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En 1878, murió su única hermana, Paulina. El doloroso hecho fue el motivo de que la
familia Herzl se marchara de Budapest y se estableciese en Viena. Theodor se
matriculó en la Facultad de Derecho, terminando la carrera, con el grado de doctor
en leyes, en 1884. Algún tiempo ejerció la abogacía en Viena y una breve temporada
estuvo en el Tribunal de Salzburgo, pero pronto se convenció de que su vocación era
el periodismo y abandonó la jurisprudencia dedicándose exclusivamente a las letras.
En sus años de estudiante en Viena conoció a Julia Naschauer, descendiente de una
familia húngaro-hebrea, con la que se casó en 1889. El matrimonio de Herzl,
bendecido con tres hijos, fue feliz y Julia, su fiel esposa, con gran abnegación
soportó el despilfarro de la fortuna familiar y las prolongadas ausencias de su marido
en el último decenio de su vida.
Alternando con el periodismo, Herzl escribió también para el teatro varias comedias,
casi todas relacionadas de algún modo con la cuestión judía. Entre los más conocidos
títulos figuran: Seine Hoheit (Su Alteza), Der Flüchtling (El fugitivo), Das neue
Ghetto (El nuevo ghetto), Solon in Lydien (Solón en Lidia), Unser Kätchen (Nuestra
Catalina), Grethel, Prinzen aus Genieland (Príncipes del país de los genios), Estas
comedias, en su tiempo celebradas por un sector del público vienés y berlinés,
obtuvieron un éxito discreto, demostrando, que el teatro no era el verdadero campo
de trabajo para Herzl, como tampoco la poesía, que a ratos cultivaba. En la Viena de
un Hofmannsthal y de un Rilke, la producción literaria de Herzl era más que modesta
para poder asegurar fama a su nombre.
Pero el famoso proceso Dreyfus, del que fue en París testigo ocular, presenciando
todas las peripecias del affaire en la vida francesa, le hizo ver y comprender lo
trágico del eterno problema judío. Este proceso fue para Herzl la revelación del
judaísmo y del antisemitismo, constituyendo el punto de partida que había de
emprender en defensa de los derechos de sus correligionarios. Le hirió más que nada
el hecho de que tales explosiones de antisemitismo hubieran podido producirse
precisamente en Francia, patria de los derechos del
hombre. Antes creía que con la elevación espiritual
podrían superarse todos los prejuicios antijudíos,
considerando el antisemitismo posible sólo en los
medios atrasados y pobres, pero después se
convenció de que ni el progreso en las ciencias y en
la técnica ni el elevado nivel de la civilización eran
capaces de impedir tales retrocesos
antidemocráticos.
También antes existía una vaga idea sionista, llena de misticismo, pero lejos de un
programa político y soluciones prácticas. Herzl, al concebir la idea de un Estado
nacional para los judíos, todavía no conocía otros planes para la emancipación judía,
como tampoco sabía algo de la organización "Joveve Zion" que, en consecuencia de
los feroces pogroms de 1882, organizó el cirujano Jehudah Leib Pinsker, en Odesa en
1885.
Pinsker también propagaba una solución nacional del problema judío, sugiriendo
igualmente la colonización del exceso de la población judía en los países de
persecución en Palestina, pero por medio de infiltración, y sin pedir un territorio
propio. Como se puede deducir de su Diario, Herzl, aun antes, había buscado
soluciones al problema judío.
Fracasados los intentos de ganar para sus planes a los judíos prominentes, Herzl
decidió dirigirse a las masas, odiadas y perseguidas, esperando de ellas comprensión
y apoyo. Con tal fin compuso el libro Der Judenstaat (El Estado judío, una solución
moderna de la cuestión judía, Viena, 1896), El pequeño escrito, de algo más de cien
páginas, fue traducido inmediatamente al inglés, francés y ruso, despertando un
enorme interés de las masas judías por el sionismo político.
Para Herzl, "el sionismo es una parte de la cuestión del Cercano Oriente y el
problema judío entra en los intereses coloniales de Europa. Los gobiernos de los
países afectados por el antisemitismo tienen sumo interés en ayudamos a obtener tal
soberanía", Convencido de la exactitud de estas suposiciones suyas, Herzl empezó
sus primeras gestiones diplomáticas.
En junio de 1897 fundó el diario Die Welt (El Mundo), que ha sido el órgano central
del movimiento. El periódico, que se publicaba en Viena bajo su dirección, era para él
una fuente de disgustos. Los propietarios del Neue Freie Presse le reprocharon el
trabajo en este periódico y en el movimiento sionista; Herzl estuvo a punto de dejar
su puesto en el Neue Freie Presse, pero como no disponía de otros medios para vivir
y, además, tenía que cubrir el déficit del Die Welt, permaneció hasta su muerte en la
redacción del gran diario vienés.
Aún más dificultades encontró al convocar el primer Congreso sionista en 1897. Con
sus más íntimos colaboradores pensó que el lugar ideal para tal congreso sería
Muních; pero los rabinos alemanes (los "Protestrabbiner") pidieron al gobierno
bávaro que no se autorizase la celebración del Congreso sionista.
La plutocracia judía de Alemania temía que un congreso sionista pudiera provocar
una nueva ola de antisemitismo. Las poderosas organizaciones de "Joveve Zion"
también se oponían, pero Herzl perseveró en su decisión y logró reunir el primer
Congreso sionista en Basilea. A pesar de la oposición de los judíos "asimilados", el
Congreso constituyó un éxito, siendo creada en él la Organización Mundial Sionista y
proclamado el programa, llamado "de Basilea", que reza: "El objetivo del sionismo es
crear un hogar en Palestina para el pueblo judío, asegurado por el Derecho Público".
Queriendo resumir los resultados de este Congreso, Herzl anotó en su Diario: "En
Basilea fundé el Estado Judío; si yo dijera esto hoy, sería objeto de la risa universal;
en cinco años, quizás en cincuenta, cualquiera lo verá". Designada Palestina por el
Congreso como la tierra de colonización y del futuro Estado judío, Herzl continuó las
negociaciones diplomáticas para obtener un "Charter" del Sultán. Otra vez se
entrevistó con el Gran Duque de Baden, que informó al Kaiser sobre los proyectos de
Herzl. Luego habló con el Conde de Eulenburg y con el Canciller Von Bülow. Por fin
consiguió una audiencia de Guillermo II durante su visita a Constantinopla. El Kaiser
pareció interesado en el asunto, Herzl le pidió únicamente que recomendara ese
asunto a Abdul Hamid. Unos días más tarde hablaron el Kaiser y Herzl dos veces más
en Tierra Santa, donde podían apreciar todas las posibilidades de los proyectos del
sionismo y examinar los resultados obtenidos por los colonos judíos. A pesar de las
buenas impresiones, Guillermo II no quiso apoyar a Herzl en la Sublime Puerta, a
causa de la oposición del Canciller Von Bülow.
En este viaje vio Herzl por primera vez la Tierra de Promisión. La vio como era y la
imaginó como sería en el futuro Estado nacional : cultivada y próspera por obra del
pueblo judío. Esta visión suya situada en el año 1920, cuando ocurre la acción de su
novela utópica Altneuland (Vieja-Nueva Patria), publicada en 1900, es hoy en gran
parte realidad.
Pero el resultado más importante de ese Congreso fue su repercusión en los círculos
gubernamentales británicos, que empezaron a interesarse por la colonización judía.
En el mes de mayo de 1901 renovó Herzl sus contactos con el Sultán a través del
orientalista profesor Vambery, de origen hebreo. El momento psicológico era bueno,
porque la situación económica del Imperio Otomano no podía ser peor y el Sultán
necesitaba urgentemente un préstamo que no le pusiera en manos de las grandes
potencias europeas. La entrevista entre Abdul Hamid y Herzl se desarrolló en un tono
cordial, y Herzl salió del palacio con buenas impresiones, pero tampoco esta vez con
éxito, ya que el débil monarca estaba totalmente dominado por sus altos
funcionarios, que ya estaban preparando otro préstamo y además temían el
surgimiento de un Estado judío en Palestina.
En el quinto Congreso, reunido otra vez en Basilea, a finales del año 1901,
aumentaron las disensiones a causa del fracaso de las negociaciones con el Sultán ;
en cambio, el Banco Colonial se consolidó y además se creó el " Fondo Nacional Judío
". Un mes después de este Congreso, en febrero de 1902, fue Herzl llamado por un
alto personaje del gobierno otomano a Constantinopla. Abdul Hamid le propuso una
dispersa colonización de judíos en varias regiones de Turquía, principalmente en
Mesopotamia, pero con exclusión de Palestina, Herzl lo rechazó y volvió a Viena con
las manos vacías. Una vez más intentó Herzl obtener el "Charter" del Sultán. En julio
del mismo año, durante su última estancia en Constantinopla, le entregó un
Memorándum ofreciendo al Imperio la unificación de la deuda del Estado a cambio de
un "Charter" o una concesión con que se garantizase la colonización judía en
Mesopotamia y en la región de Haifa en Palestina. Estaba seguro de que los
capitalistas judíos acudirían con sus medios financieros en el caso de que el Sultán le
concediese la ansiada Carta; pero el Sultán repitió la misma propuesta del mes de
febrero, que Herzl no pudo aceptar. Al mismo tiempo surgieron posibilidades de
encontrar una porción de tierra para la colonización y fundación del Estado judío en
el Imperio Británico, Herzl fue llamado ante la comisión Real Británica para la
Inmigración (Alien Commission) para exponer sus planes, y en octubre de 1902
empezaron serias negociaciones con el gobierno de Salisbury, con el fin de encontrar
un territorio para la colonización judía. El ministro de Asuntos Exteriores, lord
Landsdowne, apoyó el plan de Greenberg, según el cual se les daría a los judíos la
región de EI-Arish, en Egipto. Fue nombrada una comisión de técnicos cuya misión
era preparar las condiciones jurídicas y económicas para la realización de los planes
de Herzl. El dictamen de la comisión fue favorable, suponiendo que el gobierno de
Egipto permitiese la irrigación de esta región con las aguas del Nilo; pero era
imposible conseguir precisamente esta concesión; además, el gobierno otomano y
los círculos militares británicos hicieron todo lo posible para que fracasase ese plan
de colonización de judíos en una región de gran valor estratégico. Herzl, que ya se
había familiarizado con la idea de organizar un territorio judío en EI-Arish, cerca del
Monte Sinaí, de tantas evocaciones históricas para el pueblo judío, volvió de Egipto
agotado, pero no vencido.
Todavía tuvo tiempo para hacer los últimos esfuerzos con el fin de conseguir una
tregua en las filas del sionismo y redactar un memorándum para el zar Nicolás II.
Inútilmente buscó remedio a su salud en el balneario Franzensbad y en Edlach,
donde murió el 4 de julio de 1904, a consecuencia de una anemia cerebral. Apenas
había cumplido los cuarenta y cuatro años, y de éstos sólo los nueve últimos estaban
enteramente dedicados al sionismo político, Herzl llamó a su sionismo "político" para
distinguirlo del programa cultural y nacional del "Joveve Zion", él consideraba a los
judíos como una unidad moral y política. Su problema jamás puede ser resuelto en la
diáspora, donde los judíos siempre permanecerían en una minoría sin ninguna fuerza
política. Por eso la cuestión judía debía ser resuelta en un plano de política
internacional. Consecuentemente, creó Herzl una política nacional judía, con el fin de
conseguir la erección de un Estado judío. Todas sus gestiones diplomáticas estaban
encauzadas en ese sentido: asegurar a los judíos un territorio garantizado por el
Derecho Público Internacional; sin esta postura fundamental, que era lo nuevo que
Herzl introdujo en el sionismo, no se podría comprender la posterior "declaración
de Balfour"; ni la fundación del Estado de Israel.
Herzl creó una poderosa organización sionista que se extendió por todo el mundo,
Sus órganos, es decir, los Congresos, comités de acción y asambleas locales estaban
constituidos sobre una base democrática ; pero él personalmente fue siempre muy
autoritario. En todo fue una personalidad fuerte y atrayente que creía poseer una fe
inquebrantable en sus ideales, estando siempre seguro de que un día se realizarían.
En efecto, sólo cuarenta y cinco años después de su muerte, el Estado de Israel fue
reconocido por la Organización de las Naciones Unidas. La moderna ciudad de Tel-
Aviv es la realización de sus sueños utópicos en la novela Altneuland (Vieja-Nueva
Patria, que en hebreo se expresa Tel Abid, y de aquí el nombre de la ciudad). Sin
embargo, dos cosas no previó Herzl con suficiente claridad: la imposibilidad de
Palestina de absorber toda la población judía amenazada y perseguida en la
diáspora, durante la primera mitad de este siglo, y el nacionalismo árabe. Y estas
dos cosas significan, a la larga, un grave peligro para su obra.
BIBLIOGRAFíA
HAAS, JACOB DE: The Life of Theodor Herzl . Nueva York, 1927
GOLDSTEIN, M. : El camino hacia Israel. Vida y obra del Dr. Theodor Herzl,
el primer estadista judío de la diáspora . Buenos Aires, 1950,
Bö, A,: Herzl, Theodor, En la Encyclopaedia Judaica-Das Judentum in
Geschichte und Gegenwart , tomo VII, Berlín, 1931