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¡QUÉ HORROR!
Por Rocío Vélez de Piedrahíta

 El Colombiano, Medellín

21 de abril de 2011
"Me detuvieron sin pruebas, me acusaron sin pruebas, me llamaron a
juicio sin pruebas, me condenaron sin pruebas".

(Declaración del Coronel Alfonso Plazas Vega).

Eduardo Mackenzie, en la contracarátula del libro ¡Qué injusticia!, de


Thania Vega, anota que el proceso contra el Coronel Plazas Vega puede
ser considerado "el más decisivo que existe hoy para el futuro de la
democracia colombiana", y agréguese: para la moral de las Fuerzas
Militares.

El libro destila dolor, pero no odio. Explica la injusticia que se está


cometiendo, con datos, fechas, nombres, comprobables, que constan en
documentos que anota.

Es indiscutible que el asalto al Palacio de Justicia en 1985 fue ideado y


llevado a cabo por el movimiento terrorista M 19.

"La Rama del Poder que fue víctima del Holocausto perdona a los
genocidas y encarcela a quienes se jugaron la vida por mantener a la
justicia vigente". Es cierto y puede probarse que la condena al Coronel
Plazas Vega a ¡30 años! de cárcel se dictó con base en pruebas
insostenibles, como las que aportó el llamado 'testigo fantasma'.

La juez María Stella Jara basó su fallo condenatorio en el testimonio del


'testigo fantasma' de apellido Villamizar que nunca apareció en el juicio , y
firmó la declaración con el nombre falso de Édgar Villarreal; no pudo ser
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testigo de lo que pasó en el Palacio de Justicia porque estaba en el


Batallón Vargas en Granada (Meta).

Sus compañeros declararon que permaneció con ellos siguiendo los


sucesos por televisión. Tres días después de que la juez Jara condenara al
Coronel, salió para Alemania con todo pago, en licencia remunerada, para
hacer un curso de dos años... sin saber alemán.

La juez Jara y la fiscal Ángela María Buitrago han desplegado a todo lo


largo de este proceso una crueldad desconcertante. (Ver en el capítulo IV
la inspección inesperada que se hizo a la casa del Coronel, antes de ser
acusado, por la fiscal Buitrago y un grupo de personas entre los cuales
estaba un abogado que, como supo la autora más tarde, era abogado de
Gustavo Petro; y páginas 110 a 114 del capítulo IX cuando lo trasladan a
La Picota).

Plinio Apuleyo Mendoza, en la presentación del libro, encuentra tres


razones para que 25 años después de los hechos, después de que el coronel
Plazas Vega, tras investigaciones serias, había sido exonerado de toda
culpa, súbitamente se le acuse de haber 'desaparecido' gente:

1. "Un propósito de venganza de quienes como miembros del M 19 de


algún modo estuvieron comprometidos en la toma del Palacio de justicia".

2. Un interés que "proviene del colectivo de abogados -da los nombres-


(...) de extrema izquierda, que buscan las millonarias indemnizaciones que
debería pagar el Estado colombiano si se prueba que hubo (...)
desapariciones criminales ordenadas por un agente suyo como era Alfonso
Plazas".

3. "Interesados en una condena al coronel Plazas son los narcotraficantes


que fueron expropiados por él".
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Esto último es definitivo: según el libro, a poco de haber sido nombrado el


Coronel encargado de la Dirección Nacional de Estupefacientes, puesto en
el cual decomisó a los culpables billones -en hoteles, fincas, casas, cuentas
bancarias, etc.-, sus hijos fueron amenazados y tuvieron que abandonar el
país con sus familias.

En una columna es imposible exponer todas las pruebas de la falsedad


bajo la cual se condenó al Coronel Plazas, ni las afrentas y humillaciones
innecesarias que ha recibido.

El libro, como dice Plinio Apuleyo Mendoza en la contracarátula, no


debería llamarse "¡ Qué injusticia !", sino "¡Qué horror!".

(Todas las frases entre comillas están tomadas, textualmente del libro de la
señora Thania Vega).

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