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DERECHO PROCESAL
INSTITUTO DE INVESTIGACIONES JURIDICAS
Serie A: FUENTES, b) textos y estudios legislativos, núm. 77
HÉCTOR FIX-ZAMUDIO
JOSÉ OVALLE FAVELA

DERECHO PROCESAL

UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO

MÉXICO 1991
Primera edición: 1991

DR © 1991, Universidad Nacional Autónoma de México


Ciudad Universitaria, México, D, F., C. P. 04510
INSTITUTO DE INVESTIGACIONES JURÍDICAS

Impreso y hecho en México

ISBN 968-36-2052-3
INDICE

I. Introducción ......... 7

II. Ramas y fuente ......... 8

III. Sujetos procesales ....... 26

IV. Etapas procesales y procedimientos . 59

V. Medios preparatorios y providencias cautelares . 69

VI. Prueba ....... 82

VII. Resoluciones judiciales 92

VIII. Medios de impugnación ........................................................... 103

IX. Ejecución ..................................................................................... 127

X. Bibliografía 137
Derecho Procesal, editado por el Instituto de
Investigaciones Jurídicas de la UNAM, se
terminó de imprimir el día 15 de agosto de
1991 en los Talleres de IMPRESOS CHÁVEZ,
S. A. DE C. V. La edición consta de 2 000
ejemplares.
I. Introducción ........ 7

II. Ramas y fuente ........ 8

III. Sujetos procesales ...... 26


I. INTRODUCCIÓN

Presentar una visión panorámica del derecho procesal positivo mexicano


resulta muy complejo y extremadamente difícil ya que la mayoría de las
disposiciones sustantivas que están comprendidas en otros sectores de
esta obra poseen su correspondiente rama adjetiva y si ya debe consi-
derarse como una tarea muy ardua lograr una visión de conjunto de cada
una de estas materias, esta laboriosidad se multiplica de manera consi-
derable cuando se pretende abordar en un solo trabajo los aspectos
fundamentales del ordenamiento procesal.
Para resolver este complejo problema se puede tomar una de dos solu-
ciones: la primera de ellas, tal vez la menos complicada, consiste en
elaborar varios capítulos, uno para cada una de las disciplinas clásicas
del propio ordenamiento procesal mexicano, es decir, implica el examen
separado de las disposiciones adjetivas civiles, penales, administrativas
y laborales, así como de manera autónoma también el juicio de amparo,
que constituye la culminación de todas ellas; y la segunda que es la que
hemos adoptado en este estudio panorámico, procura un examen de
conjunto, con independencia de las diversas ramas procesales.
La segunda opción ofrece, como es comprensible, problemas muy ar-
duos, en ocasiones muy difíciles de superar; pero la hemos considerado
preferible aun si se toman en cuenta todos sus inconvenientes, por va-
rias razones, entre las cuales se encuentran, en primer lugar, la de
lograr un ahorro considerable de espacio, ya que con el análisis com-
prensivo se evitan numerosas repeticiones de los conceptos básicos del
derecho procesal, que resulta necesario reiterar en cada disciplina espe-
cífica cuando no se cuenta con un análisis general, y en segundo término,
el motivo de mayor trascendencia se apoya en la unidad básica de la
ciencia procesal, la que nos permite este estudio panorámico, ya que
las categorías fundamentales se aplican a todas las ramas procesales con
diferencias que pueden considerarse secundarias.
8 HÉCTOR FIX-ZAMUDIO Y JOSÉ OVALLE FAVELA

Debido a lo anterior, hemos hecho una división del contenido de este


trabajo, apoyándonos en los conceptos procesales primordiales, y no
por materias; pero se formulan las precisiones indispensables en cada
uno de estos sectores básicos, con la advertencia de que no resulta po-
sible incorporar ciertos aspectos específicos y de detalle, que sólo podrían
abordarse en un estudio mucho más extenso.

II. RAMAS Y FUENTES

El análisis conjunto del derecho procesal mexicano no nos conduce,


sin embargo, a omitir la precisión de las diversas ramas que integran a
aquél. Como en el desarrollo de este capítulo se harán alusiones par-
ticulares a dichas ramas, conviene precisar su número, contenido y
fuentes. Para el análisis del derecho procesal mexicano, podemos utili-
zar la clasificación del derecho procesal propuesta por Fix-Zamudio, en
tres grandes sectores: a) el derecho procesal dispositivo, regido por el
principio dispositivo y que comprende el derecho procesal civil y mer-
cantil; b) el derecho procesal social, orientado por el principio de justi-
cia social o de "igualdad por compensación" (Couture), y dentro del
cual se agrupan el derecho procesal del trabajo, el derecho procesal
agrario y el derecho procesal de la seguridad social, y c) el derecho
procesal inquisitorio o publicístico, en el que se contienen el derecho pro-
cesal penal, el derecho procesal administrativo, el derecho procesal
familiar y del estado civil y el derecho procesal constitucional (Fix-Za-
mudio, Héctor, El juicio de amparo, México, Porrúa, 1964, pp. 18-39).
Antes de iniciar el examen del contenido y de las fuentes de cada
una de estas ramas, conviene recordar que todas ellas tienen como
fuente primordial a la Constitución Política de 1917. Sin poder profun-
dizar en las diversas normas constitucionales que orientan el derecho
procesal mexicano —las cuales serán objeto de análisis en los capítulos
sobre "Derecho constitucional" y "Derechos humanos"—, y a reserva
de aludir a algunas de dichas normas al mencionar las fuentes de cada
una de las ramas procesales, debemos destacar cuatro preceptos cons-
titucionales de suma importancia para todas ellas.
En primer lugar, debemos señalar al artículo 17 constitucional, que
prohíbe la autotutela y, en contrapartida, establece que "toda persona
tiene derecho a que se le administre justicia por tribunales que estarán
expeditos para impartirla en los plazos y términos que fijen las leyes,
DERECHO PROCESAL 9

emitiendo sus resoluciones de manera pronta, completa e imparcial". El


mismo precepto constitucional prevé que el servicio de los tribunales será
gratuito, por lo que quedan prohibidas las costas judiciales; y que las
leyes federales y locales establecerán los medios necesarios para que
se garantice la independencia de los tribunales y la plena ejecución de sus
resoluciones.
En segundo lugar, el artículo 14, segundo párrafo, de la Constitución
consigna el derecho fundamental que todo sujeto de derecho tiene de
no poder ser privado de sus derechos, sino mediante un proceso "se-
guido ante los tribunales previamente establecidos, en el que se cum-
plan las formalidades esenciales del procedimiento y conforme a las
leyes expedidas con anterioridad al hecho". Se trata, como puede obser-
varse, de uno de los preceptos más importantes del ordenamiento jurí-
dico mexicano, ya que consigna la llamada "garantía de audiencia" o
derecho fundamental de defensa en juicio.
En tercer lugar, el artículo 13 constitucional proldbe el estableci-
miento y funcionamiento de tribunales extraordinarios o por comisión.
Y por último, el artículo 16 establece el deber de todos los órganos de
autoridad —incluyendo a los juzgadores— de fundar y motivar legal-
mente todos sus actos que impliquen alguna molestia o afectación, así
sea provisional, en los derechos de las personas.
Además de estas cuatro disposiciones contenidas en el capítulo de
"garantías individuales", la Constitución también establece en su lla-
mada "parte orgánica" las bases para la organización de los tribunales
federales (artículos 73, fracción XXIX-H, 94-101, 103-107 y 123, apar-
tado A, fracción XX y apartado B, fracción XII) y del Distrito Federal
(artículo 73, fracción VI, base 5a.), así como del Ministerio Públi-
co (artículos 102, y 73, fracción VI, base 6a.) Ella contiene, además
las bases para la organización de los tribunales de los estados (artículo
116, fracción III).

1. Derecho procesal dispositivo

Dentro de este sector se ubican, como ya quedó indicado, el derecho


procesal civil y el derecho procesal mercantil.
10 HÉCTOR FIX-ZAMUDIO Y JOSÉ OVALLE FAVELA

A. Derecho procesal civil

Esta rama regula el proceso destinado a solucionar los litigios de


carácter civil, que afectan fundamentalmente a los particulares. Entre
tales litigios podemos mencionar los concernientes a la propiedad pri-
vada y en general a los derechos reales, así como los relativos a la va-
lidez o nulidad, cumplimiento o rescisión de contratos civiles —particu-
larmente de arrendamiento, de compraventa, de fianza, de obra, de
prestación de servicios, etcétera—, y en general a las obligaciones civi-
les. También quedan comprendidos los litigios o asuntos referentes a las
sucesiones o transmisiones del patrimonio de personas fallecidas y los con-
cursos o liquidaciones del patrimonio de personas no comerciantes de-
claradas insolventes.
En relación con el proceso civil, y en general con todos los procesos
diversos del penal, conviene tener presente el principio fundamental con-
tenido en el cuarto párrafo del artículo 14 constitucional: "En los jui-
cios del orden civil, la sentencia definitiva deberá ser conforme a la
letra, o a la interpretación jurídica de la Ley, y a falta de ésta se funda-
rá en los principios generales del derecho".
Dentro de la distribución de competencias establecida por el artículo
124 constitucional para los órganos federales y locales, corresponde a
los órganos legislativos de los estados la expedición de las leyes civiles
y procesales civiles. Por esta razón, cada uno de los 31 estados de la
República cuenta con su propio Código de Procedimientos Civiles; a
estos códigos hay que agregar el del Distrito Federal y el Federal —para
los asuntos civiles en los que la Federación actúe como parte civil—,
por lo que, en total, existen en la República mexicana 33 códigos de
procedimientos civiles.
La existencia de tantos ordenamientos procesales civiles dificulta, en
una medida considerable, el estudio completo del derecho procesal civil
mexicano. Sin embargo, se debe aclarar que esta cantidad tan grande
de códigos no se ha traducido en una gran variedad en el contenido de
los mismos. Así, la mayor parte de los códigos estatales han copiado
el contenido del viejo Código de Procedimientos Civiles del Distrito
Federal del 29 de agosto de 1932, todavía vigente en dicha entidad.
Este Código fue elaborado por una comisión integrada por Gabriel Gar-
cía Rojas, José Castillo Larrañaga y Rafael Gual Vidal, basándose en
los precedentes Códigos de Procedimientos Civiles del Distrito Federal de
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1870, 1880 y 1884, así como en el Código de Procedimientos Civiles


del Estado de Puebla (Código Béistegui) de 1880; todos estos códigos tu-
vieron, a su vez, la influencia determinante de la Ley de Enjuiciamiento
Civil española del 5 de octubre de 1855. Por tanto, el Código de Pro-
cedimientos Civiles del Distrito Federal de 1932 es el ordenamiento
que ha recibido, en mayor medida, la tradición española y que la ha
transmitido a la mayor parte de los códigos de los estados de la Repú-
blica. Por su vigencia en el Distrito Federal —la entidad más poblada
de la República— y por su marcada influencia en la mayoría de los
estados de la República, es el ordenamiento procesal civil mexicano más
importante y es el que nos puede servir de guía en esta breve introduc-
ción, por lo que se refiere al derecho procesal civil mexicano.
Conviene advertir, sin embargo, que existen algunos ordenamientos
procesales civiles que se apartan, en buena medida, del contenido y de
las orientaciones del Código del Distrito Federal. En primer término,
debemos señalar al Código de Procedimientos Civiles del Estado de
Guanajuato del 9 de enero de 1934, elaborado por el profesor Adolfo
Maldonado con mejor técnica y tomando en cuenta las aportaciones de
la doctrina procesal italiana de su tiempo (particularmente el Proyecto
del Código de Proceso Civil de 1926, de Francisco Carnelutti). Este
Código se orienta, en alguna medida, hacia la oralidad y la publicización
del proceso civil. El propio profesor Maldonado elaboró también el
proyecto para el Código Federal de Procedimientos Civiles, el cual fue
promulgado el 31 de diciembre de 1942. A pesar de que los Códigos de
Guanajuato y Federal son de mejor factura que el del distrital, no han
tenido la influencia de éste en los estados de la República.
En el año de 1948 fue elaborado un anteproyecto de Código de Pro-
cedimientos Civiles para el Distrito Federal por una comisión integrada
por Ernesto Santos Galindo, Luis Rubio Siliceo y José Castillo Lana-
fuga. Este anteproyecto fue redactado siguiendo los lineamientos del
Código del Distrito Federal de 1932, pero sus autores trataron de mo-
dernizarlo tomando algunas soluciones del proyecto de Couture de 1945
y de la doctrina procesal italiana. Con todo, el anteproyecto de 1948
conservó el carácter predominante escrito y dispositivo del proceso civil
de ascendencia hispánica. A pesar de que dicho anteproyecto no fue ni
siquiera sometido al debate del órgano legislativo para el Distrito Federal,
sí fue tomado como modelo para los Códigos de Procedimientos Civiles
de los Estados de Sonora (1949), Morelos (1955), Zacatecas (1965) y
Baja California (1989). Asimismo, el Código de Procedimientos Civiles
12 HÉCTOR FIX-ZAMUDIO Y JOSÉ OVALLE FAVELA

del Estado de Tamaulipas (1961) recogió, en buena medida, el conte-


nido del anteproyecto de 1948, sólo que lo mezcló, sin ninguna técnica,
con disposiciones provenientes de los Códigos de Procedimientos Civi-
les de 1884 y 1932, del Código Federal de 1942 y hasta directamente de
la Ley de Enjuiciamiento Civil española de 1855. Aunque el Código
de Tamaulipas de 1961 fue abrogado por el Código de 1986, de mejor
factura, sin embargo, fue puesto nuevamente en vigor en 1988, por una
especie de "masoquismo legislativo".
Los Códigos de Procedimientos Civiles de los estados de Tlaxcala y
Puebla, cuyos proyectos fueron elaborados por José María Cajica, tam-
bién ofrecen soluciones distintas a las del Código del Distrito Federal de
1932.
Al lado de los códigos procesales civiles, también deben ser consi-
deradas como fuentes del derecho procesal civil las leyes orgánicas de
los tribunales. En este sentido, debemos mencionar la Ley Orgánica
del Poder Judicial de la Federación promulgada el 23 de diciembre de
1987.
Esta Ley establece la organización y competencia de los tribunales
federales que forman parte del Poder Judicial Federal. También debe-
mos señalar la Ley Orgánica de los Tribunales de Justicia del Fuero
Común del Distrito Federal promulgada el 26 de diciembre de 1968,
que ha sido objeto de numerosas reformas, y la cual organiza y deter-
mina la competencia del Tribunal Superior de Justicia del Distrito
Federal y de los juzgados locales. Cada uno de los 31 estados de la
República cuenta, también, con su propia Ley orgánica del Poder Ju-
dicial.

B. Derecho procesal mercantil

El derecho procesal mercantil regula el proceso destinado a solucio-


nar los litigios de carácter mercantil, es decir, todos aquellos derivados
de actos que las leyes definen como mercantiles. Para la determina-
ción de la naturaleza mercantil de los actos jurídicos remitimos al lector
al capítulo de "Derecho mercantil" de esta obra, y nos limitamos a in-
dicar que los artículos 49, 75 y 76 del Código de Comercio del 15 de
septiembre de 1889, todavía vigente, intentan dar algunos criterios defi-
nitorios sobre este extremo. El artículo 1050 del propio Código de
Comercio precisa que cuando un acto jurídico tenga, al mismo tiempo,
DERECHO PROCESAL 13

naturaleza civil para una de las partes y mercantil para la otra, el litigio
que de dicho acto derive deberá solucionarse conforme a las leyes mer-
cantiles.
A diferencia de lo que ocurre con las leyes civiles y procesales civiles
que son de la competencia de los órganos legislativos estatales, la legis-
lación mercantil y procesal mercantil es de la competencia del órgano
Legislativo federal, es decir, del Congreso de la Unión, conforme a lo
previsto por la fracción X del artículo 73 constitucional. Por consi-
guiente, las leyes procesales mercantiles son expedidas por el Congreso
de la Unión y tienen vigencia en todo el territorio nacional. Pero si bien
las leyes procesales mercantiles tienen vigencia nacional y son expedidas
por el órgano Legislativo federal, su aplicación puede ser llevada a
cabo, a elección de la parte actora, por los tribunales del Poder Judicial
Federal o por los tribunales del Poder Judicial de los estados, cuando
se trate de conflictos que sólo afecten "intereses particulares", como
lo previene la fracción I del artículo 104 constitucional. A esta posibi-
lidad de someter los conflictos sobre aplicación de leyes federales que
afecten intereses particulares a los tribunales federales o a los locales,
se suele denominar "jurisdicción concurrente", aunque sería más co-
rrecto designarla "competencia alternativa".
Pero si bien las leyes procesales mercantiles se encuentran uniforma-
das en cuanto a que provienen todas del órgano Legislativo federal y
tienen vigencia en todo el territorio nacional, sí padecen, en cambio, de
una gran dispersión en cuanto que no existe un Código Federal de Pro-
cedimientos Mercantiles, sino que las disposiciones procesales mercan-
tiles se encuentran diseminadas en diversas leyes mercantiles de dife-
rentes materias y orientaciones.
El texto legal más importante para el derecho procesal mercantil me-
xicano es el ya mencionado Código de Comercio del 15 de septiembre
de 1889, cuyo libro quinto, "De los juicios mercantiles", reúne la mayor
parte de las disposiciones procesales mercantiles. Como lo demostró el
profesor Alcalá-Zamora, dicho libro quinto no es sino una "copia mu-
tilada" del Código de Procedimientos Civiles del Distrito Federal de
1884, por lo que actualmente resulta muy anticuado y, además, con
muchas lagunas. El artículo 1054 del propio Código de Comercio esta-
blece la supletoriedad de los códigos de procedimientos civiles locales,
que la jurisprudencia de la Suprema Corte de Justicia ha tratado de
reducir en la mayor medida posible, quizá para evitar las dificultaóes
de una supletoriedad tan diversa y dispersa.
14 HÉCTOR FIX-ZAMUDIO Y JOSÉ OVALLE FAVELA

Además del Código de Comercio, también es fuente del derecho pro-


cesal mercantil la Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito,
promulgada el 26 de agosto de 1982. Esta ley contiene normas sobre
el procedimiento para la cancelación y pago, reposición o restitución de
títulos de crédito nominativos extraviados o robados (artículos 42-68) y
sobre las acciones (cambiaria y causal) que derivan de los títulos de
crédito (artículos 150-169). También la Ley de Quiebras y Suspensión
de Pagos del 31 de diciembre de 1942 es fuente del derecho procesal
mercantil, pues regula el proceso de quiebra, destinado a liquidar el
patrimonio de los comerciantes declarados insolventes, así como el pro-
cedimiento de suspensión de pagos, que tiene por objeto evitar la quiebra
de empresas con problemas de liquidez, mediante la autorización judi-
cial para que suspendan sus pagos y la celebración de un convenio con
los acreedores, en el que se estipulen condiciones que permitan a la
empresa reanudar el cumplimiento de sus obligaciones; por último, la Ley
Federal de Protección al Consumidor promulgada el 19 de diciembre de
1975 contiene disposiciones que tienen incidencia en el derecho proce-
sal mercantil, pues establece la Procuraduría Federal del Consumidor
como organismo descentralizado que puede actuar como conciliador,
árbitro e incluso procurador —previo mandato— de consumidores de-
terminados, en los conflictos entre éstos y los proveedores y comercian-
tes; y en fin, contiene algunas reglas sobre la instancia conciliatoria y
el juicio arbitral que se pueden seguir ante dicho organismo.
También se pueden considerar como fuentes del derecho procesal mer-
cantil las leyes orgánicas a que se hizo alusión al exponer las fuentes
del derecho procesal civil.

2. Derecho procesal social

Dentro de este sector quedan comprendidos, como señalamos ante.


riormente, el derecho procesal del trabajo, el derecho procesal agrario
y el derecho procesal de la seguridad social.

A. Derecho procesal del trabajo


Esta rama regula el proceso destinado a solucionar los litigios den.
vados de los contratos, nombramientos o relaciones de trabajo. En esta
rama procesal es preciso distinguir dos clases de procesos: a) el desti.
DERECHO PROCESAL 15

nado a solucionar los conflictos surgidos entre patrones-empresarios y


trabajadores, con motivo de los contratos o relaciones de trabajo y en
general, de las normas laborales, y b) el destinado a solucionar litigios
surgidos con motivo de relaciones de trabajo establecidas entre las de-
pendencias y algunas entidades de la administración pública y sus em-
pleados. El primero se encuentra regulado en el apartado A del artículo
123 constitucional y su ley reglamentaria, la Ley Federal del Trabajo
promulgada el 23 de diciembre de 1969 y con vigencia a partir del 19 de
mayo de 1970, la cual ha sido objeto de varias reformas, la más impor-
tante de las cuales —desde el punto de vista del derecho procesal— es
la promulgada el 31 de diciembre de 1979 y que entró en vigor el 19
de mayo de 1980. El segundo proceso se encuentra regulado, por lo
que corresponde a las relaciones de trabajo de empleados de la Fede-
ración y del Distrito Federal, en el apartado B del mismo artículo 123
constitucional y su ley reglamentaria, la Ley Federal de los Trabajadores
al Servicio del Estado promulgada el 27 de diciembre de 1963, la cual
ha tenido también algunas reformas.
Las dos leyes mencionadas fueron expedidas por el Congreso de la
Unión y tienen vigencia en todo el territorio nacional. Se debe aclarar,
sin embargo, que la aplicación de la Ley Federal del Trabajo corres-
ponde tanto a la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje —para cierta
clase de actividades económicas— como a las juntas locales de con-
ciliación y arbitraje —para las actividades no previstas para la Junta
Federal—, de acuerdo con la distribución de competencias establecida
en el artículo 123 constitucional, apartado A, fracción XXXI, y en el
artículo 527 de la Ley Federal del Trabajo. En los últimos tiempos se
ha observado un considerable incremento de los asuntos de la competen-
cia de los tribunales laborales federales y, como consecuencia, una re-
ducción en los de la competencia de los tribunales laborales locales.
Entre los conflictos que se pueden plantear a través del proceso la-
boral regulado por la Ley Federal del Trabajo, podemos enumerar los
siguientes:
a) los litigios individuales jurídicos, surgidos entre trabajadores y pa-
trones, con motivo de la aplicación o el incumplimiento del contrato o
relación de trabajo o de las prestaciones establecidas en la Ley;
b) los conflictos colectivos jurídicos, originados entre sindicatos y
patrones, con motivo de la aplicación o incumplimiento del contrato
colectivo de trabajo o del contrato-ley;
16 HÉCTOR FIX-ZAMUDIO Y JOSÉ OVALLE FAVELA

c) los conflictos colectivos económicos, que son aquellos que surgen


entre sindicatos y patrones, pero que, a diferencia de los jurídicos, no
tienen por objeto la interpretación y aplicación de las normas laborales
existentes previamente en los contratos colectivos de trabajo o en los
contratos-ley, sino su modificación o creación;
d) los litigios sobre preferencia de derechos en los ascensos, y
e) los conflictos intersindicales, o sea, los que se plantean entre dos
o más sindicatos entre si.
Por lo que concierne a la Ley Federal de los Trabajadores al Servicio
del Estado, si bien fue expedida por el Congreso de la Unión y tiene
vigencia en todo el territorio nacional, sus disposiciones afectan sólo las
relaciones entre la administración pública federal (incluyendo la del
Distrito Federal) y sus empleados públicos, por lo que las relaciones
de las administraciones públicas estatales y municipales con sus traba-
jadores, se deben regir por las respectivas leyes expedidas por los órga-
nos legislativos de los estados, con fundamento en lo que dispone el
artículo 116, fracción V, de la Constitución Política.
A través del proceso del trabajo regulado por la Ley Federal de los
Trabajadores al Servicio del Estado se pueden plantear sólo conflictos
jurídicos —individuales y colectivos—, intersindicales e interobreros.
Tanto la Ley Federal del Trabajo como la Ley Federal de los Traba-
jadores al Servicio del Estado contienen, además de las normas sobre
los respectivos procesos laborales, las disposiciones sobre la organiza-
ción y competencia de los tribunales del trabajo.
B. Derecho procesal agrario
Esta rama regula el proceso destinado a solucionar los conflictos re-
lacionados con la propiedad, la posesión y la explotación de los terrenos
rurales, que surgen entre los propietarios privados y los núcleos de
población ejidal y comunal, entre estos núcleos entre sí o entre sus
miembros. El artículo 27 constitucional y su ley reglamentaria, la Ley
Federal de Reforma Agraria promulgada el 22 de marzo de 1971, atri-
buyen la solución de estos conflictos al presidente de la República, quien
es auxiliado en esta materia por la Secretaría de la Reforma Agraria y
otros organismos y autoridades tanto estatales como federales que par-
ticipan en diversos actos y etapas del proceso agrario. Las resoluciones
que pronuncia el presidente de la República como conclusión del pro-
ceso agrario son revisables, en la mayor parte de los casos, por los
órganos competentes del Poder Judicial Federal, a través del juicio de
DERECHO PROCESAL 17

amparo. Desde hace algunos años, se ha sugerido la posibilidad de crear


tribunales especializados en materia agraria para que instruyan y re-
suelvan los procesos agrarios, pero hasta la fecha no se ha dado a conocer
ni se ha presentado al Congreso de la Unión ninguna iniciativa que in-
tente reformar el artículo 27 constitucional ni la Ley Federal de Refor-
ma Agraria en este sentido.
Entre los conflictos que se pueden solucionar a través del proceso
agrario, podemos mencionar los siguientes:
a) conflictos sobre la dotación y la ampliación de ejidos;
b) conflictos sobre la restitución de los bienes comunales;
c) conflictos sobre los limites de los terrenos comunales;
d) litigios sobre la nulidad de fraccionamientos de bienes comunales
y ejidales;
e) litigios sobre la nulidad de fraccionamientos de propiedades afec-
tables;
f) conflictos sobre la nulidad de actos y documentos que contraven-
gan las leyes agrarias;
g) conflictos sobre la nulidad de contratos y concesiones administra-
tivas;
h) litigios sobre la nulidad y cancelación de certificados de inafecta-
bilidad, e
i) conflictos sobre la posesión y el goce de las unidades individuales
de dotación y sobre el disfrute de los bienes de uso común.
C. Derecho procesal de la seguridad social
Esta rama regula el proceso destinado a solucionar los conflictos sur-
gidos con motivo de la interpretación y aplicación de normas sobre la
seguridad social. En México, sin embargo, no ha tenido un desarrollo
legislativo ni doctrinal importante, pues hasta ahora los conflictos rela-
tivos a la seguridad social se han canalizado a través de otras ramas
procesales, como son el derecho procesal del trabajo y el derecho pro-
cesal fiscal.
Por lo que se refiere a la seguridad social de los trabajadores sujetos
al apartado A del artículo 123 constitucional, la Ley del Seguro Social
promulgada el 26 de febrero de 1973 y vigente en toda la República
a partir del 19 de abril de dicho año, distingue dos situaciones en rela-
ción con los posibles conflictos sobre las normas de la seguridad social:
a) Para las controversias entre los trabajadores asegurados o sus bene-
ficiarios y el Instituto Mexicano del Seguro Social sobre las prestaciones
18 HÉCTOR FIX-ZAMUDIO Y JOSÉ OVALLE FAVELA

que la Ley otorga, señala que aquéllos podrán acudir a la Junta Federal
de Conciliación y Arbitraje para plantear dichas controversias a tra-
vés de un proceso seguido contra dicho Instituto, conforme a la Ley
Federal del Trabajo; b) Para los conflictos sobre el pago o la liquida-
ción de las cuotas que se deben cubrir al Instituto ("aportaciones de
seguridad social", las denomina el artículo 29 fracción II, del Código
Fiscal de la Federación), el interesado debe acudir ante el Tribunal Fis-
cal de la Federación para reclamar su anulación o invalidación a través
del proceso fiscal, tomando en cuenta el carácter fiscal de dichas
cuotas. Para ambas situaciones, el artículo 274 prevé un recurso admi-
nistrativo de inconformidad ante el Consejo Técnico del propio Instituto,
que el trabajador asegurado o sus beneficiarios pueden utilizar antes de
acudir a la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje, pero que tiene
carácter obligatorio para quienes pretendan plantear el proceso de nuli-
dad ante el Tribunal Fiscal de la Federación. Dicho recurso administra-
tivo se encuentra regulado por el Reglamento del Artículo 274 de la
Ley del Seguro Social de 1950, reformado por el decreto promulgado
el 27 de julio de 1979.
Por lo que concierne a la seguridad social de los empleados públicos
y, en general, de los trabajadores sujetos al apartado B del artículo 123
constitucional, el artículo 23, fracción VI, de la Ley Orgánica del Tri-
bunal Fiscal de la Federación del 30 de diciembre de 1977, atribuye a
las Salas Regionales de dicho Tribunal, competencia para conocer de
todas las resoluciones definitivas "que se dicten en materia de pensiones
civiles, sea con cargo a Erario Federal o al Instituto de Seguridad y
Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado".

3. Derecho procesal publicístico

Como quedó señalado al principio, este sector comprende cuatro ra-


mas del derecho procesal: el penal, el administrativo, el familiar y del
estado civil y el constitucional.

A. Derecho procesal penal


Esta rama regula el proceso destinado a solucionar las controversias
sobre la comisión de delitos y la aplicación de penas a los que resulten
responsables de ellos.
Por su incidencia en la libertad y aún en la vida de las personas, el
proceso penal es el que ha sido objeto de mayores referencias en la
DERECHO PROCESAL 19

Constitución; como su aplicación práctica es la más propicia a vulnerar


los derechos humanos, los Constituyentes procuraron asegurar tales dere-
chos a través del establecimiento de prohibiciones a las autoridades y
de derechos para las personas que puedan ser sujetas a un enjuiciamiento
penal. Sin embargo, las prácticas policiacas, en ocasiones la legislación
ordinaria y aun la jurisprudencia de la Suprema Corte de Justicia de la
Nación, todavía parecen no haberse ajustado plenamente a las orienta-
ciones liberales de los Constituyentes.
Para el análisis detallado de los derechos fundamentales del proce-
sado remitimos al lector al capítulo de "Derechos humanos" de esta
obra. Nos interesa, sin embargo, ennumerar algunos de los preceptos
constitucionales que tienen conexión con el enjuiciamiento penal: a) el
artículo 14, tercer párrafo, que prolu'be imponer, "por simple analogía
y aun por mayoría de razón, pena alguna que no esté decretada por una
ley exactamente aplicable al delito de que se trata"; b) el artículo 15, que
prohibe celebrar tratados para la extradición de reos políticos o de per-
sonas que hayan tenido en el Estado reclamante la condición de escla-
vos; c) el artículo 16, que señala taxativamente las hipótesis en que
puede ser aprehendida una persona y establece los requisitos que se
deben satisfacer para poder decretar una orden de aprehensión; d) el
artículo 17, que prohíbe la prisión por deudas civiles; e) el artículo
18, que establece las bases para la prisión preventiva, el sistema peni-
tenciario, el régimen de los menores infractores y los tratados para el
traslado de reos mexicanos en el extranjero a México, así como de reos
extranjeros en México a su país de origen; f) el artículo 19, que señala
los requisitos y la función del "auto de formal prisión" o auto de pro-
cesamiento; g) el artículo 20, que ennumera los derechos fundamentales
del procesado, los cuales tienen por objeto asegurarle las posibilidades de
una defensa razonable; h) el artículo 21, que atribuye al Ministerio
Público la persecución de los delitos y a la autoridad judicial la impo-
sición de las penas; i) el artículo 22, que prohíbe determinadas penas;
j) y el artículo 23, que establece el máximo de tres instancias para el
enjuiciamiento penal, y prohíbe el doble juzgamiento por los mismos
hechos, así como la absolución de la instancia.
Para hacer una breve referencia a las fuentes del derecho procesal
penal mexicano, conviene distinguir dos clases de procesos, de acuerdo
con los tipos de delito sobre los que recaen: a) el proceso penal por
delitos ordinarios, y b) el proceso penal por delitos militares.
20 HÉCTOR FIX-ZAMUDIO Y JOSÉ OVALLE FAVELA

a) Por lo que concierne al primer tipo de proceso, conviene aclarar


que en México los delitos ordinarios pueden ser federales —cuando se
encuentran previstos en leyes federales, afecten a la Federación o tengan
esa calidad de acuerdo con los criterios señalados por el artículo 51,
fracción 1, de la Ley Orgánica del Poder Judicial de la Federación— o
bien locales o del orden común —que se encuentran previstos en los
códigos y leyes penales de los estados y del Distrito Federal—. Por esta
razón, de manera similar a lo que ocurre en materia procesal civil, exis-
te un código de procedimientos penales en cada uno de los estados de la
República, uno en el Distrito Federal y otro de carácter federal. Pero
en el proceso penal, al contrario de lo que ocurre en el proceso civil, el
Código Federal ha tenido mayor influencia en los estados que el Código
distrital. Con todo, estos dos Códigos son los que parecen orientar la
mayoría de los códigos de los estados, con algunas excepciones, como
los recientes Códigos de Procedimientos Penales de los estados de Baja
California y Querétaro (ambos de 1989).
El Código de Procedimientos Penales del Distrito Federal del 20 de
agosto de 1931, objeto de varias reformas pero todavía vigente, es el
producto del proyecto elaborado, con cierta precipitación, por una co-
misión integrada por José Ángel Ceniceros, Alfonso Teja Zabre, Carlos
L. Ángeles, José López Lira, Luis Garrido y Ernesto G. Garza. El Có-
digo de 1931 recogió los lineamientos fundamentales de sus predeceso-
res de 1880, 1894 y 1929, ajustándolos a las nuevas orientaciones de la
Constitución de 1917. Los Códigos de 1880 y 1894, a su vez, se basa-
ron en el proyecto elaborado en 1872 bajo la influencia, en cierta me-
dida, del Código de Instrucción Criminal francés de 1808. Al lado del
Código de Procedimientos Penales de 1931, también son fuente del dere-
cho procesal penal en el Distrito Federal la Ley Orgánica de los Tri-
bunales de Justicia del Fuero Común del Distrito Federal —ya mencio-
nada al examinar el derecho procesal civil—, la Ley de la Defensoría
de Oficio del Fuero Común en el Distrito Federal del 19 de noviem-
bre de 1987, su Reglamento de 5 de agosto de 1988 y la Ley Orgánica
de la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal promulgada
el 16 de noviembre de 1983.
El Código Federal de Procedimientos Penales proMulgado el 23 de
agosto de 1934 fue elaborado por una comisión integrada por Emilio
Portes Gil, Ángel González de la Vega, Ángel Carvajal, Alberto R. Vela,
Macedonio Uribe, Telésforo A. Ocampo, Ezequiel Burguete, José Ángel
Ceniceros, Adolfo Desentis, Francisco González de la Vega, Fernando
DERECHO PROCESAL 21
Ortega y Javier Piña y Palacios. Este Código sigue, en términos gene-
rales, las mismas orientaciones que las del Código del Distrito, pero
por el mayor tiempo de que dispusieron sus autores, tiene mejor redac-
ción y contenido que el de 1931. Además del Código Federal de Pro-
cedimientos Penales, son fuente del derecho procesal penal en materia
federal, la Ley Orgánica del Poder Judicial de la Federación, también
ya mencionada al tratar el derecho procesal civil, la Ley de la Defen-
soría de Oficio Federal del 14 de enero de 1922 y la Ley de la Procu-
raduría General de la República del 17 de noviembre de 1983. En
materia de extradición externa rige la Ley de Extradición Internacional
del 22 de diciembre de 1975, y para la extradición entre los estados de
la República la Ley Reglamentaria del Artículo 119 de la Constitución
general de los Estados Unidos Mexicanos, del 29 de diciembre de 1953.
b) Por lo que se refiere al proceso penal para delitos militares, debe-
rnos partir de las bases establecidas en el artículo 13 constitucional. De
acuerdo con este precepto, los tribunales militares tienen como compe-
tencia material exclusivamente los delitos y faltas cometidos por mili-
tares contra la disciplina militar, sin que puedan extender su compe-
tencia al enjuiciamiento de personas que no pertenezcan al Ejército. De
los casos de delitos o faltas militares en los que hayan participado per-
sonas ajenas al ejército, deben conocer los tribunales penales ordinarios.
El proceso penal militar y la organización y competencia de los tribu-
nales militares se encuentran regulados actualmente por el Código de
Justicia Militar, del 28 de agosto de 1933. En la comisión que se en-
cargó de elaborar el proyecto respectivo, participaron Manuel Ávila
Camacho, Octavio Véjar y Tomás López Linares.
Por último —fuera del derecho procesal penal pero en estrecha rela-
ción con él—, el derecho procedimental para menores se encuentra
regulado en las leyes estatales sobre menores infractores, de acuerdo
con las bases previstas en el artículo 18 constitucional. En el Distrito
Federal rige la Ley que crea los Consejos Tutelares para Menores In-
fractores promulgada el 26 de diciembre de 1973. Esta Ley regula el
procedimiento inquisitivo al cual deben ser sometidos los menores que
incurran en los supuestos previstos en el artículo 29 de la misma, y esta-
blece la organización y competencia del Consejo Tutelar para Menores
Infractores del Distrito Federal y de los Consejos Auxiliares.
22 HÉCTOR FIX-ZAMUDIO Y JOSÉ OVALLE FAVELA

B. Derecho procesal administrativo

Esta rama regula el proceso destinado a solucionar los conflictos sur-


gidos entre la administración pública y los administrados, con motivo
de la interpretación y aplicación de los actos y contratos de carácter
administrativo. Aquí también tenemos que distinguir, tomando en cuenta
el sistema federal adoptado por el artículo 40 de la Constitución Política,
entre la legislación federal y la de los estados de la República.
En materia federal no existe un Código que regule sistemáticamente
el proceso administrativo en general (como tampoco hay una ley que
sistematice los procedimientos administrativos). El Código Fiscal de la
Federación promulgado el 30 de diciembre de 1981 regula sólo el pro-
ceso de nulidad fiscal; es decir, el proceso a través del cual se puede
pretender la anulación de un acto o de una resolución de carácter fiscal
(artículos 197-260). Sin embargo, como se verá al examinar la organi-
zación y competencia de los tribunales mexicanos (infra III, 1, B), el
Tribunal Fiscal de la Federación —cuya integración y competencia se
encuentran previstas en la Ley Orgánica promulgada el 30 de diciem-
bre de 1977— puede conocer no sólo de estos procesos de nulidad fiscal,
sino también de ciertos procesos administrativos de plena jurisdicción,
especialmente en los casos de controversias sobre pensiones civiles y
militares con cargo a las instituciones federales de seguridad social o al
erario federal, sobre interpretación y cumplimiento de contratos de obra
pública celebrados por la administración pública federal centralizada
y sobre responsabilidades civiles de funcionarios y empleados federales.
Estos procesos administrativos de plena jurisdicción se deben tramitar
conforme a las reglas del Código Federal de Procedimientos Civiles, de
acuerdo con lo previsto en el artículo 197 del citado Código Fiscal de la
Federación. Para plantear las demás controversias administrativas que
no queden comprendidas en los supuestos anteriores, los administradores
pueden acudir al juicio de amparo, que en este terreno funciona como
un proceso administrativo. Al contenido y las fuentes del juicio de am-
paro aludiremos al examinar el derecho procesal constitucional.
En el Distrito Federal sí existe un proceso y un tribunal de carácter
administrativo, previstos para solucionar las controversias entre la admi-
nistración pública del Distrito Federal y los administrados sobre la gene-
ralidad de los actos y contratos administrativos de aquélla, incluyendo
los de carácter fiscal. La Ley del Tribunal de lo Contencioso Adminis-
trativo del Distrito Federal, promulgada el 26 de febrero de 1971 y re-
DERECHO PROCESAL 23

formada sucesivamente en 1973 y 1978, regula un proceso y establece


y organiza un tribunal administrativo que tiene por objeto "dirimir las
controversias de carácter administrativo que se susciten entre el Depar-
tamento del Distrito Federal como autoridad local y los particulares"
(artículo 19).
En algunos estados de la República —como los de Sinaloa (1976),
Hidalgo (1979), Jalisco (1983), Guanajuato (1985), Querétaro (1985) y
México (1986), se han establecido tribunales y procesos administrativos
similares a los existentes en el Distrito Federal. Otros estados —como
los de Veracruz (1975) y Sonora (1977)—, se han limitado a esta-
blecer tribunales y procesos preponderantemente de anulación fiscal, de
manera similar a la legislación federal.

C. Derecho procesal familiar y del estado civil

Esta rama regula el proceso destinado a solucionar los conflictos rela-


cionados con la familia y el estado civil de las personas. Subsumido
todavía en la legislación procesal civil de los estados y del Distrito Fede-
ral, el derecho procesal familiar y del estado civil no ha alcanzado aun
autonomía, ni se ha orientado, en definitiva, hacia lo que Calamandrei
caracterizó como "proceso civil inquisitorio", por oposición al proceso
civil patrimonial, de carácter preponderantemente dispositivo.
Sin embargo, algunos pasos se han dado en este sentido. En el Dis-
trito Federal se crearon, con la reforma de 1971 a la Ley Orgánica de
los Tribunales de Justicia del Fuero Común, los juzgados de lo familiar,
como juzgadores especializados en las controversias familiares y del
estado civil, aunque también se les atribuyó competencia para conocer
de los juicios sucesorios, de carácter básicamente patrimonial. Posterior-
mente, con la reforma de 1973 al Código de Procedimientos Civiles del
Distrito Federal, se adicionó un nuevo título, el decimosexto, en el cual
se previeron, así sea en forma dispersa e insuficiente, algunos principios
generales para el proceso familiar y un juicio especial para algunas con-
troversias familiares, cuyo contenido fundamental lo constituyen en la
práctica las pretensiones de cumplimiento de las obligaciones alimen-
ticias. Los códigos de procedimientos civiles de algunos estados han
seguido un camino similar al del Distrito Federal.
Por otro lado, los Códigos de Procedimientos Civiles de Sonora
(1949), Morelos (1955), Zacatecas (1965) y Baja California (1989)
—basados en el anteproyecto de 1948— regulan en forma más sistemá-
24 HÉCTOR FIX-ZAMUDIO Y JOSÉ OVALLE FAVELA

tica los principios del proceso familiar y del estado civil y los diversos
juicios en materia familiar.

D. Derecho procesal constitucional

Esta rama regula los procesos destinados a resolver los conflictos


sobre la interpretación y aplicación de las normas constitucionales. En
México existen, entre otros, tres procesos constitucionales: el juicio de
amparo, las denominadas controversias constitucionales y el juicio de res-
ponsabilidad.
Los artículos 103 y 107 de la Constitución Política establecen las
bases del juicio de amparo, las cuales son reglamentadas por la Ley de
Amparo promulgada el 30 de diciembre de 1935, que, con numerosas
reformas, se encuentra todavía vigente. A través del juicio de amparo,
los justiciables pueden impugnar los actos de las autoridades tanto fede-
rales como locales, por considerarlos violatorios de los derechos funda-
mentales establecidos en el capítulo de "Garantías individuales" de la
Constitución Política. En el caso de que el juzgador que conozca del
juicio de amparo estime fundada la pretensión del actor, debe ordenar
en su sentencia la inaplicación o desaplicación de los actos de autoridad
reclamados.
Debido a la amplia extensión de los derechos fundamentales estable-
cidos en la Constitución —particularmente el previsto en el artículo 16,
que consigna el principio general de legalidad de los actos de autori-
dad—, el juicio de amparo se ha convertido en una institución procesal
sumamente compleja, que cumple básicamente las siguientes cinco fun-
ciones: a) es el instrumento procesal constitucional para la tutela de la
libertad personal, en forma similar al habeas corpus de origen inglés;
b) es el medio procesal para combatir las leyes inconstitucionales; c)
sirve también como medio de impugnación de las sentencias judiciales,
en forma similar al recurso de casación; d) funciona como proceso
administrativo en aquellos lugares o sectores en los que no existan pro-
cesos y tribunales administrativos, y e) funciona, en fin, como instru-
mento procesal para la protección de los derechos sociales de los cam-
pesinos sujetos al régimen de la reforma agraria. Estas cinco funciones
del amparo serán analizadas con mayor detalle en la sección VIII, refe-
rente a los medios de impugnación.
Las controversias constitucionales se encuentran previstas en el ar-
tículo 105 de la Constitución Política, el cual atribuye su solución a la
DERECHO PROCESAL 25

Suprema Corte de Justicia de la Nación. La solución de estas contro-


versias tiene por objeto preservar los límites que la Constitución establece
entre las facultades de las diversas autoridades federales y estatales.
Tales controversias constitucionales, que son planteadas por las propias
autoridades a la Suprema Corte de Justicia, son de cuatro clases, a
saber: a) entre dos o más estados; b) entre los poderes de un mismo
Estado sobre la constitucionalidad de sus actos; c) entre la Federación
y uno o más estados, y d) aquellas controversias en las que la Federa-
ción figure como parte y que tengan importancia trascendente para los
intereses de la nación, a juicio del Pleno de la Suprema Corte de Jus-
ticia. Las controversias constitucionales no han sido todavía reglamen-
tadas en forma sistemática. A ellas se refiere el artículo 11, fracciones
I a IV, de la Ley Orgánica del Poder Judicial de la Federación; y tam-
bién, por lo que concierne exclusivamente a las controversias relacio-
nadas con cuestiones tribuntarias, el artículo 12 de la Ley de Coordina-
ción Fiscal promulgada el 22 de diciembre de 1978. A falta de una
reglamentación suficiente de todas las controversias constitucionales, la
jurisprudencia de la Suprema Corte de Justicia ha considerado pertinente
recurrir a las reglas del Código Federal de Procedimientos Civiles.
El juicio político es un proceso que se sigue ante un órgano político,
al que se atribuye eventualmente la función de juzgar, en contra de un
funcionario público con responsabilidad en la toma de decisiones polí-
ticas, "por actos u omisiones que redunden en perjuicios de los intereses
públicos fundamentales o de su buen despacho" (artículo 109, fracción I,
de la Constitución). Las sanciones que se pueden imponer a través de
este juicio son también de naturaleza política: la destitución del funcio-
nario y su inhabilitación para desempeñar funciones, empleos, cargos
o comisiones de cualquier naturaleza en el servicio público.
En el ámbito federal, el órgano político que conoce de este juicio es
el Congreso de la Unión: primero la Cámara de Diputados, como jurado
do acusación, y si ésta decide acusar, la Cámara de Senadores, como
jurado de sentencia. Los funcionarios públicos que pueden ser sujetos
al juicio político, son los que señala el artículo 110 de la Constitución.
El juicio político se encuentra regulado en la Ley Federal de Respon-
sabilidades de los Servidores Públicos de 1982 (artículos 5o. a 45). De
los motivos por los que se puede seguir el juicio político, nos interesa
destacar los siguientes, por su relación con las normas constitucionales:
1. el ataque a la forma de gobierno republicano, representativo, fede-
ral; 2. las violaciones graves y sistemáticas a las garantías individuales
26 HÉCTOR FIX-ZAMUDIO Y JOSÉ OVALLE FAVELA

o sociales, y 3. cualquier infracción a la Constitución cuando cause per-


juicios graves a la Federación, a uno o varios estados, a la sociedad, o
motive algún trastorno en el funcionamiento normal de las instituciones
(artículo 7o., fracciones II, III y VI, de la citada Ley Federal de Respon-
sabilidades de los Servidores Públicos).
Por último, conviene tener presente para la interpretación de todos
los textos legales que hemos mencionado, la jurisprudencia o interpre-
tación judicial que la Suprema Corte de Justicia y los tribunales cole-
giados de circuito pueden establecer en forma obligatoria sobre dichos
ordenamientos, en los términos previstos por los artículos 192, 193, 194,
195, 197 y 197-A de la Ley de Amparo. También se debe tomar en
cuenta la jurisprudencia de la Sala Superior y las Salas Regionales del
Tribunal Fiscal de la Federación para la interpretación de las leyes pro-
cesales fiscales; la del Tribunal de lo Contencioso Administrativo del
Distrito Federal, para la interpretación de la legislación procesal admi-
nistrativa de esta entidad; y la del pleno del Consejo Tutelar para Me-
nores Infractores del Distrito Federal, para la interpretación de la Ley
que crea los Consejos Tutelares para Menores Infractores en la misma
entidad.
SUJETOS PROCESALES

Como es bien sabido, la doctrina predominante ha establecido que


son tres los sujetos procesales esenciales; en primer lugar el juzgador,
que, como órgano del Estado, dirige el procedimiento, por encima de los
restantes participantes, y en segundo lugar, a las partes, que son aquellos
sujetos situados en dos posiciones contradictorias al plantear el conflicto
jurídico que debe resolver de manera imperativa el primero, en la inte-
ligencia de que esa situación de parte puede depositarse en una o varias
personas jurídicas, físicas o colectivas, tanto del lado activo como del
pasivo.
Al lado de estos tres sujetos esenciales actúan en forma secundaria
en el desarrollo del proceso, colaborando con el juez y las partes, otras
personas jurídicas en la calidad de auxiliares de la impartición de jus-
ticia, cuyo número se ha incrementado de manera considerable debido
a que el proceso moderno se ha tecnificado cada vez más, y entre estos
auxiliares podemos señalar al personal de los tribunales, es decir, secre-
tarios, notificadores, ejecutores; algunos sujetos que participan en el
ofrecimiento y desahogo de los predios de prueba, tales como los tes-
tigos y los peritos, y además, de acuerdo con el concepto moderno del
DERECHO PROCESAL 27

proceso, también deben considerarse como colaboradores del mismo, a


los asesores jurídicos, ya sean abogados postulantes, defensores de oficio,
o procuradores en determinadas materias; así como también al Ministe-
rio Público cuando actúa en representación de intereses sociales, espe-
cialmente en el proceso civil.

1. órganos jurisdiccionales

El ordenamiento mexicano se inspiró en el sistema federal implantado


por la Constitución de los Estados Unidos de 1787, ya que en las cartas
federales de 1824, 1857 y la vigente de 1917, se estableció el llamado
sistema de la doble jurisdicción, que se apoya en la existencia paralela
de tribunales federales y de cada una de las entidades federativas; cada
sector con su esfera específica de competencia, de manera que sólo en
casos excepcionales, al menos de acuerdo con el sentido original del mo-
delo, los asuntos resueltos por los tribunales locales pueden llevarse en
impugnación ante los federales.
Sin embargo, esta doble organización se transformó de manera paula-
tina en nuestro país, debido a un conjunto de factores históricos, políti-
cos y sociales, que no es posible describir en esta oportunidad, pero que
son muy conocidos, ya que en virtud de una interpretación artificiosa
del artículo 14 de la Constitución de 1857, se inició en la segunda
mitad del siglo XIX una concentración de todos los asuntos judiciales del
país en los tribunales federales, y en última instancia, en la Suprema
Corte de Justicia, todo ello en cuanto esta última admitió la proceden-
cia del juicio de amparo contra las resoluciones judiciales por la in-
debida aplicación de las disposiciones legales ordinarias, inclusive de
carácter local, pero disfrazadas de violaciones de carácter constitucional.
En tal virtud, en la actualidad se conserva sólo de manera formal la
doble jurisdicción, pero en la realidad dicha jurisdicción es unitaria, en
virtud de que los tribunales locales se encuentran subordinados a los
de carácter federal, en cuanto todos los fallos de los primeros pueden
impugnarse ante los segundos por medio del propio juicio de amparo,
invocándose de manera artificial la infracción, únicamente indirecta o
refleja, de los artículos 14 y 16 de la carta federal vigente, de 5 de
febrero de 1917.
Debido a lo anterior, en el ordenamiento mexicano no es preciso que
se configure el "caso federal", que se exige en el sistema judicial estado-
unidense (así como en los ordenamientos constitucionales de Argentina
y de Brasil, que se inspiran en el primero en esta materia por conducto
28 HÉCTOR FIX-ZAMUDIO Y JOSÉ °VALLE FAVELA

del llamado "recurso extrordinario constitucional"), ya que en nuestro


país basta que se alegue que se ha aplicado incorrectamente un precepto
ordinario en una resolución judicial (que sólo por excepción puede tener
naturaleza constitucional, ya que en la mayoría de los supuestos es de
carácter legal o reglamentario), para que dicha resolución, sin importar
que el tribunal que la hubiese dictado sea local o federal, pueda impug-
narse ante los tribunales federales por conducto del juicio de amparo.
Por otra parte, los tribunales locales tampoco conservan su autonomía
para interpretar libremente las disposiciones legales de sus respectivas
entidades, ya que la llamada jurisprudencia obligatoria de los tribunales
colegiados de circuito y de la Suprema Corte de Justicia (es decir, las
tesis establecidas por dichos órganos judiciales en el mismo sentido en
cinco casos similares y con un determinado número de votos aproba-
torios), debe ser obedecida por los jueces locales, inclusive en relación
con sus propios ordenamientos, en los términos del artículo 94 cons-
titucional.
Por tanto, intentaremos realizar una descripción lo más completa po-
sible, pero forzosamente superficial, de la organización judicial mexica-
na, que es bastante compleja, con una breve mención de su competencia
genérica, así como de las garantías judiciales de sus integrantes.
De manera previa es preciso señalar que en 'nuestro ordenamiento
constitucional se ha suprimido la Secretaría de Justicia, de acuerdo con
lo dispuesto por el artículo 14 transitorio de la carta federal de 5 de fe-
brero de 1917, al considerar los constituyentes que esa dependencia
del Ejecutivo federal menoscababa la independencia del organismo Ju-
dicial, de manera que las cuestiones administrativas de los tribunales
están encomendadas a los órganos superiores de los mismos, como ocu-
rre con la Suprema Corte de Justicia en la esfera federal y los tribunales
superiores de justicia en las entidades federativas.
La mencionada organización puede analizarse en tres sectores: en pri-
mer Jugar, el de los tribunales federales, en segundo término a los orga-
nismos judiciales de los estados y finalmente; la mención específica de
la situación de los jueces del Distrito Federal. Se incluyen en este examen
otros organismos judiciales especializados en materia administrativa y
laboral, que han adquirido autonomía y que por lo tanto, deben consi-
derarse materialmente incorporados a los poderes judiciales respectivos,
aun cuando formalmente estén encuadrados dentro del Ejecutivo Federal
o los de las entidades federativas.
DERECHO PROCESAL 29

A. Tribunales federales. Los que a su vez pueden distinguir' se, para


efectos de estudio, según se ha visto, entre aquellos que pertenecen
formalmente al organismo Judicial Federal y los que funcionan de mane-
ra independiente al mismo.
El Poder Judicial Federal está integrado por la Suprema Corte de
Justicia, por los tribunales de circuito y por los jueces de distrito,
de acuerdo con lo establecido por el artículo 94 de la Constitución fede-
ral y por la Ley Orgánica del Poder Judicial de la Federación, en la cual
se menciona también al Jurado Popular Federal (ahora con una com-
petencia muy reducida), y a los tribunales de los estados y del Distrito
Federal cuando actuén en jurisdicción concurrente o en auxilio de la
misma justicia federal.
a) La Suprema Corte de Justicia se integra por su presidente, nom-
brado cada año con posible reelección indefinida, por los ministros
numerarios; así como por veinte ministros numerarios y cinco supernu-
merarios, que funcionan en pleno y en salas. El primero se forma con
el presidente y los veinte ministros numerarios. Las salas son cuatro,
divididas por materias, con cinco ministros numerarios cada una. Por
otra parte, los magistrados supernumerarios, además de suplir en sus
ausencias temporales a los numerarios (y en ese supuesto integran el
Pleno), actúan también en una sala auxiliar que conoce de los asuntos
de rezago que le remite el propio Pleno.
La Suprema Corte de Justicia conoce de dos tipos de controversias,
las que podemos calificar como ordinarias federales, y las que se plan-
tean por medio del juicio de amparo, por lo que si se simplifica al má-
ximo la competencia genérica, podemos señalar lo siguiente:
El tribunal en Pleno decide, en esencia: en primer término de las
llamadas controversias constitucionales, reguladas por el artículo 105
constitucional y en las fracciones 1 a IV del artículo 11 de la Ley Orgá-
nica del Poder Judicial Federal, es decir, las suscitadas entre dos o más
estados; entre los poderes de un mismo estado sobre la constitucionalidad
de sus actos, y de los conflictos entre la Federación y uno o más estados;
así como de aquellas en que la Federación sea parte, cuando a juicio del
propio Tribunal en Pleno se consideren de importancia trascendente para
los intereses de la nación.
También los estados pueden plantear controversias constitucionales
cuando se afecten sus intereses económicos, en los términos del artículo
12 de la Ley de Coordinación Fiscal que entró en vigor el primero de
enero de 1980.
30 HÉCTOR FIX-ZAMUDIO Y JOSÉ °VALLE FAVELA

Por lo que respecta a la materia de amparo, debe advertirse que su


conocimiento por la Suprema Corte de Justicia fue modificado sustan-
cialmente por las reformas constitucionales y legales que entraron en
vigor el 15 de enero de 1988, incluyendo una nueva Ley Orgánica, ya
que se concentró en la Suprema Corte la competencia respecto a la reso-
lución de los asuntos estrictamente constitucionales, y se trasladó a los
tribunales colegiados de circuito los restantes juicios de amparo en
los cuales se controviertan cuestiones de legalidad.
De acuerdo con las nuevas disposiciones, el Tribunal en Pleno de la
Suprema Corte de Justicia conoce, por medio del llamado recurso de
revisión (en realidad, de apelación), de la segunda instancia de las sen-
tencias dictadas por los jueces de distrito en los juicios de amparo en
los cuales se impugne la inconstitucionalidad de una ley federal o local
o de un tratado internacional, si en la propia revisión subsiste la cuestión
de inconstitucionalidad.
También conoce el citado Tribunal en Pleno de la impugnación de
las sentencias de los jueces de distrito pronunciadas en los juicios de am-
paro en los cuales se controvierta, por afectación personal, los actos o
leyes que invadan la esfera federal o local, respectivamente, así como
el segundo grado de los fallos dictados por los tribunales colegiados
en una sola instancia, cuando decidan sobre la inconstitucionalidad
de una ley (artículos 84, fracciones I y II de la Ley de Amparo, y 11,
fracciones V y VI, de la Ley Orgánica del Poder Judicial Federal).
La competencia de las Salas por lo que se refiere a los juicios de
amparo, puede sintetizarse en tres aspectos esenciales, además de otros
que no es posible detallar en esta oportunidad, con la advertencia de que
su conocimiento está determinado por materias, es decir, asuntos pena-
les en la Primera Sala; administrativos en la Segunda; civiles (inclu-
yendo mercantiles), en la Tercera; y laborales en la Cuarta, sin perjuicio
de que el Pleno pueda turnarles, en caso de que lo estime necesario,
los que correspondan a las otras salas.
a') En primer lugar, dichas salas deciden, según su materia, del re-
curso de revisión contra las sentencias pronunciadas por los jueces de
distrito en los juicios de amparo en los cuales se controvierta la consti-
tucionalidad de un reglamento federal expedido por el presidente de la
República o de un reglamento local que corresponda al gobernador de
un estado, siempre que en la segunda instancia subsista la cuestión
de inconstitucionalidad, y también en aquellos supuestos de que en el
fallo se interprete directamente un precepto de la carta federal (artícu-
DERECHO PROCESAL 31

los 24, 25, 26 y 27, fracción I, a), de la Ley Orgánica del Poder Judi-
cial Federal).
b') De los recursos de revisión interpuestos contra las sentencias dic-
tadas por los tribunales colegiados de circuito en amparo de una sola
instancia, cuando decidan sobre la inconstitucionalidad de un reglamento
federal o local, o interpreten directamente un precepto de la Constitu-
ción (artículos 24, 25, 26 y 27, fracción II, de la citada Ley Orgánica).
c') La facultad de atracción en amparo de doble instancia o de único
grado, de los asuntos que correspondan a los tribunales colegiados de
circuito cuando consideren dichas Salas que por sus características espe-
ciales, es decir, su particular importancia, deben ser conocidos por la sala
respectiva, según su materia, facultad que pueden ejercer de oficio, a
petición del tribunal colegiado respectivo o del procurador general de
la República (artículo 107 constitucional, fracciones VIII y V, y 24, 25,
26 y 27 fracciones I, inciso b) y III, de la Ley Orgánica).
d') De la resolución de las contradicciones entre las tesis sustentadas
por los tribunales colegiados de circuito, en los juicios de amparo y
respecto de la materia que corresponde a las propias Salas, para deter-
minar cuál es la que debe prevalecer con carácter obligatorio, pero sin
modificar los fallos correspondientes (artículos 197-A de la Ley de Am-
paro y 24, 25, 26 y 27, fracción XII, de la mencionada Ley Orgánica).
b) Los tribunales colegiados de circuito fueron establecidos en las
reformas a la legislación de amparo que entraron en vigor en mayo de
1951, con el propósito de auxiliar a la Suprema Corte de Justicia en el
conocimiento de los asuntos de amparo. Están integrados por tres ma-
gistrados.
Su número se ha incrementado de manera considerable en virtud
de que de manera paulatina se descargó a la Suprema Corte de los jui-
cios de amparo de menor importancia jurídica, social o económica, pero
en las citadas reformas de enero de 1988 se les confirió la competencia
genérica para el conocimiento de los juicios de amparo de una sola o
de doble instancia, en los cuales se impugne la indebida aplicación de
disposiciones legales o reglamentarias ordinarias, por lo que, en esencia,
se han convertido en tribunales de casación.
De manera excepcional pueden decidir dichos tribunales cuestiones
de inconstitucionalidad, en particular en los juicios de amparo contra
una ley por conducto de una sentencia judicial en la cual se hubiese
aplicado dicho ordenamiento. En esa hipótesis, si los propios tribunales
colegiados resuelven sobre la inconstitucionalidad de las disposiciones
32 HÉCTOR FIX-ZAMUDIO Y JOSÉ OVALLE FAVELA

legislativas o interpretan directamente un precepto de la carta federal,


sus fallos pueden ser impugnados por los afectados a través del recurso
de revisión, y la segunda instancia corresponde, en el primer supuesto, al
Tribunal en Pleno de la Suprema Corte de Justicia, y en el segundo,
a la Sala respectiva, según la materia (artículo 107, fracción IX de la
Constitución federal).
En la actualidad existen sesenta tribunales colegiados de circuito (en
1951 se crearon sólo cinco en toda la República), divididos en veintiún
circuitos, el primero de los cuales radica en la ciudad de México, con
veinte tribunales especializados, de los cuales dos son penales, seis ad-
ministrativos, cinco civiles y siete en materia de trabajo.
El tercer circuito, que está situado en la ciudad de Guadalajara, cuenta
con siete tribunales colegiados, también especializados, de los cuales uno
es penal, dos en materia administrativa, tres civiles y uno del trabajo.
Los restantes tribunales no están especializados, y residen respectiva-
mente en las ciudades de Toluca (tres); Monterrey (tres); Hermosillo
(dos); Puebla (tres); Veracruz (dos); Torreón; San Luis Potosí (dos);
Villahermosa; Morelia (dos); Mazatlán (dos); Oaxaca; Mérida; Mexica-
li; Guanajuato (dos); Chihuahua (dos); Cuernavaca; Ciudad Victoria;
Tuxtla Gutiérrez y Chilpancingo.
c) Funcionan también veintiséis tribunales de circuito, de carácter
unitario, los cuales únicamente conocen en apelación de las sentencias
dictadas en primer grado por los jueces de distrito en asuntos ordinarios
federales, predominantemente en materias civil y penal. Estos tribunales
unitarios se encuentran distribuidos en los veintiún circuitos que corres-
ponden a los colegiados, los que hemos señalado con anterioridad, y
residen también en las mismas ciudades, si bien se han establecido varios
en los circuitos con mayor carga de trabajo, y así funcionan tres en la
ciudad de México; tres en Guadalajara y dos en Mazatlán.
d) En la actualidad existen ciento treinta y seis juzgados de distrito,
de carácter unitario que se encuentran distribuidos en las ciudadades de
mayor importancia en el país. Veintinueve de ellos residen en la ciudad
de México y están especializados: diez en materia penal; diez adminis-
trativos; seis civiles y tres laborales. En Guadalajara también se han
especializado los juzgados de distrito: seis penales; dos administrativos;
dos civiles y uno en materia agraria.
Los jueces de distrito conocen de dos categorías de procesos en pri-
mera instancia; en primer término el sector que podemos calificar como
de carácter federal, y en segundo lugar, la materia de amparo. Por lo
DERECHO PROCESAL 33

que respecta a los asuntos ordinarios federales, éstos se refieren a las


controversias derivadas de la aplicación de las leyes federales, de acuerdo
con lo establecido por la fracción I, del artículo 104 de la Constitución
federal. Debe hacerse la advertencia de que, en virtud de la llamada ju-
risdicción concurrente establecida en el mismo precepto fundamental, y
a la que nos referiremos más adelante, dichos conflictos también pueden
plantearse, en ciertos supuestos, ante los jueces locales.
En segundo lugar corresponde a los jueces de distrito decidir, en pri-
mera instancia, según se ha visto, de los juicios de amparo señalados,
por los artículos 107, fracción VII, de la carta fundamental, y 114 de
la Ley de Amparo, cuando por medio del amparo se reclame la incons-
titucionalidad de una ley; se impugnen actos provenientes de las autori-
dades administrativas que no pueden plantearse ante tribunales judiciales
o administrativos; se combatan las resoluciones judiciales pronunciadas
en vía de jurisdicción voluntaria; las que tengan sobre las personas o
las cosas efectos de imposible reparación; o bien si afectan a personas
ajenas al proceso y no exista un medio ordinario de defensa.
Debe hacerse la aclaración de que en las reformas de 1988 se excluyó
del amparo de doble instancia y, por tanto, del conocimiento de los ci-
tados jueces de distrito, la impugnación de las resoluciones judiciales,
que sin tener el carácter de sentencias definitivas, sin embargo impliquen
la terminación del proceso, es decir, pongan fin al juicio sin posibilidad
de acudir a un recurso o medio de defensa ordinario (artículo 47 de la
Ley de Amparo).
Por otra parte, debe señalarse que con motivo de las propias reformas
que entraron en vigor en enero de 1988, se adicionó el artículo 94 cons-
titucimal para otorgar al Pleno de la Suprema Corte de Justicia la
facultad de determinar el número, división en circuitos y jurisdicción
territorial, así como especialización por materia de los tribunales cole-
giados y unitarios de circuito y de los juzgados de distrito, atribución
que correspondía anteriormente al Congreso de la Unión por medio de
modificaciones a la Ley Orgánica del Poder Judicial de la Federación,
lo que hacía muy complicada la creación y distribución de los tribunales
federales, de manera que ahora pueden establecerse de manera más fle-
xible y oportuna.
e) Finalmente, el Poder Judicial de la Federación comprende, según
la Ley Orgánica respectiva, el Jurado Popular Federal, formado por sie-
te personas designadas por sorteo, procedentes de diversos sectores
sociales y presididos por un juez de distrito (artículos 61 a 72 de la
34 HÉCTOR FIX-ZAMUDIO Y JOSÉ OVALLE FAVELA

Ley Orgánica del Poder Judicial Federal). Su competencia actual es


muy restringida, en virtud de que al reformarse el título IV de la Cons-
titución federal sobre la responsabilidad de los servidores públicos en
diciembre de 1982, se suprimió la materia de mayor importancia de
conocimiento del mencionado Jurado, que se refería al enjuiciamiento
de los empleados o funcionarios federales a los cuales se les imputara
la comisión de delitos de carácter oficial, cuando carecían de inmunidad
constitucional, según los artículos 108 y 111 constitucionales en su
texto original.
En tal virtud, los únicos supuestos de los cuales puede conocer el
citado Jurado Popular Federal, son los delitos cometidos por medio de
la prensa contra el orden público o la seguridad exterior o interior de la
nación, en los términos de la fracción VI del artículo 20 de la Consti-
tución federal, hipótesis que según nuestro conocimiento no se ha pre-
sentado en la práctica.
B. Además de los tribunales anteriores que integran el Poder Judi-
cial Federal de acuerdo con lo establecido por el artículo 94 de la carta
federal, también existen otros organismos judiciales que formalmente
no se consideran dentro del mencionado poder, pero que deben esti-
marse, desde nuestro punto de vista, como tribunales federales, y en
este sentido haremos un breve examen del Tribunal Fiscal de la Fede-
ración; de la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje y de los tribu-
nales castrenses, y finalmente del enjuiciamiento político ante el Con-
greso de la Unión de los servidores públicos que hubiesen cometido
infracciones a la Constitución y a las leyes federales.
a) El Tribunal Fiscal de la Federación fue introducido por la Ley
de Justicia Fiscal de agosto de 1936, como un órgano de jurisdicción
delegada, que dictaba sus fallos en representación del Ejecutivo Federal.
En sus comienzos se discutió su constitucionalidad por no estar pre-
visto su funcionamiento •en la carta federal. Sin embargo, su apoyo
constitucional se introdujo en las reformas al artículo 104, fracción I,
de la Constitución federal que entraron en vigor en octubre de 1968,
disposición que se trasladó en diversas reformas promulgadas en agosto
de 1987, a la fracción XXIX-H del artículo 73 constitucional, que re-
gula las facultades del Congreso de la Unión para legislar en esta
materia.
En la actualidad dicho tribunal está dotado de plena autonomía para
dictar sus fallos, con apoyo en el citado precepto fundamental y su
Ley Orgánica publicada el 2 de febrero de 1978.
DERECHO PROCESAL 35
De acuerdo con la tendencia a la desconcentración de los organismos
judiciales federales, que se inició con la creación de los tribunales co-
legiados de circuito en 1951, el citado Tribunal Fiscal está integrado
por una sala superior y por varias salas regionales.
La sala superior reside en la ciudad de México y se compone de nue-
ve magistrados, los cuales designan cada año, con posibilidad de reelec-
ción, al presidente de todo el Tribunal, en tanto que las salas regionales,
con tres magistrados, se encuentran distribuidas en las once regiones
en las que se dividió el país para ese efecto, con una sala en cada una,
con excepción de las regiones metropolitana y la de Hidalgo-México,
en las que funcionan seis y dos salas, respectivamente.
La Sala Superior, aparte de los aspectos administrativos del tribunal,
establece y modifica la jurisprudencia obligatoria de las salas regiona-
les. Además, conoce excepcionalmente, por medio de una facultad de
atracción, ya sea de oficio o a petición fundada de la sala regional corres-
pondiente o de la Secretaría de Hacienda, de aquellos juicios que por
sus características especiales así lo ameriten, y se entienden por dichas
características, en primer lugar, que el valor del negocio exceda de cien
veces el valor del salario mínimo general vigente en el Distrito Federal,
elevado al ario; o en segundo término, que para la resolución del nego-
cio respectivo sea necesario establecer por primera vez la interpreta-
ción directa de una ley o fijar el alcance de los elementos constitutivos
de una contribución
Las citadas salas regionales conocen de las controversias de carácter
fiscal surgidas entre los particulares afectados y las autoridades tribu-
tarias federales, en la inteligencia de que esta competencia se ha exten-
dido de manera paulatina hasta comprender también, además de la ma-
teria estrictamente fiscal, el conocimiento de los conflictos relativos a
prestaciones sociales a cargo del erario federal, en beneficio de los
miembros de las fuerzas armadas y de los empleados públicos federales;
así como respecto de los litigios sobre la interpretación y cumplimiento
de los contratos de obras públicas celebrados por las dependencias de
la administración pública centralizada, y respecto de las resoluciones
que establezcan responsabilidades contra funcionarios o empleados de la
Federación, por actos que no constituyen delitos (artículos 15 y 23 de
la Ley Orgánica).
b) En materia de trabajo actúan en el ámbito nacional las juntas fe-
derales de conciliación y la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje,
previstas en la fracción XX del apartado A, del artículo 123 de la
36 HÉCTOR FIX-ZAMUDIO Y JOSÉ °VALLE FAVELA

carta federal y reglamentadas por los artículos 591-600 y 604-620 de


la Ley Federal del Trabajo.
Las juntas federales de conciliación, que pueden ser permanentes o
accidentales, se establecen en las regiones de importancia económica y se
integran por un representante del gobierno federal designado por la
Secretaría del Trabajo y Previsión Social, que actúa como presidente,
así como por un representante de los trabajadores sindicalizados y uno
de los empresarios.
Dichas juntas actúan exclusivamente como instancia conciliatoria po-
testativa de los trabajadores y de los patrones, y sólo tienen la facultad
de decidir conflictos laborales de menor cuantía, es decir, aquellos que
tengan por objeto el cobro de prestaciones que no excedan del importe
de tres meses de salarios (artículos 591 y 600 de la citada Ley Fede-
ral del Trabajo).
La Junta Federal de Conciliación y Arbitraje también posee carácter
tripartito, con representantes de los sindicatos de trabajadores, de los
empresarios y del gobierno federal, estos últimos como jueces profesio-
nales que deciden la mayor parte de las controversias, ya que normal-
mente los votos de los representantes gremiales se anulan recípro-
camente.
La citada Junta actúa tanto en Pleno (con un presidente general de-
signado por el presidente de la República, y por todos los representantes
de los diversos grupos), como en grupos especiales formados de acuer-
do con las ramas de la industria y de otras actividades de importancia
nacional. Dichos grupos se forman, a su vez, con un presidente especial
designado por el secretario del Trabajo y Previsión Social y por los
representantes de los sectores respectivos de la actividad económica
específica.
Además, dichos grupos actúan de manera desconcentrada, por lo que
en la actualidad funcionan cuarenta y cinco grupos especiales, dieci-
séis en la ciudad de México y los restantes distribuidos en las diversas
regiones económicas de la República, según el acuerdo del titular de la
citada Secretaría del Trabajo, de trece de agosto de 1985.
e) Dentro del sector de los organismos judiciales laborales debe men-
cionarse al Tribunal Federal de Conciliación y Arbitraje, que conoce de
los conflictos entre los empleados y funcionarios al servicio de los po-
deres de la Federación y del gobierno del Distrito Federal, y las auto-
ridades respectivas, de acuerdo con lo dispuesto por la fracción XII del
apartado B del artículo 123 constitucional, reglamentado por los ar-
DERECHO PROCESAL 37

tículos 118 a 124 de la Ley Federal de los Trabajadores al Servicio


del Estado.
Dicho tribunal, a partir de las reformas al ordenamiento mencionado
publicadas el 18 de enero de 1984, funciona en Pleno y con un mínimo
de tres salas, susceptibles de aumento cuando es necesario. Cada una de
dichas Salas se forma por un magistrado designado por el gobierno
federal; un magistrado representante de los trabajadores, electo por la
Federación de Sindicatos respectiva, y un magistrado tercer árbitro,
nombrado por los otros dos y que actúa como presidente de Sala.
Además de las Salas mencionadas, podrán funcionar salas auxiliares
del citado tribunal burocrático, en las capitales de las entidades fede-
rativas, cuando lo considere necesario el Pleno del citado Tribunal. El
Pleno se integra con la totalidad de los magistrados de las salas y un
magistrado adicional, designado por el presidente de la República, en
calidad de presidente del propio Tribunal.
d) También deben mencionarse como organismos judiciales federales
a los tribunales militares, previstos por el artículo 13 de la carta federal
y regulados por el Código de Justicia Federal, los cuales se componen,
en primer término, por el Supremo Tribunal Militar formado por cinco
magistrados, generales de brigada y licenciados en derecho; por los Con-
sejos de Guerra Ordinarios, con cuatro vocales y un presidente, todos
ellos militares de carrera; por los Consejos de Guerra Extraordinarios
que actúan sólo en situaciones de emergencia con cinco militares, y por
los jueces militares, generales de brigada, todos los cuales son auxiliados
por los jueces penales del orden común en los lugares en donde no
residan dichos jueces castrenses.
En los términos del mencionado artículo 13 constitucional y el citado
Código de Justicia Militar, los tribunales castrenses sólo pueden juzgar
de los delitos y faltas cometidos por los miembros de las fuerzas arma-
das que afecten a la disciplina militar y que se realicen con motivo del
servicio; de manera que no están facultados para conocer de los delitos
cometidos por civiles, aun cuando lo hagan asociados a militares, ya
que de estos casos deben conocer los tribunales ordinarios.
e) Finalmente, para tener una visión panorámica de los órganos de
justicia federal, debemos hacer una breve referencia a las funciones ju-
risdiccionales encomendadas al órgano Legislativo federal, es decir, al
Congreso de la Unión, que está facultado por el artículo 110 de la Cons-
titución federal, reformado en diciembre de 1982, para juzgar a los
funcionarios importantes tanto de la Federación y del Distrito Federal,
38 HÉCTOR FIX-ZAMUDIO Y JOSÉ OVALLE FAVELA

como de los estados, por las infracciones a la Constitución y leyes fede-


rales que cometan en el ejercicio de sus cargos. Dicho precepto fue
reglamentado por la Ley de Responsabilidades expedida también en
diciembre de 1982.
Este procedimiento corresponde al llamado "juicio político", califi-
cado expresamente con esta denominación por el actual artículo 109,
fracción 1, de la carta federal.
De acuerdo con la concepción original de los artículos 108 y 111
de la propia Constitución federal, el citado juicio político sólo podía
seguirse a los altos funcionarios dotados del llamado "fuero constan-
ciónal", es decir, de inmunidad, así como a los titulares de los gobiernos
de los estados, por violación a la Constitución y leyes federales. La res-
ponsabilidad del presidente de la República está restringida durante el
ejercicio de sus funciones, en los términos del artículo 108 constitucio-
nal, en su texto vigente, a la traición a la patria y a los delitos graves
del orden común por medio del procedimiento del citado juicio político.
Según los preceptos constitucionales y legales en vigor, ya no existe
una delimitación precisa respecto de los funcionarios que poseen inmu-
nidad constitucional, ya que en realidad sólo existe respecto de aquellos,
enumerados en diverso artículo' 111 constitucional (diputados y sena-
dores al Congreso de la Unión; ministros de la Suprema Corte de
Justicia; secretarios de despacho; repreSentantes a la Asamblea del Dis-
trito -Federal; el titular del órgano de gobierno del propio Distrito
Federalyel procurador general de la República y el procurador general
de Justicia de Distrito Federal), que no pueden ser enjuiciados directa-
mente ante los tribunales ordinarios por los delitos comunes cometidos
en el tiempo de su encargo, ya que se requiere una declaración previa
de .procedencia del proceso penal por parte de la Cámara de Diputados.
En relación con el juicio político, los funcionarios que pueden ser
sometidos al mismo son muy numerosos, pues entre ellos no sólo se
comprenden, como en los ordenamientos anteriores, a los titulares de los
órganos del gobierno federal, del Distrito Federal y de los estados, sino
también inclusive a los directores generales o sus equivalentes de los
organismos descentralizados, empresas de participación estatal mayori-
taria, sociedades y asociaciones asimiladas a éstas y los fideicomisos pú-
blicos (artículo 110 constitucional), con lo cual, en nuestra opinión, se
desvirtúa la naturaleza del juicio político, que únicamente debe compren-
der, como lo hacía el régimen original de la carta de 1917, a los men-
cionados titulares de los poderes públicos, en la forma que lo hace
DERECHO PROCESAL 39
actualmente el artículo 110 de la carta federal, mencionado en el párrafo
anterior, pero sólo respecto de los delitos comunes que se imputen a
dichos altos funcionarios, no obstante que, por mayoría de razón, esta
delimitación debería aplicarse al enjuiciamiento político por infracciones
oficiales a la Constitución y leyes federales.
El procedimiento respecto del juicio político, que incluye también el
enjuiciamiento del presidente de la República en los casos excepcionales
en que puede exigírsele responsabilidad durante el ejercicio de su cargo,
se sigue en dos instancias, la primera ante la Cámara de Diputados 'y
la segunda, si dicha Cámara decide la culpabilidad del acusado, se pro-
mueve ante el Senado Federal, el cual resuelve en definitiva.
La sanción que puede aplicar dicha Cámara de Senadores únicamente
puede consistir, si se trata de funcionarios federales, en la suspensión o
la destitución del cargo y la inhabilitación, en su caso, para obtener
otro cargo público durante determinado periodo según la gravedad dé
la infracción, pero si el culpable es un funcionario de carácter local, la
decisión del Senado tiene efectos puramente declarativos y debe comu-
nicarse a la legislatura respectiva, •para que proceda como corresponda
(artículos 110 constitucional .y.44 de la Ley de Responsabilidades).
C. Respecto de los tribunales de los estados, como los mismos son
organizados por éstos, de acuerdo con las constituciones locales y las
leyes orgánicas respectivas, no es posible efectuar una descripción, así
fuese aproximada de los mismos, en un trabajo de esta naturaleza,
por lo que nos limitaremos a proporcionar una idea general de los
mismos.
a) En primer lugar, se puede sostener que, en términos generales, los
tribunales ordinarios de los estados se integran con jueces de paz o
municipales, para asuntos de menor cuantía, cuyas resoluciones son
normalmente inapelables; con jueces civiles y penales de primera ins-
tancia, y por un órgano de apelación que recibe, también generalmente,
la designación de Tribunal Superior o Supremo de Justicia, con un
número. variable de salas y de magistrados, de acuerdo con la impor-
tancia de la entidad respectiva.
Si bien los citados tribunales locales conocen, en principio, de las
controversias planteadas por aplicación de las leyes expedidas por las le-
gislaturas respectivas, también deciden en jurisdicción concurrente, de
acuerdo con lo establecido por el artículo 104, fracción I, de la Cons-
titución federal, sobre los litigios derivados de la aplicación dé las leyes
40 HÉCTOR FIX-ZAMUDIO Y JOSÉ OVALLE FAVELA

federales, cuando sólo se afecten intereses particulares, y por ello, nor-


malmente resuelven asuntos mercantiles, que tienen naturaleza federal.
b) Además de los organismos mencionados que integran el Poder
Judicial de los estados, funcionan también tribunales laborales, de ca-
rácter tripartito y cuyo personal técnico es designado por el gobierno
local, pero su organización y procedimiento se encuentran regulados
por la Ley Federal del Trabajo, la cual establece la formación de juntas
locales de conciliación y de juntas centrales de conciliación y arbitraje,
en cada uno de los estados.
Estos organismos están presididos por funcionarios designados por el
gobierno estatal y por representantes de las asociaciones gremiales de
los empresarios y de los trabajadores (artículos 601 y 621 a 624 de la
citada Ley Federal del Trabajo), aplicándose en lo conducente las dis-
posiciones que regulan la integración y el funcionamiento de las juntas
federales que examinamos anteriormente, en la inteligencia de que co-
nocen también en forma amplia de todo género de conflictos laborales,
pero con circunscripción local.
c) Por lo que se refiere a la resolución de los conflictos de carácter
burocrático, es decir, respecto de los trabajadores al servicio de los
gobiernos locales y municipales, éstos no estaban contemplados por la
carta federal, de manera que cada uno de los estados regulaba las re-
laciones laborales de sus servidores de manera autónoma.
Con motivo de las reformas a los artículos 115 y 116 de la carta
federal de diciembre de 1982 y de febrero de 1987, se regulan expresa-
mente las relaciones laborales de los servidores públicos locales de
acuerdo con los lineamientos del artículo 123 constitucional, de manera
predominante de acuerdo con el apartado B; por lo que se han expedido
nuevas leyes o reformado las anteriores sobre los trabajadores estatales
y municipales, cuyas controversias con los organismos públicos a los
que prestan sus servicios, son resueltas en forma mayoritaria por tribu-
nales de conciliación y arbitraje, de acuerdo con el modelo federal.
d) También observamos una evolución constante respecto de los tri-
bunales administrativos de carácter local, los que en un principio se
inspiraron en el Tribunal Fiscal de la Federación, como lo demuestra
la creación de tribunales tributarios en los estados de Tamaulipas (1951);
México (1958); Veracruz (1975); Sinaloa (1976), y el Juzgado Fiscal
del Estado de Nuevo León (1985). Debe destacarse que los órganos de
justicia fiscal de los citados Estados de México y de Veracruz se trans-
DERECHO PROCESAL 41

formaron posteriormente en tribunales de lo contencioso administrativo,


como se señala en el párrafo siguiente.
En una nueva etapa ha predominado la creación de tribunales de lo
contencioso administrativo dotados de plena autonomía, según el ejem-
plo del Distrito Federal, como ha ocurrido en los estados de Sonora
(1977) (el que, no obstante su nombre, tiene competencia en materia
tributaria); Hidalgo (1979), a partir de 1982 con el nombre de Tribunal
Fiscal Administrativo; Jalisco (1983); Guanajuato y Querétaro (1985);
México (1986); Guerrero y Yucatán (1987); Baja California (1988), y
Veracruz (1989).
Una solución peculiar fue adoptada por la legislación del estado de
Chiapas, en virtud de que en dicha entidad se introdujo una sala espe-
cializada en materia administrativa en el Tribunal Superior de Justicia,
en virtud de la Ley de Justicia Administrativa de 27 de diciembre de
1988.
Esta evolución fue elevada a rango constitucional, en virtud de la
reforma promulgada en febrero de 1987, de acuerdo con la cual, se
adicionó la fracción IV del artículo 116 de la carta federal, para dis-
poner que las Constituciones y leyes de los estados podrán instituir
tribunales de lo contencioso administrativo con plena autonomía para
dictar sus fallos, que tengan a su cargo dirimir las controversias que
se susciten entre la administración pública estatal y los particulares.
D. Finalmente, en la descripción panorámica de los organismos judi-
ciales mexicanos, haremos una referencia especial a los que residen en
el Distrito Federal, por ser la entidad de mayor importancia económica,
social y cultural del país.
En primer lugar, de acuerdo con lo establecido por el artículo 73,
fracción VI, base 5a. de la Constitución federal y por la Ley Orgánica
de los Tribunales de Justicia del Fuero Común del Distrito Federal, los
citados tribunales están encabezados por el Tribunal Superior de Justi-
cia formado por cuarenta y dos magistrados titulares y varios supernu-
merarios, los cuales designan cada dos años a su presidente. Dicho
tribunal funciona en Pleno y en catorce salas numerarias y una auxiliar
de tres magistrados cada una, divididas por materias.
De dichas Salas, las siete primeras son civiles (que incluyen la materia
mercantil); cinco son penales y las dos últimas especializadas en asuntos
relativos a cuestiones familiares y del estado civil. La Sala auxiliar co-
noce de los asuntos que le encomiende el Pleno, especialmente de reza-
go. Las salas conocen en apelación de las resoluciones dictadas por los
42 HÉCTOR FIX-ZAMUDIO Y JOSÉ OVALLE FAVELA

jueces de primera instancia que actualmente son ciento noventa y cuatro,


también especializados.
En efecto, los citados juzgados de primera instancia se encuentran
distribuidos de la siguiente manera; cuarenta y seis de lo civil; cuarenta
de arrendamiento inmobiliario; dos de lo concursal; cuarenta de lo fami-
liar y sesenta y seis juzgados penales ubicados en los diversos recluso-
nos, así como treinta y seis juzgados mixtos de paz, que conocen de
asuntos de menor cuantía en materia civil y respecto de procesos pena-
les por delitos que no requieran sanciones privativas de la libertad o
hasta dos años de prisión por varios delitos.
Muy brevemente podemos afirmar que los tribunales del Distrito Fe-
deral conocen de las controversias suscitadas por aplicación de las leyes
expedidas por el Congreso de la Unión para el propio Distrito Federal,
pero de acuerdo con la jurisdicción concurrente a la cual hicimos refe-
rencia con anterioridad, también resuelven asuntos mercantiles, que son
federales, pero que normalmente se someten a los jueces locales.
También forma parte del Poder Judicial del Distrito Federal el Jurádo
Popular, el cual, en forma similar al federal, se integra por siete perso-
nas designadas por sorteo, y es presidido por uno de los jueces penales
de -primera instancia. Su competencia también se ha restringido a par-
tir de la reforma del título IV de la Constitución en diciembre de 1982,
puesto que ya no conoce de la responsabilidad oficial de los empleados
y funcionarios del Departamento del Distrito Federal, sino exclusiva-
mente de los delitos cometidos por medio de-la prensa que afecten el
orden público del propio Distrito.
E. En forma autónoma respecto del Poder Judicial del Distrito Fe-
deral, funcionan otros tribunales de carácter laboral, administrativo y de
menores.
•a) Por lo que se refiere a la materia laboral en el Distrito Federal,
existen varias juntas locales de conciliación y la Junta Central de Con-
ciliación y Arbitraje del Distrito Federal, todas de carácter tripartito, ya
que se integran con representantes del gobierno del propio Distrito y
por los designados por las asociaciones gremiales obreras y empresaria-
les; en la inteligencia de que su organización, funcionamiento y compe-
tencia son similares a los tribunales laborales de las restantes entidades
federativas, ya que se encuentran reguladas por la Ley Federal del Tra-
bajo, por lo que nos remitimos a lo expresado con anterioridad.
b) En el año de 1971 se estableció el Tribunal de lo Contencioso Ad-
ministrativo del Distrito Federal, con apoyo en lo dispuesto entonces
DERECHO PROCESAL 43

por el artículo 104, fracción I, de la Constitución federal (ahora 73,


fracción XXIX-H de la misma ley fundamental), regulado por su Ley
Orgánica promulgada el 25 de febrero del propio año de 1971. Dicho
tribunal está dotado de plena autonomía para dictar sus fallos, y se
integra por una Sala Superior formada por cinco magistrados y por
tres Salas de tres magistrados cada una, que podrán aumentarse en dos
más formadas por tres magistrados supernumerarios, cuando el servicio
lo requiera, a juicio de la Sala Superior (artículo 2o. de la Ley Or-
gánica).
El presidente de la Sala Superior, que lo es de todo el Tribunal, es
designado por los integrantes de dicha Sala cada año y puede ser re-
electo (artículo 6o. de dicha Ley Orgánica).
La competencia del citado tribunal es bastante amplia ya que com-
prende el conocimiento de las reclamaciones contra los actos y omisio-
nes de las autoridades administrativas del Distrito Federal que afecten
los intereses jurídicos de los particulares, incluyendo también las de ca-
rácter fiscal, que no estaban comprendidas en el texto original de la
citada Ley Orgánica, ya que se combatían ante el Tribunal Fiscal de
la Federación, pero que se confirieron al citado Tribunal de lo Conten-
cioso Administrativo en la reforma promulgada el 27 de diciembre de
1978.
c) Finalmente, para tener_ una visión general de los organismos judi-
ciales del Distrito Federal deben mencionarse a los Consejos Tutelares
para Menores Infractores,, introducidos por ley promulgada el 26 de
diciembre de 1973, para sustituir a los anteriores tribunales de menores.
Dichos Consejos pueden funcionar en Pleno, que se forma por los con-
sejeros de las salas y un presidente, licenciado en derecho, así como
también en salas, integradas por un médico, un profesor especializado
y un presidente, también licenciado en derecho.
' Los Consejos Tutelares tienen como objeto esencial promover la re-
adaptación social de los menores de dieciocho años, cuando infrinjan
las leyes penales, los reglamentos de policía y buen gobierno, o mani-
fiesten otra forma de conducta que haga presumir, fundamentalmente,
una inclinación a causar daños a sí mismo, a su familia o a la sociedad.

2. Garantías judiciales

Como garantías judiciales debemos entender los instrumentos de ca-


rácter jurídico establecidos, inclusive en el ordenamiento constitucional,
con el propósito esencial de lograr la efectiva independencia e imparcia-
44 HÉCTOR FIX-ZAMUDIO Y JOSÉ OVALLE FAVELA

lidad de los jueces y tribunales. Estos instrumentos pueden resurnirse, en


esencia, en la selección y designación; estabilidad; remuneración y auto-
ridad.
Estos instrumentos no han sido regulados específicamente respecto
de los tribunales y jueces federales por el texto de la carta fundamental,
pero en cambio han sido incorporados a la propia Constitución federal
por las reformas de 1987 tanto a la fracción V del artículo 116, como
en la fracción VI, base 5a. del artículo 73, en cuanto disponen que la
independencia de los magistrados y jueces en el ejercicio de sus fun-
ciones, deberá estar garantizada por las Constituciones y leyes de los
estados (y por la ley orgánica respectiva en el Distrito Federal), las cua-
les establecerán las condiciones para su ingreso, formación y perma-
nencia de quienes sirvan a los poderes judiciales respectivos.
a) Por lo que se refiere a la selección y la designación de los jueces
y magistrados federales, los artículos 96 y 97 de la Constitución fede-
ral determinan que los ministros de la Suprema Corte de Justicia son
nombrados por el presidente de la República con aprobación del Senado
Federal o en sus recesos por la Comisión Permanente del Congreso de
la Unión. Los jueces de distrito y los magistrados de circuito, tanto
unitarios como colegiados, son designados por el Pleno de la Suprema
Corte de Justicia.
b) Por lo que se refiere al nombramiento de los magistrados del Tri-
bunal Fiscal de la Federación, lo son en la misma forma que los minis-
tros de la Suprema Corte de Justicia, es decir, por el presidente de la
República con aprobación del Senado Federal (artículo 3o. de la Ley
Orgánica de dicho Tribunal).
Por el contrario, los funcionarios que actúan como presidentes de las
juntas federales de conciliación o de la Junta Federal de Conciliación y
Arbitraje y sus grupos especiales; los magistrados representantes del
gobierno en el Tribunal Federal de Conciliación y Arbitraje, así como
los jueces militares, son designados y removidos libremente por el Eje-
cutivo Federal.
Por lo que respecta a los jueces y magistrados de los organismos ju-
diciales de los estados, no existe un sistema uniforme de designación, ya
que de acuerdo con las constituciones y leyes orgánicas locales, los ma-
gistrados de los tribunales superiores son nombrados por el gobernador
con aprobación de la legislatura del estado, en la mayor parte de los
casos, y en otros, sólo por esta última. Predomina el sistema de desig-
nación de los jueces inferiores por el tribunal superior respectivo, y esta
DERECHO PROCESAL 45

regla ha sido constitucionalizada en las reformas de 1987 a la fracción


III del artículo 116 constitucional, la cual, en su parte conducente esta-
blece que los jueces de primera instancia y los que con cualquier otra
denominación se creen en los estados serán nombrados por el Tribunal
Superior o por el Supremo Tribunal de Justicia de cada estado.
En relación con el organismo Judicial del Distrito Federal, tanto la
fracción VI, base 5a. del artículo 73 de la Constitución federal como
el artículo 11 de la Ley Orgánica, reformadas en 1987, disponen que la
designación de los magistrados del Tribunal Superior corresponde al
presidente de la República, actualmente con la aprobación de la Asam-
blea de Representantes del propio Distrito. A su vez, el artículo 16 de
la citada Ley Orgánica, de acuerdo con el texto constitucional respectivo,
establece que los jueces inferiores de primera instancia y de paz, son
nombrados por el Pleno del referido Tribunal Superior.
En forma similar, los magistrados del Tribunal de lo Contencioso Ad-
ministrativo del Distrito Federal son designados por el presidente de la
República a propuesta del jefe del Departamento del propio Distrito
Federal, con aprobación de la mencionada Asamblea de Representantes
(artículo 3o. de la Ley Orgánica respectiva).
En cuanto a la preparación de los aspirantes a la judicatura, no existe
un sistema genérico de selección en el ámbito federal como tampoco en
el de las entidades federativas, ya que predomina la disposición de que
es suficiente la licenciatura en derecho con algunos años de práctica
profesional, que no es preciso acreditar de manera efectiva, para ocupar
los cargos de todos los niveles de los respectivos poderes judiciales, con
algunos requisitos adicionales en los niveles de mayor jerarquía.
Sin embargo, la creciente complejidad de las funciones judiciales ha
determinado el establecimiento constante de organismos de especializa-
ción judicial tanto para la preparación como para el perfeccionamiento
de los aspirantes y de los jueces y magistrados en ejercicio. El primero de
estos organismos, denominado Instituto de Especialización Judicial, se
introdujo en la reforma del artículo 97 de la Ley Orgánica del Poder
Judicial Federal de 1936 (105 de la Ley de 1988), e inició sus fun-
ciones en 1978 como una dependencia de la Suprema Corte de Justicia.
En esta dirección se han creado organismos denominados Centros de
Estudios Judiciales dependientes de los tribunales superiores del estado
de Jalisco (1983) y del Distrito Federal (1984), y se observa la ten-
dencia a establecer este tipo de instrumentos de preparación y perfec-
46 HÉCTOR FIX-ZAMUDIO Y JOSÉ OVALLE FAVELA

cionamiento de los candidatos y de los miembros en ejercicio de los


juzgados y tribunales de las entidades federativas.
Por su parte, en los mencionados artículos 73, fracción VI, base 5a.
y 116, fracción III, de la Constitución federal reformados en 1987, se
establece como principio de selección para los magistrados y jueces del
Distrito Federal y de las restantes entidades federativas, que los mismos
deben ser nombrados preferentemente entre aquellas personas que hayan
prestado sus servicios con eficiencia y probidad en la administración de
justicia o que lo merezcan por su honorabilidad, competencia y antece-
dentes en otras ramas de la profesión jurídica.
Por otra parte, tampoco existe una verdadera carrera judicial en las
esferas federal o local, no obstante que su establecimiento se ha pro-
puesto en numerosas reuniones académicas y profesionales, sino exclu-
sivamente sistemas escalafonarios, de los cuales podemos mencionar
como ejemplo lo dispuesto por los artículos 100 y 101 de la mencionada
Ley Orgánica del Poder Judicial Federal.
Sin embargo, un paso adelante en el inicio de una futura carrera
judicial puede señalarse en la reforma al artículo 52, inciso d, de la
Ley Orgánica de los Tribunales del Fuero Común del Distrito Federal,
por decreto legislativo publicado el 21 de enero de 1985, que se modi-
ficó a su vez por el publicado el 12 de enero de 1987, ahora como
artículo 53, también inciso d, del mencionado ordenamiento, en el cual
se dispone que para ser juez de lo civil (requisito que se exige respecto
de los restantes juzgadores de primera instancia), se debe acreditar,
cuando menos, cinco años de práctica profesional, que se contarán desde
la fecha de la expedición del grado y someterse a examen de oposi-
ción, formulado por los magistrados de la Sala a la que quedarán ads-
critos. El mismo precepto establece que se preferirá para dicho examen
de oposición a quien hubiere cursado los programas que al efecto desa-
rrolle el Centro de Estudios Judiciales y preste sus servicios en el tribunal.
c) Estabilidad. El instrumento más eficaz para lograr la verdadera
estabilidad de los jueces y magistrados es la inamovilidad, la que signi-
fica que una vez obtenida la definitividad permanecen en el cargo de
manera vitalicia o hasta la edad de retiro, salvo que puedan ser desti-
tuidos por algún motivo grave de responsabilidad.
En el ordenamiento mexicano, sólo los ministros de la Suprema Corte
de Justicia, los magistrados de circuito y los jueces de distrito han go-
zado de inamovilidad de acuerdo con los artículos 94 y 97 de la Cons-
titución federal, a partir de su vigencia desde 1917, salvo algún corto
DERECHO PROCESAL 47
periodo (1934-1944). De acuerdo con el texto vigente de dicho precep-
to, los primeros son inamovibles desde el momento mismo de su desig-
nación, pero los jueces federales inferiores deben pasar por un periodo
de prueba de seis años, al término del cual si son ratificados o promo-
vidos, sólo pueden ser destituidos como ocurre con los ministros de la
Corte, si incurren en responsabilidad de acuerdo con el título IV de
la propia Constitución. En todo caso, los ministros, magistrados y jueces
federales deben retirarse de manera forzosa a la edad de setenta años.
Los magistrados y jueces locales no habían gozado sino de una esta-
bilidad relativa, pues eran designados generalmente por un periodo que
coincidía con el del gobernador y de la legislatura respectiva, y esta
misma situación se había establecido para los restantes jueces y magis-
trados de otros organismos judiciales federales.
Sin embargo, en la importante reforma judicial que se realizó en el
año de 1987, se introdujo la inamovilidad en el texto constitucional,
después de un periodo de prueba, para los jueces y magistrados del
Distrito Federal y de los estados (artículos 73, fracción VI, base 5a. y
116, fracción III de la carta federal).
Este mismo principio se incorporó recientemente respecto de los ma-
gistrados del Tribunal Fiscal de la Federación y del Tribunal de lo
Contencioso Administrativo del Distrito Federal, los cuales son nom-
brados por un periodo de seis años, al término del cual, si son reelectos
sólo pueden ser destituidos por causa de responsabilidad (artículos 39
de las leyes orgánicas respectivas).
d) Remuneración. Este ha sido siempre el aspecto más débil de los
instrumentos tutelares de la independencia e imparcialidad de los juzga-
dores, ya que ha sido tradicional, al menos en Latinoamérica, y por
supuesto en nuestro país, que reciban una remuneración inferior a la de
los miembros de otras ramas del poder público.
Sin embargo, han existido algunos avances recientes, en particular por
lo que se refiere a los jueces federales, pero también respecto de los de
carácter local, ya que se ha iniciado un desarrollo para lograr una re-
muneración más adecuada a la importancia de las funciones judiciales.
Así, en las reformas constitucionales de 1987 que hemos mencionado
en varias oportunidades, se dispone que los jueces y magistrados del
Distrito Federal y de las restantes entidades federativas percibirán una
remuneración adecuada e irrenunciable, la cual no podrá ser disminuida
durante su encargo.
48 HÉCTOR FIX-ZAMUDIO Y JOSÉ OVALLE FAVELA

Este principio de la no disminución de los ingresos de los jueces y


magistrados durante el ejercicio de sus funciones, establecido en el
artículo III de la Constitución Federal de los Estados Unidos de 1787,
fue consagrado primeramente por el artículo 94 de nuestra Constitución
federal respecto de los Ministros de la Suprema Corte de Justicia, ma-
gistrados de circuito y jueces de distrito, pero posteriormente se extendió
a los magistrados del Tribunal Fiscal de la Federación, a los magistrados
del Tribunal de lo Contencioso Administrativo del Distrito Federal y
en las reformas constitucionales mencionadas anteriormente, también a los
de carácter local.
Un aspecto positivo que debemos mencionar es lo dispuesto por el
artículo 17 de la Ley del Presupuesto, Contabilidad y Gasto Público
(de la Federación), de 30 de diciembre de 1976, de acuerdo con el
cual, el Poder Judicial Federal no está obligado a remitir su proyecto
de presupuesto, como lo deben hacer las dependencias del Ejecutivo, a
la Secretaría de Programación y Presupuesto para su revisión previa,
sino que lo envía directamente al presidente de la República para su
incorporación, sin modificaciones, al proyecto de presupuesto general
que se presenta al Congreso de la Unión, lo que otorga una autonomía
relativa al citado Poder Judicial para elaborar ese proyecto.
Un progreso relativo también se advierte en el principio de la equipa-
ración de remuneraciones. En esta dirección, el artículo 79 de la Ley
Orgánica del Tribunal de lo Contencioso Administrativo del Distrito
Federal dispone que los integrantes de dicho tribunal percibirán iguales
emolumentos que los que forman parte del Tribunal Superior de Justicia
del Distrito Federal; y algo similar ordena el artículo 120 de la Ley
Federal de los Trabajadores al Servicio del Estado, en el sentido de que
el presidente del Tribunal Federal de Conciliación y Arbitraje contará
con un sueldo igual al de los ministros de la Suprema Corte de Justicia.
e) Autoridad. Por regla general, los organismos judiciales, tanto fe-
derales como de las entidades federativas, están dotados de los medios
necesarios para imponer coactivamente sus resoluciones, ya que las leyes
o códigos procesales establecen procedimientos de ejecución de los fallos
respectivos, como se detallará más adelante. Por otra parte, en la parte
relativa del segundo párrafo del artículo 17 constitucional reformado en
marzo de 1987, se establece que las leyes federales y locales establece-
rán los medios necesarios para que se garantice la plena ejecución de
las resoluciones de los tribunales.
DERECHO PROCESAL 49

Una excepción a esta regla la constituyó hasta hace poco tiempo el


Tribunal Fiscal de la Federación, en virtud de que se creó como un
órgano de jurisdicción delegada, por lo que no se le otorgó la facultad
de ejecutar directamente sus resoluciones. Por este motivo la jurispru-
dencia de la Suprema Corte de Justicia estableció que en contra de la
negativa de las autoridades tributarias para cumplir voluntariamente con
las decisiones desfavorables a las mismas, era necesario interponer el
juicio de amparo, a fin de que los tribunales federales pudiesen exigir
dicho cumplimiento.
Esta situación no era congruente con la naturaleza de tribunal dota-
do de plena autonomía para dictar sus fallos, que adquirió en su Ley
Orgánica de 1967 y la reforma constitucional de 1968, no obstante lo
cual, se mantuvo hasta recientemente en que se adicionó el artículo 239
ter, del Código Fiscal de la Federación de 1983, con objeto de establecer
el recurso de queja en beneficio del particular afectado y ante la sala
regional que hubiese dictado la sentencia respectiva, en los supuestos
de indebida repetición del acto o resolución anulados, así como cuando
en el acto o resolución emitido para el cumplimiento de una sentencia
se incurra en exceso o en defecto en su cumplimiento, a fin de que la
propia Sala imponga coactivamente su fallo. Sin embargo y de manera
inexplicable no se establece este procedimiento de ejecución tratándose
de actos negativos (es decir, omisiones), de las autoridades tributarias,
por lo que en este último supuesto es necesario acudir al juicio de
amparo.
Por el contrario y con mejor criterio, la Ley Orgánica del Tribunal
de lo Contencioso Administrativo del Distrito Federal regula un enér-
gico procedimiento de ejecución en caso de incumplimiento de sus deci-
siones por parte de las autoridades respectivas (artículo 82), y este pro-
cedimiento ha sido tomado como modelo en relación con los diversos
tribunales de lo contencioso administrativo que se han establecido en
varias entidades federativas, como se señaló con anterioridad.

1 Auxiliares de la administración de justicia

Como dichos auxiliares son muy numerosos, ya que entre ellos están
comprendidos los que forman el personal técnico de los organismos judi-
ciales, las personas que intervienen en el ofrecimiento y desahogo de los
medios de convicción, tales como los peritos y testigos (por otra parte,
examinados en la parte relativa a la prueba), sería prácticamente impo-
50 HÉCTOR FIX-ZAMUDIO Y JOSÉ OVALLE FAVELA

sible efectuar siquiera un listado de los mismos, y por este motivo nos
limitaremos a examinar muy brevemente la situación de los asesores
jurídicos de los justieiables carentes de los recursos suficientes para
lograr los servicios de un abogado particular.
Desafortunadamente nuestro ordenamiento procesal se encuentra to-
davía alejado de las corrientes modernas sobre la asistencia jurídica y
todavía subsiste el sistema tradicional de los defensores de oficio que
se apoyan en el principio establecido por el artículo 17 constitucional
sobre la gratuidad de la justicia, principio que se introdujo en el precepto
del mismo número de la Constitución de 1857.
a) En materia federal la defensoría de oficio está regulada por la
ley de 30 de enero de 1922 y su reglamento de 18 de octubre del mismo
año, de acuerdo con el cual la institución depende de la Suprema Corte
de Justicia y está confiada a un jefe y al número de defensores que se
consideren convenientes por la propia Corte.
b) Por lo que se refiere al Distrito Federal, la defensoría de oficio
cuenta con el Reglamento de 7 de mayo de 1940, el que divide la ins-
titución en los sectores civil y penal, y depende de las autoridades ad-
ministrativas del propio Distrito Federal.
c) En las entidades federativas se han expedido varios ordenamientos
pero sólo un número reducido de los mismos son posteriores a 1950, y
entre ellos podemos citar las leyes de defensoría de oficio de los estados
de México (1951); Baja California (1954); Michoacán (1953); Puebla
(1957); Tamaulipas y Coahuila (1964).
d) En otros sectores de nuestro ordenamiento jurídico y de acuerdo
con la tradición de la época colonial, los defensores se han calificado
de procuradores, y en esta dirección se observa mayor dinamismo, pues
entre ellos podemos citar los de la defensa del trabajo, reorganizados
por la Ley Federal de Trabajo de 1970 tanto en la esfera federal como
local, con cierta autonomía a partir de 1975; la Procuraduría Federal
de la Defensa del Consumidor, que inició sus funciones en 1976; los
procuradores agrarios establecidos para toda la República en 1954, y
los más recientes tales como las procuradurías de Orientación y Apoyo
a la Juventud; de la Defensa del Menor y de la Familia, y la Defensoría
de los Trabajadores al Servicio del Estado, etcétera.
Como puede observarse de la simple descripción anterior, la institu-
ción de la defensoría de oficio, incluyendo los llamados procuradores, se
ha mantenido estática en sus rasgos tradicionales de la defensa predo-
minantemente judicial de las personas carentes de recursos y no se ha
DERECHO PROCESAL 51

intentado ni siquiera el estudio para introducir instituciones más ade-


cuadas a nuestra época, como el asesoramiento jurídico, no sólo en el
ámbito procesal, sino también en cuanto al consejo legal en una serie
de aspectos que en un número creciente requieren de un apoyo técni-
co del cual, de manera evidente, carecen las personas de escasos recursos
e inclusive de ingresos medios, de acuerdo con la evolución que en mu-
chos países ha llevado a la asesoría jurídica al nivel de institución de
seguridad social.

4. Partes

Sin adentramos en las cuestiones doctrinales sobre el concepto de parte


procesal, debido a la índole de este trabajo que tiene un carácter predo-
minantemente descriptivo, sólo tomamos como base el concepto gené-
rico, de acuerdo con el cual, entendemos por parte a toda persona indi-
vidual o colectiva que formula pretensiones jurídicas en un proceso y
aquella otra que la contradice formulando excepciones y defensas, en
otras palabras, todo sujeto procesal que adopta una posición contra-
dictoria y equidistante en el procedimiento judicial.
Debemos tomar en consideración, como un aspecto general en el orde-
namiento mexicano, que en principio todas las personas jurídicas tienen
capacidad para ser parte, ya sean nacionales o extranjeras, en los térmi-
nos del artículo primero en relación con el 17 de la Constitución fe-
deral, ya que este último prolu'be la autodefensa y consagra implícita-
mente el derecho de acción, al establecer que toda persona tiene derecho
a que se le administre justicia por tribunales que estarán expeditos para
impartirla en los plazos y términos que fijen las leyes.
Problemas diversos son los relativos a la capacidad y a la legitimación
procesales, ya que entonces es preciso examinar los diversos ordena-
mientos adjetivos para determinar las condiciones concretas de acuerdo
con las cuales se puede actuar en determinado proceso.
Otro aspecto que es preciso determinar previamente es el relativo a la
exigencia del interés jurídico personal y directo de las personas que
actúan como partes en los distintos tipos de proceso regulados por el
ordenamiento mexicano, con excepción del Ministerio Público en el pro-
ceso penal, ya que en todo caso, y con independencia de la discusión
doctrinal sobre su naturaleza procesal, este último es titular de un
interés social. Por otra parte, debe señalarse que es excepcional la exis-
tencia de la llamada acción popular, que únicamente se otorga por el
52 HÉCTOR FIX-ZAMUDIO Y JOSÉ OVALLE FAVELA

artículo 109 de la Constitución federal, y con la limitación de que sólo


puede ejercitarse bajo la más estricta responsabilidad del denunciante y
mediante la presentación de elementos de prueba, para denunciar las
conductas ilícitas de los funcionarios públicos ante la Cámara de Dipu-
tados del Congreso de la Unión.
Además de lo anterior, cabe advertir que en nuestro sistema procesal
todavía nos encontramos muy distantes de la introducción de mecanis-
mos similares a los que se han adoptado en otras legislaciones para la
defensa de los llamados intereses calificados como transpersonales o
difusos, es decir, los que corresponden a un número indeterminado de
personas que no se encuentran organizadas formalmente, y que pueden
ser representados en juicio por una o varias personas, y que se refieren
a cuestiones relativas a la protección a los consumidores, a los afectados
por los problemas urbanos y ecológicos y a la tutela del patrimonio ar-
tístico y cultural, entre otras materias. La evolución para modificar las
reglas tradicionales de la legitimación procesal ha surgido de manera
predominante en los ordenamientos angloamericanos y se pueden señalar
como los ejemplos más significativos las llamadas class actions en los
Estados Unidos y relator actions en el derecho británico.
Podemos señalar que la regia general del interés jurídico está señalada
en el artículo primero tanto del Código Distrital como del Federal, de
Procedimientos Civiles, que poseen una redacción similar. El mencionado
precepto del código distrital dispone que:
Sólo puede iniciar un procedimiento judicial o intervenir en él, quien
tenga interés en que la autoridad judicial declare o constituya un
derecho o imponga una condena y quien tenga el interés contrario.
Podrán promover los interesados, por sí o por sus representantes o
apoderados, el Ministerio Público y aquellos cuya intervención esté
autorizada por la ley en casos especiales.
Sin detenernos en detalle, señalaremos las siguientes partes en las
diversas ramas de enjuiciamiento del ordenamiento mexicano: el actor
o demandante; el demandado; los terceros llamados o que se presen-
ten a juicio y, finalmente, haremos una breve referencia a los abogados
como asesores de los anteriores.

A. Actor, demandante o Ministerio Público


Es la persona jurídica que acude ante el juez para hacer valer sus
pretensiones, para poner en movimiento la prestación jurisdiccional por
DERECHO PROCESAL 53

medio del tribunal al que corresponde el conocimiento del asunto, ya


que en el ordenamiento procesal mexicano son excepcionales los supues-
tos en los cuales el juez puede iniciar de oficio el procedimiento judi-
cial, y en esta dirección podemos señalar lo dispuesto por el artículo 5o.
de la Ley de Quiebras y Suspensión de Pagos promulgada el 31 de
diciembre de 1942, y el artículo 941 del Código de Procedimientos Ci-
viles para el Distrito Federal, en el capítulo relativo a las controversias

de orden familiar, preceptos que facultan al juzgador para intervenir de


oficio en los procedimientos respectivos.
En la mayoría de los supuestos, son los particulares, personas físicas
o colectivas, las que pueden iniciar un proceso en las diversas ramas de
enjuiciamiento, pero también pueden figurar como actores las autorida-
des públicas, ya sea que lo hagan en defensa de sus intereses patrimo-
niales, o bien como ocurre tratándose de la materia fiscal o en general
administrativa, cuando demanden la nulidad de un acto o resolución
que favorezca a un particular (artículos 207 del Código Fiscal Federal
y 21 fracción VI, de la Ley Orgánica del Tribunal de lo Contencioso
Administrativo del Distrito Federal).
En materia laboral, la jurisprudencia de la Suprema Corte de Justicia
estableció que los titulares de las dependencias del gobierno federal y
del Distrito Federal pueden promover amparo contra las resoluciones
desfavorables del Tribunal Federal de Conciliación y Arbitraje, apoyán-
dose dicha jurisprudencia en el concepto del "Estado patrono', tesis que
no ha sido reproducida en el Apéndice del Semanario Judicial de la
Federación publicado en el año de 1988.
Finalmente, también debe señalarse que de acuerdo con la tradición
del derecho estadounidense, el artículo 105 de la Constitución federal
ha establecido el concepto de la Federación como parte, y de acuerdo
con el mismo, el procurador general de la República (que según el ar-
tículo 102 de la misma carta federal representa los intereses de la misma
Federación) puede iniciar un juicio ordinario federal en una sola instan-
cia ante el Tribunal en Pleno de la Suprema Corte de Justicia, o ser
demandado ante el mismo, en el supuesto de que el referido Tribunal en
Pleno considere que el asunto es de importancia trascendente para los
intereses de la nación, tomando en cuenta la opinión del propio procu-
rador, en los términos del artículo 11, fracción IV, de la Ley Orgánica
del Poder Judicial Federal.
En el proceso penal mexicano, sólo el Ministerio Público, ya sea fe-
deral o local, según la esfera jurídica respectiva, puede iniciar el juicio
54 HÉCTOR FIX-ZAMUDIO Y JOSÉ °VALLE FAVELA

criminal propiamente dicho, por medio de la consignación, que equivale


a la demanda en las restantes ramas de enjuiciamiento, es decir, el acto
en el cual dicho ministerio ejercita la acción penal.
En efecto, de acuerdo con la interpretación (que un sector de la doc-
trina considera discutible) del artículo 21 constitucional, los códigos
procesales mexicanos han consagrado el principio del monopolio del
ejercicio de la acción penal por parte del Ministerio Público, y al respec-
to podemos citar como ejemplos los artículos 3o. a 80. del Código de
Procedimientos Penales del Distrito Federal y 136 a 140 del Código Fe-
deral, que son los modelos de los restantes códigos de las entidades
federativas, según se expresó en el capítulo de fuentes de este trabajo.
Este principio esencial tiene varias consecuencias dentro del enjuicia-
miento penal, ya que por una parte, el ofendido por el delito carece
de la calidad de parte, ni siquiera de manera subsidiaria, como lo dis-
pone de manera expresa el artículo 141 del Código Procesal Penal Fe-
deral, que sólo concede al propio ofendido la facultad de proporcionar
elementos que conduzcan a comprobar la existencia del delito y la res-
ponsabilidad del inculpado. Esta última atribución también está regu-
lada por el artículo 90. del Código de Procedimientos Penales del
Distrito Federal.
Sólo se admite la participación directa del ofendido o de sus causa-
habientes, tratándose de la reparación del daño y de la responsabilidad
civil proveniente del delito, ya que su actuación sólo puede tener con-
secuencias sobre la responsabilidad penal del inculpado exclusivamente
en cuanto puede otorgar el perdón tratándose de los delitos perseguibles
a petición de parte o de querella necesaria (artículo 93 del Código Penal
para el Distrito Federal aplicable a toda la República en materia federal).
El referido principio público del ejercicio de la acción penal por
parte del Ministerio Público se ha llevado a extremos (que un sector
de la doctrina ha considerado inconvenientes) tanto por la legislación
como por la jurisprudencia, en cuanto el propio Ministerio puede ne-
garse a ejercitar la acción penal, o bien, cuando ya se ha iniciado el
juicio, formular conclusiones no acusatorias o desistir de la acción penal,
con efectos vinculatorios para el juez de la causa, a través de un simple
control interno del propio Ministerio, y en los últimos supuestos, debe
decretarse el sobreseimiento definitivo y la libertad del procesado, con
los mismos efectos de una sentencia absolutoria (artículos 323 y 324
del Código Distrital, y 298, fracciones 1 y II del Federal).
DERECHO PROCESAL 55

Si el Ministerio Público no realiza la consignación, desiste de la ac-


ción penal o formula conclusiones no acusatorias, el ofendido carece
de legitimación para acudir al juicio de amparo con objeto de solicitar
el examen judicial de estas decisiones de la representación social (tesis
número 1167, p. 1877, segunda parte, volumen IV, del Apéndice al Se-
manario Judicial de la Federación publicado en el año de 1988).
Para tener una idea de la gravedad de la situación determinada tanto
por las disposiciones legales como por la tesis de jurisprudencia men-
cionada, debe tomarse en cuenta que la policía judicial, no obstante su
nombre, se encuentra bajo las órdenes del Ministerio Público (artículo
30. fracción I, del Código Distrital y precepto del mismo número y frac-
ción, del federal).
Por otra parte, el Ministerio Público, tanto federal como local, se
encuentra organizado jerárquicamente, y está encabezado por el procu-
rador general respectivo, designado y removido libremente, ya sea por
el presidente de la República (artículo 102 de la Constitución federal,
reglamentado por la Ley Orgánica de la Procuraduría General de la
República y artículo 73, fracción VI, base 5a. de la misma carta federal,
reglamentado por la Ley Orgánica de la Procuraduría General de Jus-
ticia del Distrito Federal), cuando se trata de los procuradores de la
República y del Distrito Federal; o por los gobernadores de los estados,.
en los demás casos.

B. Demandado

Debemos considerar como tal a toda aquella persona que es llamada


al proceso para asumir la posición contraria a las pretensiones del actor,
demandante o Ministerio Público, y a las cuales se puede oponer, por
medio de las excepciones y defensas, sin que en estos momentos tornemos
partido en la discusión doctrinal sobre la delimitación de estos últimos
conceptos.
Si bien en el enjuiciamiento civil, mercantil y laboral figuran general-
mente como demandadas, personas particulares, individuales o colec-
tivas, el principio contrario se presenta en el proceso administrativo y
en el juicio de amparo, ya que son las autoridades que dictaron o pre-
tenden ejecutar el acto o la resolución que se impugnan, las que se
oponen a las pretensiones del actor, con la denominación de autoridades
responsables en el artículo 5o., fracción II, de la Ley de Amparo, orde-
namiento que por razones históricas, califica de "informe con justificar.
56 HÉCTOR FIX-ZAMUDIO Y JOSÉ OVALLE FAVELA

ción" a la contestación de la demanda de amparo por las propias auto-


ridades (artículos 149 y 169).
Debe tomarse en consideración que cuando las autoridades participan
como demandadas no tienen carácter privilegiado en el proceso respec-
tivo, aun cuando sí gozan de determinadas ventajas, y en este sentido
conviene mencionar el artículo 4o. del Código Federal de Procedimien-
tos Civiles, en el cual, en su parte conducente, dispone:
Las instituciones, servicios y dependencias de la administración pública
de la Federación y de las Entidades Federativas tendrán, dentro del
procedimiento judicial, en cualquier forma en que intervengan, la
misma situación que otra parte cualquiera, pero nunca podrá dictarse,
en su contra, mandamiento de ejecución ni providencia de embargo, y
estarán exentos de prestar las garantías que este Código exija a las
partes.
El demando puede negarse a acudir al proceso, o adoptar una acti-
tud pasiva en el mismo, con lo que se configura la situación que se ha
calificado de "rebeldía" en las diversas ramas de enjuiciamiento, con
excepción de la penal y de la familiar y del estado civil, rebeldía que
tiene como consecuencia que se tengan por ciertos los hechos señalados
en la demanda salvo prueba en contrario.
En el proceso penal la situación del inculpado se regula de acuerdo
con el principio general de in dubio pro reo, y además sus principales
derechos o expectativas como acusado, se consignan en el artículo 20
de la Constitución federal y entre las ventajas procesales merecen desta-
carse la de no ser compelido a declarar en su contra, prohibiéndose
toda incomunicación o cualquier otro medio de presión, y la facultad
de nombrar defensor desde el momento en que sea aprehendido y si se
niega a designar persona que lo defienda, el juez debe asignarle uno de
oficio (fracciones II y IX).
En tal virtud, la posible rebeldía del acusado no tiene consecuencias
desfavorables para éste, ya que no puede ser obligado a incriminarse, y
tampoco puede ser juzgado en ausencia, además de que su confesión
se considera como un simple indicio que debe ser complementado con
otros medios de convicción.
C. LOS terceros corno partes
Aun cuando el nombre de tercero es equívoco, con él se designan a
las personas que son llamadas o acuden al proceso, por tener interés
DERECHO PROCESAL 57

en la resolución que en él se produzca, y en esta dirección podemos


mencionar lo dispuesto por el artículo 690 de la Ley Federal del Tra-
bajo, el cual, al referirse al proceso laboral, establece el principio que
puede extenderse a las restantes ramas de enjuiciamiento, con excepción
del proceso penal, en el sentido de que: "Las personas que pueden ser
afectadas por la resolución que se pronuncie en un conflicto, podrán
intervenir en él, comprobando su interés jurídico en el mismo, o ser
llamadas a juicio por la Junta".
a) Este es el concepto de tercero interesado que puede acudir al pro-
ceso de manera espontánea, llamado por una de las partes, o por el
juez, ya que le puede afectar la resolución que en el mismo se dicte;
pero no toma dicho tercero una postura diversa a la de las partes prin-
cipales, actor y demandado, sino que se sitúa al lado de una de ellas, con
lo cual se forma un litisconsorcio activo o pasivo.
Esta situación del tercero interesado asume matices peculiares en el
proceso administrativo y en el juicio de amparo, ya que dicho tercero
es quien tiene interés en que se conserve el acto de autoridad que se
impugna, y por ello se sitúa al lado de la autoridad demandada y coad-
yuva con la misma en la defensa de la legalidad o de la constituciona-
lidad del acto o de la resolución combatida. Tanto la Ley de Amparo
(artículo 5o., fracción III), como en la Ley del Tribunal de lo Conten-
cioso Administrativo del Distrito Federal (artículo 32, fracción III), lo
califican como "tercero perjudicado".
b) Una hipótesis diversa es la de los llamados "terceristas", que son
extraños al proceso y sin embargo pueden ser afectados por el mismo y
por ello comparecen, pero no lo hacen como los terceros interesados, al
lado de las partes principales, sino que en el sentido estricto inician un
nuevo proceso contra esas dos partes, aun cuando por economía pro-
cesal el nuevo proceso se acumula al anterior y se tramita en forma
incidental. Las dos tercerías esenciales son las de la preferencia en los
derechos y la excluyente de dominio, por medio de las cuales el terce-
rista pretende que se le reconozca, en relación con las dos partes del
proceso principal, que tiene derechos preferentes o que es el propietario
de un objeto que se ha considerado como materia del proceso.
D. Los abogados como asesores de las partes
Debemos hacer referencia brevemente a la situación de los abogados
como asesores de las partes en el ordenamiento procesal mexicano, y al
efecto debe recordarse lo que expresamos en cuanto a los defensores de
58 HÉCTOR FIX-ZAMUDIO Y JOSÉ OVALLE FAVELA

oficio y a los diversos procuradores oficiales, así como respecto a la


ausencia de un sistema eficaz de asesoría jurídica en beneficio de las
personas carentes de recursos.
Con independencia de la necesidad de renovar los estudios jurídicos,
que en nuestras escuelas o facultades de derecho, con ligeras varian-
tes, están dirigidos, no obstante los intentos que se han hecho para
actualizarlos, a la preparación de abogados postulantes de carácter indi-
vidualista y no de verdaderos colaboradores del juez, dotados de espíritu
de servicio social, debemos señalar dos aspectos que nos parecen ina-
decuados en cuanto a la situación legal de los propios abogados.
a) En primer término, en nuestro ordenamiento procesal existe el
principio, derivado de una concepción decimonónica tanto del proceso
como de la abogacía, en el sentido de que no es indispensable el ase-
soramiento técnico de las partes, de manera que las mismas pueden
comparecer por sí mismas, sin asistencia de un abogado, e inclusive el
artículo 20, fracción IX, de la Constitución federal que hemos men-
cionado anteriormente, dispone que el acusado puede designar como
defensor a una persona de su confianza que no forzosamente tiene que
ser profesional del derecho, lo cual no pasa de ser una ilusión en el
complicado mundo moderno, en el cual los conflictos jurídicos son cada
vez más complejos y técnicos, por lo que, como sucede en muchos
campos de la vida social, la asistencia de los técnicos y profesionales se
hace cada vez más indispensable.
Con exclusión de la materia penal, en la cual, cuando el acusado se
niega a designar defensor se le nombrará imperativamente uno de ofi-
cio de acuerdo con la fracción IX del artículo 20 constitucional, en las
demás ramas de enjuiciamiento es potestativo para las partes compare-
cer asesoradas, pero en algunos preceptos del Código de Procedimien-
tos Civiles para el Distrito Federal, primero en materia de controversias
del orden familiar (artículo 943, segundo párrafo) y posteriormente en
las reformas a dicho ordenamiento publicadas el 7 de febrero de 1985,
en las cuales se extendió a todos los prodimientos regulados por dicho
código distrital (artículo 46), si bien es potestativo para las partes com-
parecer asesoradas en el proceso, si lo hacen, el asesor deberá ser licen-
ciado en derecho, con cédula profesional y en el ejercicio legal dé la
profesión. En este último supuesto y para evitar una desigualdad real
entre los justiciables, si la contraparte no está asesorada, el juez de
oficio, en las controversias de familia, o a solicitud del interesado, en
DERECHO PROCESAL 59

los demás casos, nombrará de manera inmediata un defensor de oficio


para que intervenga en el asunto.
b) El otro aspecto que estimamos inconveniente para la debida asis-
tencia de las partes, es el relativo a la ausencia de la colegiación obli-
gatoria en nuestro ordenamiento jurídico, ya que debido a una inter-
pretación que nos parece incorrecta de los artículos 59 y 99 de nuestra
carta fundamental sobre las libertades de trabajo y de asociación, no
se puede imponer coactivamente la asociación gremial, argumento que
llevado al extremo determinaría que tampoco podría exigirse el título
profesional, todo lo cual ha traído consigo la debilidad de los colegios
existentes, dispersos y con escasa afiliación, lo que les impide realizar
las importantes y necesarias funciones que poseen en otros ordenamien-
tos en los cuales se regula la propia colegiación obligatoria, para prote-
ger y expresar los intereses gremiales, vigilar la práctica profesional y
actualizar los conocimientos de sus afiliados.

IV. ETAPAS PROCESALES Y PROCEDIMIENTOS

En términos generales, los diversos ordenamientos procesales a que


nos hemos referido en la sección II de este capítulo, contienen nume-
rosas disposiciones generales y especiales sobre los principales actos a
través de los cuales se desenvuelve cada proceso. Así, por un lado,
tales ordenamientos contienen disposiciones generales sobre las condi-
ciones de forma, tiempo, lugar y contenido de los actos procesales en
general, y por el otro, los mismos establecen algunas reglas sobre los
requisitos particulares de determinados actos procesales: tanto de los ac-
tos procesales de los tribunales, ya sean de decisión (clases y requisitos
de las resoluciones judiciales), de comunicación ("exhortos y despachos")
o de documentación (a cargo y bajo la autorización generalmente del
secretario de acuerdos); como de los actos procesales de las partes, ya
sean de petición u obtención (demandas, contestaciones y promociones),
de prueba (proposición y preparación) y de disposición (desistimiento,
allanamiento y transacción); y, en fin, de los actos procesales de los
terceros ya sean de prueba o, en general, de colaboración.
Par la naturaleza y la extensión de esta obra, no podemos analizar
todas estas disposiciones generales y especiales, que suelen ser muy
similares en los diversos ordenamientos procesales. Sin embargo, para
tener un breve panorama de tales actos procesales, en esta sección nos
proponemos analizar, por un lado, las diversas etapas de los procesos,
IV. Etapas procesales y procedimientos ....... 59

V. Medios preparatorios y providencias cautelares . . 69


DERECHO PROCESAL 59

los demás casos, nombrará de manera inmediata un defensor de oficio


para que intervenga en el asunto.
b) El otro aspecto que estimamos inconveniente para la debida asis-
tencia de las partes, es el relativo a la ausencia de la colegiación obli-
gatoria en nuestro ordenamiento jurídico, ya que debido a una inter-
pretación que nos parece incorrecta de los artículos 59 y 99 de nuestra
carta fundamental sobre las libertades de trabajo y de asociación, no
se puede imponer coactivamente la asociación gremial, argumento que
llevado al extremo determinaría que tampoco podría exigirse el título
profesional, todo lo cual ha traído consigo la debilidad de los colegios
existentes, dispersos y con escasa afiliación, lo que les impide realizar
las importantes y necesarias funciones que poseen en otros ordenamien-
tos en los cuales se regula la propia colegiación obligatoria, para prote-
ger y expresar los intereses gremiales, vigilar la práctica profesional y
actualizar los conocimientos de sus afiliados.

IV. ETAPAS PROCESALES Y PROCEDIMIENTOS

En términos generales, los diversos ordenamientos procesales a que


nos hemos referido en la sección II de este capítulo, contienen nume-
rosas disposiciones generales y especiales sobre los principales actos a
través de los cuales se desenvuelve cada proceso. Así, por un lado,
tales ordenamientos contienen disposiciones generales sobre las condi-
ciones de forma, tiempo, lugar y contenido de los actos procesales en
general, y por el otro, los mismos establecen algunas reglas sobre los
requisitos particulares de determinados actos procesales: tanto de los ac-
tos procesales de los tribunales, ya sean de decisión (clases y requisitos
de las resoluciones judiciales), de comunicación ("exhortos y despachos")
o de documentación (a cargo y bajo la autorización generalmente del
secretario de acuerdos); como de los actos procesales de las partes, ya
sean de petición u obtención (demandas, contestaciones y promociones),
de prueba (proposición y preparación) y de disposición (desistimiento,
allanamiento y transacción); y, en fin, de los actos procesales de los
terceros ya sean de prueba o, en general, de colaboración.
Par la naturaleza y la extensión de esta obra, no podemos analizar
todas estas disposiciones generales y especiales, que suelen ser muy
similares en los diversos ordenamientos procesales. Sin embargo, para
tener un breve panorama de tales actos procesales, en esta sección nos
proponemos analizar, por un lado, las diversas etapas de los procesos,
60 HÉCTOR FIX-ZAMUDIO Y JOSÉ OVALLE FAVELA

y por el otro —así sea de manera muy esquemática—, la forma como


se desarrollan dichas etapas en los diferentes procedimientos previstos
en el ordenamiento procesal mexicano.

1. Etapas procesales

Para examinar las diversas etapas procesales conviene distinguir, por


un lado, aquellas que pertenecen al proceso penal, y por el otro, las
que corresponden a los procesos diferentes del penal. Nos referiremos
primero a estas últimas para después aludir a las etapas del proceso
penal.
a) En términos generales, los procesos diferentes del penal (civil,
mercantil, laboral, etcétera), se desenvuelven a través de las siguientes
etapas:
a') En primer lugar, una etapa preliminar o previa al proceso pro-
piamente dicho, durante la cual se pueden llevar a cabo algunos de
los medios preparatorios o de las providencias precautorias a los que
se aludirá en la sección VI de este capítulo. En ocasiones, esta etapa
preliminar puede ser necesaria para poder iniciar el proceso, como
ocurre con la conciliación en el proceso del trabajo o con el agotamien-
to de los recursos administrativos en el proceso fiscal. Generalmente,
sin embargo, se trata de una etapa contingente o eventual.
b') La primera etapa del proceso propiamente dicho es la expositiva,
postulatoria o polémica, durante la cual las partes exponen o formulan,
en sus demandas, contestaciones y reconvenciones, sus pretensiones y
excepciones, así como los hechos y las disposiciones jurídicas en que fun-
dan aquéllas. En esta fase se plantea el litigio ante el juzgador.
c') La segunda fase del proceso es la probatoria o demostrativa, y en
ella las partes y el juzgador realizan los actos tendentes a verificar los
hechos controvertidos, sobre los cuales se ha planteado el litigio. Esta
etapa se desarrolla normalmente a través de los actos de ofrecimiento
o proposición de los medios de prueba, su admisión o rechazo; la pre-
paración de las pruebas admitidas, y la práctica, ejecución o desahogo
de los medios de prueba admitidos y preparados.
d') La tercera etapa del proceso es la de alegatos o de conclusiones,
y en ella las partes expresan las argumentaciones tendentes a demos-
trar que han quedado probados los hechos en que fundaron sus respec-
tivas pretensiones y excepciones y que resultan aplicables los preceptos
jurídicos invocados en apoyo de dichas pretensiones y excepciones.
DERECHO PROCESAL 61

e') La cuarta etapa del proceso es la resolutiva, en la cual el juzga-


dor, sobre las posiciones contradictorias de las partes y con base en
los hechos efectivamente probados, emite su decisión sobre el conflicto
de fondo y pone término normalmente al proceso.
Estas cuatro etapas integran lo que se conoce como primera instan-
cia o primer grado de conocimiento del litigio. En ocasiones las leyes
procesales establecen que es la única instancia, como ocurre con los
juicios civiles ante los juzgados mixtos de paz o con los juicios labo-
rales; aunque en ambos casos todavía es posible impugnar la sentencia
o el laudo, así como las demás resoluciones que pongan fin al juicio o
cuya ejecución sea de imposible reparación, a través del juicio de am-
paro. En otras ocasiones, los ordenamientos procesales permiten que, a
través de la interposición de un recurso (el de apelación, generalmente),
se inicie la segunda instancia o segundo grado de conocimiento del liti-
gio, durante el cual se pueden reproducir, repertir o corregir todas o
algunas de las etapas de la primera instancia, según la extensión con
que las leyes regulen la segunda instancia. Aun en los procesos en los que
se permite la segunda instancia, ésta regularmente es sólo una fase even-
tual, contingente, que puede o no presentarse de acuerdo con los intere-
ses y posibilidades de la parte que no obtuvo sentencia estimatoria en
la primera instancia. La sentencia que se dice en la segunda instancia
también es impugnable por medio del juicio de amparo.
Pero además de estas cuatro etapas del proceso en primera instancia,
y de la posibilidad regular de la segunda instancia y del juicio de am-
paro, también puede presentarse otra etapa en el caso de que la parte
vencida no cumpla con la conducta o la prestación a que le obliga la
condena; en este supuesto, la parte vencedora puede promover la inicia-
ción y desarrollo de la etapa de ejecución forzosa o forzada, con objeto
de lograr el cumplimiento coactivo de la sentencia.
b) En el proceso penal mexicano es necesaria, invariablemente, la
etapa preliminar denominada averiguación previa, la cual es llevada a
cabo, en sede administrativa, por el Ministerio Público. Esta etapa em-
pieza con la denuncia o la querella, las cuales deben ser presentadas por
cualquier persona o por el ofendido, respectivamente, ante el Minis-
terio Público. La averiguación previa tiene por objeto que el Ministerio
Público recabe todas las pruebas e indicios que puedan acreditar el
cuerpo de un delito y la probable responsabilidad del imputado. En
caso de lograr estos extremos, el Ministerio Público ejerce la acción
penal contra el probable responsable, a través del acto denominado
62 HÉCTOR FIX-ZAMUDIO Y JOSÉ °VALLE FAVELA

de consignación, ante el juez penal competente. En caso contrario, el


Ministerio Público no ejerce la acción penal y emite el acuerdo de ar-
chivo o sobreseimiento administrativo. Por último, en el caso de que
el Ministerio Público considere que las pruebas son insuficientes pero
que existe, a la vez, la posibilidad de obtenerlas posteriormente, expide
la determinación de reserva que no pone término a la averiguación pre-
via, sino que sólo la suspende temporalmente.
a') Con la consignación se inicia la primera etapa del proceso penal
propiamente dicho, la cual se denomina instrucción y que se subdivide,
a su vez, en dos periodos: el primer periodo de la instrucción (también
denominada preinstrucción), que corresponde desde el auto que dicta
el juez admitiendo la consignación y que se denomina de radicación o
"auto cabeza del proceso" y hasta la resolución que el juzgador debe
emitir, de acuerdo con el artículo 19 constitucional, en un plazo de
72 horas a partir de la consignación del detenido o de la aprehensión
del imputado, y en la cual debe decidir si se debe procesar o no a la
persona consignada y, en caso afirmativo, precisar los hechos delictuo-
sos por los que se deberá seguir el proceso (en el caso afirmativo, el
auto se denomina de "formal prisión" si el delito por el que se va
a seguir el proceso merece pena privativa de libertad o de "sujeción a
proceso" si la pena no es privativa de libertad o es alternativa; en el
caso negativo, el auto se denomina de libertad "por falta de méritos"
o "por falta de elementos para procesar"); el segundo periodo de la
instrucción comprende desde este auto que fija el objeto del proceso,
hasta el auto que declara cerrada la instrucción. La etapa de la instruc-
ción tiene por objeto, sobre todo, suministrar al juzgador las pruebas
necesarias para que pueda emitir la resolución de fondo.
b') La segunda etapa del proceso penal es la denominada de juicio
y comprende, por un lado, la formulación de las conclusiones del Mi-
nisterio Público y de la defensa y, por el otro, la emisión de la sentencia
del juzgador. Con esta etapa termina la primera instancia del proceso
penal y, de manera similar a lo que ocurre en los demás procesos, con la
apelación se puede iniciar la segunda instancia.
c') La ejecución penal se realiza por las autoridades administrativas
competentes, por lo que ya no es considerada como una etapa del pro-
ceso penal. Con todo, a ella se aludirá, al igual que a las otras formas,
de ejecución diversas de la penal, en la sección IX de este capítulo.
DERECHO PROCESAL 63
2. Procedimientos

Vamos a referirnos muy brevemente a los diversos procedimientos


que regulan los ordenamientos procesales mexicanos. Para este objeto
hemos considerado oportuno referimos por separado a cada una de las
ramas señaladas en la sección II de este capítulo. Además, para distin-
guir entre los procedimientos que implican un verdadero proceso por
versar sobre un litigio o por estar estructurados tomando en cuenta las
posibilidades de conflictos y oposiciones, y los procedimientos que no
implican un proceso, hemos reservado para los primeros la expresión
"juicio", tomándola no en el sentido restringido de la etapa procesal a
que hemos hecho referencia en el apartado anterior, sino en el de "or-
den y sucesión" de los actos que constituyen el proceso; éste es, ade-
más, el significado que generalmente le dan a esta palabra los ordena-
mientos procesales mexicanos.
a) En el Código de Procedimientos Civiles del Distrito Federal se re-
gula un juicio ordinario civil, a través del cual se tramitan la generalidad
de los litigios —o sea todos aquellos litigios que no tengan señalada
una tramitación especial— y diversos juicios especiales. El juicio ordi-
nario civil se caracteriza sobre todo por el hecho de que en él se en-
cuentran claramente diferenciadas y separadas las diversas etapas pro-
cesales y porque para cada una de ellas se señalan plazos y términos
más o menos amplios. En los juicios civiles especiales —previstos para
sólo determinado tipo de litigios— se suele, en cambio, concentrar las
etapas procesales y abreviar los plazos y, en ocasiones, abreviar el
orden de aquéllas. Los juicios especiales que regula el Código de Pro-
cedimientos Civiles del Distrito Federal son los siguientes: a') el juicio
ejecutivo civil, para las pretensiones basadas en un título ejecutivo civil,
y en el cual se empieza, una vez presentada y admitida la demanda, por
una ejecución provisional —embargo de bienes del demandado— para
después continuar con el conocimiento del litigio, que es plenario; b')
el juicio especial hipotecario, para las pretensiones de pago de un cré-
dito garantizado con hipoteca, el cual también empieza, una vez pre-
sentada y admitida la demanda, por una ejecución provisional —asegu-
ramiento de los bienes hipotecados mediante la expedición y registro
de la cédula hipotecaria—, para después continuar con el conocimiento
del litigio, que también es plenario; c') el juicio especial de desahucio,
para las pretensiones de desocupación de un local arrendado basadas
en el incumplimiento en el pago de dos o más mensualidades, el cual
64 HÉCTOR FIX-ZAMUDIO Y JOSÉ OVALLE FAVELA

tiene un carácter sumario, pues el conocimiento del litigio es limitado


a la procedencia de la desocupación; d') el juicio en materia de arren-
damiento de viviendas, relativo a los conflictos sobre contratos de dicha
materia con exclusión de los litigios de desocupación, que deben trami-
tarse a través del juicio señalado en el inciso anterior; e') el juicio
arbitral, para los conflictos civiles patrimoniales que las partes acuerden
someter al arbitraje; f) los juicios de tercería excluyente de dominio
y de preferencia; g') los juicios de concurso, que tienen por objeto li-
quidar el patrimonio de una persona no comerciante en estado de insol-
vencia —previo el reconocimiento y la graduación de los créditos— y
los cuales pueden ser voluntarios, si los promueve el propio concursa-
do, o necesarios si los reclaman los acreedores en los supuestos pre-
vistos por el Código; h') los juicios sucesorios, que tienen por objeto
distribuir el patrimonio de una persona fallecida entre los herederos y
legatarios reconocidos —cubriendo en todo caso las deudas existentes—,
y los cuales pueden ser de testamentaría o intestados, si la distribución
se lleva a cabo con base en un testamento o por sucesión legítima, res-
pectivamente; i') el juicio especial para las controversias familiares seña-
ladas en el artículo 942 del Código de Procedimientos, en el cual se
concentran las etapas procesales, se abrevian los plazos y se confieren
mayores poderes al juzgador, y j') el juicio de mínima cuantía ante
los jueces mixtos de paz, para las pretensiones civiles patrimoniales
con cuantía hasta de ciento ochenta y dos veces al salario mínimo diario
general vigente en el Distrito Federal, y en el cual se han intentado
concentrar todas las etapas procesales en una sola audiencia, lo que
no se ha logrado en la práctica. De este juicio de mínima cuantía se
excluyen los interdictos, los juicios sobre arrendamiento de inmuebles
y los juicios de concurso. Al lado de estos juicios especiales, el Código
también prevé diversos procedimientos judiciales no contenciosos (de
"jurisdicción voluntaria"). En el Código Federal de Procedimientos Ci-
viles se intentó regular un juicio tipo, al lado del cual se agregaron
los juicios de concursos y sucesorios, los juicios para sustanciar /as
inconformidades sobre el avalúo de los bienes en caso de expropiación
y algunos procedimientos judiciales no contenciosos (de "jurisdicción
voluntaria").
b) En el Código de Comercio se regulan, por un lado, el juicio or-
dinario mercantil, similar al ordinario civil, aunque todavía más com-
plicado, y, por el otro, el juicio ejecutivo mercantil, para las pretensio-
nes basadas en títulos ejecutivos mercantiles, y el cual también, una
DERECHO PROCESAL

vez presentada y admitida la demanda, empieza por un embargo pro-


visional, para después continuar con el conocimiento del litigio que, en
este caso, a diferencia del ejecutivo civil, es sumario, pues se limita
a las excepciones señaladas en los artículos 1397 y 1403 del Código de
Comercio y en el artículo 89 de la Ley de Títulos y Operaciones de Cré-
dito. Cabe señalar que este juicio es el que tiene mayor desarrollo en
la práctica, por el crecimiento de las actividades comerciales y por su
mayor rapidez y eficacia, en relación con el juicio ejecutivo civil. La
Ley de Quiebras y Suspensión de Pagos prevé cuatro posibles formas
de iniciarse el juicio de quiebra: a') de oficio, cuando un juez se en-
tere del estado de cesación de pagos de un comerciante; b') a petición
del propio comerciante insolvente, c') a instancia de los acreedores, y
d') a petición del Ministerio Público. Por último, ya habíamos señalado
que la Ley de Títulos y Operaciones de Crédito regula un procedi-
?Memo especial para la cancelación y pago, reposición o restitución de
los títulos de crédito nominativos extraviados o robados (artículos 42-68).
c) En la Ley Federal del Trabajo se regulan un juicio ordinario, un
juicio especial para los conflictos colectivos de naturaleza económica.
un juicio especial para prestaciones de menor cuantía, un procedi-
miento para hacer efectiva la preferencia de los créditos laborales y los
procedimientos no contenciosos ("paraprocesales" y de "jurisdicción vo-
luntaria") que se pueden seguir ante las juntas de conciliación y arbitra-
je. Haremos breve referencia a los tres primeros.
a') El juicio ordinario tiene un carácter preponderantemente oral.
Una vez presentada la demanda escrita, el juicio se desenvuelve bási-
camente en tres audiencias: la de conciliación, demanda y excepciones
y ofrecimiento y admisión de pruebas; la audiencia de desahogo de
pruebas y expresión de alegatos, y la audiencia de discusión y votación
del laudo.
b') El juicio especial para los conflictos colectivos económicos tiene
un carácter fundamentalmente técnico. Como en el laudo se debe deci-
dir sobre la modificación de las condiciones de trabajo, la parte prin-
cipal la constituye el dictamen que deben rendir tres peritos designados
por la junta de conciliación y arbitraje, en el cual con base en los es-
tudios económicos, contables y sociales que realicen, dichos peritos
deben proponer la solución del conflicto. Presentada la demanda por
escrito, el juicio se desarrolla básicamente también en tres audiencias:
en la primera, la junta debe intentar la conciliación de las partes y en
caso de no lograrla, escuchará las peticiones y hechos en que aquéllas
66 HÉCTOR FIX-ZAMUDIO Y JOSÉ OVALLE FAVELA

se funden y designará los tres peritos que deberán formular su dicta-


men; formulado éste, concederá un plazo de 72 horas para que las
partes formulen observaciones y en caso de que lo hagan, citará a una
audiencia de pruebas, en la que se puede interrogar a los peritos; en
la tercera audiencia, se debe discutir y votar el proyecto de laudo for-
mulado por el auxiliar de la junta con base en el dictamen de los pe-
ritos.
c') En el juicio especial para las cuestiones de menor cuantía seña-
ladas en el artículo 892 de la Ley Federal del Trabajo se ha intentado
concentrar todas las etapas procesales en una sola audiencia. Presen-
tada la demanda escrita, la junta debe citar a las partes a una audiencia
de conciliación, demanda y excepciones, pruebas y resolución. Des-
pués de la experiencia del juicio de mínima cuantía en materia civil,
cabe abrigar serias dudas sobre las posibilidades reales de que el juicio
se lleve a cabo efectivamente en una sola audiencia.
La Ley Federal de los Trabajadores al Servicio del Estado prevé un
juicio ordinario y un juicio especial para las controversias sobre la ter-
minación de los efectos del nombramiento de los trabajadores. El jui-
cio ordinario se desarrolla a través de una etapa expositiva escrita
—demanda y contestación— y una audiencia de pruebas, alegatos y
resolución. Los conflictos colectivos jurídicos se tramitan a través del
juicio ordinario, con la única variante de que se prevé una audiencia
de concilación, previa a la de pruebas, alegatos y resolución. Por últi-
mo, el juicio especial para las controversias sobre la terminación de los
efectos del nombramiento de los trabajadores es muy similar al ordi-
nario, con la única variante de que se señalan con precisión los diversos
plazos y términos para los actos del proceso.
d) La Ley Federal de la Reforma Agraria no prevé un juicio ordi-
nario, sino numerosos juicios especiales para cada uno de los diversos
conflictos agrarios que hemos enumerado en la sección II de este ca-
pítulo. La cantidad y complejidad de dichos juicios nos impiden rea-
lizar, en una obra de carácter introductorio, un resumen de ellos. Nos
limitamos a indicar que la regulación de dichos juicios es sumamente
detallada —y en no pocas ocasiones complicada— en la mencionada
Ley, ya que se da intervención a diversos órganos y organismos del
Estado, tanto federales como locales, y se establecen diversas instan-
cias. Por último, en tales juicios las etapas procesales no se encuentran
rígidamente separadas.
DERECHO PROCESAL 67

e) El Código de Procedimientos Penales del Distrito Federal prevé


un juicio ordinario y un juicio sumario —en rigor, plenario rápido—,
este último para cuando se trate de flagrante delito, exista confesión
rendida ante el juzgador, la pena aplicable no exceda del término me-
dio aritmético de cinco años de prisión, o sea alternativa o no privativa
de libertad, y cuando ambas partes manifiesten su conformidad con el
auto de formal prisión o de sujección a proceso y que no tienen más
pruebas que ofrecer, salvo las relativas a la individualización de la
pena o la medida de seguridad.
Dicho Código también regula el juicio que se debe seguir ante el
jurado popular, aunque este último carece de aplicación práctica. Estos
tres juicios son iguales en la etapa de averiguación previa y en el pri-
mer periodo de la instrucción. El juicio sumario se distingue del ordi-
nario porque a partir del auto de fijación del objeto del proceso —ini-
cio del segundo periodo de la instrucción— se abrevian los plazos
—diez días en vez de quince para ofrecer pruebas— y se procuran
concentrar las pruebas y las conclusiones en una sola audiencia. El
juicio ante el juzgado popular es igual al ordinario y sólo se distingue
de éste porque la última etapa —denominada de "juicio"— se realiza
después de un periodo de conclusiones escritas, en dos audiencias; la
primera, ante el jurado y el juez que actúa como presidente de deba-
tes, denominada "sobre los hechos", porque en ella se pueden practicar
algunas pruebas y las conclusiones de las partes deben versar sólo so-
bre los hechos, así como porque en dicha audiencia el jurado pronuncia
su veredicto sobre los hechos; y la segunda, sólo ante el juez, en la
que las partes formulan sus conclusiones sobre el derecho y el juez
pronuncia su sentencia basándose en el veredicto del jurado, y seña-
lando, en caso de condena, la pena aplicable. En el juicio ordinario
no se distinguen estas dos audiencias, sino que hay sólo una —que es,
a la vez sobre los hechos y el derecho— y en tal juicio el juez pro-
nuncia su sentencia tanto sobre los hechos como sobre el derecho,
fijando asimismo la pena aplicable.
En el Código Federal de Procedimientos Penales se regulan en tér-
minos similares los tres juicios que hemos mencionado. Además, dicho
Código Federal prevé un procedimiento especial para los enfermos men-
tales —el cual tiene aspectos de discutible constitucionalidad— y otro
para los farmacodependientes.
En el Código de Justicia Militar se regulan tres clases de juicios; el
que se sigue ante los jueces militares, el que se sigue ante los consejos
68 HÉCTOR FIX-ZAMUDIO Y JOSÉ OVALLE FAVELA

de guerra ordinarios —igual al anterior—, con la variante de que las


conclusiones y la práctica de algunas pruebas se realizan ante dicho
consejo, que es el que pronuncia la sentencia y el que se sigue ante
los consejos de guerra extraordinarias, que tiene numerosos aspectos
de discutible constitucionalidad.
La Ley Federal de Responsabilidades de los Servidores Públicos re-
gula el juicio político, al que hicimos referencia anteriormente (supra
II, 3, D), el juicio para la declaración de procedencia, a través del
cual la Cámara de Diputados determina si procede o no retirar la
inmunidad a alguno de los funcionarios públicos señalados ert el artícu-
lo 111 de la Constitución, para que, en caso afirmativo aquél sea en-
juiciado por los tribunales competentes por la probable comisión de
un delito; así como los procedimientos para la aplicación de las san-
ciones administrativas.
Por último, la Ley que crea los Consejos Tutelares para Menores
Infractores del Distrito Federal contiene reglas sobre dos procedimien-
tos inquisitivos; uno ante el Consejo Tutelar para Menores Infractores
y otro ante los Consejos Auxiliares.
1) Tanto el Código Fiscal de la Federación como la Ley del Tribu-
nal de lo Contencioso Administrativo del Distrito Federal prevén, cada
uno, un solo tipo de juicio, en ambos casos muy similar, pues, después
de la demanda y la contestación escrita, las etapas probatoria y de
alegatos se desarrollan en una sola audiencia. La sentencia se formula
a partir del proyecto de uno de los tres magistrados que integran las
sa!as, proyecto que debe ser discutido por todos los magistrados y apro-
bado cuando menos por la mayoría.
g) En relación con el proceso familiar, ya hemos señalado que el
Código de Procedimientos Civiles del Distrito Federal regula sólo un
juicio especial para algunas controversias familiares, que son las indi-
cadas en el artículo 942 de dicho ordenamiento. Este juicio es muy
similar al que con el nombre de "sumario" regulaba el mismo Código
hasta antes de la reforma de 1973, que lo suprimió. Después de la
demanda y la contestación, que son escritas y que deben contener el
ofrecimiento de las pruebas, las fases de pruebas y alegatos se con-
centran en una o varias audiencias. Conviene apuntar que los códigos
de procedimientos civiles que siguen al antoproyecto de 1948 contie-
nen todo un título dedicado a los "juicios sobre cuestiones familiares
y estado y condiciones de las personas", en donde se regulan los juicios
sobre "cuestiones matrimoniales", nulidad de matrimonio, divorcio, pa-
DERECHO PROCESAL 69

ternidad, filiación y patria potestad, rectificación de actas del estado


civil, interdicción e inhabilitación y, además otros procedimientos no
contenciosos que afectan las relaciones familiares y el estado civil.
h) En la Ley de Amparo se prevén dos tipos de juicios: el indirec-
to, de doble instancia, que se sigue, en términos generales, contra todos
aquellos actos de autoridad que no constituyen sentencias definitivas,
laudos o resoluciones que pongan fin al juicio natural, y cuya primera
instancia se lleva a cabo ante los juzgados de distrito, y la segunda,
iniciada con el recurso de revisión, ante la Suprema Corte de Justicia
de la Nación, cuando se trate de amparo contra leyes, tratados y re-
glamentos o contra actos que invadan facultades federales o locales; o
ante los tribunales colegiados de circuito, en los demás casos; y el
juicio de amparo directo, regularmente de una sola instancia, que se
promueve, en términos generales, contra actos de autoridad que cons-
tituyen sentencias defintivas, laudos o resoluciones que pongan fin al
juicio natural, amparo que se sigue normalmente ante los tribunales
colegiados de circuito. Es pertinente aclarar que sólo para los juicios
de amparo indirectos o de doble instancia se regulan en forma espe-
cífica las etapas de pruebas y alegatos; en los juicios de amparo direc-
tos o de una sola instancia, por funcionar como medios de impugna-
ción contra resoluciones defintivas en forma similar al recurso de
casación, no se prevén dichas etapas.

V. MEDIOS PREPARATORIOS Y PROVIDENCIALES CAUTELARES

1. Medios preparatorios

La delimitación entre los llamados medios preparatorios y las medi-


das o providencias cautelares o precautorias, es bastante sutil, por lo
que existe confusión sobre estos instrumentos especialmente en materia
procesal civil y mercantil, pues basta un examen superficial de los
preceptos de los ordenamientos mexicanos respectivos para llegar a
la conclusión de que varios de los instrumentos calificados como pre-
paratorios, no son en el fondo sino medidas cautelares anticipadas y
por otra parte, de acuerdo con las mismas disposiciones, las citadas
providencias cautelares pueden solicitarse tanto dentro del proceso,
como previamente a su interposición.
Sin embargo, como el ordenamiento procesal mexicano regula ex-
presamente los que califica como medios preparatorios (si bien de ma-
70 HÉCTOR FIX-ZAMUDIO Y JOSÉ °VALLE FAVELA

nera confusa en relación con las providencias precautorias), es preciso


realizar un breve examen de estos instrumentos; ya que en nuestro
concepto, los verdaderos medios preparatorios no se han estudiado con
este carácter, ya que deben considerarse como tales a los actos o re-
quisitos jurídicos que puede o debe realizar una de las partes, general-
mente el futuro demandante, para iniciar con eficacia un proceso pos-
terior.
Podemos señalar dentro de esta orientación a los siguientes medios
preparatorios en sentido estricto, haciendo la aclaración de que los mis-
mos han sido considerados como etapas del procedimiento, en la sec-
ción IV, de este mismo trabajo.
a) En materia penal, para que se inicie el proceso propiamente di-
cho a través de la consignación, es decir, del ejercicio de la acción
penal ante el juez de la causa por parte del Ministerio Público, es
preciso que con anterioridad se realice la etapa calificada como averi-
guación previa por nuestros códigos procesales penales, a cargo exclu-
sivo del propio Ministerio Público (ya que en nuestro ordenamiento
no existe juez de instrucción, según el modelo francés), a fin de reunir
los elementos necesarios para demostrar la existencia del cuerpo del
delito y la presunta responsabilidad del inculpado, según lo establecido
por los artículos 263 a 287 del Código de Procedimientos Penales para
el Distrito Federal; y 113 a 133 del Código Federal de Procedimien-
tos Penales.
b) Tratándose del proceso administrativo, normalmente se exige el
agotamiento previo de los recursos o medios de defensa internos, ante
la administración activa, de acuerdo con lo establecido por los ar-
tículos 202, fracciones VI y VII, del Código Fiscal de la Federación,
y 73, fracción XV, de la Ley de Amparo, preceptos que en esencia
disponen que es improcedente el juicio fiscal o el de amparo cuando
no se hubiesen agotado oportunamente los citados recursos o medios
de defensa que las leyes respectivas concedan ante las autoridades admi-
nistrativas, aun cuando con las excepciones de que, tratándose del pro-
ceso fiscal, las propias leyes consideren expresamente que es optativa
la interposición de tales instrumentos, o en el caso del amparo, cuando
el ordenamiento correspondiente exija mayores requisitos que los de la
Ley de Amparo para la suspensión del acto reclamado.
Por otra parte, debido a la ineficacia en nuestro medio de los re-
cursos o medios de• defensa ante la administración activa, el artículo
28 de la Ley del Tribunal de lo Contencioso Administrativo del Dis-
DERECHO PROCESAL 71

trito Federal establece el principio opuesto, es decir, el de la opción


general de los recursos o medios de defensa ante las autoridades admi-
nistrativas correspondientes, con la excepción de la materia fiscal, res-
pecto de la cual es obligatorio agotarlos.
c) En relación con los conflictos laborales, la Ley Federal del Tra-
bajo establece la obligatoriedad de la conciliación como una etapa pre-
via al proceso laboral propiamente dicho, ya que si bien la misma debe
estimarse de carácter potestativo ante las juntas de conciliación, tanto
federales como locales (artículos 591, fracción I, y 603), es imperativa
si no se ha efectuado previamente ante las juntas de conciliación y
arbitraje (artículo 876).
d) Nos ocuparemos brevemente de los llamados medios preparatorios
por los códigos de procedimientos civiles, el Código de Comercio, y
en cierta manera, también por la Ley Federal del Trabajo.
a') El Código de Procedimientos Civiles del Distrito Federal regula
ampliamente los citados medios preparatorios en el título V, sobre actos
prejudiciales, en el cual consigna, con escasa técnica, también, a las
providencias precautorias.
El citado Código divide dichos medios en cuatro sectores: los de ca-
rácter general; los relativos al juicio ejecutivo; la separación o depósito
de personas, y la consignación.
Los que califica de medios preparatorios del juicio general artículos
(192 a 200) se refieren a la solicitud de declaración de la contraparte
sobre determinados hechos: la exhibición de ciertos documentos o el
examen de testigos cuando sean de edad avanzada o se hallen en peli-
gro inminente de perder la vida o próximos a ausentarse a un lugar de
tardíos y difíciles medios de comunicación.
Los medios preparatorios del juicio ejecutivo se refieren a la confe-
sión judicial de la contraparte y al reconocimiento de la firma de un
documento privado, con requerimiento de pago y embargo; la separa-
ción o depósito de personas se contrae al cónyuge que lo solicite cuan-
do pretenda demandar o acusar el otro cónyuge, y, finalmente, la
consignación de la cosa debida se concede cuando el acreedor se rehu-
sa a recibir la prestación o entregar el documento justificativo del pago.
El Código de Comercio regula instrumentos muy similares a los del
de Procedimientos Civiles del Distrito, ya que no es sino una copia
incompleta del anterior de la última materia, de 25 de mayo de 1884
(artículo 1151), pues si bien algunas disposiciones procesales del pro-
pio Código de Comercio fueron reformadas por decreto legislativo pu-
72 HÉCTOR FIX-ZAMUDIO Y JOSÉ OVALLE FAVELA

blicado el 4 de enero de 1989, no se introdujeron modificaciones sus-


tanciales.
El Código Federal de Procedimientos Civiles sólo regula como me-
didas preparatorias las relativas a la petición de una persona que pre-
tenda entablar una demanda, para la inspección de cosas, documentos,
libros o papeles, solicitando su exhibición, siempre que se compruebe
el derecho con que se pide la medida y la necesidad de la misma (ar-
tículo 379).
b') En cuanto a los conflictos laborales, los artículos 600 y 603 de
la Ley Federal del Trabajo facultan a las juntas de conciliación para la
recepción anticipada de pruebas que consideren conveniente ofrecer a
trabajadores o empresarios, en relación con los juicios que pretendan
entablar ante las respectivas juntas de conciliación y arbitraje.

2. Medidas o providencias cautelares


Deben considerarse como tales los instrumentos que puede decretar
el juzgador, a solicitud de las partes o de oficio, para conservar la ma-
teria del litigio, así como para evitar un grave o irreparable daño a las
mismas partes o a la sociedad, con motivo de la tramitación del pro-
ceso.
Esta es una de las categorías esenciales del derecho procesal, ya que
el lapso inevitable (que en la práctica llega a convertirse frecuente-
mente en una dilación a veces considerable por el enorme rezago que
padecen nuestros tribunales) por el cual se prolonga el procedimiento
hasta la resolución definitiva de la controversia, hace indispensable la
utilización de estas medidas precautorias para evitar que se haga inútil
la sentencia de fondo, y, por el contrario, lograr que la misma tenga
eficacia práctica
Desafortunadamente nuestro ordenamiento procesal no toma en cuen-
ta, en términos generales, los avances que la doctrina tanto nacional
como extranjera ha alcanzado en el estudio de estos instrumentos, ni
tampoco los adelantos compatibles con nuestro propio ordenamiento,
de la legislación y de la jurisprudencia de otros países.
Dichas medidas pueden tomarse, tanto antes de la iniciación del pro-
ceso, como durante toda la tramitación del mismo, hasta que se dicte
la sentencia firme que le ponga fin, o cuando termina definitivamente el
juicio por alguna otra causa, y por ello la confusión que se ha produ-
cido en el derecho procesal mexicano ante los citados medios prepa-
ratorios y las medidas cautelares, ya que varios de los primeros que
DERECHO PROCESAL 73

se regulan como tales en nuestros códigos procesales civiles y en el de


comercio, no son sino medidas precautorias anticipadas, como se ex-
presó anteriormente.
Para realizar un examen breve de tales instrumentos es preciso ha-
cer una sistematización de los mismos tomando en cuenta las ramas
de enjuiciamiento en las cuales se apliquen.
a) En materia civil, mercantil y laboral, las disposiciones respectivas
regulan esencialmente dos medidas precautorias o cautelares: el arraigo
del demandado y el secuestro de bienes, y el Código Federal de Proce-
dimientos Civiles agrega las que llama medidas asegurativas.
El arraigo consiste en prevenir al demandado de que no se ausente
del lugar del juicio sin dejar representante legítimo suficientemente ins-
truido y expensado para responder de las resultas del juicio; pero si
quebranta dicho arraigo, además de la pena que señala el Código Pe-
nal respectivo al delito de desobediencia a un mandato legítimo de la
autoridad pública, el arraigado puede ser obligado por medios de apre-
mio a volver al lugar del juicio (artículos 1175 y 1177 del Código de
Comercio; 241 y 242 del Código de Procedimientos Civiles del Distrito
Federal y 859-860 de la Ley Federal del Trabajo).
En cuanto al secuestro de bienes, puede decretarse cuando exista
peligro de que el demandado disponga de los mismos, o por cualquier
otro motivo quede insolvente; providencia que se deja sin efecto cuan-
do el mismo demandado garantice por cualquier medio que puede
responder del éxito de la demanda (artículos 1179-1193 del Código de
Comercio; 243-254 del Código de Procedimientos Civiles del Distrito
Federal; 390 y 391 del Código Federal de Procedimientos Civiles; 861-
864 de la Ley Federal del Trabajo).
Además de las providencias anteriores, el Código Federal de Proce-
dimientos Civiles establece el depósito o aseguramiento de las cosas,
libros, documentos o papeles sobre los que verse el pleito (artículos
389, fracción II, 392 y 393); así como las medidas que califica de ase-
gurativas y que consisten en todas las necesarias para mantener la si-
tuación de hecho existente (artículo 384).
Una característica general del procedimiento para decretar estas pro-
videncias consiste en que se pronuncian sin audiencia de la contraparte
y se ejecutan sin notificación previa, aun cuado el afectado puede im-
pugnar posteriormente la medida generalmente a través• del recurso de
apelación (artículos 1181, 1187-1191 del Código de Comercio; 246,
74 HÉCTOR FIX-ZAMUDIO Y JOSÉ OVALLE FAVELA

252-253 del Código de Procedimientos del Distrito Federal; así como


394-395 del Código Federal de Procedimientos Civiles).
b) En el proceso penal se han establecido dos providencias caute-
lares esenciales: la prisión preventiva, por una parte, y la libertad pro-
visional, por la otra, ambas estrechamente relacionadas, ya que la
duración de la primera depende de la procedencia de la última.
La prisión preventiva es un instrumento sumamente debatido, ya que
en apariencia contradice uno de los principios esenciales del derecho
penal contemporáneo, es decir, el de la presunción de inocencia del
inculpado, en tanto no se demuestre su culpabilidad; pero ha debido im-
ponerse en todas las legislaciones punitivas como un medio, limitado
a los supuestos indispensables, que impide a los acusados de delitos
graves sustraerse a la acción de la justicia.
En nuestro ordenamiento constitucional federal se establecen varias
restricciones a la citada prisión preventiva, con el propósito de evitar
que se aplique de manera indiscriminada, y por ello el artículo 16 cons-
titucional establece que ninguna persona puede ser detenida sin orden
judicial, salvo casos excepcionales, como delito in fraganti o ausencia
en el lugar, de autoridad judicial; el artículo 18 constitucional dispone
la separación completa de los lugares de detención preventiva, respecto
de los que se destinen para la extinción de las penas; el artículo 19
dice que la citada detención no puede exceder de tres días sin justifi-
carse con auto de formal prisión, y, finalmente, según el 20, fracción
X, segundo párrafo, enuncia que no podrá prolongarse la prisión pre-
ventiva por más tiempo del que como máximo fije la ley al delito
que motivare el proceso.
Los códigos de procedimientos penales reiteran, en relación con la
detención o aseguramiento del inculpado, las normas establecidas por
las disposiciones constitucionales, con algunos matices, precisados con
mayor detalle en el federal (artículos 132 a 134 del distrital, y 193 a
205 del de procedimientos federales).
Por lo que se refiere a la libertad provisional, los propios códigos
procesales penales consignan dos modalidades, la que califican como
libertad bajo protesta y la libertad caucional.
La primera, es decir la provisional bajo protesta, se concede sólo en
el supuesto de que el acusado no sea reincidente, que el delito por el
cual se le acuse tenga una pena máxima que no exceda de dos años de
prisión, que posea domicilio fijo y reconocido en el lugar en el cual
se le siga el proceso, que no exista temor de que se sustraiga a la ac-
DERECHO PROCESAL 75
ción de la justicia y que desempeñe un trabajo honesto (artículos 552-
555 del Código del Distrito; 418-421 del federal).
La libertad cauciona! es la providencia cautelar más importante en
el proceso penal y está regulada rígidamente en la fracción I del ar-
tículo 20 de la Constitución federal, y esta falta de flexibilidad ha pro-
ducido problemas de difícil resolución en la práctica, especialmente en
cuanto a la suspensión del juicio de amparo, como lo expresaremos más
adelante.
En efecto, dicho precepto fundamental establece que la libertad cau-
cional sólo procede tomando en cuenta las circunstancias personales
del inculpado y la gravedad del delito, siempre que dicho delito me-
rezca ser castigado con pena cuyo término medio aritmético no sea
mayor de cinco arios de prisión.
Dicho precepto fue reformado por decreto legislativo promulgado
el 17 de diciembre de 1984, que si bien introdujo algunos temperamen-
tos, dejó inalterada esta regla, y sólo hace referencia, como elemento
para determinar el término medio aritmético mencionado, las modali-
dades que puede asumir el delito que se imputa al procesado.
Otro aspecto introducido en la citada reforma de 1984, fue la actua-
lización del monto de la garantía, que en el texto original del precepto
constitucional sólo podía ascender a la cantidad de doscientos cincuen-
ta mil pesos, a no ser que el delito representara un beneficio económico
para el inculpado, o causare a la víctima un daño patrimonial, pues en
este supuesto, el monto de la propia garantía debía fijarse tomando
en cuenta, como mínimo, una cantidad tres veces mayor al beneficio
obtenido o al daño causado.
La suma que se había señalado en el texto original de la Constitución
era muy exigua debido a la pérdida acelerada del valor de la moneda,
especialmente a partir de la crisis económica que se manifestó en 1982,
por lo que el precepto vigente actualizó el monto de la caución, de
manera que ahora no puede exceder de la cantidad equivalente a la
percepción durante dos años del salario mínimo general vigente en el
lugar en que se cometió el delito, pero se autorizó al propio juez a
que, mediante resolución motivada, pueda duplicar esa suma (es decir,
cuatro años de salario mínimo), en virtud de la especial gravedad del
delito y de las particulares circunstancias personales del imputado o
de la víctima.
Se atemperó la regla del mínimo de tres tantos para la fijación del
monto de la garantía tratándose de delitos que representen para su
76 HÉCTOR FIX-ZAMUDIO Y JOSÉ OVALLE FAVELA

autor un beneficio económico o causen a la víctima daño o perjuicio


patrimonial, ya que dicha regla sólo puede aplicarse a los delitos inten-
cionales, ya que tratándose de aquellos que tengan carácter preterin-
tencional o imprudencial, bastará, en todo caso, para otorgar el beneficio
de la libertad caucional, que se garantice la reparación de los daños y
perjuicios patrimoniales.
El artículo 556 del Código de Procedimientos Penales para el Dis-
trito Federal sólo admite la libertad caucional cuando la sanción que
corresponda al delito impugnado no exceda de cinco años de prisión, y
en caso de acumulación se considera el máximo del delito más grave.
Por su parte, el artículo 399 del Código Federal de la materia fue
reformado para adaptar su texto a la reforma constitucional de 1984,
y dispone que podrá negarse la libertad caucional cuando el máximo
de la pena exceda de cinco años de prisión, incluyendo las modalidades
atenuantes o agravantes, acreditadas cuando se resuelva sobre la citada
libertad caucional.
Este precepto establece, además, que al fijar el monto de la garantía,
el juez respectivo deberá hacer el señalamiento específico sobre los
daños y perjuicios, en la medida que puedan determinarse de acuerdo
con las constancias de autos, y además debe el mismo juzgador valorar
dichas constancias para determinar si se trata de delito intencional, pre-
terintencional o imprudencial, para los efectos de la fijación de la ga-
rantía, de acuerdo con lo dispuesto por el precepto constitucional men-
cionado.
Al otorgarse la medida, se le hace saber al inculpado de que tiene
obligación de presentarse ante el tribunal de la causa los días fijos que
estime conveniente, o cuantas veces sea citado o requerido para ello;
que debe comunicar los cambios de domicilio que tuviere, y que no
puede ausentarse del lugar sin permiso del propio tribunal, ya que
de no cumplir con estos requerimientos se revocará el beneficio (ar-
tículos 567 del Código distrital y 411 del federal).
Consideramos que el sistema tan rígido del límite insalvable del pro-
medio aritmético de los cinco años de prisión para otorgar o negar la
libertad caucional, debe modificarse para incorporar en la disposición
constitucional respectiva los avances doctrinales y jurisprudenciales con-
temporáneos, de acuerdo con los cuales, para conceder la libertad
cauciona', se da mayor importancia a la conducta personal y a los
antecedentes del inculpado, que exclusivamente a la gravedad del delito
que se le imputa, confiriéndose al juez facultades discrecionales y fle-
DERECHO PROCESAL 77
xibles para resolver sobre la situación, por medio de una cuidadosa
fundamentación.
c) Una tercera categoría de providencias corresponden al proceso fis-
cal y administrativo, ya que la medida cautelar más importante se hace
consistir en la suspensión de la ejecución de los actos que se reclaman,
y en principio se trata de un instrumento predominantemente conser-
vativo, ya que según lo establecido por el artículo 58 de la Ley del
Tribunal de lo Contencioso Administrativo del Distrito Federal, dicha
medida tendrá por efecto: "mantener las cosas en el estado en que se
encuentren en tanto se pronuncie sentencia".
Este carácter conservativo de la providencia cautelar es más ostensible
tratándose del procedimiento ante el Tribunal Fiscal de la Federación
—y los tribunales locales organizados según su modelo—, ya que se
reduce a la paralización del procedimiento económico-coactivo por par-
te de las autoridades tributarias, siempre que el reclamante garantice
adecuadamente el interés fiscal, sin perjuicio de que pueda impugnar
ante el propio Tribunal Fiscal, en vía incidental, las determinaciones
de las autoridades exactoras que afecten sus intereses jurídicos en cuan-
to a dicha suspensión (artículo 114 del Código Fiscal Federal).
Situación más complicada es la relativa a las medidas cautelades tra-
tándose del proceso administrativo, no obstante lo cual, como lo hemos
mencionado, la Ley del Tribunal de lo Contencioso Administrativo del
Distrito Federal regula dicha materia como una suspensión en la cual
predomina su carácter conservativo, a pesar de que la doctrina ha seña-
lado que, en ciertos supuestos, estas medidas resultan insuficientes,
tanto para preservar la materia de la controversia, como para evitar
daños de difícil o inclusive de imposible reparación al administrado y
para ello resulta indispensable modificar la situación de hecho a través
de un instrumento de naturaleza constitutiva.
Así sea en forma muy tibia, en las reformas a la citada Ley del Tribu-
nal de lo Contencioso Administrativo del Distrito Federal de diciembre
de 1978, se introdujo en el tercer párrafo del artículo 58 esta medida
constitutiva; pero en el caso extremo de que los actos materias de impug-
nación hubieren sido ejecutados, y afecten a los particulares de escasos
recursos económicos, impidiendo el ejercicio de su única actividad perso-
nal de subsistencia, en tanto se pronuncie la resolución que correspon-
da, las salas de dicho tribunal podrán dictar las medidas cautelares que
estimen pertinentes para preservar el medio de subsistencia del quejoso.
78 HÉCTOR FIX-ZAMUDIO Y JOSÉ OVALLE FAVELA

d) Finalmente, las medidas cautelares de mayor trascendencia en el


ordenamiento procesal mexicano son las que se agrupan dentro del con-
cepto de la suspensión de los actos reclamados a través del juicio de
amparo.
De acuerdo con la situación actual, podemos dividir esta materia en
dos sectores:
a') La suspensión de los actos reclamados en el juicio de amparo de
doble instancia, cuya determinación corresponde a los jueces de distrito,
en primer grado, y por conducto del llamado recurso de revisión, a los
tribunales colegiados de circuito en segunda instancia.
A su vez, esta medida precautoria se subdivide en dos categorías:
i) La llamada suspensión de oficio, es decir, aquella que otorga el
juez de distrito sin audiencia de la autoridad demandada o del tercero
interesado, cuando en la demanda de amparo se señalen como actos
reclamados los que ponen en peligro la vida, deportación, destierro,
actos prohibidos por el artículo 22 constitucional (entre otros, penas
infamantes y trascendentales o confiscación de bienes); los que pueden
quedar consumados de manera irreparable, o cuando se trate de la re-
clamación de actos que afecten derechos colectivos de campesinos so-
metidos al régimen de la reforma agraria (artículos 122 y 233 de la
Ley de Amparo).
Para la mayor eficacia de esta medida, su otorgamiento puede co-
municarse telegráficamente a las autoridades demandadas cuando no
residan en el lugar del juez federal que la admite.
ii) El segundo sector corresponde a la medida que se concede cuando
se solicita por la parte reclamante, después de una tramitación inciden-
tal en la cual se escucha tanto a las autoridades demandadas como a los
terceros interesados, si los hubiere, solicitándose de las primeras un infor-
me sobre la existencia de los actos impugnados y la procedencia de la
providencia que se pide, y sólo después de una audiencia en la cual
se rinden pruebas y se formulan alegatos por las partes, el juez federal
decide sobre la procedencia de la petición (artículos 131 a 134 de la
Ley de Amparo).
Esta medida cautelar no puede concederse cuando con ella pueda
causarse perjuicio al interés social o se contravengan disposiciones de
orden público, y al efecto la ley reglamentaria enumera algunos casos en
los cuales no puede admitirse la medida, tomados de la jurisprudencia,
entre ellos, la continuación del funcionamiento de centros de vicio; la
producción y comercio de drogas enervantes; cuando se permita la con-
DERECHO PROCESAL 79

sumación de delitos o sus efectos, etcétera, y además se exige que los


daños y perjuicios que se causen al reclamante con la ejecución del acto
que se impugna sean de difícil reparación (artículo 124).
Si con la concesión de la medida precautoria se pueden causar daños
y perjuicios a terceros, el demandante debe constituir una garantía que
permita resarcirlos en el caso de que no obtenga una sentencia favora-
ble, y a su vez, cuando se trate de cuestiones patrimoniales, los terceros
pueden otorgar una contragarantía con objeto de que se ejecuten los
actos reclamados y puedan responder de los daños que con esa ejecución
se causen al peticionario del amparo (artículos 125 a 127 de la Ley
de Amparo). El monto de la garantía y de la contragarantía son fijadas
por el juez federal del distrito (artículo 128).
En el supuesto de que se reclamen actos o resoluciones de autorida-
des tributarias, el peticionario debe garantizar el interés fiscal mediante
el depósito del monto de los impuestos impugnados, a no ser que pre-
viamente se hubiese otorgado una garantía ante las propias autoridades
fiscales, en los términos de los ordenamientos respectivos (artículo 135),
y esto último es lo más frecuente en la práctica.
También debe tomarse en cuenta que la medida precautoria puede
concederse en dos oportunidades o sea, en un primer momento, cuando
exista urgencia por considerarse inminente la ejecución de los actos que
se reclamen y los perjuicios que se puedan ocasionar al solicitante del
amparo sean notorios, el juez federal puede ordenar en forma discrecio-
nal la paralización de tales actos en tanto se tramita el incidente res-
pectivo en el cual se decidirá sobre la medida, y esta providencia se
califica como suspensión provisional (artículo 130 de la Ley de Am-
paro).
Si se admite la medida calificada como provisional, ésta surte efectos
hasta que el juez decida sobre la que se confiere como resultado de la
tramitación incidental a la que nos referimos, en la que se oye a las par-
tes y se presentan las pruebas para acreditar la existencia de los actos
y la procedencia de la medida. Ya sea que se confiera la providencia
de urgencia o que sólo se otorgue la que se califica de definitiva, esta
última se prolonga durante toda la tramitación del amparo, hasta que
se pronuncie sentencia firme, a no ser que exista un cambio en la si-
tuación jurídica que determinó su expedición.
En efecto, las medidas precautorias son un instrumento del proceso
principal, por lo que siempre se determinan de acuerdo con el principio
rebus sic stantibus, es decir, en tanto no cambien las situaciones de
80 HÉCTOR FIX-ZAMUDIO Y JOSÉ OVALLE FAVELA

hecho que sirvieron de apoyo a su concesión, de manera que si se pre-


senta esta modificación, el juez federal de distrito está facultado para
dictar una nueva providencia, aun cuando la primera resolución hubiese
sido confirmada en segunda instancia por el tribunal colegiado de cir-
cuito correspondiente (artículo 140 de la Ley de Amparo); en la inte-
ligencia de que la nueva medida puede impugnarse nuevamente.
También se establece por el legislador que si la medida no se pide al
presentarse la demanda de amparo, en tanto no se resuelva definitiva-
mente el propio amparo, puede solicitarse en cualquier momento (ar-
tículo 141).
Según se ha dicho, las resoluciones que en materia de providencias
cautelares pronuncien los jueces de distrito, pueden impugnarse ante
los tribunales colegiados de circuito por medio de los recursos de queja,
si se trata de la de carácter provisional y de revisión respecto de la
definitiva (artículo 95, fracción XI, 83, fracción II, 85, fracción I y
139 de la Ley de Amparo).
b') La segunda categoría de medidas precautorias está formada por
las que se conceden tratándose del juicio de amparo de una sola ins-
tancia contra sentencias judiciales, y en este supuesto, la resolución
respectiva debe ser pronunciada por el mismo juez o tribunal que dictó
el fallo impugnado en amparo y debe concederse de oficio y sin trami-
tación, si se trata de una sentencia condenatoria en materia penal (ar-
tículo 171).
Cuando la sentencia reclamada es de materia civil (o mercantil) la
suspensión de la ejecución de dicha sentencia está sujeta a los linea-
mientos de la medida en el amparo de doble instancia (artículo 173), y
si se trata de la resolución de un tribunal laboral, debe tomarse en
cuenta la situación del trabajador, de manera que pueda subsistir mien-
tras se resuelva el juicio, y por ello la providencia sólo tendrá efectos
en cuanto exceda de lo necesario para asegurar esa subsistencia (ar-
tículo 174). Sobre este punto la jurisprudencia de la Suprema Corte ha
establecido que sólo procede la suspensión cuando el importe de la
controversia exceda de seis meses de salario, por considerar que ese
plazo es el necesario para la tramitación del juicio de amparo (tesis
1875, p. 3035, segunda parte, vol. VI, del Apéndice al Semanario Judi-
cial de la Federación publicado en el año de 1988).
La resolución del juez o tribunal respectivo sobre la providencia cau-
telar puede impugnarse ante el tribunal colegiado de circuito que esté
, DERECHO PROCESAL 81

conociendo del amparo en cuanto al fondo, por medio del recurso de


queja (artículo 95, fracción VII, de la Ley de Amparo).
c') Finalmente, debe tomarse en cuenta que si bien un sector de la
doctrina mexicana y de la jurisprudencia de la Suprema Corte estable-
cida cuando conocía en segunda instancia en esta materia, han esti-
mado que las medidas precautorias en el juicio de amparo tienen efectos
exclusivamente conservativos, de acuerdo con su nombre original; la
misma Ley de Amparo y algunas tesis de jurisprudencia nos permiten
llegar a la conclusión de que si bien la regla general es en el sentido in-
dicado, en algunos casos es preciso atribuir a la medida efectos consti-
tutivos y aun restitutorios, como lo dispone el artículo 136 de la propia
Ley de Amparo, cuando se trata de un juicio contra actos de privación
de la libertad fuera de procedimiento judicial, ya que el efecto de la
providencia precautoria consiste en poner en libertad al reclamante, pero
sujetándolo a medidas de seguridad para evitar que se sustraiga a la
acción de la justicia en tanto se resuelva el fondo del amparo, y por
ello, otra corriente doctrinal mexicana ha señalado cada vez con mayor
vigor, la necesidad de conferir mayor flexibilidad a la medida precauto-
ria, que en ocasiones se concede o se niega en forma mecánica, no
obstante que por el contrario debe asumir en esas hipótesis, lo que se
ha calificado como amparo provisional.
Un ejemplo significativo de la necesidad de cambio en cuanto a esa
medida, se refiere al peligro de la privación de la libertad personal
cuando pretenda ejecutarse una orden judicial de aprehensión en contra
del solicitante del amparo, pues en ese supuesto la jurisprudencia ha
sido muy incierta y dio lugar a enconados debates doctrinales, los que
motivaron la adición del artículo 136 de la Ley de Amparo, antes men-
cionado, en la reforma de 30 de diciembre de 1979, para establecer
que si dicha orden de aprehensión se refiere a delitos sancionados con
una pena corporal cuyo término medio aritmético sea mayor de cinco
años de prisión, la suspensión sólo producirá el efecto de que el quejoso
quede a disposición del juez de distrito en el lugar que éste señale,
únicamente por lo que se refiere a su libertad personal, y a disposición
de la autoridad que deba juzgarlo, para los efectos de la continuación del
proceso penal, lo que significa que la medida no impedirá que se someta
al peticionario del amparo a la prisión preventiva.
El problema esencial de esta falta de flexibilidad se debe a lo dis-
puesto por el artículo 20, fracción I, de la Constitución federal, que
hemos examinado con anterioridad, por lo que reiteramos nuestra con-
82 HÉCTOR FIX-ZAMUDIO Y JOSÉ OVALLE FAVELA

vicción de que debe reformarse para introducir una regulación más


acorde con los avances del proceso penal contemporáneo.
VI. Prueba ...... 82

VIL Resoluciones judiciales 92

VIII. Medios de impugnación ...................................................... 103


VI. LA PRUEBA

Vamos a intentar analizar conjuntamente las disposiciones de los or-


denamientos procesales sobre la prueba, ordenándolas bajo los siguientes
rubros: a) Objeto de la prueba; b) Carga de la prueba; c) Procedimiento
probatorio; d) Medios de prueba, y e) Sistemas de apreciación probatoria.
Conviene desde ahora advertir que varios de los ordenamientos pro-
cesales señalados en la sección II de este capítulo tienen muy pocas y
deficientes reglas sobre la prueba. En algunos de dichos ordenamientos
este problema se resuelve relativamente con la remisión a otros códigos
o leyes, que funcionan como textos supletorios de aquéllos. Tal es el
caso, por ejemplo, de la Ley Federal de los Trabajadores al Servicio
del Estado, cuyo artículo 11 prevé como leyes supletorias, en este orden,
la Ley Federal del Trabajo y el Código Federal de Procedimientos
civiles, así como las "leyes de orden común, la costumbre, el uso, los
principios generales del derecho y la equidad". En el mismo sentido, el
artículo 2o. de la Ley de Amparo y el artículo 197 del Código Fiscal
de la Federación remiten a la supletoriedad del Código Federal de Pro-
cedimientos Civiles y, en fin, el artículo 24 de la Ley del Tribunal de lo
Contencioso Administrativo del Distrito Federal prevé la supletoriedad
del Código de Procedimientos Civiles del Distrito Federal.
También conviene apuntar, antes de abordar los rubros específicos
que hemos señalado, que en el tema de la prueba se da una de las ma-
yores paradojas del derecho procesal mexicano. Por un lado, algunos
de los ordenamientos procesales —en especial los civiles— confieren
amplias facultades a los juzgadores para ordenar, ex oficio, la práctica
de medios de prueba no ofrecidos por las partes y la ampliación de los
ofrecidos y aportados por aquéllas, con objeto de poder obtener la mayor
certeza posible sobre los hechos controvertidos. En este sentido, el ar-
tículo 278 del Código de Procedimientos Civiles faculta al juzgador con
el fin de que conozca "la verdad sobre los puntos controvertidos", para
"valerse de cualquier persona, sea parte o tercero, y de cualquier cosa
o documento, ya sea que pertenezca a las partes o a un tercero; sin más
limitación que la de las pruebas no estén prohibidas por la ley ni sean
contrarias a la moral". El artículo 279 del mismo ordenamiento es to-
davía más explícito:
DERECHO PROCESAL 83

Los tribunales podrán decretar en todo tiempo, sea cual fuere la na-
turaleza del negocio, la práctica o ampliación de cualquiera diligencia
probatoria, siempre que sea conducente para el conocimiento de la
verdad sobre los puntos cuestionados. En la práctica de estas dili-
gencias, el juez obrará como estime procedente para obtener el mejor
resultado de ellas, sin lesionar el derecho de las partes oyéndolas y
procurando en todo su igualdad.

Las mismas disposiciones contienen los artículos 79 y 80 del Código


Federal de Procedimientos Civiles.
Es claro que estos preceptos no se limitan a establecer las "medidas
para mejor proveer", las cuales, de acuerdo con la tradición jurídica
hispánica, se concedían a los juzgadores para que pudieran ampliar al-
guna de las pruebas practicadas con anterioridad, si después de con-
cluidas las fases de prueba y alegatos abrigasen dudas sobre algún
derecho. El artículo 279 prevé que las facultades que otorga pueden
ser decretadas "en todo tiempo" y no las limita a la "ampliación" de
pruebas ya aportadas, sino también a su "práctica". Se trata, por tanto,
de facultades muy amplias que rebasan el marco tradicional de las me-
didas para mejor proveer.
En la práctica, sin embargo, los juzgadores civiles no han utilizado
normalmente tales facultades y han continuado con su tradicional ac-
titud pasiva frente a las pruebas; se han limitado a admitir o rechazar
las pruebas propuestas por las partes y a dirigir su práctica. En cierto
sentido, la jurisprudencia de la Suprema Corte de Justicia ha legitimado
esta actitud al considerar que el artículo 279 transcrito consigna sólo
las tradicionales "diligencias para mejor proveer" y al sostener que las
mismas implican sólo una "facultad potestativa" que el juzgador puede
o no ejercer, y no un deber para éste (tesis 125 y 126 del Apéndice al
Semanario Judicial de la Federación 1917-1985, 4a. parte, pp. 372-373).
Similares disposiciones a las de los códigos procesales civiles contie-
nen, también, la Ley Federal del Trabajo (artículo 782), el Código
Fiscal de la Federación (artículo 230) y la Ley del Tribunal de lo Con-
tencioso Administrativo del Distrito Federal (artículos 65 y 66). En el
derecho procesal penal, los artículos 124 del Código de Procedimientos
Penales del Distrito Federal y 180 del Federal, otorgan amplias facul-
tades al juzgador para "emplear los medios de investigación que estime
conducente", con el fin de comprobar el cuerpo del delito. El artículo
146 del Código Federal de Procedimientos Penales faculta al juzgador
para que tome las medidas pertinentes para determinar la personalidad
84 HÉCTOR FIX-ZAMUDIO Y JOSÉ OVALLE FAVELA

del inculpado y sus condiciones económicas y sociales, con vista a la


individualización de la pena prevista en los artículos 51 y 52 del Códi-
go Penal.
1. Objeto de la prueba

Sólo los ordenamientos del derecho procesal civil y del mercantil de-
li mitan el objeto de la prueba con cierta precisión. Los artículos 284
del Código de Procedimientos Civiles del Distrito Federal y 86 del Có-
digo Federal de la misma materia disponen: "Sólo los hechos están
sujetos a prueba, así como los usos o costumbres en que se funde el
derecho". Estos preceptos recogen el principio jura novit curia y exigen
sólo la prueba del derecho cuando se trate de derecho consuetudinario.
Los artículos 284 bis y 86 bis de los ordenamientos citados prevén
que el juzgador aplicará el derecho extranjero tal como lo harían los
tribunales del estado cuyo derecho resulte aplicable, sin perjuicio de que
las partes puedan alegar la existencia y contenido del derecho extran-
jero. Los mismos preceptos facultan al juzgador nacional para informarse
del texto, vigencia, sentido y alcance del derecho extranjero, por 'me-
dio de los informes oficiales que recabe del Servicio Exterior Mexicano
o a través de las diligencias probatorias que considere necesarias o que
le ofrezcan las partes.
El artículo 1197 del Código de Comercio establece que sólo será
objeto de prueba el derecho extranjero, precisando que quien invoque
leyes extranjeras "debe probar la existencia de ellas y que son aplica-
bles al caso". También los códigos de prócedimientos civiles que siguen
al anteproyecto de 1948 limitan la prueba del derecho al caso del
derecho extranjero; pero establecen, además, que dicha prueba sólo será
necesaria cuando el juez así lo considere y se encuentre controvertida
la existencia o aplicación del derecho extranjero invocado; igualmente,
facultan al juez para que lo investigue directamente, relevando a las
partes de la carga de la prueba (artículos 258 de los Códigos de Sonora
y Zacatecas, 237 del de Morelos y 247 del de Baja California).
Estos mismos ordenamientos establecen con precisión que sólo "serán
objeto de prueba los hechos controvertidos" (artículos 257 de los Có-
digos de Sonora y Zacatecas, 236 del de Morelos y 246 del de Baja
California). En sentido similar, el artículo 777 de la Ley Federal del
Trabajo prescribe que "las pruebas deben referirse a los hechos con-
trovertidos"; pero agrega "cuando no hayan sido confesados por las
partes". La primera parte de este precepto de la Ley Federal del Tra-
DERECHO PROCESAL 85

bajo, coincidente en este aspecto con los ordenamientos procesales que


siguen al anteproyecto de 1948, establece con precisión el objeto de la
prueba; pero la segunda parte resulta completamente innecesaria, puesto
que sí algún hecho ha sido confesado por alguna de las partes, signi-
fica que ya no es controvertido, y por tanto, que ya no es objeto de
prueba. Al delimitarse el objeto de la prueba por los hechos controver-
tidos, quedan excluidos de prueba, por consiguiente, los hechos confe-
sados o admitidos expresamente y aquellos que no hayan sido contro-
vertidos o negados en forma explícita. Conviene tener presente que en
el Código Federal de Procedimientos Penales sólo se confiere valor
probatorio pleno a la confesión cuando se trate de comprobar el cuerpo
de los delitos de robo, abuso de confianza, fraude y peculado (en este
último caso sólo si va acompañada con alguna otra prueba que de-
muestre los requisitos que debe reunir el sujeto activo), y fuera de estos
casos la considera un simple indicio (artículos 279 y 285), por lo que
en esta hipótesis la confesión de un hecho no será suficiente para ex-
cluirlo del objeto de la prueba, el cual estará constituido, en el proceso
penal federal ordinario, por los hechos determinados en el auto de for-
mal prisión o de sujeción a proceso. En cambio, el Código de Procedi-
mientos Penales del Distrito Federal sí concede invariablemente el valor
de prueba plena a la confesión, no sólo a la judicial en sentido estricto,
sino también a la practicada ante el Ministerio Público y los funcionarios
de la policía judicial, cuando reúne los requisitos señalados en el artículo
249.
Pero el objeto de la prueba se delimita no sólo por los hechos discu-
tidos, sino también —como lo ha puntualizado Alcalá-Zamora— por
los hechos que sean a la vez, discutidos y discutibles. Por esta razón, los
códigos federal (artículo 88) y distrital (artículo 286) de Procedimientos
Civiles, así como la Ley del Tribunal de lo Contencioso Administrativo
del Distrito Federal (artículo 66) excluyen del objeto de la prueba a
los hechos presumidos legalmente, los hechos irrelevantes y los hechos
imposibles o notoriamente inverosímiles.

2. Carga de la prueba
En general, los ordenamientos procesales civiles y el mercantil reco-
gen las dos reglas tradicionales de la carga de la prueba, según las cua-
les el actor y el demandado tienen la carga de probar los hechos en
que funden su acción o su excepción, respectivamente, y sólo los hechos
afirmados —no así los negados, con algunas excepciones— imponen la
86 HÉCTOR FIX-ZAMUDIO Y JOSÉ OVALLE FAVELA

carga de probarlos a la parte que los expresa (artículos 281 y 282 deI
Código de Procedimientos Civiles del Distrito Federal, 81 y 82 del Có-
digo Federal de Procedimientos Civiles, 1194-1196 del Código de Comer-
cio). El Código Federal de Procedimientos Civiles prescribe, además, que
quien afirme que otro contrajo una "liga jurídica, sólo debe probar el
hecho o acto que la originó, y no que la obligación subsiste" (artículo 84).
Con mayor precisión, los códigos de procedimientos civiles que siguen
al anteproyecto de 1948 establecen la regla general de que las partes
tienen la carga de probar sus respectivas proposiciones de hecho y los
hechos sobre los que el adversario tenga a su favor una presunción legal.
Para el caso de duda sobre la atribución de la carga de la prueba, di-
chos códigos indican que la prueba debe ser rendida "por la parte que
se encuentre en circunstancias de mayor facilidad para proporcionarla,
o, si esto no puede determinarse, corresponderá a quien sea favorable
el efecto jurídico del hecho que deba probarse" (artículos 260 de los
códigos de Sonora y Zacatecas, 239 del de Morelos y 249 del de Baja
California).
En el proceso laboral, una de las innovaciones más importantes de las
reformas de 1979 a la Ley Federal del Trabajo consistió en regular con
mayor precisión el régimen de la carga de la prueba, en favor de la
parte trabajadora. El artículo 784 dispone, por una parte, que la junta
de conciliación y arbitraje:
Eximirá de la carga de la prueba a1 trabajador, cuando por otros
medios esté en posibilidad de llegar al conocimiento de los hechos,
y para tal efecto requerirá al patrón para que exhiba los documentos
que, de acuerdo con las leyes, tiene la obligación legal de conservar
en la empresa, bajo el apercibimiento de que de no presentarlos, se
presumirán ciertos los hechos alegados por el trabajador.
Y por otra parte, dicho artículo enumera, en forma precisa y deta-
llada, algunos de los hechos que, en todo caso, corresponde probar a
la parte patronal. Se trata de un precepto de gran importancia en el
proceso laboral, que resulta coherente con las reglas de la carga de In
prueba, pues la impone a quien está en mejores condiciones de suminis-
trarla, y que responde a elementales exigencias de justicia social.
En relación con el proceso penal, se debe aclarar que si bien la
Constitución no reconoce de manera expresa el principio de la presun-
ción de inocencia —que, entre otras consecuencias procesales, impone
al Ministerio Público la carga de la prueba de los hechos imputados y
de la culpabilidad del procesado—, México ha suscrito y ratificado
DERECHO PROCESAL• 87

tanto el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos como la


Convención Americana sobre Derechos Humanos, en los que se recoge
este principio fundamental. Los convenios internacionales mencionados
se encuentran vigentes en nuestro país, en los términos previstos en el
artículo 133 de la Constitución. Por otro lado, los códigos de procedi-
mientos penales de los estados de Baja California y de Querétaro esta-
blecen este principio y la consecuente regla de atribución de la carga
de la prueba (artículo 2 de ambos ordenamientos).
Por su parte, el Código de Procedimientos Penales del Distrito Fede-
ral prevé que "no podrá condenarse a un acusado, s:no cuando se prue-
be que cometió el delito que se le imputa"; y distribuye la carga de la
prueba conforme al principio tradicional del proceso civil, de que "el
que afirma está obligado [sic] a probar", y no así el que niega, salvo que
su negación sea contraria a una presunción legal o envuelva la afirma-
ción expresa de un hecho (artículos 247 y 248).
Los artículos 600 a 602 del Código de Justicia Militar establecen las
mismas reglas del Código de Procedimientos Penales del Distrito Federal
sobre la carga de la prueba. En cambio, el Código Federal de Procedi-
mientos Penales no contiene regla alguna al respecto.
3. Procedimiento probatorio
En términos generales, el procedimiento probatorio se compone de
los siguientes actos: a) Ofrecimiento o proposición; b) Admisión o dese-
chamiento; c) Preparación, y d) Ejecución, práctica o desahogo. La va,
¿oración de las pruebas practicadas se lleva a cabo en la sentencia, de
la cual forma parte. En forma separada, concentrada o aun diluida a lo
largo del proceso, estos actos de prueba se manifiestan en todas las
ramas procesales.
En el derecho procesal civil el procedimiento probatorio varía según
se trate del juicio ordinario o de ciertos juicios especiales. En el juicio
ordinario civil, cada uno de los actos del procedimiento probatorio tiene
señalado un momento procesal específico; un plazo común de diez días
contado a partir del día siguiente al de la notificación del auto que
manda abrir el juicio a prueba; un auto que resuelve sobre la admisibi-
lidad de las pruebas; un periodo variable para la preparación, que va
desde el auto de admisión hasta antes de la audiencia o de las audien-
cias, en las que se lleva a cabo el desahogo, ejecución o práctica de las
pruebas. En el juicio especial para algunas controversias familiares el
ofrecimiento se debe hacer desde la demanda y la contestación. En
88 HÉCTOR FIX-ZAMUDIO Y JOSÉ OVALLE FAVELA

el juicio de mínima cuantía todos los actos de procedimiento probatorio,


como casi todo el proceso, se concentran en una sola audiencia. En los
juicios ejecutivos —civil, hipotecario y de desahucio— el procedimiento
de prueba es el que se sigue en el juicio ordinario; pero sólo es reque-
rido en caso de oposición de excepciones y defensas por parte del de-
mandado.
En el Código de Comercio se concede un plazo para que se lleve a
cabo todo el procedimiento probatorio; como máximo, cuarenta días, en
el juicio ordinario y quince en el juicio ejecutivo (artículos 1383 y
1405), pudiendo el juez conceder un plazo extraordinario para el caso
de que las pruebas deban practicarse fuera del Distrito Federal, del estado
o de la República (artículos 1206 y 1207). El Código de Comercio tam-
bién establece que, una vez concluida la práctica de las pruebas, se
debe proceder a la publicación de probanzas (unión de los cuadernos de
las pruebas y relación que de éstas hace el secretario de acuerdos) (ar-
tículos 1386 y 1406).
En el proceso laboral regulado por la Ley Federal del Trabajo el pro-
cedimiento probatorio también varía de acuerdo con la clase de juicio.
En el juicio ordinario, el procedimiento probatorio se desarrolla en dos
audiencias; en la de conciliación, demanda y excepciones y ofrecimiento
y admisión de pruebas y en la audiencia de desahogo de pruebas. En el
juicio especial para los conflictos colectivos económicos el procedi-
miento probatorio se concentra en la segunda audiencia, aunque se
debe reconocer que los actos probatorios empiezan desde el nombramien-
to de los tres peritos que deben formular el dictamen. Y en el juicio
especial para las prestaciones de menor cuantía el procedimiento pro-
batorio se concentra, como todo el proceso, en la única audiencia del
juicio. En los tres juicios previstos en la Ley Federal de los Trabajadores
al Servicio del Estado el procedimiento se concentra en la audiencia de
pruebas.
En el proceso penal la actividad probatoria se diluye a lo largo de
todo el proceso, e incluso empieza desde la fase preliminar de averigua-
ción previa. Tal actividad no tiene, pues, los contornos precisos que se
le señalan en las otras ramas del enjuiciamiento. Sin embargo, conviene
advertir que en el Código de Procedimientos Penales del Distrito Fede-
ral sí se establecen plazos precisos para el procedimiento probatorio
durante el segundo periodo de la instrucción: en el procedimiento su-
mario se señalan diez días comunes contados desde el auto de filiación
del objeto del proceso para el ofrecimiento de pruebas, las cuales se
DERECHO PROCESAL 89

admiten en un auto y se practican en una audiencia; en el procedimiento


ordinario, se señalan quince días comunes para el ofrecimiento de prue-
bas, las cuales se admiten en un auto y se practican dentro del plazo de
treinta días, el cual puede ser ampliado hasta por diez días más (artícu-
los 307 y 314).
Tanto en el proceso regulado en el Código Fiscal de la Federación
como en el previsto en la Ley del Tribunal de lo Contencioso Adminis-
trativo del Distrito Federal, las pruebas se deben ofrecer en los escritos
de demanda y de contestación; deben ser admitidas o rechazadas en el
mismo auto en el que resuelve sobre dichos escritos, y han de practi-
carse en la audiencia correspondiente (artículos 208, fracción V, 213,
fracción V, 231, fracción I, y 232 del Código Fiscal de la Federación;
y 63 y 75 de la Ley del Tribunal de lo Contencioso Administrativo).
Por último, en el juicio de amparo indirecto o de doble instancia el
procedimiento probatorio se concentra en la denominada audiencia cons-
titucional, en la que se deben proponer, admitir y practicar los medios
de prueba, con excepción de la prueba documental —que puede ser
ofrecida con anterioridad— y de las pruebas testimonial y pericial —que
deben ser ofrecidas cuando menos cinco días antes de la audiencia cons-
titucional— (artículo 151 de la Ley de Amparo).
4. Medios de prueba
Cuatro son los sistemas que utilizan los ordenamientos procesales
mexicanos para determinar cuáles son los medios de prueba admisibles
en los respectivos procesos: a) En primer lugar, el que consiste en pre-
cisar en forma limitativa, los medios de prueba que la Ley reconoce,
como lo hacen el Código Federal de Procedimientos Civiles (artículo
92) y el Código de Comercio (artículo 1205); b) En segundo término,
el que consiste en enumerar en forma enunciativa algunos de los medios
de prueba admisibles y dejar abierta la posibilidad para que el juzgador
admita cualquier otro medio de prueba diferente de los enunciados,
como lo hacen la Ley Federal del Trabajo (artículo 776) y el Código
de Procedimientos Penales del Distrito Federal (artículo 135); c) En
tercer lugar, el que consiste en señalar que es admisible cualquier medio
de prueba, sin enunciarlos, pero excluyendo expresamente alguno de
ellos, como la confesión de las autoridades, tal como lo hacen el Códi-
go Fiscal de la Federación (artículo 230), la Ley del Tribunal de lo
Contencioso Administrativo del Distrito Federal (artículo 64) y la Ley
de Amparo (artículo 150); d) En fin, el sistema que se limita a señalar
90 HÉCTOR FIX-ZAMUDIO Y JOSÉ OVALLE FAVELA

que es admisible cualquier medio de prueba —sin hacer ninguna enun-


ciación ni exclusión— como ocurre en el Código de Procedimientos
Civiles del Distrito Federal (artículo 289) y en el Código Federal• de
Procedimientos Penales (artículo 206).
Con todo, tanto los ordenamientos que formulan la enumeración en
forma limitativa como los que lo hacen en forma meramente enunciativa,
coinciden generalmente en señalar los siguientes medios de prueba:
a) Confesión; b) Documentos (públicos y privados); c) Dictámenes
periciales; d) Inspección judicial; e) Declaraciones de terceros (testimo-
nios); f) Fotografías, copias fotostáticas, notas taquigráficas y, en general,
"todos los elementos aportados por los descubrimientos de la ciencia", y
g) "Presunciones". Cabe aclarar que el medio de prueba señalado en el
inciso 1) no se encuentra previsto por el Código de Comercio ni por
el Código de Procedimientos Penales del Distrito Federal. Por otro
lado, los ordenamientos procesales penales regulan, en forma específica,
algunas modalidades importantes de los medios de prueba, como son
el careo, el reconocimiento de objetos y la confrontación de personas
en relación con la prueba testimonial, y la reconstrucción de los he-
chos en relación con esta última prueba, la inspección judicial y los
dictámenes periciales.
Conviene apuntar, por último, que los códigos de procedimientos ci-
viles que siguen al anteproyecto de 1948 regulan un medio de prueba
diverso a los anteriores: el testimonio de las partes (artículos 279-281
de los Códigos de Sonora y Zacatecas, 258-260 del de Morelos y 272-
275 del de Baja California).
Con orígenes en los procesos civiles de Inglaterra, Austria y Alema-
nia, el testimonio de parte fue introducido en el anteproyecto de 1948
bajo la influencia del proyecto de Código de Procedimiento Civil ela-
borado por Couture en 1945. Su regulación, que implica la asimilación
de las declaraciones de las partes de los terceros, se ha limitado sólo a
los códigos mencionados, los cuales, por otra parte, no han excluido la
confesión.

5. Sistemas de apreciación probatoria

En los ordenamientos procesales mexicanos los sistemas de aprecia-


ción probatoria han sido acogidos de cuatro formas distintas, a saber:
a) En primer lugar, la mayor parte de los ordenamientos procesales
se han inclinado por el sistema mixto de valoración que combina la
prueba tasada con la libre apreciación, aunque regularmente con un
DERECHO PROCESAL 91
cierto predominio de la primera. Acogen el sistema mixto el Código
Federal de Procedimientos Civiles (artículos 197-218), el Código -de
Comercio (artículos 1287-1306), el Código de Procedimientos Penales
del Distrito Federal (artículos 246-261), el Código Federal de Procedi-
mientos Penales (artículos 279-290) y el Código de Justicia Militar
(artículos 603-615).
Entre estos ordenamientos hay diferencias, pues, por ejemplo, el Có-
digo de Procedimientos Penales del Distrito Federal tasa el valor pro-
batorio de casi todos los medios de prueba, en tanto que el Código
Federal de la misma materia deja a la libre apreciación del juzgador la
mayor parte de ellos y su artículo 285 les confiere el valor de meros
indicios, incluso a la confesión (con ciertas excepciones).
b) En una posición intermedia entre el sistema mixto y la libre apre-
ciación, el Código de Procedimientos Civiles (artículos 402-423) tasaba,
hasta 1986, algunos medios de prueba y dejaba a la libre apreciación
los demás; pero su artículo 424 permitía al juzgador, cuando se forma-
ra una convicción distinta a la que debía de obtener siguiendo las reglas
de la prueba tasada, apartarse de éstas y basarse exclusivamente en su
propia convicción, con el deber de motivar cuidadosamente su valora-
ción personal. La reforma de 1986 suprimió este sistema, y ahora el
Código de Procedimientos Civiles del Distrito Federal prevé un sistema
de libre apreciación razonada, al que nos referiremos en el siguiente
inciso. Sigue la solución de transición el artículo 234 del Código Fiscal
de la Federación, cuya fracción II reproduce el contenido del anterior
artículo 424 del Código de Procedimientos Civiles del Distrito Federal.
c) Otros ordenamientos establecen abiertamente el sistema de la libre
apreciación, que en México, por el contenido del artículo 16 constitu-
cional, implica siempre el deber de motivar la valoración de cada uno
de los medios de prueba. Siguen el sistema de la libre apreciación, el
Código de Procedimientos Civiles del Distrito Federal (artículos 402 y
403, que excluye de la liberación a los documentos públicos); la Ley
Federal del Trabajo (artículo 841); la Ley Federal de los Trabajadores
al Servicio del Estado (artículo 137), y el título especial para la justicia
de paz del Código de Procedimientos Civiles para el Distrito Federal
(artículo 21). La Ley del Tribunal de lo Contencioso Administrativo
del Distrito Federal (artículo 79, fracción I) también acoge el sistema de
libre apreciación; pero excluye expresamente de éste a los documentos
públicos y a la inspección judicial.
92 HÉCTOR FIX-ZAMUDIO Y JOSÉ OVALLE FAVELA

d) Por último, para la valoración de las pruebas por el jurado popu-


lar en los juicios de su competencia, el Código Federal de Procedimien-
tos Penales (artículos 320, 336 y 339) prevé el sistema de la íntima
convicción, que permite también la libre apreciación, pero sin el deber
de motivarla. Los jurados sólo responden el interrogatorio que sobre los
hechos objeto del proceso les formula el juez, en funciones de presidente
de debates, y se limitan a responder votando afirmativa o negativamente
cada una de las preguntas del interrogatorio, sin que se les exija que
motiven sus respuestas.

RESOLUCIONES JUDICIALES

1. En el ordenamiento procesal mexicano se han elaborado varios


criterios para clasificar a las resoluciones judiciales, si bien las diferen-
cias entre dichas denominaciones son de detalle ya que existe una
coincidencia esencial en los diversos códigos procesales.
Así, podemos observar que la enumeración más elaborada es la con-
signada en el Código de Procedimientos Civiles del Distrito Federal (y
aquellos que siguen su modelo en varias entidades federativas), ya que
el artículo 79 del referido ordenamiento consigna seis categorías dife-
rentes: decretos, autos provisionales, autos definitivos, autos prepara-
torios, sentencias interlocutorias y sentencias definitivas, en tanto que
la clasificación más escueta es la regulada por el Código Federal de Pro-
cedimientos Penales, que sólo considera a los autos y a las sentencias.
En los restantes códigos procesales predomina una clasificación tri-
partita: a) Decretos, como simples determinaciones de trámite; b) Autos,
cuando deciden cualquier punto de proceso, y c) Sentencias, cuando
resuelven el fondo del negocio, y en esta dirección podemos señalar los
artículos 220 del Código Federal de Procedimientos Civiles; 71 del Có-
digo de Procedimientos Perales del Distrito Federal, y 837 de la Ley
Federal del Trabajo, aun cuando este último ordenamiento sigue una
terminología diferente, en cuanto denomina a estas tres categorías:
acuerdos, autos incidentales o resoluciones interlocutorias, y laudos.
2. En relación con las diversas categorías de resoluciones judiciales,
es preciso destacar que la doctrina y la jurisprudencia, apoyándose en el
criterio de los artículos 79, fracción V, del Código de Procedimientos
Civiles del Distrito Federal, y 1323 del Código de Comercio, utilizan
con frecuencia la denominación de sentencias interlocutorias para de-
signar a las resoluciones judiciales que ponen fin a una cuestión inci-
DERECHO PROCESAL 93

dental o deciden un presupuesto de la validez del proceso, que impide


la continuación del mismo; pero desde nuestro punto de vista, esta
denominación no corresponde a una concepción moderna de las propias
resoluciones judiciales, ya que provoca confusión en la terminología,
por lo que consideramos preferible el sistema tripartito señalado ante-
riormente, utilizando el nombre de autos para designar a estas provi-
dencias y dejando el de sentencia para las que resuelvan el fondo de la
controversia.
3. Las resoluciones más importantes son las sentencias, entendiendo
como tales de manera exclusiva, como se señaló en el párrafo anterior,
a las que deciden el fondo del asunto, y si bien en materia laboral tanto
ordinaria como la relativa a la de los trabajadores al servicio de los
poderes federales y del Distrito Federal, se utiliza la denominación de
laudo (artículo 837, fracción III, de la Ley Federal del Trabajo y 146
de la Ley Federal de los Trabajadores al Servicio del Estado), este
nombre se deriva de la idea original de las juntas de conciliación y
arbitraje como organismos diversos de los jurisdiccionales; pero ya no
responde a la realidad actual, en la cual dichas juntas funcionan como
verdaderos tribunales —e inclusive el organismo que decide las contro-
versias de los trabajadores públicos con los organismos respectivos reci-
be el nombre de Tribunal Federal de Conciliación y Arbitraje, como
se señaló anteriormente—, por lo que las citadas resoluciones deben
considerarse como verdaderas y propias sentencias, y por ello se asi-
milan a las restantes de carácter judicial para efectos de interposición
del juicio de amparo, como se expresará en su oportunidad.
A. En relación con las sentencias judiciales en los ordenamientos
procesales mexicanos, es necesario distinguir varias categorías de acuerdo
con diversos criterios, entre los cuales destacamos los relativos a sus
efectos y autoridad.
a) En primer término es posible señalar que en nuestro sistema pro-
cesal se configuran las tres categorías de sentencias señaladas por la
doctrina científica del proceso, si bien no son contempladas expresamente
por los códigos respectivos, es decir, las llamadas sentencias puramen-
te declarativas, de condena y constitutivas, entendiendo por las prime-
ras aquellas que clarifican el derecho o la situación jurídica controver-
tida; las segundas señalan la conducta que debe seguir el demandado
—o el acusado en el proceso penal— con motivo del fallo, y finalmente
las terceras, que predominan en las cuestiones familiares y del estado
civil, fijan nuevas situaciones jurídicas respecto de la situación anterior,
94 HÉCTOR FIX-ZAMUDIO Y JOSÉ OVALLE FAVELA

y en esta misma dirección podemos señalar a los llamados laudos pro-


nunciados en los conflictos colectivos laborales calificados como eco-
nómicos y que corresponden al concepto de sentencia colectiva en ma-
teria de trabajo (artículo 919 de la Ley Federal del Trabajo).
b) Por lo que respecta a la autoridad de los fallos, en el derecho
procesal mexicano es posible distinguir dos categorías: la llamada sen-
tencia definitiva, que es aquella que decide la controversia en cuanto al
fondo, pero admite todavía medios de impugnación a través de los
cuales las partes inconformes pueden lograr su modificación, revocación
o anulación, y en este sentido podemos citar lo dispuesto por el artículo
46 de la Ley de Amparo, de acuerdo con el cual, se entiende por
sentencia definitiva la que decida el juicio en lo principal y respecto de
la cual las disposiciones procesales relativas no concedan ningún recur-
so ordinario (ni extraordinario) a través del cual pueda ser modifica-
da o revocada.
En las reformas a la legislación de amparo que entraron en vigor el
15 de enero de 1988, se adicionó el precepto mencionado en el párrafo
anterior para establecer la equiparación de las sentencias para efectos
del amparo de una sola instancia, a las resoluciones que ponen fin al
juicio, y que sin decidir el proceso en cuanto al fondo, lo dan por con-
cluido, y respecto a las cuales las leyes ordinarias no concedan recurso
o medio de defensa.
Por el contrario, no encontramos definido con precisión el concepto
de la sentencia firme, es decir, aquella que ya no admite ningún medio de
impugnación y que por lo mismo ha adquirido la autoridad de cosa
juzgada, ya que la terminología de los diversos códigos procesales es
imprecisa, pues generalmente se utilizan expresiones equívocas, como la
declaración de ejecutoriedad de la sentencia o la denominación de "sen-
tencias ejecutoriadas o ejecutorias", no obstante que esta calificación
puede prestarse a errores, ya que no todos los fallos firmes pueden ser
objeto de ejecución material, que únicamente corresponde a los que
establecen una condena.
B. En cuanto a la sentencia como un documento judicial, las dispo-
siciones procesales respectivas señalan varios requisitos tanto de forma
como de fondo.
a) La mayor parte de los códigos procesales mexicanos, no obstante
que disponen que las sentencias y los llamados laudos no se sujetarán
a formalidades especiales, sin embargo señalan el contenido formal de
las mismas que separan en tres partes, es decir, la relación de los hechos
DERECHO PROCESAL 95

de la controversia; las consideraciones y fundamentos legales, y final-


mente, los puntos resolutivos, que corresponden a los tres aspectos tra-
dicionales de resultandos, considerandos y puntos resolutivos (artículos
222 del Código Federal de Procedimientos Civiles; 77 de la Ley de
Amparo; 840 de la Ley Federal del Trabajo; 72 del Código Federal
de Procedimientos Penales del Distrito Federal; 95 del Código Fede-
ral de Procedimientos Penales; 237 del Código Fiscal de la Federación;
79 de la Ley del Tribunal de lo Contencioso Administrativo del Distrito
Federal).
b) En cuanto a los requisitos de fondo, también de manera mayori-
taria, los códigos procesales señalan que las sentencias deben ser cla-
ras, precisas y congruentes, y que deben resolver todos los aspectos
planteados en el proceso respectivo (artículos 81, del Código de Proce-
dimientos Civiles del Distrito Federal; 1235 del Código de Comercio y
842 de la Ley Federal del Trabajo).
C. Conviene ahora examinar brevemente varias instituciones consig-
nadas en los códigos procesales mexicanos en relación con las sen-
tencias judiciales, y que asumen matices peculiares en nuestro ordena-
miento: los votos de disidencia o particulares; la discusión pública de la
sentencia en la Suprema Corte de Justicia; la jurisprudencia obligatoria,
y, finalmente, la llamada suplencia de la queja.
a) Por lo que se refiere a los votos de disidencia o particulares, como
es sabido, no son reconocidos en todos los ordenamientos procesales, si
se toma en consideración que en los de carácter europeo continental,
predomina cl criterio de la cámara de consejo, que no permite conocer
las opiniones específicas de los integrantes de los tribunales colegiados,
si bien empieza a abrirse paso la posibilidad de la publicación de las
opiniones minoritarias, las que, por el contrario, constituyen la regla
en los sistemas angloamericanos.
Si bien no todos los códigos procesales la regulan expresamente, cons-
tituye una práctica regular de los tribunales colegiados mexicanos la
publicación de los votos minoritarios, disidentes o particulares, y como
ejemplo podemos citar la disposición del segundo párrafo del artículo
186 de la Ley de Amparo, de acuerdo con el cual, cuando un ministro
de la Suprema Corte no estuviere conforme con el sentido de la reso-
lución, podrá formular su voto particular, expresando los fundamentos
del mismo y la resolución que estime debió dictarse.
b) Un aspecto peculiar de nuestro ordenamiento procesal es la ins-
titución de la discusión pública de la sentencia, que se ha establecido
96 HÉCTOR FIX-ZAMUDIO Y JOSÉ OVALLE FAVELA

exclusivamente para los fallos pronunciados por el pleno y las salas de


la Suprema Corte de Justicia, en los términos de los artículos 186, pri-
mer párrafo, de la Ley de Amparo y 49, 10, 19 y 20, de la Ley Orgánica
del Poder Judicial de la Federación, ya que de acuerdo con este proce-
dimiento, en la audiencia pública correspondiente no pueden intervenir
las partes o sus representantes, sino exclusivamente los magistrados del
máximo tribunal para discutir públicamente el fallo y emitir la votación
respectiva, también en público.
Por lo contrario, el artículo 184, fracción II, de la misma Ley de
Amparo establece que las resoluciones dictadas por los magistrados
de los tribunales colegiados de circuito deben pronunciarse sin discusión
pública.
c) Un aspecto importante que se relaciona con las sentencias firmes
pronunciadas por varias categorías de tribunales mexicanos, especial-
mente los de mayor jerarquía, es la posibilidad de que los criterios esia-
Mecidos en dichos fallos puedan formar lo que se ha llamado juris-
prudencia obligatoria, que puede considerarse como una institución
peculiar, si bien guarda cierta similitud con el principio del stare decisis,
o autoridad de los precedentes, establecido en el derecho angloamericano.
Ampliando lo que expresamos en relación con la jurisprudencia ju-
dicial como fuente del ordenamiento procesal, podemos señalar que la
llamada jurisprudencia obligatoria surgió primeramente en la legislación
de amparo y sólo por virtud de las sentencias firmes de la Suprerna
Corte de Justicia, es decir, si la tesis respectiva es sustentada por cinco
resoluciones no interrumpidas por otra en contrario, y si son aprobadas
cuando son pronunciadas por el Tribunal en Pleno, por lo menos por
catorce votos, y por cuatro votos si se trata de fallos de las salas de la
misma Suprema Corte (artículos 192 y 193 de la Ley de Amparo), ins-
titución limitada hasta 1968 a la interpretación de la Constitución, leyes
federales y tratados internacionales.
Sin embargo, en las reformas constitucionales y legales que entraron
en vigor en el mes de octubre de 1968, se amplió considerablemente la
esfera de la propia jurisprudencia obligatoria en el texto del artículo
94 de la carta federal, reglamentado por los artículos 192 a 197.B, en
su redacción actual de la propia Ley de Amparo, y 103 de la Ley Or-
gánica del Poder Judicial de la Federación; de manera que según las
disposiciones vigentes, la propia jurisprudencia obligatoria puede esta-
blecerse tanto por la Suprema Corte de Justicia, como por los tribunales
colegiados de circuito, en estos últimos siempre que la tesis sea apro-
DERECHO PROCESAL 97
bada por los tres magistrados que los integran; pero extendiéndose a
todos los asuntos de competencia de dichos organismos judiciales fede-
rales y abarcando también la interpretación de las leyes y reglamentos
de las entidades federativas.
El principio de la jurisprudencia obligatoria establecida en las sen-
tencias judiciales ha trascendido de los citados tribunales judiciales, y
en la actualidad, también puede establecerse por el Tribunal Fiscal de
la Federación, por el Tribunal de lo Contencioso Administrativo del Dis-
trito Federal y por las juntas de conciliación y arbitraje siguiendo el
ejemplo de la legislación de amparo, pero con algunos matices.
a') El Código Fiscal de 1983 ha establecido un capítulo especial (XII),
para regular la jurisprudencia del Tribunal Fiscal de la Federación. En
primer término dispone que las tesis contenidas en las sentencias dicta-
das por las salas regionales en los asuntos de su competencia, servirán
de precedente para las salas que las hubiesen dictado, así como para
las otras que decidan casos iguales, siempre que esas tesis hubiesen sido
publicadas en la Revista del propio Tribunal. Al respecto, la Sala Re-
gional debe aprobar la tesis de jurisprudencia que constituye el prece-
dente, la síntesis, el rubro y su numeración, hecho lo cual, la publicación
será ordenada por la Sala Superior (artículo 239 del Código Fiscal
Federal).
Las salas pueden apartarse de los precedentes y sustentar un criterio
diverso, pero deben expresar en la sentencia las razones que tuvieron
para dejar de aplicarlos, y además, enviarán copia de esta resolución
a la Sala Superior para que determine la tesis que debe prevalecer.
Las contradicciones entre las tesis de las diversas salas regionales
pueden ser denunciadas ante la Sala Superior por cualquiera de los
magistrados del tribunal, por la Secretaría de Hacienda y por las partes
en los juicios en que tales tesis se sustenten. La Sala Superior deter-
minará la tesis que debe prevalecer con carácter obligatorio, pero sin
afectar las resoluciones dictadas en dichos juicios (artículo 260).
Por otra parte, la Sala Superior también puede establecer jurispruden-
cia obligatoria en los asuntos de su competencia, pero entonces se re-
quieren tres resoluciones no interrumpidas por otra en contrario.
En todo caso, la jurisprudencia obligatoria establecida por la Sala
Superior respecto de los precedentes de las salas regionales y en sus
propios asuntos, debe apegarse a la que, en su caso, hayan formado los
tribunales del Poder Judicial Federal (artículo 261).
98 HÉCTOR FIX-ZAMUDIO Y JOSÉ OVALLE FAVELA

La citada jurisprudencia obligatoria de la Sala Superior puede ser


modificada por la misma a solicitud de los magistrados de dicha Sala
o a petición de las salas regionales, cuando se expresen razones que lo
justifiquen (artículo 261).
b') La Ley del Tribunal de lo Contencioso Administrativo dedica su
título cuarto a la jurisprudencia, la que sólo puede ser establecida con
carácter obligatorio por su Sala Superior.
En efecto, el artículo 88 de dicho ordenamiento dispone que las
sentencias de la citada Sala Superior constituirán jurisprudencia que
será obligatoria para ella y las demás salas del Tribunal, siempre que lo
resuelto en ellas se sustente en cinco resoluciones no interrumpidas por
otra en contrario y que hayan sido aprobadas por el voto de cuatro
magistrados en el mismo sentido.
De acuerdo con el modelo de la Ley de Amparo, la citada Ley dispo-
ne que la citada jurisprudencia puede interrumpirse o modificarse, en el
primer supuesto debe aprobarse el criterio diverso cuando menos por
cuatro magistrados y deberán expresarse las razones que se tuvieron
para apartarse de la tesis obligatoria.
Para modificar la jurisprudencia se deben reunir las mismas condi-
ciones que se exigen para su formación (artículos 89-90).
De acuerdo con el artículo 93, los magistrados, las autoridades o
cualquier particular pueden denunciar ante la Sala Superior la contradic-
ción entre las resoluciones sustentadas por las salas ordinarias y por
la misma Superior. Esta última debe decidir si efectivamente existe la
contradicción y el criterio que debe prevalecer como jurisprudencia
obligatoria.
c") Tanto las juntas centrales como la Federal de Conciliación y Ar-
bitraje pueden establecer jurisprudencia obligatoria, que la Ley Federal
del Trabajo denomina indebidamente en sus artículos 615 y 623, "cri-
terios de resolución", los que se imponen a las juntas especiales res-
pectivas.
El citado ordenamiento legal regula procedimientos específicos, tanto
para formar como para modificar los mencionados "criterios de reso-
lución", de acuerdo con los cuales, el pleno de los citados tribunales
debe reunirse en una sesión especial con la presencia de las dos terceras
partes del total de los miembros, por lo menos, y en la propia sesión
los presidentes de las juntas especiales deben ser citados con voz in-
formativa.
DERECHO PROCESAL 99

Las decisiones del pleno deben aprobarse, como mínimo, por el cin-
cuenta por ciento del total de los miembros que lo integran, y además
dichas resoluciones podrán revisarse en cualquier tiempo a solicitud de
los representantes de los trabajadores o de los empresarios, del cincuenta
y uno por ciento de los presidentes de las juntas especiales o del presi-
dente general de la junta correspondiente.
Para terminar esta sección, haremos una breve referencia a la insti-
tución calificada como suplencia de la queja deficiente, la que tuvo su
origen en el juicio de amparo, pero que se ha4 extendido de manera
paulatina con matices a otros ordenamientos procesales.
En esencia, dicha institución consiste en la facultad o inclusive en la
obligación que se confiere al juzgador para corregir los errores o defi-
ciencias en que puede incurrir la parte débil en el proceso por falta
de asesoramiento, especialmente en la demanda o en las instancias del
procedimiento, pero que puede extenderse al material probatorio.
a") Dicha suplencia fue introducida en la Constitución de 1917 sólo
en provecho del acusado en materia penal, cuando el mismo hubiese in-
terpuesto el juicio de amparo ante la Suprema Corte de Justicia (artícu-
lo 107, fracción II, del texto original de la misma carta federal), pero
en las reformas a la legislación de amparo que entraron en vigor en
mayo de 1951, dicha suplencia se amplió a todos los jueces de amparo
y abarcó también a la materia laboral en beneficio del trabajador, y
tratándose de actos apoyados en disposiciones legales que la jurispruden-
cia obligatoria de la Suprema Corte hubiese declarado inconstitucionales
(artículos 107, fracción II, de la Constitución federal y 76 de la Ley de
Amparo).
En los tres supuestos mencionados, es decir, en materias penal, la-
boral y tratándose de leyes inconstitucionales según la jurisprudencia
obligatoria de la Suprema Corte de Justicia, la suplencia de la queja
constituía una facultad del juez del amparo y no tenía entonces carácter
obligatorio para el mismo.
Un desarrollo considerable de la institución se debió a una nueva
reforma constitucional en octubre de 1962, al artículo 107, fracción II,
de la carta fundamental, reglamentada por la modificación a la Ley de
Amparo de 5 de febrero de 1963, que introdujo como una protección
obligatoria, la suplencia de la queja en beneficio de los campesinos
sujetos al régimen de la reforma agraria, es decir, de los ejidatarios,
comuneros y los respectivos núcleos de población tratándose de los
derechos colectivos agrarios.
100 HÉCTOR FIX-ZAMUDIO Y JOSÉ OVALLE FAVELA

Se estimaron tan importantes las disposiciones tutelares de este sector


social, sobre varios aspectos procesales, además de la mencionada su-
plencia, que se modificó nuevamente la mencionada Ley de Amparo el
28 de mayo de 1976 para dividir dicho ordenamiento en dos libros, que
antes no existían, el primero para el amparo en general y el segundo
en materia agraria, en realidad sólo al utilizado por los referidos cam-
pesinos sujetos a la reforma agraria, y que por lo mismo ha recibido el
nombre de "amparo agrario ejidal o comunal" o "amparo social agrario".
En la reforma del 39 de octubre de 1974 se amplió la suplencia de
la queja, también con carácter obligatorio, en relación con los juicios
de amparo solicitados por menores o incapacitados.
Todo este desarrollo culminó con la modificación a la fracción II
del artículo 107 de la Constitución federal por decreto legislativo pro-
mulgado el 20 de marzo de 1986, la que fue reglamentada por la
reforma a la Ley de Amparo promulgada el 17 de abril y publicada
el 20 de mayo del mismo año de 1986. En esta última se adicionó dicho
ordenamiento con el artículo 76 bis, en el que, además de precisarse
la citada suplencia de la queja en los juicios de amparo anteriormente
mencionados, se extendió dicho instrumento a otras materias cuando
se advierta que ha habido en contra del promovente o del particular
recurrente una violación manifiesta de la ley que lo hubiese dejado sin
defensa.
En la actualidad podemos dividir la suplencia de la queja en dos
categorías, es decir, en todas las otras materias, por una parte, y en un
segundo sector, con caracteres más amplios, en el amparo social agrario.
Por lo que se refiere al primer aspecto, el texto vigente del artículo
76 bis de la Ley de Amparo establece como lineamientos generales, que
la suplencia de la queja es siempre obligatoria para el juez del amparo
y respecto de los errores o defectos de los conceptos de violación ex-
presados en la demanda, así como en los recursos que el mismo ordena-
miento establece.
Dicha institución debe aplicarse en cualquier materia cuando el acto
reclamado se funde en leyes declaradas inconstitucionales por la juris-
prudencia de la Suprema Corte (fracción I); en el amparo penal la citada
suplencia es procedente inclusive en ausencia de conceptos de violac'ón
o de agravios del procesado (fracción II); en asuntos laborales dicho
instrumento sólo se aplica en favor del trabajador (fracción IV); la su-
plencia también opera en beneficio de los menores de edad o incapaces
(fracción V), y finalmente, como se había señalado, en otras materias,
DERECHO PROCESAL 101

cuando el juzgador advierta que ha habido en contra del quejoso o del


particular recurrente, una violación manifiesta de la ley que lo hubiese
dejado sin defensa, lo que significa que se ha superado la tradicional
exclusión de este instrumento tutelar respecto de los amparos civiles y
administrativos (fracción VI).
El segundo sector está constituido por la suplencia establecida en
beneficio de los campesinos sujetos al régimen de la reforma agraria, que
no sólo comprende las correcciones de los defectos de la demanda, y de
otras instancias de dichos campesinos, sino también abarca la aportación
de oficio de las pruebas que el juez considere necesarias para deter-
minar la veracidad de los hechos alegados (artículos 76 bis, fracción III,
y 225 de la Ley de Amparo).
Nos referimos en forma especial a la suplencia de la queja en materia
social agraria, por ser la más amplia en cuanto a las facultades y obli-
gaciones del juzgador.
Al respecto podemos destacar que el artículo 227 de la Ley de Am-
paro establece que la suplencia de la queja debe aplicarse a las expo-
siciones, comparecencias y alegatos formulados por los citados campe-
sinos, sea como quejosos o como terceros interesados.
En materia probatoria, los artículos 225 y 226 de la citada Ley de
Amparo consagran no sólo la facultad sino también la obligación del juez
del amparo para recabar de oficio, además de las pruebas que aporten
las partes (las autoridades agrarias deben enviar toda la documentación
que poseen relacionada con la controversia, según los artículos 223 y
224 del propio ordenamiento), aquellos elementos de convicción que
puedan beneficiar a los referidos campesinos, y además, decretar las dili-
gencias que estime necesarias para precisar los derechos agrarios de los
núcleos de población, o de los ejidatarios o comuneros, así como la
naturaleza y los efectos de los actos reclamados.
Un precepto que debe destacarse es el contenido en el citado artículo
225 de la Ley de Amparo, en cuanto dispone que el juez o tribunal del
amparo debe resolver sobre la inconstitucionalidad (que en la mayoría
de los casos es sólo ilegalidad) de los actos reclamados, tal como se
hayan probado, aun cuando sean distintos de los invocados en la de-
manda, si ello beneficia a los campesinos sujetos al régimen de la reforma
agraria, lo que constituye una excepción a la regla contenida en el ar-
tículo 78 de la misma Ley de Amparo, según el cual, en las sentencias
que se dicten en los juicios de amparo, el acto reclamado se apreciará
tal como aparezca probado ante las autoridades demandadas, y no se
102 HÉCTOR FIX-ZAMUDIO Y JOSÉ OVALLE FAVELA

tomarán en consideración las pruebas que no se hubieren rendido ante


dichas autoridades para comprobar los hechos que motivaron o fueron
objeto de la resolución impugnada.
Sin embargo, este último precepto establece una segunda excepción
en beneficio de los menores o incapaces, respecto de los cuales también
procede la suplencia de la queja, como se ha señalado con anterioridad,
pues en ese supuesto el juez podrá aportar de oficio las pruebas que
estime pertinentes.
Todo lo anterior significa que en el juicio de amparo se ha desarro-
llado de manera amplia el principio de jura novit curia de acuerdo con
el cual, el juez conoce el derecho y debe aplicarlo aun cuando las partes
no lo invoquen correctamente, ya que este principio es el género al cual
corresponde la llamada suplencia de la queja, que de manera paulatina
se ha ampliado a todas las materias, aun cuando con diversos matices.
b") Pero además del derecho de amparo, la suplencia de la queja
también tiene aplicación, si bien de manera menos precisa, en el proceso
penal federal, en el contencioso administrativo del Distrito Federal, y en
beneficio del trabajador en el proceso laboral.
En efecto, el artículo 364 del Código Federal de Procedimientos
Penales establece que el tribunal de apelación ( Unitario de Circuito)
podrá suplir la deficiencia de los agravios cuando el recurrente sea el
procesado, o siéndolo el defensor, se advierta que por torpeza no los
hizo valer debidamente.
En la parte relativa del artículo 79, fracción I, de la Ley del Tribunal
de lo Contencioso Administrativo del Distrito Federal, se dispone que
"Las salas deberán, al pronunciar sentencia, suplir las deficiencias de la
demanda, con excepción de los asuntos de competencia fiscal, pero en
todo caso se contraerán a los puntos de la litis planteada".
Por su parte, los artículos 685 y 873 de la Ley Federal del Trabajo
establecen que cuando la demanda del trabajador sea incompleta en
cuanto no comprenda todas las prestaciones que de acuerdo con el citado
ordenamiento deriven de la instancia presentada o procedente, conforme
a los hechos expuestos por el mismo trabajador, la Junta subsanará esos
defectos al admitir la propia demanda, y además, cuando la mencionada
Junta advierta que existe irregularidad en el escrito de demanda o que
se estuvieren exigiendo pretensiones contradictorias, al admitir dicha
demanda debe señalar los defectos u omisiones en que hubiese incu-
rrido el trabajador y lo prevendrá para que los subsane en un plazo de
tres días.
DERECHO PROCESAL 103

VIII. MEDIOS DE IMPUGNACIÓN

Es bastante complicado trazar una visión panorámica de los medios


de impugnación en el ordenamiento procesal mexicano, ya que consti-
tuye uno de los sectores más complicados del derecho procesal, por lo
que haremos el intento de describir en la forma más esquemática posi-
ble a dichos instrumentos jurídicos, tomando en cuenta que, además
de todo lo anterior, nuestros códigos adolecen de falta de precisión en
la terminología, lo que hace todavía más difícil el resumen.
Debemos partir de la idea elaborada por la doctrina procesal, en el
sentido de que los medios de impugnación configuran los instrumentos
jurídicos consagrados por las leyes procesales para corregir, modificar,
revocar o anular los actos y las resoluciones judiciales, cuando adolecen
de deficiencias, errores, ilegalidad o injusticia, por lo que este concepto
abarca una amplia gama de posibilidades que es necesario separar en
varias categorías para intentar su análisis.
Por ello, sin adentramos en los diversos planteamientos doctrinales,
tomaremos en consideración la clasificación de los medios de impugna-
ción en tres sectores, estimados de manera flexible y que se han deno-
minado: remedios procesales, recursos y procesos impugnativos.
1. Entendemos como remedios procesales los instrumentos que pre-
tenden la corrección de los actos y resoluciones judiciales, ante el mismo
juez que los ha dictado; pero tomando en consideración que en algunos
supuestos resulta difícil trazar una frontera claramente delimitada entre
dichos remedios y algunos recursos procesales. Entre los consagrados en
nuestros códigos procesales podemos señalar la aclaración de sentencia
y la revocación.
A. La aclaración de sentencia no se encuentra regulada expresamente
en la mayoría de los códigos procesales mexicanos; pero constituye una
práctica constante en nuestros tribunales, los cuales admiten la posibi-
lidad de corregir, a petición de parte y excepcionalmente de oficio, los
defectos notorios de carácter formal de que adolecen las resoluciones
judiciales, siempre que no se altere su sentido fundamental.
Existen, sin embargo, varias disposiciones legales que consagran esta
institución, a través de la instancia de la parte afectada, en la cual, pre-
sentada dentro de un breve plazo, generalmente tres días, se debe señalar
con toda claridad la contradicción, ambigüedad u obscuridad del fallo,
cuyo sentido no puede variarse, de acuerdo con lo dispuesto por los
artículos 84 del Código de Procedimientos Civiles del Distrito Federal;
104 HÉCTOR FIX-ZAMUDIO Y JOSÉ OVALLE FAVELA

223 del Código Federal de Procedimientos Civiles, 847 de la Ley Federal


de Trabajo, así como por los artículos 351 y 359 del Código Federal de
Procedimientos Penales.
B. En segundo término debe considerarse la llamada revocación, es-
timada como la impugnación que la parte afectada puede plantear ante
el mismo juez o tribunal que dictó la resolución procedimental cuando
ésta no puede ser combatida a través de un recurso, con el propósito
de lograr su modificación o sustitución. Así lo disponen los artículos
227-230 del Código Federal de Procedimientos Civiles; 412 y 413 del
Código de Procedimientos Penales del Distrito Federal; 361-362 del Có-
digo Federal de Procedimientos Penales, y los artículos 684 y 685 del
Código de Procedimientos Civiles del Distrito Federal, el cual, además,
califica como reposición el citado instrumento cuando se hace valer
contra resoluciones del Tribunal Superior de Justicia del propio Distrito.
Se puede considerar también dentro de la categoría de los remedios
procesales, pero únicamente para la materia fiscal federal, a la llamada
excitativa de justicia regulada por los artículos 240 y 241 del Código
Fiscal de la Federación, ya que no tiene la naturaleza de un verdadero
recurso y más bien la podríamos estimar como una queja o reclamación
por retardo en el pronunciamiento o en la votación de las resoluciones
respectivas.
En efecto, de acuerdo con los citados preceptos, las partes en un pro-
ceso que se tramite ante una de las salas regionales del Tribunal Fiscal
de la Federación, pueden presentar la citada excitativa ante la Sala
Superior del propio Tribunal cuando los magistrados no elaboren los
proyectos de sentencia o no formulen su voto en los plazos señalados
por el mencionado Código Fiscal. El presidente del Tribunal debe soli-
citar informe al magistrado que corresponda y dará cuenta a la Sala
Superior para que si encuentra fundada la reclamación otorgue un plazo
que no exceda de quince días para que el magistrado formule el pro-
yecto o emita su voto y si no lo hace en ese plazo adicional, la Sala
Superior debe designar a un magistrado que lo sustituya.
En el supuesto de que la excitativa se promueva por no haberse dic-
tado sentencia, a pesar de existir el proyecto del magistrado instructor, el
informe respectivo se pedirá al presidente de la Sala Regional que co-
rresponda, para que lo rinda en un plazo de tres días y se dará cuenta
a la Sala Superior, la que en caso de considerar fundada la excitativa,
concederá un plazo a la Sala Regional para que pronuncie sentencia, y
si no lo hace, se podrá sustituir a los magistrados renuentes. Cuando un
DERECHO PROCESAL 105

magistrado hubiera sido sustituido en dos ocasiones incurre en respon-


sabilidad.
2. El sector más importante de los medios de impugnación está cons-
tituido por los recursos, es decir, por los instrumentos que se pueden
interponer dentro del mismo procedimiento generalmente ante un órgano
judicial superior, por violaciones cometidas tanto en el mismo proce-
dimiento como en las resoluciones judiciales respectivas.
Para lograr la sistematización de una materia excesivamente compleja,
resulta conveniente utilizar la clasificación elaborada por la doctrina
más autorizada, la que divide a los recursos procesales en tres cate-
gorías: ordinarios, extraordinarios y excepcionales.
A. El recurso ordinario por antonomasia y que posee prácticamente
carácter universal, es el de apelación, a través del cual, a petición de la
parte agraviada por una resolución judicial, el tribunal de segundo
grado, generalmente colegiado, examina todo el material del proceso,
tanto fáctico como jurídico, así como las violaciones tanto del procedi-
miento como de fondo, y como resultado de esta revisión, confirma, mo-
difica o revoca la resolución impugnada, sustituyéndose al juez de
primera instancia, o bien ordena la reposición del procedimiento, cuando
existen motivos graves de nulidad del mismo.
Podemos dividir el examen forzosamente superficial de la apelación en
los códigos procesales mexicanos, en dos sectores que siguen principios
similares cada uno de ellos, es decir, en la materia civil, y mercantil
por una parte, y penal por la otra, tomando en consideración que, en
principio, los procesos fiscal, administrativo y laboral son de un solo
grado, salvo algunas modalidades que mencionaremos brevemente.
a) De acuerdo con lo establecido por los Códigos modelos, de Proce-
dimientos Civiles del Distrito Federal, Código Federal de Procedimientos
Civiles, y por el Código de Comercio, se sigue esencialmente el sistema
de la apelación española, tomada de la Ley de Enjuiciamiento Civil de
1881, con algunos matices.
En efecto, el citado recurso procede en términos generales contra
sentencias definitivas y contra autos que decidan un aspecto esencial
del procedimiento, estableciéndose una enumeración muy variable para
los segundos en cada uno de estos ordenamientos
La apelación puede interponerse de manera exclusiva por la parte
agraviada; pero el artículo 689 del Código del Distrito hace referencia
también a los demás interesados a quienes perjudique la resolución com-
batida, precepto que ha sido interpretado por la jurisprudencia de la
106 HÉCTOR FIX-ZAMUDIO Y JOSÉ OVALLE FAVELA

Suprema Corte de Justicia en el sentido de que los terceros extraños


no están obligados a agotar recursos ordinarios o medios legales de de-
fensa antes de acudir al amparo (tesis 1294, p. 2097, Salas y tesis
comunes, volumen V, del Semanario Judicial de la Federación publi-
cado en 1988).
Por otra parte, tanto el citado Código del Distrito (artículo 689, se-
gundo párrafo), como el Código de Comerico (artículo 1337, fracción
II), disponen que la parte que obtuvo sentencia favorable también puede
interponer apelación cuando no obtuvo la restitución de frutos, la indem-
nización de perjuicios o el pago de costas.
Debe señalarse que el mencionado Código del Distrito, al cual debe
considerarse anacrónico en este aspecto, regula la llamada apelación
adhesiva, la que según el artículo 690 de dicho ordenamiento, puede
ser interpuesta por la parte que venció en el momento de notificárselo
la admisión de la apelación principal o dentro de las veinticuatro horas
siguientes, en la inteligencia de que la adhesiva sigue la suerte de la
principal.
Si bien los mencionados códigos han establecido una summa grava-
minis, la misma ha perdido totalmente su carácter limitativo en virtud
de la devaluación de la moneda, si se toma en consideración que los
Códigos del Distrito y de Comercio la fijan en cinco mil pesos (artículos
426, fracción I y 1340, respectivamente), y sólo mil pesos en el Código
Federal (artículo 238).
La apelación civil y mercantil se interpone ante el juez que dictó la
resolución impugnada, el cual la puede admitir o desechar y calificar
sus efectos de manera provisional, y de acuerdo con los códigos respec-
tivos, dichos efectos se califican, según el criterio tradicional, en devo-
lutivos o suspensivos o en ambos, que en realidad pueden estimarse sólo
como ejecutivos o como suspensivos, ya que los primeros admiten la
ejecución de la resolución de manera inmediata, y los segundos implican
que dicha ejecución debe aplazarse hasta que se dicte sentencia de segundo
grado. En principio debe suspenderse la ejecución de las sentencias defi-
nitivas impugnadas, en tanto que los autos sólo cuando pueden causar
perjuicios irreparables (artículos 700 del Código del Distrito, 239 del
Código Federal y 1339 del Código de Comercio).
Cuando el juez de primera instancia ante el cual se interpone el recurso
desecha la apelación, procede la queja —según el Código del Distrito
(artículo 723, fracción III)— y la llamada "denegada apelación", en los
términos del Código Federal (artículos 259 a 266).
DERECHO PROCESAL 107

La apelación civil asume dos características en nuestros códigos pro-


cesales, ya que la misma debe mejorarse o formalizarse ante el tribunal
de segundo grado, y además es restringida, pues no implica un nuevo
examen de la controversia. En relación con la primera característica, el
apelante debe acudir ante el organismo de segunda instancia a formular
agravios, y si no se presentan o se entregan fuera de plazo, se declara
desierto el recurso.
Por lo que se refiere a la limitación del recurso, la apelación civil im-
plica exclusivamente el análisis de los agravios del apelante y los del
apelado en la apelación adhesiva, y sólo se admite el ofrecimiento y
desahogo de nuevos medios de prueba o la presentación de nuevas de-
fensas, cuando las mismas no se hubiesen aportado en la primera ins-
tancia por causas ajenas a la voluntad del apelante, o no se hubiese
tenido conocimiento de las mismas de manera oportuna (artículos 706
a 708 del Código del Distrito y 253 a 255 del federal), y fuera de estos
supuestos, el tribunal de segundo grado apreciará los hechos como fue-
ron probados en el primero (artículo 255 del Código federal).
El Código de Comercio es muy escueto en cuanto a la tramitación
de la apelación ante el tribunal de segundo grado, ya que se limita a
disponer que las apelaciones se admitirán o desecharán de plano, y se
sustanciarán con un solo escrito de cada parte y el informe en estrados
(alegatos orales), si las partes quisieran hacerlo (artículo 1342).
Finalmente, para terminar con el análisis superficial de la compleja
apelación civil, debemos hacer referencia a la peculiar institución de la
llamada apelación extraordinaria, que constituye una innovación desa-
fortunada del Código de Procedimientos Civiles del Distrito Federal, la
que por ello no es adoptada por varios de los códigos locales que lo si-
guen directa o indirectamente como modelo. Resulta difícil establecer
un concepto preciso de esta impugnación, ya que la doctrina ha señalado
que constituye una mezcla de medios impugnativos, y sólo existe acuerdo
en el sentido de que no se trata de una verdadera impugnación y que
el calificativo correcto es el de extraordinaria, lo que es contrario a la
apelación, que como hemos señalado es el recurso ordinario por ex-
celencia.
De acuerdo con el artículo 717 del citado Código del Distrito Federal,
dicha impugnación procede en cuatro supuestos, es decir, cuando se
hubiere notificado el emplazamiento por edictos al demandado y el juicio
se hubiese seguido en rebeldía; en segundo término, cuando el actor o el
demandado no hubiesen estado representados legítimamente o que siendo
108 HÉCTOR FIX-ZAMUDIO Y JOSÉ OVALLE FAVELA

incapaces, las diligencias se hubiesen entendido con ellos; en tercer


lugar, cuando el demandado no hubiese sido emplazado de acuerdo con
la ley, y finalmente, cuando el proceso se hubiese seguido ante juez in-
competente, no siendo prorrogable dicha competencia.
Los plazos para interponer este recurso extraordinario son de tres
meses contados al día siguiente de la notificación de la sentencia en los
supuestos primero y tercero, y de sólo quince días tratándose de indebida
representación y de juez incompetente.
b) La apelación penal se regula en nuestros códigos de procedimientos
en forma más flexible que la civil y mercantil, en cuanto se encuentra
inspirada en el principio in dubio pro reo.
En primer término podemos señalar que se pueden apelar tanto las
sentencias definitivas como los autos que tienen efectos decisivos dentro
del proceso penal, tales como los que mandan suspender o continuar la
instrucción, los que declaran la llamada formal prisión y los que conceden
o niegan la libertad del inculpado (artículos 418 del Código de Proce-
dimientos Penales del Distrito Federal, y 366 y 367 del Federal).
Se encuentran legitimados para apelar, el Ministerio Público que ha
sostenido la acusación, el inculpado y sus defensores (artículos 417 del
Distrito y 365 del Federal), si bien el primero también concede el recurso
al ofendido o sus legítimos representantes sólo en cuanto a la repara-
ción del daño.
Los citados códigos procesales penales siguen el criterio tradicional al
calificar los efectos del recurso, es decir, como devolutivos o en "ambos
efectos", al cual nos referimos al examinar la apelación civil, estable-
ciéndose como regla general, la suspensión de la ejecución de la sen-
tencia definitiva que establezca una sanción (artículo 366 del Código
Federal de Procedimientos Penales), en tanto que el artículo 419 del
Código del Distrito contiene una disposición curiosa, que en el fondo
tiene el mismo sentido, de acuerdo con la cual, el recurso de apelación
sólo procederá en el efecto devolutivo, y muy especialmente respecto
de las sentencias definitivas que absuelvan al acusado.
El recurso se presenta oralmente o por escrito ante el juez que dictó
la resolución impugnada, quien tiene la facultad de admitir o desecharlo
de plano, así como señalar sus efectos. Contra el auto de desechamiento
procede el llamado recurso de denegada apelación; pero las partes
pueden combatir la admisión y la calificación de efectos ante el tribunal
de segundo grado (artículos 421-423, 435-442, del Código del Distrito;
370 y 374, 392-398, del Federal).
DERECHO PROCESAL 109

No es necesario, como en la apelación civil, mejorar o formalizar el


recurso ante el órgano superior, ya que los agravios pueden formularse
ya sea con motivo de la interposición o bien en la audiencia de alegatos
(esto último según el artículo 364 del Código federal), y además, el
tribunal de segundo grado posee mayores facultades que los tribunales
civiles, ya que la materia del recurso es amplia, con algunas limitaciones,
pues en esencia implica un nuevo examen de todo el procedimiento y de
las resoluciones impugnadas de primera instancia, tomando en cuenta
que la parte recurrente puede ofrecer nuevas pruebas, limitándose sólo
la testimonial a los hechos que no hubieren sido materia de examen
en el primer grado (artículos 428 y 429 del Código del Distrito 376-378
y 380 del Federal).
Por otra parte, si bien la reposición del procedimiento sólo puede
ordenarse por el tribunal de segundo grado, de acuerdo con los motivos
expresamente señalados en ambos códigos de procedimientos penales y
a petición de la parte recurrente (artículos 430 y 431 del Código del
Distrito y 386 y 388 del Federal), el segundo dispone que se podrá
suplir la deficiencia de los agravios cuando exista una violación mani-
fiesta del procedimiento que hubiese dejado sin defensa al procesado y
que sólo por torpeza o negligencia de su defensor no fue combatida debi-
damente (artículo 387).
c) Para concluir el examen del recurso de apelación haremos refe-
rencia a otros recursos calificados como revisión por el legislador, pero
que en esencia deben considerarse dentro del concepto del primero, y
en esta dirección es posible consignar los siguientes:
a') El primero de ellos es calificado como recurso de revisión por los
artículos 248 y 249 del Código Fiscal de la Federación, pero en realidad
posee todas las características de la apelación y en los supuestos de su
procedencia, transforma el proceso fiscal federal, que por regla general
es de una sola instancia, en un procedimiento de doble grado.
Este recurso sustituye al llamado de revisión fiscal, creado por las
reformas al artículo 104, fracción I, de la Constitución federal en di-
ciembre de 1946 y que se tramitaba en última instancia ante la Segunda
Sala de la Suprema Corte de Justicia, pero que las reformas a este mismo
precepto fundamental que entraron en vigor en enero de 1988, enco-
mendaron a los tribunales colegiados de circuito.
Con apoyo en esta modificación constitucional, los citados preceptos
del Código Fiscal Federal establecen que dicho recurso de revisión úni-
camente puede ser interpuesto por las autoridades afectadas (ya que los
1 10 HÉCTOR FIX-ZAMUDIO Y JOSÉ OVAL LE FAVELA

particulares pueden acudir al juicio de amparo de una sola instancia


ante los propios tribunales colegiados) contra las resoluciones que decre-
ten o nieguen el sobreseimento o respecto de las sentencias definitivas,
que pronuncien las salas regionales y en casos excepcionales, la Sala
Superior, del Tribunal Fiscal de la Federación.
La citada revisión está sujeta a varias limitaciones, ya que se pretende
que sólo los asuntos de notoria trascendencia económica y jurídica pue-
dan ser objeto de esta impugnación. En efecto, el artículo 248 mencio-
nado dispone que tratándose de las resoluciones de las salas regionales,
los negocios respectivos deben tener una cuantía que exceda de tres mil
quinientas veces el salario mínimo general diario del Distrito Federal,
correspondiente al momento de la interposición.
Para calcular dicho monto de los casos de contribuciones que deban
cubrirse por periodos inferiores a doce meses, se considerará la cantidad
que resulte de dividir el importe de la contribución entre el número de
meses comprendidos en el periodo que corresponda y multiplicar el co-
ciente por doce.
Cuando la cuantía sea inferior a la mencionada con anterioridad, el
citado recurso de revisión procederá cuando el negocio sea de impor-
tancia y trascendencia, según la autoridad recurrente la que deberá
razonar esa circunstancia para efectos de la admisión del recurso. En
materia de aportaciones de seguridad social, se presume que tienen im-
portancia y trascendencia los asuntos que versen sobre la determinación
de sujetos obligados de conceptos que integran la base de cotización y del
grado de riesgo de las empresas para los efectos del seguro de riesgos
del trabajo.
La Secretaría de Hacienda podrá interponer el citado recurso cuando
la resolución o sentencia de la Sala Regional respectiva afecte el interés
fiscal de la Federación, y a su juicio, el asunto tenga importancia, con
independencia de su monto, por tratarse de la interpretación de leyes o
reglamentos, de las formalidades esenciales del procedimiento o que
fijan el alcance de los elementos constitutivos de una contribución, así
como en los juicios que versen sobre resoluciones de las autoridades
fiscales de las entidades federativas coordinadas en ingresos federales.
El recurso de revisión es procedente contra resoluciones de la Sala
Superior pronunciadas por ésta de oficio o a petición fundada de la
Sala Regional correspondiente o de la Secretaría de Hacienda y Crédito
Público, cuando el valor del negocio exceda cien veces el salario mínimo
general vigente en el Distrito Federal, elevado al año, o para su reso-
DERECHO PROCESAL 111

lución sea necesario establecer, por primera vez, la interpretación directa


de una ley o fijar el alcance de los elementos constitutivos de una con-
tribución (artículo 239 bis del Código Fiscal de la Federación).
b') Se ha creado otro recurso de revisión en los artículos 86 y 87 de
la Ley del Tribunal de lo Contecioso Administrativo del Distrito Fede-
ral. En efecto, las resoluciones de las Salas de dicho Tribunal que de-
creten o nieguen el sobreseimiento, y las que pongan fin al juicio, pueden
ser recurridas por cualquiera de las partes ante la Sala Superior, contra
las resoluciones que pronuncie dicha Sala Superior al decidir el citado
recurso, procede a su vez el recurso de revisión establecido por el ar-
tículo 104, fracción I-B, de la Constitución federal, reformado en 1988,
ante el tribunal colegiado de circuito competente, pero únicamente puede
ser interpuesto por las autoridades afectadas (los particulares pueden
acudir al juicio de amparo de una sola instancia), y siempre que se trate
de asuntos de importancia y trascendencia a juicio de las propias auto-
ridades, las que deben razonar su instancia. Si el valor del negocio excede
veinte veces el salario mínimo general del Distrito Federal elevado al
año, se considerará que tiene las características requeridas para ser ob-
jeto del recurso.
c') La apelación que también recibe el nombre de revisión y que asume
gran importancia en nuestro derecho procesal, es la regulada por la Ley
de Amparo para la impugnación de las resoluciones y sentencias dic-
tadas en primer grado por los jueces de distrito al tramitar al juicio de
amparo, y cuyo conocimiento en segundo grado corresponde a la Supre-
ma Corte de Justicia o a los tribunales colegiados de circuito, según
si en dicho recurso se plantean problemas de legalidad o de la consti-
tucionalidad de leyes o tratados internacionales.
El nombre de recurso de revisión tiene su origen en las disposiciones
de las leyes de amparo de 1869 y 1882, así como en los Códigos Fede-
rales de Procedimientos Civiles de 1897 y 1908, que regularon la ma-
teria, al establecer la revisión de oficio de las sentencias pronunciadas
por los jueces de distrito en los juicios de amparo, las que debían remi-
tirse a la Suprema Corte de Justicia para que dictase la resolución final
del asunto; pero en el artículo 107 de la Consitución vigente de 5 de
febrero de 1917, así como en las disposiciones relativas de las Leyes
de Amparo de 1919 y la vigente de 1936, dicha revisión (en realidad,
actualmente es una apelación), sólo puede interponerse por la parte afec-
tada por la resolución respectiva, no obstante lo cual, dicha impugnación
conservó su denominación tradicional.
112 HÉCTOR FIX-ZAMUDIO Y JOSÉ OVALLE FAVELA

El propio recurso de revisión (o en estricto sentido, apelación), pro-


cede contra las resoluciones pronunciadas por los jueces de distrito en
la tramitación de la primera instancia de los juicios de amparo de su co-
nocimiento y que se consideran primordiales, tales como el desechamiento
de la demanda; la decisión sobre las providencias precautorias; el sobre-
seimiento fuera de audiencia, y con mayor razón, tratándose de las sen-
tencias pronunciadas por los propios jueces de distrito (artículo 83 de
la Ley de Amparo).
Excepcionalmente, también pueden impugnarse en revisión, según se
expresó con anterioridad, los fallos definitivos pronunciados por los
tribunales colegiados de circuito en los juicios de amparo de una sola
instancia contra sentencias judiciales, cuando en ellos dichos tribunales
decidan sobre la inconstitucionalidad de una ley o interpreten directa-
mente un precepto de la Constitución federal, recurso que debe plan-
tearse ante la Suprema Corte de Justicia (artículos 83, fracción V y
84, fracción II), de la propia Ley de Amparo.
d') Otros recursos ordinarios que regula nuestra legislación procesal
reciben los nombres de queja y de reclamación, pero su examen deta-
llado no podrá efectuarse en un trabajo panorámico como el presente,
ya que ambos recursos se regulan por nuestros códigos y leyes proce-
sales de manera casuista, por lo que nos limitaremos a formular la
observación que se desprende del análisis de conjunto de estos dos
medios de impugnación, en el sentido de que la queja, calificada como
"cajón de sastre" por la doctrina, procede generalmente contra resolu-
ciones de trámite respecto de las cuales no se admite el recurso de
apelación, en tanto que la reclamación se otorga a los afectados, para
impugnar las resoluciones pronunciadas por magistrados instructores o
presidentes de sala o del tribunal respectivo, con motivo de sus facul-
tades para admitir o rechazar demandas y recursos, o poner los asuntos
en estado de resolución, y se interpone ante el colegio judicial corres-
pondiente.
B. A continuación debemos examinar los llamados recursos extra-
ordinarios, denominados así por la doctrina, en virtud de que los mis-
mos sólo pueden interponerse por motivos específicamente regulados
en las leyes procesales, y además, únicamente implican el examen de la
legalidad del procedimiento o de las resoluciones judiciales impugnadas,
o sea que sólo comprenden las cuestiones jurídicas, ya que por regla
general, la apreciación de los hechos se conserva en la esfera del tri-
bunal que pronunció el fallo combatido.
DERECHO PROCESAL 113

El recurso extraordinario por excelencia es el de la casación, que


debe considerarse prácticamente universal. En apariencia dicho medio de
impugnación ha desaparecido de nuestros ordenamientos procesales, al
ser derogado el que con ese nombre regulaban los códigos procesales
civiles y penales de las entidades federativas durante la vigencia de la
Constitución federal de 1857, por disposición expresa del artículo 9o.
transitorio de la Ley Orgánica de los Tribunales del Fuero Común en
el Distrito y Territorios Federales, de 9 de septiembre de 1919, e im-
plícitamente en el artículo 30 de la Ley de Amparo de 19 de octubre
del mismo ario de 1919. Sin embargo, ha sido absorbido por el juicio de
amparo contra las resoluciones judiciales, como se señalará más ade-
lante.
En consecuencia, en esta sección haremos referencia al juicio de am-
paro, con la advertencia de que el mismo posee la doble naturaleza
que señaló a principios de este siglo el ilustre mexicano Emilio Rabasa,
de recurso extraordinario, por una parte, y de proceso impugnativo autó-
nomo, por la otra, la que de cierta manera ha sido reconocida por el
artículo 107 de la Constitución federal y por las disposiciones relativas
de la Ley de Amparo, al regular un doble procedimiento, es decir, de
una o de doble instancia.
Sin embargo, como resulta muy difícil separar ambos aspectos, con-
sideramos preferible examinarlos conjuntamente en esta sección de los
medios de impugnación, si se toma en cuenta que el juicio de amparo
mexicano constituye, como recurso y como proceso autónomo, el medio
de impugnación de último grado de todos los procedimientos legislativos,
administrativos y judiciales de nuestro ordenamiento jurídico.
Precisamente por esta característica de abarcar la impugnación final
de todos los actos de autoridad, salvo contadas excepciones de impro-
cedencia consignadas en la misma Constitución federal y en la Ley de
Amparo, el propio juicio de amparo ha llegado a adquirir en la actua-
lidad una estructura jurídica sumamente compleja, la que bajo su apa-
rente unidad, comprende varios instrumentos procesales, que si bien
poseen ciertos principios generales comunes, cada uno de ellos tiene
aspectos peculiares de carácter autónomo, lo que no resulta extraño si
tomamos en consideración que inclusive los ordenamientos jurídicos la-
tinoamericanos más próximos al derecho mexicano, las regulan en forma
independiente del juicio de amparo en sentido estricto, que en dichas
legislaciones sólo tiene por objeto la tutela de los derechos fundamentales
consagrados constitucionalmente.
114 HÉCTOR FIX-ZAMUDIO Y JOSÉ OVALLE FAVELA

En consecuencia, el juicio de amparo mexicano debemos considerarlo


como una federación de instrumentos impugnativos, cada uno de los
cuales tiene una función tutelar específica, que a su vez determina una
serie de aspectos peculiares, que no pueden comprenderse sino por medio
de su análisis autónomo.
En efecto, en el amparo mexicano podemos descubrir cinco funciones
diversas, ya que puede utilizarse para la tutela de la vida y de la liber-
tad personal; para combatir las leyes inconstitucionales; como medio de
impugnación de las resoluciones judiciales; como instrumento para re-
clamar los actos y las resoluciones de la administración activa y, final-
mente, para proteger los derechos sociales de los campesinos sometidos
al régimen de la reforma agraria.
a) En primer término el amparo mexicano realiza funciones similares
al habeas corpus de origen inglés, que tomó de la legislación y de la
jurisprudencia de los Estados Unidos, y en este sector nuestro ordena-
miento se aparta en este aspecto de los restantes países latinoamericanos
que consagran esta institución con el nombre tradicional o con el de
exhibición personal, en forma independiente del amparo. Por este mo-
tivo este primer sector se puede denominar amparo de /a libertad o am-
paro-habeas corpus.
De acuerdo con la Ley de Amparo vigente, los actos que importen el
peligro de privación de la vida, ataques a la libertad personal fuera de
procedimiento judicial, deportación o destierro o alguno de los actos
prohibidos por el artículo 22 de la Constitución federal (imposición de
penas infamantes y trascendentales, tormento y malos tratos, confisca-
ción de bienes y limitación de la pena de muerte), el juicio de amparo
puede ser interpuesto por cualquier persona en nombre del afectado que
se encuentre imposibilitado para hacerlo, aun cuando el promovente sea
menor de edad; el juez está provisto de amplias facultades de investiga-
ción y de dirección del proceso, incluyendo las medidas necesarias para
lograr la comparecencia del presunto agraviado después de resolver sobre
la medida precautoria de la suspensión del acto reclamado, la que debe
tomarse de oficio y de plano, con exclusión de la privación de la liber-
tad, ya que en ese último supuesto debe solicitarse expresamente (ar-
tículos 17, 18 y 123, fracción I, de la Ley de Amparo).
El ejercicio de la acción procesal no está sujeto a plazo preclusivo, sino
que puede hacerse valer en cualquier tiempo (artículo 22, fracción II);
e inclusive a cualquier hora del día o de la noche (artículo 23, segundo
párrafo, de la citada Ley de Amparo).
DERECHO PROCESAL 115

La demanda puede formularse por comparecencia, es decir, oralmente


(artículo 117), o inclusive, en los casos urgentes por telégrafo, pero
ratificada por escrito dentro de los tres días siguientes (artículos 113 y
119), y para hacer más accesible su interposición, es posible presentar
la demanda no sólo ante el juez federal de distrito, quien generalmente
reside en la capital o ciudades importantes de las entidades federativas,
sino también ante el juez local de primera instancia, o en su defecto, ante
cualquier funcionario judicial del lugar en el cual se pretende ejecutar o
se ha iniciado la ejecución del acto o de los actos que se reclaman.
Los citados jueces locales están facultados para ordenar a las auto-
ridades respectivas que detengan provisionalmente la ejecución de los
actos lesivos de la vida, de la libertad o de la integridad física del afec-
tado, y deben remitir el expediente al juez federal de distrito que corres-
ponda, quien debe continuar el procedimiento (artículo 38, 39 y 40).
b) El sector de mayor trascendencia desde el punto de vista consti-
tucional, es el relativo a la impugnación de las disposiciones legislativas
y de los tratados internacionales contrarios a la carta federal por medio
del propio juicio de amparo, sector que ha recibido la denominación de
amparo contra leyes, el cual se inspiró, como ocurrió en los restantes
ordenamientos latinoamericanos, en la revisión judicial de la constitu-
cionalidad de las leyes consagrada en la legislación de los Estados
Unidos y desarrollado por la jurisprudencia de la Suprema Corte Fe-
deral. Este instrumento ha asumido en nuestro país aspectos peculiares
que describiremos brevemente.
En primer lugar, es preciso advertir que en los primeros años de apli-
cación de los artículos 101 y 102 de la Constitución federal de 1857,
según el punto de vista de los distinguidos juristas mexicanos (ambos
magistrados de la Suprema Corte en diversas épocas), José María Lozano
e Ignacio Luis Vallarta, se consideró que sólo se podía combatir una
ley inconstitucional por conducto de sus actos de aplicación, y que
únicamente era posible señalar como autoridades demandadas a las
que realizaran dicha aplicación en perjuicio de los particulares, ya que
en concepto de estos autores y de la jurisprudencia de la misma Suprema
Corte que se inspiró en ellos, mientras una ley no se aplicara concreta-
mente "era letra muerta y no causaba perjuicio".
Pero ya en la Ley de Amparo vigente de 1936, los ordenamientos
legales pueden combatirse cuando se estimen inconstitucionales, de ma-
nera directa, es decir, señalándose como actos reclamados a la expedi-
ción, promulgación y publicación de los mismos ordenamientos, y como
116 HÉCTOR FIX-ZAMUDIO Y JOSÉ OVALLE FAVELA

autoridades demandadas a las que intervengan en el procedimiento le-


gislativo.
El principio fundamental del amparo contra leyes en el derecho me-
xicano es el de la relatividad o efectos particulares de la sentencia que
otorga la protección, de acuerdo con la llamada "fórmula Otero", ya
que los artículos 107, fracción II, de la Constitución federal y 76 de la
Ley de Amparo, disponen, de acuerdo con el texto del último precepto
mencionado, que:

Las sentencias que se pronuncien en los juicios de amparo sólo se


ocuparán de los individuos particulares o de las personas morales,
privadas u oficiales, que lo hubiesen solicitado, limitándose a am-
pararlos y protegerlos, si procediere, en el caso especial sobre el que
verse la demanda, sin hacer una declaración general de la ley o del
acto que la motivare.

El amparo contra leyes asume actualmente en el ordenamiento me-


xicano una doble configuración.
i) Por medio de lo que se ha calificado como acción de inconstitucio-
nalidad, en virtud de que implica un ataque frontal, directo contra el
ordenamiento legislativo o tratado internacional, de manera que las
disposiciones que se estiman contrarias a la carta federal se impugnan
por conducto de un verdadero proceso, en el cual figuran como contra-
partes del reclamante los órganos del Estado que intervinieron en el
procedimiento legislativo, es decir, el Congreso de la Unión (el Senado
federal en el caso de los tratados), o los órganos legislativos locales, que
expidieron el ordenamiento combatido, así como el presidente de la
República o los gobernadores de los estados, que lo promulgaron, según
se trate del ámbito federal o local, así como en su caso, los secretarios
que refrendaron y ordenaron la publicación; pero, a partir del 26 de di-
ciembre de 1985, los decretos promulgatorios sólo son refrendados por
el secretario de Gobernación.
La impugnación de las leyes inconstitucionales, ya sea que se trate
de disposiciones federales o locales, así como los tratados internacio-
nales (que asumen la naturaleza de leyes federales) debe hacerse ante
un juez federal de distrito, y la segunda instancia corresponde al Tri-
bunal Pleno o a las Salas de la Suprema Corte de Justicia, de acuerdo
con las reglas de competencia señaladas con anterioridad, por medio
del llamado recurso de revisión y siempre que en el mismo subsista la
( DERECHO PROCESAL 117

materia de constitucionalidad, y que constituye, como también lo hemos


expresado con anterioridad, un verdadero recurso de apelación.
La Ley de Amparo establece dos oportunidades para combatir, en
vía de acción, a las disposiciones legales contrarias a la carta funda-
mental: en un primer momento y siempre que se trate de preceptos
que por su entrada en vigor afecten de manera inmediata e incondicional
los intereses jurídicos del reclamante (ordenamientos calificados como
"autoaplicativos"), el plazo de impugnación es el de treinta días con-
tados a partir de la entrada en vigor de la ley combatida (artículo 22,
fracción I, de la citada Ley de Amparo).
La segunda oportunidad está regulada por el artículo 73, fracción
XII, segundo párrafo, de la Ley de la materia, para toda clase de dis-
posiciones legales, o sea, tanto para las que consideren autoaplicativas
y no se hubiesen impugnado con motivo de su entrada en vigor, como
aquellas que requieren de actos de aplicación (calificadas como "hetero-
aplicativas"). Todas ellas deben reclamarse dentro del plazo de quince
días que es el genérico, establecido por el artículo 21 de la Ley de Am-
paro, contados a partir del conocimiento por parte del interesado del
primer acto de aplicación en su perjuicio, del ordenamiento que estima
inconstitucional.
También debe advertirse que con anterioridad a las reformas a la
propia legislación de amparo que entraron en vigor en el mes de octu-
bre de 1968, la jurisprudencia de la Suprema Corte de Justicia fijó
criterio en el sentido de que, cuando se impugnaba la inconstitucionali-
dad de una ley, no era necesario que se agotaran los medios de defensa
de carácter ordinario, obligatorios como regla general para interponer
el juicio de amparo, de acuerdo con el llamado principio de "definiti-
vidad del acto reclamado" (artículo 73, fracción XV, de la Ley de
Amparo).
Pero al mismo tiempo, la Suprema Corte introdujo la tesis de que el
agotamiento de los medios jurídicos ordinarios de defensa no inte-
rrumpía el plazo para impugnar una ley reclamada por su inconstitu-
cionalidad, por considerar que por conducto de dichos medios de defensa
no se podría resolver sobre dicha inconstitucionalidad, sino exclusiva-
mente respecto de la legalidad de los actos de aplicación.
Estos dos criterios provocaron varios problemas prácticos de difícil
resolución, y por ello, en las citadas reformas constitucionales y legales
que entraron en vigor en octubre de 1968, se adicionó un nuevo párrafo
118 HÉCTOR FIX-ZAMUDIO Y JOSÉ OVALLE FAVELA

a la mencionada fracción XII del artículo 73 de la Ley de Amparo,


en el sentido de que:

Cuando contra el primer acto de aplicación proceda algún recurso o


medio de defensa legal por virtud del cual pueda ser modificado, re-
vocado o nulificado, será optativo para el interesado hacerlo valer
o impugnar desde luego la ley en juicio de amparo. En el primer caso,
sólo se entenderá consentida la ley, si no se promueve contra ella el
amparo dentro del plazo legal contado a partir de la fecha en que se
haya notificado la resolución recaída al recurso o medio de defensa,
aun cuando para fundarlo se hayan aducido exclusivamente motivos
de ilegalidad.

La segunda vía para la impugnación de las leyes inconstituciona-


les y tratados la hemos calificado como recurso de inconstitucionalidad,
y tiene su apoyo en el artículo 133 constitucional, que proviene del ar-
tículo VI de la Constitución federal de los Estados Unidos de 1787, y el
cual determina, como es bien sabido, la supremacía de la Constitución,
leyes federales y tratados, así como la obligación de los jueces de las
entidades federativas de aplicar con preferencia dichas normas supremas
sobre disposiciones de sus constituciones o leyes locales.
Calificamos de recurso a este instrumento de impugnación debido a
que, por su conducto, no se combate directamente un ordenamiento
legislativo, sino la legalidad de una resolución judicial ordinaria, y por
medio de la misma, se decide previamente, por conducto del juicio de
amparo de una sola instancia, si son o no constitucionales las disposi-
ciones legales aplicadas por el juez o tribunal que pronunció dicha
resolución.
En consecuencia, cuando el demandante estime que un juez o tribu-
nal ha dictado un fallo en el cual, con infracción a lo dispuesto por el
mencionado artículo 133 constitucional, ha aplicado en su perjuicio un
ordenamiento legal o tratado que estima contrario a la carta federal,
impugna dicha sentencia en el juicio de amparo de una sola instancia
ante los tribunales colegiados de circuito. Como se ha dicho anterior-
mente, si en su fallo el tribunal colegiado competente decide sobre esta
cuestión de inconstitucionalidad de la ley impugnada o interpreta direc-
tamente un precepto constitucional, dicho fallo puede ser impugnado
ante la Suprema Corte de Justicia por medio del llamado recurso de
revisión.
DERECHO PROCESAL 119

La Suprema Corte de Justicia sostuvo durante mucho tiempo el cri-


terio del llamado "monopolio de la inconstitucionalidad de las leyes"
por parte de los tribunales federales, pero término por reconocer la
necesidad de coordinar lo dispuesto por los artículos 103 y 133 de
la Constitución federal, preceptos que en una época se consideraron
contradictorios.
Este procedimiento ha sido denominado erróneamente como "vía de
excepción", en cuanto se supone que es el demandado en el proceso or-
dinario el que plantea la cuestión de inconstitucionalidad, lo que no siem-
pre ocurre, por lo que debe estimarse que la cuestión de inconstitucionali-
dad tiene carácter "prejudicial o incidental", ya que el juez que conoce del
asunto debe resolver previamente sobre la constitucionalidad de la ley
aplicable al caso, antes de decidir el problema de fondo.
Sin embargo, en el ordenamiento mexicano existe una diferencia res-
pecto del sistema que se practica en los Estados Unidos y que es califi-
cado de "difuso", ya que los jueces locales, no obstante el mandato del
citado artículo 133 constitucional, se han negado sistemáticamente a
decidir las cuestiones de inconstitucionalidad que les son planteadas por
las partes en los procesos ordinarios de que conocen, por considerar
que sólo por medio del juicio de amparo se puede resolver sobre la
cuestión de inconstitucionalidad.
La impugnación de las disposiciones legislativas y de los tratados que
se consideran inconstitucionales por medio del amparo de una sola
instancia contra resoluciones judiciales, ha sido precisada de manera
definitiva en la reforma de diciembre de 1983 al artículo 166 de la Ley
de Amparo, en el cual se establecen los requisitos formales y de fondo de
las demandas de amparo de una sola instancia. En efecto, en esa oca-
sión se adicionó un párrafo, modificado a su vez en las reformas de
1988, que dispone actualmente:

Cuando se impugne la sentencia definitiva, laudo o resolución que


hubiere puesto fin al juicio por estimar inconstitucional la ley, el tra-
tado o el reglamento aplicado, ello será materia únicamente del
capítulo de los conceptos de violación de la demanda, sin señalar
como acto reclamado la ley, el tratado o el reglamento, y la califi-
cación de éste, por el tribunal de amparo se hará en la parte consi-
derativa de la sentencia.

Finalmente, es preciso destacar que existe una corriente doctrinal que


pugna por la supresión de la llamada "fórmula Otero", la que ya cum-
120 HÉCTOR FIX-ZAMUDIO Y JOSÉ OVALLE FAVELA

plió su misión histórica, y por consiguiente, se propone que los efectos


particulares de la sentencia que otorgue el amparo contra disposiciones
legislativas inconstitucionales, deben ser sustituidos por la declaración
general de inconstitucionalidad, tomando como modelo no sólo los tri-
bunales constitucionales europeos, sino particularmente el ejemplo de
la acción popular de inconstitucionalidad que se inició en Colombia y
Venezuela el siglo anterior y que más recientemente también ha sido
implantada en El Salvador y Panamá.
Las razones que se han expresado para introducir dicha declaración
general se apoyan en el principio de la igualdad de los gobernados ante
'la ley, y además, en motivos prácticos, ya que resulta lento e ineficaz el
sistema actual de los efectos particulares de las sentencias de inconstitu-
cionalidad.
c) El amparo contra resoluciones judiciales, particularmente contra
Sentencias definitivas y actualmente también aquellas que ponen fin al
juicio, se impuso desde el siglo anterior por requerimientos de carácter
Social y político, y es el que constituye el sector de mayor trascenden-
cia desde el punto de vista cuantitativo, ya que un porcentaje muy ele-
vado de los juicios de amparo que se plantean ante los tribunales fede-
YaIes, se refieren a este sector.
En este sentido, el juicio de amparo posee estrechas vinculaciones con
tl recurso de casación de origen francés, ya que tiene como finalidad el
examen de la legalidad de las resoluciones de última instancia pronun-
ciadas por todos los tribunales del país y con este carácter fue aceptado
expresamente en todas sus consecuencias por el artículo 14 de la Cons-
titución federal de 1917. Por este motivo, este sector recibe la denomi-
nación de "amparo judicial" o "amparo-casación".
En cuanto a su materia, el amparo-casación puede subdividirse en
sectores, según se impugnen sentencias de tribunales penales, civiles
(incluyendo los de naturaleza mercantil), administrativos o laborales, y
su tramitación se realiza en única instancia, a partir de enero de 1988,
únicamente ante los tribunales colegiados de circuito.
En el amparo judicial o amparo-casación, de acuerdo con las reglas
clásicas de esta última, las violaciones alegadas se dividen en violaciones
cometidas durante la secuencia del procedimiento siempre que afecten
las defensas del quejoso trascendiendo al resultado del fallo (errores in
procedendo) (artículos 159 y 160 de la Ley de Amparo) y violaciones
de fondo efectuadas en las sentencias o resoluciones que ponen fin al
juicio (errores in iudicando), en la inteligencia de que las referidas vio-
DERECHO PROCESAL 121
laciones procesales sólo pueden interponerse con motivo de la sentencia
o de la resolución que pone fin al proceso ordinario (artículo 158 de
la Ley de Amparo), salvo en el supuesto de que, de no impugnarse
en el momento de cometerse, se consumen de manera irreparable o
afecten a terceros extraños al juicio, pues en estos casos el amparo debe
interponerse en doble instancia, la primera ante el juez federal de dis-
trito y la segunda ante los propios tribunales colegiados (artículo 114,
fracciones IV y V de la misma Ley de Amparo).
La separación de las violaciones procesales y de fondo se utilizó con
objeto de dividir la competencia entre la Suprema Corte y los tribuna-
les colegiados de circuito, cuando los mismos fueron establecidos en las
reformas de 1951; pero este primer intento de distribuir el conocimiento
del juicio de amparo con resoluciones judiciales planteó numerosos pro-
blemas, y por ello se introdujo un nuevo criterio en las reformas de
1968.
Según los principios de la casación, el examen de las sentencias im-
pugnadas en amparo debe limitarse al estudio de su legalidad, y así
se desprende de lo dispuesto por los artículos 14 constitucional y 158
de la Ley de Amparo, sin que pueda efectuarse un nuevo análisis de los
hechos, que en principio deben apreciarse tal como fueron probados
ante los tribunales ordinarios (artículo 78 de la Ley de Amparo).
d) Además de las funciones anteriores, el juicio de amparo mexica-
no, debido a la ausencia de tribunales administrativos de competencia
génerica, que como señalamos anteriormente se han creado reciente-
mente en varias entidades federativas de acuerdo con el modelo del
Tribunal de lo Contencioso Administrativo del Distrito Federal, ha
debido absorber la función de instrumento de impugnación de los actos
y resoluciones de la administración activa, tanto federal como de los
estados, por lo que se ha considerado que en ese sector el amparo consti-
tuye un proceso administrativo, o de acuerdo con la terminología pre-
dominante, un proceso de lo contencioso administrativo.
En este sentido la situación de los instrumentos judiciales para com-
batir los actos y resoluciones administrativos en el ordenamiento mexi-
cano ha pasado por varias etapas, ya que en un principio, tanto por la
tradición de la época colonial como por la influencia del derecho público
de los Estados Unidos, durante un periodo bastante prolongado que
va de la independencia, particularmente a partir de la vigencia de la Cons-
titución federal de 1824, y que pasa por las cartas también federales
de 1857 y en la etapa inicial de la de 1917, imperó el sistema de la
122 HÉCTOR FIX-ZAMUDIO Y JOSÉ OVALLE FAVELA

reclamación de los citados actos y resoluciones de la administración


activa ante los tribunales ordinarios, tanto federales como de carácter
local, por medio de procedimientos judiciales también ordinarios, pero
a partir del año de 1936, en el cual se promulgó la Ley de Justicia Fis-
cal, por la cual se creó el Tribunal Fiscal de la Federación (en un
principio como tribunal de jurisdicción delegada y a partir de 1967,
como un organismo judicial dotado de plena autonomía), se ha desa-
rrollado de manera paulatina la tendencia para establecer tribunales
especializados, primero según el modelo del citado Tribunal Fiscal Fe-
deral, y en época más reciente, tribunales locales de lo contencioso ad-
ministrativo, como se expresó anteriormente, inspirados en el Tribunal
de lo Contencioso Administrativo del Distrito Federal.
En la actualidad existe un doble sistema de impugnación de los actos
y resoluciones de la administración activa: por una parte, respecto de
aquellos contra los cuales no se puede acudir a un tribunal administra-
tivo especializado, y por ello, se combaten de manera inmediata en am-
paro de doble instancia, primero ante los jueces de distrito y en segundo
grado ante los tribunales colegiados de circuito, con lo cual se configura
el sector que hemos calificado como amparo de lo contencioso adminis-
trativo.
El segundo sector está constituido por la reclamación de los actos y
resoluciones de carácter administrativo ante los citados tribunales espe-
cializados, ya sea aquellos que cuentan con una competencia restringida
a la materia fiscal, o bien de carácter genérico, según se ha visto. En
esta categoría, las sentencias y resoluciones que ponen fin al proceso
pronunciadas por los citados tribunales administrativos, se impugnan por
medio del amparo de una sola instancia ante los tribunales colegiados
de circuito, y en ese supuesto, el juicio de amparo respectivo comparte
las características del que se interpone contra resoluciones judiciales, de
manera que puede calificarse como casación administrativa. Excepcio-
nalmente, cuando en los fallos de los tribunales colegiados de circuito
deciden en esta materia sobre la inconstitucionalidad de una ley de na-
turaleza administrativa o interpretan directamente un precepto de la
Constitución, dichos fallos pueden impugnarse por medio del llamado
recurso de revisión ante la Suprema Corte de Justicia.
En tal virtud, sólo puede considerarse como un sector autónomo del
juicio de amparo, la primera de dichas categorías, es decir, la impugna-
ción en amparo de doble instancia de los actos y resoluciones de la
administración activa, es decir, cuando el propio amparo funciona como
DERECHO PROCESAL 123

un proceso de lo contencioso administrativo, el que por otra parte está


perdiendo paulatinamente importancia, en cuanto se advierte la tenden-
cia, ya señalada, hacia el establecimiento de tribunales administrativos
de competencia genérica.
Por el contrario, el amparo que se interpone contra las sentencias y
resoluciones que ponen fin al juicio, pronunciadas por los mismos tri-
bunales administrativos, corresponde al sector del amparo judicial o
amparo-casación.
e) El quinto y último sector del juicio de amparo mexicano, calificado
como amparo social agrario o amparo agrario ejidal y comunal, surgió
con motivo de las reformas al artículo 107, fracción II, de la Consti-
tución federal, promulgadas en octubre de 1962 y aquellas que, como
consecuencia de las primeras, se hicieron a la Ley de Amparo y entraron
en vigor el 5 de febrero de 1963, las que tuvieron por objeto establecer
un sistema especial de protección procesal en beneficio de los campesi-
nos sujetos al régimen de la reforma agraria. Estas modificaciones cul-
minaron con la reforma a la propia Ley de Amparo, promulgada el 28
de mayo de 1976, por virtud de la cual se concentraron las disposicio-
nes relativas al amparo en materia agraria y con ellas se redactó un
libro segundo, que antes no existía (artículos 212-234).
En efecto, debe tomarse en consideración que en el ordenamiento
mexicano, de acuerdo con la reforma agraria que se inició con la ley
de 6 de enero de 1915 (incorporada en 1934 en el artículo 27 de la
Constitución federal), y como resultado de la revolución que comenzó
en 1910, la propiedad particular no debe exceder de determinado lí-
mite fijado también constitucionalmente, pues de lo contrario puede ser
afectada para beneficiar a los campesinos que carecen de ella, y por
otra parte, la propiedad social se divide a su vez en dos modalidades:
la propiedad comunal que corresponde a las comunidades indígenas (y
que se remonta a la época prehispánica, reconocida por las Leyes de
Indias), predios que todavía conservan o se les han restituido cuando
demuestran que han sido despojados de los mismos: y en segundo tér-
mino, la propiedad calificada como "ejidal", que se otorga a los cam-
pesinos que anteriormente carecían de ella, tomándola de los predios
de los particulares que exceden de los límites de la que se ha calificado
como "pequeña propiedad".
Fue precisamente en beneficio de los campesinos pertenecientes a los
poblados comunales y ejidales, que se introdujeron las reformas antes
mencionadas a la Constitución federal y a la Ley de Amparo, pues se
124 HÉCTOR FIX-ZAMUDIO Y JOSÉ OVAL LE FAVELA

tomó en consideración que con anterioridad a los campesinos sujetos


a la reforma agraria que acudían al juicio de amparo contra las auto-
ridades agrarias, en defensa de sus derechos colectivos o individuales,
se les aplicaban las reglas del sector que hemos calificado como equi-
valente al proceso administrativo (y que todavía se siguen aplicando a
los juicios de amparo solicitados por los propietarios privados afectados
por resoluciones agrarias). Como dicho amparo administrativo es más
riguroso, se producía en un buen número de casos la indefensión de los
citados campesinos, ya que en su mayor parte carecen de asesoría jurí-
dica adecuada.
Se estimó, con toda justificación, que los campesinos pertenecientes
a los poblados comunales y ejidales estaban en desventaja en relación
con los trabajadores industriales, ya que estos últimos pueden hacer la
defensa de sus derechos ante los órganos tripartitos denominados, como
se expresó anteriormente, juntas de conciliación y arbitraje, por medio
de un procedimiento en el cual se les otorgan ventajas frente a los
empresarios, las que inclusive se han ampliado en las reformas a la Ley
Federal del Trabajo que entraron en vigor el primero de mayo de 1980,
de acuerdo con la corriente que puede calificarse como "derecho pro-
cesal social", con el cual se pretende lograr el equilibrio y a la igualdad
real de las partes, al compensar la situación de la parte débil.
Por otra parte, se ha insistido en la necesidad de establecer tribunales
agrarios ante los cuales los citados campesinos pueden hacer la defensa
efectiva de sus derechos, al sustraer la resolución de los conflictos agrarios
de los factores políticos que existen en la tramitación exclusivamente
administrativa. Así, se observa una tendencia en varios ordenamientos
contemporáneos, particularmente en algunos países latinoamericanos que
han implantado o intentado realizar una reforma agraria similar a la
mexicana, como ha ocurrido en Bolivia (1953); Chile (1967); Perú
(1969); Venezuela (1976) y Costa Rica (1982).
En las citadas reformas de 1963 y 1976 a la Ley de Amparo se in-
trodujeron disposiciones que otorgan beneficios procesales a los ejida-
tarios, comuneros y a sus respectivos núcleos de población, entre los
cuales merecen destacarse, la representación subsidiaria cuando no acu-
dan al amparo en un plazo de quince días en defensa de los derechos
colectivos, las autoridades de dichos poblados, denominadas comisaria-
dos ejidales o comunales, ya que en ese supuesto puede presentar la
demanda inclusive cualquier integrante de la comunidad respectiva (ar-
tículo 213, fracción II, de la Ley de Amparo).
DERECHO PROCESAL 125

Se han reducido al mínimo las formalidades de la demanda de am-


paro, ya que bastan los datos elementales, en virtud de que el juez de
distrito que conoce de la primera instancia, debe subsanar de oficio las
omisiones que advierta no sólo en dicha demanda sino también en las ex-
posiciones, comparecencias, alegatos y recursos presentados por los
citados campesinos (artículo 227).
La suplencia de la queja se ha extendido en relación con los elemen-
tos de convicción, ya que el mismo juez federal, además de las pruebas
aportadas por las partes, debe llevar a juicio y apreciar aquellos medios
probatorios que requiera para conocer los hechos respectivos y practicar
todas las diligencias necesarias para precisar los derechos de los ejida-
tarios, comuneros y sus respectivos núcleos de población (artículos 225
y 226).
Se han modificado los plazos para la interposición de la demanda de
amparo, de manera que los ejidatarios y los comuneros en lo individual
tienen treinta días contados a partir de su conocimiento de los actos
que estiman violatorios para presentar su demanda (artículo 218), y no
existe plazo en el caso de reclamaciones de derechos colectivos agrarios
(artículo 217 del mismo ordenamiento).
Cuando los derechos que estiman infringidos tienen carácter colectivo,
los campesinos afectados pueden acudir a los jueces de primera instan-
cia de los lugares en los cuales se pretendan ejecutar los actos recla-
mados si en ellos no reside un juez federal de distrito. Dicho juzgador
local debe ordenar la suspensión de dichos actos y enviar el expediente
al juez federal (artículos 38, 40 y 220 de la Ley de Amparo). Este úl-
timo deberá ordenar de oficio la propia suspensión de dichos actos
impugnados, la que se prolongará hasta la resolución definitiva del asun-
to (artículo 233 de la referida Ley de Amparo).
Dos preceptos de gran importancia debemos destacar en esta materia:
el primero establece la prohibición del desistimiento del amparo por
parte de los campesinos sujetos a la reforma agraria, cuando se reclamen
actos que afecten sus derechos colectivos (artículo 231, fracción I, del
citado ordenamiento), con la única excepción de que la renuncia a con-
tinuar la tramitación del amparo se acuerde por la asamblea general de
los campesinos afectados, disposición que tiene por objeto evitar que
dichos campesinos sean engañados por las autoridades agrarias o por los
propietarios agrícolas; además, tampoco puede sobreseerse por inactividad
procesal el juicio respectivo, ni se aplicará en perjuicio de los propios
campesinos la caducidad de la instancia (artículo 231, fracciones II y III).
126 HÉCTOR FIX-ZAMUDIO Y JOSÉ OVALLE FAVELA

Una segunda disposición esencial es la contenida en el anterior ar-


tículo 78 y ahora en el 225 de la Ley de Amparo, y la que determina
que el juez del amparo, cuando aplique la protección solicitada, debe
hacerlo respecto de los actos reclamados cuya existencia se hubiese de-
mostrado en el expediente, aun cuando no correspondan a los que han
sido señalados erróneamente por los campesinos reclamantes, ya que
como se ha dicho, generalmente carecen de asesoramiento jurídico.
C. Para finalizar el análisis de los recursos en el ordenamiento mexi-
cano, haremos una sucinta referencia a un medio de impugnación de
carácter excepcional, si se toma en consideración que la doctrina otorga
este carácter al que puede utilizarse para combatir una resolución judi-
cial firme, es decir, la que ha adquirido la autoridad de cosa juzgada, y
que según la terminología española que predomina en los ordenamientos
procesales latinoamericanos, recibe el nombre de revisión, la que resulta
generalmente admisible en materia penal, pero en ocasiones también
respecto de las sentencias civiles, cuando con posterioridad a su pro-
nunciamiento con carácter firme, se descubre o sobrevienen circunstan-
cias que desvirtúan la motivación esencial del fallo.
En el ordenamiento procesal mexicano la revisión sólo es procedente
en materia penal, y se ha calificado con la designación inadecuada de
indulto necesario, denominación que también se le dio a este instrumento
en el Código Federal de Procedimientos Penales, hasta que en una refor-
ma reciente se le otorgó el nombre más pertinente de reconocimiento
de la inocencia del sentenciado.
Por lo que se refiere a las causas por las cuales se puede solicitar el
indulto necesario, y con mayor precisión, el reconocimiento de la ino-
cencia del sentenciado, son similares las señaladas por los códigos de
procedimientos penales del Distrito Federal y el Federal, ya que coin-
ciden en las tres siguientes: a) cuando la sentencia se funde en docu-
mentos o declaraciones de testigos que después de dictado el fallo, fueren
declarados falsos judicialmente; b) cuando después de la sentencia apa-
recen documentos que invalidan aquélla o los presentados al jurado y
que sirvieron de base a la acusación o al veredicto, y c) cuando sea
condenada una persona por el homicidio de otra que hubiese desapare-
cido, y se presentare ésta o alguna prueba irrefutable de que vive, y
cuando el reo hubiese sido juzgado por los mismos hechos a que la
sentencia se refiere en otro juicio en el cual también hubiese recaído sen-
tencia irrevocable (artículos 614 del código distrital y 560 del federal),
DERECHO PROCESAL 127

en la inteligencia de que el Código Federal agrega que en el último


supuesto mencionado será nula la segunda sentencia.
El propio Código Federal consigna otras dos causas diferentes; a) que
dos reos hubiesen sido condenados por el mismo delito y se demuestre
la imposibilidad de que los dos lo hubiesen cometido, y b) que se pre-
sente el supuesto de la retroactividad favorable de la ley penal, en los
términos del artículo 57 del Código de la materia.
La tramitación es similar en los dos ordenamientos mencionados que,
como se ha dicho, son los modelos de la mayoría de los restantes códigos
locales, en virtud de que la petición se presenta por escrito ante el Tri-
bunal Superior de Justicia del Distrito Federal o ante la Suprema Corte
de Justicia, según el caso, y en dicha instancia el condenado debe aportar
los elementos de convicción o bien ofrecer su presentación oportuna.
El órgano revisor respectivo ordena la remisión de los autos y señala
un breve plazo para la audiencia de pruebas y alegatos (artículos 615
y 616 del código distrital, y 562-563 del federal).
En dicha audiencia debe escucharse al solicitante, a su defensor (en
el supuesto de no tenerlo se le designa uno de oficio), y al Ministerio
Público en su calidad de órgano acusador. De acuerdo con el Código
Federal, se pide al Ministerio Público un dictamen previo a la audiencia
(artículo 564).
Con los elementos presentados en la vista, el tribunal respectivo debe
declarar fundada o infundada la petición dentro del plazo de diez días;
si se considera que es fundada la solicitud respectiva, el Tribunal Su-
perior del Distrito Federal o la Suprema Corte de Justicia deben comu-
nicar el resultado al Ejecutivo Federal para que conceda el indulto en
el primer supuesto o bien reconozca la inocencia del acusado en los
términos del Código Federal, por lo que en realidad, se comunica la re-
solución judicial para su cumplimiento (artículos 618 del Código dis-
trital y 567 del federal).
Si los órganos de revisión consideran que es infundada la petición,
ordenarán el archivo de las diligencias respectivas.

IX. EJECUCIÓN

Sin pretender tomar una posición en la polémica sobre la •naturaleza


(jurisdiccional o administrativa) de la ejecución de la sentencia, consi-
deramos necesario referirnos, así sea de una manera muy breve y pano-
rámica, a las principales orientaciones de los ordenamientos procesales
IX. Ejecución ...................................................................................... 127

X. Bibliografía 137
DERECHO PROCESAL 127

en la inteligencia de que el Código Federal agrega que en el último


supuesto mencionado será nula la segunda sentencia.
El propio Código Federal consigna otras dos causas diferentes; a) que
dos reos hubiesen sido condenados por el mismo delito y se demuestre
la imposibilidad de que los dos lo hubiesen cometido, y b) que se pre-
sente el supuesto de la retroactividad favorable de la ley penal, en los
términos del artículo 57 del Código de la materia.
La tramitación es similar en los dos ordenamientos mencionados que,
como se ha dicho, son los modelos de la mayoría de los restantes códigos
locales, en virtud de que la petición se presenta por escrito ante el Tri-
bunal Superior de Justicia del Distrito Federal o ante la Suprema Corte
de Justicia, según el caso, y en dicha instancia el condenado debe aportar
los elementos de convicción o bien ofrecer su presentación oportuna.
El órgano revisor respectivo ordena la remisión de los autos y señala
un breve plazo para la audiencia de pruebas y alegatos (artículos 615
y 616 del código distrital, y 562-563 del federal).
En dicha audiencia debe escucharse al solicitante, a su defensor (en
el supuesto de no tenerlo se le designa uno de oficio), y al Ministerio
Público en su calidad de órgano acusador. De acuerdo con el Código
Federal, se pide al Ministerio Público un dictamen previo a la audiencia
(artículo 564).
Con los elementos presentados en la vista, el tribunal respectivo debe
declarar fundada o infundada la petición dentro del plazo de diez días;
si se considera que es fundada la solicitud respectiva, el Tribunal Su-
perior del Distrito Federal o la Suprema Corte de Justicia deben comu-
nicar el resultado al Ejecutivo Federal para que conceda el indulto en
el primer supuesto o bien reconozca la inocencia del acusado en los
términos del Código Federal, por lo que en realidad, se comunica la re-
solución judicial para su cumplimiento (artículos 618 del Código dis-
trital y 567 del federal).
Si los órganos de revisión consideran que es infundada la petición,
ordenarán el archivo de las diligencias respectivas.

IX. EJECUCIÓN

Sin pretender tomar una posición en la polémica sobre la •naturaleza


(jurisdiccional o administrativa) de la ejecución de la sentencia, consi-
deramos necesario referirnos, así sea de una manera muy breve y pano-
rámica, a las principales orientaciones de los ordenamientos procesales
128 HÉCTOR FIX-ZAMUDIO Y JOSÉ OVALLE FAVELA

mexicanos en esta materia. El estudio del derecho procesal mexicano


quedaría incompleto si no incluyésemos en este capítulo una breve refe-
rencia a la ejecución. Aludiremos por separado a cada una de las ramas
procesales.
1. A. En el Código de Procedimientos Civiles del Distrito Federal la
ejecución de las sentencias se puede llevar a cabo, a elección de la parte
interesada, a través de la llamada vía de apremio o por medio del juicio
ejecutivo (artículos 444, 500 y 505). La vía de apremio constituye sólo
una etapa procesal —la etapa de ejecución— en la cual existen muy
limitadas posibilidades de oposición para la parte condenada (artículo
531); en cambio, el juicio ejecutivo constituye un nuevo juicio, en el
que, no obstante su prevalente función ejecutiva, son mayores las posi-
bilidades de oposición de la parte condenada, para quien no existe en
forma expresa la limitación de las excepciones aducibles, y las cuales
pueden dar origen —en el caso de que se opongan— a un nuevo juicio
ordinario. Por este motivo, es explicable que en la práctica la parte
vencedora utilice regularmente la vía de apremio y no el juicio ejecutivo.
Pueden dar origen a la vía de apremio los siguientes títulos: a) Las
sentencias firmes; b) Las sentencias definitivas apeladas en "un solo
efecto" (o efecto ejecutivo); c) Las sentencias interlocutorias; d) Los
convenios y transacciones celebrados por las partes en el juicio y apro-
bados por el juzgador; e) Los convenios celebrados ante la Procuraduría
Federal del Consumidor, y f) Los laudos arbitrales (artículos 501, 502,
504 y 632).
Para iniciar la vía de apremio, se concede a la parte vencedora un pla-
zo de diez años, que se cuenta a partir del día en que haya vencido el
plazo señalado en la sentencia para el cumplimiento voluntario de sus
puntos resolutivos (artículo 529). Los gastos y costas procesales que se
originan con motivo de la ejecución procesal de la sentencia, son a car-
go de la parte vencida (artículo 528).
El Código de Procedimientos Civiles regula detalladamente las diver-
sas modalidades de la ejecución de las sentencias de condena, según con-
denen a dar (pagar una suma líquida o ilíquida de dinero, entregar
una cosa mueble o inmueble y entregar una persona), a hacer (hechos
de carácter personal, impersonal, celebración de un acto jurídico, ren-
dición de cuentas y división de la cosa común) o a no hacer. En térmi-
nos generales, la ejecución de las sentencias que condenan a pagar una
cantidad de dinero se traduce en el embargo y la enajenación de bienes
de la parte vencida, para pagar con el producto de la enajenación, la
DERECHO PROCESAL 129

suma principal y sus accesorios (la primera señalada generalmente en


la sentencia definitiva y los segundos regularmente a través de inciden-
tes de liquidación).
La ejecución de las sentencias que condenan a realizar hechos que no
son de carácter general o a celebrar un acto jurídico se obtiene con la
sustitución de la parte obligada por un tercero o por el juez, respecti-
vamente. La sustitución de la parte obligada por el tercero se hace con
cargo a aquélla, y el pago a dicho tercero también puede traducirse
en el embargo y enajenación de bienes de la parte vencida.
La ejecución de las sentencias que condenan a la entrega de cosas in-
muebles y de personas se logra, directamente, a través de la imposición
coactiva de la conducta ordenada en la sentencia, o bien, indirectamen-
te, mediante la utilización de las medidas de apremio. La ejecución de
la sentencia que condena a la división de la cosa común se lleva a cabo
a través de una junta de los interesados en la que el juez los exhorta
para que se pongan de acuerdo en la división o para que designen un
partidor, y en caso de no lograrlo el propio juez se los nombra.
En fin, la ejecución de las sentencias que condenan a la entrega de
cosas muebles, la realización de 101 hecho personal, la presentación
de cuentas, y a no hacer se concreta, primero, en la imposición de medi-
das de apremio y, después, en caso de no obtener por este medio la
ejecución, en el embargo y enajenación de bienes de la parte condena-
da, para pagar con su producto los daños y perjuicios ocasionados a la
parte vencedora por el incumplimiento de la parte obligada.
El Código de Procedimientos Civiles del Distrito Federal regula con
amplitud el embargo de bienes de la parte vencida. Las reglas que el
Código de Procedimientos Civiles contiene sobre el embargo ejecutado
en la vía de apremio —embargo apremiativo, definitivo o ejecutivo—
son aplicables a cualquier otro tipo de embargo (artículo 563). En tér-
minos generales, la diligencia de embargo, que es conducida por el
ejecutor, se desenvuelve en los siguientes actos: a) Requerimiento de
pago que hace el ejecutor a la parte condenada; b) En caso de no obte-
nerse el pago, sigue el señalamiento de los bienes que van a ser embar-
gados, para lo cual el ejecutor debe conceder primero la oportunidad
de señalarlos a la parte vencida y, en caso de que no lo haga, deberá
señalarlos la contraparte, de acuerdo con el orden previsto en el artícu-
lo 536; c) Señalados los bienes, el ejecutor traba formalmente el embargo
sobre ellos; d) Después, el ejecutante debe nombrar, bajo su responsa-
bilidad, al depositario de los bienes embargados para que los tenga baja
'1 30 HÉCTOR FIX-ZAMUDIO Y JOSÉ OVALLE FAVELA

su custodia, y e) Por último, el ejecutor debe levantar un acta de la dili-


gencia de embargo (artículos 534, 539, 543, 449 y 550).
El Código de Procedimientos Civiles contiene, como es lógico, normas
especiales para el embargo de determinados bienes (inmuebles, créditos,
créditos litigiosos, bienes fungibles, bienes de fácil deterioro, inmuebles
urbanos y rústicos, empresas mercantiles e industriales, etcétera). Tam-
bién señala, como lo hacen los demás ordenamientos procesales, los
bienes que se encuentran exceptuados de embargo (artículo 544).
Para la enajenación de los bienes embargados, el Código de Proce-
dimientos Civiles del Distrito Federal distingue si se trata de bienes in-
muebles o de bienes muebles. Para el primer caso prevé un procedi-
miento de remate, que básicamente se desenvuelve en los siguientes
actos: a) Expedición del certificado de gravámenes por diez años;
b) Avalúo del bien por rematar; c) Anuncio de la subasta y consigna-
ción del diez por ciento del precio en Nacional Financiera, por parte de
los postores, en garantía de la seriedad de sus respectivas posturas; d) Su-
bastas o almonedas, en las que se lleva a cabo el remate del bien inmue-
ble en favor de quien ofrezca la mejor postura, y e) Entrega del precio,
otorgamiento de la escritura y pago a la parte vencedora. Durante la
celebración de las almonedas existe la posibilidad que el ejecutante pida
que se le adjudique el bien embargado en pago de las prestaciones que
se le deben, o que se le entregue el inmueble embargado en administra-
ción para aplicar sus productos al pago de dichas prestaciones.
En cambio, para la enajenación de los bienes muebles embargados, el
Código de Procedimientos Civiles no prevé un procedimiento que cul-
mine necesariamente con un remate de aquéllos en sentido estricto, sino
solamente su entrega en consignación a un "corredor o casa de comer-
cio que expenda objetos o mercancías similares haciéndoles saber para
la busca de compradores, el precio fijado por peritos o por convenio
de las partes". Efectuada la venta por el corredor o la casa de comer-
cio, la cual la puede hacer con remate privado o sin él, y deducidos los
gastos de corretaje o comisión que correspondan, con el producto se
•pagan al ejecutante la suerte principal y los accesorios.
También durante el procedimiento de enajenación, el ejecutante pue-
de pedir la adjudicación de los bienes embargados en pago de las pres-
taciones que se le adeuden (artículo 598).
Por último, el Código de Procedimientos Civiles del Distrito Federal
contiene también reglas especificas sobre la ejecus ción de las sentencias
•y demás resoluciones pronunciadas por los tribunales de los estados de
DERECHO PROCESAL 131

la República y por los tribunales extranjeros (artículos 599-603 y 605-


608, respectivamente).
1. B. Al contrario de lo que ocurre con el Código de Procedimien,
tos Civiles del Distrito, el Federal no sólo no prevé dos formas de ejecu-
ción de las sentencias —como son la vía de apremio y el juicio eje-
cutivo— sino que confunde, bajo el título de la ejecución, estas dos
instituciones. No obstante, un análisis cuidadoso de las disposiciones
del título quinto del libro segundo del Código Federal de Procedimien-
tos Civiles, debe conducir a distinguir el procedimiento de ejecución
cuando se trata de sentencias firmes (que excluye la posibilidad de plan-
teamiento de un nuevo litigio) del procedimiento de ejecución de los
documentos públicos y de los privados reconocidos judicialmente (que
requiere de la presentación de una demanda y del conocimiento previo,
así sea breve, de litigio por parte del juez, quien también debe pronun-
ciar una sentencia para poder proceder en forma defintiva a la ejecu-
ción). En consecuencia, a pesar de la aparente confusión, en el Código
Federal es preciso distinguir la ejecución de las sentencias firmes, las
cuales, de acuerdo con la conocida formulación de Liebman, son títu-
los ejecutorios que dan origen a una ejecución definitiva e inmediata, de
la ejecución de los documentos públicos y privados reconocidos judi-
cialmente, los cuales son títulos ejecutivos que dan motivo a una eje-
cución provisional, la cual no se convierte en definitiva sino hasta que
el juez pronuncie la sentencia sobre la demanda presentada por el ac-
tor; es decir, la ejecución provisional se convierte en defintiva hasta
que el título ejecutivo se convierte en título ejecutorio por la sentencia
pronunciada por el juez.
En relación con la ejecución, conviene tener presente que el artículo
49 del Código Federal de Procedimientos Civiles, después de establecer
como regla general que las instituciones, servicios y dependencias de
la administración pública federal y de las entidades federativas tendrán
en el procedimiento judicial la misma situación que cualquier otra
parte, dispone, como excepción, que "nunca podrá dictarse (en contra
de dichos organismos y dependencias) mandamiento de ejecución ni pro-
videncia de embargo". Por tanto, contra ellos no podrá seguirse, a pesar
de que se pronuncie sentencia condenatoria en su contra, el procedi-
miento de ejecución previsto en dicho Código.
Fuera de estas modalidades especiales, las reglas del Código Federal
de Procedimientos Civiles sobre el procedimiento de ejecución de las
132 HÉCTOR FIX-ZAMUDIO Y JOSÉ OVALLE FAVELA

sentencias ejecutorias son muy similares a las del Código del Distrito
Federal, con muy ligeras diferencias que no ameritan comentario aparte.
2. Por ser una copia mutilada del Código de Procedimientos Civiles
de 1884, el Código de Comercio incluyó las reglas sobre vía de apre-
mio dentro del título relativo al juicio ejecutivo. Similares considera-
ciones a las hechas anteriormente sobre el Código Federal habría que
hacer sobre el Código de Comercio, aunque con sentido inverso: así
como en el Código Federal se trató de subsumir el juicio ejecutivo, den-
tro del procedimiento de ejecución, en el Código de Comercio, en cam-
bio, el procedimiento de ejecución de las sentencias quedó confundido
dentro de las disposiciones sobre el juicio ejecutivo, aunque un análisis
cuidadoso de las reglas de dicho Código debe conducir, necesariamen-
te, a distinguir estas dos instituciones. Si bien la sentencia firme es
considerada como un título ejecutivo, las excepciones que se pueden
aducir en contra de aquélla son sólo las que se pueden oponer en la
vía de apremio (artículos, 1391, fracción I, y 1397). Sin embargo, se
debe aclarar que si la parte vencida llega a oponer alguna de las excep-
ciones permitidas, podrán tener lugar las fases de prueba, alegatos y
sentencia (artículos 1299 y 1400), aunque en forma claramente diferen-
te a como se deben realizar en el juicio ejecutivo en sentido estricto.
Por lo demás, las reglas del Código de Comercio sobre el procedi-
miento de ejecución de las sentencias son totalmente insuficientes. Por
un lado, sólo prevén la ejecución de las sentencias que condenan al re-
mate de los bienes embargados a la parte vencida, por lo que quedan
sin regulación específica las demás sentencias que condenan a dar y las
sentencias que condenan a hacer y a no hacer. Pero aún la regulación
de las sentencias de remate se limita a cinco artículos que prevén el
procedimiento de remate de los bienes embargados —tanto muebles
como inmuebles—, el cual se lleva a cabo a través del avalúo de dichos
bienes, el anuncio del remate y las almonedas públicas, en las cuales el
acreedor puede pedir la adjudicación de los bienes en pago de las pres-
taciones que se le adeuden. Las partes pueden convenir el procedimiento
de enajenación y el precio de los bienes embargados (artículos 1410-
1414). Ante las omisiones del Código de Comercio sobre el procedi-
miento de ejecución de las sentencias, habrá que aplicar supletoriamen-
te las normas pertinentes del respectivo código de procedimientos civiles
local, como lo previene el artículo 1054 del ordenamiento mercantil.
DERECHO PROCESAL 133

Por último, la Ley de Quiebras y Suspensión de Pagos contiene las


reglas sobre el proceso universal de ejecución que constituye la quiebra,
la cual es examinada en el capítulo de "Derecho mercantil".
3. A. En la Ley Federal del Trabajo se encarga la ejecución de los
laudos, de las resoluciones de los procesos sobre conflictos colectivos
de naturaleza económica y de los convenios celebrados ante las juntas de
conciliación y de conciliación y arbitraje, a los presidentes de dichas
juntas (artículos 939 y 940).
En dicha Ley se prevé, asimismo, que los laudos y demás títulos
ejecutorios deben cumplirse dentro de las setenta y dos horas siguien-
tes a su notificación y se faculta a las partes para convenir las moda-
lidades de su cumplimiento (artículo 945). A pesar de que se indica
que la ejecución debe despacharse para "el cumplimiento de un dere-
cho" o para "el pago de cantidad líquida, expresamente señalados en
el laudo, entendiéndose por ésta la cuantificada en el mismo" (artículo
946), la ley regula exclusivamente la ejecución de los laudos que con-
denan al pago de una cantidad de dinero sin que contenga previsiones
sobre la ejecución de los laudos que ordenen "el cumplimiento de un
derecho". En este sentido, se advierte una omisión en las reformas pro-
mulgadas en 1979, pues con anterioridad a ellas el artículo 844 —ac-
tualmente derogado por tales reformas—, preveía en forma expresa la
ejecución de los laudos que condenaran a la entrega de una cosa deter-
minada, a hacer alguna cosa y a no hacerla. Esta lamentable omisión
podría ocasionar algunos problemas prácticos en la ejecución de los
laudos mencionados; aunque es claro que, aun sin previsión expresa,
dichos laudos deberán ser ejecutados, pues de lo contrario la jurisdic-
ción de los tribunales del trabajo se reducirá a producir meros consejos
o recomendaciones a las partes, lo que sería contrario al artículo 123,
apartado A, de la Constitución, y a la naturaleza y a la función de los
propios tribunales del trabajo.
La Ley Federal del Trabajo se limita, pues, a regular en forma sis-
temática la ejecución de los laudos que ordenan el pago de una suma
determinada de dinero, la cual se lleva a cabo a través del embargo
y el remate de bienes de la parte condenada. El procedimiento previsto
para este objeto es muy similar al señalado en el Código de Procedi-
mientos Civiles del Distrito Federal, al cual ya hemos hecho referencia,
con algunas modalidades impuestas por las características del proceso
laboral. Nos limitamos a consignar que, a diferencia del Código de Pro-
cedimientos Civiles del Distrito Federal, la Ley Federal del Trabajo es-
134 HÉCTOR FIX-ZAMUDIO Y JOSÉ OVALLE FAVELA

tablece que tanto la enajenación de los bienes muebles como la de los


inmuebles se llevarán a cabo a través de remates públicos (artículo 968).
3. B. La Ley Federal de los Trabajadores al Servicio del Estado sólo
contiene dos preceptos sobre la ejecución de los laudos: los artículos
150 y 151. El primero consigna genéricamente el deber del Tribunal
Federal de Conciliación y Arbitraje "de proveer a la eficaz e inmediata
ejecución de los laudos y, a ese efecto, dictará todas las medidas nece-
sarias en la forma y términos que a su juicio sean procedentes". El
segundo precepto señala, más concretamente, que, a petición de la par-
te interesada, el Tribunal despachará el auto de ejecución y comisionará
a un actuario para que, acompañado por dicha parte, requiera en su
domicilio a la parte condenada para que cumpla la resolución, aperci-
biéndola de que, en caso de desobediencia, el Tribunal le impondrá
las medidas necesarias procedentes.
4. En el proceso penal ordinario —tanto federal como del Distrito
Federal—, la ejecución de las sentencias de condena queda encomen-
dada a la Dirección General de Servicios Coordinados de Prevención y
Readaptación Social, dependiente de la Secretaría de Gobernación (ar-
tículos 575 del Código de Procedimientos Penales del Distrito Federal
y 529 del Código Federal de la misma materia) Pronunciada la senten-
cia firme, los tribunales penales concluyen su intervención en el enjui-
ciamiento penal, limitándose a remitir una copia certificada de la sen-
tencia a la citada dependencia de la Secretaría de Gobernación, la cual
decide tanto el centro penitenciario en el que el reo debe cumplir la
pena impuesta, así como las diversas modalidades que la ejecución de
ésta puedan tener: la libertad preparatoria, la retención, la conmuta-
ción y la reducción de la sanción, la remisión parcial de la pena, etcétera.
Aparte de la intervención ejecutiva en el cumplimiento y las modali-
dades de la pena por parte de la Dirección General de Servicios Coor-
dinados de Prevención y Readaptación Social, dependiente de la Se-
cretaría de Gobernación (con la que concurren, en todo caso, el director
del respectivo centro penitenciario y su consejo técnico interdisciplinario),
el Código Federal de Procedimientos Penales prevé, también la fiscali-
zación, por parte del Ministerio Público, del cumplimiento de la pena
impuesta, con objeto de verificar que ésta se ajuste a los términos de
la sentencia (artículos 5 y 529).
La ejecución de las penas privativas de libertad se debe llevar a cabo
de acuerdo con las previsiones de la Ley que establece las Normas Mí-
nimas sobre Readaptación Social de Sentenciados, la cual fue promul-
DERECHO PROCESAL 135
gada el 8 de febrero de 1971. Esta Ley que tiene vigencia en el Distrito
Federal para la ejecución de penas por delitos ordinarios federales y
locales y en toda la República para la ejecución de penas por delitos
federales; establece un régimen penitenciario de carácter progresivo y
técnico, compuesto, por lo menos, de un periodo de estudio y diagnós-
tico y otro de tratamiento, el cual se subdivide, a su vez, en las fases
de tratamiento en clasificación y tratamiento preliberacional (artículos
3 y 7).
En el Distrito Federal también rige el Reglamento de Reclusorios pro-
mulgado el 14 de agosto de 1979. Cada estado de la República cuenta
con su propia Ley sobre Ejecución de Penas Privativas y Restrictivas
de Libertad y, algunos de ellos, con los reglamentos de los respectivos
centros penitenciarios.
Por último, en el Código de Justicia Militar se atribuye la ejecución
de las penas —entre las cuales todavía figura la de muerte— a "las auto-
ridades del Fuero de Guerra", es decir, a la Secretaría de la Defensa
Nacional si el reo es o fue miembro del ejército o de la fuerza aérea,
o a la Secretaría de Marina, si es o fue de la armada (artículo 847).
Conviene advertir que, a diferencia de los anteriores ordenamientos
procesales penales, en el Código de Justicia Militar se da intervención
al Supremo Tribunal Militar en la decisión de alguna de las modalida-
des de la ejecución de las penas privativas de la libertad, como es el
caso de la libertad preparatoria, la retención y la reducción de las san-
ciones (artículos 855, 865, 867 y 871).
En términos generales, la doctrina procesal penal mexicana conside-
ra que el estudio de la ejecución de la pena no corresponde al derecho
procesal penal, sino a una rama diferente y especializada en dicho tema,
como es el derecho penitenciario, el cual ha tenido importantes desa-
rrollos en épocas recientes.
5. A. En el Código Fiscal de la Federación se introdujo el recurso de
queja como medio para impugnar, ante la Sala Regional que haya cono-
cido del juicio de nulidad, la repetición del acto invalidado o los defec-
tos o excesos en la ejecución de la sentencia en que incurra la autori-
dad. Si la Sala estima fundado el recurso, anula el acto repetido o
cumplido en forma defectuosa o excesiva y, en estos dos últimos casos,
ordena a la autoridad la emisión de un nuevo acto apegado a la sen-
tencia (artículo 239 ter). Sin embargo, este medio de impugnación no
prevé la hipótesis en que la autoridad incumple totalmente la sentencia,
por no llevar a cabo ningún acto de ejecución. En este caso, el intere-
136 HÉCTOR FIX-ZAMUDIO Y JOSÉ OVALLE FAVELA

sado tendrá que promover un juicio de amparo para lograr el cumpli-


miento de la sentencia, tal como lo ha sostenido la Suprema Corte de
Justicia de la Nación (tesis de jurisprudencia 328 del Apéndice al Se-
manario Judicial de la Federación 1917-1985, 3a. parte, pp. 556-557).
5. B. La Ley del Tribunal de lo Contencioso Administrativo del
Distrito Federal prevé, por un lado, los medios de apremio que dicho
Tribunal puede imponer con objeto de hacer cumplir sus determinacio-
nes (artículo 29), y por el otro, regula la queja, a través de la cual la
parte que haya obtenido sentencia estimatoria puede denunciar ante
la sala respectiva el incumplimiento en que incurra la autoridad respon-
sable, a la cual si efectivamente ha incumplido, la sala puede amonestar
y apercibir de imponerle una multa; para lograr el cumplimiento de la
sentencia, la sala puede dirigirse al jefe del Departamento del Distrito
Federal para que conmine al funcionario renuente, y, todavía si el ple-
no lo estima pertinente, puede dirigirse al presidente de la República
cuando quien incumpla sea el jefe del Departamento del Distrito Fe-
deral (artículo 82).
6. La Ley de Amparo es especialmente rigurosa en la regulación de
la ejecución de las sentencias de amparo. En los juicios de amparo
indirecto, y en los juicios de amparo directo en los que se haya inter-
puesto revisión, el juez de distrito o el tribunal colegiado de circuito,
respectivamente, deben notificar la sentencia firme a la autoridad res-
ponsable para que le dé cumplimiento previniéndole que informe a
aquéllos acerca de dicho cumplimiento (artículo 104). Si en un plazo
de 24 horas no se logra o no se inicia éste, el juzgador de amparo re-
querirá al superior jerárquico de la autoridad responsable para que obli-
gue a ésta a cumplir la sentencia y puede reiterar estos requerimientos
a las demás autoridades jerárquicamente superiores, hasta llegar a la
más alta; si la autoridad responsable no tuviese superior jerárquico, el
requerimiento debe hacerse directamente a ella (artículo 105).
Una adición hecha a este último artículo con las reformas a la Ley
de Amparo promulgadas el 29 de diciembre de 1979, autoriza a la
parte interesada para solicitar la ejecución de la sentencia de amparo
a través del pago de los daños y perjuicios que haya sufrido, los cuales
se deben cuantificar en un incidente en el que se escuche a las partes
(artículo 106).
En los juicios de amparo directo, la Suprema Corte de Justicia o el
tribunal colegiado de circuito que haya conocido de aquéllos, deberán
remitir a la autoridad responsable un testimonio de la sentencia firme
DERECHO PROCESAL 137

con objeto de que dicha autoridad cumpla con lo ordenado en ésta e


informe sobre dicho cumplimiento. Si dentro del plazo de 24 horas no
se logra o no se inicia éste, el juzgador de amparo hará los requeri-
mientos mencionados en el párrafo anterior (artículo 106).
Si a pesar de las anteriores medidas, el juzgador de amparo no obtie-
ne el cumplimiento de la sentencia, remitirá el expediente original a la
Suprema Corte de Justicia, la cual, si comprueba las violaciones de la au-
toridad responsable a la sentencia de amparo y a los requerimientos
del juzgador, destituirá a dicha autoridad y la consignará al juez de
distrito competente, ante el cual se le debe seguir un proceso penal, en
los términos señalados por el artículo 107, fracción XVI, de la Cons-
titución (artículo 105 y 106 de la Ley de Amparo).
La propia Ley de Amparo prevé que, ante el incumplimiento de la
autoridad responsable y cuando la naturaleza del acto lo permita, el juz-
gador de amparo —por sí mismo o a través de su secretario o su ac-
tuario se trasladarán al lugar donde deba cumplirse la sentencia y

la ejecutarán directamente. Cuando se trate de la libertad personal y la


autoridad responsable no haya cumplido la sentencia en un plazo de
tres días, el juzgador de amparo ordenará que se ponga en libertad al
quejoso, y el encargado de la prisión deberá acatar dicha orden (artícu-
lo 111).
Por último, la parte que haya obtenido la sentencia de amparo esti-
matoria cuenta, en todo caso, con el recurso de queja para impugnar
los excesos o los defectos en que incurra la autoridad responsable en el
cumplimiento de la sentencia (artículo 95, fracción IV).

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