho que sepultó a la
anquilosada monarquía en Fran­cia y dio paso a una nueva época donde la polí­tica, la justicia y la moral
pasaron a regirse por principios hasta ese momento inéditos: "Liber­tad, Igualdad y Fraternidad", valores
que coronan a todo edificio público del país galo en la actualidad.

Este signo, proveniente de la ilustración, y sancionado en la Declaración de los Derechos del Hombre
y del Ciudadano, define un período complejo, sangriento y difícil en la historia de Francia. El Anti­guo
Régimen, que no pudo enderezar el rumbo de su imparable descomposición política y eco­nómica,
fue desbordado por el ímpetu del Ter­cer Estado, un estamento postergado a lo largo de los siglos. La
revolución institucional encabe­zada por la burguesía buscó los medios para atraerse a la monarquía
para la nueva causa, sin embargo, los acontecimientos en el interior y la presión de las potencias
absolutistas del exterior, radi­calizaron en el Terror el proceso revolucionario. La imposición dictatorial
y el excesivo protagonis­mo de las masas indujeron una reacción de los elementos más moderados
de la Revolución, que culminó con un golpe de estado y la implantación de un Directorio de corte auto­
ritario, que fracasó en su intento de estabilizar Francia. Fue entonces cuando la figura de un joven y
brillante general emergió como el "sal­vador" que necesitaba la joven república. Su nom­bre: Napoleón
Bonaparte.

LAS CAUSAS

Sociales: Existían tres grupos o estamentos sociales que tenían su origen en la Edad Media: El clero,
compuesto por unos 130.00 miembros, equivalente a un 0.5 % del total; la nobleza que sumaba unas
400.000 personas y el estado llano o tercer estado, que equivalía a la mayoría de la población, unos
22 millones de personas. Compuesto por grupos heterogéneos de la sociedad francesa acogía en su
interior a burgueses, artesanos, trabajadores de la ciudad y campesinos, que eran la mayoría dado el
carácter rural y agrícola del país. A pesar de sus distintas actividades el tercer estado se igualaba en
el hecho que era el grupo que no tenía ningún tipo de privilegio y debía pagar impuestos cobrados por
los propietarios agrícolas, la mayoría nobles, obligaciones que provenían de anacrónicas relaciones
de origen feudal, ya sobrepasadas en el tiempo. No había acceso a cargos públicos y los dos primeros
estamentos acaparaban los privilegios adquiridos por su incondicionalidad hacia la monarquía.
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Económicas: Producto de lo anterior, el Estado francés tenía una escasez permanente de ingresos, a
pesar de la riqueza del país, pues las clases pudientes no pagaban impuestos, por lo tanto, se daba la
contradicción que Francia siendo el país más rico en recursos, más prestigioso y respetado de Europa,
estaba en una permanente crisis económica.

Políticas: El antiguo régimen se caracterizó por su ausencia de renovación durante el siglo XVIII.
Mientras otras coronas se ponían a tono con los cambios de la Ilustración, Luís XV y Luís XVI no
tuvieron ninguna intención de hacerlo. La censura, la represión a las ideas distintas o a la simple crítica,
fueron la tónica de sus gobiernos. Si a eso sumamos la incapacidad de ambos para gobernar, ya sea
por indolencia o falta de carácter, las limitaciones para modificar la situación interna eran evidentes.
Esta misma falta de visión contribuyó a aumentar la falta de decisión para frenar el creciente malestar
económico, social y político.

Culturales: La burguesía acomodada, la pequeña burguesía más los otros sectores instruidos del
estado llano, fueron haciendo suyas las ideas de la ilustración, viendo como cada vez más necesario el
cambio que solucionara los graves problemas que aquejaban a Francia.

LAS ETAPAS DE LA REVOLUCIÓN (1789-1799)

Los historiadores distinguen cinco etapas en este proceso

1.- CONVOCATORIA A LOS ESTADOS GENERALES (1789).­ Los estados generales era una
asamblea representativa que reunía a los estamentos del pueblo francés y que no había sido
convocado desde 1614. Luis XVI acorralado por sus crecientes gastos, dentro de los cuales
se encontraba el financiamiento de onerosas guerras como la que sustentó a los patriotas de
las 13 colonias norteamericanas contra Inglaterra, la mantención del estado y de los lujos de
la corte, llamó a una suce­sión de expertos y consejeros que reco­mendaron una amplia gama
de soluciones, como elevar los impuestos (que recaían principalmente en los cam­pesinos y
la clase media) o reducir el gasto; pero a pesar de ello no se logró equilibrar el presupuesto.
Finalmente, el gobierno recurrió a los grupos sociales que estaban exentos de impuestos pero
que controlaban la mayor parte de la riqueza del reino: la nobleza, la iglesia y los funcionarios
públicos. Cuando en 1788 quedó en claro que se negarían a aprobar impuestos sin adquirir
un control político directo sobre la monarquía, se decidió arrojar al viento las precauciones y
convocar a los Estados Generales. Estos se reunieron, por pri­mera vez en casi 200 años, en
mayo de 1789, en Versalles, dentro de una atmósfera de desesperación general y hambruna
generalizada, provocada por el fracaso de las cosechas en 1787 y 1788. Casi inmediatamente
la Corona perdió el control. Durante tres semanas hubo disputas entre los tres Estados ­­seño­
res, sacerdotes y plebeyos­ respecto a los poderes (¿cada diputado debía tener un voto o debía
corresponder un voto corporativo a cada estado?)
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2.- ASAMBLEA NACIONAL CONSTITUYENTE (1789-1791).- El Tercer Estado (los plebeyos),


ayudado por algunos sacerdotes y nobles simpatizantes, se declaró a sí mismo en Asamblea
Nacional jurando no disolverse hasta darle una constitución al país. A su vez exigió garantías
efectivas para los derechos humanos básicos, una monarquía constitucional con una asamblea
representativa y otras re­formas que abolirían los privilegios de nobles y sacerdotes.

Sin embargo, Luis XVI estaba re­nuente a aceptarlas. A comienzos de ju­lio de 1789 despidió
a todos los ministros que estaban a favor de las concesiones y se preparó para disolver la
Asamblea Nacional por la fuerza. El populacho de París, conocido como los sans­culottes
(porque usaban pantalones en lugar de los calzones hasta la rodil1a preferidos por las clases
superiores), estalló en disturbios. Su motivo de queja era el más básico de todos ­la falta de
alimentos­ y, para preservar el orden, la ciudad de París estableció una Guardia Nacional,
constituida por hombres con bienes sustanciales, que podían pagar sus propios uniformes y
armas. Pero la Guardia Na­cional tomó partido por los sans­culottes y el 14 de julio de 1789
todos se apoderaron de la gran fortaleza real que dominaba el lado este de París: la Basti­lla.
Este hecho marcó el fin del antiguo orden. Durante el transcurso de agosto la Asamblea aprobó
una serie de tras­cendentales decretos que abolieron las exenciones de impuestos, la percepción
del diezmo, el monopolio aristocrático sobre los cargos públicos y (lo más importante de todo)
el sistema feudal completo. También promulgó una Declaración de los Derechos del Hombre y
del Ciudadano, que proclamaba la libertad, igualdad y el respeto por la vida y la propiedad como
los fundamentos del nuevo Estado. Estableció la Igualdad ante la ley, los cargos abier­tos al
talento, la igualdad de impuestos y la libertad de palabra. La declaración fue un manifiesto para
las clases medias que controlaban la Asamblea y para to­dos los liberales europeos del siglo
si­guiente. Finalmente la Asamblea se disolvió al promulgar la Constitución de 1791.En ella se
establecen los principios y las normas generales que regulan el funcionamiento del Estado:

­ La separación de poderes (legislativo, ejecutivo y judicial).

­ Los órganos que los ejercían; es decir, parlamento, gobierno y magistratura.

­ Los derechos y libertades de los ciudadanos, que se recogen en la Declaración de Derechos.

­ La forma de gobierno, monarquía constitucional.

­ El derecho al voto se reservaba a los hombres mayores de veinticinco años que pagaran
impuestos iguales a tres días de trabajo. Esto suponía que sólo el 15 % de la población tenía
derecho, mientras que la gran mayoría de las clases populares queda al margen. Es lo que se
conoce como sufragio censitario.
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3.- ASAMBLEA LEGISLATIVA (1791-1792).- Al disolverse la Asamblea Constituyente, se


buscó la forma de legislar para darle orgánica a la nueva constitución. Es así como la nueva
monarquía constitucional que surgió tenía una asamblea legislativa, donde desde un comienzo
se observaron las tendencias dentro de los mismos revolucionarios: El grupo de ideas más
moderadas era el de los girondinos, que defendían el sufragio censitario y propugnaban una
monarquía constitucional. El partido de los jacobinos, dominado por Maximiliano Robespierre,
buscaba la eliminación de la monarquía y la instauración de una democracia al estilo del
defendido por Rousseau. A la izquierda de este partido se encontraban los "cordeleros", quienes
defendían el sufragio universal masculino (derecho de todos los hombres al voto a partir de una
determinada edad), coincidiendo en algunos puntos con los jacobinos. Estaban dirigidos por
Jean­Paul Marat y Georges Danton, representando siempre al pueblo más humilde.

La familia real y los nobles, muchos de los cuales salieron al exilio después de la caída de la­
Bastilla, se resintieron por la declinación de su autoridad e in­cesantemente trataron de revertir
el proceso. Pero en un primer momento fueron incapaces de interesar a los otros gobernantes
de Europa en su situación: los Habsburgo de Austria se enfrenta­ban con rebeliones tanto
en Holanda como en Hungría, mientras que Rusia y Prusia estaban más preocupados por la
partición de Polonia. En 1792, sin em­bargo, la Asamblea Francesa respondió al creciente apoyo
extranjero a la Corona declarando la guerra contra Austria y Prusia. Aunque la eventual invasión
de Francia por parte de esas potencias ex­tranjeras en apoyo de Luis XVI fracasó, el estado de
emergencia nacio­nal que había provocado llevó al poder en París a las facciones extremistas
y republicana. Inicialmente fueron dete­nidos todos los sospechosos de oposición al régimen;
luego, en septiembre de 1792, fueron masacrados en sus calabo­zos por la policía de París. La
Asamblea acabó convocando elecciones con el objetivo de configurar (por sufragio universal) un
nuevo parlamento.

4.- LA CONVENCIÓN NACIONAL.- (1792-1795) Esta nueva etapa revolucionaria vendrá


marcada por la existencia de un continuo enfrentamiento, desde 1792 de Francia contra el resto
de potencias europeas (Austria, Prusia, Rusia, España, Portugal, Gran Bretaña). Un "decreto de
fraternidad y asistencia" prometió la ayuda francesa a todos los pueblos que desearan derrocar a
sus opresores y, an­tes de terminar el año, las bayonetas de la nueva república habían "liberado"
parte del territorio del Rin y la Bélgica austriaca y había anexado varios encla­ves independientes
a lo largo de las fron­teras. Más aún, el gobierno en París proclamó que Francia tenía un derecho
histórico a ocupar el territorio delimita­do por sus "fronteras naturales": los Al­pes, el Rin y los
Pirineos. En esta etapa el rey, cuyos poderes ya habían sido de­clarados nulos e inexistentes,
fue some­tido a juicio público y ejecutado en enero de 1793.

Durante esta etapa de gobierno el poder quedó en manos de los jacobinos que se
apoyaban en la fuerza de los llamados sans­culottes en la calle. Los acontecimientos en el
exterior con una guerra que, a pesar de algunas victorias francesas, preocupa porque con la
muerte del rey son muchos los reyes europeos empeñados en terminar con la revolución, y los
acontecimientos violentos en el interior, como el asesinato de Marat, un importante dirigente
jacobino, conducirán a que la Convención otorgue poderes especiales a los llamados “Comités”,
como el Comité de Salvación Pública, dirigido por Robespierre, que en la práctica gobernaron
Francia de forma dictatorial. Con esto llega la etapa del Terror.
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La utilización de la violencia política contra los considerados enemigos de la revolución


fue algo constante. Los juicios irregulares por parte de tribunales revolucionarios terminaban
frecuentemente con condenas a muerte (se habla de más de 40.000 ejecuciones en unos pocos
meses). Durante esta etapa la violencia política se convirtió en práctica política pues los comités
se mantuvieron en el poder eliminando de forma sistemática a sus rivales con la excusa de
que la revolución peligraba ante las conspiraciones de nobles y eclesiásticos apoyados por las
monarquías absolutas europeas.

El año 1794 verá la continuación de la política de terror institucional, justificado por el


propio Robespierre como una forma de defender la República de los enemigos de la libertad.
Robespierre conseguirá eliminar a los principales dirigentes de los sans­culottes y de hecho,
durante algunos meses, el gobierno de Francia se convierte en una dictadura personal. Esta
situación terminará cuando los enemigos (de todas las tendencias políticas) de Robespierre,
unidos por el miedo a ser eliminados, actúen contra él. Robespierre será guillotinado, y con su
muerte llega el fin de la etapa más radical de la revolución francesa.

5.-EL DIRECTORIO (1795-1799).- Fue un gobierno moderado y corrupto que, ante


el peligro de un retorno de la reacción o de un rebrote del terror, acabó por ceder el poder a
un joven general que se había distinguido por sus victorias contra los austriacos: Napoleón
Bonaparte.

El poder legislativo quedó dividido en dos cámaras: la baja o Consejo de los Quinientos
y la alta o Consejo de Ancianos, que en sesiones extraordinarias elegían a los cinco integrantes
del Directorio, en quienes recaía el poder ejecutivo.

La burguesía continuó teniendo problemas ya sea por la presión de los monárquicos


para frenar las reformas y por otro, las embestidas del pueblo que propugnaba por una mayor
repartición de las riquezas.

Con el objeto de disminuir estas presiones internas, el Directorio convocó al joven general
Napoleón, ya muy popular entre la población por su constante suma de victorias. A su vuelta a
Paris, la situación había empeorado y Napoleón da un golpe de estado el 9 de noviembre de
1799 e instaura el Consulado, gobierno triunviral compuesto por el abate Sieyès y Roger Ducós.
Se acaban los 10 años del experimento revolucionario
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EL GOBIERNO NAPOLEÓNICO

Carácter y relevancia

Las repercusiones de la Revolución Fran­cesa sobre el resto de Europa se hicieron más evidentes
cuando el general Napo­león Bonaparte se convirtió en emperador de los franceses, rey de Italia y
protector de la Confe­deración del Rin. De su mano, los valores de la revolución burguesa se asentaban
en Francia, se extendían más allá de sus "fronteras naturales" y transformaban el mapa de Europa, que,
por primera vez desde Carlomagno, estuvo más cer­ca que nunca de la unidad política.

Sin embargo, los gobiernos de las cuatro gran­des potencias europeas eran tan expansionistas como el
propio Napoleón. Ni siquiera las gue­rras napoleónicas los apartaron de sus objetivos tradicionales. Gran
Bretaña continuó acrecen­tando su imperio comercial y colonial; Rusia continuó buscando su salida a los
mares "cáli­dos", el Mediterráneo y el Báltico; Austria no abandonó su expansionismo por los Balcanes
y no renunció a su arbitraje sobre Alemania, lo que le llevaría a mediados del siglo XIX al defi­nitivo
enfrentamiento con Prusia. Excepto Gran Bretaña, que no obstante concluyó una tregua con Francia, el
resto de las potencias se alió en un momento u otro con Napoleón. Sólo en 1813, trece años después
del ascenso de Bonaparte al poder, llegaron a unirse en su contra. A pesar de ello, Napoleón sembró
por la Europa absolutista la simiente de las corrientes libera­les y nacionalistas, recogida en su Código
Civil. Ya fuese por acción o por reacción, la acción de Bonaparte obligó a la transformación ideológi­ca
de Europa. Así tuvieron que admitirlo sus ven­cedores en el congreso de Viena.

LA CARRERA DE NAPOLEÓN AL PODER

Napoleón alcanzó los más altos cargas en muy poco tiempo: en 1796, con apenas 26 años, fue
nombrado comandante del ejército de Italia.

El ejército francés no era, una fuerza combatiente habitual para la época. La decisión adoptada en
agosto de 1793 por el Comité de Salvación Pública de imponer el reclutamiento universal en Fran­cia
produjo un cuerpo militar de tamaño sin precedentes. Las fuerzas armadas francesas, que en 1789
totalizaban 160.000 hombres, alcanzaron a 750.000. Las primeras victorias obtenidas por el ejército
de reclutas fueron principal­mente el resultado combinado de una superioridad numérica masiva y un
gran entusiasmo por los principios revo­lucionarios; pero, a medida que sus enemigos se recuperaban,
se hizo evidente la necesidad de mejores tácticas bélicas. El don más importante de Napoleón era
su habilidad para maniobrar rápidamente. Incluso frente a adversa­rios más poderosos era capaz de
concen­trar tropas y armas suficientes en un lugar para ganar una batalla decisiva.

Sin embargo, la serie de sus especta­culares victorias en el exterior, lo hizo mucho más temido en
su patria. Des­pués de la conquista del norte de Italia (1796­97), Napoleón fue enviado a invadir Egipto
y la Tierra Santa. Allí tuvo menos éxito y en 1799 volvió inesperadamente para orquestar el primer
golpe de Estado militar de los tiempos modernos. Se unió a un grupo de políticos disidentes en París
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con el fin de derrocar el gobierno revolucionario que se encontraba dominado por políticos corruptos y
aprovechadores de la guerra. En su lugar, estableció primero un consulado semidictatorial y luego, en un
imperio.

Fue un imperio en la tradición clási­ca: una monarquía militar que creó un orden interno, pero que
posteriormente se dedicó a las conquistas en el exterior. En la práctica desarrolló fuertemente el
nepotismo al colocar en cargos de gobierno a sus parientes más cercanos como a su hermano José en
la corona española. Sus logros internos fueron reales y du­raderos. En lugar del desorden económi­
co, el terror y la intranquilidad social de los diversos regímenes revolucionarios, Napoleón impuso un
nuevo código legal (que todavía sirve de base a la legisla­ción francesa), una red educativa nacio­nal,
una administración centralizada y un sistema financiero estable que tenía como eje el nuevo Banco de
Francia. Su gobierno fue autocrático pero eficiente y, aunque algunos ardientes realistas y republicanos
extremistas se mantuvieron intransigentes, la mayoría del pueblo de Francia dio la bienvenida al nuevo
go­bierno y le demostró su apoyo en los plebiscitos. Su popularidad sólo se fue desvaneciendo a medida
que subía el costo de las continuas guerras de Napoleón en el extranjero.

Llegó a un acuerdo con la iglesia, firmando con el Vaticano, el Concordato. Este documento instituyó al
catolicismo como religión oficial del estado francés, pero el control de las jerarquías eclesiásticas locales,
quedaba a cargo del Estado.

Desarrolló una política imperialista, al modo del imperio romano, modelo que admiraba, derrotando a
Austria, Prusia y dominando Italia. Dividió a los austriacos y a los sardos y los venció por separado. El fin
de la guerra, documentada en el tratado de Campo Formio, entregó a Francia la orilla izquierda del Rhin
y los Países Bajos austriacos, pasaron a ser franceses y se determinó la desaparición de la República de
Venecia.

Si bien no logró quitar a Inglaterra el dominio de los mares, ya que sufrió algunos reveses, como cuando
en 1798, fue derrotado durante su campaña a Egipto, al ser sorprendido por el almirante inglés Nelson
en la batalla del Nilo, para impedir que las posesiones inglesas en la India se vieran amenazadas.
Impuso a esa potencia, el bloqueo continental, por el cual todos los países dominados por Francia tenían
prohibido comerciar con Inglaterra. La Paz de Amiens se firmó en 1802, por la cual, Francia conservaba
muchas de sus ganancias e Inglaterra ejercería su dominio al otro lado del Canal de la Mancha. Sin
embargo, los conflictos se reanudaron en 1803. En 1805, se produjo la derrota francesa en la batalla de
Trafalgar. En ella se enfrentaron las escuadras aliadas de Francia y España, contra la armada inglesa al
mando de Horacio Nelson.

En 1808, invadió Portugal y España, pero luego fue derrotado en su campaña a Rusia, no por fuerzas
militares enemigas, sino por el crudo invierno, que diezmó a las tropas. Esta derrota estimuló a las
monarquías extranjeras a enfrentar las tropas napoleónicas que sufrieron una nueva pérdida en la
gigantesca batalla de Leipzig, provocando en 1814 la abdicación de Napoleón. Se le permitió conservar
el título de Emperador y retirarse a la isla de Elba.
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Luis XVIII, perteneciente a la familia Borbón ocupó entonces el poder, hasta marzo de 1815, en que
Napoleón retornó al gobierno. Cien días más tarde, fue derrotado definitivamente en Waterloo. Fue
desterrado a la isla de Santa Elena, donde falleció en 1821.

EFECTOS

La Revolución francesa tuvo una influencia universal. Fue el ejemplo para todos los movimientos
revolucionarios siguientes. Proporcionó los programas de los par­tidos liberales y democráticos, los
códigos legales, incluso los símbolos (como la bandera tricolor) de la lucha contra la opresión.

Las consecuencias de la Revolución francesa fueron, en definitiva, el fin de una sociedad, que había
surgido en la Edad Media, y el comienzo de una nueva socie­dad, la sociedad burguesa, que aún hoy
continúa.

A1 menos tres consecuencias son las más trascendentes:

• Fin de la sociedad estamental y formación de la sociedad de clases: En adelante la posición que se


ocupe en la sociedad no vendrá determinada por el nacimiento, sino por el dinero, por la posesión o no
de riqueza.

• Fin del Estado absolutista, fundado en el derecho divino, y creación del Estado liberal y laico basado
en la libertad individual, la igualdad ante la ley, el derecho a la propiedad privada y la soberanía nacional.
Es decir, los principios de la Declaración de Derechos de 1789. El Estado asegurará la libertad de
empresa y de comercio, y con ello, los intereses de la burguesía.

• Formación del moderno concepto de nación: La nación era la masa de ciu­dadanos unidos en un
solo bloque, sin separación por estamentos. Todo cuanto era francés componía la nación. Y la nación
debía tener unas instituciones y una administración iguales para todos; es decir, cada nación debia
formar su propio Estado.

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