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Hace un cuarto de siglo, el autor presentó una idea infecciosa. Ahora examina hasta
que punto ha contaminado la cultura.
Hace años, cuando daba clase en Oxford, tuve una alumna con un hábito singular. Cada
vez que tenía que responder a una pregunta que requería concentración, cerraba los ojos
con fuerza, inclinaba la cabeza sobre el pecho y se quedaba inmóvil durante 30
segundos. Después levantaba el rostro, abría los ojos y respondía con inteligencia y
fluidez. Lo encontré gracioso y un día después de cenar, hice una imitación para que
mis amigos, entre los que se encontraba un distinguido filósofo de Oxford. En cuanto
vio mi actuación, exclamó: "¡Eso es Wittgenstein!". "¿El apellido de esa joven no será
#### por casualidad?". Asombrado respondí afirmativamente. "Ya me parecía", dijo mi
colega. "Sus padres se dedican profesionalmente a la filosofía y son devotos seguidores
de Wittgenstein". Mi alumna había heredado el gesto del gran pensador a través de uno
o ambos padres.
Nuestra vida cultural esta llena de cosas que parecen propagarse como los virus de una
mente a otra: melodías, ideas, frases hechas, modas, el arte de la alfarería o el de
construir arcos. En 1976 acuñe la palabra "meme" para denominar estas unidades
culturales que tienen vida propia y son capaces de autorreplicarse.
Desde entonces, como todo buen meme, el término se difundió por el mundo cultural.
Para cuantificar este enunciado "metamemético", busque en la Web: el adjetivo
"memético" aparece en 5.042 entradas. A modo de referencia, lo comparé con otros
neologismos o expresiones de moda: docudrama apareció 2.848 veces, sociobiología
6.679, zippergate (algo así como "braguetagate, en referencia al escándalo Clinton)
1.752 y post-estructural 577.
Continuando con la búsqueda, di con alt.memetics, un grupo de debate que solo el año
pasado recibió unos 12.000 artículos como "Los memes, los metamemes y la política" y
"Los memes y la sonriente estupidez de la prensa". Hay también sitios especialmente
creados sobre el tema "Memeticistas en la Web" y la "Página de jardinería del meme";
incluso (aunque espero no vaya en serio) ha surgido una nueva religión, "La Iglesia del
Virus", con su correspondiente lista de pecados y virtudes, su santo patrono (San
Charles Darwin) y una alarmante referencia a mi persona como "San Dawkins".
Con alguna frecuencia se me acusa de haberles dado la espalda a los memes, de haber
perdido el entusiasmo y tirado la toalla, de tener dudas. Pero lo cierto es que mis
primeros pensamientos fueron muchos más modestos de lo que algunos memeticos
hubieran deseado. Para mí, la misión original era negativa. La palabra apareció por
primera vez al final de un libro que, de no ser por eso, parecía destinado a consagrar al
gen "egoísta" como el principio y la esencia de la evolución, la unidad fundamental del
proceso de selección.
Pero siempre contemplé la posibilidad de que algún meme sirviera de base para
formular una hipótesis adecuada sobre la mente humana. Antes de leer La Conciencia
Explicada: una teoría interdisciplinar y Darwin's Dangerous Idea (La idea peligrosa de
Darwin), de Daniel Dennet, y The Meme Machine (la máquina de memes), el nuevo
libro de Susan Blackmore, no sabía lo ambiciosa que podía ser esta tesis. Dennet pinta
una vívida imagen de la mente, asemejándola a un hervidero de memes. Incluso llega a
defender la hipótesis de que "la conciencia humana es un gigantesco complejo de
memes..".
Cuando surgió el meme, con El gen egoísta, en 1976, el mensaje era negativo: los genes
no eran los únicos responsables de la evolución como afirmaba Darwin. En 1998, en
Unweaving the Rainbow (Destejiendo el Arco Iris), me permití ser mas positivo: "Hay
una ecología de memes, una selva tropical de memes, un hormiguero de memes. Los
memes no se limitan a saltar de una mente a otra por imitación cultural. Eso es solo la
punta del iceberg. También se desarrollan, se multiplican y compiten dentro de nuestras
mentes. Cuando revelamos al mundo una idea, ¿Quién sabe que procesos de selección
subconsciente, cuasi-darviniano , habrán ocurrido en nuestra cabeza? Los memes
invaden nuestras mentes, al igual que una bacteria antiquísima invadió las células de
nuestros antepasados y se convirtió en mitocondria. Y como en el caso de la sonrisa del
gato de Alicia en el País de las Maravillas, que entró a formar parte de la cultura
popular, los memes se incorporan a nuestra mente e incluso terminan por constituir la
mente misma.
La selección natural, según Orr, explica procesos fortuitos como las mutaciones
genéticas, pero si los animales pudieran mejorar sus crías deliberadamente, la teoría no
podría sostenerse. Por el contrario, las ideas suelen modificarse conscientemente antes
de transmitirse. La evolución memética, a diferencia de la evolución genética, no es
casual. "Cuando Newton inventó el cálculo", explica Orr, "no generó un millón de ideas
al azar y después eligió la mejor". En opinión de sus críticos, el darwinismo no tiene
relevancia alguna en esas condiciones.
De hecho, Blackmore lleva la teoría hasta su extremo lógico y sugiere que los memes
son responsables no solo de la evolución de la cultura, sino de la conciencia misma. La
mente, según el esquema de Blackmore, es poco más que un nido de memes. No solo
ella piensa así. El profesor Daniel Dennett, de la Universidad de Tufts, memético
prolífico y entusiasta, reconoce que se trata de una filosofía inquietante. "La gente teme
que esto les despoje de la autoría y la creatividad, y que acabe con la individualidad".
Ese miedo, argumenta Dennett, explicaría la vehemencia de los opositores de la
memética. "El concepto de individuo que emerge de una auténtica teoría de la
evolución", dice, "es suficientemente distinto del tradicional como para poner nerviosa a
la gente". Según Dennett, la memética aventaja a la tradición porque puede explicar la
conciencia sin recurrir a una especie de duendecillo supremo alojado en nuestra cabeza.
Pero incluso entre las filas de los "ultra-darwinistas" se escuchan voces disidentes. A
Steven Pinker, lingüista del M.I.T. (Instituto Tecnológico de Massachusetts), le parece
una idea sugerente y hasta útil a veces, pero no lo considera ciencia auténtica. Tampoco
acepta el concepto de la conciencia como un mero "nido de memes". "Sinceramente, no
se que significa eso", admite Pinker. El problema, según él, es que los meméticos ven el
cerebro como un órgano esencialmente pasivo, un tubo de ensayo esperando la
infección. Esa concepción no explica las respuestas subjetivas del individuo, ni
sensaciones como el amor y la envidia. "Los bebes son conscientes", señala, "Por eso no
los operamos sin anestesia. Y los memes no han infectado sus mentes".