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La historia de tres niñas indígenas violadas por

militares
Patricia Chandomí
TUXTLA GUTIERREZ, Chis., 20
de octubre (apro-cimac).- El 4 de
junio de 1994, tres hermanas, de
12, 13 y 14 años de edad, fueron
detenidas junto con su madre, Delia
Pérez de González, por un grupo de
militares en un retén del municipio
de Altamirano, Chiapas.

De regreso a su hogar, luego de


vender verduras en el mercado de la
comunidad, las cuatro mujeres fueron interceptadas por los soldados, quienes las
detuvieron para interrogarlas. Durante dos horas estuvieron privadas de su
libertad, lapso en el que las tres adolescentes fueron golpeadas y violadas en
reiteradas ocasiones por los militares.

Delia, la madre de las menores, fue torturada y obligada a presenciar la


violación sexual cometida contra sus hijas. Con el dolor a cuestas, Delia se vio
obligada a salir de su comunidad, culpabilizada del ataque contra sus hijas.

Dieciséis años después de la agresión de la que fueron víctimas, el gobernador


de Chiapas, Juan Sabines Guerrero, ofreció 500 mil pesos a cada una de las
hermanas para reparar el daño.

“Ninguna cantidad que dé el gobierno será suficiente para sacarnos del corazón
el daño y el coraje que se nos ocasionó”, dicen las adolescentes, cuyo rostro
refleja rabia e impotencia.
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Teléfono: 4296107 (de 9 am. a l pm). 995145917
Cuentan las tres mujeres, ahora de
28, 29 y 30 años, que la propuesta
de reparación del daño la
recibieron en agosto pasado, y el
gobernador chiapaneco les dio de
plazo de dos meses para responder
si aceptaban los 500 mil pesos
cada una, además de seguro
médico permanente, becas de
estudio para sus hijos y proyectos
productivos.

La pobreza, su compañera
permanente, les aconsejó aceptar
el ofrecimiento de Sabines, pero exigieron incluir a su madre, porque ella
también sufrió por el ataque sexual contra sus hijas, perpetrado por elementos
del Ejército Mexicano.

“En estos 16 años que ha tardado el proceso, ni en toda nuestra vida podemos
olvidar el dolor, la enfermedad y la rabia que nos causó la violación. Nunca
podremos perdonar lo que nos hicieron”, expresan las hermanas, apoyadas por
un traductor.

Y afirman que en todo este tiempo no habían aceptado hacer declaraciones


públicas, pero “ahora lo hacemos para que ninguna autoridad saque provecho de
nuestra respuesta”.

La propuesta, agregan, “es la única prueba que tenemos de que el gobierno


mexicano reconoce públicamente su responsabilidad en la violación a nuestros
cuerpos, a nuestros derechos y a nuestra dignidad; sin embargo, la
condicionamos a que también se reconozcan los daños causados a nuestra
madre”.

E insisten: “Aceptaremos la propuesta de reparación como una prueba de la


culpabilidad de los militares, pero exigimos que se duplique la cantidad ofrecida
lo más pronto posible, para resolver problemas urgentes de subsistencia”.
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El dinero, dicen, no es suficiente,
hace falta que se les haga justicia,
por lo que seguirán luchando para
que se castigue a los militares y
sean juzgados por autoridades
civiles.

El 30 de junio de 1994, las


hermanas denunciaron ante el
Ministerio Público Federal la
violación sexual de la que fueron
objeto, luego de lo cual se les
practicó un examen médico
ginecológico. La denuncia fue
ratificada el 30 de agosto, según se
desprende del informe No. 129/99 de la Comisión Interamericana de Derechos
Humanos (CIDH).

El expediente fue enviado a la Procuraduría General de Justicia Militar (PGJM)


en septiembre de 1994, luego de que el Ministerio Público se declaró
incompetente para investigar.

El 2 de julio de 1994, la Secretaría de la Defensa Nacional negó los hechos en


un boletín de prensa, en el que señalaba que de acuerdo con la investigación
realizada —y que consta en la averiguación previa A5FTA/03/94-E—, se
desprendió que la imputación a los militares era “completamente falsa”, en
virtud de que no incurrieron en infracción a la disciplina militar.

Dos años después el caso fue presentado ante la CIDH con el apoyo de la
Comisión Mexicana para la Promoción y Defensa de los Derechos Humanos y
del Centro por la Justicia y el Derecho Internacional (Cejil). El asunto sentó un
precedente en el sistema interamericano, que por primera vez reconoció la
violación sexual como tortura y determinó que el delito cometido por militares
contra las tres indígenas tzeltales fuera investigado en el fuero civil.

La CIDH admitió el caso el 19 de noviembre de 1999, y en abril de 2001 señaló


al Estado mexicano como responsable por la violación a varios derechos de la
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Convención Americana de Derechos Humanos. Asimismo, le recomendó que


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investigara los hechos completa, imparcial y efectivamente en la jurisdicción

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penal ordinaria mexicana,
para determinar la
responsabilidad de los
militares, así como la
reparación del daño, y
que el caso se turnara a la
justicia civil.

Nueve años después, la


recomendación no se ha
cumplido. El caso está
archivado en la justicia
militar desde 1996, so
pretexto de que las víctimas no cooperaron con las indagatorias y los
peticionarios ante la CIDH mostraron desinterés.

De acuerdo con el Estado mexicano, no se cumplieron las diligencias necesarias


para continuar con las investigaciones y por ello decidió cerrar el caso.

Las hermanas González, en tanto, consideran que la propuesta de Sabines no


significa el cumplimiento de la recomendación de la CIDH, puesto que
únicamente se enfoca a la reparación del daño, pero falta señalar y castigar a los
culpables de la violación, además de trasladar la investigación al fuero civil.

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Indígenas violadas por militares exigen a
Calderón desagravio público
Gloria Leticia Díaz
MÉXICO, D.F., 4 de octubre
(apro).- Valentina Rosendo Cantú,
la indígena mep’haa (tlapaneca)
que fue abusada sexualmente por
miembros del Ejército Mexicano
en 2002 y que ganó el litigio que
emprendió contra el Estado
mexicano, solicitó al presidente
Felipe Calderón que, en
desageravio, visite su comunidad
y en un acto público acepte que ella tenía razón.

“Quiero que el presidente (Felipe Calderón) vaya a mi comunidad, que yo esté


junto a él y diga a todos que yo tenía la razón, que yo no mentí, porque a mí me
violaron militares”, afirmó.

El viernes 1 de octubre, la Coidh emitió dos sentencias en contra de México por


violar tres tratados internacionales de derechos humanos –la Convención
Americana de Derechos Humanos, la Convención Interamericana para Prevenir,
Erradicar y Sancionar la Tortura y la Convención Interamericana para Prevenir,
Erradicar y Sancionar la Violencia contra la Mujer— en perjuicio de Valentina
Rosendo e Inés Fernández Ortega.

Como se narra en la edición número 1770 de la revista Proceso, actualmente en


circulación, en el año 2002 ambas mujeres fueron agredidas sexualmente por
soldados en las comunidades indígenas de Acatepec y Ayutla, en el estado
Guerrero. Sus casos fueron investigados en la Procuraduría de Justicia Militar,
donde permanecen en la impunidad, de ahí que las dos mujeres recurrieran a
instancias internacionales en busca de justicia.
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Tras difundirse el sentido de las
sentencias de la Coidh, Valentina
contó a Apro cómo recibió la
noticia de la condena: Emocionada,
dijo que a las 16: 30 del viernes 1
de octubre, Alejandra Nuño le
notificó por teléfono que la Corte
ya había emitido su fallo:

“Yo iba para mi casa cuando me


llamó Alejandra; me dijo que me
iba a volver a llamar en la noche
porque no sabía qué había salido.
Llegué a mi casa y me puse a
llorar, estuve recordando todos los
momentos difíciles que he vivido
durante estos ocho años, yo decía
‘Diosito dame valor para yo poder
aceptar sea lo que sea’.”

Cuando se enteró que el fallo del


tribunal interamericano había sido
a favor de Inés y de ella, todo
cambió: “Me puse muy feliz; mi
corazón no cabe de alegría de saber que ya salió la verdad.”

Valentina señaló que lo más importante es que después de ocho años de buscar
la justicia, ahora “el gobierno tiene que reconocer que se equivocó con dos
mujeres indígenas”; y recordó que sus casos como mujeres agredidas
sexualmente por soldados no son los únicos, pero sólo ella e Inés se atrevieron a
denunciar.

La indígena de 24 años recordó que haber alzado la voz en contra de los


militares agresores tuvo consecuencias terribles para ella e Inés: Ambas tuvieron
que salir de sus comunidades; han sido hostigadas y amenazadas; sus hijas han
estado en riesgo de ser secuestradas; en el caso de Inés, un hermano suyo fue
asesinado; y a Valentina su esposo la abandonó.
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Valentina resaltó que sus padres
también fueron amenazados y que
ella tuvo que salir de su comunidad
ante la discriminación de que fue
objeto, era llamada la “mujer
violada”, la “mujer de los
guachos”.

Por eso, apuntó, la disculpa pública


que tiene que dar el Estado por
haber violado sus derechos
fundamentales tiene que ser en su
comunidad: “Ahí fue donde el
Ejército hizo más daño; yo no he
podido regresar por culpa de los
guachos y mi hija no ha crecido
entre su gente por los guachos.”

Abel Barrera, director del Centro


de Derechos Humanos
Tlachinollan, organización que
defendió a Valentina e Inés, resaltó
que convocará a personalidades de
la academia, defensores de
derechos humanos nacionales e
internacionales interesados en el cumplimiento de las sentencias para que
presionen y las sentencias se cumplan lo más pronto posible.

“La principal intención es que lo que ocurrió con Valentina e Inés, y que pasa en
todo el país a partir de que el gobierno de Felipe Calderón apostó por la
militarización de la seguridad pública, no vuelva a ocurrir”, puntualizó Barrera
Hernández.

Agregó que el viernes pasado el subsecretario de Asuntos Jurídicos y Derechos


Humanos de la Secretaría de Gobernación (Segob), Felipe Zamora Castro, se
comunicó con él para acordar los términos del cumplimiento de la sentencia.
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MÉXICO

La violencia de género Hits Detrás de la


Noticia
Por Daniela Pastrana *

CIUDAD DE MÉXICO, 21 sep,


2010 (IPS / TerraViva) - Amalia es
una niña de indígenas mayas de una
comunidad rural en el sur de
Quintana Roo, en la costa caribeña
de México. Ella tiene 11 años, y en
agosto se convirtió en la madre más
joven en el país cuando dio a luz a
una niña, de 51 cm de largo y
menos de tres kilogramos justos.
Incluso antes de que naciera, Giovanni perdió su derecho a ser
mencionado como una niña.
Amalia fue violada cuando tenía 10
Crédito: Daniela Pastrana / IPS
años, supuestamente por su
padrastro. Ella no tiene la opción de terminar el embarazo, porque por el
momento se supo que estaba embarazada ya era demasiado tarde para un aborto
legal.

Su caso pone de manifiesto el gobierno de los fracasos en el tratamiento de la


violencia contra las niñas, un fenómeno que se pasa por alto debido a los otros
muchos tipos de violencia que azota a México, como la epidemia de asociados
asesinatos, drogas, y las violaciónes de los derechos humanos atribuidas a la
policía y militares .

Amalia "representa una acumulación de exclusiones sociales: ella es una mujer,


un niño, indígenas y pobres," Martín Pérez, ejecutivo del director de la Red por
los Derechos del Niño en la México, que reúne a más de 50 pro niño
organizaciones,-le dijo a Juan TerraViva.

"Le tomó más de 20 años para mí que admitir lo que había sucedido;. Es algo
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que nunca perdonará que acaba de aprender a vivir con él," 35 años de edad,
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profesional de la Ciudad de México-dijo en una IPS. Ella fue abusada


sexualmente por un tío cuando tenía la edad de Amalia.
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En este país de América
Latina de 108 millones de
personas, hay 18,4 millones
los niños y 17,9 millones de
niñas menores de 18 años.
La violencia contra los niños
ocurre en un tercio de los
hogares, a pesar de las
numerosas instituciones de
todo el país encargadas de la
protección de su bienestar.

Un UNICEF (Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia) estudio ubicó a


México segunda maltrato de los niños, después de Portugal, entre los 33 países
miembros de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos
(OCDE). La tasa de mortalidad atribuida a este fenómeno es de 30 muertes por
cada millón de menores de edad.

Según UNICEF, una gran parte de esto, sexual y psicológica violencia física y
el abandono permanece oculto, ya veces se acepta socialmente.

Y mientras que este delito se denuncia, hay menos información aún sobre las
diferencias en los malos tratos por motivos de género. "Hay una invisibilidad
estadística que nos impide obtener una imagen clara del problema", dijo Pérez.

Varios estudios recientes proporcionan datos aislados de un rompecabezas


incompleto. Por ejemplo, la más reciente Encuesta Nacional sobre Salud y
Nutrición de los informes de seis embarazos por cada 1.000 niñas de 12 a 15, y
101 por 1.000 en las edades de 16 a 17.

En Quintana Roo, estado el secretario de Salud, Juan Carlos Azueta, dijo que en
2009 5.500 embarazos en la adolescencia se informó, el 16 por ciento de los
cuales fueron el resultado de la violación - una parte en línea con la media
nacional.

"Amo a mi hija, pero nunca he sabido cómo tratar con ella. Ella me exaspera, y
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yo estoy a menudo injusto para ella", admitió Gloria, una madre de tres niñas, la
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mayor que nació después de que
ella fue violada en la edad de 15
años por un hombre casado.

"Hay algo en ella que me


recuerda a cómo quedó
embarazada, y nadie me enseñó
cómo ser una madre o cómo hacer
frente a esta memoria en el
interior", dijo la madre abusiva,
que vive en Atizapán, en las
afueras de la Ciudad de México.

"La Infancia Cuenta" (Counts/2009 Infancia), una basada en web, herramienta


de monitoreo y publicación de la Red para los Derechos de la Infancia en
México dedicada a las niñas, afirma que "hay grupos específicos de mujeres que
se encuentran marginados del sistema educativo", tales como las madres
adolescentes o niñas con discapacidad o indígenas, niñas y adolescentes.

De acuerdo con Nacional de México Instituto de Estadística y Geografía, 180


500 madres adolescentes, entre 12 y 18, no han completado su educación básica.
Las niñas tienen mayores tasas de asistencia escolar de los niños hasta la edad de
16 años, cuando la balanza comienza a punta, en parte debido a los embarazos
precoces.

"A los 15, me escapé de casa con el hombre que ahora es el padre de mis hijos,
pero las cosas fueron aún peor para mí", Citatli, ahora tiene 45 años y una
abuela, dijo a IPS. Ella vive en un barrio de bajos ingresos en la parte oriental
de la zona metropolitana de la Ciudad de México.

Tenía dos hijos en el momento en que ella tenía 17 años, "y el más joven nació
prematuramente después de que fue golpeado", dijo. "Siempre he estado
rodeado por la violencia. De mi madre, mis hermanos, mi primer marido, y
ahora de mis hijos." Su única esperanza es que sus cinco nietos "no salen de esa
manera."
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En México, los actos de violencia contra las niñas, adolescentes y mujeres se


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basan en una construcción
social que supone que los
hombres son superiores,
varias fuentes consultadas
por TerraViva acordado.

"Hemos hecho algunos


progresos limitados, con una
ley federal (contra la
violencia de género) y las
leyes locales en todos los
estados, pero no hemos visto
cambios fundamentales", dijo
Axela Romero, directora de Salud Integral para la Mujer. "Una cultura en la que
lo masculino se pone por encima de lo femenino prevalece."

Giovanni, un año de edad, niña de nueve años que vive en el violento barrio de
la Ciudad de México de la Penitenciaria, sabe todo acerca de eso. Ella tiene lo
que es tradicionalmente el nombre de un niño, porque cuando su madre estaba a
punto de dar a luz a su hijo primogénito, perdió el embarazo debido a "un susto"
cuando el padre se involucró en una pelea. Así que el nombre fue a la niña,
cuando ella nació.

"Odio la violencia, y lo odio aún más cuando los hombres beben", dijo
Giovanni TerraViva.

Años de horribles asesinatos sin resolver de la mujer - conocido como


"feminicidios" - puso Ciudad Juárez, en la frontera norte de México, en el mapa
mundial. Al menos 800 mujeres han sido torturados y asesinados en los últimos
16 años, según datos oficiales incompletos.

Mientras tanto, en algunos estados de la República, las leyes son más duras para
las mujeres que se someten a abortos que en los violadores que los impregnados.

Según las encuestas del gobierno, más del 60 por ciento de los adolescentes
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varones creen que es responsabilidad exclusiva de la mujer a tomar precauciones


contra el embarazo, y por lo menos una quinta parte de los estudiantes han sido
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testigos de los incidentes en
sus escuelas, en un rincón,
donde uno o más niños tocó
en forma inapropiada a una
chica sin su consentimiento.

Pero esos incidentes, al igual


que otras formas de agresión
contra las niñas, están
igualmente abandonados en
un rincón.

* Este artículo fue publicado originalmente por IPS TerraViva con el apoyo de
UNIFEM y el Fondo Holandés ODM3. (FIN)

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