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HARUCHIKA NOGUCHI

EL CUERPO,
SU ESTADO Y LA
ESPONTANEIDAD

ZENSEI
ÍNDICE

I Los Principios de una Vida Saludable........................................... 2

II KATSUGEN UNDÔ...................................................................... 17

Poniendo el cuerpo en orden ................................................. 17

Cómo provocar el katsugen undô .......................................... 25

Reacciones al Katsugen Undô ............................................... 28

III KI Y YUKI................................................................................... 32

El Ki que mantiene la forma de los seres vivos..................... 32

Cómo hacer Yuki .................................................................... 35

ZENSEI PUBLISHING COMPANY


TOKYO
JAPAN

© AKIKO NOGUCHI 1984

PRINTED IN TOKYO. Second printing 1985

TRADUCCIÓN: LUIS CRESPO ARCÁ

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I Los Pr incipios de una Vida Saludable

Me gustaría discutir los principios de una vida saludable, pero no voy a sugerir cómo
alimentarse o cuantas horas se debe dormir. Tampoco voy a hablar acerca de higiene,
medicina o asuntos similares. Mi preocupación no se centra en cómo funciona el estómago
o cómo late el corazón. Probablemente ustedes saben más de estos asuntos que yo.
Hablaré de aspectos del cuerpo que no pueden ser entendibles completamente en los
términos de nuestro conocimiento académico actual. Por ejemplo, aunque los estudios
científicos pueden decirnos que tenemos un corazón, un estómago y otros órganos dentro
de nuestro cuerpo, no pueden determinar cuándo alguien está enamorado o cuándo está
endeudado. Así, cuando estamos endeudados, las comidas no saben bien y nuestro
aspecto es sombrío. Y, cuando estamos enamorados, las comidas saben mejor que de
costumbre y nuestro corazón late más rápido al encontrarnos con la persona amada. Así
que no se puede decir que no existe relación entre nuestros órganos internos y los
problemas del corazón o de la mente. No importa cuantos cuerpos se diseccionen o cuán
afanosamente se estudie la técnica de los rayos X, se será incapaz de establecer esas
correlaciones. En la vida hay cosas que no se pueden conocer a través de disecciones o por
separar el cuerpo en partes. De hecho, es por obrar así por lo que desconocemos qué es lo
más importante para facilitar a la gente el que lleven una vida saludable. Por ejemplo, un
telegrama puede despejar instantáneamente a alguien borracho, aunque la razón
fisiológica de tal fenómeno sigue siendo desconocida.

Actualmente se han puesto de moda teorías concernientes al estrés y las reacciones


mentales al mismo. Como resultado se está volviendo claro, académicamente, que las
funciones mentales afectan al cuerpo en diversas formas; aunque el Sr. A, por ejemplo,
puede odiar a la Sra. B, amar a la Sra. C y no prestar atención alguna a la Sra. D, no
importa cuán exhaustivamente se diseccione el cerebro, las razones para este tipo de
fenómeno no podrán ser determinadas. Todo lo que podemos saber es que un hombre
responde en formas diferentes ante mujeres diferentes. Pasará mucho tiempo antes de que
los estudios académicos puedan aplicarse de un modo útil a nuestra vida cotidiana.

Estímulos iguales provocan reacciones diferentes en individuos diferentes. Una persona


puede descubrir que su apetito aumenta cuando está enamorado, otra puede descubrir que
es su corazón, en lugar de su estómago, el que se ve afectado. De igual modo, el mismo
tipo de tensión puede provocar reumatismo en una persona y diabetes en otra. ¿Cuál es el
origen de estas diferencias? La Humanidad es un conjunto de individuos, algunos de los
cuales son aficionados a comer pescado y otros, patatas. Algunos tienen corazones tan
fuertes que no se ven afectados incluso por deudas de un millón de euros, mientras que
otros empalidecerán y presentarán ansiedad ante deudas de diez euros o incluso de uno
solo. Las tendencias físicas de cada persona son diferentes y, a menos que uno tenga esto
claro, no se podrán comprender los problemas de cada uno de los individuos. Así que
hablaré de lo que se puede denominar como la filosofía de la vida que he obtenido tras
cerca de cuarenta años de experiencia guiando a personas que están vivas, y que no
pueden ser entendidas como generalidades.

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Ayer, mi hijo oyó unas ideas sobre la disentería durante una clase de higiene y salud en el
colegio, y me dijo, “Ahora tengo miedo incluso de beber agua o de tomar dulces” Le
pregunté, “¿Pero por qué estabas bien hasta ahora cuando tomabas dulces? Y hasta hoy
has estado bebiendo agua sin coger la disentería, ¿verdad?” Pensó en ello seriamente un
instante y me contestó, “olvidé algo muy importante: que estamos viviendo. Eso significa
que poseemos las funciones necesarias para mantenernos con vida: poder de resistencia, la
habilidad para protegernos a nosotros mismos, etc. Tan sólo cogemos la disentería cuando
nuestra fuerza vital se debilita” Mi hijo no es la única persona en olvidar que estamos vivos.
La mayoría de la gente hoy día lo hace. Es bueno usar nuestro conocimiento de la
enfermedad y su prevención, pero si ese conocimiento nos hace temerosos, nuestras
funciones vitales disminuyen. Es lo mismo que cuando nuestro conocimiento de las
necesidades de nuestro cuerpo para su correcta nutrición nos conducen a no comer nada,
salvo comida nutritiva por miedo a una alimentación deficiente. Sin embargo, desde sus
comienzos, el ser humano ha ido ampliando el número de alimentos que toma, de forma
que es capaz de vivir en cualquier lugar del mundo ampliando así su esfera vital. A pesar de
esto, es cierto que la actual ciencia de la dietética ha reducido la lista de alimentos
[adecuados] diciendo que esto es bueno o aquello es malo para el cuerpo. Se supone
incluso que el comer comida ácida vuelve ácida nuestra sangre y que tomar alimentos
alcalinos la vuelve alcalina; por ello nos dicen que, puesto que la sangre es alcalina en
condiciones normales, debemos tomar alimentos alcalinos. Pero pensemos un poco más
profundamente: incluso aunque el estómago esté lleno de comida nutritiva, morimos
inmediatamente si nos cortan la cabeza. El aire es, obviamente, esencial para vivir, pero
incluso aunque hay el suficiente alrededor de la tierra, la gente continúa muriendo. No es el
aire o la comida lo que nos mantienen con vida, ni siquiera la mente o el espíritu. Morimos
incluso cuando tenemos intención de vivir, y a veces seguimos viviendo cuando ya estamos
preparados para aceptar la muerte. Al principio vivimos en el útero sin huesos ni nervios;
incluso los espermatozoides no son sino formas cristalizadas de vida. Así que no es por el
cuerpo por lo que vivimos. La gente no vive porque tenga cuerpos en buena forma o tome
alimentos adecuados. Estamos vivos por otro motivo. Pero mucha gente piensa que la vida
depende del cuerpo, de los alimentos o de tener aire. Piensan que se volverán saludables si
eligen cuidadosamente la comida que comen, si respiran aire puro, si vuelven sus cuerpos
más fuertes a través del ejercicio físico o si fortalecen su mente y espíritu. Pero la realidad
de hecho es muy diferente.

Si se toman estos aspectos parciales de la vida como objetos con los que luchar ferozmente,
nos desviamos del sendero de una vida saludable, y lo mismo se puede decir de nuestra
actitud hacia el tratamiento de las enfermedades. Los especialistas de corazón, por ejemplo,
tan sólo estudian el corazón, y los especialistas de estómago tan sólo estudian el estómago.
Creen que el cuerpo humano es una suma de partes inconexas, y que si reúnen sus
conocimientos acerca de cada una de las partes pueden hacer saludable a las personas.
Pero el hombre no es algo que se haya hecho por el ensamblaje de partes diferentes. Un
ser humano no es una cosa que se haya creado a partir de reunir un estómago, corazón,
pulmones y torso, cabeza y extremidades. En su origen, el ser humano era una única célula
reproductora, y antes de eso había algo más trabajando. Por la absorción de nutrientes de
fuentes diferentes ese algo se desarrolló; el estómago, el corazón y el resto de los órganos,
básicamente, son lo mismo.

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Así que debemos pensar en su origen como único. Consecuentemente, el decir que alguien
tiene un corazón fuerte o un estómago débil o cualquier otra cosa mal, es tan sólo una
manera de hablar y es por ello que se está equivocado al decir que alguien tiene mal el
estómago. Cuando éste se queja tan sólo está manifestando el trastorno que existe en todo
su cuerpo. Incluso asuntos como un fracaso en los negocios o un desengaño amoroso se
suelen manifestar como problemas estomacales. Así pues, no importa hasta que punto se
considere el estómago como un adversario y se estudie el modo de curarlo, este no se
recuperará. A menos que se empiece a considerar el cuerpo como un todo único e
interdependiente, no se conseguirá que el estómago funcione adecuadamente.

En mi juventud empecé a guiar a la gente hacia la salud a través de lo que ahora


denominamos como seitai sohô y el katsugen undô, aunque en aquella época no tenía
conocimiento alguno de medicina o de la estructura anatómica del cuerpo. No sabía nada
de fisiología o nutrición y aún así era capaz de conseguir que la gente estuviera saludable.
En cierto modo se asemejaba a rascarse una picazón y comprobar que desaparece, aun no
sabiendo el porqué.

¿Cuales eran las bases de ese proceso de cambio? Me preguntaba a mí mismo el porqué
los seres humanos estamos vivos y qué se debería hacer para activar su ki (energía vital) Me
limité a observar esta vitalidad natural, el ciclo de concentración y dispersión del ki, y la
empleé para invitar a salir, por así decir, a la que yace oculta en todo ser humano, siendo
este mi único propósito. Mi objetivo sigue siendo el mismo hoy día. Durante estos años he
podido ver a personas que no fueron capaces de sobrevivir, no importa las acciones
empleadas con ellas, y he visto a otras vivir saludablemente sin haber sido tratadas. He
pensado mucho en las razones de este fenómeno. Así pues mi conocimiento deriva de
haber observado detalladamente, durante más de cuarenta años, los cuerpos de cada una
de las personas que han venido a visitarme. Me he limitado a observar y pensar sobre el ki
natural inherente a cada persona y los cambios corporales que les provoca.

Es como una peonza que tan sólo se mantiene en pie mientras está girando. Podemos
estudiar la peonza como queramos pero es obviamente imposible que permanezca en pie
por sí misma y, aunque desconozcamos porqué permanece en pie mientras gira, cuando el
giro decrece le es imposible mantenerse en pie. De modo que observando el modo en que
permanece en pie podemos comprender el modo en que esta fuerza [el giro] actúa. He
aprendido que es sólo por el ajuste de este giro, por así decir, en la vitalidad natural que se
puede mantener saludable el cuerpo. Esto es todo lo que sé. Así que mi idea de qué es lo
que tiene sentido en el vivir diario de un ser humano es bastante diferente de las ideas que
uno aprende de los libros. La diferencia se debe a que mi conocimiento no proviene de
examinar al ser humano desde el “exterior” sino que deriva de observar qué está trabajando
en el interior de su cuerpo, ese algo que no puede ser visto.

Hay personas que cogen un resfriado tras mojarse durante una tormenta, otras deciden
tomar duchas de agua fría y dicen, “así es como se previenen los resfriados.” El agua es la
misma en todas partes y parece algo extraño que pueda provocar un resfriado en una
persona y no en otra. Tomemos la comida: algunas personas padecen hambre hasta llegar
a morir mientras que otras practican el ayuno en la creencia de que se volverán más sanas
si no comen.

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La misma cosa puede dañar el cuerpo o puede hacer surgir de él su capacidad de
resistencia: el resultado difiere en función de cómo varían las condiciones mentales y físicas
de los individuos. Incluso alguien con un cuerpo robusto podrá coger un resfriado tras darse
una ducha de agua fría si su estado mental se ha debilitado; y aunque la mente es
adaptable, se puede coger un resfriado si el cuerpo es débil. Cuando tanto cuerpo como
mente están firmes se estará sano, se haga lo que haga. Así pues una vez que el cuerpo se
ha vuelto sano, si el estado mental es firme, no habrá que diferenciar entre lo que es bueno
y malo para el cuerpo, y podremos emplear ambos extremos para mantenernos en buenas
condiciones. Cuando uno piensa en términos de qué es bueno o malo para el cuerpo, es
porque el cuerpo no es fuerte o porque la mente no está firme. En otras palabras, si se está
pendiente de lo que es bueno o malo, el cuerpo y la mente carecen de plenitud.

En el momento en que nace un ser humano, ya ha vencido a millones de rivales, así que no
hay nadie que no tenga por naturaleza un cuerpo sano; todo el mundo está esencialmente
sano. El cuerpo y la mente funcionan inseparablemente con este cuerpo, así que no hay
mente o espíritu que no estén llenos de vida. Pero para engañarnos a nosotros mismos nos
buscamos diferentes excusas y, como resultado, nos hacemos de menos y, sin darnos
cuenta de que estamos poniendo a dormir nuestras capacidades innatas para mantenernos
sanos, nos auto convencemos de que somos débiles y echamos la culpa a nuestro medio,
la comida que tomamos o las horas que dormimos; somos ignorantes de que la verdadera
responsabilidad recae en nosotros mismos. Es el propio individuo quien divide las cosas en
las que son buenas y las que son malas.

Cuando comemos algo malo vomitamos: ya fuese que la comida no era apropiada para el
cuerpo o que estuviera en mal estado. No hay duda de que el vomitar es un acto de
defensa propia por parte del estómago y que debemos dar gracias de que funcione tan
bien. Pero tendemos a suponer que debe estar enfermo cuando vomitamos, y por ello nos
apresuramos a cortar la ingesta de alimentos, tomamos diversos medicamentos intimidando
así al estómago, por lo general. ¡No es extraño que no pueda trabajar de buena gana!
También interferimos con el cuerpo cuando éste está trabajando vigorosamente. El cuerpo
no desea que un virus pernicioso crezca por lo que se vuelve febril, pero lejos de dar
gracias por que trabaje tan eficazmente, nos asustamos y nos lanzamos a bajar su
temperatura. El cuerpo está intentando crear un medio ambiente inhóspito para el virus
pero todo lo que hacemos es interferir o intentar suprimir su trabajo. Así, mediante la
diarrea, el cuerpo se limpia rápidamente; o cuando en la piel aparece un salpullido es
porque el cuerpo está intentando limpiarse rápidamente. ¡Imagine lo que ocurre cuando
estas acciones naturales del cuerpo son suprimidas! Pero hoy día se piensa que este tipo de
aproximación es el modo en que se curan las enfermedades o que es la base para vivir una
vida saludable.

Tomemos la enfermedad: incluso si esta actúa de modo que trastorna el cuerpo, la


podemos emplear para iniciar una acción que conduzca a la renovación. Uno se puede
echar encima agua fría para calentarse, de modo que no esté pensando tan sólo en tratar
de evitar la enfermedad, sino que la puede emplear como una forma de mantener su salud.
De hecho, podemos emplear la enfermedad como una suerte de mensajero para saber
cuales son los puntos débiles del cuerpo. Si nunca se piensa en utilizar la enfermedad en
este modo y tan sólo nos centramos en “me tengo que curar”, se puede caer en la ilusión
de que incluso las funciones saludables y propias del cuerpo son signos de debilidad.

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Si nos herimos, duele ¿no es cierto? Si duele es porque las fuerzas del cuerpo se están
reuniendo en esa zona, se están activando vínculos a través de todo el cuerpo y el cuerpo
se está curando. El dolor, la fiebre, la diarrea, todas ellas son actividades de recuperación.
Cuando se dice que estas manifestaciones son peligrosas, olvidando que ha sido uno
mismo quien ha forzado al cuerpo a una situación en la que ha tenido que tomar medidas
de emergencia, es porque se piensa que estas actividades son malas y tan sólo queremos
alejarnos de ellas tan rápido como nos sea posible y curarlas como sea. Pero si cesamos de
pensar en esta forma, la enfermedad nunca nos afligirá. Así pues el punto de partida está
equivocado. Se debe a que tan sólo se está mirando hacia el estado de estar enfermo y no
a los trabajos del propio cuerpo.

Cualquiera que sea el método de mantenimiento de la salud el mensaje es, “si hace esto,
no tendrá trastornos físicos” y como consecuencia todo el mundo deja de hacer las cosas
que trastornan el cuerpo. Piensan que esta es la forma de mantenerse sanos. El tabaco es
perjudicial, por lo tanto se deja de fumar. El alcohol es perjudicial, por lo tanto se deja de
beber. Pero si se sigue esta línea de pensamiento incluso la comida, que es beneficiosa
para el cuerpo, es dañina si toma en exceso; también el trabajar en exceso puede dar
resultados no deseados. La gente tiende a echar la culpa meramente al haber hecho tal o
cual cosa, pero nunca piensan que ha sido su exceso de auto protección la dañina. Pero
aunque he dicho que el exceso es malo, en realidad se trata de un asunto relativo. Este
trozo de tiza que sostengo tan fácilmente en este instante puede tener un peso descomunal
para una hormiga. Aunque uno diga “ligero” o “pesado” al final tan sólo depende del
cuerpo.

De modo que si pudiéramos cultivar nuestro poder innato, los límites de nuestras
capacidades podrían cambiar paralelamente. En otras palabras, hay otra forma de entender
la vida en la que no tenemos que obsesionarnos sobre lo que es bueno o malo para la
salud. Quizá esté pensando en alguien que se entrega a cualquier cosa dañina para su
cuerpo en la creencia de que ese el camino para estar saludable. Consideremos lo
siguiente: un coche no se puede mover si no existe fricción. Por supuesto que con un exceso
de fricción el coche tampoco se mueve, pero cuando hay ausencia de la misma, como en el
caso del hielo, las ruedas giran rápidamente y el coche no puede moverse hacia delante un
ápice. Resbala porque el hielo no proporciona superficie de fricción por su textura. Las
ideas modernas sobre el mantenimiento de la salud se están dirigiendo hacia un
enmarañamiento inútil. Si creemos que el mantener la salud implica eliminar del mundo
todo lo que es dañino para el cuerpo de los humanos y actuamos consecuentemente,
nosotros y nuestros semejantes seremos cada vez más y más débiles, aunque estemos
intentando estar más sanos. Pero una vez que consideramos los trastornos corporales, la
recuperación y el volverse cada vez más fuerte como la manifestación de un proceso
singular que incorporar a nuestras vidas, habremos encontrado el camino para vivir
plenamente. El tipo de persona que vive categorizando las cosas en función de si le
mantendrán sano o le provocarán enfermedades, aceptando tan sólo las cosas buenas y
evitando las malas, no puede decir que está en posesión de una buena salud. Más aún: el
simple hecho de pensar en estos términos demuestra que ha perdido su ki innato. A menos
que se abandone el pensar en términos de bueno y malo, asimilando ambos en uno mismo,
y haciendo que la mente viva de este modo, no se podrá estar sano.

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Cualquier animal vive tomando los cambios externos como estímulos y adaptándose a ellos.
La adaptación significa vivir cambiando las formas o funciones del cuerpo para adaptarse
al medio ambiente. Tan sólo los humanos consideran que el principio de una vida
saludable consiste en adaptar el medio ambiente a sus necesidades. Por esta razón hacen
continuos esfuerzos por cambiar el medio ambiente.

A fin de llegar a este lugar rápidamente he venido en coche en lugar de haberlo hecho
andando. Cuando acomodamos nuestras vidas continuamente a esta manera de hacer,
nuestras piernas se vuelven más débiles gradualmente, y cuanto más débiles se vuelven,
más esfuerzos hacemos para evitar caminar. Pongamos el caso de los alimentos: hemos
hallado la forma de hacerlos más digeribles hirviéndolos, horneándolos y aderezándolos.
Pero ahora, a menos que les hagamos alguno de estos procesos, encontramos dificultades
para digerirlos; el estómago se ha adaptado a esta situación. El siguiente paso será que la
naturaleza del estómago se vuelva tal que no pueda digerir la comida a menos que se
tomen medicamentos digestivos. Pero si uno busca digestivos que tomar, pronto se
encontrará en la situación en que por sí mismos tampoco serán capaces de que la
asimilación de la comida vaya bien.

Así pues, cada vez que adaptamos el medio a nuestra conveniencia, surge la necesidad de
hacer nuevas mejoras y por ello nos hacemos más débiles. La razón de esto es que nosotros
también somos una parte de la naturaleza y que no nos hemos desligado de la condición
natural que es la adaptación, por medio de la cual el estado y funciones del cuerpo
cambian de acuerdo con las circunstancias. Debemos darnos cuenta de que no es porque
hayamos perdido esta habilidad natural de adaptación que el cuerpo se haya vuelto débil,
sino por el hecho de que la poseemos.

Consideremos qué cosas son necesarias para llevarnos a vivir saludablemente. Lo primero
que debemos hacer es romper el “invernadero” que hemos construido a nuestro alrededor
por medio del concepto humano de dividir las cosas en buenas y malas, aceptando tan sólo
las buenas y evitando las malas. La gente que compra objetos de arte los guarda
cuidadosamente en urnas de cristal. Nosotros tratamos de mantener el cuerpo del mismo
modo, creando un medio ambiente en el que no nos veamos afectados por los cambios
externos. Se piensa que este es el modo en que se mantiene la salud, suponiendo que nos
volveremos más fuertes de este modo. Si actuamos así pronto nos encontraremos con que
no somos capaces de estar tranquilos a menos que llevemos desinfectantes cuando
paseamos, o que no seremos capaces de comer a gusto a menos que haya una luz
esterilizante encima de nuestras cabezas. Si seguimos viviendo con esta idea de rechazar lo
malo yendo tan sólo en busca de lo bueno llegaremos, finalmente, a alcanzar el punto en el
que sólo podremos vivir de este modo. Pero no es así como las personas se volverán
saludables realmente.

El siguiente problema es el modo de pensar en que, cuando algo va mal en el cuerpo, se


hace la vista gorda sobre la forma descuidada en que se le ha tratado, echándole la culpa
a cualquier otro motivo. Por añadidura, no hacemos nada y nos apoyamos en otras
personas, con la esperanza de que arreglen nuestro cuerpo. Así aparecen las quejas de que
la persona que nos ha tratado no es competente o como se la quiera calificar, sin
considerar nunca que es nuestro propio cuerpo el que se ha vuelto como un almacén de
trastos viejos al que estamos usando de un modo torpe.

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Olvidamos que somos nosotros mismos los únicos responsables de mantener nuestro
cuerpo en orden y que somos nosotros quienes tenemos la fuerza para volverlo fuerte.

Pongamos el ejemplo de mojarnos: si alguien nos tira agua fría, cogeremos un catarro,
pero si es uno mismo quien se arroja agua fría no lo cogerá. Pasa lo mismo con el ayuno.
Si, deliberadamente, uno se refrena de comer no se morirá sino que se volverá más
saludable; pero si no se come porque no hay comida, se morirá. El hecho crucial está
simplemente en si “quiero” o “no puedo” comer: Es tan sólo esta diferencia entre actuar de
motu propio o hacerlo como resultado de una presión externa lo que hace que se vaya en
un sentido u otro. Incluso con una misma acción las condiciones inherentes difieren.
Debemos usar nuestra inteligencia y fuerza propias para vivir con plenitud.

Pero hay gente que no puede actuar según sus deseos. Cuando la espina dorsal está fuerte,
surgen las condiciones que propician la acción. Hablando fisiológicamente, la acción de
hacer algo surge en la cabeza, se transmite a lo largo de la médula espinal hacia los
nervios de la columna que, a su vez, estimula los músculos del esqueleto contrayéndolos,
produciendo así el movimiento. Por ello, cuando la espina dorsal se vuelve débil, incluso
aunque la voluntad de hacer algo surja en la cabeza no se transmite la señal a las
extremidades del cuerpo. Alguien podría decir: “De acuerdo” cuando se le solicita que
haga algo pero no se moverá un ápice. Piensa en lo que tiene que hacer y se cansa tan
sólo de pensarlo, no haciendo nada en absoluto. Pero cuando la espina dorsal está fuerte
no se sentirá bien a menos que haga algo. Cuando la médula espinal posee un exceso de
vigor existe una tendencia a hablar o actuar excesivamente a la ligera, diciendo o haciendo
cosas que realmente no se quería decir o hacer. Así pues, la espina dorsal es la base de
nuestras acciones. La gente suele decir, “me temo que tengo poca voluntad” pero de hecho
no es un problema de voluntad. Si se las examina con detalle, se observará que las médulas
espinales de este tipo de personas carecen de fuerza. La fuerza en la columna se manifiesta
naturalmente cuando uno actúa por voluntad propia: es así como estamos hechos los seres
humanos. Pero cuando uno actúa bajo las órdenes de otra persona, debe llevar a cabo la
acción antes de que la fuerza se manifieste en la espina dorsal. Es por esto por lo que uno
no consigue hacer las cosas igual de bien que cuando actúa por voluntad propia y por lo
que se cansa fácilmente. Así, por ejemplo, cuando la gente va a esquiar escalan pendientes
cubiertas de nieve incluso aunque lleven pesadas mochilas a sus espaldas. Pero si alguien
les ordenara subir las mismas pendientes, las mochilas serían opresivamente pesadas y la
nieve desagradablemente fría. Así que si se trata el tema de si se tiene una voluntad débil, o
de si una persona no actúa según sus deseos, como un problema de voluntad consciente, y
si uno hace repetidos esfuerzos para resolver el problema en estos términos, es improbable
que encuentre una solución. En vez de ello uno debe aproximarse al problema examinando
la médula espinal y la espontaneidad de la acción.

Cuando se quiere hacer algo la fuerza no se manifestará a menos que uno mismo,
espontáneamente, tome la iniciativa. De modo similar, cuando se está enfermo, la fuerza
para recuperarse no surgirá si se permanece pasivo. Si alguien es dado a los excesos a la
vez que se está diciendo a sí mismo que no lo quiere ser y que quiere dejar de serlo, en
realidad se volverá aún más excesivo. Pero si se olvida de todo esto y actúa según su
inconsciente, mantendrá su salud independientemente de lo que haga; más aún, incluso si
hace algo deliberadamente dañino para el cuerpo, realmente le será difícil provocarle daño
alguno, no importa lo que haga.

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Si uno se corta, el corte cerrará rápidamente a menos que se pierda el tiempo prodigándole
un exceso de atención. El intentar curar el corte conllevará muchos más problemas y
complicaciones que el dejarlo sin tratar. Si se es capaz de despreocuparse lo suficiente,
curará por sí sólo. Hoy en día hay todo tipo de tratamientos para las heridas por lo que no
se les deja que se curen por sí mismas: el resultado es que no se cierran.

Muchos de nosotros estamos atrapados por ideas como que tenemos un estómago débil,
un corazón dañado o algo de fiebre; debido a este estado mental finalmente “cogemos” la
enfermedad. Cuando esto sucede y se habla, por ejemplo, de las enfermedades mentales,
hay cierta tendencia a hacerlas propias. Cuando vemos el término “colapso nervioso” en un
cartel, pensamos que esas palabras están dirigidas a nosotros en cierta manera y que tienen
un sentido personal. Es como quien anda falto de dinero: según anda por la calle sus ojos
sólo ven los carteles de las casas de empeño. O si alguien piensa que está mal del
estómago, su atención se dirige exclusivamente hacia los anuncios de medicinas que tratan
los problemas estomacales. Cuando se llega a este estado se puede decir que uno, no sólo
ha llegado a coger la enfermedad, sino que se ha hecho uno con ella. Una vez alcanzado
este estado es difícil encontrar una cura, no importa lo mucho que se la busque. Es por
culpa del exceso de atención mal gastado en la enfermedad por la que esta no se curará. Si
se es capaz de dejar de pensar en ella tan sólo cinco minutos, el cuerpo por sí sólo será
capaz de curarla. Porque esa es la naturaleza original del cuerpo.

La gente enseguida se preocupa por cualquier enfermedad; esto se debe a que siente cierto
rechazo a perder el control; es la falta de control la que conduce a la auténtica
espontaneidad. En consecuencia la enfermedad nunca abandona el cuerpo. Pero si uno
actúa voluntariamente sin control con la intención de trastornar el cuerpo lo encontrará
sorpresivamente difícil. El hacer ejercicio con los brazos les da a estos más fuerza. Cuanto
más usamos las piernas más robustas se vuelven. Cuanto más se afeita uno más fuerte le
crece el pelo de la barba. Es por eso por lo que uno se vuelve más fuerte si decide forzar su
cuerpo deliberadamente. El otro día vino a verme un señor con un dolor de vientre y la cara
pálida preguntándome, “¿debo dejar de comer?” le respondí, “coma tanto como le sea
posible”. Siguió mi consejo y le desapareció el dolor.

Siguiendo con esta línea de pensamiento quiero avanzar un paso más: si se llega a la
conclusión de que el trastornar el cuerpo lo vuelve más saludable, entonces no hay nada
que realmente le pueda hacer “daño”. Así pues, el mejor método para llegar a estar sano
es el simple hecho de ser tal y como se es. Toda tendencia a apoyarse en otras personas
para curarse o para llegar a estar más fuertes, o la creencia de que la salud depende de
llevar a cabo ciertas cosas o el tomar decisiones basándose en lo que es “bueno” y
evitando lo “malo”, reducen en cierto modo el potencial vital.

Mucha gente cree que caerá enferma si toma alimentos muy azucarados, salados o grasos.
Piensan así porque viven con excesiva preocupación el tema de las dietas. Pero hay gente
que está sana a pesar de que consumen grandes cantidades de azúcar, sal o grasa en sus
comidas. Están, ciertamente, más sanos que aquellos que se cuidan de tomar tales cosas. Si
cercamos nuestras vidas de tal forma, llegaremos al punto de no poder tomar arroz, pan o
fideos, vegetales, carne o cualquier otra cosa.

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La gente que se preocupa con el tema de las bacterias tiende a hacer grandes aspavientos
si les encuentran algún tipo de bacilo en el cuerpo, o también cuando los rayos X muestran
una mancha en su pecho. Pero, por ejemplo, hay muchas personas que viven totalmente
despreocupadas por la presencia de las moscas. Sin embargo actúan como agentes
transmisores de los bacilos de la tuberculosis a los que tanto se teme – como si fuesen seres
diabólicos – y que provocan esta enfermedad.

Existe una enfermedad, la melena, en la que no se cesa de sangrar. No se debe confundir


con la hemofilia. La razón por la que un recién nacido puede tenerla se debe al hecho de
no tener bacterias en su cuerpo. Si tuviese algún tipo de bacteria tal como el de la
tuberculosis, el de la colitis o cualquier otro, su cuerpo produciría vitamina K, cuya ausencia
o deficiencia es la causa de esta enfermedad. Cuando una persona está sana posee
diversas bacterias que ayudan a que su cuerpo esté fuerte, pero cuando se vuelve débil, las
mismas bacterias le pueden ocasionar enfermedades. Cuando el cuerpo está débil la
bacteria de la colitis, por ejemplo, origina problemas de vejiga o artritis, pero cuando está
fuerte ayuda en la descomposición de la comida y en su digestión.

Se han sintetizado diversos tipos de antibióticos a fin de intentar erradicar firmemente las
bacterias. Se ha establecido así una competición en la que antibióticos y bacterias intentan
determinar quién es mayor y más fuerte: a fin de enfrentarse a los antibióticos, las bacterias
se hacen cada vez más resistentes; por eso los antibióticos se hacen cada vez más potentes
y se toman en dosis mayores. Cogido en medio de esta batalla, el hombre se está haciendo
cada vez más débil. Como resultado, se ve afectado por gérmenes o comidas que antes no
le ocasionaban daño alguno. Así, si uno tiene un ligero dolor de cabeza, se puede
encontrar con que el ligero sol del mes de Mayo o una ligera brisa se lo aumenta. Si el
actual ritmo de vida sigue así, el ser humano se verá en una situación comprometida
aunque tenga cuidados médicos y aún siguiendo lo que se conocen por normas de salud.
En el momento de nacer estamos plenos de fuerza tras haber derrotado a decenas de
millones de rivales en la carrera por la vida. Pero a pesar de esto dejamos adormecer
nuestro potencial innato, amorteciendo nuestros espíritus, de forma que poco a poco hemos
dejado nuestros cuerpos vulnerables al medio ambiente y otros factores. Incluso agentes
que antes eran beneficiosos para el cuerpo ahora se han vuelto dañinos, por lo que no nos
podemos sentir tranquilos a menos que matemos todo lo que nos rodea. Pero no es así
como debe vivir el hombre.

Los seres humanos han sido creados para vivir plenamente y para que se manifieste la vida
en ellos, tal y como son, sin grandes esfuerzos. Tener una vida plena, viviéndola
activamente, es el camino hacia la salud.

Pero en lugar de emplear todo su ki en un acto, la gente tiende a ser rácana con su uso:
tendemos a pensar que el ki se disipa cuánto más lo empleemos. Es como afeitarse a
medias, aunque sabemos bien que una barba crece más fuerte cuanto más la afeitamos.
Creemos que aplicar un exceso de ki implica su pérdida. Pero en realidad el ki se
incrementa cuanto más lo usamos. Cuanto más empleamos el raciocinio más aumenta
nuestra capacidad de pensar, ¿verdad? Cuanto más usamos nuestra memoria mejor
recordamos las cosas, ¿no es cierto? Nunca he escuchado que la memoria de alguien se
haya saturado. Si uno deja de memorizar cosas pensando en que su capacidad de retentiva
se puede saturar, perderá su habilidad natural de guardar cosas en su memoria.

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También los brazos y las piernas se vuelven más fuertes y resistentes con su uso, pero uno
no puede esperar que esto suceda pensando en caminar mientras permanece sentado en su
sofá. De igual modo, quizá se espere que alguien ajeno a nuestro cuerpo pueda volver
nuestros brazos y piernas más fuertes. Pero esto no es correcto.

Vivir de tal modo que uno emplee todo su ki sin restricción, es el mejor método de
mantener la salud. Hay personas que tan sólo emplean un ki de mil euros para devolver mil
euros. Aquellos que tan sólo actúan en función de sí algo es ventajoso o no para su propio
provecho nunca podrán poner todo su ser en nada. El camino hacia la salud está abierto
de un modo natural si se es capaz de aplicar todo nuestro ki en cada momento. En tanto en
cuanto se es capaz de poner todo el ser, sin restricciones, en cada acto nunca se tienen
remordimientos. Al aplicar todo nuestro ki en algo nunca quedará sitio para pensar “yo
pude haber hecho esto o aquello.” Es realmente placentero vivir sin lugar para las
lamentaciones, ¿verdad? A pesar de tener esta idea en mente, hay ocasiones en las que no
ponemos toda nuestro ki en algo cuando queremos acabarlo cuanto antes. Incluso
poniendo cualquier tipo de excusa, siempre tendremos remordimientos posteriores por
haber dejado sin hacer las cosas que queríamos. No hay lugar para el pesar cuando
ponemos todo nuestro ser en lo que hacemos, de modo que nuestro potencial vital nunca
disminuirá. De este modo, cuanto más se trabaja, más aumenta nuestro ki.

Hoy en día se han elaborado diversos métodos para aumentar la eficacia, pero estos
sistemas tampoco conducen a un vivir sano. La eficacia tan sólo quiere decir, por ejemplo,
que se emplean tres partes de ki para obtener un resultado. Pero si uno aplica cincuenta
partes de ki para obtener un resultado, sí conseguirá vivir plena y saludablemente. Si tan
sólo hacemos las cosas para ser eficaces, con una mentalidad empresarial, nunca
podremos desarrollar todo el potencial de nuestro ser.

Pienso que las gentes del pasado empleaban todo su ki en su manera de vivir. La razón es
que cuando querían comer carne primero debían pelear con una vaca y antes de matarla
debían encontrarla. De modo que tenían que emplear una gran cantidad de ki para
comerse un filete. Para hacer un fuego también debían de valerse de todo su cuerpo. De
este modo el cuerpo se desarrollaba como un todo de forma natural según las necesidades
de la vida. Pero hoy en día, si queremos ir a un restaurante tan sólo tenemos que coger la
cartera y meternos en el coche. Se puede ir a cualquier parte en coche, no hace falta
emplear el ki siquiera para caminar. Pero ya no es que no empleemos nuestra energía vital
sino que nos preocupamos por si comemos lo suficiente y de qué forma ponemos conseguir
más energía. Los gatos o los perros no comen cuando están enfermos y, sin embargo, los
humanos intentan comer incluso cuando no tienen ganas o cuando no les gusta la comida
en la creencia de que eso se convertirá en nutrientes. Por añadidura intentamos gastar tan
poco del exceso de ki que poseemos como nos sea posible; ¿y qué ocurre con este exceso
de ki? La respuesta es que se convierte en la energía que ocasiona enfermedades y
sufrimientos. Por ello hay gente, todos conocemos a alguien, que se queja constantemente
a la gente de su alrededor, cuando con una vez sería suficiente, de lo mucho que le duele
algo. El ser criticón y cotilla es otra forma de emplear ese excedente energético. Todos
conocemos a gente que no está tranquila si no está ocupada criticando continuamente a
alguien. Cuando mantiene este exceso de ki para sí mismo no se está ayudando en modo
alguno. Las personas con un exceso de ki sienten un exceso de dolor incluso cuando tienen
enfermedades triviales, esparciendo sus quejas a todas las personas que les rodean.

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Al comportarse de este modo vuelven real algo inexistente aumentando su sufrimiento y
dolor. El hecho de que tengan la fuerza de montar un alboroto es prueba de que tienen ki
de sobra. El preocuparse continuamente de uno mismo es otra forma de exteriorizar el
exceso de ki. Todas estas manifestaciones sirven para mantener el equilibrio en el
organismo. Por otra parte, si vivimos plenamente sin compadecernos de nosotros mismos,
comiendo lo menos posible, sin dormir demasiado y aplicándonos sin reservas tan sólo
mientras trabajemos, nos encontraremos con que seremos capaces de vivir tranquila y
sosegadamente.

Si todo el mundo viviera de este modo no tendríamos que estar pensando en quitar del
camino a los demás para conseguir nuestros fines. Tenemos la obligación de desechar todo
lo innecesario y vivir sin reservas. Una persona se volverá sana sin darse cuenta si cambia
su manera de pensar y se decanta por emplear todo su ki en vivir simplemente.

Ahora que ha surgido la cuestión de que uno debe poner todas sus fuerzas en vivir,
debemos preguntarnos si la gente cumple esta premisa. Cuanto más intentamos cambiar
nuestro entorno menos necesitamos los humanos usar nuestra fuerza innata, en
consecuencia el ki excedente no se sigue transformando en fuerza física.

En los animales salvajes el exceso de ki se concentra, fortaleciendo sus extremidades y


volviéndolos saludables. En el caso de los humanos no hace que sus cuerpos se vuelvan
más saludables, tan sólo se limita a acumularse en sus cabezas de modo que tan sólo se
preocupan si alguien sonríe o está de malas o cualquier otra cosa que les atraiga de los
demás. Encima no dejan de llenar el cuerpo de un exceso de ki por que comen en exceso,
duermen demasiadas horas y eluden trabajar en exceso. ¡Seguramente podríamos
desencadenar tanta energía como una bomba atómica si nos empleásemos a fondo! Pero
tenemos la habilidad de dejar toda esa energía dormida. ¿Verdad que somos inteligentes?

Por eso hay tantos casos de personas aparentemente débiles, algunos casos incluso entre
los desahuciados, que “reviven” tras haber sido tratadas por mí. ¿Qué les he hecho a estas
personas para que sigan viviendo? ¿Existe algún tipo de técnica especial?. No, no la hay.
Es la propia embarazada, y nadie más, quien debe esforzarse por dar a luz. De un modo
similar, si yo hiciese esfuerzos en el lugar de alguna persona tendría poca utilidad.
Asumiendo que yo tenga algún tipo de habilidad sería de nula utilidad si la persona tratada
no tuviese la fuerza para vivir. Mi misión se limita a orientar el exceso de ki de cada persona
hacia un vivir saludable; en otras palabras en reconducir el ki que le mantiene enfermo
hasta que recupere su salud. La gente entiende que recuperarse de una enfermedad es algo
natural, pero cuando existe un exceso de ki acumulado, caso de cuando se tiene fiebre por
ejemplo, hay que darse cuenta de que esta no deja de ser otra expresión del cuerpo
intentando mantenerse sano. El enfermar, pasar la enfermedad y recuperarse son
actividades naturales del cuerpo que intenta mantenerse en equilibrio. Tanto el hecho de
que los brazos ganen fuerza por su uso como de que la pierdan por su inacción, no son
sino manifestaciones de la misma actividad. Es tan sólo es el uso que se le da a esta
actividad lo que desemboca en personas sanas o enfermas. Es por que estamos vivos por
que morimos. Mientras haya vida no puede haber muerte. Donde existe la muerte existe la
vida. La destrucción es también una actividad constructiva: un cambio de dirección puede
llevar a la salud. En cierto modo podemos afirmar que las personas morimos a resultas de
nuestro propio ki.

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Algunos sitios han cobrado protagonismo como zonas predilectas para consumar suicidios.
Alguien salta para morir en algún sitio: es porque tiene mucho ki acumulado por lo que
quiere hacer esto. Ni el morir por enfermedad ni el llegar al suicidio se deben a falta de ki.
Me he dedicado a observar imparcialmente a las personas durante muchos años pero rara
vez he visto “morir” a alguien. Sé de miles de personas que han fallecido, pero tan sólo
puedo considerar que hayan muerto realmente cinco o diez de ellas. El resto han sido
víctimas de suicidios graduales o de asesinatos: fueron aniquilados por su propia energía.
Hicieron que su excedente de ki trabajase para su propia destrucción.

Cuando unos niños se quedan dentro de una habitación en un día de lluvia, tienden a
dañar el mobiliario o romper las cosas, ¿verdad? Es el mismo ki que les podría haber
hecho jugar alegremente entre sí. Con la muerte ocurre lo mismo: hemos alcanzado el
punto en que el exceso de ki acumulado nos está llevando hacia ella. Muy raramente he
podido ver a gente que a muerto simplemente porque a consumido todo su ki. La gran
mayoría simplemente han orientado su ki hacia la muerte, apresurándose a entrar en sus
tumbas. Por eso lo he llamado suicidio o asesinato. Muchas personas se vuelven enfermas
o mueren según sus propios deseos porque no saben como emplear o diversificar su ki, y
no saben cómo usar su excedente del mismo.

El emplear todo el potencial vital se resume en reunir cualquier parte de energía y desviarla
hacia un vivir saludable. Pensemos en esto cuidadosamente. Algunas personas ponen el
arco tradicional japonés como un adorno más en las habitaciones de sus casas. A tal fin se
les quitan las cuerdas de forma que el bambú no pierda su elasticidad. Con el cuerpo
humano sucede algo similar. Cuando se le emplea plenamente toda la energía se mantiene
reunida, pero cuando se le deja inactivo cesa toda tensión dejando que se relaje, de otro
modo el cuerpo no se relajaría. En otras palabras, si se mantiene una tensión sostenida en
aquellas partes del cuerpo que no se están empleando no se es capaz de reunir todas las
energías para un momento concreto. Si uno se preocupa constantemente por cosas
innecesarias y está ansioso, no se será capaz de emplear todo el ki cuando lo necesite.

Los pelos de los gatos tan sólo se erizan cuando se enfrentan a una situación de peligro,
pero los seres humanos mantienen su piel erizada todo el día: este hombre se preocupa
porque sobre lo que alguien piensa de él, aquella mujer se preocupa si el kimono le queda
espantoso, y así sucesivamente. Intentamos caer bien pero ninguno de nosotros consigue
mejorar por ello. Cuando una mujer lleva puesto un kimono bonito le puede parecer que se
ha vuelto guapa pero debemos entender que lo que es bonito es el kimono en sí mismo y
que un ser humano no es algo que pueda cambiar de apariencia en demasía. Una mujer se
puede empolvar la cara, hacer la raya de los ojos, pero será únicamente ella quien crea
que se ha transformado. Uno no puede verse la cara a sí mismo, por lo que necesita
mirarse en el espejo y pensar que ese reflejo parece atractivo. Pero nadie se vuelve guapo
porque use maquillaje. No hay nada que sobrepase un rostro natural sin pintar. La razón
por la que las mujeres se dedican a manchar su rostro con toda suerte de enyesados se
debe a que mantienen erizada su piel constantemente. No nos sentimos a gusto a menos
que hagamos algo. El otro día un caballero me dio su tarjeta de visita. En ella ponía
“anteriormente alcalde de la ciudad X y presidente de la compañía Y” además de otras
cosas. Le pregunté, “entiendo lo que usted era en otro tiempo pero, ¿y ahora?”. Se sentía
incómodo sin tener un título de algo por lo que se apegó a la palabra “anteriormente”. Su
piel se mantenía erizada incluso respecto a una tarjeta de visita.

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También pensamos que es una buena idea hacerlo dejándonos barba o llevando un reloj
de oro. Hay gente tonta que se deja impresionar cuando se encuentra ante gente que eriza
su piel, y en ocasiones es conveniente, pero lo único que conseguimos actuando de este
modo es quedarnos exhaustos. Un gato se quedaría sin fuerzas si mantuviera erizada su piel
durante seis horas seguidas, pero los seres humanos tienen tal exceso de energía que
mantienen su piel erizada durante doce o quince horas, algunos incluso las veinticuatro
horas del día si sueñan con ser reyes o cualquier otra cosa mientras duermen. Si nos
ensalzamos a nosotros mismos exageradamente, no seremos capaces de actuar cuando la
situación lo demande. Por esta razón somos incapaces de descansar a menos que
reconduzcamos nuestro exceso de ki. A fin de aplicar todo nuestro ki debemos liberar las
fuerzas que hemos reunido y colocado en sitios innecesarios, dejando de darnos ínfulas y
pavonearnos, dirigiendo toda nuestra energía hacia nuestro cuerpo. Debemos preparar
nuestro cuerpo de modo que podamos concentrar todo nuestro ki cuando la necesidad
surja.

Sin embargo, cuando se intenta dirigir todo el ki, el cuello, hombros o lumbares pueden
permanecer tensos, incluso aunque uno piense que está totalmente relajado. Si queda algo
de resentimiento en la mente, no se es capaz de relajar totalmente el plexo solar, se haga lo
que se haga. Pedirle dinero a alguien que tiene su plexo solar endurecido siempre acabará
en una regañína. Es mejor pedírselo cuando su plexo solar esté relajado. Una mujer que
tiene el plexo solar endurecido no se verá bien incluso aunque se maquille; a medida que
se maquilla intenta reafirmarse diciéndose, “Ahora estoy más guapa que tal y cual” o “esa
tiene arrugas en la cara” o “esa y esa pueden ser guapas pero tienen las piernas gordas”.
Se puede vivir normalmente, sin llegar a ser tan mal hablado para con otras personas, si se
evita tensar el plexo solar.

Una vez que el ki ya se ha solidificado, uno mismo es incapaz de controlarlo. Así hay
muchas personas con cuerpos que no pueden usar todo su potencial vital porque varias
partes de los mismos han perdido su flexibilidad. Por este motivo empecé a enseñar
Katsugen Undô, que es un método para activar el movimiento del sistema extrapiramidal, y
los ejercicios complementarios llamados seitai taisô. Estos ejercicios permiten relajar
aquellos puntos del cuerpo con tensión que no pueden relajarse de otro modo. Los
ejercicios gimnásticos han sido diseñados para fortalecer el cuerpo implicando el
movimiento de la totalidad del cuerpo. Pero, por ejemplo, las personas que tienen un
exceso de concentración de energía en su lado derecho de su zona lumbar siempre están
inclinadas hacia ese lado. Uno se encuentra con que la pierna derecha de una persona así
es más gruesa que la otra, y cuando alza sus brazos el izquierdo se estira completamente
pero no así el derecho; cuando extiende sus brazos por detrás de su espalda el
correspondiente al lado derecho no se estira en absoluto. El asunto es que, aunque se
hagan ejercicios para equilibrar todo el cuerpo, se sigue estando circunscrito a las
limitaciones corporales habituales. En consecuencia, cuanto más tiempo se continúan
haciendo estos ejercicios menos se relajan las partes del cuerpo habitualmente tensas. Si se
consiguiera relajar tan sólo esas partes una persona estaría en perfecto equilibrio. Pero
dado que la tensión permanece, el cuerpo no se mueve con normalidad. Se deben
desembarazar de tensión esas zonas pero para ello se deben hacer ejercicios específicos
para cada una de las zonas afectadas y, por extensión, para cada persona en particular.
Cada individuo es diferente, tal y como lo son sus caras.

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Algunas personas concentran la totalidad de la atención de sus cuerpos en los diamantes
que llevan en sus dedos y, por miedo a perderlos, tensan aún más sus hombros.

Dado que todos diferimos en varios aspectos, no hay lugar para que se establezcan
ejercicios idénticos para todos, o decirles que hagan un único ejercicio para ajustar todo el
cuerpo; se deben crear ejercicios que se adapten a cada uno de los individuos. Es por esta
razón por la que nosotros creamos, de un modo personalizado, ejercicios para cada
persona de modo que pueda liberar la tensión que ha acumulado en partes concretas de su
cuerpo. Este método, que denominamos como seitai taisô, se ha desarrollado para permitir
relajar estos focos de tensión de forma que se le devuelva a cada individuo plena fuerza en
su ser. Pero si lo pensamos detenidamente, este tipo de ejercicio es tan impráctico que
difícilmente puede existir. Si se hacen para cada individuo implica que no son útiles para
nadie más. A menos que se descubran en cada persona los puntos faltos de elasticidad,
aquellos aspectos que están funcionando con exceso o carencia de actividad, no se podrá
establecer el ejercicio adecuado. Es un asunto problemático pues, aunque se insista, no se
logra hacer ver que algo que se ajusta a un individuo no puede hacerlo para la generalidad
de la gente; y que algo que se dice se ajusta a las necesidades de la mayoría no lo hace
para cada individuo. Es por este motivo que estamos empezando a enseñar cómo se deben
diseñar estos ejercicios y cómo guiar en su uso, pero llevará unos diez años formar a estos
especialistas. Es difícil propagar un método al resto de la humanidad cuando conlleva tanto
tiempo de aprendizaje. A pesar de todo, ahora que ya he comenzado a hacerlo, he tomado
la determinación de no parar hasta que las personas se vuelvan fuertes, incluso aunque esto
conlleve trescientos o quinientos años. Un cambio implica unos doscientos o trescientos
años para dos o tres generaciones de seres humanos así que, si uno examina los treinta o
cincuenta años de vida plena que vive, no puede llevar a cabo todo lo deseado. Pero si se
procede con determinación no es tan difícil conseguir los objetivos.

La gente habla de desembarazarse del mundo de las enfermedades, pero si tan sólo nos
centramos en curarlas siempre aparecerán, inevitablemente, otras nuevas. Se debe a que
los cuerpos de las personas crecen débiles. El cáncer ha tomado ahora el lugar de
preponderancia que antes tenía la tuberculosis, también las neurosis se están extendiendo.
Así pues, si se pretende hacer desaparecer algo, en su lugar aparecerá algo nuevo. Pueden
pasar miles de años y aunque el sufrimiento de la humanidad debido a las enfermedades
puede incrementarse, lo cierto es que nunca disminuirá. De aquí se deduce que la
humanidad se volverá inferior a los perros y los gatos. Si persistimos en vivir como lo
hacemos actualmente nada habrá cambiado tras miles de años.

¿A qué se debe esto? Esta fuera de toda discusión el volver el cuerpo más fuerte físicamente
pero no se piensa en desarrollar hasta el máximo el potencial de vida que le es inherente.
Tan sólo se piensa en la parte externa del cuerpo. En cambio yo creo que si se extiende mi
manera de entender la vida todos nos volveremos más resistentes, aunque esto lleve miles
de años. Esta es mi esperanza y por ello quiero enseñar seitai taisô a aquellas personas
que, tras entender estas ideas, desean saber como incrementar al máximo su potencial vital
o como dirigir la energía que se les ha acumulado en exceso en ciertas partes de su cuerpo.
Esto, como ya he dicho, supone un gran problema puesto que es muy difícil diseñar
ejercicios específicos para cada individuo.

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La fortuna sin embargo es que el cuerpo humano desarrolla una actividad que por sí misma
es realmente seitai taisô. Sin haber escuchado nunca nada de esto una persona que quiere
dormir profundamente no puede hacerlo a menos que libere toda tensión de su cuerpo. Por
ello si una persona al levantarse tiene cierta rigidez en su cuerpo no habrá dormido
profundamente. Se entienden los motivos, ¿no? A menos que la fatiga corporal se haya
igualado en todo el cuerpo y toda tensión disipado, no se podrá descansar plenamente.
Este es el motivo por el que los niños cambian constantemente de posición durante su
sueño. Este revolverse y girar, aunque inconsciente, es seitai taisô. Las personas que tienen
tensión en sus cuerpos bostezan y se estiran. Esto también es seitai taisô. Todos hacemos
esto de un modo inconsciente. Los seres humanos tienen naturalmente esta capacidad a
través de la cual corrigen sus distorsiones.

Si se hiciera esta actividad más vívidamente, las personas no caerían enfermas con tanta
frecuencia. Si uno come algo en mal estado lo vomita antes siquiera de haber empezado a
pensar si se puede poner enfermo, o si, por mala suerte, la comida en mal estado alcanza
los intestinos se tendrá diarrea. Esta actividad, practicando mis ideas, se volverá más
patente que en una persona corriente. Si esta capacidad de reacción, que todos poseemos,
se consigue una vez, se manifestará siempre en cualquier persona que la haya conseguido
sin tener que planear nada. Los bostezos, estornudos o toses, son todos ellos
manifestaciones de esta actividad. El comienzo de esta actividad está en el encéfalo y en la
columna vertebral. En ellos se originan los actos involuntarios del cuerpo.

Así pues, tras practicar los ejercicios descritos en la segunda parte del capítulo dos de este
libro, apoye sus manos relajadas sobre sus muslos, deje caer suavemente su cabeza hacia
delante, relaje todo su cuerpo, no piense en nada concreto y su cuerpo, naturalmente,
empezará a moverse por sí mismo. Una vez que el movimiento comience deje que continúe
por sí mismo. Si hace esto, aquellas partes del cuerpo en que hay una anomalía y aquellas
en las que se acumula un exceso de energía, por ello tensas e insensibles, revivirán. A este
tipo de movimiento lo denominamos katsugen undô (movimiento que regenera la vida
desde su raíz) Mediante la práctica durante treinta años del katsugen undô he podido
preservar mi salud. En los primeros diez años lo practicaba a diario. Hoy en día no lo hago
con tanta frecuencia. Si uno se entrena a sí mismo e induce el movimiento una serie de
veces, el movimiento se volverá parte de uno mismo y surgirá cuando sea necesario, al
igual que uno bosteza naturalmente. En este sentido el cuerpo se ajustará por sí sólo de un
modo natural. Cuando el cuerpo está en este estado le podemos denominar “seitai”.

Así pues, si usted está en proceso de inducir intencionalmente el katsugen undô, está aún en
el proceso de entrenarse. Si el movimiento surge espontánea y naturalmente sin provocarlo,
está alcanzando gradualmente el estado seitai. Una vez llegado a este punto el cuerpo es
capaz de estar firme sean cuales sean las dificultades por las que atraviese, será un cuerpo
seitai.

El katsugen undô es una actividad natural inherente al cuerpo; por decirlo de algún modo
es la actividad instintiva que lo mantiene en buen estado. Se le puede igualar o comparar
con el deseo de vivir.

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II KATSUGEN UNDÔ

.-) Poniendo el cuerpo en orden


.-) Cómo inducir el Katsugen Undô
.-) Reacciones al Katsugen Undô

Poniendo el cuerpo en orden

El propósito del katsugen undô es la de poner en orden nuestros cuerpos, la de dejarlos en


lo que denominamos como estado Seitai. El poner el cuerpo en orden es esencial, no sólo
para la salud, sino que es la condición previa para cualquier actividad. Todo empieza
teniendo el cuerpo en las condiciones apropiadas.

Hace algún tiempo, la cantante de ópera Yoshiko Sato decidió volver a la escena tras un
período de retiro. Tras poner su cuerpo en orden su voz recuperó la plenitud anterior. Su
ejemplo fue seguido por muchos otros cantantes que decidieron practicar katsugen undô. Si
se pone en orden el cuerpo mediante la práctica del katsugen undô se pueden llevar a cabo
actos que serían imposibles de llevar a cabo si el cuerpo estuviera desajustado. Tener el
cuerpo ajustado es el requisito indispensable de cualquier actividad. Si uno tiene un cuerpo
con tendencia a inclinarse hacia un lado no podrá correr bien; si la parte baja de la
espalda está rígida no se puede ejecutar adecuadamente un golpe de swing de golf. Estos
ejemplos ilustran que el ajuste del cuerpo no es tan sólo beneficioso para la salud.

Últimamente ha habido un incremento creciente de mujeres embarazadas que practican el


katsugen undô para tener más fácilmente a sus hijos. Una vez que ponen sus cuerpos en
orden el parto es fácil, como debe ser siempre. Algunas mujeres que tienen sus cuerpos en
estado Seitai no sufren las náuseas típicas del embarazo, ni tampoco sufren dolores durante
el parto. La gente tiende a ver en esto algo misterioso pero no es otra cosa que el acto
natural de dar a luz; después de todo los perros o los gatos dan a luz con facilidad. No hay
razón alguna para que únicamente los seres humanos sufran dolores durante el parto. Pero
debido a sus ideas preconcebidas esperan dolores y, por lo tanto, los crean. Una situación
embarazosa nos hace ponernos colorados y el miedo nos hace palidecer – sea lo que sea
que tenga lugar en la mente se manifiesta como algo real en el cuerpo. Debido a este
“hacer/ creer” las mujeres se auto crean dolores en el parto, pero sin estas preocupaciones
el acto del nacimiento se vuelve bastante simple.

La razón por la que el parto se vuelve doloroso se debe a que la futura madre se olvida de
que es ella quien está dando a luz. En cambio, suelen acercarse a esta experiencia como
quien va a la lavandería por la mañana y se sienta allí toda la mañana esforzándose en
hacer la colada. Debido a esta razón la futura madre se cansa rápidamente y tiene un parto
difícil. El dar a luz no es difícil pero se piensa en ello como un acto complicado.

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El katsugen undô hace que el acto de parir sea más fácil y por ello hay gente que cree que
este es el motivo principal para practicarlo. Sin embargo, lo característico del katsugen
undô es que ajusta los movimientos involuntarios del cuerpo, poniendo en orden aquellas
partes del cuerpo que uno no puede mover voluntariamente. No es un método para dar a
luz más fácilmente sino que debido a que ajusta el cuerpo, aquel se vuelve más natural y
fácil. De un modo similar, permite ser un buen calígrafo o sentarse con la columna estirada.
El valor del katsugen undô no se limita al parto. Recientemente, hasta para curar
enfermedades, se está extendiendo y entendiendo la idea de que ante todo debemos poner
en orden nuestros cuerpos.

A través de los tiempos se han empleado diferentes medicinas para curar las enfermedades,
pero la salud real tiene su origen en las medicinas que genera el propio cuerpo. Todos
nosotros generamos estas “medicinas caseras” en nuestros cuerpos. Pero se ha preferido
ignorar esto y por ello se han empleado diferentes sustitutivos. Por ejemplo, algunas
personas intentan curar su diabetes inyectándose insulina, que es un derivado hecho a partir
de cerdos o artificialmente. Por tal motivo su único éxito es el de desajustar el propio
metabolismo, haciendo que los cuerpos de las personas sean menos capaces de producir
su propia “auto-medicina”. Desde tiempos inmemoriales las personas han intentado
mantener su salud empleando diferentes medicinas pero el resultado ha sido la aparición
de seres cada vez más débiles. ¿Necesita la gente agentes externos para curar sus
enfermedades?, ¿Necesitan tomar medicinas para curarse? Si pensamos con profundidad
nos daremos cuenta que la gente se vuelve saludable por su propia fortaleza física. Una
herida se cierra naturalmente sin tener que emplear remiendos o vendajes; a menos que
haya cerrado por sí sola no se habrá curado realmente. Así pues, es el propio cuerpo quien
se cura así mismo. Si las personas se centraran en esta acción auto curativa las cosas serían
más simples. Pero tienden a apoyarse en otras personas y como resultado el recuperarse de
una enfermedad, el mantener la propia salud, dar a luz etc., se consideran acciones tan
difíciles que se piensa que son necesarios especialistas para cada cosa. Debemos recordar
que cuando se tiene una indisposición intestinal es uno mismo quien debe hacer el esfuerzo
de ir al baño. Se le puede decir a alguien, “¿Le importaría comerse la mitad de mi
comida?”, y lo puede hacer, pero si se tiene una indisposición intestinal y se le dice a
alguien “Haga el esfuerzo por mí” no podrá hacerlo. Si alguien le dice “Lloraré por lo que
te tiene triste”” y se pone a sollozar no por ello desaparecerá su aflicción.

Está claro que tenemos la obligación de encargarnos de nuestros cuerpos por nosotros
mismos, para nosotros mismos. Lo mismo pasa con el Seitai: si queremos poner nuestros
cuerpos en orden debemos hacerlo por nosotros mismos. Es una equivocación querer que
otros nos arreglen el cuerpo. El Seitai consiste en uno mismo ajustándose por sí sólo, pero
la gente comete el error de esperar que alguien ajeno haga este ajuste por ellos. En estos
tiempos hay mucha gente que viene pidiéndome que les ajuste sus cuerpos. Al comienzo de
mi carrera consentía en hacerlo, pero me di cuenta de que cuando hacía esto por la gente
estaba cogiendo para mí una tarea que les correspondía a ellos y tan sólo lograba
implicarme más, de modo que les hacía a ellos más dependientes de mí y más negligentes
con su propia salud. Esto conduce a la gente a ninguna parte. Siempre se debe tener en
mente que es uno mismo el único responsable de tener ajustado el cuerpo. La vida nos
proporciona todas las herramientas necesarias para mantener nuestros cuerpos
adecuadamente. Mientras estamos vivos ajustamos nuestros cuerpos de forma natural.

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Si nos damos cuenta de esto, y permitimos que nuestros cuerpos se ajusten por sí solos,
naturalmente, no necesitaremos de ninguna ayuda exterior.

Las personas que han aprendido a ajustar sus cuerpos pueden adaptarse a cualquier
situación allá donde vayan. No hay nada por lo que preocuparse. Todo el mundo posee
naturalmente esta capacidad. Un cuerpo cuyo estado es normal, emplea la enfermedad
como una actividad que ajusta el cuerpo de una forma natural.

He podido confirmar este hecho por el empleo de un aparato que he denominado


estabilográfo, en el que se pueden registrar los movimientos involuntarios así como el
equilibrio del cuerpo. Por ejemplo, uno puede medir hasta qué punto nuestro equilibrio
corporal se inclina hacia la izquierda o hacia la derecha. Si se inclina hasta un grado
extremo uno puede desarrollar una diarrea; y cuando termina la diarrea se encontrará con
que el equilibrio del cuerpo se ha restaurado. O si se tiene tendencia a inclinarse en exceso
hacia delante o detrás se puede desarrollar un catarro; de nuevo, cuando uno se recupera,
se encontrará con que esta tendencia se ha corregido. De modo que he llegado a la
conclusión de que ciertas dolencias son el mecanismo de corregir el equilibrio en el cuerpo.
Para mí, las enfermedades son pistas para la corrección de las tendencias corporales, y uso
esos momentos (cuando alguien está enfermo) para ajustar su cuerpo de forma que
mantenga una condición seitai, pero hay gente que no entiende lo que hago y sufren la
ilusión de que necesitan a alguien para mantener sus cuerpos en orden o, incluso peor,
insisten en que sus cuerpos deben ser tratados por alguien. “Para eso están los
profesionales”, dicen. Pero si se tiene un escozor, tan sólo uno sabe hasta que punto le está
picando y en qué momento debe parar de rascarse. Si uno rasca la espalda de otra
persona no sabe con que fuerza ni en hasta que punto debe hacerlo: ni siquiera sabrá
donde le pica exactamente. Otro ejemplo, uno sabe si le apetece comer verdura o carne
pero no hay modo de saber que desea otra persona a menos que se le pregunte
directamente – aunque se tengan aparatos muy sofisticados. Tan sólo uno se conoce a sí
mismo y por ello se deduce que debe ser quien haga las cosas por sí mismo. ¿Porqué
esperar que otras personas hagan el trabajo por nosotros?

El conocimiento del cuerpo humano deriva de estudiar cadáveres, de estudiar disecciones


hechas con muertos. De modo que añadimos suposiciones al conocimiento que obtenemos
a partir de los cadáveres y basamos nuestro acercamiento sobre la premisa de que nuestro
conocimiento son suposiciones. Corte un gato por la mitad y este no maullará o agitará su
cola nunca más: el gato ha desaparecido. Se puede cortar un pez en dos a fin de comerlo,
por que se supone que está para comérselo. Si quiere que algo viva no debe cortarlo por la
mitad. Hay una antigua historia sobre un monje zen llamado Nanzen quien cortó un gato
en dos tras ver como dos grupos de discípulos discutían por él. Los discípulos se quedaron
con dos trozos de carne fresca de gato llena de células, pero el gato por el que habían
estado peleando ya no existía, y lo buscaron en vano. Es un sinsentido dividir una criatura
viva en dos. A pesar de todo persiste la idea de que los seres vivos deben estudiarse por
partes. Tras esta aproximación subyace la idea de que los seres son meros objetos. Los
defensores de este punto de vista son incapaces de apreciar el trabajo de la naturaleza
dentro de los cuerpos, y no se dan cuenta de que esta fuerza es la vida en sí misma. Si uno
se da cuenta de esto, empieza a pensar en términos de ajustar su cuerpo o de estimular las
facultades innatas en vez de hablar de diseccionar y reunir las partes.

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Si uno centra su atención en el hecho de que su cuerpo está vivo, la actitud hacia el mismo
será bien diferente. Se suele escuchar que la medicina es muy útil para maquillar las
deficiencias del organismo. De hecho, si uno toma productos ácidos cuando la acidez del
cuerpo es muy baja el cuerpo dejará de producir ácidos por sí mismo. En el caso de las
extremidades, cuando se dejan inactivas se vuelven más delgadas, de modo que es tonto
decir: “usaré mis piernas cuando se vuelvan más fuertes” Es por el hecho de que uno anda
por lo que las piernas se vuelven más vigorosas.

Nos podemos atiborrar con comida sin tener ganas pensando en adquirir nutrientes pero es
función natural del cuerpo el eliminar el exceso de nutrientes. Cuánto más comamos en
exceso menor será la capacidad de absorción de nutrientes por parte del cuerpo. También,
cuanto más durmamos menos restaurador se vuelve el sueño. Es absurdo pensar que
dormir y comer en demasía nos mantendrá sanos, al contrario, si comemos y dormimos
menos y trabajamos más, mejor será nuestra salud. Pero hoy en día la gente piensa lo
contrario. Piensan que deben estar continuamente preocupados acerca de la comida,
dormir tanto como puedan, trabajar lo menos posible, evitar climas extremos de frío o
calor, resguardarse del viento, evitar climas húmedos; en realidad este modo de pensar
difícilmente puede ser llamado saludable. Casi se puede afirmar que es un acto criminal
enseñar a las personas que dormir y comer mucho les mantendrá sanos y que les curará sus
enfermedades.

El hombre nace con la habilidad natural de mantener su cuerpo sano y por ello los
desordenes en el mismo se curan de un modo natural sin necesidad de tratamientos. Si uno
come algo en mal estado el cuerpo lo vomita naturalmente. El vómito es un método de
autodefensa del estómago para deshacerse de las cosas que son inapropiadas para el
cuerpo. Así pues deberíamos dar gracias a nuestros estómagos cuando vomitamos. En
cambio, cuando esto sucede la gente piensa que hay algo que funciona mal. Sin embargo,
cuando algo nocivo llega a los intestinos tenemos diarrea: el cuerpo está poniendo todo de
su parte para desembarazarse de la sustancia dañina inmediatamente. Si se tiene
amigdalitis y se desarrolla una fiebre se debe a que la puerta de entrada del cuerpo se ha
irritado e inflamado como consecuencia de mantener fuera los gérmenes, de mantener el
cuerpo en orden. Pero en vez de dar gracias por nuestras amígdalas, las cortamos o
quemamos. Pero en todos estos casos creo que se comete una equivocación. Si todos nos
fijáramos en detalle en las cosas relativas a la salud veríamos que toda actividad de nuestro
cuerpo está preparada para mantener la salud. Si algo se mete en el ojo este empieza a
lagrimear hasta conseguir expulsar el elemento extraño. Si se nos mete polvo en la nariz,
estornudamos para expulsarlo. Todos estos son procesos seitai por los que debemos dar
gracias. Nuestro cuerpo hace estas cosas espontáneamente. Las acciones conscientes se
hacen sobre la base del conocimiento, pero todas las actividades naturales del cuerpo –
hechos como el vomitar, retirar la mano de una estufa caliente, el lloro de los ojos – se
hacen inconscientemente. Las actividades que se hacen para mantener el cuerpo en orden
parten del sistema extrapiramidal, y los movimientos que surgen del mismo son como los
que hacemos conscientes en brazos y piernas. El lado derecho del cerebro se encarga de
los movimientos conscientes del lado izquierdo del cuerpo y el lado izquierdo del cerebro de
los del lado derecho del cuerpo. Los movimientos derivados del sistema piramidal se
pueden hacer intencionadamente y sobre la base del conocimiento de forma que los
podemos emplear tanto para desajustar el cuerpo como para mejorarlo. Pero la actividad
inconsciente derivada del sistema extrapiramidal siempre trabaja para ajustar el cuerpo.

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Es por esta actividad por la que los gatos apenas tienen problemas para tener sus crías, por
lo que los perros comen hierba y así facilitan el vómito de algo pernicioso, por lo que los
osos toman raíces y bayas o por la que los pájaros se bañan. Cada uno reacciona a su
forma de modo que puedan mantener su salud. Los actos conscientes son de naturaleza
diferente.

El katsugen undô antes explicado es un movimiento que surge del sistema extrapiramidal. Es
un movimiento para entrenarlo y hacerlo sensible. De modo que si la propia capacidad del
cuerpo para ajustarse se vuelve sensible, el cuerpo se mantendrá por sí solo en un estado
normal.

Esto es lo que yo enseño, pero en ocasiones se muestra como un método para mantener la
salud. Pero yo no creo que nadie necesite método alguno para mantener su salud; las
personas tienden a idear en exceso tales tipos de métodos. Si uno evita fórmulas y deja todo
en manos del inconsciente se volverá sano de un modo natural. Este pensamiento es el que
mantengo. Ciertamente no estoy proponiendo esto como un método de curación. Sin
embargo hay gente que ve el katsugen undô como un método de cura de sus dolencias.
Pero creo firmemente que la enfermedad se cura por sí sola de un modo natural y que no
necesita ayuda exterior alguna. De hecho, creo que la enfermedad es el modo en el que el
cuerpo corrige sus propios desajustes. Uno no hace katsugen undô para curar su cuerpo de
una enfermedad.

Las personas impacientes creen que tienen el cuerpo en buen estado porque nunca están
enfermos. El caso es que, si el cuerpo es sensible a estímulos negativos, los resiste, se
sobrepone a ellos y se ajusta, significa que su válvula de seguridad está trabajando
correctamente y uno es capaz de superar una enfermedad; pero el sistema extrapiramidal se
puede volver tan perezoso e inactivo que uno puede no coger fiebre incluso aunque esté
infectado con algo, siendo incapaz de vomitar incluso tras haber comido comida en mal
estado, o de no desarrollar una diarrea porque alimentos en mal estado hayan sido
capaces de llegar hasta el intestino. El metabolismo puede estar tan inactivo que el cuerpo
es incluso incapaz de expulsar viejos deshechos. Este tipo de hechos pueden hacer creer
que uno está sano porque no hay señales manifiestas de que hay algo erróneo. Pero un día
uno se encuentra con que tiene una enfermedad grave.

Las enfermedades que se están extendiendo hoy día, caso del cáncer, cirrosis hepática y
leucemia, tienen algo en común: se presentan en personas cuyos cuerpos se han vuelto
insensibles. Y aquellas personas que caen enfermas tan sólo una vez en diez o veinte años
son los candidatos principales a coger tales tipos de dolencias. Así que aquellos que
suponen que son más fuertes porque no enferman están equivocados; hay un problema de
insensibilidad en sus cuerpos. Son insensibles a los estímulos y por ello sus cuerpos no
pueden percibir las anomalías.

Si un leproso se hiere no siente dolor. Si el cuerpo no nota que hay algo mal sus poderes
regeneradores no surgen. El cuerpo tan sólo reacciona si siente que hay algún tipo de
anormalidad. Por ello es equivocado pensar que uno está sano cuando su cuerpo no está
lo suficientemente sensible para percibir que hay algo que no marcha correctamente.

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Por eso creo que el estado en que uno no se pone nunca enfermo es quizá en sí mismo una
enfermedad. Hay personas que sufren la enfermedad de nunca enfermar. Pero si uno
practica el katsugen undô prepara su cuerpo para advertir las anomalías: suele ocurrir que
el dolor debido a un golpe se presente de nuevo a los diez días, o que una lesión de hace
un año pueda volverse dolorosa de nuevo repentinamente. Lo que ha ocurrido es que el
cuerpo se ha vuelto sensible. O se puede tener una diarrea o coger un fuerte catarro. Lo
que esto significa es que el cuerpo se ha vuelto mucho más sensible a las anomalías de
modo que sus capacidades innatas de recuperación se han vuelto más activas.

Es necesario hacer sensible al sistema extrapiramidal de forma que la capacidad de


recuperación del cuerpo se manifieste incluso ante pequeñas anomalías. Es con este
planteamiento con el que enseño katsugen undô. Aún así hay personas que piensan que es
un método para curar enfermedades. Pero la enfermedad es algo que debe pasarse, no es
algo que deba ser curado. De este modo uno se vuelve sensible hacia la enfermedad
también.

No hace mucho, un hombre que decía tener un cierto tipo de sinusitis (sinus empyema) vino
y se puso a hacer katsugen undô. Tres días después, el katsugen undô se manifestó
espontáneamente y su cuerpo se movió violentamente. De repente pegó un gran estornudo
y de su nariz salió una bola de chicle de mascar. Ese fue el final de sus problemas de
sinusitis. Pero él insistía en que nunca había comido chicle. “Seguro que su cuerpo no
produce chicle. ¿Está usted seguro de que era chicle?”, le pregunté posteriormente. Dijo
que lo había analizado y que, sin lugar a dudas, era chicle. “De modo que en alguna
ocasión tuvo que tomarlo”, le dije. De repente se acordó que había tomado uno haría cosa
de tres años atrás. Pero mientras lo masticaba se vio distraído por algo y lo había perdido
sin saber donde había ido a parar. Los problemas de su nariz comenzaron justo en esa
época y desde entonces se había visto obligado a usar inhaladores nasales para aliviar su
congestión. Le comenté que su problema no había sido de sinusitis normal sino de sinusitis-
obturante-por-chicle.

Una vez que nuestra sensibilidad se ha recuperado, incluso aquellos objetos que han
permanecido durante mucho tiempo en nuestro cuerpo, son expulsados. Normalmente uno
debe estornudar incluso cuando entra una pequeña partícula en nuestra nariz; en el caso
del hombre con el chicle su cuerpo debería haber estornudado repetidamente hasta haber
expulsado el cuerpo extraño, pero como su cuerpo no era lo suficientemente sensible no
reaccionó de esta manera y por ello desembocó en un estado de reacción anómalo. En
otra ocasión el ojo de un niño expulsó un trozo de cristal tras practicar katsugen undô.

Así pues, al decir que el cuerpo se vuelve sensible se está señalando que este se mantiene
por sí mismo en un estado natural. Las personas que presumen de su robustez por que
nunca cogen una enfermedad con frecuencia son más débiles que las que sí las cogen. Hay
que tener un cuerpo sensible, que esté listo para reaccionar a los más ligeros cambios,
suficientemente flexible para contraerse y relajarse. Decimos que tal tipo de cuerpo está en
estado seitai. No es necesario tener un cuerpo especial ni vigoroso. Los cuerpos
musculados de las estatuas guardianes que se ven en las puertas de los templos budistas no
son necesariamente ejemplos de cuerpos saludables. Las mujeres deben tener el tipo de
cuerpo natural en ellas y los hombres el tipo de cuerpo natural en ellos. En cualquier caso,
tanto ellas como ellos deben tener sus cuerpos flexibles y sensibles.

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Puesto que el katsugen undô se ha creado para conseguir esto, es irritante ver como hay
personas que lo consideran equivocadamente como un método para mejorar su salud,
como una especie de cura-mágica-para-todo o como un sistema para vivir más tiempo.
Hay gente que practica el katsugen undô todos los días, dicen que es su “ejercicio de
salud”. Pero en realidad es un sistema para permitirnos, por ejemplo, vomitar naturalmente
cuando tomamos algo que nos es perjudicial. Por ello es necesario hacerlo diariamente con
regularidad al principio. Pero una vez que surge espontáneamente como respuesta a
cualquier situación no hace falta seguir haciéndolo. El hecho de pensar que es necesario
algún tipo de ejercicio para mantener la salud es un concepto erróneo en sí mismo. Una
vez que uno vomita naturalmente, tiene diarreas, coge fiebres, sabe donde le duele y es
sensible a los más pequeños cambios, y una vez que el katsugen undô surge naturalmente
por sí mismo, ya no necesita seguir practicándolo.

De modo que espero que se emplee el katsugen undô como un ejercicio para conseguir un
cuerpo sensible y presto a responder. Si se practica, uno se volverá sano de un modo
natural. A pesar de todo esto, hay personas que siguen viniendo a mí solicitando mi ayuda
porque encuentran que ayudarse a sí mismos les es fastidioso. Pero esta manera de ver la
vida es errónea. Si tras hacer todo lo que puede para poner su cuerpo en orden, uno se da
cuenta que carece de la fuerza necesaria para hacerlo, entonces le ayudaré; o si siente que
no sabe lo suficiente y quiere aprender más, le enseñaré. Pero no doy esperanzas a
aquellos que simplemente buscan alguien que se ocupe de su propia negligencia o que
buscan depender de alguien que les ponga en orden su cuerpo sin poner ningún tipo de
esfuerzo por su parte, como si fueran a un médico o a una farmacia a comprar su
medicamento. Lo que yo enseño es que todos tenemos la capacidad de mantenernos sanos
por nosotros mismos.

Ante todo, quiero que se den cuenta de que tienen esta fuerza vital innata y luego ayudar a
desarrollarla para que esté a pleno rendimiento. No importa cuanto me esfuerce, tan sólo
podré cubrir las necesidades de un número limitado de personas. Pero hay millones de
personas en el mundo. Por ello cada persona debe estar a cargo de su propia salud. Y si
cada persona lo hace, esto será la base para ayudar a otros millones de personas. Si yo
intentase cuidar a todo el mundo es obvio que tan sólo abarcaría a unas cuantas docenas
de miles como mucho a lo largo de toda mi vida. Este modo de hacer las cosas sería una
equivocación.

Por eso espero que las personas tan sólo vengan a verme cuando, tras hacer un gran
esfuerzo por su parte, no den con el modo de ayudarse a sí mismos. Si observo que una
situación excede la competencia de la persona, entonces la ayudaré. Me desconcierta el
hecho de que vengan a verme personas que no han puesto nada de su parte y esperan que
yo haga todo el trabajo en su lugar. No es para esto para lo que yo estoy aquí. Mi deseo es
que haya tanta gente como sea posible que se de cuenta que tiene la capacidad de vivir
saludablemente y que sean capaces de considerar como pueden sacar a relucir esta
habilidad. Pero el pensar en solitario tiene sus limitaciones.

Por eso me gustaría enseñar a las personas como estamos creados originariamente, y como
es normal el que cada uno ajuste su cuerpo haciéndolo moverse naturalmente. Esto sólo les
llevará unos instantes. Experimentando esto de un modo real quiero que vuelvan a atender
la fuerza innata de cada uno y, empleándola, se les abrirá el camino hacia la salud.

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No estoy diciendo “tienen la obligación total de practicar katsugen undô” porque este surge
de un modo natural en aquellos que son de mente abierta. Incluso un bebé es capaz de
vomitar cuando toma algo que no es adecuado para su cuerpo. También lo hacen los
gatos y los perros. Pero hay personas que ya no son capaces de vomitar cuando les hace
falta porque se han protegido tanto frente al exterior, o porque se han convencido a sí
mismas de que vomitar es malo, o porque toman pastillas para suprimir el vómito. Con las
personas que han preparado sus cuerpos para que estén entumecidos en cualquiera de
estas formas el katsugen undô no surge.

El katsugen undô puede surgir en cualquier persona que tenga su mente relajada. A este
estado lo llamamos tenshin. Si se es capaz de tener el estado mental previo al nacimiento, y
si no se piensa en nada en particular, el katsugen undô surgirá. Las personas que sufren de
insomnio deberían vaciar sus cabezas de pensamientos antes de irse a dormir. Cuanto más
se preocupa uno de dormir rápido o de a qué hora deberá levantarse menos capaz se es de
dormir. Pero si el pensamiento “Ah, no puedo dormir” cruza por la mente, la tensión
desaparece repentinamente de la mente y probablemente caeremos dormidos. De modo
análogo, cuando vaciamos la mente comienza el katsugen undô.

Dado que la mayoría de los sistemas extra-piramidales de las personas están oxidados, hay
quienes tienen sus cuerpos totalmente insensibles o quienes son incapaces de relajarse
totalmente. No pueden vaciar sus mentes y mantener el estado tenshin: siempre están
preocupados de que otras personas les estén observando, o de que alguien se esté riendo
de ellos, o de que alguien se pueda comer el trozo de pastel que dejaron en la nevera. El
katsugen undô no surge espontáneamente en las personas enfermas en este sentido. En
cambio surge en personas que no son inteligentes. El katsugen undô es algo instintivo de
forma que surge tanto si se entiende esto que estoy diciendo o no. No surge por el simple
hecho de que se entienda lo que digo. De hecho, en aquellas personas que se empeñan en
entenderlo no surge, puesto que no es producto del esfuerzo sino que se manifiesta natural
y espontáneamente. Si se intenta que surja es como querer forzarse a dormir a una hora
concreta. Si la intención es demasiado fuerte, el resultado no será el deseado. Insisto, el
katsugen undô es natural. En un estado de deseo no puede surgir.

Dado que es algo natural, cualquiera puede experimentarlo si tensa su cuerpo tanto como
pueda y luego lo relaja repentinamente. La relajación vacía la mente y, cuando esta queda
en blanco, surge el katsugen undô. Con aquellas personas que son capaces de vaciar sus
mentes y quedarse relajadas no hay problema. Pero hay quienes se preguntan, “vale, ¿qué
es lo siguiente?” y empiezan a buscar alrededor. O imaginan que están totalmente
relajadas cuando en realidad sus cuerpos están rígidos a causa de la tensión. El katsugen
undô no surgirá en ellos.

Hoy día, las personas se centran en curar sus enfermedades y hacer más potentes las
medicinas cuando deberían intentar hacer sus cuerpos más flexibles. La estreptomicina y la
penicilina se toman comúnmente, a resultas de lo cual han aparecido gérmenes resistentes
a las mismas. Ahora, por ejemplo, existe un tipo de gorronea que no puede curarse con la
penicilina, y que se está extendiendo rápidamente. Mientras tanto, el cuerpo humano se
vuelve cada vez más vulnerable a las enfermedades. Esto demuestra que tener
conocimientos en medicina y enfermedades, por sí mismos, no son suficientes para
mantener la salud.

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Se está volviendo excesivo el pensar que no se puede estar saludable a menos que se
eliminen todos los gérmenes. Sería de idiotas perder los nervios y pelearse con un bebé. Y
cuanto más ridículo es el pensar que la salud de uno depende de la destrucción de todas
las bacterias cuando estas son mucho más pequeñas que los bebés. Por el contrario,
debemos dejar que estas bacterias permanezcan en nuestros cuerpos y que hagan trabajos
beneficiosos para nosotros. De hecho, las bacterias del colon ayudan a la digestión de la
comida al descomponer los nutrientes en el tracto digestivo. Pero cuando nuestros cuerpos
son débiles esas mismas bacterias pueden ocasionar la inflamación de los conductos de la
vejiga. Cuando el cuerpo está fuerte las bacterias trabajan de un modo beneficioso. El
pensar que por ser débiles de cuerpo debemos eliminar todas las bacterias, es una
suposición mental inexacta. Creo que es hora de que echemos de nuevo una mirada hacia
nuestro pasado, para volver a aquellos tiempos y que aprendamos a ajustar nuestros
cuerpos correctamente.

Cómo provocar el katsugen undô

DOS EJERCICIOS PREPARATORIOS

1.- (a) Sentarse de rodillas con las nalgas sobre los talones. Los muslos no deben estar
ni demasiado juntos ni separados; lo correcto es poder meter los dos puños
juntos entre sí en el interior de los muslos. Las personas que tengan dificultades
para sentarse así pueden sentarse con las piernas cruzadas sobre el suelo o
sobre un taburete; pero el estar arrodillado sería lo más normal.

(b) A unos tres dedos bajo el esternón (el hueso frontal del pecho al que se unen las
costillas) se encontrará una zona que se puede presionar hacia dentro más
fácilmente que en la zona adyacente. Ponga los tres primeros dedos de sus
manos sobre esta zona de forma que las yemas de los dedos apoyen sobre la
zona que se hunde más fácilmente y el resto de los dedos en la zona adyacente.

(c) Inhale profundamente y, visualizando que la respiración surge desde el


estómago, espire lentamente por la boca, doblándose hacia delante mientras
visualiza, de modo que sus dedos presionan suavemente en la zona del
esternón. Acompase el ejercicio de modo que haya espirado todo el aire justo
en el momento en que acabe de doblarse hacia delante (si llega, hasta tocar
con la frente el suelo).

2.- En este ejercicio, la fuerza se ejerce en la parte baja de la espalda. Aún


arrodillado (o sentado) gire hacia atrás la cabeza y el tronco tanto como pueda,
intentado mirar su columna vertebral, a izquierda y derecha. Debe intentar
conseguir el máximo de tensión en la parte baja de la espalda. Gire hacia atrás
despacio y retorne a la posición inicial relajando abruptamente. Haga este
movimiento siete veces a cada lado.

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Por medio de los dos ejercicios anteriores se relaja el plexo solar.

INDUCCIÓN DEL KATSUGEN UNDÔ

El siguiente ejercicio es el que en realidad provoca el katsugen undô. Lo hace estimulando


el cuerpo de una forma no natural, de modo que el cuerpo se ve obligado a corregir por sí
mismo esta distorsión.

1.- Cierre los dedos como en forma de puño dejando los pulgares en su interior. Al
inspirar, levante ambos brazos de forma que queden paralelos con los hombros.
Luego, mientras espira, tire de sus brazos hacia atrás, como si quisiera juntar sus
omóplatos. Sincronice el movimiento de forma que se alcance el punto de máxima
tensión cuando a la vez que se haya expulsado todo el aire del cuerpo. En cuanto
alcance el punto de máxima tensión, relaje abruptamente. Todo el ejercicio debe
hacerse continuadamente, sin paradas. Haga el ejercicio un máximo de tres veces.

2.- Adopte cualquier postura que le resulte cómoda (arrodillado, sentado, tendido o
incluso en pie) En caso de estar de rodillas o sentado ponga sus manos con las
palmas hacia arriba sobre los muslos.

Cierre los ojos. Relaje completamente la parte superior de su cuerpo y no piense en


nada concreto, en ese momento empezará el katsugen undô. Una vez surja el
movimiento no intente controlarlo, deje que que se manifieste libremente.

CUANDO ACABA EL MOVIMIENTO

Antes o después el movimiento finalizará por sí solo naturalmente, aunque se puede detener
a voluntad en cualquier momento. Tanto para cuando el movimiento ha terminado por sí
solo como para cuando se lo desea interrumpir voluntariamente hay que hacer lo siguiente:

Mientras mantiene los ojos cerrados:

1.- Haga una inspiración profunda.

2.- Tras contener la respiración unos instantes, exhale repentinamente muy ligeramente
como si echase el aire desde el vientre, haciendo un sonido como “Hmmmp” y a la
vez llevando el aire hasta el bajo vientre, tensando los músculos abdominales. El
sonido “Hmmmp” debe ser muy corto en duración y cortarse al llegar a la garganta;
debe visualizar que el sonido parte desde su vientre.

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3.- Mientras mantiene la tensión en el bajo abdomen abra lentamente primero el ojo
izquierdo, luego el derecho, y espire lentamente.

4.- Tras abrir los ojos, permanezca donde esté completamente relajado. Tras un rato (dos
o tres minutos), si parece que continúa el movimiento o se siente mareado, golpee su
hombro izquierdo con brío con su mano derecha. Luego se puede levantar.

KATSUGEN UNDÔ MUTUO

En el caso de que dos personas hagan katsugen undô conviene que uno de ellos haya
practicado con anterioridad. Antes de inducir el movimiento ambos practicantes deben
hacer los dos ejercicios preparatorios arriba descritos.

1.- Uno de los practicantes (el que ya tiene experiencia) se pone en pie tras el otro, que
deberá estar sentado sobre las rodillas o sentado en el suelo con las piernas cruzadas
o en un taburete.

2.- El practicante que está en pie debe colocar sus manos sobre la cabeza del otro, con
sus dedos, excepto los gordos, apoyados ligeramente en las sienes con las puntas
apuntando hacia el suelo. Los dedos gordos se deben colocar en la intersección entre
la línea imaginaria que unen las dos orejas y las líneas imaginarias paralelas que irían
desde el centro de los ojos hacia la nuca. No es necesario que los dedos estén en
estos puntos, pero es la postura habitual cuando se realiza el katsugen undô por
parejas.

3.- El compañero que está en pie cuenta lentamente (en su cabeza, no en voz alta) veinte,
incrementando gradualmente la presión de sus pulgares sobre los puntos (aunque esta
presión siempre deberá ser muy leve) Mientras lo hace, debe visualizar que está
espirando por la punta de sus pulgares. Cuando haya contado veinte, deberá empezar
a reducir gradualmente la presión (sin quitar los dedos del sitio) contando cinco al
mismo ritmo de antes. Este se debe repetir cuatro veces.

4.- La persona que ha estado de pie deberá entonces arrodillarse tras el que ya lo estaba,
colocando sus manos suavemente sobre la espalda del otro y cerrando sus ojos. El
katsugen undô comenzará por sí solo naturalmente. Una vez haya comenzado el
movimiento la persona que esta apoyando las manos no deberá intentar controlar ni
el movimiento del compañero receptor ni el de sus propias manos.

5.- Hay que dejar que el movimiento siga su curso hasta que finalice, en ese momento
ambos participantes deberán hacer individualmente los movimientos descritos
anteriormente en “Cuando finaliza el movimiento”.

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Reacciones al Katsugen Undô

A medida que vamos haciendo katsugen undô, ya sea en solitario o por parejas, nuestros
cuerpos se irán sensibilizando y haciendo más activos lo cual nos conducirá a vivir
saludablemente. Como resultado tienen lugar muchos cambios a los que nos referiremos
más correctamente con el término “reacciones”.

RELAJACIÓN

La primera reacción es como sigue: uno se siente lánguido y adormilado, con todo su
cuerpo extrañamente cansado, aunque la sensación es agradable y uno se siente a gusto. A
esta primera reacción la denominamos período de relajación: no importa cuanto
durmamos, querremos dormimos más – de hecho, podríamos dormir eternamente. Parece
que perdamos todo el apetito. Este período se caracteriza, por ejemplo, porque uno se
olvida a veces de comer y está adormilado. Todo el cuerpo está muy relajado como cuando
se toma un baño o se está medio dormido.

HIPERSENSIBILIDAD

La segunda reacción consiste en un período de hipersensibilidad. Uno se empieza a sentir


como si tuviera un chorro de agua corriéndole bajo la piel, o con algo de frío. Cuando se
tienen estas sensaciones, se sabrá que se ha entrado en el estado de hipersensibilidad. En
esta fase, puede subir la temperatura corporal, tener diarrea, que todo el cuerpo exude,
tener dolores en varias partes del cuerpo como si se estuviese sufriendo de una enfermedad
aguda, llegar a tener incluso fiebre muy alta. Por ejemplo, si se tiene dolor de dientes,
parece desaparecer durante el período de relajación; pero apenas parece haber parado
cuando regresa de nuevo, con más virulencia, haciendo que la parte afectada parezca
hincharse. Pero si se pasa por este proceso, y se genera mucha saliva, el dolor finalmente
disminuirá.

Así entraremos en el período de evacuación, que explicaré a continuación. Este período


puede durar menos de un día o varios meses. En cualquier caso, durante el segundo
período, el de hipersensibilidad, podemos experimentar algunas dolencias, hinchazones,
escalofríos y cambios similares a los que provocan las enfermedades con cuadros de dolor
agudo.

EVACUACIÓN

Cuando han terminado las dos primeras fases, se pasa a la última reacción, la que
denominamos de evacuación. Es durante este período en el que se eliminan todos aquellos
elementos inútiles y perjudiciales para el organismo. Por ejemplo, aquellas personas que
tienen desajustado su sistema nervioso en algún sentido experimentarán cambios en la piel
externamente.

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A veces se origina un exceso de transpiración u otras manifestaciones que semejan
alteraciones de la piel. Cuando el sistema urinario o respiratorio está desajustado también
pueden aparecer algunos cambios en la piel pero casi siempre desaparecen con el sudor
normal. Suceden muchas cosas durante el período de evacuación pero las englobamos
como reacciones al katsugen undô porque tras cada reacción el estado de cada individuo
mejora.

PRECAUCIONES QUE DEBEN TENERSE DURANTE LOS PERÍODOS DE REACCIÓN

Durante los períodos de reacción la ropa interior se ensuciará más frecuentemente, las uñas
crecerán más rápidamente, se podrá tener más caspa e incrementar la intensidad de los
olores corporales. Aquellos que sean propensos a tener piedras las expulsarán con rapidez,
ya sean estas cálculos biliares, piedras nefríticas o piedras de la vesícula. Suele ocurrir que
durante este período se expulsen no en forma de piedras sino como orina mal oliente, pero
hay personas de naturaleza impaciente que expulsarán los cálculos biliares o las piedras
nefríticas tal y como son. Sé de alguna persona que expulsó una piedra de la vesícula del
tamaño de una judía blanca y de alguien más que expulsó treinta y seis cálculos biliares.
Otro pasó por tres episodios de diarrea y otro tuvo un período de irritación nasal en la que
expulsó mucosidad de todo tipo. En cualquier caso, una vez alcanzado este estado uno
puede sentir alivio de los dolores porque está mejorando.

Las personas se suelen sentir desorientadas sino les han hablado sobre estas reacciones.
Hasta el período de hipersensibilidad las personas están entusiasmadas porque se sienten
muy bien. Pero luego aparece el período de hipersensibilidad: al principio hay dolores y
malestar en diferentes partes del cuerpo; uno siente que todas sus esperanzas se
desvanecen cuando partes en las que se había recibido un golpe diez años atrás comienzan
a doler de nuevo. Por ello es importante que uno explique a la gente que estas reacciones
pueden tener lugar antes de que empiecen a practicar katsugen undô. Este tipo de
reacciones pueden aparecer, aunque la mayoría de la gente pasa por estos períodos sin
que les sucedan cosas extraordinarias. Quizá alguno recuerde cuan duramente tuvo que
pasar por este período.

En el período de relajación lo más importante es simplemente relajarse. Si se tiene sueño


hay que dormir; si se siente languidez hay que tumbarse; si no se tiene hambre no hay que
comer. Durante el proceso de transición de relajación al de hipersensibilidad se puede
llegar a sentir como si corriese agua por debajo de la piel, vagamente desagradable, o
algo de frío. Aquellos que reaccionan fuertemente sentirán mucho frío. En este proceso es
conveniente permanecer tan inactivo como sea posible. También es esencial protegerse del
frío y el evitar exponerse al viento frío, especialmente cuando el cuerpo está transpirando.
Hay que tener cuidado de evitar coger frío por cualquier causa. Este período debe
considerase como de descanso: este es el requerimiento básico para pasar por el período
de relajación. Además, es importante recibir yuki durante mucho tiempo en esta fase.
Cuando se ha entrado en el período de hipersensibilidad, surgirán dolores y molestias en
varios sitios y se puede tener fiebre. Después de sentir mucho frío empezará la fiebre. No es
necesario permanecer en cama: se puede seguir el ritmo de vida habitual. Incluso aunque
la fiebre llegue a subir por encima de 40º C no hay que preocuparse mientras esta dure.

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Se puede continuar activo. El meterse en cama, más que ayudar, obstaculiza el proceso.
Mucha gente se lanza corriendo a la cama en cuanto tienen algo de fiebre pero esto es un
error. Antes de que aparezca la fiebre es necesario descansar y mantener el cuerpo caliente
pero una vez que comienza hay que levantarse; probablemente uno se sentirá mejor si hace
esto. De modo que en este período no es necesario descansar si no se siente que sea
necesario.

El siguiente período es el de evacuación. Durante este período aquellas partes del cuerpo
donde hay bloqueos se sueltan, y la evacuación aparece rápidamente. En el período de
relajación el cuerpo se queda realmente muy relajado, mientras que es este período
comienza a la vez la liberación de tensiones en las partes del cuerpo bloqueadas y una
abundante sudoración. Las funciones de evacuación del cuerpo se vuelven más activas, así
las heces pueden coger un fuerte color o pueden aparecer muchas diarreas. A medida que
el cuerpo se relaja, las evacuaciones se ven favorecidas y como resultado se consigue la
relajación del organismo. Las partes del cuerpo que normalmente se resisten a relajarse, sí
lo hacen con las evacuaciones. Incluso un hombro o un cuello rígidos se pueden quedar
completamente relajados. En ocasiones se dan casos de fiebre en la transición del período
de hipersensibilidad al de evacuación. No hay que forzar que la fiebre baje.

Si, durante estos períodos de reacción, uno puede visualizar que respira por la columna se
ayudará a que los procesos tengan lugar en el modo correcto: el proceso de relajación se
hace más corto y se favorecen las evacuaciones.

Los siguientes métodos también ayudan en las transiciones:

Cuando duelen la garganta o el tracto urinario, hay que preparar un baño para los pies.
Los pies se introducirán en agua caliente hasta la mitad del hueso interno del tobillo [ni más
ni menos, es importante] durante seis u ocho minutos. La temperatura del agua debe ser
unos dos o tres grados superior a la que se suela emplear para tomar la ducha o baño
(42ºC ó 43º C) y debe mantenerse añadiendo agua caliente poco a poco si es necesario.
Tras seis minutos hay que secar los pies completamente con una toalla e inspeccionarlos. Se
apreciará que uno pueda estar más colorado que el otro. De ser así hay que volver a
introducir el más pálido en el agua durante otros dos minutos. Tras esto hay que secarlo y
beber un vaso de agua muy fría, marchándose a la cama, de este modo el proceso se
completará suavemente.

Las personas que tienen problemas en sus aparatos digestivos deberían hacer este tipo de
baños pero metiendo las piernas hasta las rodillas.

Si se tiene mucha fiebre hay que meter una toallita en agua caliente, escurrirla y doblarla
varias veces sobre sí misma hasta que quede una superficie de unos 5 cm2, renovando la
temperatura caliente en la misma con frecuencia, empleándola para calentar la parte de la
base del cráneo durante cuarenta minutos. Esto es mejor hacerlo cuando la fiebre ha
subido por encima de los 39º C. Una vez que la zona está caliente la fiebre retenida en el
cuerpo subirá de repente y rápidamente bajará. Hasta ese momento es conveniente estar en
pie y llevar una vida normal, dejando que el cuerpo se relaje y se fortalezca por sí mismo de
una manera natural.

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Durante el proceso de evacuación las heces se pueden volver realmente coloridas: pueden
ser rojas, amarillas, verdes, marrones, negras o de otros colores. Esto mismo ocurre con la
orina: hay todo tipo de coloridos. Hay personas que pasan por orinar de color café. Una
anciana que tenía un bulto canceroso en su hígado orinaba muy amarillo, con un sudor
también amarillento, e incluso tras ducharse podía constatar que su toalla estaba
manchada de amarillo. Cuando este estado amainó el bulto canceroso disminuyó su
tamaño, encontrándose mucho mejor. Pasó un año entero sin novedad alguna, pero en la
primavera del siguiente año su sudoración se volvió amarilla de nuevo, al igual que su
orina, pero en esta ocasión también aparecieron algo similar a erupciones cutáneas; su
toalla seguía manchándose de amarillo. Para cuando ya no podía seguir así y había venido
a verme, el bulto había descendido drásticamente; este ciclo se repetía por sí solo cada
año. Continuó otros siete años durante los cuales convivió con el bulto hasta que alcanzó
los setenta y nueve años. A esta edad dejó Tokio a causa de la guerra, al igual que yo, pero
yéndonos a sitios distintos. Ella me escribió y me dijo. “Este año no he tenido ninguna
reacción, ni amarilleo ni erupción cutánea; nunca he tenido un año tan agradable.” Yo les
había dejado dicho a sus hijas, “Si no hay reacción alguna, deben tener cuidado. Creo que
morirá en el transcurso del año”. Dos años después murió a la edad de ochenta y un años.
Tras liberarse de la reacción murió, pero por su edad es imposible saber si murió del cáncer
de hígado que le diagnosticaron o simplemente por muerte natural. Uno simplemente debe
asumir que vivió plenamente su ciclo vital, con repetidas reacciones de evacuación seguidas
por repentinos bajones en el bulto que albergaba.

Las cosas más importantes a recordar durante los períodos de relajación son el evitar por
todos los medios coger frío, permitir una relajación y descanso absolutos tras un período de
reacción, evitar empezar a moverse inmediatamente tras una reacción por el simple hecho
de que haya terminado, y moverse tan sólo cuando uno sienta que realmente puede
empezar a hacerlo. El estado del cuerpo es casi el mismo que el que se tiene durante una
enfermedad aguda, cuando el cuerpo debe quedar en reposo tras que haya pasado la
fiebre. El ponerse a hacer cosas inmediatamente en la creencia de que la recuperación es
completa seguramente dañará el cuerpo. Cuando pensamos en enfermedades agudas y en
este tipo de reacciones, debemos llegar a la conclusión de que son muy parecidas; en
cualquier nivel, si se pasa por ellas como por un proceso natural, uno se volverá realmente
sano. Paralelamente, es conveniente seguir practicando katsugen undô hasta que las
reacciones se hayan completado. Cuando se haya pasado por todas estas etapas
sobrevendrá un estado de buena salud. En familia, en particular, puede continuarse la
práctica del katsugen undô mutuo. De este modo, cuando algún miembro de la familia
tenga algún problema puede ser curado por la ayuda de la vitalidad de otro miembro al
seguir con el katsugen undô mutuo. Y cuando algo de la salud vaya mal, si se hace
conjuntamente, se puede inducir el katsugen undô con facilidad en ambos cuerpos. Cuando
se hace el katsugen undô por parejas se incrementa mucho la sensibilidad de los cuerpos.
Para incrementar este tipo de sensibilidad es más efectivo hacer el katsugen undô en
cooperación con alguien en vez de hacerlo a solas y, en caso de emergencias, es más
beneficioso. Así que recomiendo a aquellos que sienten que han obtenido y mantienen una
salud genuina por hacer el katsugen undô a solas que lo hagan por parejas.

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III KI Y YUKI

.-) El Ki que mantiene la forma de los seres vivos


.-) Cómo hacer Yuki

El Ki que mantiene la forma de los seres vivos

Hay personas que hablan de “técnicas avanzadas” y emplean algunas habilidades


espectaculares tales como el presionar o golpear a la persona que están tratando pero, no
importa lo habilidosas que sean estas personas, las cosas que hacen realmente no se
pueden considerar como “técnicas”. Puesto que es una cuestión de una cierta atención
dirigida sobre un nervio embotado, hay poca diferencia, en términos de mejorar el cuerpo,
si una técnica, considerada en sí misma, se aplica hábilmente o no. El otro día alguien
comentaba, “Me han estado ajustando la columna durante diez años y los huesos que
crujen cuando son manipulados son siempre los mismos. Pero la deformación que había al
principio sigue siendo la misma. Tras corregírseme vuelve a la misma postura para cuando
llego a casa”. Bien, eso es lo que ocurre; es el ki el que mantiene la forma de los seres
vivos. Al comienzo, el cuerpo humano no es más que una célula. Esta célula se divide hasta
formar el cuerpo que tenemos. Al principio no tenemos brazos, piernas o lo que sea. Es por
la división de las células por lo que llegamos a tenerlos, y nos convertimos en un cuerpo
completo que es el apropiado para vivir. Es a través de los movimientos del ki en el interior
de la célula, lo cual se puede denominar como necesidad, o por el movimiento del ki al
centrarse en algo, por lo que el cuerpo se forma gradualmente, y así se cumple lo que
denominamos como crecimiento. El crecimiento y la multiplicación son las características de
los seres vivos.

El movimiento de algo con vida no es equiparable a mover un objeto como pueda ser una
tiza; el movimiento del objeto vivo surge de su interior. Y no es solo que el movimiento surja
del interior: los movimientos surgen para satisfacer necesidades concretas. Porque existe la
necesidad de comer, extendemos nuestros brazos y comemos. El cómo extendemos las
manos no es tan importante. Según las personas se extienden las manos en diferentes
modos pero, en términos de satisfacer la misma necesidad, no hay diferencia alguna. No
importa lo pequeño que pueda ser, el movimiento como manifestación para satisfacer una
necesidad es una característica de los seres vivos. De modo que el ki es movimiento de la
necesidad, que no puede ser visto y que toma forma como el movimiento visible del cuerpo.
El movimiento de los seres vivos es la forma tomada por algo que no puede ser visto y que
no tiene una forma física. Lo que realmente se mueve es el ki.

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Cuando no existe necesidad, no hay ki por tanto, y tan sólo existe la forma, sólo cabe la
posibilidad de un colapso. No importa lo grande y saludable que pueda ser una persona, si
el ki para hacer esto o aquello se disipa, la persona se colapsa como un castillo de naipes.
Creo que es probablemente por esta razón por la que las personas que se jubilan y no
encuentran ocupaciones se ponen enfermas. El ki ha desaparecido y tan sólo queda la
“concha”. Por eso, por mucho que se intente curar esta “concha”, no se logrará. En vez de
tratar la forma, uno debe empezar por hacer aparecer una necesidad y, a través del yuki,
producir una respuesta del ki invisible y así elevar la actividad en el interior del cuerpo; si de
este modo la parte deformada, por así llamarla, se corrige, los efectos serán duraderos.

Cuando, por ejemplo, se opera el estómago, los intestinos pueden ser colocados fuera de
su sitio. Los intestinos son largos por lo que es difícil colocarlos en su posición normal, pero
si nos limitamos a meterlos en el estómago, volverán a su posición normal por sí mismos.
Cuando un órgano interno se sale de su sitio inadvertidamente, o se descuelga se debe tan
sólo a que las funciones de control del sistema nervioso no están funcionando
correctamente; el ki no es lo suficientemente fuerte como para mantener el órgano en su
sitio. Cuando el cuerpo está lleno de ki los órganos se mantendrán en su sitio correcto
incluso si son colocados al tuntún en la cavidad abdominal. Pero tomemos el caso de un
estómago que se ha desplazado de su posición habitual: si su ki se ha consumido, incluso
aunque quitemos una parte del mismo y lo repongamos a su posición habitual, este no se
quedará en su sitio.

Es el ki lo que existe en primer término, no la forma. En el caso de un grupo de personas, si


su espíritu o ki se ha perdido, el grupo también desparecerá, no importa lo grande que sea.
Lo mismo es cierto para el cuerpo de una persona: si el ki se consume, se caerá a pedazos.
Si uno hace yuki y, a través de él “observa” el ki, podrá darse cuenta, cuando tan sólo
exista movimiento del ki, de las distorsiones de la otra persona antes de que estas cobren
forma.

Por eso suele ocurrir que uno sienta que algo está mal en cierta parte del cuerpo de una
persona, cuando en realidad ésta aún no ha notado nada. Por ejemplo, si cuando se hace
yuki sobre la tercera vértebra torácica se la siente extremadamente sensible y al hacer yuki
sobre la mejilla se siente frío, hay ya algo que no va bien en los pulmones. Pero en esa
etapa, si se hacen unos rayos X de los pulmones, no se apreciará que nada vaya mal. La
anormalidad sólo es apreciable unos meses más tarde. En todos los casos, el movimiento
del ki surge en primer lugar.

Aunque uno pueda cortar y abrir un cuerpo humano y luego lo cierre y lo cosa, no puede
considerar que ese cuerpo se ha curado a menos que el ki lo llene. Si aumenta la presencia
del ki en el cuerpo, las células vuelven a dividirse y el cuerpo es curado. No importa las
operaciones a las que uno se someta o las medicinas que pueda tomar, es tan sólo cuando
se ha reunido el ki dentro del cuerpo, por medio de sus propias fuerzas, que este es curado.
Si se considera el cuerpo humano como un objeto o algo parecido a un tubo de ensayos,
no se puede conocer con propiedad su medida real. Si, ante todo, se reúne todo el ki del
cuerpo y la actividad que conduce a la curación surge, entonces el cuerpo se mantendrá
por sí mismo en un estado de normalidad. Si el ki no llena el cuerpo, incluso un cuerpo
cuyo estado es de normalidad cambiará a peor y, se haga lo que se haga, no se curará.

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Por ello, cuando se intenta curar un cuerpo hay que empezar desde la parte del ki; si se
trata el problema desde el exterior aplicando todo tipo de tratamientos al cuerpo, a menos
que el ki lo llene, este no se curará.

Tomar el sol es generalmente bueno para el cuerpo, pero no lo es para personas con
ciertos problemas. Pero, curiosamente, una máquina que genera una luz con las mismas
características que la del sol sí les hace bien. ¿Cómo es posible esto? ¿Cómo puede ser
que cuando el sol está derramando sus rayos en el exterior, estas personas tengan que
refugiarse en una habitación en la que no entren los rayos de sol y en cambio la luz de una
máquina les haga bien? Se debe simplemente al hecho de que se concibe la “luz solar” de
la máquina como un artificio que es bueno para el cuerpo. Pasa lo mismo con el agua: si
se cree que beberla es saludable, lo será. O pongamos el caso de un ejercicio físico: si se
nos dice que nos hará más bellos, llegaremos a creer que mientras lo hacemos nos estamos
volviendo más guapos; o si se nos dice que nos rejuvenecerá llegaremos a creer que es
cierto. Lo que estamos haciendo no es en sí diferente en modo alguno; tan sólo es el
nombre lo que cambia. Así pues, si por medio de un nombre se consigue tener éxito a la
hora de reunir el ki del cuerpo, se puede hacer un monedero de seda con la oreja de una
cerda. Pero si uno fracasa en esta reunión del ki, incluso la mejor medicina será ineficaz.

El que la conducción del Seitai sea experta o no, depende del modo en que se haga.
Depende del modo en que se reúne el ki. Dicho de otro modo: si se es capaz de reunir o no
el ki de la persona a la que se está tratando. No importa lo intensivamente que uno pueda
hacer yuki, no importa lo espectacularmente que se pueda practicar katsugen sôhô
(tratamiento de seitai que se aplica por medio del katsugen undô) no podemos considerar
que esta persona, con sólo estos aspectos, sea capaz de ejercer una conducción experta de
seitai. El punto realmente importante es poder reunir el ki de la persona a la que está
tratando directamente. Las personas que han aprendido a hacer yuki lo hacen con mucha
concentración. Si son capaces de hacer una interrupción parcial de su concentración, hacen
por comprender los sentimientos de la persona a la que están tratando y consiguen tener
éxito en reunir el ki del otro, la vitalidad de la persona surgirá más fácilmente como
resultado de, simplemente, poner las manos sobre ella, incluso aunque no parezca
espectacular, y sin emplear técnicas tan complicadas como el presionar la columna para
corregirla. Así pues, demos un paso atrás: lo realmente importante es percibir la sensitividad
de los demás.

Al igual que un corte o una quemadura pueden curarse al hacer yuki sobre ellos, del mismo
modo se pueden curar los “cortes” y “quemaduras” del interior del cuerpo. El otro día uno
de mis estudiantes me vino con un trocito de cristal; había estado en el brazo de un niño de
veinte meses. Algún tiempo antes me había traído al niño, en ese momento fui capaz de
sentir algo de calor en esa zona y le dije que le hiciese yuki ahí. Pensó que, como eran
resultado del yuki, el pus y la sangre que salían de la herida no tenían importancia; a
medida que hacía yuki algo empezó a salir gradualmente. Pensó que podía tratarse de un
trocito de hueso cuando tiró de él pero en realidad era un trocito de cristal. También los
cálculos biliares se expulsan si se hace yuki. Saldrán mientras que sean pequeños de forma
que el dolor será leve., No es extraño que salgan trocitos de cristal, cálculos o lo que sea,
porque el cuerpo por sí mismo posee la actividad necesaria para expulsar las cosas que le
son innecesarias.

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Hubo un hombre que montó un gran alboroto porque se le quedó alojada una aguja en un
ligamento mientras estaba siendo tratado de una hernia por un acupuntor, pero una vez se
le hizo yuki, la aguja salió. De este modo el cuerpo empuja hacia fuera las cosas que no
necesita.

Hace poco tiempo, el presidente de cierta compañía contrajo erisipela. La había tenido con
anterioridad y me dijo que esa vez estuvo dieciocho meses en el hospital. Le dije a su mujer
que empezase por presionarle el kano katten (el punto del cuerpo que está relacionado con
la supuración) y que luego hiciese yuki en la zona afectada. Mientras que le hacía yuki, la
zona afectada, que había estado de color negro, se volvió roja y al día siguiente, cuando lo
trajo a mi consulta, había mejorado casi por completo. Así pues, si se eligen las zonas en
las que existe un aumento de la sensibilidad, se obtienen mejores resultados que haciendo
yuki de un modo directo [sobre la zona afectada]

En estos momentos la gente hace muchas preguntas con relación al yuki. Si se piensa en él
como una forma de concentrar la mente creo que es suficiente.

Cómo hacer Yuki

El poner las manos sobre el cuerpo para curar los dolores no es algo acerca de lo que los
seres humanos hayan meditado; es un método instintivo de tratamiento.

En el pasado y en el presente, en el Este y el Oeste, las personas se han presionado un


diente que les dolía con su mano y se han apretado el estómago cuando les dolía. No se
trata de presionar el cuerpo porque uno crea que le va a curar; es tan sólo un acto reflejo.

La acción de poner las manos sobre el cuerpo a fin de curar una dolencia probablemente
comenzó hace millones de años, cuando el primer hombre comenzó a caminar erecto y
empezó a usar sus manos.

Sin embargo, los hombres comenzaron a emplear paulatinamente sus cerebros en el día a
día y, a causa de su modo de vida deterioraron su estado salvaje original; esta capacidad
empezó a crecer débilmente y, siguiendo el ejemplo de los perros y los ciervos, aprendieron
a masticar cortezas y a chupar las raíces de las plantas y así aprendieron a tratarse con
sustancias medicinales; y, siguiendo el ejemplo de pájaros y osos, comenzaron a tomar
baños termales. Estos hallazgos evolucionaron hacia los sistemas de salud que tenemos hoy
día, pero el método instintivo natural de tratamiento del hombre siguió siendo el poner las
manos sobre el cuerpo. Incluso hoy día la gente hace esto inconscientemente. Pero
suponemos que las medicinas curativas buenas para los seres humanos se pueden
encontrar en montañas deshabitadas o bajo terrenos ocultos, y que las medicinas que curan
a los japoneses provienen de factorías alemanas; de hecho, la única razón de esta situación
es que hemos olvidado que vivimos gracias a nuestra propia fuerza vital.

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El hombre tiene en sí mismo las medicinas que necesita para que le ayuden. La adrenalina y
la insulina no son sino sustitutos de las sustancias segregadas por el cuerpo. Pero antes de
ofrecerle ayuda al cuerpo e intentar compensar sus deficiencias, debemos decirle que
produzca las sustancias que son necesarias. No importa la habilidad que tenga una
persona para protegerse contra las cosas del exterior, no se puede decir que es fuerte a
menos que se fortalezca a través de su propia energía vital. Uno solamente es fuerte
cuando toda su fuerza está en su plenitud y cuando su cuerpo se mantiene bien gracias a su
energía vital.

De modo que en la época actual debemos reexaminar y hacer uso pleno del hecho de
poner las manos sobre el cuerpo para hacer que surjan las fuerzas que poseen las
personas, de forma que se vuelvan fuertes. Esta es la única razón por la que yo enseño a
hacer yuki. Es un error pensar en el yuki como un método que surge, por así decir, en los
intersticios de los diferentes tipos de tratamientos médicos existentes. Tan sólo el yuki es
original en el ser humano.

Lo mejor es que los seres humanos se vuelvan fuertes por sí mismos. Es más sabio que las
personas intenten llevar sus energías al máximo de su potencial en vez de ir de acá para
allá intentando escapar de gérmenes o sustancias nocivas. El mantener la salud debe
significar ampliar el rango vital; algo que implica la proliferación de “se puede” y “no se
puede” y que limita el rango vital del hombre no es absoluto una forma de mantener la
salud.

Hay personas que intentar estar sanas haciendo, por así decir, las cosas cautelosamente
entre las hendiduras del universo, pero el único modo genuino de estar saludable es vivir
exuberantemente. El cielo azul es bello, un estómago lleno se siente bien. Pensar que estas
cosas son alarmantes y que deben evitarse es totalmente opuesto a estar sano.

Debemos pensar en mantener la salud tan solo en términos de vivir exuberantemente y con
plenitud. Aunque podamos sufrir en ciertas épocas, y aunque podamos sentir dolor,
debemos tener en mente y estar totalmente resueltos de volvernos absolutamente fuertes de
forma que surja la auténtica salud y, de este modo, que podamos vivir la vida con plenitud.
Debemos cambiar la orientación de los métodos sentimentales que principalmente buscan
aliviar el sufrimiento presente.

Las personas que vayan a hacer uso del yuki no deberán emplearlo como un sustituto de las
medicinas. Tan sólo debe emplearse para conseguir que las personas se vuelvan
genuinamente fuertes.

Las instituciones y sistemas que tenemos hoy día en el mundo están muy lejos, con sus
complicaciones y planes, de dejarnos vivir de un modo vigoroso. Querámoslo o no,
estamos atados por montones de “esto se debe” y “esto no se debe”. Debemos restituir la
salud y el vigor a las personas que han sido aplastadas por el peso de las instituciones y los
sistemas y que por ello han crecido débiles. El yuki debe emplearse con este único fin.

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Echamos la culpa a los gérmenes de la tuberculosis o de la neumonía. Pero debemos
corregir el pensamiento que echa la culpa a las personas por haberse vuelto débiles,
enfermas o cualquier cosa similar. Debemos reconocer que caemos enfermos porque
somos débiles y que los gérmenes nos recuerdan que nos hemos vuelto descuidados;
debemos admitir con franqueza que tenemos la culpa y considerar a los gérmenes como
meros indicadores. Debemos tomar esto como un punto de partida de nuestra vida.

Hay parte de verdad en el concepto indio del prajñâ y en la teoría de Gurvich sobre los
rayos mitogénicos, pero no explican la totalidad. Es cierto que el yuki se hace por medio de
cierto tipo de sentimiento de complementariedad y respuesta, pero es un fenómeno tan
recóndito que es difícil de encajar en las definiciones científicas que han sido propuestas
por ahora. La teoría de los reflejos medulares de Abraham es también valiosa en términos
de comprensión física del yuki pero no da una explicación completa. De modo similar, las
teorías que subyacen en las prácticas quiroprácticas de Palmer y la osteopatía de Steel son
de interés. Pero uno no puede negar que se incluyen algunos factores de naturaleza más
física. En el momento presente no podemos decir más que el yuki es un modo de estimular
la habilidad natural de curación que emplea la sensibilidad de los seres humanos.

La primera cuestión en el uso práctico del yuki surge en el modo de incrementar la


sensibilidad. La siguiente es cómo hacer uso de esta sensibilidad en el modo deseado.
Cuando se trata de sistematizar dentro del seitai sôhô (tratamiento seitai) este método
instintivo y físico de curación que consiste en poner las manos sobre el cuerpo, los factores
físicos y fisiológicos se vuelven más importantes. En particular, uno no puede separar la
cuestión de la sensibilidad del modo en que una persona piensa o siente.

HACER YUKI

Ante todo es importante practicar, todos los días, la concentración del ki en las palmas de
las manos poniendo para ello las manos juntas y visualizando que se respira por ellas;
profundizando la respiración gradualmente de forma que la respiración llegue y surja de la
parte baja de la columna vertebral.

Cuando se hace yuki a alguien, hay que poner las manos sobre la persona transmitiéndola
ki. El ki transmitido no debe ser fuerte ni violento sino que debe ser tranquilo. El yuki no se
hace para curar enfermedades, sino que hace que el cuerpo que lo recibe se vuelve tal que
la enfermedad se cura por sí sola de forma natural. Por ello apenas es necesario decir que
en vez de poner las manos en las zonas afectadas, deben ser colocadas en aquellas zonas
que son necesarias e importantes para la vigorización del cuerpo. Lo que hace el yuki es
permitir al cuerpo que use su propia energía para que pueda habérselas con las
enfermedades. Por eso, al hacer yuki, uno no necesita ninguna de esas técnicas diseñadas
para dar caza a los gérmenes. Cuanto mejor sea nuestro yuki, más simple nos será
habérnoslas con las enfermedades.

Cuando se emplea el yuki, pasar una enfermedad quiere decir que el cuerpo sale de la
misma más fuerte que antes de caer enfermo. Así que lo que parece ser distintivo del yuki es
que uno obtiene un nuevo cuerpo más fuerte tras cada enfermedad.

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No es la enfermedad algo a lo que haya que tener miedo; renueva el cuerpo y lo hace más
fuerte, más aún, es una válvula de seguridad para vivir. Por eso no debemos gastar nuestra
vida odiando las enfermedades o librando trifulcas contra los gérmenes. Los seres humanos
han aprendido a capturar osos y a usar las vacas; debemos ser capaces de aplicar nuestra
sabiduría con las enfermedades.

Hacer yuki implica, primero, calmar nuestra mente y respirar de modo que el ki se vuelva
puro. Luego hay que respirar profundamente a través de la base de nuestra columna
vertebral hacia la parte baja del estómago y mantener la respiración de modo que el ki se
concentre por entero allí.

Después respire a través de los dedos. Cuando sienta el ki fluir a través de las palmas de las
manos o por los dedos, ponga las palmas o los dedos sobre la parte del cuerpo del
receptor donde sea necesario hacer yuki y transmita el ki con profundidad a su cuerpo. Una
parte importante donde hacer yuki es en la cabeza. También lo es sobre el estómago. Pero
no es estas zonas en particular donde se debe aplicar el yuki. Uno hace el yuki sobre el ki
del receptor. Al hacer yuki conviene que el donante ajuste su respiración con la del receptor
en el momento de poner las manos sobre él, haciendo el donante yuki durante la
espiración. Tras ese primer momento ya no es necesario que ambas respiraciones vayan al
unísono. Si el donante respira tranquila y profundamente las respiraciones se ajustarán por
sí solas de forma natural. No es necesario hacer nada para ajustar la respiración del
receptor. Si la respiración del donante es tranquila y profunda también se volverá así la del
receptor. La esencia del seitai sôhô es el yuki y la sensación de respuesta de la que ya hablé
anteriormente. No hay otro modo de comprender el ki y sus diferentes aspectos más que a
través de la experiencia directa. Puedo intentar hacerles comprender el ki pero, como dice
el antiguo proverbio, es como pintar un dragón sin ponerle los ojos. No hay otro modo de
comprensión del ki más que el conocimiento que surge de trabajar con él. Esto es lo que
hace el yuki.

Cuando alguien que está entrenado en hacer yuki toca algún punto anormal en el cuerpo
de otra persona con su palma, puede sentir en la misma algo similar a un hormigueo en la
palma, o como una ligera sensación de aire frío; o también una sensación de calor o
similar. Además de estas sensaciones, puede tener otra distinta que se asemeje a un
entumecimiento, pero que no es ninguna de estas cosas. El receptor, por su parte, también
puede tener una sensación de picazón o de pequeños pinchazos o una extraña sensación
de calor, pero algunas cosas son ciertas y no apariencias: se puede observar claramente
como se expande la arteria carótida y su respiración se vuelve calmada y profunda. El
cuerpo se relaja y la persona empieza a sentirse adormilada.

La conciencia de una sensación y una respuesta, en la palma de la mano de la persona que


hace yuki, desaparecerá tras un rato y ya no tendrá ninguna sensación en especial; cuando
esto suceda la persona que hace yuki deberá retirar sus manos de la zona. Cuando se
ponen las palmas de las manos sobre el cuerpo de otra persona para hacerle yuki, no
deben quitarse de la zona hasta que la conciencia de la sensación y respuesta han
desaparecido.

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El primer efecto de hacer yuki es el de provocar una respuesta en el cuerpo del receptor.
Las reacciones subsiguientes son las mismas que las que provoca el katsugen undô, esto es:
1) relajación; 2) hipersensibilidad; 3) evacuación.

ISBN 4-915417-00-XC0275

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