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Oghmios - Taller de escritura

Relatos Homoeróticos

La Creación de Personajes
Por: Aurora Seldon

Este artículo no pretende ser una receta infalible para crear personajes, sino proporcionar
algunos lineamientos básicos, producto de la experiencia de varios autores, que puedan
enriquecer nuestro modo de trabajo, tanto en fanfiction como en historias originales.

¿Quién no se ha sentido identificado alguna vez con los personajes de una novela?
Leyendo, hemos sido Robinson Crusoe en la novela de Daniel Defoe, Jo March en
Mujercitas, Aragorn o Legolas en El Señor de los Anillos, Scarlett O’Hara en Lo que el
viento se llevó, e infinidad de otros personajes, compañeros de inolvidables horas en la
intimidad que sólo puede haber entre un libro y un lector.

Hay entrañables personajes que siempre recordaremos, como el Principito, de Antoine de


Saint-Exupèry, Heidi de Johanna Spyri, Sherlock Holmes de Arthur Conan Doyle,
Christine Daaé de Gastón Leroux o Tom Sawyer de Mark Twain. También hay personajes
dramáticos como Otelo, de William Shakespeare, o Drácula, de Bram Stoker, por
mencionar algunos clásicos; y en la literatura contemporánea y popular, destacamos
personajes famosos como el vampiro Lestat de Anne Rice y Harry Potter de J.K. Rowling.

Existen personajes cuyos nombres incluso se han transformado en adjetivos. Por ejemplo:
calificar a alguien de celestina implica decirle alcahueta y su origen se remonta a La
Celestina, un personaje de la tragicomedia de Calisto y Melibea, creado por el bachiller
Fernando de Rojas, en 1499. También se suele llamar romeo a un enamorado, en alusión a
uno de los protagonistas de Romeo y Julieta, de William Shakespeare, escrito en 1595.

Pero, ¿qué hace que los personajes perduren aún después de que sus creadores hayan
fallecido?

La respuesta no es sencilla. Hay personajes que tienen magia, que se hacen creíbles, que
logran cautivar a los lectores. No todos los personajes son así. Crearlos es trabajo del autor.

¿Qué es un personaje?

Según la RAE, un personaje es: «Cada uno de los seres humanos, sobrenaturales,
simbólicos, etc., que intervienen en una obra literaria, teatral o cinematográfica.»

Podríamos analizar esta definición resaltando que un personaje no necesariamente es


un ser humano. Por ejemplo, en las Fábulas de Esopo, los personajes son animales
que se comportan como humanos. En La llamada de lo salvaje, de Jack London, el
personaje principal es un perro-lobo; y en Pinnochio, de Carlo Collodi, el personaje
principal es un muñeco de madera.
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Asimismo, el propósito del personaje es ejecutar acciones en una historia, que puede ser
contada a través de una obra literaria, teatral o cinematográfica. Estas acciones deben
responder al carácter del personaje y al lugar que éste ocupa en la historia.

El dotar a un personaje (humano o no) de características humanas, se denomina


humanización y conlleva a que los personajes posean su propia psicología. Esta psicología
consiste en dotarlos de ciertas características obtenidas de diversos tipos de personas. Por
ejemplo, decimos que Tom Sawyer es travieso, que el Capitán Nemo es misterioso, que el
Capitán Ahab está loco, que Samsagaz Gamyi es leal o que Hannibal Lecter es peligroso,
debido a que sus acciones nos dan a entender eso. Evidentemente, la humanización depende
mucho de la experiencia del escritor, tanto desde el punto de vista literario como en las
situaciones vividas o presenciadas; por lo tanto, mientras mayor sea la experiencia del
autor, sus personajes serán más creíbles.

Un ejemplo de humanización para un personaje no humano, podemos encontrarlo en La


llamada de lo salvaje, de Jack London, donde el protagonista, un perro-lobo llamado Buck,
tiene su primer encuentro con la nieve:

«En cuanto dio un paso sobre aquella fría superficie, las patas de Buck se hundieron en
algo blanco y fofo que parecía barro.
Saltó hacia atrás con un bufido. Por el aire caían más cosas de aquellas blancas. Se
sacudió, pero le seguían cayendo encima. Entonces las olisqueó, curioso, y luego lamió
algunas con la lengua. Quemaban como el fuego y luego desaparecían. Esto le intrigó.
Repitió la operación con los mismos resultados. Algunas gentes lo observaban riéndose a
carcajadas y a Buck le dio vergüenza sin saber por qué: era la primera vez que veía la
nieve.»

¿Puede un perro experimentar vergüenza? Quizá no, pero la humanización del personaje
crea el efecto de identificar al lector con él, a través de una emoción muy humana.

¿Cómo crear un personaje?


No existe una única receta para crear personajes, ni una teoría general de creación de los
mismos. Muchos autores son tan intuitivos o han acumulado tanta experiencia, que para
ellos es un proceso completamente natural.

Por ejemplo, Stephen King, autor de la novela Carrie, donde el personaje femenino
principal es una estudiante llamada Carrie White, frágil e inocentona, la cual es objeto de
las burlas de sus compañeros, cuenta que el personaje nació un día en que lo enviaron a
limpiar un vestuario femenino y que días después: «… me acordé del vestuario y empecé a
visualizar la escena inicial de un relato: un grupo de niñas duchándose sin intimidad y una
de ellas empieza a tener la regla. Lo malo es que no sabe qué es y las demás empiezan a
burlarse de ella y a tirarle compresas... ». Posteriormente, esta imagen se combinó con un
recuerdo: King había leído un artículo sobre la facultad de mover objetos con el
pensamiento: «Ciertas pruebas apuntaban a que la gente joven era más propensa a tener
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esa clase de poderes, sobre todo las niñas en el inicio de la adolescencia, cuanto tienen la
primera regla... ». Uniendo estos dos elementos, nació Carrie White.

También es cierto que cada escritor tiene su propio proceso creativo, que incluye no sólo la
creación de personajes, sino la trama de la historia y el universo de la misma, y que puede
ser diametralmente distinto entre un escritor y otro. Sin embargo, existen algunos consejos
que pueden tomarse en cuenta para crear personajes creíbles:

1. ¿Creado a imagen y semejanza de tu hacedor?


Los personajes deben tener vida propia y no ser copias exactas del autor. Cada persona
en el planeta contempla la vida desde su propia perspectiva, que es afectada por una
multitud de factores. Esta diferencia de percepciones hace que seamos únicos como
seres humanos. Algo que entusiasma a una persona, puede disgustar a otra, ya que sus
percepciones son diferentes.

El escritor debe recordar que en el proceso de escribir, está viendo el mundo desde la
perspectiva del personaje, la cual está afectada por las vivencias de éste y por su
idiosincrasia, que no necesariamente es la misma que tiene el autor.

Muchos autores toman características propias y las transmiten a sus personajes puesto
que así comprenden mejor sus emociones; sin embargo esto no quiere decir que el
personaje deba ser una copia fiel del escritor (que le gusten los mismos libros, la misma
música, que tengan las mismas opiniones políticas o religiosas, que se parezcan
físicamente, que tengan los mismos estudios o que vistan igual). A menos, claro, que se
trate de una autobiografía.

Adolfo Bioy Casares, escritor argentino, dijo en 1976 respecto a sus personajes: «Trato
de no transmitirles cosas mías, de mi formación intelectual» y sobre el mismo tema,
dijo en 1987: «Yo quisiera, y me esfuerzo para que así sea, que mis personajes sean
ellos mismos y no hechos a imagen y semejanza del autor».

2. Si tienes vida propia, debes actuar en forma coherente.


La caracterización de los personajes también tiene diversos grados de profundidad,
independientes de la complejidad de la historia.

Normalmente en los cuentos, debido a su longitud, el peso recae sobre las actividades
del personaje, sin profundizar demasiado en la parte psicológica, a menos que el cuento
se fundamente en la psicología.

En una novela, mucho más extensa, el escritor puede explayarse en el factor psicológico
que sea relevante a la trama de la historia.

Sin embargo, sea un cuento o una novela, debe considerarse que si los personajes tienen
vida propia, sus reacciones deben tener relación directa con el estímulo que las genera y
ser lógicas de acuerdo con su personalidad. Por ejemplo, si un personaje avaro y
mezquino como Ebenezer Scroodge, de Cuento de Navidad, de Charles Dickens, de
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pronto cambia totalmente su manera de ser, la razón de este cambio debe ser
desarrollada en la historia, como en efecto sucede. Igualmente, si un personaje
amargado como Severus Snape aparece un día en clases sonriendo y haciendo bromas a
los estudiantes, tal cambio debe estar plenamente justificado.

Si una reacción aparece como ilógica ante una situación determinada, el escritor
generalmente aclara sus razones mediante el entrelazamiento de conductas y hechos
posteriores. Si no lo hace, el personaje pierde coherencia y el lector pierde el interés en
la historia.

El estadounidense Ray Bradbury, autor de Crónicas marcianas; El hombre ilustrado;


Fahrenheit 451; Cuentos del futuro y Las doradas manzanas del sol, comenta acerca de
sus personajes: «Yo diría que creo mis personajes para que vivan su propia vida. En
realidad, no soy yo quien los creo a ellos sino que son ellos quienes me crean a mí. Lo
que tengo claro cuando escribo, es que quiero que los personajes vivan al límite de sus
pasiones y de sus emociones. Quiero que amen, o que odien, que hagan lo que tengan
que hacer, pero que lo hagan apasionadamente. Es eso, esa pasión, lo que la gente
recuerda para siempre en un personaje. Pero no tengo un plan preconcebido: quiero
vivir las historias mientras las escribo. Le doy un ejemplo sobre cómo es mi relación
con los personajes. Es algo que me pasó: el personaje principal de Fahrenheit -
obligado a quemar libros- vino un día a mí y me dijo que no quería quemar más libros,
que ya estaba harto. Yo no tenía opciones, así que le contesté: “Bueno, como quieras,
deja de quemar libros y listo”. De modo que él no quemó más libros y así terminó
escribiéndose esa novela.»

3. Dime cómo te llamas y te diré quién eres.


A primera vista este factor pudiera no tener importancia. En la literatura existen
personajes que no poseen nombre, por ejemplo en la narrativa de Franz Kafka, donde
utiliza A y B para referirse a los personajes.

Sin embargo, el nombre tiene una magia intrínseca, pues le confiere intimidad a la
relación personaje/lector y le da cierta fuerza al personaje. Si no, imaginemos al
amargado profesor de Pociones de J.K. Rowling llamándose John Smith en lugar de
Severus Snape… No obstante, John Smith es uno de los personajes emblemáticos de los
primeros años de Stephen King en la Zona Muerta.

Muchos autores en sus inicios utilizan nombres demasiado simples para sus personajes,
o nombres muy elaborados pero que no pegan. Por ejemplo, sir Arthur Conan Doyle
llamó a su célebre detective Sherrinford Holmes y después lo cambió por el recordado
Sherlock Holmes.

Se aconseja evitar tener dos personajes en un libro con nombres similares, porque
confunden al lector. Por ejemplo: Jack/Zack, Jenny/Lenny, Ángela/Angélica, entre
otros. Sin embargo, esto dependerá del efecto que se le quiere dar a la historia pues, por
ejemplo, J.R.R Tolkien en El Hobbit utilizó como nombres para los enanos que
acompañan a Bilbo Bolsón a la Montaña Solitaria: Balin, Dwalin, Kili, Fili, Dori, Nori,
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Ori, Óin y Glóin, Bifur, Bofur, Bombur y Thorin; siendo que los nombres similares
denotan parentesco.

¿Qué hace atractivo un nombre? El sonido y el ritmo del nombre son factores
importantes. Por ejemplo: Lestat de Lioncourt (El Vampiro Lestat), Scarlett O’Hara (Lo
que el viento se llevó), Hermione Granger (Harry Potter), Dorian Gray (El retrato de
Dorian Gray). También es importante el ambiente en el que se desarrolla la historia,
pues sería difícil de creer un personaje llamado Dominique Saint-Jacques en una
historia ambientada en Latinoamérica, un personaje llamado Tiffany en una novela
histórica de principios de siglo, o un personaje llamado Manolo Sánchez en una historia
sobre la Revolución Francesa.

Una técnica útil para elegir nombres es buscarlos como si fuéramos a bautizar a un hijo
o una hija (y de hecho, lo son). Es decir, mirar en sitios web los nombres de personas
por países o por significados, unir nombres y apellidos y decidir cuál es más apropiado
para el personaje que queremos caracterizar.

4. Tipos de personajes
Cuando se escribe, la tendencia de muchos autores es crear al protagonista que encaje
en la trama que ha imaginado y luego sumergirse en la historia. Algunas veces también
se concibe primero al personaje y éste le da vida a la historia. Sea cual sea el método de
concebir al protagonista de una historia, éste no está solo.

Muchos escritores olvidan que también se necesitan otros personajes alrededor del
protagonista para hacer avanzar la historia.

Es útil dedicar también un poco de tiempo a imaginar un grupo de personajes


secundarios apropiados para la historia.

Existen ocho principales tipos de personajes genéricos, sin embargo, utilizarlos en


forma estricta puede crear estereotipos que debiliten la historia. En el mundo real no
existen el bueno, el malo, el pobre niño rico o el amigo ideal. Es útil pensar en ellos
sólo para mantener un orden en la historia, y se describen a continuación.

a. El personaje principal:
No debe confundirse con el protagonista. El personaje principal es la persona a
través de la cual el público ve la historia. A veces es el narrador de la historia. El
punto de vista del personaje principal será el que dirija la historia, dándole más
valor.

Un ejemplo son las narraciones en primera persona, como Entrevista con el


vampiro, de Anne Rice, donde el vampiro Louis es quien cuenta la historia.

Escribir eventos desde el punto de vista de otro personaje (que ve la historia desde
fuera) puede darle un nivel adicional de profundidad al protagonista; sin embargo el
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personaje principal no necesariamente es el protagonista, ya que en el ejemplo


citado, la historia de Rice se centra en el vampiro Lestat.

b. El protagonista:
Es esencialmente el principal conductor de la trama de la historia. En la mayoría de
historias, el protagonista es el héroe (la persona que la audiencia sigue hasta el
final).

Muchas historias se cuentan desde el punto de vista del protagonista, ya que es la


persona de la cual se preocupan los lectores, y por lo tanto en ellas el personaje
principal y el protagonista son los mismos. Sin embargo, como se ha visto en el
ejemplo anterior, no siempre es así.

c. El héroe:
• Un personaje principal es aquél a través del cual la audiencia conoce la
historia de primera mano. Por ejemplo: el profesor Pierre Aronnax, un notable
biólogo marino, quien cae prisionero del Capitán Nemo y es conducido a un
viaje por el fondo del mar en 2000 leguas de viaje submarino, de Julio Verne. El
profesor narra la historia en primera persona, pero el protagonista es el Capitán
Nemo.
• Un protagonista es el principal conductor de la trama. Por ejemplo: Harry
Potter, en los libros de J.K. Rowling o Frodo Bolsón en El Señor de los Anillos.
• Un héroe es una combinación de personaje principal y protagonista. Por
ejemplo: Robinson Crusoe, de Daniel Defoe, en donde el propio Crusoe relata
sus aventuras en primera persona.

La forma de narración más frecuente es aquella donde el protagonista es el


personaje principal. La historia fluye a través de los ojos del héroe y el público
experimenta de primera mano su punto de vista. Esto es válido también para las
historias con varios personajes principales.

Sin embargo, un error muy común es hacer al héroe perfecto, como se verá en
mayor detalle en la sección 5. Nadie es perfecto. Es por eso que muchos autores
prefieren trabajar con anti-héroes.

d. El antagonista:
El típico antagonista es el villano, aquél que pone piedras en el camino del
protagonista y que le impide lograr su propósito.

Sin embargo, muchos antagonistas han resultado más recordados que los propios
protagonistas. Como ejemplo podemos citar a Drácula en la novela de Bram Stoker,
y al recordado Fantasma de la Ópera en la novela de Gastón Leroux.

Así como el protagonista es frecuentemente combinado con el personaje principal,


el antagonista puede ser combinado con el personaje obstáculo.
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Algo para tener en cuenta es que un villano no es simplemente malo. Los villanos
son personajes complejos, llenos de matices y de motivaciones y considerarlos
planos puede introducir debilidades en la mejor historia.

Un buen ejemplo de antagonistas bien construidos sería Lady Machbeth, de William


Shakespeare, que encarna el arquetipo de la esposa intrigante y manipuladora, con
un desprecio absoluto hacia la debilidad masculina y una impecable retórica capaz
de convencer al más renuente.

e. El personaje obstáculo:
El personaje obstáculo es el que bloquea el camino del protagonista, pero no
necesariamente es un antagonista. Mientras que el antagonista se opone al
protagonista, el personaje obstáculo bloquea el camino del personaje principal, no se
opone a él.

La función el personaje obstáculo es brindar un punto de vista diferente al del


personaje principal, dándole otra perspectiva a la historia. Por ejemplo, un amigo
del protagonista que no piense como él, logrará un efectivo personaje obstáculo que
no será un villano.

Un ejemplo de personaje obstáculo es la pequeña vampiro Claudia, en Entrevista


con el vampiro, que impide un mayor vínculo entre Lestat y Louis. Una vez que ella
desaparece, la historia cambia de giro. En otras palabras, el obstáculo desaparece y
el vampiro Armand es quien toma su lugar.

f. El personaje lógico:
El personaje es calmado, incluso frío. Toma decisiones y actúa en base a la lógica.
El uso de personajes lógicos y personajes emotivos sirve para crear tensión dentro
de la historia.

Buenos ejemplos de personajes lógicos son el mago Gandalf en El Señor de los


Anillos, y Hermione Granger en los libros de Harry Potter.

g. El personaje emotivo:
El personaje emotivo es enérgico, parece incontrolado, desorganizado y se deja
llegar por sus sentimientos, sean buenos o malos. Este tipo de personaje puede ser
impredecible, lo que sirve para darle distintos giros a la historia, sin embargo no se
debe abusar de este estereotipo.

Como ejemplo de personajes emotivos podemos citar a Pippin y Merry en El Señor


de los Anillos, y a Ron Weasley en Harry Potter.

h. El personaje de soporte:
El personaje de soporte puede hacer esta función para cualquiera de los personajes,
no sólo el protagonista.
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Algunos personajes de soporte se utilizan para darle un toque de humor a la historia,


otros, para reforzar la posición del personaje que soportan.

Ejemplos:
- Sancho Panza, en El Quijote, soporta a don Quijote de la Mancha, el
protagonista.
- Samsagaz Gamyi, en El Señor de los Anillos, soporta a Frodo Bolsón, el
protagonista.
- Doctor Watson, soporta a Sherlock Holmes.

Un ejercicio interesante es identificar los tipos de personajes de los libros que hayamos
leído, e identificarlos en nuestras propias historias, para no caer en los errores que se
señala en el apartado Errores comunes en el uso (y abuso) de personajes.

5. Nadie es perfecto
¿Cuántos de nosotros hemos buscado la perfección en nuestros personajes? Hablamos
de perfección física, perfección intelectual y valores intrínsecos. ¿Y cuántas de las
personas que conocemos son realmente así?

Las personas tienen problemas, gustos y aversiones, hábitos poco saludables e incluso
vicios. No todas las personas tienen cuerpos perfectos, visten maravillosamente o son
completamente infalibles al resolver un problema.

Los personajes, por supuesto, deben tener también algunos defectos o problemas que
son comunes a todo ser humano. Pensemos en algún tipo de fobia: miedo a las arañas,
miedo a la oscuridad. A esto le podemos agregar algún hábito molesto: hurgarse la
nariz con el dedo, aclararse la garganta constantemente, hablar cubriéndose la boca con
una mano para disimular el mal aliento. También podemos añadirle una enfermiza
timidez o un carácter orgulloso que difícilmente perdona los errores. De ese modo,
tendremos un personaje más humano, más real.

Por ejemplo, el famoso detective Sherlock Holmes tenía el molesto hábito de tocar el
violín a oscuras, y de inyectarse cocaína como estimulante (cabe señalar que en la
época en que fue escrito, se consideraba que la cocaína no era tan nociva como ahora se
sabe que es).

Se busca vivo o muerto: La ficha del personaje


Algunos escritores parten de una idea general y luego caracterizan a sus personajes
conforme van desarrollando la historia. Otros prefieren planificarlos desde el inicio, por lo
menos a los más importantes. Incluso hay escritores que los dibujan o que los visualizan
como un actor, personaje de historieta o alguno de sus conocidos.

Sin importar la técnica que usemos, en algún momento será útil disponer de una ficha que
resuma ciertas características. Sobre todo si planeamos utilizar a ese personaje en una saga,
hay datos que no deberían olvidarse.
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Existen diversos niveles de profundidad en la descripción de un personaje. El protagonista


tendrá la más detallada, pero también es importante conocer sobre los otros. En algunos
casos necesitaremos fechas y lugares; en otros, características psicológicas; en otros,
anécdotas biográficas. Todo esto depende de la historia.

Esto no significa que debamos escribir en la historia todo lo que dice la ficha, pues
mataríamos de aburrimiento al lector. La ficha sirve como marco de referencia para el
avance de la historia y debe incluir sólo los hechos que requerimos recordar y prestar
atención. Una ficha no es algo estático. Al igual que la historia, es dinámica y puede ser
modificada. Tampoco es obligatoria, y de hecho algunos escritores lo pasan muy bien sin
ella; pero a otros les será útil. Eso queda a consideración del escritor.

Un ejemplo de ficha de personaje se encuentra en el Anexo.

Errores comunes en el uso (y abuso) de personajes


Si bien es cierto que no hay una metodología estándar de creación de personajes, sí existen
algunos errores que deberían evitarse. Algunos de ellos son:

1. El protagonista se vuelve pasivo


Conforme se desarrolla la historia y los personajes que planificamos cobran vida, puede
ocurrir que un personaje secundario comience a tomar mayor relevancia. Quizá sucede
que el protagonista ha dejado de gustarnos o que al desarrollar al personaje secundario
encontramos una riqueza inesperada. Con mayor frecuencia sucede con los
antagonistas, puesto que suelen ser más atractivos, sobre todo si nuestro protagonista
cumple las características del héroe perfecto y plano descritas con anterioridad.

El escribir una historia por entregas y publicarla capítulo a capítulo incrementa este
riesgo, ya que muchas veces las personas que comentan quieren saber más de un
personaje secundario o se identifican más con éste y el autor se deja llevar.

Cualquiera que sea la causa, esto es un error de planteamiento que le quita fuerza a la
historia y confunde a lector.

En caso de que nos suceda, se deben repasar las escenas y descubrir por qué el
protagonista ha perdido fuerza y devolvérsela, o replantear la historia para intercambiar
los roles protagónicos o tener más de un personaje principal.

2. No presentar al protagonista en las primeras escenas


El protagonista debe ser fácilmente distinguido, para que el lector sepa a quién debe
prestarle atención. Por eso es importante que en las primeras escenas se presente a
dicho personaje.

El comienzo de la historia es un tiempo delicado porque se debe captar la atención del


lector y presentar al personaje principal. Es útil hacerlo a través de emociones, de tal
manera que se pueda caracterizar sin una larga explicación. El diálogo puede ser útil
para lograr esto.
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Un buen ejemplo de presentación de un personaje a través del diálogo se puede hallar


en Estudio en escarlata, de sir Arthur Conan Doyle, donde se habla por primera vez de
Sherlock Holmes a través de una conversación entre el doctor Watson y su amigo de
apellido Stamford, que reproduzco a continuación:

«En aquel entonces Stamford no fue precisamente un gran amigo mío; pero en esta
ocasión lo acogí con entusiasmo, y él, por su parte, pareció encantado de verme.
Llevado de mi júbilo exuberante, le invité a que almorzase conmigo en el Holborn, y
hacia allí nos fuimos en un coche de alquiler de los de un caballo.
—¿Y qué ha sido de la vida de usted, Watson? —me preguntó, sin disimular su
sorpresa, mientras el coche avanzaba traqueteando por las concurridas calles de
Londres—. Está delgado como un listón y moreno como una nuez.
Le relaté a grandes rasgos mis aventuras. Apenas había acabado de contárselas
cuando llegamos a nuestro destino.
—¡Pobre hombre! —me dijo con acento de conmiseración, después de oírme contar
mis desdichas—. ¿Y qué hace ahora?
—Estoy buscando habitación —le contesté—. Trato de resolver el problema de la
posibilidad de encontrar habitaciones confortables a un precio puesto en razón.
—Es curioso —hizo notar mi acompañante—. Es usted el segundo hombre que hoy me
habla en esos mismos términos.
—¿Quién fue el primero? —le pregunté.
—Un señor que trabaja en el laboratorio de química del hospital. Esta mañana se
lamentaba de no dar con nadie que quisiese tomar a medias con él un lindo
departamento que había encontrado y que resultaba demasiado gravoso para su
bolsillo.
—¡Por Júpiter! —exclamé—. Si de veras busca a alguien con quien compartir las
habitaciones y el gasto, yo soy el hombre que le conviene. Preferiría tener un
compañero a vivir solo.
El joven Stamford me miró de un modo bastante raro, por encima de un vaso de vino, y
dijo:
—No conoce usted aún a Sherlock Holmes; quizá no le interese tenerle constantemente
de compañero.
—¿Por qué? ¿Hay algo en contra suya?
—Yo no he dicho que haya algo en contra suya. Es hombre de ideas raras. Le
entusiasman determinadas ramas de la ciencia. Por lo que yo sé, es persona bastante
aceptable.
—¿Estudia quizá Medicina? —le pregunté.
—No... Yo no creo que se proponga seguir esa carrera. En mi opinión, domina la
anatomía y es un químico de primera clase; sin embargo, nunca asistió de manera
sistemática, que yo sepa, a clases de Medicina. Es muy voluble y excéntrico en sus
estudios; pero ha hecho un gran acopio de conocimientos poco corrientes, que
asombrarían a sus profesores.
—¿Le ha preguntado usted alguna vez cuáles son sus propósitos? —pregunté yo.
—Nunca; no es hombre que se deje llevar fácilmente a confidencias, aunque suele ser
bastante comunicativo cuando está en vena.
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—Me gustaría conocerlo —dije—. De tener que vivir con alguien, prefiero que sea con
un hombre estudioso y de costumbres tranquilas. No me siento bastante fuerte todavía
para soportar mucho ruido o el barullo. Los que tuve que aguantar en el Afganistán,
me bastan para todo lo que me resta de vida normal. ¿Hay modo de que yo conozca a
ese amigo suyo?
—De fijo que está ahora mismo en el laboratorio —contestó mi compañero—. Hay
ocasiones en que no aparece por allí durante semanas, y otras en que no se mueve del
laboratorio desde la mañana hasta la noche. Podemos acercarnos los dos en coche
después del almuerzo, si usted lo desea.
—Claro que sí —le contesté.
Y la conversación se desvió por otros derroteros.»

Como primer vistazo al personaje, se tiene la impresión de que es un excéntrico, un


estudioso cuyas motivaciones son desconocidas, y capta inmediatamente la atención del
doctor Watson y del lector sin haber entrado en mayores detalles.

3. Presentar al personaje en forma exhaustiva


Si bien es cierto que se debe presentar al personaje, al hacerlo no se deben cometer
excesos, como describirlo de pies a cabeza, incluyendo el detalle de su vestimenta,
contando su vida y detallando sus fortalezas y debilidades.

Stephen King se refiere a esto diciendo: «A mí, la literatura que describe


exhaustivamente las características físicas y la indumentaria de los personajes me deja
bastante frío. (Me irrita especialmente el inventario de guardarropía. Si tengo ganas de
leer descripciones de prendas ya pediré un catálogo.) No recuerdo muchos casos en
que sintiera la necesidad de describir el aspecto físico de los actores de una historia
mía. Prefiero dejar que les ponga cara y cuerpo (y ropa) el lector. ¿A que tienes
bastante con saber que Carrie White es una alumna de instituto solitaria, con acné y un
vestuario de juzgado de guardia? Del resto puedes encargarte tú, sin necesidad de que
te la describa grano a grano y falda a falda. Casos de perdedores en el instituto los
conoce todo el mundo; si yo describo el mío, excluyo el tuyo y pierdo una parte del
vínculo de comprensión que deseo forjar entre los dos. La descripción arranca en la
imaginación del escritor, pero debería acabar en la del lector. A la hora de conseguirlo
tiene mucha más suerte el escritor que el cineasta, condenado eternamente a enseñar
demasiado... incluido, en nueve casos de cada diez, la cremallera de la espalda del
monstruo.

Para que el lector se sienta dentro de la historia, concedo más importancia al


escenario y el ambiente que a la descripción de personajes. Tampoco comparto la
opinión de que la descripción física deba ser un atajo hacia la personalidad.
Ahorradme pues, si sois tan amables, los «ojos azules e inteligentes» del protagonista,
y su «barbilla pronunciada de hombre de acción». Son ejemplos de mala técnica y
escritura perezosa, el equivalente de los pesadísimos adverbios.»

Existen muchos modos de presentar al personaje sin caer en una descripción aburrida.
Se puede usar el diálogo del propio personaje, lo que otros dicen de él o reproducir
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alguna anécdota de su vida. Todo esto debe hacerse de un modo ágil, entregando la
información que sea relevante en forma dosificada para que pueda ser asimilada por el
lector.

Por ejemplo, en la siguiente escena de Estudio en escarlata, se presenta al personaje a


través de otro diálogo del propio Sherlock Holmes con el doctor Watson.

«…Hacia el extremo del pasillo arrancaba de éste un corredor, abovedado y de poca


altura, por el que se llegaba al laboratorio de química.
Consistía éste en una sala muy alta, llena por todas partes de botellas alineadas en las
paredes y desperdigadas por el suelo. Aquí y allá, anchas mesas de poca altura,
erizadas de retortas, tubos de ensayo y pequeñas lámparas Bunsen de llamas azules
onduladas. Un solo estudiante había en la habitación, y estaba embebido en su trabajo,
inclinado sobre una mesa apartada. Al ruido de nuestros pasos, se volvió a mirar y
saltó en pie con una exclamación de placer.
—¡Ya di con ello! ¡Ya di con ello! —gritó a mi acompañante, y vino corriendo hacia
nosotros con un tubo de ensayo en la mano—. Descubrí un reactivo que es precipitado
por la hemoglobina y nada más que por la hemoglobina.
Los rasgos de su cara no habrían irradiado deleite más grande si hubiese descubierto
una mina de oro.
—El doctor Watson; el señor Sherlock Holmes —dijo Stamford, haciendo las
presentaciones.
—¿Cómo está usted? —dijo cordialmente, estrechando mi mano con una fuerza que yo
habría estado lejos de suponerle—. Por lo que veo, ha estado usted en Afganistán.
—¿Cómo diablos lo sabe usted? —pregunté, asombrado.
—No se preocupe —dijo él, riendo por lo bajo—. De lo que ahora se trata es de la
hemoglobina. Usted comprende, sin duda, todo el sentido de este hallazgo mío,
¿verdad?
—No hay duda de que químicamente es una cosa interesante —contesté—. Ahora que
prácticamente......
—Pero, ¡hombre, si es el descubrimiento de mayores consecuencias prácticas hecho en
muchos años en la Medicina legal! Fíjese; nos proporciona una prueba infalible para
descubrir las manchas de sangre, ¡Venga usted a verlo!
Era tal su interés, que me agarró de la manga de mi americana y me llevó hasta la
mesa en que había estado trabajando
—Procurémonos un poco de sangre reciente —dijo, clavándose en el dedo una larga
aguja y vertiendo dentro de una probeta de laboratorio la gota de sangre que extrajo
del pinchar. Y ahora, voy a mezclar esta pequeña cantidad de sangre a un litro de
agua, Fíjese en que la mezcla resultante presenta la apariencia del agua pura. La
proporción en que está la sangre no excederá de uno a un millón, pues, con todo y con
ello, estoy seguro de que podemos obtener la reacción característica. Mientras
hablaba, echó en la vasija unos pocos cristales blancos, agregando luego unas gotas de
un líquido transparente La mezcla tomó inmediatamente un color caoba apagado, y
apareció en el fondo de la vasija de cristal un precipitado de polvo pardusco.
—¡Ajá! —exclamó, palmoteando y tan encantado como niño con un juguete nuevo—.
¿Qué me dice usted a eso?
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Relatos Homoeróticos

—Parece una demostración muy sutil —le dije.


—¡Magnífica! ¡Magnífica! La tradicional prueba del guayaco resultaba muy tosca e
insegura. Y lo mismo ocurre con la búsqueda microscópica de corpúsculos de la
sangre. Esta última demostración es inocua si las manchas datan de algunas horas.
Pues bien: esta mía actúa, según parece, con igual eficacia si la sangre es vieja o si la
sangre es reciente. De haber estado ya inventada esta demostración, centenares de
personas que hoy se pasean por las calles habrían pagado hace tiempo la pena debida
a sus crímenes.
—¡Ah!, ¿sí? —murmuré yo.
—Las causas criminales giran constantemente sobre este punto único. Meses después
de haber cometido un crimen, recaen las sospechas sobre un individuo determinado. Se
revisan sus trajes y sus prendas interiores, y se descubren en unos y otras algunas
manchas parduscas. ¿Son manchas de sangre, de barro, de roña, de fruta o de qué? He
ahí la pregunta que ha dejado sumido en el desconcierto a más de un técnico, ¿Por
qué? Pues porque no se dispone de una segura prueba demostrativa. De hoy en
adelante, disponemos ya de la prueba de Sherlock Holmes, y no habrá ninguna
dificultad.
Le brillaban los ojos al hablar; puso la palma de la mano sobre su corazón, y se
inclinó igual que si correspondiera a los aplausos de una multitud surgida al conjuro
de su imaginación.»

En esta escena ya sabemos que los intereses de Holmes se relacionan con el crimen, que
hace deducciones en forma automática, que muestra un excesivo entusiasmo cuando
consigue algo de utilidad para su trabajo, y que es sensible a la admiración del público.
Esto es suficiente incentivo para seguir leyendo, aunque es recién en el Capítulo II
donde se tiene una descripción física del personaje.

Conclusiones
o La creación de personajes, al igual que toda actividad creativa, no es un proceso lineal y
homogéneo, sino que depende de muchos factores, entre ellos el modo de trabajo del
escritor.
o Las técnicas y consejos mencionados aquí pueden servir de guía o de referencia, pero
no constituyen una receta mágica para crear personajes exitosos.
o Los estereotipos, en todas sus formas, deben ser evitados para darle a la historia una
dimensión de realidad.
o Un personaje bien creado puede servir como inspiración a otros y de hecho, es lo que
ocurre con el fanfiction. No hay fanfiction sobre personajes que no logran que el lector
se identifique con ellos.
o Y finalmente, el mejor consejo sería: deja que tu personaje viva su vida.
Oghmios - Taller de escritura
Relatos Homoeróticos

Anexo
Ficha del personaje: Irina Davidova

1. Aspecto físico.
a. Sexo, edad: femenino, veinte años.
b. Apariencia: es blanca y tiene contextura delgada. Su cabello es rubio y largo y
lo usa atado. Su rostro es agraciado, a pesar de que es ciega de nacimiento.
c. Vestimenta: viste en forma informal, con pantalones de mezclilla y remeras.
d. Defectos: es sumamente tímida y sólo confía en su novio y en Luther Scott,
quien la cuida.

2. Historia.

a. Lugar de origen: es rusa, pero cuando era muy pequeña, sus padres emigraron
a Rumania, donde se crió.
b. Familia, parientes, amigos: es huérfana pues sus padres murieron cuando tenía
cuatro años. No se le conocen parientes vivos. Sus amigos son Luther Scott,
quien la sacó del circo donde trabajaba, y su novio, Maurice Dupré.
c. Ambiente y educación familiar: Irina pasó la mayor parte de su vida en
orfanatos.
d. Estudios: tiene educación primaria y secundaria
e. Ocupación: se desempeñó como adivina en un circo.
f. Hechos clave de su vida: muerte de sus padres, noviazgo con Maurice.

3. Psicología.
Es tímida y reservada, a causa de las visiones que comenzó a experimentar en la
adolescencia, que la hicieron objeto de burla. Desea encontrar un hogar y por eso
Maurice es lo más importante de su vida.

4. Posición y función en el relato.


Es un personaje secundario que contribuye con sus dotes de vidente, a develar el
misterio que rodea al protagonista.

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