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Condena al General Arias Cabrales otra infamia

histórica
 
     Análisis del conflicto colombiano
     La condena de 35 años de prisión contra el general Jesús
Armando Arias Cabrales comandante de las tropas que salvaron la
república y   la institucionalidad durante las aciagas horas del 6 y 7
de noviembre de 1985, cuando una cuadrilla del grupo terrorista
M-19 incursionó a sangre y fuego en el Palacio de Justicia y
asesinó a sangre fría a varios rehenes, tiene fondos político,
propagandístico de los comunistas y cínica actitud cómplice con
los terroristas, que ahora son gobernadores, exministros,
excandidatos  presidenciales, exdiplomáticos, y hasta exasesores
de altos funcionarios del Estado.
   Resulta increíble que hoy sean juzgados y condenados quienes
expusieron hasta sus vidas y las de sus soldados, para expulsar del
Palacio de Justicia a los terroristas que por orden de Pablo Escobar
pretendían desaparecer los expedientes con investigaciones contra
los capos del cartel de Medellín y por extensión de los dirigentes
políticos corruptos obedecían órdenes de este criminal.
    Mientras tanto los verdaderos criminales, los terroristas que se
mancharon las manos con sangre de campesinos, de obreros, de
soldados, de policías y de magistrados en el Palacio, andan sueltos
y se autodenominan moralistas. Y la “justicia injusta”, les cree sus
fantasiosas versiones, mientras avala testigos falsos y condena a
los militares, con pruebas torvas como lo ha resarcido mil veces  el
coronel Plazas Vega.
    ¿Cómo puede ser posible que el general Jesús Armando Arias
Cabrales sea condenado hoy a 35 años, mientras que el terrorista
Antonio Navarro Wolf sea Gobernador de Nariño  y eventual
aspirante a la presidencia en el 2014?
    La respuesta es sencilla: Porque los funcionarios de instrucción
que acopiaron el expediente creyeron en su totalidad los dudosos
testimonios de un policía y un cabo que nunca entraron a
diligencias judiciales en la Escuela de Caballería dentro de la
investigación;  pero según lo demuestra Plazas Vega, aparecen
firmando esas piezas procesales. En contraste los funcionarios de
instrucción mencionados, nunca aceptaron los documentos y
pruebas de la defensa.
    De remate el terrorista Navarro Wolf acomodó su versión de los
hechos,  pues según él estaba en México en recuperación de un
atentado que le hicieron en Cali cuando era bandido, y que por
ende no se enteró del plan para asaltar el Palacio de Justicia que
tenían los máximos cabecillas del M-19.  Curiosamente porque es
la versión de un terrorista, esa si es creíble para la Justicia
colombiana, pero la de los militares que lo combatieron no.
    Si la Fiscal Buitrago y quienes años antes que ella cometieron la
traición a Colombia de amnistiar a los terroristas del M-19
incluidos Petro, Parra Arias, Chalita, Vera Grave y los demás
asesinos disfrazados de idealistas revolucionarios; hubieran
investigado cómo funcionan los grupos terroristas, habrían
esclarecido que Navarro Wolf tuvo que participar de la decisión de
asaltar el Palacio de Justicia, porque para cualquier acción
terrorista los grupos armados marxistas-leninistas piden el
concepto de todos los cabecillas. No importa que estén enfermos o
heridos, así preexista mayoría previa en la decisión de la acción
criminal.
     Eso infiere que Navarro si sabía y por lo menos es cómplice del
planeamiento del holocausto, máxime que de por medio habían
varios objetivos estratégicos en los que se requería de su
concepto: 1. El M-19 había acordado con Pablo Escobar el pago
de varios millones de dólares por el favor de desaparecer los
expedientes. 2. El plan era secuestrar la Corte Suprema y obligar al
débil, indeciso y laxo presidente Belisario Betancur a que se
presentara en el Palacio de Justicia, para deponerlo y dar un golpe
de estado revolucionario contra la institucionalidad 3. Los
terroristas contaban con que el por siempre erosionado Congreso
se acobardaría y abandonaría sus funciones 4. Con el Presidente de
la República y toda la Corte Suprema de Justicia secuestrados, los
terroristas convocarían una asamblea popular o un cabildo abierto
y desatarían una guerra civil en la que buscaban que cada
colombiano tomara partido.
     Una decisión tan osada y trascendental no podía tomarse de la
noche a la mañana ni a la ligera, ni sin el visto bueno de todos los
cabecillas. Eso quiere decir que Navarro si sabía de este proyecto
terrorista, pues el plan debió madurarse por lo menos durante dos
años, hasta buscar el momento político oportuno, que era el
declive de la marcada ingobernabilidad de Belisario.
    Y las heridas de Navarro ocurrieron solo unos meses antes del
asalto al Palacio de Justicia, cuando igual que las Farc los
terroristas del M-19 urdieron una tregua para engañar a Colombia,
mientras sus cuadrillas rurales y urbanas continuaban inmersas en
terrorismo, narcotráfico, secuestros, extorsiones, homicidios y
tráfico de armas.
    Pero además un plan tan audaz requería previsiones logísticas
internacionales en Cuba y México para evacuar a los terroristas y
secuestrados en caso de que algo fallara. Por esta razón es obvio
que Navarro también sabía y probablemente, estaría coordinando
en el exterior ese tipo de apoyos para los terroristas, lo cual incluía
manejo de ingente sumas de dinero para preparar planes alternos.
     La acción de las Fuerzas Militares no podía ser otra que repeler
el ataque terrorista de quienes iniciaron la cruenta incursión
asesinando a un humilde vigilante y a un agente de policía.
Tampoco podían actuar con mesura frente a un grupo terrorista
atrincherado con ametralladoras, fusiles y granadas en el cuarto
piso de la edificación, dedicado a atacar con fuego nutrido de
armas de infantería ligera y atentar contra las vidas de quienes
intentaran rescatar a los secuestrados o sacar las víctimas del
Palacio.
     La conducta del M-19 fue de barbarie y de guerra. La celeridad
de los luctuosos hechos obligó al general Arias Cabrales a cumplir
su juramento de lealtad a la bandera, a Colombia y a la
institucionalidad. No le quedó otra opción que utilizar las armas
para someter a los terroristas.
     El fallo lo acusa de desaparición forzada de 11 personas, en un
momento que ese delito no estaba tipificado en la legislación
colombiana y que las pruebas con que lo condenan están
cuestionadas con la aparición de algunos de esos cadáveres en la
facultad de Antropología de la Universidad Nacional.
     Se usa como prueba para condenarlo la grabación de supuestas
conversaciones entre el general Arias y sus subalternos, pero esta
no es una prueba obtenida judicialmente sino con base en los
cassettes que entregó un presunto radioaficionado. Curioso y
extraño que un radioaficionado estuviera durante todo el tiempo
grabando precisamente esas comunicaciones.
    Pero así como se juzga de manera sesgada a los militares en
cabeza del general Arias, lo cual es atípico e injusto, ¿porqué no se
juzga a Belisario Betancur que era el presidente responsable de lo
que sucediera o dejara de suceder allí?.. ¿Acaso el M-19 y los
demás grupos terroristas como el Eln y la s Farc, que un cuarto
siglo después siguen destruyendo a Colombia, no se fortalecieron
durante el periodo 1982-1986 debido a la falta de carácter y
miopía estratégica de Belisario, empecinado en ser Premio Nobel
de paz a costa de sacrificar a Colombia?
    ¿Por qué no fueron investigados quienes eran los dirigentes
políticos que cohonestaban con Pablo Escobar e igual que en el
caso de la muerte de Galán, hasta le aconsejaron que la solución
era hurtar los expedientes de la Corte Suprema de Justicia y
desaparecerlos?
    ¿Por qué si los hechos del Palacio de Justicia son delitos de lesa
humanidad, siguen sueltos y sin ninguna responsabilidad penal
Navarro Wolf y los demás bandidos que en esa época integraban la
agrupación narcoterrorista M-19? ¿Y por qué si se probó que
Pablo Escobar los financió, no se juzgan por narcotráfico?
     Respuesta sencilla a todas las preguntas: Por que los militares
son fáciles de localizar, porque encarcelar altos oficiales fortalece
imágenes políticas de oportunistas de turno, porque los comunistas
siempre serán “victimas” así cometan los actos más atroces,
porque la sociedad colombiana en su conjunto es indolente ante la
realidad y los destinos de la patria, porque para la mayoría de
dirigentes políticos nacionales y regionales, desde la época de la
independencia hasta nuestros días, el Ejército ha sido visto como
un mal necesario, etc.
    Pero además queda por preguntar: ¿Dónde están la opinión o las
reacciones de los gremios de la producción principales
beneficiados con el sacrificio de las tropas? ¿Dónde están las
organizaciones de la reserva activa de la Fuerza Pública que no se
manifiestan con vehemente rechazo a esta afrenta contra el general
Arias Cabrales y por extensión contra la institución armada?
    ¿Dónde está el presidente Santos que dice haber sido militar
porque estuvo un año en la Escuela Naval? ¿Dónde está el
abogado y militar de la reserva profesional Germán Vargas Lleras?
¿Dónde esté el ministro de Defensa que destituye generales para
“mejorar la eficiencia de la Fuerza Pública” y pronuncia babosadas
en el Congreso como que los militares ganan poco sueldo pero lo
compensan con medallas, o lo que es peor que se ha prestado a la
componenda de evitar el pago del IPC atrasado desde 1992 a los
militares desde teniente coronel hasta cabo segundo?
     Y por último: ¿Dónde está la “monolítica” cúpula militar
encabezada por el estratega Almirante Cely y sus leales
subalternos inmediatos, que según dijeron ante los medios de
comunicación están más unidos que nunca? ¿Dónde está esa
unidad monolítica?
      Dejar solo al general Arias Cabrales en este momento aciago
para su ya atribulada existencia, es abonar la primera cuota para
que descriteriados o politizados o lo que es peor en presumible
contubernio con los terroristas, fallen en contra de los militares
todos los procesos en que se pretenda buscar “chivos expiatorios”
para salvar a las bandas comunistas armadas de su responsabilidad
política, jurídica e histórica en los actos de barbarie contra la
especie humana.
Coronel Luis Alberto VillamarínPulido
www.luisvillamarin.com
Analista de asuntos estratégicos

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