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El Boson de Higgs

Antes de empezar, un par de avisos pertinentes. En primer lugar, como


digo de manera algo repetitiva, si eres físico como yo puedes sufrir
intensos deseos de golpear la pantalla de tu ordenador según lees este
artículo, debido a las atroces simplificaciones que voy a hacer. Si
sucumbes a la tentación y destruyes tu ordenador, El Tamiz no se hace
responsable — si quieres leer textos más técnicos, hay muchísimos por
la red.

En segundo lugar, querido lector, te pido que tengas paciencia: voy a


empezar con algo que no parece tener que ver directamente con esta
misteriosa partícula fundamental, pero te aseguro que llegaremos a ella a
su debido tiempo, y de manera que entiendas por qué los físicos piensan
que puede existir, y por qué algunos rezan secretamente por que exista
(y otros por que no exista). La cuestión es que éste es un asunto
complejo, y no puedo ir deprisa ni escribir un artículo breve. Por cierto, si
no has leído los anteriores artículos de la serie puede que te cueste algo
más entender algunos conceptos: tal vez deberías empezar por el
principio.

¿Preparado? Vamos allá.

A lo largo de esta serie de artículos hemos descubierto juntos multitud de


partículas subatómicas, desde las más cotidianas, como el electrón,
hasta las más extrañas como los hiperones. Desde el momento en el que
los físicos empezaron a darse cuenta de la gran cantidad de partículas
que había, trataron de explicar por qué existen ésas y no otras, a qué se
deben las características que tienen, qué simetrías existen (como el
hecho de que el electrón tenga carga negativa y el positrón positiva), etc.

Entre 1970 y 1973 se desarrolló lo que denominamos Modelo


Estándar de física de partículas. Muchos físicos participaron en el
desarrollo, basándose además en numerosas teorías anteriores. El
Modelo Estándar es una teoría cuántica de campos, que combina la
mecánica cuántica con la teoría especial de la relatividad.
Es una teoría compleja, pero que establece una serie de ecuaciones
matemáticas que predicen la existencia de un gran número de partículas
subatómicas con distintas características y las interacciones entre ellas:
analizando las ecuaciones puede concluirse qué partículas existen y
cuáles no, y cómo son las que existen.

Todas las partículas que hemos descrito en esta serie hasta hoy son
consecuencias inevitables de esta teoría, de ahí que se diga que son
partículas “del Modelo Estándar”, y que estemos tan satisfechos con el
modelo. Fíjate además en que hemos hablado del fotón, los bosones W y
Z y los gluones, de modo que el Modelo Estándar predice la existencia y
propiedades de las interacciones fundamentales correspondientes – la
eléctromagnética, la nuclear fuerte y la nuclear débil. Es decir, es un
modelo muy completo y que describe muy bien el Universo que vemos.

Desde luego, sabemos perfectamente que el Modelo Estándar no es la


“teoría final”. Para empezar, en esta serie no hemos hablado una sola
vez acerca de la gravedad, ya que el Modelo Estándar no la incluye.
Además, aunque no está claro dónde están los límites, parece probable
que para energías muy grandes (mucho mayores que las que
experimentamos en la vida cotidiana) el Modelo Estándar no es válido.
Sin embargo, estas limitaciones son conocidas desde el principio, y el
Modelo Estándar es, conscientemente, una teoría parcial.

Sin embargo, antes incluso de que existiera el modelo formalmente, ya


se vio un problema teórico bastante irritante. La forma más sencilla del
Modelo Estándar que podía proponerse, la que tenía el menor número de
suposiciones posibles y la mayor sencillez matemática, era de una gran
belleza y coherencia, salvo por un pequeño problema: según la forma
sencilla del modelo, todas las partículas deberían tener masa nula y
moverse, siempre, a la velocidad de la luz.

Por supuesto, nadie supuso que la “forma simple” del Modelo fuera la
correcta. Es evidente que hay muchas partículas que sí tienen masa, y
que nunca se mueven a la velocidad de la luz. De hecho, sólo algunas no
tienen masa, y son justo ésas las que sí se mueven siempre a la
velocidad de la luz. La pregunta inmediata que se hicieron los científicos,
naturalmente, fue ¿por qué? Si la versión simple del modelo no
funcionaba, es que faltaba algo más: una extensión al modelo, algún tipo
de mecanismo por el que pudiera deducirse la existencia de la masa.
La respuesta a este problema fue dada por varios físicos casi al mismo
tiempo, en varios equipos y de manera independiente, en 1964. Entre
ellos se encuentran Robert Brout, Francois Englert, Gerald Guralnik, C.
R. Hagen, Tom Kibble y Peter Higgs. Sin embargo, en 1971 Gerardus ‘t
Hooft denominó al proceso por el que se deduce la existencia de la
masa mecanismo de Higgs, y así seguimos llamándolo. No olvidemos,
por otro lado, que hubo muchos otros físicos involucrados en el proceso y
no es justo olvidarlos, aunque Higgs fuera un paso más allá que los
demás (en breve veremos cómo) y por eso su nombre sea el que ha
perdurado.

Peter Higgs.

La idea de Higgs y los otros físicos que resolvieron el problema de forma


similar fue la siguiente (planteada, por supuesto, sin utilizar fórmulas y de
forma simple): supongamos que existe un campo nuevo, como el
eléctrico o el magnético pero de una naturaleza diferente, que llena el
Universo completo. Da igual que haya cargas, masas o que no las haya
— el vacío absoluto no sería realmente vacío, pues este campo
hipotético (que llamamos hoy campo de Higgs) estaría en todas partes.
Explicar la naturaleza de este nuevo campo no es fácil. De hecho en
1993 William Waldegrave, Ministro de Ciencia del Reino Unido, lanzó un
desafío a los físicos británicos para que tratasen de explicar, en una sola
página de texto, qué es el bosón de Higgs y por qué queremos
encontrarlo: los cinco ganadores recibirían una botella de champán. El
ganador fue David J. Miller, cuya explicación puedes leer aquí.

De modo que voy a realizar una analogía que te ayude a entender de


forma relativamente intuitiva cómo es este campo de Higgs: una especie
de “traducción” de las ecuaciones que lo definen a una imagen mental,
basada en varias de las explicaciones ganadoras del desafío. Eso sí, el
concepto es muy abstracto, de modo que te pido que lo pienses despacio
y teniendo en cuenta que es una analogía.

El espacio del Universo, según las ecuaciones establecidas por Higgs,


es algo así como un campo de hierba alta. Esta “hierba alta” existe en
todos y cada uno de sus puntos, y es la “representación mental” del
campo de Higgs. Todas las hojas de hierba están dirigidas en la misma
dirección, sólo que esta “dirección” no es realmente una dirección en el
espacio, sino una dirección conceptual. Digamos, para seguir con
nuestra analogía, que la dirección en la que crece esta hierba es “hacia
arriba”.

De acuerdo con la mecánica cuántica, no existe distinción entre ondas y


partículas: toda onda es partícula y toda partícula es onda. La cuestión
es que cada una de las ondas asociadas a las partículas oscilan en una
dirección determinada. Una vez más, esta “dirección” no es una dirección
física en el espacio tridimensional que vemos, es una “dirección” en ese
espacio conceptual que hemos definido antes. Distintos tipos de
partículas tienen ondas que oscilan en diferentes direcciones en este
espacio imaginario.

Y aquí llega la clave de la cuestión — si la entiendes, comprendes la


enorme importancia de este campo de Higgs (si existe, claro): Las
partículas cuyas ondas asociadas oscilan en la misma dirección que
las “hojas de hierba” pasan a través de la hierba sin notarla en
absoluto. Esas partículas se mueven a la máxima velocidad posible: la
velocidad de la luz. De acuerdo con la teoría de Higgs, nosotros
llamamos a esas partículas “partículas sin masa”. Dicho en términos algo
más técnicos, esas partículas no interaccionan con el campo de Higgs,
de modo que no lo notan.

Es decir, el fotón (por ejemplo) oscila “hacia arriba”, la dirección de la


hierba, de modo que se mueve a la velocidad de la luz y no tiene masa.

Otras partículas tienen ondas que oscilan casi en la dirección de la


hierba, pero cuando se mueven tienen que apartar algunas de las hojas
de hierba (aunque no muchas) al estar ligeramente inclinadas. Al hacerlo,
reducen su velocidad: les cuesta más moverse a través del “campo de
hierba” que a las partículas anteriores, aunque no mucho más. Estas
partículas son las que, en nuestro lenguaje, “tienen poca masa”. Observa
cómo, en términos del campo de Higgs, estas partículas tienen
masa como consecuencia de interaccionar con el campo de Higgs. Como
consecuencia adicional, no pueden moverse a la velocidad de la luz: la
hierba se lo impide.

Finalmente, una partícula con mucha masa tiene una onda que oscila en
una dirección casi perpendicular a la de las hojas de hierba: al moverse
por el espacio, debe apartar casi todas las hojas de la hierba, de modo
que (vista “desde fuera”) es una partícula con mucha masa. Lo crucial del
asunto es que la “masa” de todas las partículas conocidas es el
nombre que damos a la intensidad de su interacción con el campo
de Higgs. El propio concepto de “masa” es una forma de referirnos a
algo más profundo y fundamental: la interacción mayor o menor de cada
partícula con el campo de Higgs.

Cuando Peter Higgs envió su teoría a la Physical Review Letters, parece


ser que fue rechazada por no cumplir uno de los requisitos básicos de
cualquier nueva teoría: realizar una predicción nueva, verificable
mediante la experimentación, que permitiera corroborar o rechazar su
teoría. Decir que existe un campo misterioso del que se deduce la masa
de forma natural está muy bien, pero es simplemente otra manera de
llamar a la masa. ¿Cómo saber si este campo existe realmente o no?

Aquí es donde hace su aparición, por fin, la misteriosa partícula de hoy:


puesto que la mecánica cuántica asocia a cada campo (y las ondas que
se propagan en él) una partícula, debería haber una partícula asociada al
campo de Higgs. Dicho de otra manera: cuando una onda recorre el
“campo de hierba” de Higgs haciendo oscilar las hojas de hierba, debe
haber una partícula asociada a esa onda, de igual manera que cualquier
onda tiene asociada una partícula.

Esa partícula asociada al campo de Higgs, que representa la ondulación


de las hojas de hierba de igual manera que el fotón representa la
ondulación del campo electromagnético, es el bosón de Higgs, propuesto
por el físico para cumplir el requisito pedido por Physical Review Letters.
Una vez propuesta la nueva partícula, la teoría de Higgs sí era
comprobable experimentalmente y fue publicada.

Naturalmente, no basta con afirmar que “existe una partícula asociada al


campo”: hace falta dar ciertas características de esa partícula, para poder
saber si la observamos o no. Las ecuaciones de Higgs predicen ciertas
propiedades de la partícula asociada a su campo, aunque no todas. Por
ejemplo, su espín debe ser nulo, con lo que es un bosón (de ahí que se
llame bosón de Higgs). Debe tener masa, aunque las ecuaciones no
predicen cuánta. No puede tener carga y es su propia antipartícula.

Desde entonces, naturalmente, comprobar que el bosón de Higgs


realmente existe ha sido una obsesión de los físicos de partículas: si se
ve alguna vez, la teoría de Higgs quedará demostrada (y el Modelo
Estándar, que se basa en ella, muy reforzado). Aunque aún no se ha
logrado ninguna observación, sí se han realizado experimentos indirectos
que nos permiten saber, al menos, en qué intervalo está su masa con
cierta precisión. Los físicos están bastante seguros de que su masa
debería estar entre la de un átomo de hierro y el triple de la de un átomo
de uranio — es decir, es una partícula muy pesada.

Por si te lo estás preguntando, sí, el bosón de Higgs debe tener masa de


acuerdo con las ecuaciones del modelo. Lo cual quiere decir que la
partícula que proporciona la masa se la proporciona a sí misma: es decir,
la dirección de oscilación de la onda asociada a un bosón de Higgs no es
paralela a las “hojas de hierba”, contrariamente a lo que podría parecer
lógico. Las cosas son así… o, al menos, parecen serlo.

La mayor esperanza de los defensores del Modelo Estándar y el bosón


de Higgs se encuentra en el potentísimo LHC, el acelerador de partículas
del CERN del que ya hemos hablado en varias ocasiones. El LHC puede
acelerar partículas a velocidades tan gigantescas que puedan producir
bosones de Higgs, por ejemplo, al chocar un quark top con uno antitop,
ambos producidos por la desintegración de gluones:

Diagrama de Feynman de la posible producción de un bosón de Higgs.


Crédito: JabberWok/Wikipedia (GPL).

Parte del problema es que, de acuerdo con las predicciones, el bosón de


Higgs es una partícula de gran masa, de modo que hace falta una
enorme cantidad de energía para producirlos (de ahí que el futuro LHC
pueda conseguirlo). El segundo problema es que no es posible
detectarlos directamente: entre otras cosas, se estima que tienen una
vida media de unos 0,0000000000000000000001 segundos; pero sí es
posible detectar las partículas en las que se desintegran.

Los físicos quieren, pues, calcular cuántas posibles combinaciones de


partículas pueden producirse por la desintegración de un bosón de
Higgs, y con qué probabilidad se produce cada una de esas
combinaciones. Si se detectan esas combinaciones de partículas en el
LHC y con una frecuencia similar a las probabilidades predichas, será
muy probable que se haya “observado” un bosón de Higgs. Los sensores
del LHC registrarán datos a un ritmo de unas 10.000 copias de la
Enciclopedia Británica por segundo durante los experimentos, que los
científicos analizarán para tratar de descubrir el bosón de Higgs
escondido en ellos, si es que está ahí.

Así que puede que la noticia de la detección de esta partícula tan


fascinante no sea inmediata, sino que es posible que se anuncien
observaciones compatibles con ella, que los científicos vayan calculando
probabilidades y combinaciones y, poco a poco, la comunidad científica
se vaya convenciendo de que se ha “visto” un bosón de Higgs. También
es enteramente posible que no se vea absolutamente nada, que los
patrones de partículas producidas en el LHC sean completamente
incompatibles con la teoría de Higgs y que haya que buscar otras
alternativas (hay físicos que no creen que el campo de Higgs exista).

Muy probablemente lo sepamos, en uno u otro sentido, en unos cuantos


años… salvo que el LHC destruya la Tierra como dicen algunos (va a ser
que no).

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