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El koljós gigante de Cherbani

por Evgueni V. Novikov, periodista soviético especialista en agricultura y en desarrollo agroindustrial


y social de las zonas rurales.

Con la misma fatalidad inexorable de hace siglos, las sequías suelen azotar en nuestros
días las estepas próximas al mar Negro donde está situada la antigua aldea de Cherbani.
Y aunque las tierras negras de la región son capaces de producir abundantes cosechas,
cuatro de cada diez años son críticos debido a la falta de agua. La zona presenta grandes
riesgos para la agricultura, pero allí, sin embargo, la Unión Soviética debe realizar su
principal esfuerzo de producción cerealista para obtener tres cuartos de todo el grano
que se cosecha en el país.

La aldea de Cherbani es más antigua que muchas aldeas soviéticas. En 1984 se


cumplirán 250 años desde que por primera vez los cosacos que defendían los confines
meridionales de Rusia instalaron en ese sitio su campamento de invierno. Entre una y
otra campaña los cosacos llevaban una vida pacífica, construían sus casas, formaban sus
hogares, sembraban trigo y se dedicaban a la ganadería de ovinos. A mediados del siglo
pasado la población de Cherbani contaba con unas 1 .600 almas, cifra que no ha variado
hasta nuestros días.

En la actualidad los campesinos de Cherbani se encuentran agrupados en el seno de un


koljós, una de esas cooperativas agrícolas de producción que constituyen una forma
típica de organización de la agricultura soviética. Los koljoses y los sovjoses estos
últimos son empresas agrícolas estatales proporcionan en la URSS el 90% de los
productos agropecuarios.

De conformidad con sus estatutos, pueden ser miembros del koljós de Cherbani todos
los habitantes de la aldea de más de 16 años que quieran participar con su trabajo en la
producción social. La administración del koljós está a cargo de una dirección
encabezada por un presidente y elegida por periodos de tres años. La cooperativa
agrícola dispone de 10.000 hectáreas de tierras que el Estado le ha entregado a
perpetuidad para su explotación.

Desde hace 25 años la asamblea general del koljós elige invariablemente como
presidente a Nicolai Riaboshapka.

Fuerte, de cabellos plateados y con grandes bigotes al estilo cosaco, Nicolai


Riaboshapka da la impresión de un hombre enérgico y comunicativo.

El koljós explica el presidente cuenta con 6.500 hectáreas de tierras cultivables, de las
cuales sólo un tercio son de regadío. Anualmente produce de 6.000 a 10.000 toneladas
de cereales, de 9.000 a 12.000 toneladas de hortalizas, de 700 a 850 toneladas de semilla
de girasol, hasta 1.200 toneladas de carne, más de 3.000 toneladas de leche, 30
toneladas de lana de oveja y más de 1,5 millones de huevos. La mayor parte de la
producción se vende al Estado y el koljós recibe por ella alrededor de 5 millones de
rublos de ingreso bruto (1 rublo = 1,4 dólares de Estados Unidos).

Nuestras relaciones con el Estado explica el presidente se basan en el plan. Al trazar los
planes de producción para el año o el quinquenio, comenzamos por ponernos de
acuerdo con los organismos locales de planificación sobre el tipo de producción y las
cantidades que podemos vender. Sobre la base de nuestras futuras entregas recibimos
créditos y podemos comprar equipos, combustible, fertilizantes y otros bienes
industriales.

Desde un punto de vista formal, el koljós es independiente. Sin embargo, el


entrelazamiento de los intereses económicos del koljós con los del Estado conduce a
una situación de dependencia recíproca que, en opinión del presidente, favorece en
general a los koljosianos. Estos cuentan, gracias a ello, con un mercado seguro para sus
productos y los precios de compra fijados por el Estado son suficientemente elevados
para garantizar un margen adecuado de ganancias.

Entre los años 1976 y 1980, por ejemplo, el precio de compra de los cereales se tradujo
en dos ocasiones en beneficios superiores a 100% y sólo en 1980, que fue un año de
malas cosechas, los beneficios disminuyeron a 60%. Más ventajosa todavía ha resultado
la venta de girasol y de hortalizas, pero cabe señalar, sin embargo, que en los últimos
años la producción de leche y carne se ha vuelto deficitaria. La rentabilidad general del
koljós ha sufrido oscilaciones, pero aún en los años de mayor sequía nunca ha ascendido
a menos de 12%.

En lo que respecta a la ganadería, se estima que su rentabilidad ha de aumentar en el


futuro, pues a partir de enero de 1983 el Estado elevó en todo el país los precios de
compra de la leche y de la carne.

Cada año se destinan cerca de 16.000 millones de rublos del presupuesto estatal al
aumento de los precios de compra de los productos agrícolas y a asignaciones
complementarias sobre los precios de los productos cuya producción resulta poco
ventajosa. Una característica de la economía soviética es que en los años agrícolas
favorables no se rebajan los precios de compra, mientras que la venta de los excedentes
de producción (calculados sobre la producción media de los últimos cinco años) se
estimula a través de precios elevados.

Las obligaciones adquiridas de común acuerdo en relación con el plan se traducen en la


estabilidad de la producción del koljós y en la orientación de ésta. No existen
posibilidades de cambios bruscos en la producción de un año a otro. Sin embrago, si
cumple sus compromisos, el koljós tiene libertad para administrar sus recursos como
estime necesario.

En la Rusia zarista las mejores tierras cultivables pertenecían a los grandes latifundistas,
a los miembros de la familia real, a los especuladores, quienes nunca las habían
trabajado. Ellos poseían en total 150 millones de hectáreas. Por otra parte, los
agricultores ricos, los kulaks, eran dueños de 80 millones de hectáreas, que
correspondían a la sexta parte de la superficie de todas las propiedades agrícolas. Los
135 millones de hectáreas restantes se repartían entre más de 20 millones de familias de
pequeños campesinos.

Por regla general, el producto de la pequeña propiedad agraria no alcanzaba para el


sustento de la familia campesina. En los años de cosecha normal, al campesino ruso no
le alcanzaban sus reservas de trigo hasta la próxima recolección. Millones de personas
padecían hambre mientras los kulaks y los señores feudales vendían el trigo al
extranjero. Rusia era por entonces un importante exportador de cereales.
Después de 1917 el Decreto sobre la Tierra dictado por el naciente Estado soviético
abolió el derecho de propiedad privada sobre el suelo, confiscando todas las
propiedades del zar y de los latifundistas. Se reconoció a todos los ciudadanos que
quisieran labrar la tierra el derecho a cultivarla por sí mismos, suprimiéndose la
explotación del trabajo asalariado.

Sin embargo, las posibilidades económicas de las parcelas campesinas eran muy
menguadas. Si consideramos que cada familia sembraba hasta diez cosechas diferentes,
es fácil imaginar lo reducido de las superficies que se destinaban a cada una de ellas.
Muchas veces el espacio era tan reducido que casi no permitía girar al arado.

La única solución era la colectivización de la agricultura con la creación de cooperativas


agrícolas de producción.

En 1924 se fundó en Cherbani el primer koljós. Sólo 11 de las 300 familias de


campesinos pobres resolvieron ingresar en él. El poder popular les entregaba créditos,
semillas, equipos y maquinaria agrícola. Fue preciso que transcurrieran cinco años para
que la gran mayoría de los campesinos superaran sus prejuicios frente al trabajo
cooperativo. En 1929, los campesinos pobres y medianos organizaron en Cherbani seis
koljoses, cada uno de los cuales poseía como promedio 1.500 hectáreas de tierra. Un
año más tarde los koljosianos vendían al Estado 14,7 toneladas de trigo, lo que
constituye un gran éxito.

A pesar de las enormes destrucciones que la URSS padeció durante la Segunda Guerra
Mundial, la economía soviética ha conocido desde entonces un crecimiento acelerado.
Las estadísticas muestran que a comienzos de este siglo el 75% de la población activa
de Rusia trabajaba en el campo. Los trabajadores de esa categoría representan
actualmente un cuarto de ese porcentaje. Al mismo tiempo la producción agrícola se ha
multiplicado casi por cuatro.

El promedio de la producción anual de cereales, que entre 1909 y 1913 fue de 72,5
millones de toneladas, alcanzó en la segunda mitad del decenio de los años 70 a 205
millones de toneladas. Actualmente se producen 0,8 toneladas de grano por persona, lo
que todavía se considera insuficiente. Se estima que para satisfacer las necesidades de
cereales de la población, alimentar el ganado de manera estable y cumplir los
compromisos de exportación, debería producirse una tonelada de grano por persona.

Cabe destacar que en los años de poder soviético la producción de carne y leche
aumentó en más de 3 veces, la de hortalizas en 5 veces, la de huevos en 6 veces y la de
algodón en casi 15 veces. La URSS es actualmente el primer productor mundial de
trigo, remolacha azucarera, girasol, algodón, lino, patatas, leche y mantequilla.

A parejas con la producción de alimentos ha crecido también la población, que


aumentó, desde 1965, en 35 millones de personas. El consumo se ha incrementado de
modo importante; 40% el de carne y sus derivados, 25% el de leche y aceite vegetal,
100% el de huevos, 35% el de hortalizas.
Pero el aumento de salarios de los últimos años ha sobrepasado la producción
alimenticia, por lo cual ha sido necesario adquirir ciertas cantidades de alimentos en el
extranjero.
Para equilibrar la oferta y la demanda se ha aprobado y puesto en práctica un Programa
Alimentario, que tiene por objetivo abastecer a la población con la máxima eficacia.

Suele compararse la productividad de la agricultura soviética con la de los países de alto


desarrollo agrícola, olvidando a menudo que el campesino soviético debe producir en
condiciones climáticas y naturales muy desfavorables.

En la URSS el 60% de las tierras cultivables y el 58% de las siembras se encuentran en


zonas secas o semisecas; el 40% de los cultivos reciben menos de 400 mm de agua de
lluvia por año. Sólo el 1, 1 % de las tierras destinadas a la agricultura se encuentran en
zonas óptimas para el cultivo.

La familia koljosiana tiene derecho al goce de una parcela agrícola de 0,5 hectáreas,
cuya explotación le proporciona un ingreso complementario.

Gracias a la explotación de sus parcelas las 581 familias de Cherbani suplen sus
necesidades de legumbres, hortalizas, patatas y frutas y obtienen además un excedente
que pueden vender en el mercado koljosiano.

Como un modo de estimular a los koljosianos a que críen animales en sus parcelas, el
koljós les vende pollos, cerdos y terneros a precios cercanos al de costo. Al mismo
tiempo les abastece de forraje y les procura asistencia veterinaria y zootécnica.

Entre los miembros del koljós se cuenta casi un centenar de especialistas con educación
superior o media: agrónomos, especialistas en zootecnia, ingenieros, mecánicos, etc. En
la aldea rusa de comienzos de este siglo las únicas personas ilustradas eran el pope, el
terrateniente, el practicante, el maestro y el agrimensor. Más de dos tercios de los
campesinos no sabían leer ni escribir. Actualmente dos de cada tres habitantes de la
aldea han recibido educación superior (completa o incompleta).

Una de cada tres familias posee su propia biblioteca. Las dos bibliotecas de Cherbani
cuentan con un total de 18.000 volúmenes.

En una de esas bibliotecas pude leer un documento de hace cien años que rezaba así:
"Los habitantes del distrito están sumidos en tal miseria que es indispensable y urgente
prestarles ayuda. Esta ayuda debe ser gratuita, pues un préstamo no haría sino acrecer
las deudas enormes de la población, deudas que ésta difícilmente podrá pagar algún
día...".

Al leerlo comprendí que este documento puede servir a los habitantes de Cherbani de
punto de referencia para apreciar toda la importancia de los cambios que se reflejan en
su vida actual.

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