Está en la página 1de 3

Fundación universitaria Cervantina San Agustín

San Agustín III


Juan Pablo Linares
Agustinismo Político

El concepto de Agustinismo político pertenece a la historia de las doctrinas políticas medievales: lo


propuso H. X Arquillere1
La esencia del agustinismo político es la tendencia a absorber el orden natural en el orden
sobrenatural (pp 992 art cit) y de este modo a absorber el derecho natural del Estado en la justicia
sobrenatural y el derecho eclesiástico.
Pero vale añadir que lo propio de San Agustín es la tendencia, no las doctrinas políticas medievales
que se habían inspirado en ella, en particular la teocracia.
De este modo el agustinismo político sería no un conjunto de doctrinas cuya paternidad
incumbiría a san Agustín, sino una corriente de pensamiento secular, que los papas desde Gelasio
(492-496) habrían ilustrado en la concepción de su poder frente al poder temporal, creando así un
equívoco durante toda la Edad Media y más adelante habría permitido en particular la aparición
de la doctrina teocrática, formulada por el papa Gregorio Magno y el teólogo Isidoro de Sevilla en
el siglo VII, según el cual el poder temporal está al servicio del poder espiritual, que lo tiene en sus
manos. Aunque el príncipe recibe su poder directamente de Dios, según la palabra del apóstol es
imprescindible la mediación de la Iglesia: el papa corona y unge a reyes y a emperadores. A partir
del siglo XII, rige la doctrina de la “plenitudo potestatis pontificia”, que ya profesaba san Bernardo
en el siglo anterior, especialmente en el “De consideratione ad Eugenum papam”2
En nombre de la primacía de lo espiritual, los teóricos de la teocracia, sobre todo Gil de Roma,
transformaron su poder en poder eclesiástico, sin mucha relación con el pensamiento político de
san Agustín, tal como está expresado sobre todo en la ciudad de Dios.
La expresión de las dos ciudades se encuentran ya en “De vera religione, “Las confesiones”, “De
cathechizantis rudibus” y tiene un sentido escatológico, sin embargo los ciudadanos del cielo están
inextricablemente mezclados con los de la tierra, que no es más que una especie de sombra
proyectada de este, esta ciudad de la tierra está, a pesar de todo, enteramente trabajada por la
exigencia de la otra, que solo podrá existir en el más allá.
La ciudad terrenal se entiende desde la economía del pecado original, que constituye la clave de la
superposición de las dos ciudades. A través de esta temática cabe entender el pensamiento
político del obispo de Hipona: “También el pecado es lo que ha provocado esta desemejanza entre
buenos y malos (I, VII) y esta fractura entre las ciudades. El asesinato de Abel por Caín es su
primera figura.
Sin embargo, la ciudad de la tierra es anterior a la del cielo, ya que Caín era el primogénito de
nuestros primeros padres que, es preciso subrayarlo, lo fueron del género humano entero, de tal
modo que encontramos aquí la temática de la unidad del género humano y, por tanto, el
nacimiento del concepto universal de humanidad o para ser más exacto, lo que llama el
“universalismo cristiano” aun cuando no hay, para Agustín, una sociedad universal única, sino dos,
que son universales al menos en el sentido de que todo hombre, cualquiera que sea, es
necesariamente ciudadano de una o de otra, e incluso está predestinado bien a la una o bien a la
otra”3 esta anterioridad de Caín, que es igualmente la figura de la anterioridad del mal respecto
del bien, hace de él el fundador de una ciudad, mientras que Abel, la víctima, ajeno al mal y figura
1
En su obra L´Augustinisme politique (París 1a ed, 1934; 2da Ed 1955), que llevaba como subtitulo: Essai sur
la formation des teories plitiques au Moyen Age. En Agustin magister (t II, Paris 1954 pp 991-1001)
2
Cfr. J Quillet, Les, Clefs du pouvoir au Moyen Age, parís, 1970
3
Cfr. Ciudad de Dios, XV, 1
del ciudadano celestial, no pudo fundar ninguna, lo que da a entender que, en suma, toda ciudad
es, desde el origen fundamentalmente mala; sin embargo, esta ciudad de los santos que está en el
cielo engendra aquí en la tierra ciudadanos en quienes habita como en el extranjero hasta que
llegue el tiempo de su reinado ( De civ X, I) . En fin solo hay dos formas posibles de vida, según la
carne o según el espíritu. La primera forma de vida según el hombre es, no solo en la
voluptuosidad carnal, sino también y sobre todo en los extravíos del espíritu, en la idolatría, la
enemistad y la otra forma según el espíritu; así como el tiempo caracteriza a l ciudad del hombre ,
de igual forma la eternidad caracteriza a la ciudad de Dios. Dos amores fundaron dos ciudades: el
amor a si mismo hasta el desprecio de Dios, la ciudad terrenal; el amor a Dios hasta el desprecio de
sí mismo, la ciudad celestial4
El poder de los papas domina, en el plano temporal como espiritual, la respublica christiana. El
mismo Agustín no consideró ninguna forma de ciudad terrenal como prefiguración de la Jerusalén
celestial, ya que acentuó la división entre esta última y cualquier clase de organización humana
Paz, justicia, orden son conceptos clave de la organización social, Cicerón ya había subrayado su
importancia y que el “estado cristiano lo retomará”. Los partidarios de la teocracia, al desarrollar
el tema de una republica cristiana universal, devolvieron al mundo lo que para el doctor de Hipona
pertenencia a la escatología.
La republica cristiana es un conjunto temporal cuyo vínculo constitutivo es espiritual. Las
relaciones entre la Iglesia y el imperio se aclaran poco a poco a la luz de las que rigen las dos
ciudades agustinas mezcladas en el seno de la ciudad terrenal. El tema mismo de la mezcla podría
prestarse a confusión: que haya un poder temporal y un espiritual no podía sino confortar a los
hombres medievales en su certeza de seguir la línea del pensamiento del doctor de Hipona. Esta
es la política de Carlo magno y Otón, lo pondrán en práctica los papas Gregorio IV y Nicolás I.
En esta época se identificó la Iglesia visible con una especie de aproximación a la ciudad celestial
de Agustín, quien sin embargo había precisado que es una realidad sobrenatural. En numerosos
pasajes de la Ciudad e Dios en el libro XX, IX nos dice que la ciudad celestial la componen los
buenos cristianos, lo que no quiere decir que coincida con la iglesia visible. Por lo demás la
doctrina de la predestinación prohíbe toda interpretación de este tipo, Agustín no puede estar
más alejado de toda consideración política, en el sentido temporal del término. Sus sucesores
redujeron la ciudad de Dios a la Iglesia (…) Por otra parte se tendió cada vez más a confundir la
ciudad terrenal de Agustín (…) con la ciudad temporal y política. De ahí el dualismo de los poderes
y la constitución progresiva de la republica medieval. Como lo dice Gregorio Magno sobre la
relación entre el papa y el emperador es la de jefe espiritual de la cristiandad con su ministro
temporal. El papel primordial del reino terrenal es servir a la Iglesia; el rey cristiano, o el
emperador, cumplirá funciones ministeriales, de las que el pontífice deberá rendir cuentas a Dios.
Tal subordinación del poder temporal al poder de la Iglesia significa que el primero puede y debe
ser utilizado para los fines propios de la Iglesia y que también está bajo el control del papa,
poseedor de esta plenitud de poder que designa claramente su supremacía. Tal doctrina participa
del agustinismo político en la medida en que, torciendo el sentido de la enseñanza agustiniana,
impondrá como un deber al estado el subordinarse a los fines de la Iglesia. Es verdad que el propio
Agustín consideró necesario el recurso al brazo secular y por tanto a las autoridades civiles, para
combatir a los herejes y defender la ortodoxia; pero no convirtió dicho recurso en el pilar de su
doctrina. Gregorio Magno a principios del siglo VII y un poco más tarde Isidoro de Sevilla precisará
la verdadera función de los reyes. El reino terrenal tiene que estar al servicio del reino de los
cielos, recupera, ciertamente, la doctrina de las dos ciudades y le pone al servicio de la causa
pontificia en un sentido que Agustín no había podido imaginar.

4
Ciudad de Dios XIV, XXVIII, p 465
Bibliografía
-H. X Arquillere -L´Augustinisme politique, París 1a ed, 1934; 2da Ed 1955
- J Quillet, Les, Clefs du pouvoir au Moyen Age, parís, 1970
- Philippe Raynaud, Rials, Stephane, Diccionario Akal de Filosofía Política, Madrid, 2001
- San Agustín, Ciudad de Dios XIV, XXVIII, BAC, Madrid

También podría gustarte