Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Dibujos de N. Kocherguín
P. ERSKOV, El caballito jorobadito, © Editorial Raduga, Moscú, SIN FECHA.
VERSIÓN AL ESPAÑOL DE JOSÉ VENTO MOLINA
PRESENTACIÓN DE YURI KAPYLOV
PRIMERA PARTE
Verdadero torbellino,
no buscaba otro camino
que barrancos y montañas,
recurriendo a cien mil mañas
para desmontara Iván.
Si la miseria te entrampa,
vende los de buena estampa.
Mas no des el caballejo
aunque te ofrezcan un tejo
o una faja colorada,
que él será tu camarada
en la tierra y el infierno,
te calentará en invierno,
te refrescará en verano,
pondrá un buen pan en tu mano
siempre que el hambre te apriete,
y si la sed te acomete
te brindará, atento y fiel,
sabrosa y dulce aguamiel.
Yo volveré a galopar
de las montañas al mar".
"Está bien", Iván pensó.
Luego a la yegua encerró
en la choza de un pastor
y, con el primer albor,
cantando a grito pelado,
se fue a casa por el prado.
Acordado ya el asunto,
diéronse un abrazo al punto,
se santiguaron, y a casa,
hablando con mucha guasa
del dinero, de su treta
y del potro jorobeta.
El tiempo pasa volando
y los días va contando.
.
Cruzaba la aldea Iván,
cantando y comiendo pan,
porque terminaba el día
y el sueño ya le vencía
Y no acuses al diablo.
Yo sé, amigo, lo que hablo.
Son tus hermanos, so bobo,
los que han cometido el robo.
Pero ¿a que gastar saliva?
Ahora voy a lo que iba.
Monta rápido, sin quejas,
y agárrate a mis orejas.
Aunque pequeña es mi talla,
soy caballo de batalla.
Tú mismo, Iván, lo verás:
¡Corro más que Satanás!"
Le seguía en torbellino
el polvo gris del camino.
Y en muy contados instantes
alcanzaba a los tunantes.
Ya aumentando el resplandor.
Galopa Iván con ardor
y, de pronto ¡madre mía!,
se creyó que era de día.,
¡Todo luz alrededor,
mas sin humo ni calor!
Iván exclamó: "¡Rediez!
¡Arte del infierno es!
Luz hay aquí una porrada,
pero sin humo ni nada.
¡Es una luz prodigiosa!"
A la mañana siguiente,
apenas clareó Oriente,
salieron para el mercado
a paso muy sosegado.
De tiendas y tendejones
parten al punto pregones:
Llegose el gobernador
donde el ganado mayor
se compraba y se vendía.
¡No creyó lo que veía!
Llegose el gobernador
donde el ganado mayor
Centelleantes los ojos
como los rubíes rojos,
con los cascos de diamante
y colas de oro ondulante,
vio dos corceles de ley.
¡Para la silla de un rey!
Se lavó en un santiamén,
se vistió, se peinó bien
y se dirigió al mercado,
de su guardia acompañado.
Ya recordaréis, hermanos,
buenos y fieles cristianos,
que nuestro Iván, muy despacio,
encaminose a palacio
con los potros y el potrillo.
¡Qué suerte que tuvo el pillo!
Ve a un fornido mocetón,
ni cornudo ni rabón,
de melena rubia, lisa,
con cintas en la camisa
y botas de cordobán.
¡Anda, lo mismo que Iván!
Mira otra vez el maldito,
mira fijo, de hito en hito
Inclinando su testuz,
dijo el otro: "¡Por la cruz
te juro, mi Majestad,
que cuanto digo es verdad!
Iván te oculta un tesoro
que es más precioso que el oro:
aunque se finge un borrego,
tiene una pluma de fuego "
El astuto cortesano
dice presto al soberano:
"Eso no es todo, señor,
pues se jacta ese impostor
de que él, simple labriego,
puede un pájaro de fuego
sumar a tus muchos bienes.
Basta con que se lo ordenes".
Dijo esto el muy taimado
y, en tres pliegues doblegado,
acercose al soberano,
la pluma ardiendo en la mano.
La barba el rey se atusaba,
le chorreaba la baba,
y, con la risa en el buche,
la pluma en un bello estuche
guardó a la vez que decía
con impaciente energía:
"¡Rápido! ¡Corriendo! ¡Pronto!
¡Traedme en seguida al tonto!"
se puso su cafetán,
se apretó el cinto en un vuelo,
se lavó, se alisó el pelo
y, con la vara en la mano,
los siguió muy campechano.
Iván se presentó al rey,
se inclinó, como era ley,
y preguntó con enfado:
"Di, ¿por qué me han despertado?"
Salieron de la espesura.
¡Santo Cristo, qué hermosura!
Tenía el denso verdor
de la esmeralda el color
y el vientecillo, al soplar,
lo hacía tornasolar.
Lo esmaltaban bellas flores,
de perfumados olores.
Erguíase en el calvero,
a la orilla del reguero,
un alcor de gran altura,
todo él de plata pura.
La luz del Sol veraniego
lo encendía con su fuego,
y ardía todo el alcor
con deslumbrante esplendor.
Desapareció el potrillo,
y debajo del lebrillo
quedó el tonto inmóvil, yerto,
como si estuviera muerto.
De pronto rompió el negror
de la noche en el alcor
un resplandor que lucía
como el Sol al mediodía,
y los pájaros de fuego,
comían con gran sosiego
la mezcla de trigo y vino,
para ellos manjar divino.
Engulléndose la risa,
pensaba Iván de esta guisa:
"¡Cuántas aves! ¿Quién las cuenta,
cuando pasan de cincuenta?
Merecería la pena
atrapar una docena.
El caballito, al instante,
se encontraba ya delante
y decía complacido:
"¡Bravo, mi amo, te has lucido!
Mete el ave en el talego,
átalo muy fuerte luego
y a casita, que ya es hora
de regresar sin demora".
Responde Iván con cachaza:
"Deja que espante la caza.
¡Me marcan ya los gritos
de estos pájaros benditos!"
El primero es de un castor,
el segundo, de un pastor,
el tercero ¡No me acuerdo!
¡Ah, sí, de un niño muy cuerdo!
Habla el cuarto de un marqués,
y el quinto veréis de qué es
No acabo de recordarlo
¡Cómo he podido olvidarlo! "
Levantándose furtivo
corrió a palacio, muy vivo,
el malvado cortesano
y, besando al rey la mano,
muy humilde le decía,
con su voz de chirimía
A la mañana siguiente,
el potrillo, diligente,
despertó con prisa a Iván:
"¡No ronques más, haragán!"
Iván, aún soñoliento,
recogió con mucho tiento,
para cumplir su encomienda,
los manjares, y la tienda,
y la vajilla de plata,
y los paños de escarlata.
Luego, tomando una hogaza,
montó con toda cachaza
y partió, a la carrera,
tras la niña marinera.
Desapareció el potrillo.
A la siguiente mañana
llegó la niña galana,
abandonó su barquilla
en la arena de la orilla,
entró en la tienda y, rendida,
la emprendió con la comida
Presentose el caballito,
al oír del tonto el grito,
y le dijo complacido:
"¡Bravo, mi amo, te has lucido!
Regresaron a la corte.
a su real aposento.
Después ofreciole asiento
bajo un dosel muy lujoso
y, mirándola amoroso,
le dijo con voz melosa:
"Sé mi mujer, niña hermosa.
Una mirada ha bastado
para sentirme flechado.
"¿Acaso te ha disgustado
verme tan enamorado?
¡Suerte triste y desdichada!"
Además, la caprichosa,
ha requerido otra cosa:
que me pase, de camino,
por su torre de platino
y diga al Sol y a la Luna
que les desea fortuna "
A la mañana siguiente,
nuestro Iván, muy diligente,
se puso ropa de abrigo,
montó a lomos de su amigo
y partió hacia el verde mar
¡Uf! ¡Dejadme descansar!
TERCERA PARTE
Ta-ra-ra-rí, ta-ra-rá¡
¡Ve a saber qué pasará!
En la primera jornada,
dos mil leguas, como nada,
cubrieron sin descansar,
y ya muy cerca del mar
dijo el potro, preocupado:
"Sé, mi amito, ponderado.
Dentro de muy poco, espero,
llegaremos a un calvero.
Verás que en la mar serena
hay tendida una ballena.
Mucho sufre la cuitada,
del porqué no está enterada
y pedirá con porfía
que tú ante el astro del día
solicites su perdón.
En su cola rumorea
denso pinar, y una aldea,
pintoresca como un cromo,
se extiende sobre su lomo.
En su labio, el inferior,
surcos abre un labrador;
entre medio de sus ojos
bailan chicos pelirrojos,
y unas niñas pizpiretas
en su nariz buscan setas.
El potrillo, presuroso,
galopa sobre el coloso,
que suspira con pesar,
abriendo de par en par
su descomunal bocaza,
y dice con mustia traza:
Alegra su corazón,
diciendo lo que te digo:
"Está tu madre contigo.
No llores, que con presteza
acabará tu tristeza.
Y no será un cotorrón,
sino un guapo mocetón
quien te llevará al altar
cuando te quieras casar".
Empezaba a clarear
cuando Iván llegó a la mar.
El potrillo, de la arena,
saltó sobre la ballena,
que preguntó acongojada:
El potrillo, presuroso,
gritó fuerte al pez coloso:
Removiose la ballena,
dijo luego: "¡Norabuena!",
alborotó el verde mar
y se puso a vomitar
treinta barcos marineros,
con sus velas y remeros.
La ballena, disgustada,
berreó desaforada:
"¡Encontrad a ese tunante
y que venga aquí al instante!"
A su lado, el caballito
roncaba como un bendito.
La ballena no llegaba.
Iván se desesperaba
y maldecía entre dientes:
"¡Ay, mal bicho, así revientes!
Prometiste que el anillo
tendría ya en el bolsillo
cuando el día se pusiera.
¡Santo Cristo, qué embustera!
¡El Sol se ha hundido en el mar
y tú sigues sin llegar!"
A continuación la arquilla
se abatió sobre la orilla.
Perdona mi atrevimiento,
pero, si callo, reviento:
No me desprecies, mi cielo
porque me muero en un vuelo.
¡Compadécete de mí!"
Tú eres ya un quintañón,
cano, feo y barrigón.
Y yo soy como una rosa,
fresca, lozana y hermosa.
¡Abuelos no casan nietas!
¡Harán de ti cuchufletas
todos los reyes del mundo!"
Me casaría mañana
si fueras, para mi gozo,
un guapo y garrido mozo".
Fíjate, se le ha ocurrido
que tu Iván muera cocido
en leche hirviendo y lejía.
¿Te das cuenta qué herejía?"
A la mañana siguiente,
el potrillo, diligente,
despertó con prisa a Iván:
"¡No ronques más, haragán!"
La princesa se adelanta,
luego la mano levanta
y, cuando calla el gentío,
declara con mucho brío:
En el palacio, entretanto,
beben vino, beben tanto,
que los príncipes y nobles
las candelas las ven dobles.