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MILITARES PRESOS SON PRESOS

POLÍTICOS
Ricardo Puentes Melo

Hay tres clases de justicia que tienen control -se quiera o no- de todo el ámbito
humano: La justicia divina, la justicia natural y la justicia política que es la misma humana.

Mientras que la justicia divina y la natural son inmutables, la justicia política varía de acuerdo a
las necesidades de la sociedad, para su protección y supervivencia.

Así, las leyes humanas no son inmutables sino que se constituyen en pactos hechos entre
personas libres que se reúnen como nación; pactos que algunas naciones han desarrollado
inteligentemente sin esperar a que la inmediatez de los problemas los alcancen, sino que son
previstos mucho antes de que tal cosa suceda. Las leyes permiten que las personas
independientes y libres vivan en sociedad, respetando la libertad del otro. Esa suma de
libertades individuales, con respeto a la ajena, es lo que garantiza un Estado de Derecho donde
el bienestar general prime sobre el individual, sin que esto signifique una anulación de la propia
libertad.

Eso quiere decir que las leyes deben ser elaboradas pensando en el bienestar de una mayoría, y 
no en el capricho de unos pocos. Y también significa que los castigos para las violaciones a
estas leyes deben garantizar que no se cometan delitos y, si se da el caso, que las penas tengan
proporcionalidad al daño que se cause a la sociedad.

Significa esto que el daño hecho a la sociedad es la verdadera medida para catalogar el delito y
aplicar la pena. Es simple.

Pero en Colombia sucede todo lo contrario. Los defensores de la sociedad son castigados por
obedecer el sagrado deber constitucional de proteger la nación, mientras que los ofensores, los
delincuentes enemigos de la sociedad son premiados. Y lo más grave, estos últimos son quienes
interpretan las leyes en contravía del bienestar de la sociedad y en contubernio con quienes
pretenden destruir la nación.
 
Los bandidos legislando.. El diablo haciendo ostias

Mientras que a un soldado que da de baja a


un terrorista se le aplican penas de 40 años
por el solo hecho de no haber producido la
baja bajo ciertas reglas inventadas
recientemente por la minoría que busca el
exterminio de nuestros protectores, a un
terrorista que masacra poblaciones enteras
lo indultan y, de paso, le enciman millones
de pesos, becas de estudio es instituciones castrenses (qué ironía..!), vivienda gratis,
condiciones especiales para ser elegidos en cargos de elección popular; mientras los grandes
medios de comunicación convierten a los criminales en vedettes, cumbres morales de la patria,
y hasta editorialistas de esos mismos medios, a los militares los hunden en el ostracismo
después de escupirlos públicamente, de injuriarlos y de ponerlos en el paredón para que la
opinión, engañada, desahogue sobre ellos toda la furia que los bandidos han sabido alimentar
usando –precisamente- los medios y la justicia politizada.

Los grandes medios de comunicación (El Tiempo, El Espectador, Semana, Caracol, RCN), de
propiedad de quienes monopolizan todo –hasta la administración de la justicia- han dedicado
todos sus esfuerzos para aniquilar moralmente a quienes están del lado de la sociedad,
defendiéndola de cualquier forma de opresión. Esos medios son instrumento y propiedad de los
bandidos de cuello blanco que diseñan las leyes y ejecutan las penas; esos medios son de
propiedad de los verdaderos enemigos del país, de aquellos que hacen alianzas con la mafia,
con el terrorismo o con quien sea, siempre y cuando tales acuerdos engorden sus cajas fuertes y
prolonguen la ignorancia del pueblo, que es el sacrificado de la ambición desmedida de los
poderosos.

Estos grandes medios son de propiedad de las familias que han ordeñado a los colombianos
durante los últimos 150 años: Los Santos, los López y los Santodomingo, y todos tienen en
común al padrino de la gran mafia narcomasónica: Ernesto Samper Pizano, ayudado por una
extensa parentela con innegables dotes de comunicación circense.

¿A qué viene todo esto?

A las afirmaciones mentirosas que ha publicado


la revista Semana, de propiedad de los López y
dirigida por Alejandro Santos Rubino, sobrino
del camarada presidente Juan Manuel, e hijo
del comunista y amigo de Tirofijo, Enrique
Santos.
 

Alejandro Santos, Ernesto Samper y Antonio Navarro


Wolf. Dios los cría y ellos se juntan

Dice la revista Semana que peligrosos delincuentes (se refiere a los militares), autores de
crímenes de lesa humanidad, están recluidos en una especie de hotel de cinco estrellas al que
denominan: “Tolemaida Resort”.

Decidí viajar allí para constatar lo dicho por Semana, aunque esperaba confirmar que Semana
seguía difamando porque esa es su esencia.

Asegura Semana que los reclusos militares tienen un negocio fabuloso allí, de millones de
millones.

Falso. Los “negocios multimillonarios” de que habla Semana no son más que ventas de huevos,
arepas y otras cosas similares. Y no son negocios de los reclusos sino de las familias de ellos
que se han visto obligadas a recurrir a esto para poder subsistir. Luchan por una supervivencia
en vista de que el Estado no sólo les da la espalda sino que les niegan el derecho al debido
proceso y la legítima defensa.

Habla Semana de que el Coronel Hincapié es una especie de “coordinador de teléfonos”, y


asegura que hay un soldado que vive en Melgar y tiene una panadería allá. Puras mentiras.
No contentos con eso, la revista que dirige el hijo del amigo de Tirofijo dice que los kioskos son
regalados por generales como Montoya o González (y otros más) para sobornar a los reclusos y
evitar que cuenten de los supuestos crímenes de los superiores. ¡Una infamia! Los kioskos
fueron construidos por los mismos internos, con su trabajo y su dinero, y con permiso del
director del centro de reclusión.

Otra mentira de Semana que escandalizó a la opinión es que asegura que los reclusos siguen
recibiendo salario del ejército. La verdad es que hay personas que están pensionadas allí, por
invalidez… por estar amputadas de piernas y manos en defensa nuestra; son héroes de guerra
que han sido víctimas de los terroristas que hoy legislan desde el Congreso o dirigen ONG de
Derechos Humanos, o son columnistas de esta gran prensa mentirosa. Son soldados amputados
que suman a su desgracia una persecución jurídica con el silencio o la complicidad de algunos
mandos que no quieren arriesgar su cargo o que planean su ascenso usando como escaño la
sangre y el dolor de estos valientes tratados como escoria.
 
Las FARC atacan con dinamita a Buenaventura el 24 de
marzo de 2010, asesinando civiles y militares. Las ONG de
DD.HH y los grandes medios de comunicación guardan
silencio, como siempre hacen frente a los crímenes de la
narcoguerrilla
Semana sabía muy bien que quienes recibían
pensión eran estos soldados amputados, pero
guardó malévolamente esta información. Tomó
fotos de los discapacitados pero no las publicó.
Típica perversidad de quienes aplauden a los
ideólogos de las minas quiebrapatas.

Los kioskos fueron construidos para atender a las familias de los reclusos, aquellas que viajaban
desde muy lejos y que carecían de dineros para hospedarse en hoteles cercanos. Semana
aseguró que estos kioskos eran burdeles y discotecas controlados por el Mayor Juan Carlos
Rodríguez y el Mayor Maldonado (otra mentira de la que nos ocuparemos en un capítulo
aparte). Nadie ha vivido en los kioskos.. Todos duermen en sus celdas, como pudimos
comprobarlo.

Semana también ve “horroroso” que los reclusos posean televisor y cama medio confortable.
Considera la revista que dirige el hijo del amigo de Tirofijo, que los militares deben estar en
mazmorras, con grilletes y seguramente azotados cuatro veces al día. Pero calla esta revista ante
los nexos de sus amigos (incluso uno que otro de sus columnistas) con los terroristas de las
FARC; callan ante las masacres cometidas por la guerrilla, callan ante la sevicia con que
incineran vivos a policías y militares, callan cuando los descuartizan vivos, callan cuando los
hacen volar en mil pedazos, callan cuando asesinan y violan niños y mujeres. Para Semana está
mal que un soldado dé de baja a un guerrillero sin uniforme, pero seguramente le parece regio
que un miliciano coloque bombas o se dedique a hacer inteligencia para pasar datos a quienes
ejecutan los secuestros, masacres y extorsiones.

Todos los reclusos del mundo tienen derecho a tener un televisor y ser tratados dignamente en
sus sitios de pena. Todos, excepto los militares, según Semana.

Y, ojo… no hay que olvidar que más del 95% de los militares presos, lo están por actos de
servicio, es decir, por irregularidades en combate.

Algo que mucha gente ignora –gracias a los medios de comunicación mencionados- es que los
mal llamados falsos positivos no son asesinatos cometidos en personas de bien (para ganar un
permiso de vacaciones), sino bajas irregulares del enemigo. Me explico con un ejemplo: Un
militar que dé de baja a un bandido, con más de dos disparos, inmediatamente es acusado de
“sevicia”, y puede ser judicializado.

Los amigos de la subversión lograron que el ejército dejara de ser dotado con armas de
municiones calibre 7.62mm y bajaran a calibre 5.56mm. Las ONG de izquierda consiguieron
que entidades internacionales afines presionaran a Colombia para bajar el calibre del ejército de
7.62 a 5.56 disque para “humanizar la guerra”.

Resulta que mientras un disparo con munición 7.62 es letal, con calibre 5.56 no es mortal a
menos que se impacte en puntos vitales, como el cráneo. El guerrillero que recibe un disparo
con 7.62 cae inmediatamente, pero quien recibe uno calibre 5.56 no cae, a menos que lo llenen
de disparos. Pero esto es lo que se prohíbe. Se obliga al soldado a que dispare a gran distancia
atinando en un punto vital, y que impacte máximo dos disparos a cada enemigo. Si impacta tres,
ya es judicializado por sevicia.
 
Cuando un militar es asesinado por las FARC, sus
compañeros deben meterlo en bolsas plásticas, como un
animal; cuando muere un terrorista, el cadáver debe ser
custodiado, no debe ser movido, mientras llega la
Fiscalía con todo un equipo de gente para el
levantamiento

Sin embargo, estas mismas ONG de Derechos


Humanos, no dicen nada porque la guerrilla sí
usa calibre 7.62, además de minas antipersona,
cilindros, bombas, burros-bomba, niños-bomba,
y otras barbaridades. Mientras un soldado es
puesto preso por dar de baja a un bandido con más de dos balazos, a un guerrillero lo convierten
en senador de la República, gobernador de Nariño o candidato presidencial por ordenar
masacres, torturar, descuartizar, secuestrar y quemar vivos a magistrados de la Corte Suprema.
Mientras a los soldados se les prohíbe el derecho a la defensa y a la libre reunión, a los bandidos
se les patrocinan sus partidos políticos con condiciones especiales para que puedan salir
elegidos con un número de votos ridículamente bajo. Mientras a los militares se les coarta su
derecho a la opinión, a los bandidos los pusieron a redactar la Carta Constitucional que luego
les permitiría blindarse y, al mismo tiempo, atacar al ejército desde los estrados judiciales.

Mientras el Coronel Plazas Vega, héroe de la patria que nos salvó de la dictadura comunista, le
imponen cadena perpetua por crímenes que no cometió, valiéndose de testigos inexistentes, a
los homicidas del M-19 y los narcos que les ayudaron les concedieron dinero, puestos
diplomáticos, personería jurídica para su grupos políticos (hoy Polo Democrático y Partido
Verde), noticieros de televisión, becas y pensiones millonarias que hoy siguen recibiendo.

Mientras que el general Rito Alejo del Río está a punto de ser condenado por declaraciones “de
oídas” de Gloria Cuartas –probadamente socia de las FARC-, y del coronel Velásquez, un
militar indigno que proveía de permisos para armamentos a guerrilleros y sicarios milicianos,
además del pequeño detalle de ser hermano de Adriana Velásquez, una terrorista del M-19,
estos dos oscuros personajes celebran sus victorias junto al cura Giraldo aplaudidos por ONG
europeas proclives a las FARC.

Mientras que el almirante Arango Bacci fue acusado de narcotraficante (por fortuna probó su
inocencia), uno de quienes lo difamaron hoy está en camino a ser almirante de la Armada,
mientras el otro es presidente de la República.

Los bandidos hoy controlan todo el aparato de la Justicia –salvo algunos casos puntuales-, el
legislativo y el ejecutivo. Y el ejército está en la mira de ellos.

Si no hacemos algo, pronto tendremos un ejército que lance vivas a Chávez (como ya hay
algunos oficiales que lo hacen), e imponiéndonos por la fuerza el comunismo castrista. Si no
hacemos algo, los hombres rectos de nuestro ejército seguirán en fila hacia las cárceles mientras
que los oficiales corruptos pasan al mando de la tropa.

Si la Reserva Activa del ejército sigue alternando el silencio cómplice con la búsqueda de
contratos, Colombia –el último reducto de la resistencia comunista en Latinoamérica- caerá de
rodillas frente a Cuba y Venezuela. Que los comunicados de la Reserva Activa no sean casos de
esporádicos entusiastas, sino una consecuencia de la concientización y conocimiento de la
guerra jurídica, de la guerra irregular de que es víctima el ejército.

A los reclusos que aceptan con gallardía sus condenas infames e injustas no les está quedando
otro camino que la desobediencia civil o la huelga de hambre.

A nosotros, los civiles que hemos sido protegidos por nuestro ejército, nos queda la salida de
una reforma Constitucional para acabar con la vagabundería criminal de las Cortes.
Porque, que lo sepa Colombia, los militares privados de su libertad no son más que presos
políticos. Ojalá cuando decidamos solidarizarnos con ellos, no sea demasiado tarde.

Empecemos a trabajar por una reforma Constitucional. Pero ya, mientras aún tengamos tiempo.

Abril 11 de 2011

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