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1 8 E] arte de la renta: la globalizacién y la mercantilizacién de la cultura* Que la cultura se ha convertido en un tipo de mercancia es innegable. Pero tam- bién es creencia genetalizada que hay en los productos y los acontecimientos cultura- les (ya sean artes, teatro, misica, cine, arqnitectura o mas en general modos de vida, pattimonio, recuerdos colectives y comunidades afectivas) algo muy especial que los aparta de mercancias ordinarias como camisas y zapatos. Puede ser, por supuesto, que Jos apartemos porque no podemos soportar pensar en ellos como algo que no sea di- ferente, que existe en un plano de creatividad humana y significado superior al asig- nado a las fabricas de produccién masiva y al consumo. Sin embargo, atin cuando retiremos todos los residuos de ilusién (a menudo respaldados por poderosas ideolo- gias) nos sigue quedando algo muy especial en estos productos denominados «cultu- rales». ¢Cémo puede entonces reconciliasse la categoria mercantilizada de estos fe- némenos con su caricter especial? Evidentemente, la relacién entre la cultura y el capital exige una cuidadosa exploracién y un estudio matizado. La renta de monopolio y la competencia Empiezo con algunas reflexiones sobre la importancia de las rentas de monopo- lio para entendet cémo se relaciona la globalizacién econémica con las localidades y las formas culturales. La categoria de «renta de monopolio» es una abstraccién derivada del lenguaje de la economa politica. A aquellos mas interesados por los asuntos de la cultura, la resentado en el congreso sobre lo global y Jo local organizado en la Tate Modern de Londres en febrero de 2001 4i7 «estétiea, los valores afectives, la vida social y ef corazén, dicho té:mino podria pa recerles demasiado técnico y drido para tener mucho peso en los asuntos humanos, aparte de los posibles cAlculos del financiero, cl promotor, el especulador inmobi liario y el terrateniente. No obstante, espero demosirar que tiene un significado mu. cho mas amplio que, propiamente interpretado, puede generar ticas interpretacio- nes sobre los miltiples dilemas précticos y personales que surgen en el nexo existente entre la globalivacién capitalista, los desarrollos politico-cconsmicos locales y la evolucién de los significados culturales y los valores estéticos. Toda renta se basa en el poder de monopolio de propietatios privados sobre ciertas partes del planeta. La renta de monopolia surge porque los actares sociales pueden obtener uns corriente de ingresos inayor, durante un periodo de tiempo ex tenso, gracias a que controlan en exclusiva un articulo directa 0 indireetamente co. mercializable que en algunos aspectos es nico e irreproducible. Hay dos situacio nies en las que la categoria de renta de monopolio sale a relucie. La primera surge porque los actores sociales controlan algtin recurso, mereancia o ubicacién de cali dad especial que, en relacién con cierto tipo de actividad, les permite extraer ren- tas de monopolio de quienes desean usatlo. En el ambito de la produccién, Marx (1967, vol. 3, p. 775) sostiene que ef ejemplo mas obvvio cs la via que produce un vino de extraordinaria calidad que puede venderse a precio de monopolio. En esa circunstancia, «el precio de monopolio erea la rentay La versién situacéonal seria la centralidad (para el capitalista comexcial) en rela cién, pongames, con el transporte y la red «le comunicaciones, o la proximidad (para la cadena horelera) a uma actividad altamente concentrada (como un centro financicro). HI capitalista comercial y el hotelero esti dispuestas @ pagar una pri ma por el suelo, debido a su accesibilidad. Son casos inditectos de renta de mono. polio. Lo que se comercia no es el suelo, el recurso o la ubicacién de eualidades ex cepcionales, sino la mereancia o el servicio-producidas mediante su uso, En el segundo caso, el suelo 0 recurso se comercia directamente (como cuando las vias 6 Jos buenos emplazamientos inmobiliatios se venden a capitalistas y financictos ‘multinacionales para fines especulativos). Se puede crear escasez retirando el suelo © el recurso de Jos usos actuales y especulanda sobre sus valores futuros. La renta «de monopalio de este tipo puede ampliarse a la propiedad de obras de arte (como un Rodin © un Picasso} susceptibles de compra-venta, quie cada vez se compran y venden més como si fueran inversions. Es la singularidad del Picasso 0 del empl amiento la que forma aqui la base del precio de monopolio. ‘A memudo las dos formas de renca de monopolio se entrecruzan. Una vifia (con su chéteau y su emplazamiento fisico singulares) renambrada por sus vinos puede comercializarse directamente a precio de manopolio, al igual que los vinos sing farmente aromiticos producidos en exe terreno, Un Picasso puede comprarse para 418 obtener incrementos de patrimonio ¥ después cederse a alguien que lo exponga a precio de monopolio. La proximidad a un centro financiero puede también comer: Galizarse tanto directa como indirectameate, digamos, a la cadena hotelera que la usa para sus propios fines. La diferencia entre las dos formas de renta es, sin em- bargo, importante. Es improbable (aunque no imposible), por ejemplo, que la aba- dia de Westminster y cl palacio de Buckingham se comercialicen directamente (has- ta los privatizadores mas ardientes lo rechazatian), peto podria comerciarse, y de hecho se comercia con ellos, mediante las practicas de marketing del sector turisti co (o en el caso del palacio de Buckingham, por la Reina). La categoria de la zenta de monopolio presenta clos contradicciones. Ambas son importantes para la exposicién que sigue. En primer lugar, si bien la singularidad y la particularidad son cruciales para la defi- nicién de las «cualidlades especiales», cl requisito de comerciabilidad exige que ningiin articulo pueda ser tan singular o tan especial como para quedar completamente fucra del cilculo monetario, El Picasso ha de tener un valor monetario, como el Monet, el Ma- net, el arte aborigen, los abjetos arqueologicos, los edificios histérices, los manumentos antiguos, los templos budistas y ls experiencia de bajar en canoa por el Colorado, estar fen Estambul o en la cima del Everest. Hay a este respecto, como ¢s evidente por la lis- ta, una cicrta dificultad para la «formacién de mercado», porque aunque se han forma do metcados en tomo a las obras de arte y, en cierta medida, en tomo a los objetos ar {qucolgicos (existen casos bien documentacos, como el del arte aborigen australiano, sobe Jo que ocurre cuando una forma artistica es atraida a la esfera del mercado), hay sencillamente varios artculos de la lisca dificiles de inconporar de manera directa (es el problema de la abadia de Westminster). Muchos articulos quiza ni siquiera sean Facies de comercializat indivectamente. La contradlecién a este respecto es que cuanto mas co- metcializables se vuclven dichos articulos, menos singulares y especiales parecen. En al: gunos casos, la propia comeccializacién tiende a destrut las cualidades singulares (en especial si dichas cualidades dependen dela cualidad salvaje, la lejania, la pureza de una experiencia exttica, etcctera). Mas en general, en la medida en que dichos articulos 0 acontccimientos son facilmente comercializables (y estén sujetos a reproduccién me diante falsificaci6n, imitacién o simulzeros), menos base oftecen para la renta de mo- ropa, ‘Tengo en mente ala estudiante que se quejaba de lo inferior que era su expe- riencia de Europa en comparacién con Disneylan En Disneylandia todos los patses estan mucho més cerca unos de otros, y te mues- tran lo mejor de cada pais. Europa es aburrida. La gente habla lenguas esteafias y las co sas estn sucias. A veces en Europa no ves nada interesante durante dias, pero en Dis neylandia sucede continuamente algo distinto y la gente est contents. Es mucho mis divertida, Esti bien disefiada (citado en Kelbaugh, 1997, p. 51). 419

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