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III
LA ANGUSTIA
El miedo seria una reacción proporcionada al peligro que se debe encarar, mientras la angustia es una reacción
desproporcionada al peligro, o inclusive una reacción ante riesgos imaginarios. El miedo y la angustia son, ambos,
reacciones proporcionales al peligro, pero en el caso del miedo el peligro es evidente y objetivo, en tanto que en el de la
angustia es oculto y subjetivo. Nuestra cultura nos ofrece cuatro vías principales para escapar a la angustia: racionarla,
negarla, narcotizarla o evitar toda idea, sentimiento, impulso o situación capaz de despertarla. Es posible negar
conscientemente la angustia, intentando superar mediante un esfuerzo de voluntad, a semejanza de lo que se hace en el
nivel normal cuando se procura vencer el miedo negándolo atrevidamente. La inhibición consiste en la incapacidad de
hacer, sentir o pensar determinadas cosas, y su función es evitar la angustia que se produciría se la persona pretendiese
hacerlas sentirlas o pensarlas. Su forma mas espectacular y dramática la vemos en las inhibiciones funcionales de la
histeria: ceguera, mutismo o parálisis histérica de un miembro. En la esfera sexual la frigidez y la impotencia representan
inhibiciones semejantes. Las inhibiciones de la capacidad de concentración, de la formación o expresión de opiniones y de
las relaciones con los demás. Si una inhibición llega a anular todo deseo o impulso, el sujeto puede no tener la menor
noción de su presencia. Un segundo factor susceptible de impedir la conciencia de la inhibición interviene cuando esta
desempeña tan significativo papel en la vida del sujeto, que el prefiere aceptar la como hecho inmutable. La angustia
podrá encubrirse tras sentimientos de malestar físico, como las palpitaciones y la fatiga; hallarse escondida bajo roda una
serie de temores que parecen racionales y justificados; ser la fuerza oculta que nos lleva al alcoholismo o a precipitarnos
en toda suerte de distracciones. La hallaremos frecuentemente como causa de la incapacidad de hacer o gozar ciertas
cosas, y siempre nos encontraremos con ella como factor causal de las inhibiciones.
IV
ANGUSTIA Y HOSTILIDAD
Todo impulso agudo puede ser una causa directa de angustia si su realización contraria los intereses del propio sujeto. La
represión es un proceso de tipo reflejo que se produce siempre en una situación particular nos resulta insoportable
admitir que nos anima un impulso hostil. La represión es el camino más corto y breve para recuperar de inmediato la
seguridad y la calma. Gracias a la represión, la aterrorizante hostilidad desaparece de la conciencia o es mantenida lejos
de ella. Al reprimir la hostilidad, el sujeto ya carece de toda noción de que es hostil. Al reprimir la rabia, queda cerrado el
acceso a estas posibilidades de restricción, con el resultado de que los impulsos hostiles trasgreden las restricciones
interiores y exteriores, aunque solo en la fantasía. Otra consecuencia de la represión de la hostilidad es que el sujeto
registra en si mismo la presencia de un efecto muy violento que escapa a sus posibilidades de dominio. Segundo proceso
reflejo: el sujeto proyecta sus impulsos hostiles hacia el mundo exterior. Además, la proyección brinda igualmente al
individuo la posibilidad de autojustificarse, pues al intervenir ese proceso no es el quien quiere engañar, robar, explotar y
humillar a los demás, sino estos quienes se proponen hacerle victima de semejantes maldades. Formas de angustia a las
que puede llevar la represión de la hostilidad:
a. el sujeto siente que el peligro proviene de sus propios impulsos.
b. Lo percibe como de origen exterior. Ambos se dividen en dos subgrupos:
1. El peligro se considera dirigido contra uno mismo, 2. El peligro se considera dirigido contra los demás. Freud formulo
dos concepciones de la angustia. La primera, la angustia resultaría de la represión de impulsos, proceso que atañe en
forma exclusiva a los impulsos sexuales. La segunda angustia respondería al miedo ante aquellos impulsos cuyo
descubrimiento o realización responderían a un peligro exterior. En general, la angustia resulta del temor a nuestros
impulsos reprimidos siendo estos motivos de ansiedad.
VII
VIII
IX
XI
En nuestra cultura, el afán neurótico de competencia discrepa en tres sentidos respecto del normal: primero, el neurótico
siempre se valora a si mismo en comparación con los demás, inclusive en circunstancias inadecuadas. El neurótico puede
percatarse de que incesantemente se parangona con los demás, o bien hacerlo en forma automática, sin conciencia de
ello. En todo caso, muy pocas veces reconoce conscientemente el destacado papel que en desempeña tal actitud. El
segundo rasgo que lo distingue de la competencia normal es que la ambición del neurótico no solo reside en alcanzar mas
que los otros o tener mayor éxito, sino también en ser único y excepcional. Estas ambiciones se concentran a veces
sobre determinado objetivo: la inteligencia, el atractivo físico, las obras de cualquier clase o la moral.
UNIVERSIDAD DE SAN CARLOS DE GUATEMALA
CENTRO UNIVERSITARIO METROPOLITANO CUM
ESCUELA DE CIENCIAS PSICOLOGICAS
PSICOLOGIA DE LA PERSONALIDAD
LICDA.
JORNADA NOCTURNA – SECCION A