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Por Eduardo Mackenzie
8 de marzo de 2011


Apenas unas horas antes de que el abogado Fernando Vargas Quemba sufriera un
grave atentado en Bogotá, del que salió por fortuna ileso, pues su automóvil
blindado lo protegió, el comandante de las Fuerzas Militares, Almirante Edgar
Cely, decía a periodistas de c   que la seguridad democrática no estaba
perdiendo terreno y que lo que había ³en el imaginario colectivo´ era únicamente
³la impresión que generan muchas cosas puntuales, pequeñas´.

El almirante Cely agregó que gracias al esfuerzo de las Fuerzas Militares ³el país
pudo salir de esa época de terror, de secuestro en las ciudades y de problemas que
habían tan delicados´. Y dió a entender que el problema es ésto: "la gente no
denuncia".

Tal valoración de la situación de orden público, lamentamos decirlo, es errada. El
país, por el contrario, está siendo llevado de nuevo y a marchas forzadas --por la
ofensiva que realizan las Farc y por los errores del nuevo gobierno--, a una nueva
fase de terror, inseguridad y secuestros y no sólo en las ciudades. Al atentado
contra Fernando Vargas, escritor, defensor de militares y presidente del comité de
victimas de las guerrillas, se suma ahora el secuestro, éste 7 de marzo, de 23
trabajadores subcontratados por la petrolera canadiense Talismán, en una zona rural
de Puerto Príncipe (Vichada).

Ninguno de esos dos hechos son ³cosas puntuales y pequeñas´. Todo lo contrario,
son dos actos más de la larga cadena de violencias que las Farc le están propinando
al país. Con el atentado contra Fernando Vargas, asesor, además, de las
comunidades afro descendientes del Atrato, quedó probado que el ³plan renacer´ de
Alfonso Cano ya está haciendo desastres en Bogotá.

El noticiero ‰ 
  
 , que dirige Fernando Londoño Hoyos, respondió
a unas declaraciones del general Alejandro Navas, comandante del Ejército, tan
optimistas como las del Almirante Cely, con un impresionante resumen de los
golpes sufridos por militares y policías en los dos primeros meses de este año. Esa
lista dice que, sin incluir las atrocidades sufridas por la población civil, hay 75
soldados, policías e infantes de marina muertos y heridos en ese corto periodo. Si
esa tendencia no es quebrada, las bajas de la fuerza pública, sin incluir civiles, serán
de 450 o más al finalizar el año. Como en Afganistán.

Alfonso Cano ha visto que el gobierno de Juan Manuel Santos, para ganarse la
simpatía de la izquierda colombiana y continental, abandonó la política de la
seguridad democrática. Con mucha lógica, Cano ha visto que eso le abre una
ventana para arrancarle a Santos, como hizo Tirofijo con Belisario Betancur, Cesar
Gaviria, Ernesto Samper y Andrés Pastrana, unas concesiones que duplicarán su
capacidad militar y política.

¿Qué plan tiene el gobierno para romper la nueva dinámica de las Farc? Ninguno.
O al menos no se ve que tenga uno. Para propinarle golpes a las Farc y llevarlas a
una fase de desmantelamiento definitivo, las Fuerzas militares necesitan ser
ayudadas por el país todo y, sobre todo, recuperar la confianza perdida. ¿Con qué
moral puede ir un soldado al combate si sabe que una semana, un mes o un año
después, o más tarde, una acusación fabricada por la subversión puede acabar con
su carrera y con las economías de su familia?

El país debe proteger a sus soldados y actualizar la justicia penal militar, esa que las
Farc quieren destruir para humillar y desmovilizar a los mejores defensores de la
patria. 

El 18 de enero de 2011, Fernando Vargas había enviado una carta abierta el
presidente Santos en donde mostraba la falla mayor de la ley de víctimas que se
tramita en el Parlamento. ³Excluir a las víctimas del accionar criminal de las
guerrillas comunistas de los años 50 s, sería un inadmisible acto de invisibilización
de víctimas de la guerrilla. Pero también quedarían invisibilizadas las víctimas de
las guerrillas de los años 60¶s y 70¶s, desconociendo insosteniblemente que esas
fueron las épocas en que nacieron públicamente las FARC, ELN, EPL, M-19 y
demás organizaciones guerrilleras que desde entonces produjeron víctimas civiles y
militares. Esta parte de la historia del conflicto no debe invisibilizarse tampoco,
porque puede entenderse como acto de impunidad y manipulación de la memoria
misma del conflicto. 

Furiosa con ese noble combate del doctor Vargas Quemba, las Farc le respondieron
con su cobarde atentado del 3 de marzo. ¿Y que hizo el gobierno frente a eso? Lo
único que hemos visto es indiferencia e indolencia. No hubo ni una declaración de
repudio, ni una sola medida para proteger a la víctima. ¿Qué ha hecho para capturar
a los responsables? Nadie sabe nada. En cuanto a los média, su actitud fue
igualmente innoble: un silencio cuasi total.

¿El gobierno va entonces a abandonar también a los verdaderos defensores de los
derechos humanos que están ahora en la mira del terror comunista? 

El fondo de ese debate, al que las Farc responden con tiros, no es ni siquiera saber a
quién se le reconocerá el estatuto de víctima. Lo que quiere la subversión es
sepultar bajo un manto de olvido legal los primeros treinta años de violencias,
infamias y manipulaciones que necesitó el comunismo para consolidar su proyecto
totalitario en Colombia. ¿Va a dejar el gobierno de Santos que ese acto abyecto de
revisionismo histórico y político sea consagrado en la ley de víctimas? Si él deja
pasar eso tendremos que admitir que las Farchan ganado de nuevo.


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