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Los armenios sienten una suerte de veneración por el café. Sergio Kniasian explica que por su
ubicación geográfica y por ser cruce de rutas comerciales, Armenia conoció el café desde los
orígenes de su cultivo, adoptando la variedad acorde con el gusto oriental. El surch (café) es el
ritual que marca el fin de la comida e invita a la sobremesa, es el agasajo a las visitas y
obligatorio si hay que hablar de un tema difícil. Pero, además, tiene un contenido mágico: el
futuro de las personas está encerrado en su borra. Una vez que todos han terminado de
beberlo, se da vuelta la taza y se la apoya, boca abajo, en su plato. Así, la espesa borra del
fondo cae por las paredes de la taza formando las figuras que serán "leídas". Quien lee el café,
toma la taza con la mano izquierda y comienza a interpretar por el lado derecho del asa, donde
está el futuro cercano. El lado izquierdo marca el futuro lejano. Esta práctica denominada
cafeomancia (surch tartzënél) se transmite de generación en generación y está orientada a
vislumbrar el porvenir.