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Hace 20 años, cuando toque por primera vez una facultad de derecho,
nuestra naciente Constitución hacía gala de la protección a los
derechos fundamentales, la vida, la libertad, la igualdad se erigían
como el nuevo paradigma para un país que durante años estuvo
azotado por la violencia y cuya fórmula de solución parecíamos tener
en ese momento.
Mi primer cliente era un soldado que oloroso llegaba de lo que ellos llaman el área, o a lo que otros
simplemente le dicen el monte, llevaba tres meses sin ver a su familia, y yo creo que como una
semana sin bañarse, llegaba presuroso pues tenía un proceso en su contra por haber participado en
una operación donde se había abatido a un cabecilla de la guerrilla en el sur de país, que había
desplazado varias personas y asesinado incluso varios niños, pero eso no le importaba el sabía que
era parte de su labor diaria, lo que más le importaba era conocer a su hija que aunque cumplía dos
meses de nacida no conocía por aquello de la milicia, hablamos veinte minutos y entre su humildad e
inocencia me dijo Doctor se come una empanada es lo único que le puedo invitar…., así sentado en
el patio de un batallón bajo el inclemente sol del medio día almorzando empanada con Colombiana
empezaba el difícil ejercicio de la defensa de los miembros del Ejército de Colombia, recuerdo que
ese día el soldado me dijo Doctor yo no tengo con que pagar todo eso que cobran los abogados pero
si me puede ayudar algún día Dios se lo pagara.
Ese día entendí cuál era mi labor, cuál era mi apostolado, así emprendí largos viajes por carretera,
intensos días de diligencias judiciales, las cuales no se surten propiamente en salones lúcidos e
iluminados, o en salas de redacción, se surten en el área en aquello que aprendí se llama el monte,
aprendí a caminar con los soldados, a cambiar el traje y
la corbata por las sudaderas y los tenis, el maletín
Mario Hernández que mi Mamá me regaló de Grado y
que me acompañaría en todas mis diligencias, fue
cambiado por un morral donde aprendí a cargar el
expediente el código y el atún, porque pese a ser
abogado Titulado como se diría también aguantaba
hambre con los soldados, aprendí a dormir en una carpa
para poder hacer una inspección judicial, a subirme en
canoa e ir por un río sin siquiera saber nadar, a hacer
indagatorias en el monte, a participar en testimonios en
sitios que ni siquiera aparecen en los mapas de muchas
oficinas judiciales de este País, a ir al baño como van los soldados en la mitad de la noche y a
oscuras porque si te ven te pueden matar, ese es el ejercicio de la defensa que desde hace varios
años realizo.
Hace dos meses para acá la tristeza me invade, y no por problemas familiares o personales, me
invade porque personas ausentes de conocimiento han puesto precio a mi vida y a la vida de mis
hijos, la primera en hacerlo fue la periodista Laura Gil, la cual según sé, nunca se ha acercado a
averiguar por nuestra labor, la cual parece estar alentada por sentimientos de revancha, sus escritos
confusos dan a entender que soy un ladrón, una escoria de la sociedad, pues a través del poder que
ejerce en los medios, sin conocimiento alguno ha dicho que vilipendio a la justicia, que busco la
impunidad, que le hago trampa a la ley y todo con el erario público, ha ella se ha unido el señor
Daniel Coronel quien cree poseer de la verdad absoluta, que hoy dice, somos la mano la Negra, que
defraudamos al estado y que de manera extraña manipulamos procesos.
Si hay alguien que manipula son ellos, o por qué no se dice a la opinión pública que desde hace seis
años el sistema penal acusatorio vigente en nuestro País, permite y obliga que la defensa tenga
investigadores, que estos pueden ir a los lugares de los hechos, tomar entrevistas, realizar visitas y
que esto no es ni vulneratorio del proceso, ni tramposo ni mucho menos malicioso, que esto es parte
del proceso penal vigente.
Que la Constitución dice que sólo se es culpable mientras el Estado mediante sentencia
condenatoria en Firme así lo declare, y que mientras se realiza un proceso todos somos inocentes,
será que lo que quieren estos dos periodistas es que el Teniente Muñoz, persona sindicada por los
hechos de Arauca, sea condenado sin Juicio y que sean ellos quienes impongan la sanción. Hasta
cuándo los medios seguirán suplantando a los jueces decidiendo quiénes son culpables e inocentes,
quiénes tienen la verdad y quiénes no.
Será que olvidan los medios de comunicación, en especial Laura Gil y Daniel Coronel, que con sus
afirmaciones han puesto precio a la vida de la abogada del Teniente Muñoz.
Olvidan que después de varios años de juicio los soldados del caso llamado Jamundi, pasaron de
estar condenados de cincuenta años a ocho, gracias a la constancia y trabajo jurídico de los
abogados de la Defensoría Militar, no podrán decir estos periodistas que los magistrados también se
equivocaron, la ausencia del conocimiento Jurídico se denota en los escritos que tanto han
publicitado.
Lo que no saben los periodistas, es que los abogados hoy estamos amenazados, por integrantes de
grupos subversivos y de grupos paramilitares a los cuales pertenecen muchas de las personas que
son dadas de baja por el Ejército, olvidan que nosotros no tenemos camuflados que hoy solo
tenemos nuestra vida para proteger, que no ganamos exuberantes sumas de dinero, que debemos
ocultarnos, porque gracias a sus escritos nuestros epitafios han empezado a escribirse en todo el
País.
La solución parece solo una, acabar con la Defensoría Militar, terminar con la defensa de los miles
de hombres que hoy están siendo procesados, dejar a los integrantes del Ejercito sin uno de sus
derechos fundamentales, lograr largas y rápidas condenas, afortunadamente la pena de muerte no
está en nuestra legislación o si no asistiríamos a miles de ejecuciones, en últimas los hombres que
defienden la libertad , la democracia y la Constitución no tienen derecho a la Defensa son autómatas
que utilizamos cuando queremos salir de paseo con nuestras familias, pero que olvidamos y
vilipendiamos gracias a titulares inexactos, que no merecen ni siquiera ser escuchados y vencidos en
Juicio, por ello hay que acabar con la Defensoría Militar parecen decir entre líneas artículos y
titulares .
Hoy 20 años después de haber pisado por primera vez el aula de clase de la Facultad de derecho,
entiendo que mi País no ha cambiado, que la Constitución para los medios, solo es ese pesado libro
que cargo junto a mi código y al atún, con amor y
dolor les confieso que estoy a punto de entregar mi
morral, pero el amor por los soldados me
anima cada día a seguir haciendo sus defensas,
hasta que Dios me lo permita.