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Fernando Aguirre Franco

Psícología del Desarrollo


LOS VÍNCULOS DE APEGO EN NIÑOS INSTITUCIONALIZADOS

Es un hecho reconocido la importancia que tienen para el desarrollo equilibrado del bebe las relaciones
afectivas que se crean desde los primeros momentos de vida y que durarán durante el resto de la misma, entre él y
las personas que conforman, y conformarán su círculo más cercano. En situaciones normales estos vínculos se van
estableciendo, padre, hermanos y hermanas, tíos, abuelos y especialmente, con su madre. De estas primeras y
fundamentales relaciones afectivas nacen los que se denomina los vínculos de apego.
Sin embargo existen situaciones especiales en las que por motivos diversos un niño debe ser criado por otras
personas que no son las de su entorno familiar natural. Este informe tiene como objetivo aportar un poco de luz
sobre el peculiar proceso de creación de vínculos de apego en los niños y las dificultades que pueden surgir en el
proceso y durante el tiempo que permanecen en instituciones de acogida.

Como antecedente histórico, cabe señalar las conclusiones de los estudios pioneros que sobre los niños
institucionalizados que padecían graves problemas emocionales concluyó el médico y psicoanalista John Bowlby en
la década de los 70, los cuales señalaban las dificultades que tenían estos niños para establecer y mantener
relaciones cercanas, debido, entre otras cosas, a las carencias afectivas que habían sufrido con sus progenitores en
los primeros momentos de la infancia. Para Bowly existe en el recién nacido una pauta biológica en instintiva
primaria hacia su criador, que más tarde, y ante una respuesta positiva de éste, hace que se formen unos
parámetros de acción creándose lo que se denomina conductas de apego. Se trata pues de un sistema que basado
en un primer instinto natural se va modificando y autorregulando mediante la adaptación según sean las
circunstancias y necesidades que se vayan creando para la supervivencia.
En sus conclusiones influyeron otros estudios de enfoque etológico de la época realizados por Konrad Lorenz
(1903-1989) quien en sus estudios con gansos y patos en los años 50, reveló que las aves podían desarrollar un
fuerte vínculo con la madre (teoría instintiva) sin que el alimento estuviera por medio. Igualmente, Harry Harlow
(1905-1981) con sus experimentos con monos, y su descubrimiento de la necesidad universal de contacto influyó a
Bowlby en la construcción de la Teoría del Apego .
Así mismo cabe destacar las conclusiones de los estudios que llevó a cabo la psicoanalista AnnaFreud con
niños huérfanos de la guerra, en los que concluía que el potencial de apego siempre se halla presente en el niño.
Cuando un niño sentía la carencia de una persona a la que apegarse, rápidamente se fijaba a otra figura. Esto
supone una necesidad básica del niño de tener una figura a la que aferrarse afectivamente.

Tras esta introducción histórica hay que desplazarse hasta el presente en el que mediante sendas
entrevistas radiofónicas efectuadas por la Psicóloga Sonia Mariscal a la psicóloga y educadora social Concepción
Moraleda y al educador social Oscar Olmedo, ambos educadores nos exponen sus experiencias profesionales en
centros de acogida para menores que existen en la Comunidad de Madrid.
Los menores que acoge estos centros tienen entre 0 y 3 años, y se trata de niños con los que el Estado a
asumido por distintas razones su tutela temporalmente hasta encontrar otra solución. Son niños a los que los padres
no pueden cuidar o lo hacen deficientemente. El objetivo no es el de que el niño permanezca siempre en la
institución sino el de preparar las condiciones en las que pueda o bien volver con su familia o buscar otra que la
sustituya. Mientras, en el centro el trabajo de los educadores se organiza de forma que pueda favorecer en los niños
unas buenas relaciones de apego afectivo con sus cuidadores. Estos niños pasan la mayoría del tiempo en el centro,
es su casa, si bien algunos, según sus circunstancias reciben visitas o hacen salidas de fin de semana, etc.
En estos centros el trabajo se realiza por Secciones. Los menores de año y medio se conforman por lo que se
denomina Nidos, y hay dos grupos de cinco niños en cada Nido. Cada grupo de cinco niños tiene un educador y éste
es siempre el mismo, quien se encarga del trabajo en la vida cotidiana. Marcando las pautas de sueño, la
alimentación, la higiene, los juegos etc. , contando también el educador con apoyo tanto interno por parte de
psicólogos, como externo medio la colaboración de los Servicios Sociales de la zona (Trabajador Social y Psicólogo),
los cuales intervienen en el adecuado y necesario apoyo psicológico así como otras consultas y gestiones necesarias.
Todo esto con el fin de contribuir a crear la necesaria estabilidad del educador con su grupo de niños para que
favorezca unas buenas relaciones de apego en el centro. Según Concepción Moraleda los aspectos fundamentales
que se cuidan en el cuidado de los niños pasan por crear espacios propios de cada uno, personalizando objetos que
se encuentran en su entorno cercano, en contacto físico con él. Del mismo modo es importante cuidar la calidad de
los momentos en los que el educador está a solas con el niño, en el baño o las comidas por ejemplo, momentos en
los que se mantiene una adecuada cercanía corporal, un contacto visual acertado, tiempo suficiente para que el niño
realice estas actividades básicas…. Todo esto contribuye al propósito de aportar al niño seguridad y cercanía, en
definitiva un intento de interactuar con el niño de la forma más natural, cercana y de calidad posible dadas las
circunstancias.
Los niños fijan así, de forma progresiva como figura de apego a sus educadores. Aun existiendo varios
educadores de referencia para cada niño debido a los distintos turnos de trabajo, se procura la estabilidad del niño
con todos ellos, lo cual no evita que los niños muestren su preferencias a la hora de realizar determinadas
actividades, mostrándose contentos de volver a verlos o tristes cuando se marchan. Este problema es uno de los
inevitables en este trabajo debido a las características que cada persona tiene, y aunque esta circunstancia de apego
a unos educadores más que a otros, y el intento de estos de que todos reciban por igual las atenciones, no se
considera un dato negativo, siendo incluso deseable, ya que forma parte del proceso natural del vínculo de apego.
Sin embargo, y al ser una estancia temporal la del niño en esta institución, el educador no debe fomentar la
dependencia de éste hacia él, hecho que en el futuro podría perjudicar las relaciones con otras personas. Este apego
es lo que se denomina Apego de Transición, y sólo debe durar el tiempo que dure la estancia del menor en el centro.
Por otra parte el niño posee una gran flexibilidad para adaptarse a situaciones que no son las más naturales y crear
varias figuras de apego. Este hecho lo demuestra el que en realidad, un niño que no se encuentra en un centro de
acogida también tiene varias figuras de apego como abuelos, tíos, hermanos, que los cuidan durante las posibles
ausencias prolongadas de sus padres, separaciones, etc.. El trabajo del educador, consiste pues, en que la
adaptación a la nueva situación, de acogida en este caso, sea de calidad, es decir, que ofrezca seguridad, cercanía y
disponibilidad al niño por parte de las figuras que forman parte de su entorno, ya sean familiares o profesionales,
todo ello para favorecer en el niño un desarrollo evolutivo lo más normal posible, tanto a nivel cognitivo, como
motor, y así mismo afectivo.
A pesar de todo lo anterior si el tiempo de estancia en estos centros se alarga más de lo recomendable, los
niños comienzan a presentar problemas de conducta e inadaptación. Según el educador social Oscar Olmedo, el
tiempo de estancia deseable para un niño no debería sobrepasar el año y medio. Pasado este tiempo los efectos
beneficiosos de la institución van dejando paso a otros de signo opuesto como conductas de excesiva dependencia
hacia sus cuidadores y en casos de extrema prolongación de estancia otras más graves como la evitación del
contacto visual en los momentos de atención más directa con ellos (baño, alimentación, comidas), creación por
parte del niño de pautas repetitivas de movimientos con la cabeza, las manos, pies. A todo lo anterior habría que
añadir las historias previas tanto familiares como de salud con las que los niños acceden a la institución.
Otra características que dificulta la creación de vínculos de apego positivos son las que se dan cuando se trata de
niños nacidos prematuramente, o con problemas psíquicos. Son niños que necesitan una mayor atención debido a
sus características de irritabilidad, inseguridad, problemas físicos o psíquicos, los cuales tienen un mayor riesgo de
crear un vinculo de apego inseguro, con lo que el educador debe hacer un esfuerzo de adaptación mutua educador-
niño con el fin de especificar las demandas concretas que deberá satisfacer. Así mismo en estos casos es muy
importante unificar el estilo educativo de cuantos educadores formen parte de su vínculo de apego.
En el momento en que de que se encuentra una familia acogedora para el niño, por parte de los
profesionales del centro de acogida también se acometen una serie de actividades para fomentar la adaptación a su
nueva familia que tratan, de forma progresiva y con visitas cada vez menos espaciadas en el tiempo, de establecer
primero, y de fomentar después el vinculo de apego con su nueva familia. Es curioso como cuando llega este
momento, y aunque los niños al principio se muestren reacios a sus nuevos cuidadores, a los pocos días van
prefiriéndoles a aquellos, intuyendo quizá un mayor protagonismo en su nueva relación. Este hecho demuestra la
gran flexibilidad y la capacidad de adaptación a nuevas figuras de apego que tiene el niño en esta etapa del
crecimiento.

Con todo lo anterior, se puede asegurar que los primeros vínculos afectivos de los niños con las personas con
las que crea sus vínculos de apego son extremadamente importantes. Que no es tan importante el número de
personas que forman los vínculos de apego de un niño como la calidad en la interacción. El afecto, la cercanía, la
seguridad y la previsibilidad son características necesarias para la creación de un vínculo de apego seguro. Hay que
resaltar también, y a la luz de los distintos estudios la evidente flexibilidad y capacidad de adaptación al entorno que
tiene el ser humano en estos primeros años de crecimiento y durante toda su vida y que hace que, aunque las
primeras experiencias de creación de vínculos de apego creen una forma y un estilo marcado, no exista un
determinismo absoluto en cuanto a las posibilidades de mejora en las relaciones de vínculos emocionales en la vida
adulta.

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