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¿Por qué piensa que aceptar el conflicto

interno es error monumental?


Por: MARÍA ISABEL RUEDA ESPECIAL PARA
EL TIEMPO | 11:00 p.m. | 08 de Mayo
del 2011

'El Congreso de EE. UU. le envió un oficio a


Clinton, donde le dice que Colombia está en
una guerra'
Foto: Mauricio Moreno / EL TIEMPO
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El general (r.) Hárold Bedoya,


ex comandante de las Fuerzas
Militares, con María Isabel Rueda.

General Bedoya: ¿qué opina de las condenas contra los militares


por la retoma del Palacio de Justicia?
Una monstruosidad jurídica. ¿Qué sucedió allá? Arriesgando la vida, entró
el Ejército a recuperar eso. Porque, mientras más rápido se hiciera, más
vidas se salvaban; y mientras más se demorara, más daño se hacía, porque
querían hacerle un juicio al Presidente. El general Arias hizo lo que tenía
que hacer. Lo que apenas se ha dicho tímidamente es que se salvaron 300
personas. ¿Y quién las salvó? Esos asesinos del Ejército.

Sí parecen desequilibradas estas condenas frente a los indultos y


amnistías que ha recibido el M-19...
Mire la hoja de vida del general Arias Cabrales. Es un oficial de una
pulcritud a toda prueba. Quienes lo conocimos desde los primeros años de la
carrera sentíamos mucho orgullo de ser sus amigos. Era un hombre
inteligente, capaz, honesto, de buen trato con la gente. ¿Qué interés tenía en
ponerse a desaparecer gente, si lo que quería era recuperar el Palacio y lo
logró? En cambio, parecería que el M-19 nos ha hecho tantas cosas buenas a
los colombianos, que todos los días hay que premiarlos con indultos, con
amnistías, con alcaldías, con gobernaciones, con ministerios. Mientras que a
ese Ejército que salvó a la patria contra todos los delitos que ellos
cometieron hay que meterlo a la cárcel, porque es un ejército de asesinos.

¿Cree que ese mensaje esté haciendo daño en las Fuerzas


Militares?
Mire. Ese mensaje ya les llegó a los subtenientes, a los soldados, a los cabos:
que hay un comandante del Ejército detenido y condenado a pena perpetua
por hacer lo que cualquier soldado tiene que hacer: enfrentar a los
terroristas a la hora de la verdad. Eso no lo puede aceptar ningún ejército
del mundo, para ganar una guerra bajo esas condiciones.

Hasta en la guerra hay reglas de juego...


Ningún ejército del mundo combate sin fuero. ¿Cómo se entiende entonces
que, cuando Colombia está librando una guerra a muerte, el premio que le
dan a su Ejército es ese? ¿Quitarle la justicia militar, condenarlos, meterlos
a la cárcel? ¿Vio al señor Obama abrazando a los soldados que dieron de
baja a Osama? EE. UU. defiende a sus soldados para que no los vayan a
acusar de magnicidio, de genocidio, de matar a Osama indefenso. ¿Allá van
a permitir que los juzgue la justicia ordinaria por uso desmedido de la fuerza
o algo semejante? Esos soldados estaban luchando por todos los
norteamericanos, son héroes de los EE. UU., y a nadie se le ocurre permitir
que vayan a juzgar a un héroe de ese país.

La justicia ordinaria es la que se encarga en Colombia de juzgar


los actos que no forman parte del servicio militar, como
desaparecer gente.
¿Y para qué ha servido la justicia ordinaria? Para mí, murió con el proceso
8.000. Hasta el día de hoy ganó la corrupción. Ganaron las mafias. Ganaron
los narcotraficantes. Desde ese día, el país no ha levantado cabeza, ni parece
que la pueda levantar. Con todas las pruebas, ahí sí con miles y miles de
cheques de la contabilidad que el Ejército le incautó al cartel de Cali, no pasó
nada. Por eso estamos en lo que estamos, con la corrupción política y la
proliferación de las mafias.

¿Es cierto que a usted lo sacó Samper porque le iba a dar un golpe
de Estado?
El que les dio golpe de Estado a los colombianos fue Samper, que llegó a la
Presidencia con la plata del cartel de Cali y del norte del Valle. Hoy, el señor
Samper sigue pontificando, hablando de moral y de justicia... El Ejército fue
el que le destapó toda la porquería del proceso 8.000 y por eso me sacó
Samper: yo era un estorbo.

¿De dónde sale entonces la tesis del golpe de Estado?


Se inventaron uno para distraer a la opinión pública. En Colombia nunca ha
habido golpes de Estado. Los militares no creemos en eso. A ningún soldado
se le enseña esa doctrina. Lo que queremos es que Colombia crezca, florezca
y se desarrolle.

¿A usted también le parece peligroso reconocer que en Colombia


hay un conflicto interno armado?
Muy peligroso. La guerra a muerte que libra Colombia no tiene nada de
interna.

Y casi todo el mundo, desde EE. UU. hasta Europa, lo reconoce...


Pero cuando yo era comandante del Ejército, eso no era así. Los
norteamericanos no querían saber de nosotros durante el gobierno de
Ernesto Samper, y claramente nos dieron la espalda en los temas militares y
de seguridad. Estábamos descertificados. No teníamos un cartucho, una
ametralladora, un helicóptero, y entrenamiento, cero. Ellos decían: ese es un
problema de los colombianos.

Es cierto. EE. UU. estuvo muchos años ausente de nuestros


problemas...
En enero de 1997 me fui para los EE. UU. en mi calidad de comandante de
las Fuerzas Militares y estuve todo un día 'testimoniando' ante la Comisión
de Seguridad y Defensa del Congreso de los EE. UU. Les demostré que en
Colombia estábamos dando una durísima batalla contra el narcotráfico, de
la cual era testigo el entonces embajador Frechette. Ahí estaban sentados los
senadores Vargas Lleras y Claudia Blum. Les explicamos que hicimos la
operación Conquista 1 y 2, que empezó en Vaupés y Guaviare y terminó en el
Caquetá y el Putumayo. Gracias a esa operación Conquista, a Colombia se le
devolvieron las preferencias arancelarias. La prueba está en este documento,
que le entrego y que he rescatado de mis archivos.

Veo que es una carta del Congreso de los EE. UU. al entonces
presidente Clinton, fechada el 21 de febrero de 1997...
Así es. Después de esa reunión que le relato, el Congreso de EE. UU. le envió
este oficio al presidente Clinton, donde le dice que Colombia está en una
guerra a muerte, no en un conflicto interno, porque es una guerra de los EE.
UU. también, en la que los policías y los soldados colombianos "se están
haciendo matar por nosotros". Por primera vez, los norteamericanos
entendieron que Colombia estaba inmersa en un problema de drogas, de
narcotráfico, en íntimo contubernio con la guerrilla, y en este documento el
Congreso le pide al gobierno Clinton que nos certifique y que nos ayude en
esta guerra, que no es ni muchísimo menos un problema solamente interno
de Colombia.

¿Y desde ahí comenzaron a cambiar su actitud?


Entendieron que nos tenían que vender helicópteros porque con lo único
que contábamos era con esas 'papas' MI, unos helicópteros rusos que eran
pésimos, pero eso era lo que había. Que tenían que ayudarnos a entrenar
nuestro Ejército, vendernos municiones. Y que en la lucha contra el
narcotráfico íbamos a seguir en las mismas si el Ejército colombiano no
contaba con el apoyo del único aliado que hemos tenido a lo largo de nuestra
historia, que es EE. UU. En este documento se declara a las Farc por
primera vez una organización terrorista y narcotraficante, algo que nunca
habían hecho los EE. UU. en el pasado.

O sea, se establece que la guerra de Colombia es contra una


guerrilla dedicada al narcotráfico, lo cual no tiene nada de
interno...
Y luego, durante el gobierno de Álvaro Uribe Vélez, él se fue para Europa a
convencer a los europeos de que les dieran a las Farc estatus de terroristas,
al lado de Al Qaeda, de la Eta, del Ira, de todos esos grupos internacionales
terroristas que existen en el mundo. Si la guerrilla es solo un enemigo
interno de Colombia, a los europeos no les interesaría.

¿Pero reconocer que en Colombia hay un conflicto interno por


qué implica quitarles a las Farc el estatus de narcotraficantes y
terroristas internacionales?
¿Cómo se van a meter los EE. UU. y Europa en un conflicto interno de
Colombia? Y frente al Plan Colombia: 'pues si es un conflicto interno, sigan
resolviéndolo ustedes solos'. Y los europeos van a decir lo mismo. Si estamos
reconociendo que las Farc nada tienen que ver con el resto del mundo
porque son parte de un conflicto interno, pues van a agarrar esa Ley de
Víctimas y se la van a llevar a Anncol para que desde ahí publiquen que en
Colombia estamos reconociendo que nada tienen que ver las Farc con
Europa. Porque lo estamos reconociendo en una ley. Inglaterra no va a
ayudar. Ni los españoles, ni los franceses, ni los mismos norteamericanos.

Si ese riesgo es así de claro, ¿por qué cree que el Ministro de


Defensa no se lo ha hecho ver al Presidente?
Creo que a él le ha faltado mucha claridad en estos temas. Pero, sobre todo,
no le he conocido al ministro Rivera la primera defensa que haya hecho de
los militares. Él ha preferido siempre es estar al lado de la noticia. Ahora ha
pretendido presentar un problema administrativo del Club Militar como un
escándalo de corrupción dentro de las Fuerzas Militares.

¿Y acaso no es cierto?
Mire: el Club Militar es un hotel. Es un casino de oficiales. Ese es un
problema de casa. ¿Pero acaso unos problemas administrativos en un casino
ameritan ver a un ministro hablando de corrupción sobre un general en
retiro que no tiene ni idea de qué es lo que le están endilgando, y que salga a
los medios a dar esa noticia para dar la idea de que esta es una cadena de
corrupción de altísimo nivel?

¡Pero si hasta el Ministro de Defensa, que se supone es la cuota


uribista en el gabinete, estuvo de acuerdo en hablar de conflicto
interno!
Le repito. Si vamos a decir que no es una guerra, sino un conflicto interno,
EE. UU. y el mundo entero van a decir: dejemos que arreglen su problemita
con su conflicto interno. Y hasta podrían repensar las ayudas del Plan
Colombia, que es parte de una ofensiva internacional contra los
narcotraficantes, no aplicable a un problema de nosotros. Y lo del conflicto
interno lo van a agarrar las ONG y los tribunales internacionales como
argumento para decir: ¿qué hace metida Europa en un país que está
librando una guerra interna? El gran esfuerzo que se ha hecho lo podemos
borrar con ese reconocimiento. Sería un retroceso gravísimo. Volveríamos a
las épocas de Samper, de Belisario, de López Michelsen, inclusive la de
Gaviria. Le tengo mucho miedo a eso; ojalá el Congreso lo debata, porque
para mí es un error estratégico garrafal. Monumental.

MARÍA ISABEL RUEDA


Especial para EL TIEMPO

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