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Antes de leer:
Jesús celebró la cena de pascua y se despidió de sus amigos. En
esta cena Jesús hizo dos gestos muy especiales: lavó los pies a los
discípulos para enseñarles que lo más importante es ponerse al
servicio de los demás y celebró por primera vez la eucaristía.
Además les dejó el mensaje de que se amaran unos a otros.
Cuando llegó a Simón Pedro, este retiró los pies y dijo muy enérgicamente:
—Maestro, ¿es que pretendes lavarme los pies a mí?
Jesús le dijo:
—Mira, Pedro. Lo que estoy haciendo no lo entiendes ahora, pero lo
entenderás más tarde.
Pero Pedro insistió
—¡Tú a mí jamás me lavarás los pies! Y Jesús le contestó:
—Pedro, si no me dejas lavarte los pies, entonces es que no quieres
formar parte de mis amigos.
—Maestro, si es así no me laves solo los pies. Lávame también las
manos y la cabeza.
—No, Pedro, no hace falta. Quien está limpio no necesita más que
lavarse los pies. Y vosotros estáis limpios, aunque no todos —Jesús dijo
esto porque sabía quién lo iba a traicionar.
Cuando acabó de lavarles los pies, volvió a ponerse el manto y se colocó
otra vez en su sitio, en medio de todos. Entonces les dijo:
—¿Os habéis fijado bien en lo que acabo de hacer? Me llamáis Señor y
Maestro. Es verdad: lo soy. Pues si yo, que soy vuestro Maestro y
vuestro Señor, os he lavado los pies a vosotros, eso mismo debéis
hacer unos con otros. Os acabo de dar ejemplo para que vosotros
hagáis lo mismo que yo. El que sea el mayor entre vosotros, que se
porte como si fuese el más pequeño y que se ponga siempre al servicio
de todos los demás
LA EUCARISTÍA
Después de celebrar la cena de Pascua con los Doce, Jesús se dirigió con ellos a
un lugar llamado Getsemaní, y en el huerto de los Olivos les dijo
—Quedaos aquí mientras yo me retiro a orar un rato.
Se alejó con Pedro y los dos Zebedeos, Juan y Santiago; y, como sentía una
angustia terrible, les dijo:
Siento una gran tristeza; quedaos aquí, velando conmigo. Luego, se adelantó un
poco y, arrodillado con el rostro en tierra, oró así:
—Padre, si es posible aparta de mí este sufrimiento. Pero no se haga mi
voluntad, sino la tuya.
Y de nuevo volvió a donde estaban los discípulos. Al encontrarlos dormidos, le dijo a
Pedro:
—¿Pero es que no podéis velar una hora conmigo? Velad y orad para no
veniros abajo ante la prueba que os aguarda.
Jesús le dijo:
—Amigo, haz lo que has venido a hacer.
Inmediatamente la multitud rodeó a Jesús y lo arrestaron. Simón Pedro echó mano
de una espada, la desenvainó y de un tajo le cortó una oreja al criado del sumo sacerdote.
Pero Jesús le dijo:
—Pedro, guarda la espada.
Entonces Jesús dijo a la multitud:
—Habéis salido armados de espadas y palos para capturarme como si fuera un
bandido. Pero todo está sucediendo para que se cumpla lo que
escribieron los profetas
Entonces todos los discípulos sintieron mucho miedo y huyeron, abandonando a
Jesús
JESÚS ANTE CAIFÁS
Antes de leer:
Caifás era el sumo sacerdote que estaba al frente del sanedrín, la
máxima autoridad religiosa de los judíos. El sanedrín no aceptaba
que Jesús fuera el Mesías, y decidió juzgarlo y condenarlo
Pilato mandó azotar a Jesús. Después de azotarlo, los soldados empezaron a burlarse de
él: le pusieron un manto por los hombros, le colocaron en la cabeza una corona de
espinas y una caña en la mano como si fuera el cetro de un rey. Todos iban pasando por
delante, doblando la rodilla y golpeándole con la caña en la cabeza, dándole bofetadas y
diciendo:
—Salve, rey de los iudíos
JESÚS ES CONDENADO A MUERTE.
Antes de leer:
Aunque Pilato consideró inocente a Jesús, lo con denó a muerte
para complacer a los judíos. Mu chas personas que en otros
momentos de la vida de Jesús aclamaron y admiraron a Jesús, en
ese momento pidieron su muerte
Pilato estaba cada vez más persuadido de que Jesús era un hombre justo, y ya no
sabía qué hacer para salvarlo. Se asomó al balcón después de que lo hubieran azotado y
le dijo a la gente:
—Aquí tenéis al hombre. Yo no encuentro ninguna razón para matarlo.
Pero, al verlo, todos empezaron a gritar:
—¡Quítalo de en medio! ¡Crucifícalo, crucifícalo!
Estaba aún Pilato en el tribunal cuando le llegó un recado de su mujer que le decía:
«Ten cuidado con lo que haces. Jesús es un hombre justo».
La gente seguía fuera gritando. Pilato estaba convencido de que Jesús era
inocente, pero tenía mucho miedo de que los judíos lo acusasen ante el emperador de
Roma de que había perdonado a un judío que era rebelde y revolucionario.
Pilato pidió un recipiente con agua y, delante de todo el mundo, se lavó las manos y
dijo:
—Yo no tengo ninguna culpa en la muerte de este hombre. Pero se lo entregó
para que lo crucificaran.
El condenado tenía que cargar con su propia cruz. Y recorrer el camino hasta el sitio
en el que lo tenían que crucificar en Jerusalén, estaba a las afueras de la ciudad y se
llamaba La Calavera, porque era un montecillo que tenía esta forma.
Como Jesús apenas tenía ya fuerzas, cogieron a un hombre que pasaba por allí, al
volver del campo, y le obligaron a cargar con la cruz de Jesús. Se llamaba Simón y era de
Cirene.
Así fueron
atravesando las
calles de la
ciudad. Con
Jesús, iban
también otros
dos
malhechores a
los que sacaron
de la cárcel para
crucificarlos.
JESÚS MUERE CRUCIFICADO.
Antes de leer:
En época de Jesús, los malhechores condenados a muerte morían
en una cruz. Así murió Jesús. Por esto, la cruz es la señal de los
cristianos
Cuando Jesús y los dos malhechores llegaron al lugar llamado La Calavera los
crucificaron y les quitaron sus vestidos. Jesús dijo:
—Padre mío, perdónalos porque no saben lo que hacen.
La gente, sin embargo, no hacía más que gritar e insultarlo. Cuando la cruz ya
estaba levantada del todo, muchos gritaban:
—iQue baje ahora de la cruz y creeremos en él!
Uno de los malhechores que estaba crucificado también, sabiendo que Jesús no
había hecho nada malo, le dijo:
—Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu Reino. Y Jesús volvió la cabeza
hacia él y le dijo:
—Esta misma tarde estaremos los dos juntos en el Paraíso.
Los soldados, que ya habían acabado su tarea, se pusieron a jugarse a los dados
las ropas de Jesús. Entonces Jesús miró hacia su madre. Ella estaba junto a la cruz,
acompañada por algunas mujeres. Y también estaba aquel discípulo al que Jesús tanto
quería
Jesús, con muchísimo dolor, le dijo a su madre:
—Mujer, ahí tienes a tu hijo.
Y después, dirigiéndose al discípulo, le dijo: —Esta es tu madre.
Y desde aquel día Juan la recibió como si fuera su propia madre. Entonces, Jesús
se puso a rezar. Con voz muy fuerte se le oyó decir el principio de uno de los salmos:
—¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has abandonado?
La gente seguía insultándolo y burlándose de él. Y Jesús dijo:
—Tengo sed.
Los soldados colocaron en una caña una esponja empapada en vinagre y se la
acercaron a la boca. Jesús probó el vinagre y dio un fuerte grito:
—Padre, entrego mi alma en tus manos.
E inclinando la
cabeza hacia un lado,
murió. En lo más alto
de la cruz se podía leer
la inscripción que había
mandado poner Pilato:
INRI, que son las
iniciales, en latín, de
“Jesús Nazareno, Rey
de los Judíos”
¡¡ JESÚS HA RESUCITADO !!
Antes de leer:
Jesús había anunciado que resucitaría a los tres días de morir.
Con ello quería decir que volvería a vivir después de morir. La
resurrección de Jesús es el acontecimiento más im portante para
los cristianos
Pasado el sábado, muy de mañana, algunas mujeres volvieron al sepulcro con los
perfumes que habían preparado para embalsamar a Jesús. Cuando estaban llegando,
hubo un fuerte temblor que no sabían a qué se debía. Era un ángel del Señor que bajó del
cielo e hizo rodar la enorme piedra que cerraba el sepulcro. Parecía un relámpago del
cielo y su vestido era completamente blanco.
Los centinelas se pusieron a temblar de miedo y se quedaron como muertos. Las
mujeres también se asustaron mucho, pero el ángel les dijo:
—No temáis. Sé que buscáis a Jesús, el crucificado, pero él ya no está aquí; ha
resucitado, como había dicho. Podéis acercaros a ver el lugar donde yacía.
Después id corriendo a decírselo a sus amigos. Lo encontraréis en Galilea. Este
es mi mensaje
Las mujeres se alejaron aprisa del sepulcro, llenas de miedo y de alegría a la vez.
Estaban deseando dar la noticia a los discípulos. Por el camino, Jesús les salió al
encuentro y les dijo:
—Salve
Ellas reconocieron a Jesús y, aunque estaban un poco asustadas por la aparición,
se abrazaron a sus pies y lo adoraron. Jesús les dijo:
—No temáis, podéis estar tranquilas; id a avisar a los discípulos, que vayan a
Galilea, que allí me encontrarán
Entretanto, los que guardaban el sepulcro fueron a la ciudad y contaron a los sumos
sacerdotes todo lo ocurrido. Estos se reunieron a deliberar con los ancianos para ver qué
hacían. Finalmente decidieron comprar el silencio de los guardias, pues temían que si la
gente se enteraba de la verdad, todo el mundo creería que efectivamente Jesús era el
Mesías. Así que les dijeron:
—Decid a la gente que de noche, mientras vosotros dormíais, llegaron los
discípulos y robaron el cadáver de Jesús. No os preocupéis de que esto llegue a
oídos del gobernador, pues nosotros lo tranquilizaremos para que no os
castigue.
Ellos aceptaron el dinero y siguieron las instrucciones que les habían dado. Así se
difundió esta historia entre los judíos.
Por su parte, María Magdalena se acercó ese mismo día al sepulcro y vio que no
estaba la piedra que lo cerraba. Con los ojos llorosos, se inclinó hacia el sepulcro y
comprobó que efectivamente se habían llevado a Jesús. En su lugar había dos ángeles
vestidos de blanco, uno a la cabecera y otro a los pies de donde había estado el cadáver
de Jesús. Los ángeles le preguntaron:
—Mujer, ¿por qué lloras?
Ella respondió:
—Porque se han llevado a mi señor y no sé dónde lo han puesto.
Dicho esto, dio media vuelta y vio a un hombre de pie que también le preguntó:
—Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?
Era Jesús en persona, pero María no lo reconoció y lo tomó por el jardinero que
cuidaba aquel huerto. Por eso le dijo:
—Señor, si te lo has llevado tú. dime dónde lo has puesto y yo iré a recogerlo.
Entonces Jesús exclamó:
—¡María!
En ese momento ella lo reconoció. Se puso muy contenta y dijo en arameo:
—¡Rabboni! —que quiere decir «maestro».
Pero Jesús le dijo:
—Ahora déjame, porque tengo que ir junto a mi Padre del Cielo. Diles a mis
amigos que voy junto a mi Padre, que es vuestro Padre; junto a mi Dios, que es
vuestro Dios.
María se marchó corriendo a buscar a los discípulos y, en cuanto los encontró, les
dio el mensaje de Jesús