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Partido y

Clase
Las diferentes concepciones
Chris Harman

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publica libros y folletos sobre temas teóricos y políticos, Noticias y análisis de la realidad
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anticapitalista.
socialistas entre trabajadores y estudiantes.

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2 Partido y Clase
Partido y
Chris Harman es editor de In-

Clase
ternational Socialist Journal, re-
vista teórica y política marxista
publicada en Gran Bretaña por el
Socialist Workers Party (SWP). Y
también autor de numerosos li-
bros, entre los que se destacan
Economics of the Madhouse
(1995), The Lost Revolution: Ger-
many 1918 to 1923 (1997), A Diferentes concepciones
People's History of the World
(1999) y Explaining the crisis. A
marxist re-appraisal (2001). Ade- Introducción ............................................................. 4
más de activista del movimiento
La visión socialdemócrata de la relación
anticapitalista y antiguerra.
entre el partido y la clase ......................................... 5
La primera edición de este La izquierda revolucionaria
folleto fue realizada en y las teorías de la socialdemocracia ......................... 6
Agosto del 2002. Lenin y Gramsci sobre el partido y la clase .............. 10
El partido socialdemócrata, el partido bolchevique
y el partido estalinista ............................................... 18
Notas ........................................................................ 21

El Mundo al revés 3
Partido y
Clase Diferentes concepciones

Pocas polémicas han despertado tanta amargura entre marxistas como el deba-
te acerca de la relación entre el partido y la clase. Éste ha provocado más conflic-
tos que cualquier otra cuestión y una generación tras otra se ha tildado de “buró-
crata”, “sustitucionista”, “elitista”, “autócrata”, en el curso de la discusión.
Sin embargo, los principios fundamentales del debate han quedado muchas
veces sin aclarar pese a la importancia de los problemas que de allí surgen. Cuan-
do se dividieron los bolcheviques y los mencheviques en 1903 a raíz de la discu-
sión sobre el carácter y la organización del partido, por ejemplo, muchos de los
que en 1917 se opusieron a Lenin (Plejanov, entre ellos) votaron con él. Y en el
campo opuesto se encontraban revolucionarios de la estatura de Trotsky y Rosa
Luxemburgo. Y no era un caso aislado, al contrario, ha sido un rasgo permanente
en toda discusión entre revolucionarios.
Trotsky señalaba el hecho de que tanto los socialdemócratas como los
bolcheviques hablaban de la “necesidad del partido”, aunque esto significara en
cada caso cosas muy distintas, volviéndose este tema más complicado aún desde
el desarrollo del estalinismo en adelante. El vocabulario de los bolcheviques fue
acaparado por sectores que lo emplearon con fines muy distintos a los que pro-
yectaban los que formularon ese lenguaje. Por otro lado, aquellos que continua-
ron en la tradición revolucionaria, oponiéndose tanto al estalinismo como a la
socialdemocracia, muchas veces no tomaron con suficiente seriedad el asunto.
Apoyándose en la “experiencia” como prueba suficiente de la necesidad de un
partido, se olvidaron precisamente que era una experiencia estalinista o socialde-
mócrata.
A nuestro parecer, la consecuencia ha sido que la mayor parte de la discusión,
aun en círculos revolucionarios, se ha limitado fundamentalmente a tomar posi-
ciones en favor o en contra de los conceptos estalinistas o socialdemócratas de lo
que es o debe ser el partido revolucionario. Creemos, en cambio, que las perspec-
tivas orgánicas desarrolladas implícitamente tanto en los escritos como en la ac-

4 Partido y Clase
tuación de Lenin, conduce a conclusiones muy distintas. Si esto ha quedado poco
claro, se debe ante todo a la corrupción estalinista de la teoría y la práctica de la
Revolución de Octubre, y al hecho de que el partido bolchevique se desarrolló en
la clandestinidad, de manera que las cuestiones principales se plantearon muchas
veces con el lenguaje de la socialdemocracia.

La visión socialdemócrata de la relación


entre el partido y la clase

Las teorías clásicas de la socialdemocracia, que hasta 1914 no fueron impug-


nadas por los marxistas, daban necesariamente al partido un papel clave en el
proceso hacia el socialismo, proceso que se visualizaba como un desarrollo cons-
tante y continuo de las organizaciones y la conciencia obreras dentro del capita-
lismo. Aun aquellos marxistas que, como Kautsky, rechazaban la idea de una tran-
sición gradual hacia el socialismo, estaban de acuerdo en que lo que precisaban
por el momento era ampliar y extender la fuerza orgánica y el apoyo electoral del
partido. Era esencial que creciese el partido para que, en el momento en que se
entablara la transición inevitable al socialismo, sea por elecciones, sea a través de
la violencia defensiva por parte de la clase trabajadora, existiera ya el partido
capaz de apoderarse y formar la base del nuevo Estado (o del antiguo Estado
reconstituido).
Se consideraba que el desarrollo de un partido obrero de masas era la conse-
cuencia inevitable del desarrollo del capitalismo. “Todos los días va creciendo el
número de proletarios, aumentándose el ejercito de trabajadores superfluos,
agudizándose la oposición entre explotadores y explotados”1, las crisis “ocurren
en forma natural y creciente”2, “la mayoría va cayendo cada vez más en la necesi-
dad y la miseria”3, “se vuelven cada vez más cortos los intervalos de prosperidad,
cada vez más intensas las crisis”4. Esto impulsa a un número cada vez mayor de
obreros “hacia una instintiva oposición al orden existente”5. La socialdemocra-
cia, basándose en “una investigación científica independiente realizada por pen-
sadores burgueses”6 existe para elevar a los obreros al nivel donde “puedan perci-
bir claramente las leyes que gobiernan a la sociedad”7. Un movimiento tal, “que
surge de los antagonismos de clase… sólo puede sufrir derrotas temporales, pues
al final la victoria tiene que ser suya”8. “Las revoluciones no se hacen por volun-
tad, sino que son fruto de una necesidad inevitable.” Dentro de este proceso, los
mecanismos claves son las elecciones parlamentarias (aunque hasta Kautsky mis-
mo, durante el período inmediatamente después de 1905-6 reconocía la posibilidad
de una huelga general)9. “No hay por qué‚ creer que… hoy en día juegue un papel

El Mundo al revés 5
determinante la insurrección armada”10. Por el contrario, “el Parlamento es el ins-
trumento más poderoso que tenemos para levantar al proletariado de su situación
económica social y moral”11.
El hecho de que la clase trabajadora lo emplea significa que “el parlamentaris-
mo empieza a cambiar de carácter. Deja de ser una simple herramienta en manos
de la burguesía”12. A largo plazo, estas actividades deben conducir a la organiza-
ción de la clase trabajadora hacia una situación en la cual el partido socialista
tenga mayoría y forme el gobierno. “… [El Partido Laborista] debe tener como fin
la conquista del gobierno para los intereses de la clase que representa. El desarro-
llo económico conducirá en forma natural al cumplimiento de ese fin.”13
En Europa occidental la actividad de los socialistas se basaba en su mayor
parte sobre esta perspectiva durante los 40 años anteriores a la primera guerra
mundial. No sólo eso, durante esta época no hubo respuesta teórica alguna des-
de la izquierda. El asombro de Lenin ante la decisión del Partido Socialdemó-
crata Alemán (SPD) de apoyar la guerra es bien conocido. Cabe señalar el he-
cho menos conocido de que hasta los que criticaban a Kautsky desde la izquier-
da, como Rosa Luxemburgo, aceptaban, o al menos no rechazaban, los funda-
mentos de la teoría de la relación entre el partido y la clase y del desarrollo de la
conciencia de clase que de ella fluía. Sus críticas al kautskismo no saldrían del
marco teórico general definido por Kautsky mismo.
Para los socialdemócratas, lo esencial es que el partido representa a la clase.
Fuera del partido el trabajador carece de conciencia. Kautsky, por ejemplo, mani-
festaba un terror casi patológico a lo que podían hacer los trabajadores estando
fuera del partido, y le obsesionaba el peligro de la revolución “prematura”. Así que
tenia que ser el partido quien tomase el poder. Aunque otras formas de organización
obrera contribuyeran al proceso, éstas debían subordinarse al portador de la con-
ciencia política de la clase. “Esta acción directa de los sindicatos puede ser eficaz,
pero sólo en la medida en que sea auxiliar y refuerzo, pero no sustituto, de la activi-
dad parlamentaria.”14

La izquierda revolucionaria
y las teorías de la socialdemocracia

Cabe repetir que la perspectiva socialdemócrata sobre la relación entre parti-


do y clase no fue impugnada en ningún momento en forma explícita (con la ex-
cepción de los anarquistas que rechazaban toda noción de partido). Sólo así pue-
den entenderse las polémicas‚ desarrolladas a raíz del problema de la organiza-
ción del partido antes de 1917. Aun aquellos‚ que como Rosa Luxemburgo, se

6 Partido y Clase
oponían a la socialdemocracia desde el punto de vista de la actividad masiva y
autónoma de la clase trabajadora, compartían sus conceptos fundamentales. Y no
se trataba de un simple error teórico; surgía de una situación histórica. La Comu-
na de París era la única experiencia de la toma del poder por la clase trabajadora,
experiencia limitada a un periodo de sólo dos meses y a una ciudad marcadamente
pequeñoburguesa. La revolución de 1905, a su vez, no pasaba de ser una manifesta-
ción en embrión de cómo se organizaría de hecho un Estado obrero. Se descono-
cían por completo las formas fundamentales del poder de los trabajadores: los
soviets, o consejos obreros. Así, por ejemplo, Trotsky, que había sido Presidente
del Soviet de Petrogrado en 1905, ni siquiera les hace referencia al analizar las
lecciones de la experiencia de 1905 en su Resultados y Perspectivas. Pese a ser el
único que reconocía el contenido socialista de la revolución rusa, Trotsky no pre-
veía la forma que podía adoptar.

La revolución es… sobre todo una cuestión de poder, no de la forma del Estado (Asam-
blea constituyente, república, Estados unidos), sino del contenido social del poder.15

En la respuesta de Rosa Luxemburgo a 1905, Huelga de masas, se repite el


mismo error. Lenin tampoco reconoció el papel clave desempeñado por el soviet
hasta después de la revolución de febrero.16
La izquierda revolucionaria nunca llegó a aceptar del todo la posición de Kautsky,
quien veía en el partido el precursor del Estado obrero. Los escritos de Luxembur-
go, por ejemplo, reconocen el conservadurismo del partido y de allí la necesidad
para las masas de trabajar fuera de él y de rebasarlo desde un principio.17
Aun así, no se llegaba en ningún momento a rechazar en forma explícita la
posición oficial de la socialdemocracia.
Sin embargo no había posibilidad de tener en claro el problema de la organiza-
ción interna necesaria del partido hasta que se aclarase teóricamente la relación
entre el partido y la clase. Sin rechazar el modelo socialdemócrata, era imposible
que se entablara una verdadera discusión acerca de la organización revolucionaria.
Es en Luxemburgo donde se ve más claramente el problema. Sería un error
caer en la trampa (tan cuidadosamente preparada tanto por los estalinistas como
por los que dicen ser seguidores de Luxemburgo) de atribuirle a ella un
“espontaneismo” que ignora la necesidad del partido. En todos sus escritos subra-
ya la necesidad de un partido, y el papel positivo que le toca:

En Rusia ha correspondido a la socialdemocracia la tarea de substituir un período del


proceso histórico por una actividad consciente para extraer al proletariado del estado de
atomización —que es la base del régimen absoluto— y dirigirlo, como clase consciente y
luchadora, hasta la forma más elevada de organización.18

El Mundo al revés 7
…La tarea de la socialdemocracia no radica en la preparación técnica y en la prepara-
ción de la huelga de masas, sino, sobre todo, en la dirección política de todo el movi-
miento.19

La socialdemocracia es la vanguardia más ilustrada y consciente del proletariado. No


puede ni debe esperar con los brazos cruzados, con mentalidad fatalista, a que aparezca la
“situación revolucionaria”.20

Aun así, los escritos de Luxemburgo sobre el papel del partido manifiestan
una ambigüedad permanente. Le preocupaba que el papel dirigente del partido no
fuera demasiado importante —pues esto lo identificaba como la posición “vaci-
lante” de la socialdemocracia.21 Identificaba al “centralismo”, que de todas for-
mas ella consideraba necesario (“la socialdemocracia es, ya de nacimiento, una
enemiga decidida de todo particularismo y todo federalismo”22), con el “carácter
conservador que tiene esencialmente toda dirección [o sea el Comité Central]”23.
Su vacilación no se entiende sin tomar en cuenta la situación concreta que le pre-
ocupaba realmente a Luxemburgo. Ella era cuadro dirigente del SPD, pero dudaba
siempre de la forma en que éste trabajaba. Siempre que quería señalar los peligros
del centralismo, se refería al SPD como ejemplo:

La táctica actual de la socialdemocracia alemana ha ganado un reconocimiento univer-


sal por ser tanto flexible como firme, señal de la excelente forma en que nuestro partido se
ha adaptado a las condiciones de un régimen parlamentario… La perfección misma de esa
adaptación, sin embargo, ya va cerrando cauces a nuestro partido.

Luxemburgo pronosticaba así en forma brillante lo que iba a suceder en 1914;


pero no empieza siquiera a explicar el por qué el SPD iba cayendo en esclerosis y
ritualismo cada vez mayores, ni señala la forma en que se combaten semejantes
tendencias. Los grupos e individuos conscientes son incapaces de resistirse a ellas.
Pues “[la] desidia… se explica también en gran medida por el hecho de que los
contornos y formas materiales de una situación política inexistente, es decir, imagi-
naria, resultan muy difíciles de determinar en el vacío de la especulación abstracta”24.
Considera a la burocratización del partido como inevitable; la única forma de supe-
rarla, según ella, consiste en poner límites al grado de cohesión y eficiencia del
partido.
Lo que pone límites al “movimiento consciente de la mayoría en interés de la
mayoría” no es una forma particular de organización ni una dirección consciente,
sino la organización y la dirección conscientes en sí.

Lo inconsciente precede a lo consciente y la lógica del proceso histórico objetivo a la


lógica subjetiva de los actores. En este campo, la función de la dirección socialdemócrata
es de carácter conservador…25

8 Partido y Clase
Este argumento contiene un elemento importante y correcto: la tendencia de
ciertas organizaciones a mostrarse incapaces (si no renuentes) a responder ante
una situación rápidamente cambiante. No hay que pensar más allá del ala
“maximalista” del Partido Socialista Italiano en 1919, de la totalidad del “centro”
de la Segunda Internacional en 1914, de los internacionalistas-mencheviques en
1917, o del Partido Comunista Alemán (KPD) en 1923. Aun el mismo partido
bolchevique abrigaba una fuerte tendencia conservadora, de la misma estirpe.
Pero Luxemburgo, hecho el diagnóstico, no hace el más mínimo intento de ubicar
la fuente de ese conservadurismo, excepto en términos de unas generalizaciones
epistemológicas, ni busca remedio orgánico alguno. Su esperanza de que lo “in-
consciente” corrija lo “consciente” revela a su vez un fuerte fatalismo.
Pese a su inmensa sensibilidad ante el ritmo peculiar del movimiento de masas
—sobre todo en Huelga de masas— evade la necesidad de desarrollar un concep-
to claro de que tipo de organización política puede ser capaz de conducir estos
cambios espontáneos. Paradójicamente, la crítica más intransigente del ritualismo
burocrático y del cretinismo parlamentario abogó en 1903 por precisamente aquella
fracción del partido ruso que con el tiempo llegaría a ser la encarnación histórica
más perfecta de aquellos mismos errores: los mencheviques. En Alemania la opo-
sición política al kautskismo, que se iba desarrollando ya a principios de siglo
para llegar a formarse en forma caduca en 1910, no adoptó forma orgánica hasta
cinco años más tarde.
Entre la posición de Luxemburgo y la que apoyaba Trotsky hasta 1917 existen
paralelos significativos. Él también se daba cuenta de los peligros del ritualismo
burocrático:

El trabajo de agitación y de organización en las filas del proletariado está marcado por
una inmovilidad interna. Los partidos socialistas europeos, especialmente el más grande
entre ellos, el alemán, han desarrollado un conservadurismo propio, que es tanto más gran-
de cuanto mayores son las masas abarcadas por el socialismo y cuanto más alto es el grado
de organización y disciplina de estas masas. Consecuentemente, la socialdemocracia, como
organización, personificando la experiencia política del proletariado, puede llegar a ser, en
un momento determinado, un obstáculo directo en el camino de la disputa abierta entre los
obreros y la reacción burguesa.26

Nuevamente su espíritu revolucionario le lleva a desconfiar de toda organiza-


ción centralizada. Según Trotsky en 1904, el concepto leninista del partido sólo
puede llevar a una situación en la que:

…La organización del Partido sustituye al partido en su totalidad; luego el Comité


Central se sustituye por la organización; y al final el “dictador” acaba sustituyendo al
Comité Central.27

El Mundo al revés 9
Para Trotsky, sin embargo, los problemas del poder de los trabajadores sólo
pueden resolverse:

mediante una lucha sistemática entre… las varias tendencias internas del socialismo, ten-
dencias que necesariamente surgirán en cuanto la dictadura del proletariado plantee dece-
nas y centenas de nuevos… problemas. Ninguna organización fuerte y “dominadora” po-
drá suprimir estas tendencias y controversias…28

Pero el temor de Trotsky a la rigidez organizativa le llevó también‚ a apoyar a


aquella tendencia de las que peleaban dentro del partido ruso, que históricamente
se mostró más atemorizada por el carácter espontáneo de las acciones de masas.
Aunque en términos políticos se fue alejando cada vez más de los mencheviques,
no empezó a crear una organización de oposición hasta muy tarde. Sean correctas
o no sus críticas a Lenin en 1904 (y a nuestro parecer fueron erradas), sólo pudo
convertirse en un actor histórico efectivo en 1917, al inscribirse en el partido de
Lenin.
Si es cierto que la organización produce la burocracia y la inercia, tanto Luxem-
burgo como el joven Trotsky tuvieron razón en lo que se refería a la necesidad de
limitar las aspiraciones de los revolucionarios al centralismo y a la cohesión. Pero
en ese caso hay que aceptar todas las consecuencias de aquella posición, siendo la
más importante el fatalismo histórico. Los individuos pueden luchar por sus ideas
dentro de la clase trabajadora, y estas ideas pueden ser importantes en tanto dan a
los trabajadores la confianza y la conciencia necesarias para luchar por su propia
liberación.
Pero los revolucionarios no llegarán nunca a crear una organización capaz de
darle una eficacia y cohesión en la lucha comparables con las de aquellos que
aceptan implícitamente las ideologías actuales, pues eso representaría necesaria-
mente una limitación a la actividad autónoma de las masas, lo “inconsciente” que
precede a lo “consciente”. De allí que no existe otra posibilidad que la de esperar
los actos “espontáneos” de las masas. Mientras tanto, no queda otra que aguantar
las organizaciones ya existentes, aun si uno se encuentra políticamente en des-
acuerdo con ellas, ya que son lo mejor que puede haber, máxima expresión actual
del desarrollo espontáneo de las masas.

Lenin y Gramsci sobre el partido y la clase

En sus escritos, Lenin reconoce en forma implícita los problemas que tanto pre-
ocupaban a Luxemburgo y a Trotsky. Pero Lenin no se doblega ante ellos, pues él va
reconociendo que los problemas no surgen de la organización como tal, sino más

10 Partido y Clase
bien de formas particulares y aspectos limitados de la organización. Cuando la pri-
mera guerra mundial y los acontecimientos de 1917 pusieron de manifiesto las fa-
llas en las antiguas formas de organización, Lenin empezó a dar expresión a las
concepciones radicalmente nuevas que iba desarrollando. Aún entonces no habían
madurado del todo. La destrucción de la clase trabajadora rusa, el derrumbe de todo
sistema real de soviets (es decir, un sistema basado en consejos obreros) y el auge
del estalinismo, sofocaron la renovación de las teorías socialistas. La burocracia
que se levantó sobre la fragmentación y desilusión de la clase trabajadora se apode-
ró de los fundamentos teóricos de la revolución, para convertirlos en una ideología
justificadora de sus propios intereses y crímenes. La visión leninista de lo que es el
partido y cómo debe funcionar en relación a la clase y a sus instituciones, acababa
de definirse y diferenciarse de las concepciones socialdemócratas, cuando volvió a
ser distorsionada por una nueva ideología estalinista.
Muchas de las teorías de Lenin, sin embargo, fueron desarrolladas por el ita-
liano Antonio Gramsci, quien les dio una nueva forma teórica más clara y cohe-
rente.29
Lo que suelen desconocer los que comentan sobre la obra de Lenin es que sus
escritos abarcan dos concepciones complementarias entrelazadas, las que en una
lectura superficial podrían parecer contradictorias. En primer lugar se subraya
continuamente la posibilidad de una transformación repentina de la conciencia
de los trabajadores, de un brote repentino tan característico de la actividad autó-
noma de los trabajadores, de que los profundos instintos de la clase trabajadora le
llevarán a rechazar la sumisión y la subordinación acostumbradas.

En la historia de las revoluciones surgen a la luz contradicciones que han madurado a


lo largo de décadas y hasta de siglos. La vida adquiere una riqueza sin precedentes. Apare-
cen en la escena política, como combatiente activo, las masas, que siempre se mantienen
en la sombra, y que por ello pasan con frecuencia inadvertidas para los observadores su-
perficiales, e inclusive, en ocasiones, resultan despreciadas por ellos. Estas masas… reali-
zan heroicos esfuerzos para elevarse a la altura de las tareas gigantescas, de envergadura
universal, que la historia les impone, y por grandes puedan ser las derrotas aisladas, y por
mucho que puedan conmovernos los ríos de sangre y los millares de víctimas, nada puede
compararse en importancia con lo que representa esta educación directa de las masas y de
las clases, en el curso de la lucha revolucionaria directa. 30

…Sabemos estimar la importancia de la tenaz, lenta, y a menudo imperceptible labor


de educación política que siempre ha desplegado y seguirá desplegando la socialdemocra-
cia. Mas tampoco debemos pecar de falta de fe en las fuerzas del pueblo, más peligrosa
aún hoy día; debemos tener presente la inmensa fuerza educativa y organizadora de la
revolución, cuando los ingentes acontecimientos históricos hacen salir de sus guaridas,
desvanes y sótanos a los filisteos y los obligan a hacerse ciudadanos. Unos meses de
revolución educan a veces a ciudadanos con mayores celeridad y amplitud que decenios de
estancamiento político.31

El Mundo al revés 11
La clase trabajadora es instintiva y espontáneamente socialdemócrata.32

Las condiciones particulares del proletariado en la sociedad capitalista llevan a los


trabajadores a pelear por el socialismo; su unión con el partido socialista brota con una
fuerza espontánea en las primeras etapas del movimiento.33

Aun en los peores meses después del estallido de la guerra en 1914 pudo
escribir:

La situación revolucionaria objetiva, creada por la guerra… engendra inevitablemente


un estado de animo revolucionario, templa a los proletarios mejores y más conscientes y
los instruye. No sólo es posible, sino que cada vez es más probable un cambio rápido en el
estado de animo de las masas…34

En 1917 su fe en las masas le llevó en abril, y luego en agosto y setiembre, a


enfrentarse con su propio partido:

Más de una vez Lenin había dicho que las masas están más a la izquierda que el
partido. Sabía que el partido está más a la izquierda que su núcleo dirigente, la capa de los
“viejos bolcheviques”.35

En lo que a la “Conferencia Democrática” se refería, escribió lo siguiente:

Debemos alentar a las masas para que se integren a esta discusión. Los obreros cons-
cientes tendrán que encargarse de ello, organizando la discusión y presionando a “los de
arriba”.36

Pero existe además en el pensamiento y la práctica de Lenin un segundo ele-


mento fundamental: subraya el papel de la teoría, y del partido como portador de
ella. El reconocimiento mas conocido de este papel del partido se encuentra en el
¿Qué hacer?, donde Lenin escribe que “Sin teoría revolucionaria no puede haber
tampoco movimiento revolucionario.”37. El mismo tema reaparece en cada etapa
de su actividad, no solo en 1903 sino también en 1905 y 1917, justo en el mo-
mento en que regañaba al partido por su incapacidad para responder ante la
radicalización de las masas. Y para él, el partido se distingue claramente de las
organizaciones de masa de la clase en conjunto.
Es siempre una organización de vanguardia, y para militar en él se requiere una
dedicación poco común entre los obreros. (Pero con eso no quería decir Lenin que
lo que se proyectaba era una organización de revolucionarios profesionales exclusiva-
mente38.) Esto podría parecer contradictorio, sobre todo si se tiene en cuenta que en
1903 Lenin recurría a argumentos tomados de Kautsky en el sentido de que sólo el
partido es capaz de inyectar en las masas una conciencia socialista, mientras que
más tarde dice que la clase “está a la izquierda” del partido. Pero no existe contra-

12 Partido y Clase
dicción alguna; basta con examinar los principios fundamentales del pensamiento
de Lenin. Pues la base teórica de su actitud hacia el partido no implica que la clase
trabajadora sea incapaz de llegar por sí sola a una conciencia socialista teórica. Esto
lo reconoce en el segundo congreso del Partido Socialdemócrata Ruso al negar la
imputación de que “Lenin no toma en cuenta el hecho de que también los trabaja-
dores desempeñan un papel en la formación de una ideología”; y añade que “Los
“economistas” han ido a un extremo. Para equilibrar la cuestión había que tirar
para el otro extremo —que es lo que yo hice”. 39
La base real de su argumento consiste en que la conciencia de la clase trabaja-
dora es siempre desigual. Aunque en una situación revolucionaria los trabajado-
res aprendan de forma muy rápida, siempre habrá sectores más avanzados que
otros. No basta con alegrarse de esta transformación espontánea; esto significaría
una aceptación complaciente de los productos que de allí surjan, por muy transi-
torios que sean. El problema es que esto refleja tanto el retraso como el adelanto
de la clase; tanto su situación dentro de la sociedad burguesa como su potenciali-
dad para seguir su desarrollo hasta hacer la revolución.
Los trabajadores no son autómatas sin ideas propias. Hasta que intervengan
los revolucionarios conscientes, atrayéndolos hacia la perspectiva revoluciona-
ria, seguirán aceptando la ideología burguesa de la sociedad existente. Y tanto
más en cuanto es una ideología que penetra en todos los aspectos de la vida ac-
tual, perpetuándose a través de todos los medios de comunicación. Aún cuando
algunos trabajadores lleguen “espontáneamente” a una posición plenamente cien-
tífica, ellos tendrán que seguir discutiendo con sus compañeros de trabajo, que
todavía no han llegado a las mismas conclusiones.

Olvidar la diferencia entre la vanguardia y las masas en su conjunto que viran hacia
ella, olvidar el constante deber de esta vanguardia de elevar a sectores cada vez más numero-
sos hacia su propio nivel avanzado, significa hacerse ilusiones, y cerrar los ojos ante la
enormidad de las tareas que hay que cumplir.40

Este argumento no puede limitarse a una sola época histórica; no es posible


sostener, como hacen algunos, que lo que es cierto en lo que se refiere a la clase
trabajadora rusa retrasada en 1902, no se puede aplicar actualmente a la clase
trabajadora de los países más avanzados. Puede que las posibilidades para que se
desarrolle la conciencia de los trabajadores sean mayores en el segundo caso;
pero por otro lado el carácter mismo de la sociedad capitalista garantiza que siga
existiendo entre las masas una gran desigualdad. Esto no se puede negar sin con-
fundir la potencialidad revolucionaria de la clase trabajadora con su situación
real y actual. Como escribe en 1905, rechazando a los mencheviques (¡y a Rosa
Luxemburgo!), se necesitan:

El Mundo al revés 13
Menos lugares comunes sobre el desarrollo de la actividad independiente de los obre-
ros —¡los cuales saben desplegar una enorme actividad revolucionaria independiente que
ustedes no perciben!—, y más atención a no desmoralizar a los obreros atrasados con el
seguidismo de ustedes.41

Hay dos tipos de actividad independiente: la actividad independiente de un proletaria-


do que posee la iniciativa revolucionaria, y la de un proletariado no desarrollado, encerra-
do todavía por una dirección… Hay socialdemócratas que hasta la fecha siguen contem-
plando en forma reverencial este segundo tipo de actividad, creyendo que al repetir vez
tras vez la palabra “clase” se puede evadir la necesidad de responder en forma directa a los
problemas actuales más urgentes.42

En pocas palabras: dejen de hablar de lo que puede lograr la clase en su con-


junto y dedíquense a pensar en cómo nosotros, siendo parte del proceso de desa-
rrollo, debemos actuar. Como escribe Gramsci:

La espontaneidad “pura” no se da en la historia: coincidiría con la mecanicidad “pura”.


En el movimiento “más espontáneo” los elementos de “dirección consciente” son simple-
mente incontrolables… Existe, pues, una “multiplicidad” de elementos de “dirección cons-
ciente” en esos movimientos, pero ninguno de ellos es predominante…43

Al hombre no le falta nunca una concepción del mundo. No puede desarrollar-


se alejado de una colectividad de algún tipo. “En lo que a su concepción del mun-
do se refiere, el hombre siempre pertenece a un grupo, y precisamente a aquél que
agrupa a los elementos que comparten su forma de pensar y de trabajar.” A menos
que esté metido en un proceso de constante crítica a su propia concepción del
mundo para darle coherencia:

Se pertenece simultáneamente a una multiplicidad de hombres-masa, la personalidad


es un algo abigarradamente compuesto: hay en ella elementos del hombre de las cavernas
y principios de la ciencia más moderna y avanzada, prejuicios de todas las fases históricas
pasadas, groseramente localistas, e intuiciones de una filosofía futura que será propia del
género humano unificado mundialmente.44

El hombre-masa actúa prácticamente, pero no tiene una clara consciencia teórica de su


hacer, pese a que éste es un conocer el mundo en cuanto lo transforma. Puede incluso
ocurrir que su consciencia teórica se encuentra históricamente en contradicción con su
hacer. Puede decirse que tiene dos consciencias teóricas (o una consciencia contradicto-
ria): una implícita en su hacer, y que realmente lo une a todos sus colaboradores en la
transformación práctica de la realidad, y otra superficialmente explícita o verbal, que ha
heredado del pasado y ha recogido sin crítica,”…[Esta división] “puede llegar a un punto
en el cual la contradictoriedad de la consciencia no permita ya ninguna acción, ninguna
decisión, ninguna elección, y produzca un estado de pasividad moral y política.45

…Toda acción es el resultado de las diversas voluntades afectadas con diversos grados

14 Partido y Clase
de intensidad, de conciencia, de homogeneidad con la masa entera de la voluntad colectiva…
Queda claro que la teoría correspondiente implícita, será una combinación de ideas y puntos
de vista igualmente confusos y heterogéneos. [Para que las fuerzas prácticas desatadas en un
momento histórico dado sean] eficaces y expansivas [es necesario] construir sobre la base de
una práctica determinada una teoría que por coincidir e identificarse con los elementos deci-
sivos de esa misma práctica, acelere el proceso histórico en el acto mismo, vuelva más homo-
génea‚ coherente y eficaz en todos sus aspectos aquella práctica…46

En este sentido la pregunta de si es preferible la “espontaneidad” o “la direc-


ción consciente” se remonta a si es:

preferible “pensar” sin tener conciencia crítica de ello, de modo disgregado y ocasional, es
decir, “participar” en una concepción del mundo “impuesta” mecánicamente por el am-
biente externo, o sea, por uno de tantos grupos sociales en que cada uno de nosotros se
encuentra inserto automáticamente desde su entrada en el mundo consciente… o bien elabo-
rar la propia concepción del mundo, consciente y críticamente…47

Los partidos existen en esta situación precisamente para propagar una con-
cepción del mundo junto con la actividad práctica que les corresponde. Intentan
unir en una colectividad a todos aquéllos que comparten una misma concepción
del mundo y se dedican a difundirla. Su papel consiste en homogeneizar a la masa
de individuos influenciados por varias ideologías e intereses. Sin embargo, hay
dos formas de desempeñar ese papel.
Gramsci caracteriza la primera forma refiriéndose a la Iglesia católica, la que
intenta vincular una variedad de clases y capas sociales bajo una sola ideología.
Intenta unir a los intelectuales y la “gente común” en una sola concepción organi-
zada del mundo. La única forma de hacerlo, empero, es imponiendo a los intelec-
tuales una férrea disciplina, que los reduce al nivel de la “gente común”. “El mar-
xismo es la antítesis de esta posición católica”; intenta unir, en cambio, a los
intelectuales y a los obreros para así elevar constantemente el nivel de conscien-
cia de las masas, para que así puedan actuar en forma auténticamente indepen-
diente. Es precisamente por eso que los marxistas no pueden limitarse a “reveren-
ciar” la espontaneidad de las masas; eso sería imitar a los católicos en el sentido
de imponer a los sectores más avanzados el nivel de los sectores más atrasados.
Para Gramsci y para Lenin, esto significa que el partido trata constantemen-
te de elevar el nivel de comprensión de sus miembros más nuevos, y debe estar
siempre dispuesto a responder ante las evoluciones “espontáneas” de la clase,
para así atraer a aquellos elementos que están desarrollando una conciencia
clara como resultado de éstas.

Para ser un partido de masas no sólo en nombre, debemos abrir los asuntos del partido
a masas cada vez mayores, sacarlos en forma sostenida, a través de la protesta y de la

El Mundo al revés 15
lucha, de su indiferencia política, para que avancen desde un espíritu general de protesta
hacia una adopción de las perspectivas socialdemócratas; desde su adopción hacía un apo-
yo al movimiento, y de allí a la militancia organizada en el Partido.48

El partido capaz de cumplir estas tareas, sin embargo, no tiene que ser necesa-
riamente el más “amplio”. Como organización combinará el esfuerzo constante
por integrar a sus tareas a capas cada vez más amplias de los trabajadores; al
mismo tiempo limitará su militancia a aquéllos que están dispuestos a luchar se-
riamente bajo la disciplina del partido. De allí la importancia de definir en forma
bastante precisa que es lo que constituye un militante. El partido no puede admitir
a todos los que quieran identificarse como miembros, sino solamente a los que
están dispuestos a aceptar la disciplina orgánica del partido. Bajo condiciones
normales no pasará de ser una proporción muy reducida de la clase trabajadora;
pero crecerá vertiginosamente en épocas insurreccionales.
Aquí puede notarse una diferencia muy importante con la práctica seguida en
los partidos socialdemócratas. Lenin sólo se da cuenta de ello en lo que concierne
al partido ruso antes de 1914; pero su posición es clara. Contrapone su objetivo
—“una organización férrea y verdaderamente fuerte”, “un partido pequeño pero
fuerte” de “todos aquéllos dispuestos a luchar”— al “monstruo pluriforme y los
elementos mezclados de la Iskra nueva, de los mencheviques”49. De allí que insis-
ta tanto en tomar como cuestión de principio el problema de cuáles son las condi-
ciones para entrar al partido, al producirse la ruptura con los mencheviques.
Dentro de la concepción de Lenin hay que distinguir entre los elementos que
él considera históricamente limitados de los que tienen aplicación general; Lenin
mismo se cuida siempre de hacerlo. Los primeros abarcan el énfasis sobre una
organización conspiratoria cerrada y la necesidad de una cuidadosa conducción
desde arriba hacia abajo de parte de los funcionarios del partido, etc.

Bajo condiciones de libertad política nuestro partido se construirá exclusivamente so-


bre la base de elecciones. Bajo la autocracia, en cambio, es muy poco práctica para los
varios miles de trabajadores que constituyen el partido.50

La necesidad de limitar el partido a los que están dispuestos a aceptar su disci-


plina es de aplicación mucho más general. Cabe señalar que para Lenin esto no
implica aceptar ciegamente el autoritarismo (aun si sus supuestos seguidores lo
hayan interpretado así). El partido revolucionario existe para que los obreros e inte-
lectuales más conscientes y activos participen en una discusión científica antes de
lanzarse a una actividad consciente coordinada. Y esto es imposible sin una participa-
ción general en las actividades del partido, lo cual requiere de una combinación de
claridad y precisión en los argumentos y una decisión a nivel orgánico.
La alternativa es el “pantano”, donde los elementos motivados por una apre-
ciación científica se encuentran tan mezclados con los elementos más inseguros

16 Partido y Clase
que la acción decisiva viene siendo imposible; lo que ocurre en este caso es que
de hecho son los más atrasados los que dirigen. La disciplina necesaria para un
debate de este tipo es la disciplina de los que se han “unido en virtud de una
decisión libremente adoptada”51. Sin fronteras claramente definidas, y sin la
coherencia necesaria para implementar decisiones, la discusión sobre las deci-
siones del partido deja de ser “libre”, y pierde su sentido.
Para Lenin, el centralismo no se opone al desarrollo de la iniciativa e indepen-
dencia de los militantes, sino que es su condición necesaria. Recordemos los
comentarios del mismo Lenin en 1905, al resumir sus dos años de lucha sobre la
cuestión del centralismo. Al hablar del papel de la organización centralizada y
del periódico central, proyectaba como resultado de ello:

la creación de una red de agentes… que… no tendrían por qué sentarse a esperar la llama-
da a la insurrección, sino que realizaría una actividad regular, garantía de que en caso de
que se diera una insurrección, existiese la mayor probabilidad de una conclusión exitosa.
Aquella actividad fortalecería nuestros vínculos con las más amplias capas de trabajado-
res y con todas las demás capas que han mostrado su descontento con la aristocracia… Es
precisamente esta actividad la que nos serviría para asesorar correctamente la situación
política en general, y de allí nuestra capacidad para elegir el momento apto para el levan-
tamiento. Es precisamente esta actividad la que prepararía a todos los organismos locales
para responder simultáneamente a las mismas preguntas políticas, acontecimientos e inci-
dentes que agitarán a toda Rusia, y para reaccionar ante estos “incidentes” en la forma más
rigurosa, uniforme y expedita posible…52

Formando parte de tal organización tanto el obrero como el intelectual se en-


cuentran preparados para hacer un balance de su situación concreta de acuerdo
con la actividad socialista y científica de miles de otros. “La disciplina” significa
aceptar la necesidad de establecer una relación entre la experiencia individual, la
teoría y la práctica del partido en su conjunto. Es la condición necesaria de toda
evaluación independiente de las situaciones concretas; no se opone de manera
alguna a la necesidad de hacerlo. Por eso la “disciplina” no significa para Lenin
ocultar las diferencias que puedan existir dentro del partido; todo lo contrario,
quiere decir que estas diferencias deben sacarse a la luz del día para que se discu-
tan y resuelvan. Es la única forma en que la gran mayoría de los militantes llegan
a hacer un análisis científico. El órgano del partido debe abrirse a todos aquéllos
cuyas opiniones considera inconsistentes.

A nuestro parecer es necesario hacer todo lo posible —aun si implica alejarse de los
principios del centralismo y de la obediencia absoluta a la disciplina— para que estos
grupúsculos hablen claro y den al Partido en su totalidad la oportunidad de pesar la impor-
tancia o falta de ella de estas diferencias; de esta manera puede llegarse a determinar dón-
de, cómo, y de parte de quién existe una inconsistencia.53

El Mundo al revés 17
En pocas palabras, lo que importa en este caso son la claridad y la dureza políti-
ca del partido; así se asegura que todos los militantes participen en la polémica y
entiendan la relevancia de su propia actividad. De allí lo absurdo de confundir,
como hacían los mencheviques y como siguen haciendo algunos, al partido con la
clase. La clase en su conjunto se opone de forma constante e inconsciente al capita-
lismo; el partido representa el sector ya consciente de la clase, unido por el intento
de dar una dirección constante a la lucha generalizada. Su disciplina no está im-
puesta desde arriba, sino que es libremente admitida por todos los que participan en
sus decisiones y actúan para implementarlas.

El partido socialdemócrata, el partido bolchevique


y el partido estalinista

Quedan claras, pues, las diferencias entre el tipo de partido concebido por
Lenin y el partido socialdemócrata tanto visualizado como temido por Luxembur-
go y por Trotsky (o sea el partido considerado como el de la clase en su totalidad).
La llegada al poder de la clase era la toma de poder por el partido. Así, debían
quedar representados dentro del partido todas las tendencias existentes en la cla-
se. Toda ruptura interna debía considerarse como una ruptura en la clase. La cen-
tralización, aunque se consideraba necesaria, se temía al mismo tiempo por ser un
centralismo contrario y opuesto a la actividad espontánea de la clase. Sin embar-
go, las mismas tendencias “autocráticas” que denunciaba Luxemburgo se dieron
de forma más notoria precisamente en este tipo de partido. Pues dentro de él la
confusión entre militante y simpatizante, el inmenso aparato que se necesitaba
para mantener unidos a una gran masa de militantes politizados sólo a medias en
una serie de actividades sociales, condujo a la disminución del debate político, a
una falta de seriedad política cuyos efectos repercutieron reduciendo la capaci-
dad de sus militantes para evaluar situaciones concretas de forma independiente,
y de allí en subrayar la necesidad de crear una militancia a raíz de la intervención
de los dirigentes.
Falto de un centralismo orgánico que aclarase y resolviese las diferencias políti-
cas, era inevitable que la independencia de acción de la base se encontrase perma-
nentemente subvertida. Se volvían cada vez más importantes los lazos personales y
las relaciones de diferencia a los líderes establecidos; como consecuencia, el análi-
sis científico y político, fue perdiendo su peso. En el pantano, donde nadie toma
claramente un camino, ni siquiera uno equivocado, no se discute cuál debe ser el
camino correcto. La negativa a vincular las consideraciones de tipo orgánico con la
necesidad de un análisis político, aun cuando se basaba en el noble intento de man-

18 Partido y Clase
tener el “partido de masas”, condujo necesariamente a la sustitución de posiciones
políticas por lealtades a nivel de la organización. Y eso condujo a su vez a una
incapacidad para actuar de forma independiente ante la oposición de antiguos cole-
gas (el ejemplo más claro fue sin duda Martov en 1917).
El partido estalinista no es una variante del partido bolchevique. Las estructu-
ras orgánicas dominaban en él. Más que la política de la organización, lo que
contaba era la adhesión a la organización como tal. La teoría servía para justificar
una práctica determinada externamente, y no viceversa. La lealtad al aparato de-
termina las decisiones políticas (y aquélla a su vez se relaciona con las exigencias
del Estado ruso). En Rusia la victoria del aparato sobre el partido se logró precisa-
mente mediante la introducción en el partido de miles de “simpatizantes”, la dilu-
ción del “partido” por la “clase”. Y la inseguridad política de la “Promoción Lenin”
les llevó siempre a subordinarse al aparato. El partido leninista no manifiesta la
tendencia de dejarse controlar por la burocracia, porque limita el acceso al parti-
do a los que muestran una voluntad de ser lo bastante serios y disciplinados como
para tomar como su punto de partida cuestiones políticas y teóricas, subordinan-
do a ellas toda su actividad.
Pero, ¿no es ésta una concepción sumamente elitista del partido? En un senti-
do sí, aunque no es culpa del partido sino de la vida misma, que genera un desa-
rrollo desigual de la conciencia de los trabajadores. Para que se mantenga eficaz,
el partido debe integrar a todos aquellos que considera como los más “avanza-
dos”. No puede rebajar su nivel de ciencia y conciencia sólo para impedir volver-
se una “elite”. No puede aceptar, por ejemplo, que los obreros chovinistas “val-
gan tanto como” los militantes internacionalistas, simplemente para tomar en cuenta
la “autonomía” de la clase. Además, el hecho de ser “vanguardia” no implica
sustituir los deseos, ni la política, ni los intereses de uno por los de la clase.
Es de una importancia clave en este sentido reconocer que para Lenin son los
consejos de trabajadores, y no el partido, el embrión del Estado obrero. La clase
trabajadora en su conjunto participará en las organizaciones que constituyen su
Estado, tanto los elementos más atrasados como los más progresistas; “cada cocine-
ro mandará”. En los trabajos de Lenin sobre el Estado, el partido apenas merece
mención. No es la función del partido ser el Estado, sino mantener la agitación y la
propaganda entre los elementos más atrasados de la clase para así levantar su nivel
de conciencia y seguridad hasta el punto donde pueden estar dispuestos a formar
consejos obreros y luchar por derrocar las formas orgánicas del Estado burgués. El
Estado soviético es la encarnación concreta más avanzada de la actividad conscien-
te de la clase obrera en su conjunto; el partido es aquel sector de la clase más cons-
ciente de las implicaciones históricas de aquella actividad consciente.
Las funciones del Estado obrero y del partido deben ser muy distintas —por
eso puede haber más de un partido en el Estado obrero. El uno debe representar a
todos los diversos sectores —geográficos, industriales, etc.— de los trabajadores.

El Mundo al revés 19
Su modo de organización debe ser reflejo de la heterogeneidad de la clase. El
partido, en cambio, se construye sobre la base de todo lo que une a la clase a nivel
tanto nacional como internacional. Mediante la persuasión ideológica, se dedica
a superar la heterogeneidad de la clase. Lo que le preocupa son principios políti-
cos nacionales e internacionales, y no las preocupaciones sectoriales de grupos
particulares de trabajadores. Se limita a persuadir; no puede obligar a los trabaja-
dores a que acepten su dirección.
Una organización que aspira a participar en el derrocamiento revolucionario
del capitalismo por la clase trabajadora es inconcebible que se sustituya por los
órganos de control directo de la clase misma. Semejante perspectiva pueden man-
tenerla sólo los partidos socialdemócratas o estalinistas (de hecho, ambos han
manifestado tal temor ante la actividad autónoma de las masas que encuentran
inaceptable esta sustitución en la práctica revolucionaria en los países capitalistas
avanzados). Ya que existe bajo el capitalismo, la organización revolucionaria ten-
drá necesariamente una estructura muy distinta a la del Estado obrero que surgirá
de la lucha por el derrocamiento del capitalismo. El partido revolucionario deberá
luchar dentro de las instituciones del Estado obrero para que triunfen sus princi-
pios por encima de los principios de otros partidos; y esto solo puede ser así
precisamente porque el partido no es el Estado obrero.54
Todo lo anterior nos permite ver que las teorías leninistas del partido y del
Estado no son dos unidades distintas, capaces de ser consideradas en forma aisla-
da. Hasta desarrollar su teoría del Estado, Lenin solía considerar al partido bol-
chevique como un fenómeno particular ruso. Ya que los socialdemócratas (y lue-
go los estalinistas) han identificado al partido con el Estado, es muy comprensible
que los socialistas revolucionarios auténticos, y por ende demócratas, se hayan
preocupado por no limitar el acceso al partido a los sectores más avanzados de la
clase, aun reconociendo la necesidad de una organización para estos sectores.
De allí la ambigüedad de Rosa Luxemburgo sobre la cuestión de la organización
política y la claridad teórica. Le permite contraponer “los errores cometidos por un
movimiento auténticamente revolucionario” a “la infalibilidad del comité central
más inteligente”. Pero si el partido y las instituciones del poder de los trabajadores
son distintos (aunque uno intenta influenciar al otro), “lo infalible” del uno viene
siendo un elemento clave en la capacidad del otro para aprender de sus errores.
Lenin lo ve y lo entiende. Lenin, y no Luxemburgo, le saca las lecciones. No es
cierto que “para los marxistas de los países industriales avanzados, la posición ori-
ginal de Lenin sirve menos como guía que la de Rosa Luxemburgo…” 55
Lo apremiante es crear una organización de marxistas revolucionarios que
someterán a un escrutinio científico tanto su situación como la situación de la
clase en su conjunto, que criticara de forma severa sus propios errores, y que
intentara, mediante una participación diaria en las luchas de la masa de trabajado-
res, ampliar su actividad consciente a través de una oposición permanente a toda

20 Partido y Clase
subordinación, sea ideológica o práctica, a la vieja sociedad. Es muy sano que
haya una reacción en contra de la identificación entre la clase y la elite del partido
empleada tanto por la socialdemocracia como por el estalinismo. Eso no debe
impedir, sin embargo, que se desarrolle una perspectiva clara sobre qué es lo que
debemos hacer para sobreponernos a la herencia que nos legaron.

Notas

1
K Kautsky, The Erfurt Programme, Chicago 1910, p8.
2
ibid.
3
ibid p43.
4
ibid p85.
5
ibid p198.
6
ibid p198.
7
ibid p198.
8
K Kautsky, The Road to Power, Chicago 1910, p24.
9
Véase K Kautsky, Social Revolution, p45, y Carl E. Schorske, German Social
Democracy 1905-1917, Cambridge, Mass.1955, p115.
10
K Kautsky, op cit. p47.
11
K Kautsky, The Erfurt Programme, p188.
12
ibid p188.
13
ibid p189.
14
K Kautsky, The Road to Power, p95.
15
León Trotsky en Nashe Slovo, 17 de octubre de 1915. Reproducido en 1905 y
Resultados y perspectivas, Tomo 2, (Ed. Ruedo Ibérico), Paris 1971, p144.
16
Por ejemplo, aunque se hable de ellos como “órganos del poder revolucionario” en un
importante artículo sobre las perspectivas para el futuro editado en Sotsial Democrat en
1915, se les da poca importancia. Valen cinco o seis líneas en un artículo de cuatro páginas.
17
cf. Problemas de organización de la socialdemocracia rusa (editado por sus
epígonos bajo el título de Leninismo o marxismo), y Huelga de masas, partido
y sindicatos, en Rosa Luxemburgo, Obras escogidas/Vol 1, Ed. Ayuso, Madrid
1978.
18
Problemas… en Luxemburgo, p113. Es interesante que Lenin, al responderle no
subraya el problema del centralismo en general sino que señala errores y diferencias de
datos en el artículo de Luxemburgo.
19
Huelga de masas, en Luxemburgo, p181.
20
ibid.
21
Problemas… en Luxemburgo, p119.
22
ibid p114.
23
ibid p120.
24
ibid p120.
25
ibid p120.
26
L Trotsky, Resultados y perspectivas (1906) en 1905… (op. cit.), Tomo 2, p217.

El Mundo al revés 21
27
Citado por I Deutscher, The Prophet Armed, London 1954, pp92-3.
28
ibid.
29
Desgraciadamente no cabe aqui discutir los importantes argumentos desarrollados más
tarde por Trotsky.
30
VI Lenin, “Jornadas revolucionarios” (31 de enero 1905) en Obras Completas, tomo IX,
p212-3.
31
VI Lenin, “Ejército revolucionario y Gobierno revolucionario”, ibid tomo
X, p354.
32
VI Lenin, “Sobre la reorganización del partido” (10 de noviembre 1905) en Obras
Completas, tomo XII, p86.
33
Citado por Raya Dunayevskaya, Marxism and Freedom, New York 1958, p182.
34
Lenin, La bancarrota de la II Internacional, en Obras escogidas Tomo 1, Ed. Ebro,
Paris 1972, pp361-2.
35
L Trotsky, Historia de la revolución rusa Tomo 3, Ruedo Ibérico, Paris 1972, p224.
36
Lenin, Complete Works tomo XXVI, p57-58.
37
Lenin, ¿Qué Hacer?, Ed Fundamentos, Madrid, 1975 p25.
38
Lenin, Complete Works, tomo VII, p263.
39
Lenin, ibid, tomo VI, p491.
40
ibid, tomo VII, p265.
41
Lenin Obras Completas, tomo IX, p272.
42
ibid, tomo VIII, p155.
43
A Gramsci Antología, Sel. de M Sacristan (Ed Siglo XXI), 1988, p309.
44
A Gramsci Antología, p365.
45
ibid pp372-376.
46
A Gramsci, Il materialismo storico e la filosofia di Benedetto Croce, Torino 1948,
p38.
47
Citado en A Gramsci, Cultura y literatura, Ed Peninsula, Barcelona, 1977, p5.
48
Lenin, Complete Works, tomo VII, p117.
49
ibid, tomo VIII, p145.
50
ibid, tomo VIII, p196.
51
Lenin, ¿Qué hacer?, op cit, pl0.
52
Lenin, Complete Works, tomo VIII, p154.
53
ibid, tomo VII, p116.
54
La experiencia rusa después de 1918 crea una cierta confusión. Lo importante es que
no es la forma del partido lo que crea el dominio del partido en vez del dominio de
los soviets, sino la destrucción de la clase obrera (Véase C Harman, “How the
Revolution was Lost”, International Socialism 30).
55
T Cliff, Rosa Luxemburg, London 1959, p54. El deseo de honrar a una gran revolucionaria
parece llevarle a un análisis poco científico

22 Partido y Clase
revista trimestr
revista al
trimestral FOLLETO

Socialismo
Internacional
Teoría y política
marxista

Imperialismo Hoy
La sangrienta guerra lanzada por las grandes potencias
contra Irak en 1991 demostró que el imperialismo, en el sentido
más general de utilización directa de la fuerza por parte de las
grandes potencias para imponer su voluntad sobre Estados
menores, se encuentra prosperando. Alex Callinicos argumenta
en este folleto que pueden identificarse tres fases por las que
ha atravesado el imperialismo: el imperialismo clásico, 1875-
1945 –que es el imperialismo que dio lugar a la "Guerra de los
Treinta Años" de 1914 a 1945; el imperialismo de las super-
potencias, 1945-1990 –período en el cual el mundo fue repartido
entre dos grandes bloques militares rivales–; y el imperialismo
posterior a la Guerra Fría –el "Nuevo Orden Mundial" de Bush
(padre), que en realidad es una versión más inestable del antiguo
orden mundial. Y culmina su trabajo planteando las perspectivas
del desarrollo futuro del imperialismo. Uruguay
El Mundo al revés 23
Partido y
ClaseDiferentes concepciones
Pocas polémicas han despertado tantas emociones entre mar-
xistas como el debate acerca de la relación entre el partido revolu-
cionario y la clase trabajadora. Éste ha provocado más conflictos
que cualquier otra cuestión y una generación tras otra se ha tildado
de “burócrata”, “sustitucionista”, “elitista”, “autoritaria”, en el cur-
so de la discusión. Sin embargo, los principios fundamentales del
debate han quedado muchas veces sin aclarar pese a la importancia
de los problemas que de allí surgen. Para nosotros es apremiante
crear una organización de socialistas revolucionarios que sometan a
escrutinio permanente la situación de la clase trabajadora como su
propia situación, y que intenten, mediante una participación diaria
en las luchas de la gentre, ampliar su actividad a través de la oposi-
ción permanente a todo sometimiento, sea ideológico o práctico, a
quienes mandan en la sociedad.
SERIE / TEORIA

Folletos editados
•Imperialismo hoy
•ABC del socialismo
•Una sociedad socialista
El Mundo al revés

•Un partido revolucionario


•Globalización y resistencia. ALCA
•Globalización y resistencia. Deuda Externa
•Rusia 1917. El partido bolchevique
•Chile 1973. Revolución y contrarrevolución
•Europa oriental 1989. Una explicación de lo sucedido
•Argentina 2001. Revuelta y después
•León Trotsky. Socialista revolucionario
•Antonio Gramsci. Socialista revolucionario
•Rosa Luxemburg. Socialista revolucionaria
•Los orígenes de Socialismo Internacional
•Partido y Clase. Distintas concepciones
•¿Cómo funciona el marxismo?
•Marxismo 2004. Ponencias
•Todos somos gays

www.elmundoalreves.org
24 Partido y Clase

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