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Con la misma fatalidad inexorable de hace siglos, las sequías suelen azotar en nuestros
días las estepas próximas al mar Negro donde está situada la antigua aldea de Cherbani.
Y aunque las tierras negras de la región son capaces de producir abundantes cosechas,
cuatro de cada diez años son críticos debido a la falta de agua. La zona presenta grandes
riesgos para la agricultura, pero allí, sin embargo, la Unión Soviética debe realizar su
principal esfuerzo de producción cerealista para obtener tres cuartos de todo el grano
que se cosecha en el país.
De conformidad con sus estatutos, pueden ser miembros del koljós de Cherbani todos
los habitantes de la aldea de más de 16 años que quieran participar con su trabajo en la
producción social. La administración del koljós está a cargo de una dirección
encabezada por un presidente y elegida por periodos de tres años. La cooperativa
agrícola dispone de 10.000 hectáreas de tierras que el Estado le ha entregado a
perpetuidad para su explotación.
Desde hace 25 años la asamblea general del koljós elige invariablemente como
presidente a Nicolai Riaboshapka.
El koljós explica el presidente cuenta con 6.500 hectáreas de tierras cultivables, de las
cuales sólo un tercio son de regadío. Anualmente produce de 6.000 a 10.000 toneladas
de cereales, de 9.000 a 12.000 toneladas de hortalizas, de 700 a 850 toneladas de semilla
de girasol, hasta 1.200 toneladas de carne, más de 3.000 toneladas de leche, 30
toneladas de lana de oveja y más de 1,5 millones de huevos. La mayor parte de la
producción se vende al Estado y el koljós recibe por ella alrededor de 5 millones de
rublos de ingreso bruto (1 rublo = 1,4 dólares de Estados Unidos).
Nuestras relaciones con el Estado explica el presidente se basan en el plan. Al trazar los
planes de producción para el año o el quinquenio, comenzamos por ponernos de
acuerdo con los organismos locales de planificación sobre el tipo de producción y las
cantidades que podemos vender. Sobre la base de nuestras futuras entregas recibimos
créditos y podemos comprar equipos, combustible, fertilizantes y otros bienes
industriales.
Entre los años 1976 y 1980, por ejemplo, el precio de compra de los cereales se tradujo
en dos ocasiones en beneficios superiores a 100% y sólo en 1980, que fue un año de
malas cosechas, los beneficios disminuyeron a 60%. Más ventajosa todavía ha resultado
la venta de girasol y de hortalizas, pero cabe señalar, sin embargo, que en los últimos
años la producción de leche y carne se ha vuelto deficitaria. La rentabilidad general del
koljós ha sufrido oscilaciones, pero aún en los años de mayor sequía nunca ha ascendido
a menos de 12%.
Cada año se destinan cerca de 16.000 millones de rublos del presupuesto estatal al
aumento de los precios de compra de los productos agrícolas y a asignaciones
complementarias sobre los precios de los productos cuya producción resulta poco
ventajosa. Una característica de la economía soviética es que en los años agrícolas
favorables no se rebajan los precios de compra, mientras que la venta de los excedentes
de producción (calculados sobre la producción media de los últimos cinco años) se
estimula a través de precios elevados.
En la Rusia zarista las mejores tierras cultivables pertenecían a los grandes latifundistas,
a los miembros de la familia real, a los especuladores, quienes nunca las habían
trabajado. Ellos poseían en total 150 millones de hectáreas. Por otra parte, los
agricultores ricos, los kulaks, eran dueños de 80 millones de hectáreas, que
correspondían a la sexta parte de la superficie de todas las propiedades agrícolas. Los
135 millones de hectáreas restantes se repartían entre más de 20 millones de familias de
pequeños campesinos.
Sin embargo, las posibilidades económicas de las parcelas campesinas eran muy
menguadas. Si consideramos que cada familia sembraba hasta diez cosechas diferentes,
es fácil imaginar lo reducido de las superficies que se destinaban a cada una de ellas.
Muchas veces el espacio era tan reducido que casi no permitía girar al arado.
A pesar de las enormes destrucciones que la URSS padeció durante la Segunda Guerra
Mundial, la economía soviética ha conocido desde entonces un crecimiento acelerado.
Las estadísticas muestran que a comienzos de este siglo el 75% de la población activa
de Rusia trabajaba en el campo. Los trabajadores de esa categoría representan
actualmente un cuarto de ese porcentaje. Al mismo tiempo la producción agrícola se ha
multiplicado casi por cuatro.
El promedio de la producción anual de cereales, que entre 1909 y 1913 fue de 72,5
millones de toneladas, alcanzó en la segunda mitad del decenio de los años 70 a 205
millones de toneladas. Actualmente se producen 0,8 toneladas de grano por persona, lo
que todavía se considera insuficiente. Se estima que para satisfacer las necesidades de
cereales de la población, alimentar el ganado de manera estable y cumplir los
compromisos de exportación, debería producirse una tonelada de grano por persona.
Cabe destacar que en los años de poder soviético la producción de carne y leche
aumentó en más de 3 veces, la de hortalizas en 5 veces, la de huevos en 6 veces y la de
algodón en casi 15 veces. La URSS es actualmente el primer productor mundial de
trigo, remolacha azucarera, girasol, algodón, lino, patatas, leche y mantequilla.
La familia koljosiana tiene derecho al goce de una parcela agrícola de 0,5 hectáreas,
cuya explotación le proporciona un ingreso complementario.
Gracias a la explotación de sus parcelas las 581 familias de Cherbani suplen sus
necesidades de legumbres, hortalizas, patatas y frutas y obtienen además un excedente
que pueden vender en el mercado koljosiano.
Como un modo de estimular a los koljosianos a que críen animales en sus parcelas, el
koljós les vende pollos, cerdos y terneros a precios cercanos al de costo. Al mismo
tiempo les abastece de forraje y les procura asistencia veterinaria y zootécnica.
Entre los miembros del koljós se cuenta casi un centenar de especialistas con educación
superior o media: agrónomos, especialistas en zootecnia, ingenieros, mecánicos, etc. En
la aldea rusa de comienzos de este siglo las únicas personas ilustradas eran el pope, el
terrateniente, el practicante, el maestro y el agrimensor. Más de dos tercios de los
campesinos no sabían leer ni escribir. Actualmente dos de cada tres habitantes de la
aldea han recibido educación superior (completa o incompleta).
Una de cada tres familias posee su propia biblioteca. Las dos bibliotecas de Cherbani
cuentan con un total de 18.000 volúmenes.
En una de esas bibliotecas pude leer un documento de hace cien años que rezaba así:
"Los habitantes del distrito están sumidos en tal miseria que es indispensable y urgente
prestarles ayuda. Esta ayuda debe ser gratuita, pues un préstamo no haría sino acrecer
las deudas enormes de la población, deudas que ésta difícilmente podrá pagar algún
día...".
Al leerlo comprendí que este documento puede servir a los habitantes de Cherbani de
punto de referencia para apreciar toda la importancia de los cambios que se reflejan en
su vida actual.