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Ramón Hernández Martín


La espiritualidad del Padre Granada. Signo de contradicción
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LA ESPIRITUALIDAD DEL PADRE GRANADA


SIGNO DE CONTRADICCIÓN
Dr. Ramón Hernández Martín O.P.
4

LA ESPIRITUALIDAD DEL PADRE GRANADA,


SIGNO DE CONTRADICCIÓN*

1. SALAMANCA Y FRAY LUIS DE GRANADA

Las relaciones de fray Luis de Granada con Salamanca son muchas y muy significativas.
Ordinariamente se piensa que la espiritualidad granadina no debe nada a Salamanca e incluso que
es diametralmente opuesta a ella. Su espiritualidad estaría más en consonancia con el núcleo de San
Gregorio de Valladolid, de tendencia predominantemente afectiva, y se encontraría en oposición a
la del convento de San Esteban de Salamanca, que tendría un carácter puramente intelectualista. La
de Valladolid vendría representada por Bartolomé Carranza, y la de Salamanca por Melchor Cano1.
En la realidad los campos no estaban tan delimitados y los personajes se intercambiaban entre
San Gregorio y San Esteban - Valladolid y Salamanca con mucha frecuencia, según las necesidades
y conveniencias de la Provincia dominicana de España, a la que ambos centros pertenecían2. Fray
Luis de Granada tuvo motivos para estar agradecido a estos dos conventos-colegios y tuvo también
razones para quejarse de ellos. Si bien encontró en Valladolid grandes defensores de sus libros, fue
ahí, sin embargo, donde fray Luis sufrió el gran disgusto de su condena.
En Salamanca encontró el Padre Granada la oposición tenaz e infranqueable de Melchor Cano y
del grupo de teólogos subyugados por esta fuerte personalidad. Sin embargo, será Salamanca la que
más y mejor imprimirá sus libros y divulgará sus obras. Las imprentas salmantinas eran las
preferidas de fray Luis de Granada. Aquí se imprimieron por primera vez la primera y la última de
sus grandes obras El libro de la oración y meditación y la Introducción al símbolo de la fe, como se
harán otras ediciones importantísimas que irán saliendo a lo largo de este somero estudio de su

* Texto de la conferencia pronunciada el 27 de enero de 1989 en la Facultad teológica de San Esteban


(Salamanca) dentro del ciclo de las XVII Conversaciones de San Esteban que estudiaron diversos Temas de
nuestro tiempo. Con esta conferencia la Facultad teológica dominicana celebraba el cuarto centenario de la
muerte de Fr. Luis de Granada, O. P. (1504-1588). Ciencia Tomista ha dedicado varios estudios a la ilustre
figura de este clásico de la literatura espiritual, citados en el texto que ahora publicamos como nuevo
homenaje a Fr. Luis de Granada. .
1
Un clásico en esta división y oposición de mentalidades, muy citado luego en estudios de este género, es
EMILIO COLUNGA, O. P., en los siguientes artículos: Intelectualistas y místicos en la teología española del
siglo XVI, en «La Ciencia Tomista» 9 (marzo-agosto 1914) 209-221 y 377-394, 10 (septiembre 1914-febrero
1915) 223-242, 11 (marzo-agosto 1915) 237-253 y 12 (septiembre 1915-febrero 1916) 5-21. En los
dominicos cierta oposición entre intelectuales y místicos venía ya desde el siglo XIII. Durante el proceso de
la reforma del siglo XV hasta 1506, en que se da por oficialmente conseguida esa reforma, aquella oposición
se había pronunciado. En el siglo XVI hubo años de máxima tensión, que son los que se recogen en estos
estudios
2
Un amigo de Bartolomé de Carranza y de los místicos, Juan de la Peña, fue primero regente del colegio
de San Gregario de Valladolid; es asignado luego al convento de San Esteban de Salamanca, consiguiendo la
cátedra de vísperas de teología de la Universidad salmantina, y está enterrado en la antigua sala capitular, hoy
"Panteón de Teólogos», de dicho convento. Otro amigo de Carranza es fray Pedro de Soto, que es fraile
profeso del convento dominicano de la ciudad del Tormes. Las divisiones no son, pues, tan radicales.
5

espiritualidad. En la misma imprenta del convento dominicano de San Esteban de Salamanca se


imprimió en vida de fray Luis su libro Annotationes in Evangelia totius anni3.
De Salamanca salieron varios frailes que se pusieron a las órdenes de fray Luis de Granada,
cuando éste fue elegido Provincial de la Provincia dominicana de Portugal, y que colaboraron con
él en la reforma de la vida religiosa y de los estudios de esa Provincia. Citemos entre los más
conocidos a Martín de Ledesma y Tomás Manrique, discípulos cualificados de Francisco de
Vitoria; a Cristóbal de Valbuena y Juan de Salinas, que fueron Provinciales de Portugal antes de
serlo fray Luis de Granada; a Francisco de Bobadilla, que fue profesor en San Esteban de Sala
manca y dos veces Provincial de Portugal... Consignemos igualmente que por esos años eran
bastante numerosos los dominicos portugueses que se formaban en San Esteban de Salamanca,
llegando a doce en algunos cursos; en la iglesia dominicana de Salamanca recibió el grado de
Maestro en Sagrada Teología el gran obispo reformista de Braga fray Bartolomé de los Mártires,
Padre conciliar en Trento4, y en Salamanca, bajo el Magisterio de Francisco de Vitoria, se formaron
los dos teólogos dominicos portugueses del concilio de Trento, Jorge de Santiago y Gaspar de los
Reyes.
Un compañero entrañable de fray Luis de Granada era el dominico fray Juan de la Cruz, que
fue maestro de novicios durante muchos años en el convento de Santo Domingo de Lisboa. Este
fray Juan de la Cruz se había formado en la universidad de Salamanca y era un discípulo a toda
prueba del salmantino fray Juan Hurtado de Mendoza, gran reformista dominico en el convento de
San Esteban de la ciudad del Tormes. Fray Juan Hurtado fundó los conventos de estrictísima
observancia, de San Ginés de Talavera de la Reina, patria del citado Fray Juan de la Cruz, y el de
Ntra. Sra. de Atocha de Madrid, en donde éste, ya sacerdote, se hará dominico. En ambas
fundaciones contó Juan Hurtado con la ayuda incondicional de Juan de la Cruz: en la primera como
amigo y admirador del reformista dominico, y en el segundo como novicio y como discípulo
aprovechado. Ya en Lisboa, Juan de la Cruz envió a los frailes del convento de San Esteban de Sala
manca su importante tratado de vida espiritual, titulado Diálogo sobre la necesidad y obligación y
provecho de la oración y divinos loores vocales, y de las obras virtuosas y sanctas ceremonias, que
usan los christianos, mayormente los religiosos... Los Padres del convento de San Esteban se
encargarían de su censura y de su publicación en la imprenta salmantina de Juan de Canova en
1555.
Otro fraile del convento de San Esteban de Salamanca muy unido a Luis de Granada es fray
Juan de las Cuevas, que se encontraba en Lisboa en los últimos años de la vida de fray Luis. Era
confesor y consejero del príncipe cardenal Alberto de Austria, que había sido nombrado por Felipe
II gobernador de Portugal. Fray Juan de las Cuevas asistió espiritualmente a fray Luis de Granada
en su última enfermedad y en su muerte. Sobre ello escribió una carta, a los pocos días del
fallecimiento, al Prior del convento de San Esteban de Salamanca, en que le da la noticia, las
circunstancias de la muerte, y le habla del significado de la personalidad y de la obra del Padre
Granada5.
Escribió la carta el 7 de enero de 1589 y dice que la muerte de fray Luis tuvo lugar ocho días
antes, el 31 de diciembre de 1588, a las nueve de la noche, «vísperas del año nuevo». Había caído
gravemente «de cholera» el 15 de ese mes de diciembre, y se fue agravando más cada día, de modo

3
Pertenece la edición de esa obra al año 1585. Véase M. LLANEZA, O.P., Bibliografía del V. P. M. Fr.
Luis de Granada... t. 1 (Salamanca 1926) 268, nº 685.

4
L. DE SOUSA, A vida de D. Frei Bertolomeu dos Mártires. Introduçao de Anibal Pinto de Castro.
Fixação do texto de Gladstone Chaves de Melo e Anibal Pinto de Castro... (Vila de Maia, Portugal, 1984) 28.

5
Véase esta carta en J. CUERVO, O.P. Biografía de Fr. Luis de Granada...(Madrid 1895) 149-155.
6

que el día 30 los médicos advirtieron que no tenía remedio aquella enfermedad y que el enfermo no
podía durar ya muchas horas. Cuenta fray Juan de la Cuevas que entonces «llegándose a él un
Padre grave desta casa le dijo (al Padre Granada): Padre nuestro, sepa Vuestra Paternidad que los
físicos (los médicos) dan poca esperanza de su vida, y dicen que está en mucho peligro. Y el buen
viejo entonces levantó las manos a Dios y le dio gracias y respondió al Padre que esto le dixo:
ningunas nuevas me pudiérades dar, Padre mío, mejores ni de mayor consuelo que ésas»6.
No estaba el Prior en casa, y el Subprior pidió al Padre Juan de las Cuevas que le diera él el
Viático y la Extremaunción o Unción de los Enfermos. Y sigue su relato el Padre Cuevas: «fui a
traer el Santísimo Sacramento, y después de haber hecho las cerimonias que se habían de hacer
según ordinario, llegando a darle el Santísimo Sacramento, le pregunté si creía que aquel Señor,
que yo tenía en las manos, era Jesucristo, hijo de Dios vivo, Salvador del mundo. Respondió las
palabras que siguen: creo que está aquí la gloria de Dios, la bienaventuranza de los ángeles, el
Redentor del mundo. Yo os doy muchas gracias, Señor, por la merced que me habéis hecho en
traerme a este punto; recibo de vuestra santísima mano la muerte sin resistencia ni contradicción
alguna». Después de recibir con suma devoción el Viático, él mismo suplicó le trajesen
inmediatamente la Extremaunción, «porque quería oír todo el oficio y responder a él"7.
«Acabado el oficio -continúa el Padre Cuevas- llamó a todos los novicios y les hizo una plática,
en la cual, entre otras cosas que les dixo, les encargó mucho que tuviesen cada día un rato de
meditación de la Pasión de Nuestro Señor, y que cada día hiciesen examen de su conciencia, y que
siempre procurasen cerrar la puerta del corazón a todas las cosas del mundo, y que fuesen muy
observantes en su religión, y con esto, besándole los novicios la mano, les dio su bendición.
Fuímonos todos y él se quedó encomendándose a Nuestro Señor como siempre lo estaba haciendo.
Tornéle yo después a hablar y le fui siempre visitando algunas veces, diciéndole algunas cosas
espirituales, porque él holgaba de ello, que, aunque ya no podía hablar, preguntándoselo yo, por
señas me lo daba a entender, y, leyéndole algunos ratos de la Pasión de Nuestro Señor, le pregunté
si lo entendía, y díxome que sí; y, preguntándole si tenía algún dolor grande que le impidiese a
pensar en Dios, me hizo señas con la mano diciéndome que no. Y pocas horas antes que muriese
pidió que le pusiesen en las andas o féretro para descansar allí, y assí se fue acabando poco a poco
sin hacer muestras de dolor ni trabajo. Y fue su muerte tan sosegada y dichosa como él la pudiera
escoger».
También el P. Juan de las Cuevas, por encargo del P. Prior, que ya había llegado al convento, le
hizo a Fray Luis de Granada «todo el oficio del entierro». Tuvo lugar el entierro -dice el citado
Padre en su carta- «a las cuatro de la tarde del día de Año Nuevo, y movióse toda la ciudad, y
concurrió tanta gente que apenas nos lo dexaban enterrar, y fue tanta la devoción del pueblo que se
ahogaban por llegar a vede y besar la ropa y tocar rosarios en su rostro. Y cuando le llevábamos a
la sepultura le fueron cortando la capa y los hábitos para reliquias, de suerte que casi le echaron
desnudo en la sepultura, y si no le defendieran los religiosos, no le quedara hilo de ropa; hasta un
diente solo, que tenía en vida, se lo quitaron en muerte»8.
Después de contar otros detalles y de ponderar la santidad del Padre Granada y de la veneración
en que le tenía la gente, termina su carta el Padre Juan de las Cuevas con estas palabras: «He
querido escribir a Vuestra Paternidad todas estas cosas, entendiendo que recibirá consuelo en ellas,
y que harán lo mismo todos esos Padres; y' también para que Vuestra Paternidad lo haga
encomendar a Nuestro Señor, que, aunque yo me persuado de que está gozando de Dios en el cielo,
pero, como desto no podemos tener seguridad, es justo que todos lo encomendemos a Dios, pues
todos se lo debemos»9.

6
lb., p. 150.

7
Ib., p. 150s.
8
Ib., p. 153.
9
Ib., p. 154s.
7

2. ESTUDIOS MÁS RECIENTES SOBRE EL PADRE GRANADA

En los tres últimos años, con motivo de la celebración del cuarto centenario de la muerte, han
aparecido estudios muy interesantes sobre fray Luis de Granada. En la revista «Ciencia Tomista»
de 1986 publicó un artículo uno de los mejores conocedores de la espiritualidad del Padre Granada.
Es éste Atilano Rico Seco y se titula su estudio Fray Luis de Granada, maestro predilecto de santa
Teresa10. Da a fray Luis un puesto clave en la gran obra de sistematizar y ordenar la rica y
exuberante espiritualidad de la España de la primera mitad del siglo XVI, creándose de esta forma
«la gran escuela española de espiritualidad, que llegaría a su máximo esplendor en santa Teresa y
en San Juan de la Cruz11.
Aparte las citas que hace la santa de los libros del P. Granada en sus obras, la carta que le dirige
y la recomendación que hace de su lectura en las constituciones carmelitanas, cree el autor de este
artículo -Atilano Rico Seco- que santa Teresa de Jesús pende de Luis de Granada en puntos
cumbres de su espiritualidad. Sea el primer punto la interacción entre la ascética y la mística. Si es
cierto que los dones místicos prevalecen y destacan más en los grados más altos de la vida
espiritual cristiana, no es menos cierto que se dan también, aunque con menos frecuencia y quizás
con no tanta intensidad, en los grados inferiores, e incluso al principio de esa vida espiritual, en que
Dios regala con sus consuelos a las almas de los principiantes, para que sientan gusto por la oración
y disgusto por el pecado12.
El segundo punto cumbre de la espiritualidad de santa Teresa, en que piensa Rico Seco que la
santa pende fray Luis de Granada, es el referente a la veneración de la Sacratísima Humanidad de
Nuestro Señor Jesucristo en los más altos grados de oración. Algunos autores espirituales y
directores de almas creían que a esas alturas estorbaba toda consideración y todo pensamiento en
cualquiera de los seres creados, aunque éste fuera la Humanidad Santísima del Salvador. Fray Luis
de Granada había rechazado esa doctrina y sostenía -son sus palabras- «que así como entre todas
las obras de Dios la más alta y más esclarecida fue la Sacratísima Humanidad de Cristo, así ella es
la que más altamente nos levanta al conocimiento de la Divinidad y la que más descubre la
grandeza de las perfecciones divinas... Por aquí suben los hombres al conocimiento de Dios y
descienden al de sí mismos». Santa Teresa se aferra a esta doctrina del Padre Granada en oposición
decidida a otros teólogos que pensaban lo contrario, y contra el parecer de algunos confesores que
la prohibían avanzar por ese luminoso camino13.

10
A. RICO SECO, Fray Luis de Granada, maestro predilecto de Santa Teresa, «Ciencia Tomista» 113
(1986) 85-107.
11
Ib., p. 85.. La obra de fray Luis de Granada en la espiritualidad, particularmente española, del siglo XVI es
similar a la de santo Tomás de Aquino en la teología especulativa o escolástica del siglo XIII. Este recoge la
abundante y densa teología de su tiempo y le da un sello personal. proyectándola segura hacia el futuro para
el servicio continuo de la Iglesia; su obra más significativa a este respecto es la Suma de Teología. Fray Luis
de Granada asimila todo aquel caudal espiritual. tan exuberante en autores y libros de la primera mitad del
siglo XVI, y le da un cauce de gran armonía, también para el servicio de la Iglesia, pero en todos sus
miembros: sacerdotes, religiosos y laicos. Quizás la mejor «suma» espiritual de fray Luis y de todo aquel
inexhausto siglo XVI sea -lo es a mi juicio- su obra Memorial de la vida cristiana, con el complemento que
él mismo hace de Adiciones al Memorial.
12
Ib., p. 100s.
13
Ib., p. 104. La santa nos dice que algunos directores espirituales o confesores le mandaban «dar higas»
(hacer signos de desprecio) hacia la humanidad de Cristo cuando en su alta contemplación venía a su
imaginación o a su entendimiento la imagen humana del Señor; ella obedecía, pero con disgusto y sin
convencimiento. Un teólogo dominico, al que por fin consultó santa Teresa, indicó a ésta que no había que
dar higas nunca a la Humanidad del Redentor; aunque se la representara el diablo, la imagen de Cristo
hombre debía ser siempre venerada. Véase SANTA TERESA DE JESÚS, Obras Completas. Edición
manual. Transcripción, introducciones y notas de Efrén de la Madre de Dios, O.C.D. y Otger Steggink, O.
Carm. Segunda edición, cuidadosamente revisada, (Madrid 1967) Fundaciones, capítulo 8, n.º 3, p. 538bs.
8

El tercer punto cumbre estudiado por Rico Seco, y en el que piensa que santa Teresa pende de
fray Luis de Granada, versa sobre la necesidad de la actuación de la gracia, para que se dé la
contemplación sobrenatural. Algunos autores defendían que en los grados más elevados de la
perfección cristiana, el hombre podía ponerse en contemplación sobrenatural por sus solas fuerzas,
cuando quisiera. Fray Luis atribuye toda contemplación sobrenatural a la actuación de la divina
gracia y previene contra el peligro de «atribuir a reglas y artificios humanos lo que es pura dádiva y
misericordia del Señor». Santa Teresa corrobora esto cuando escribe: «yo no puedo persuadirme a
industrias humanas en cosas que parece que puso su Majestad límites y las quiso dejar para sí»14.
Este mismo autor, Atilano Rico Seco, escribió otro buen artículo en «Ciencia Tomista» de
1988. Le da este en apariencia atrevido títuló: Fray Luis de Granada, maestro de San Juan de la
Cruz15. Encabeza su estudio con un texto de Ramón Menéndez Pidal, que considera los años 1555-
1585 como «un extraordinario culminar de la literatura religiosa» en España; cita a los grandes
escritores místicos de esos treinta años: fray Luis de León, santa Teresa de Jesús, San Juan de la
Cruz y fray Luis de Granada, de quien afirma en ese párrafo Menéndez Pidal que es el «maestro de
todos»16.
El espiritualista Rico Seco cree que se puede demostrar que este magisterio de místicos lo ejerció
el Padre Granada de una manera muy eficiente en San Juan de la Cruz. Tiende para ello unas
posibles coordenadas de futuras investigaciones. Recurre en primer término a un conjunto de textos
del santo, que pone en paralelo con otros de fray Luis de Granada, advirtiendo en aquéllos claras
reminiscencias de palabras, expresiones y comparaciones con los de fray Luis. Recoge en segundo
lugar algunas importantes coincidencias doctrinales en cuestiones entonces debatidas: la necesidad
de la vida contemplativa y de la oración de contemplación contra el excesivo activismo de la época;
la cristianización de los elementos naturalmente buenos del Renacimiento contra las tendencias
paganizantes; la relación, antes señalada en santa Teresa, entre ascética y mística, y entre
contemplación y perfección cristiana, en todo lo cual San Juan de la Cruz sigue la típica doctrina
granadina anteriormente indicada. La tercera y última clase de pruebas sobre el magisterio del
Padre Granada en San Juan de la Cruz hace referencia a la utilización, y principalmente a la
identidad de significado, de ciertas alegorías para expresar algunos fenómenos de la vida espiritual
o mística.
Otro estudio reciente para comprender la vida y la obra del Padre Granada es el publicado el
año pasado de 1988 por el dominico catedrático de la Universidad de Santo Tomás de Roma, Padre
Álvaro Huerga, que se titula Fray Luis de Granada. Una vida al servicio de la iglesia17. Sobre esta

La santa habla al principio en tercera persona del singular, pero es ella misma, que luego pasa
espontáneamente a la primera persona del mismo número. El teólogo dominico es, según ella dice, «el gran
letrado» y «maestro fray Domingo Báñez».
14
Ib., p. 106.
15
A. RICO SECO, Fr. Luis de Granada, Maestro de S. Juan de la Cruz. «Ciencia Tomista» 115 (1988) 211-
232.
16
Ib., p. 211. Expuesto algo del magisterio de fray Luis sobre santa Teresa de Jesús y a punto de hablar de su
magisterio sobre San Juan de la Cruz, evoquemos, aunque sea sólo de paso la entrañable veneración de fray
Luis de León por su tocayo de Granada. Que lo apreciaba mucho lo dicen los testimonios. Sabemos que,
cuando fray Luis de León estuvo en la cárcel inquisitorial de Valladolid, pidió se le dejaran los libros de fray
Luis de Granada y que su lectura fue el mejor solaz de su alma. En los últimos años de su vida fray Luis de
León leía mucho de libros espirituales; desde luego las obras de santa Teresa de Jesús, cuya edición en 1588
a él se la debemos. También leía en esos últimos años á fray Luis de Granada. Hombre perfecto, razonador e
intuitivo al mismo tiempo, llegó a decir: «He aprendido más teología en fray Luis de Granada que en todos
los escolásticos». Cuando las obras de la santa y de fray Luis de León comenzaron a" divulgarse en la década
de 1580, las obras de fray Luis de Granada contaban ya con unas setecientas ediciones. Su magisterio en los
años dorados de la mística española parece indiscutible.

17
A. HUERGA, Fray Luis de Granada. Una vida al servicio de la Iglesia... (Madrid 1988).
9

obra ofrecimos una nota-comentario en «Ciencia Tomista» de ese año. Es la biografía más
completa que tenemos hoy día sobre Luis de Granada18. El célebre Granadista Justo Cuervo nos
ofreció en el siglo XIX, como fruto de sus investigaciones en tono a la celebración del tercer
centenario de la muerte de fray Luis, una buena biografía breve, con nuevos documentos
exhumados por él, y prometió otra más amplia y completa, pero sus otras tareas científicas se lo
impidieron19. La de Álvaro Huerga es científica y también literaria; escrita en un lenguaje de gran
belleza narrativa, que hace deleitable su lectura. En este libro se nos ofrece además la ambientación
histórica de las obras de fray Luis, y se nos describen las distintas situaciones psicológicas y
espirituales del alma extraordinaria del P. Granada, que vibra infalible ante las maravillas de la
naturaleza y de la gracia. El nos comunica de modo espontáneo en sus libros, sermones y cartas lo
que a borbotones desborda la plenitud de su sensibilidad y de su mente: sus observaciones, sus
sentires, su ciencia teológica y su sabiduría mística.
Sorprendente y muy valiosa es otra obra de 1988 sobre Luis de Granada. Es su autora la
investigadora portuguesa María Idalina Resina Rodríguez, y se titula su libro Fray Luis de
Granada y la literatura de espiritualidad en Portugal (1554-1632)20. Resina Rodríguez considera a
fray Luis de Granada un clásico de la literatura portuguesa. Sus obras en portugués figuran entre las
autoridades que se tuvieron en cuenta en el siglo XVIII para elaborar el diccionario de la Academia
de la Lengua de Portugal21.
La obra de esta autora es muy extensa y completa sobre el temario granadino. Estudia el
contenido de los principales escritos con sus mutuas interrelaciones y con los distintos elementos y
aportaciones, con que sucesivamente va completando su obra y su pensamiento. Nos ofrece un
cuadro de las influencias sufridas por el P. Granada de parte de diferentes escuelas y autores, y del
influjo que a su vez fray Luis de Granada ejerció en otros escritores. Nos habla de la gran
aceptación de sus libros como lectura asidua de meditación en el mundo de los laicos, en el clero
secular y en las grandes órdenes religiosas: carmelitas, agustinos, franciscanos, jesuitas,
dominicos... Finalmente se nos expone en un amplio y denso capítulo el impacto granadino en la
literatura espiritual portuguesa.
Con motivo del cuarto centenario de la muerte de fray Luis de Grariada ha sido reeditada una
obra muy meritoria, que escribiera en su juventud Pedro Laín Entralgo. Es su título La
antropología en la obra de Fray Luis de Granada22. Esta edición de 1988 es facsimilar de la de
1946. Divide su obra Laín Entralgo en tres partes: el mundo visible, la antropología, y el optimismo
y pesimismo de fray Luis de Granada. Es ésta tercera parte, dedicada al optimismo-pesimismo
sobre la que recapacita de nuevo en el «prólogo de la segunda edición» de 1988. Fray Luis parece
partir de cierto pesimismo acerca del hombre en la primera de sus grandes obras, el Libro de la
oración y meditación. Conforme va avanzando en su conocimiento de la naturaleza humana y en su
tarea de escritor ascético-místico va acrecentando su optimismo, que se refleja claramente en sus

18
R. HERNÁNDEZ, O.P., Una biografía reciente de Fray Luis de Granada, «Ciencia Tomista» 115 (1988)
321-329.
19
J. CUERVO, O.P., Biografía de Fr Luis de Granada... (Madrid 1895).
20
Mª. I. RESINA RODRIGUEZ, Fray Luis de Granada y la literatura de espiritualidad en Portugal (1554-
1632)... (Madrid 1988).
21
Ib., p. 799. Creo que esto debe ser suficientemente destacado. Fray Luis de Granada figura en el
diccionario de autoridades de la lengua portuguesa, y -no podía ser menos- figura también en el diccionario
de autoridades de la lengua española. Cuando inmediatamente después de fundada la Real Academia de la
Lengua Española se pensó en elaborar un diccionario oficial de la lengua se recurre, para una decisiva
definición de las palabras, a los mejores escritores del idioma, como autoridades de la lengua nacional; fray
Luis de Granada fue uno de los escogidos. Caso extraordinario, casi único, el del P. Granada, un clásico
reconocido oficialmente como autoridad académica en dos lenguas.
22
P. LAÍN ENTRALGO, La antropología en la obra de Fray Luis de Granada. Edición facsimilar de la de
1946 (Madrid 1988). .
10

otros dos monumentales libros, el Memorial de la vida cristiana y la redacción definitiva de la


Guía de pecadores aparecida en 1567. Ese optimismo del P. Granada llega a una explosión de
fervor en sus meditaciones sobre la creación entera y sobre el hombre mismo en la grandiosa obra
de su vejez, la Introducción al Símbolo de la vez, publicada en Salamanca en 1583, cuando tenía 79
años.
¿A qué se debe ese subir del pesimismo de este valle de lágrimas al optimismo de la más
exultante canción de alabanza de la naturaleza y de la gracia a su creador? Laín Entralgo sugiere en
tres interrogantes tres posibles motores de ese creciente optimismo de fray Luis de Granada. La
primera causa podría ser la reacción contra la condena inquisitorial de tres de sus libros; los
hombres grandes se crecen ante las dificultades y con las luchas. La segunda causa puede ser -dice-
«la mutación psicológica que trae consigo el proceso de la senescencia»; la ancianidad o la
senescencia en las almas nobles engendra optimismo. La tercera causa o circunstancia que
ambienta ese optimismo de fray Luis de Granada pudo ser la atmósfera de seguridad y confianza
que se respira en España, después de la victoria de Lepanto; un peligroso enemigo -secular
pesadilla de los españoles- había sido alejado; el mar Mediterráneo es dominado por España, que
con las espaldas seguras puede mirar optimista el futuro. La catástrofe de la armada Invencible
aminoraría ese optimismo nacional; pero esto era en 1588, año en que muere fray Luis.
Estas causas, tan inteligentemente diseñadas por Laín Entralgo, podrían considerarse
ambientales. Un teólogo quizás mirara más al fondo de la misma espiritualidad, que, si bien entre
los hombres no puede prescindir por completo de las circunstancias, traspasa de suyo las fronteras
del lugar, del tiempo y de los otros predicamentos humanos y se funda y se afianza sobre bases más
seguras y transcendentes. Le vemos extasiado, contemplando la naturaleza; pero le seduce más el
mundo interior del alma. Fray Luis va descubriendo cada vez mejor las infinitas virtualidades de la
gracia, y la variedad sin número y la hermosura cautivadora de sus actuaciones en las almas
espirituales, y en la suya propia. Eso le engendra un optimismo, que crece al paso de esos
descubrimientos del mundo interior sobrenatural, y le hace estallar de alegría -como dejamos
consignado en el primero de nuestros parágrafos- cuando le anuncian la cercanía de su muerte, que
es para él simplemente el paso hacia una vida pletórica de un sinfín de optimismo tanto en amplitud
como en intensidad.
Las Actas del Congreso Internacional sobre Fray Luis de Granada. Su obra y su tiempo,
celebrado en Granada entre los días 27 y 30 de septiembre de 1988, con motivo del cuarto
centenario de su muerte, serán un auxiliar de gran envergadura para conocer las facetas más varias
de la personalidad, del valor de sus escritos y de la trascendencia de su espiritualidad. Fueron
divididas las aportaciones al congreso en seis áreas con estudios monográficos de especialistas en
diversos aspectos de esas áreas. Las seis secciones o áreas de carácter más general eran las
siguientes: 1.a, ambientación histórica, artística y espiritual de las sucesivas etapas de la vida de
fray Luis de Granada; 2.a, el lenguaje en la obra literaria de fray Luis; 3.3, su pensamiento
antropológico; 4.3, la teología que transpiran sus escritos; 5.a, su contribución a la reforma de la
Iglesia; 6.a, relaciones con otras personalidades y con diferentes movimientos ideológicos.
La revista científica «Angelicum», de la Universidad de Santo Tomás de Roma, ha dedicado un
número o fascículo muy interesante de 1988 a fray Luis de Granada. En las primeras páginas, de
presentación, se nos recuerdan los elogios que se ha merecido el Padre Granada, su virtud, sus
libros y su doctrina. Recoge en particular los elogios de Gregorio XIII, Santa Teresa de Jesús, San
Carlos Borromeo y San Francisco de Sales.
Es un sobresaliente muestrario; podían haberse añadido los elogios y aprobaciones del Concilio
de Trento, del Papa Pío IV y de tantas otras autoridades, y de sabios y de santos. Se ensalza
también en la presentación de ese fascículo de «Angelicum» la sabiduría teológica integral,
intelectivo-afectiva, que rezuman los escritos de fray Luis. vienen luego cinco estudios sobre
diversos aspectos de la espiritualidad granadina: el biblismo de Luis de Granada; el parentesco
entte la espiritualidad de Santa Teresa de Jesús y la de fray Luis; el iluminismo místico del Padre
Granada ante los extremos de la mística de los alumbrados y la antimística de los tribunales
11

inquisitoriales; siguen otros dos interesantes estudios de amplios horizontes en este número de
«Angelicum», que son el referente a fray Luis como el teólogo y el maestro espiritual de los laicos
(y no sólo de los clérigos y religiosos), y finalmente el artículo dedicado a la espiritualidad del
llamado «desierto interior» o vida fuerte de oración y meditación según las obras de fray Luis de
Granada23.

3. TRES OBRAS DE FRAY LUIS EN EL INDICE DE LIBROS PROHIBIDOS

Muchos dividen en dos etapas la vida literaria de fray Luis de Granada: antes de 1559 y después
de 1559. También muchos, guiados por los grandes investigadores, dividen la literatura religiosa
española del Siglo de Oro en esas dos mismas etapas: antes de 1559 y después de 155924. La razón
es clara. En 1559 aparece el primer catálogo general de libros prohibidos por la Inquisición
española. Ante los focos de luteranismo encontrados en 1556 por el Santo Oficio de la Inquisición
en Valladolid y en Sevilla con los consiguientes procesos, el inquisidor general Fernando de Valdés
decide actuar con cetro de hierro en todo su imperio religioso español. Todo libro que tuviera
algunas frases o algunas palabras que evocaran la espiritualidad intimista o los temas predilectos
característicos de los alumbrados o de los luteranos eran, sin más contemplaciones, condenados al
ergástulo de aquel Índice, que prohibía su difusión, su retención y su lectura, debiéndose entregar
sus ejemplares a la Inquisición, bien para ser pasto de las llamas, bien para su necesaria corrección
en caso de permitirse de nuevo su salida.
Sobre los catálogos de libros prohibidos del siglo XVI contamos hoy con una obra
monumental. Es la dirigida por J, Martínez de Bujanda, y titulada lndex des livres interdits. La
publica el Centre d'Études de la Renaissance de Sherbrooke (Canadá). En ella se nos ofrece la
edición crítica de todos los índices de libros prohibidos del siglo XVI con estudios científicos
sobre ellos. Publicaron su primer volumen en 1984; en el programa anunciado son once los
volúmenes de que constará la obra, faltando todavía algunos por publicar.
En España, artes del Índice del Inquisidor Fernando de Valdés de 1559, habían aparecido ya
cinco catálogos de libros prohibidos, pero todos ellos de un alcance limitado, sea en cuanto al lugar
o extensión geográfica, sea en cuanto al contenido o género de libros que se prohibían. Así en
1551 aparecieron los cuatros primeros Índices en cuatro distintas ciudades, publicados por sus
cuatro correspondientes tribunales de Inquisición: Toledo, Valladolid, Sevilla y Valencia. En 1554
fue impreso en Valladolid el quinto de los catálogos españoles de libros prohibidos; hacía
referencia a las ediciones de las Sagradas Escrituras y se conoce ordinariamente con el nombre de
«censura inquisitorial de Biblias”25.
El más famoso de todos los catálogos de libros prohibidos por su rigor en la búsqueda de obras
para su condena, por su criterio el más estricto en el enjuiciamiento de las obras, por su carácter el
más general y extenso para todo el inmenso imperio español, y por la categoría, la más alta, de las
personas y de las obras condenadas, es el de 1559. De él se hicieron varias ediciones no bien
conocidas ni distinguidas todavía, en cada una de las cuales se iban añadiendo nuevos libros a esta
llameante cárcel de papel.
De la primera edición de este Índice de 1559, también llamada por los estudiosos «edición A»,

23
No lo decimos todo. Hemos hecho cierta selección. Dejemos constancia en esta nota de que en el
número anterior de esta revista tiene un articulo sobre la espiritualidad de fray Luis de Granada Atilano Rico
Seco, y nos ofrece una crónica y análisis del contenido de las conferencias del Congreso Internacional sobre
Fray Luis de Granada, celebrado en la ciudad de Granada a finales de septiembre y principios de octubre de
1988, Lázaro Sastre Varas. Cf. Ciencia Tomista 115 (1988).
24
Esto manifiesta el sentido quicial de la figura de fray Luis de Granada con respecto a la espiritualidad de
nuestro Siglo de Oro, pues se identifica con ella y sigue paso a paso sus avatares, como una de sus máximas
responsabilidades.
25
J. I. TELLECHEA IDIGORAS, La censura inquisitorial de Biblias de 1554. «Antológica Annua» 10
(1962) 89-142.
12

se conservan bastantes ejemplares. Edición sumamente rara es la segunda o «edición B», que se
hizo en Valladolid en ese mismo año de 1559; de ésta sólo se conocen en el mundo dos ejemplares
localizados: uno en el Instituto Histórico de San Esteban de Salamanca y otro en la Biblioteca
Nacional de Madrid26. En la página 41 de esta segunda edición del catálogo de Valdés se prohíben
tres obras de fray Luis de Granada: el Libro de la Oración y Meditación, la Guia de pecadores y el
Manual de diversas oraciones y espirituales ejercicios.
Tengamos en cuenta que fray Luis de Granada en ese año de 1559 ya es un autor universal,
conocido internacional mente. Era Provincial de la Provincia dominicana de Portugal con un gran
prestigio ante la corte, ante la jerarquía eclesiástica y ante el pueblo de esa nación y de España, que
escuchaban entusiasmados sus sermones y consejos, y que leían ansiosamente sus libros por la
insondable riqueza de su doctrina espiritual y por la belleza difícilmente igualable de su lenguaje.
Y, por si esto fuera poco, sus obras comenzaban a traducirse entonces a las principales lenguas
europeas.
Antes de esa condena de 1559, su Libro de la oración y de meditación, que comenzó a
imprimirse en 1554, contaba ya con 26 ediciones en castellano, y se había editado una vez en
italiano, y, como en la mayor parte de Italia no tenía vigor la prohibición española del catálogo
inquisitorial, aquella primera redacción del Libro de la oración y meditación siguió imprimiéndose
otras tres veces en lengua italiana.
La Guía de pecadores tiene dos redacciones muy diferentes. La primera es anterior a 1559, que,
como dice fray Luis en el prólogo, es un anticipo para otra Gula más completa y mejor ordenada,
que sería la definitiva; es la redacción segunda, la más famosa y muchísimo más editada, que se
imprimió por primera vez en Salamanca en 1567. La primera redacción o primera Gula salió en dos
tomos: el primero en 1556, y el segundo en 1557. Esta es la segunda de las obras condenadas eh el
catálogo de Valdés. Antes de su condena en 1559 contaba ya esta Gula de pecadores con once
ediciones en Castellano. De esta primera redacción, a pesar de su inserción en el Índice se hicieron
tres ediciones en lengua italiana (en 1562, en 1564 y en 1685), se publicó en francés en 1583, fue
impresa en japonés en 1589 y en lengua griega en 1628.
La tercera de las obras incluida en el Índice de libros prohibidos de Fernando de Valdés era el
Manual de diversas oraciones y espirituales ejercicios. Había aparecido por vez primera impreso a
finales de 1557 o principios de 1558 (no se consigna el año en la edición primera). Pues bien, antes
de ser condenada en 1559, conoció en esos dos años escasos seis ediciones.
Añadamos a esto que fray Luis de Granada entre 1555 y 1558 imprimió ocho pequeños tratados
espirituales, que se difundieron enseguida y que tuvieron la fortuna de no ser requisados por la
Inquisición. Y, para complemento y broche de oro de esta producción granadina antes de su
condena de 1559, está su traducción de la Imitación de Cristo al castellano, que se imprimió por
primera vez en 1536 y que tuvo 16 ediciones hasta 1558, vísperas de ser incluidas las tres obras
anteriormente descritas de fray Luis en la terrible cárcel del Indice de libros prohibidos de la Santa
Inquisición27.

26
Ësta es la ficha bibliográfica del Índice de Valdés: Cathalogus librorum qui prohibentur mandato
Illustrissimi et Reverend. D. D. Ferdinandi de Valdes Hispalensis Archiepiscopi, Inquisitoris Generalis
Hispaniae… (Valladolid 1559). Un ejemplar en Ins. Hist. Dominicano de S. Esteban de Salamanca, signatura
0.94/A.103).
27
Para el cómputo de las ediciones de las obras de Fray Luis de Granada y para la ficha bibliográfica
precisa de esas ediciones véase M. LLANEZA, O.P., Bibliografía del V. P. M. Fr. Luis de Granada, O.P… 4
tomos (Salamanca 1926-1928). De las impresiones primeras que se hicieron de la traducción al español de la
Imitación de Cristo en 1536 sólo quedan en el mundo dos ejemplares localizados: uno se encuentra en la
Biblioteca Nacional de Madrid y el otro se halla en el Instituto Histórico Dominicano de los dominicos del
convento de San Esteban de Salamanca. Este tiene la siguiente portada: en la parte superior tenemos el
grabado de un calvario (Cristo crucificado en medio de su Madre la Virgen María y San Juan Evangelista);
en la parte inferior vemos este título del libro: Contemptus mundi, nuevamente romamçado. Una cenefa ama
el calvario y otra, grande todo el conjunto de la portada. Está escrito el libro en letra gótica, pero muy cercana
13

Todo esto, que acabamos de escribir, nos prueba la gran popularidad de fray Luis de Granada al
caer aquella espada de fuego sobre su obra. Al enterarse fray Luis de que sus escritos iban a ser
incluidos en el catálogo de libros prohibidos que se preparaba en España, deja su convento de
Santo Domingo de Lisboa, donde residía como Provincial de los dominicos de Portugal, y se
encamina presuroso a Valladolid, por si podía evitar la catástrofe con su actuación personal y la
influencia de sus amigos.
La consigna de examen de los libros, dada por el Inquisidor General Fernando de Valdés, no
podía ser más dura, y el rasero, para medir el sentido de los términos, no podía haberse colocado
más bajo. Las palabras y las frases debían juzgarse «como suenan» («ut iacent»), en sí mismas y
aisladas de todo contexto. Los censores, por muy buenos teólogos que fueran, debían someter los
libros a ese criterio, nada científico bajo ningún punto de vista, ni el teológico ni el meramente lin-
güístico.
Los teólogos censores, por otra parte, eran intelectualistas natos, enemigos de toda piedad
intimista, y tanto más enemigos cuanto más se desbordaba en afectos aquella espiritualidad. Se
consideran representantes de la tradición oficial de la Iglesia y se muestran adversos a todas las
innovaciones, a las que juzgan sin más peligrosas o tendentes a la herejía. Para ellos el pueblo, los
laicos, no deben entrar en contacto directo con los textos de la Sagrada Escritura. Es la jerarquía la
única encargada por Dios para ello. Con su potestad de magisterio, recibida en exclusiva de
Jesucristo, enseña la Biblia a todo el resto de la Iglesia, y lo que los diversos pasajes de esos libros
sagrados significan. Y esto lo hará la jerarquía de viva voz, bien por sí misma, bien por sus
sacerdotes, ministros y doctores. No se pueden por ello traducir, ni en todo ni en parte, los libros
bíblicos a las lenguas vulgares o del pueblo, para que los seglares y los no preparados para su
verdadera inteligencia los lean, los interpreten a su antojo y resbalen hacia la herejía.
Algo parecido era necesario tener en cuenta con los libros de meditación o que invitan a la
oración mental y preparan al hombre para ella. El pueblo, los seglares, según esos teólogos e
inquisidores, no pueden dedicarse a la meditación y contemplación, que están reservadas a gente
selecta, como sacerdotes, monjes, religiosos: personas siempre consagradas a Dios o a su servicio.
Las personas del mundo, los seglares, por su ignorancia o por su falta de preparación fácilmente se
creen enseguida invadidas por el Espíritu Santo, y siguen la vía herética de los alumbrados, que no
obedecen ni quieren saber nada con la jerarquía. El pueblo debe contentarse con la oración vocal y
con las devociones externas de ceremonias, gestos, peregrinaciones, procesiones, etc. No se pueden
por consiguiente escribir en romance o lenguas populares libros de altas meditaciones, con los que
la gente sencilla pudiera desviarse hacia interpretaciones heterodoxas de las verdades de nuestra fe.
Eran criterios que sólo se entienden de alguna manera, sin que sea fácil una justificación
auténtica, en aquella atmósfera de invasión herética. La Iglesia Católica había perdido naciones
enteras, y casi media Europa había sucumbido a las nuevas herejías, y focos aislados de éstas
brotaban por doquier en las naciones aún católicas, a pesar de la estrechísima vigilancia de los
monarcas y de los tribunales inquisitoriales. .Hoy no lo entenderíamos. Sólo en aquel ambiente se
explica que se condenara cualquier traducción de la Biblia al castellano o a cualquier lengua vulgar,
fuera traducida en todo o en parte. El catálogo de Fernando de Valdés sólo permite ediciones de los
libros de la Sagrada Escritura en hebreo, caldeo, griego y latín. La Biblia tenía que seguir siendo el
misterio de los misterios, que sólo podía ser conocido en esas lenguas o a través del velo de los
sacerdotes o encargados de explicar la palabra de Dios al resto de los creyentes28.
. Después de esa condena de las ediciones populares de los libros sagrados, no deben extrañarnos

a la redonda humanística. Así reza el colofón: «Fue este presente tratado visto y examinado por los señores
inquisidores, y con su licencia impresso en Sevilla en la imprenta de Juan de Cromberger. Año de mil y
quinientos y treynta y seys». Tiene esta signatura en nuestro Int. Hist. Dominicano de San Esteban de
Salamanca: 094/B-71.

28
Cathalogus librorum qui prohibentur... (Valladolid 1559) 37.
14

nada las condenas que siguen de otros libros, aunque sus autores sean unos santos. En efecto, el
citado Índice de Valdés condena una obra de San Juan de Ávila titulada Avisos y reglas christianas
para los que dessean servir a Dios aprovechando en el camino espiritual, en que se comentan las
palabras del Salmo 44, 11 «Escucha, hija; inclina tu oído»29. Se condenan también los «Commen-
tarios del Reverendísimo fray Bartholomé Carranza de Miranda, Arzobispo de Toledo, sobre el
Catechismo Christiano, divididos en quatro partes»30. Incluye asimismo este catálogo inquisitorial
el libro «Obras del Christiano, compuesto por don Francisco de Borja, Duque de Gandía»31, que no
es otro que el futuro jesuita y Prepósito General de la Compañía de Jesús, San Francisco de Borja.
Y ya citamos las tres obras condenadas de fray Luis de Granada.

4. DOCTRINAS DEL P. GRANADA CENSURADAS POR LA INQUISICIÓN

Limitándonos a fray Luis de Granada ¿qué pudieron encontrar de censurable los consultores del
Santo -Oficio para incluir sus libros en el Índice? No se conservan censuras de carácter oficial de
las obras de Fray Luis, pero Melchor Cano en su censura oficial sobre los Comentarios al
Catecismo Cristiano de Bartolomé Carranza, aprovechó el gran aprecio de éste por los escritos de
fray Luis, para hacer un inciso de recriminación dura contra el P. Granada. Estas son sus palabras:
«A fray Luis le podía la Iglesia reprender gravemente en tres cosas. La una, en que pretendió
hacer contemplativos e perfectos a todos e enseñar al pueblo en castellano lo que a pocos de él
conviene, porque muy pocos populares pretenderán ir a la perfección por el camino de fray Luis
que no se desvaraten en los ejercicios de la vida activa competentes a sus estados. E por el
provecho de algunos pocos dar por escrito doctrina en que muchos peligrararán, por no tener
fuerzas ni capacidad para ello, siempre se tuvo por indiscreción perjudicial al bien público e
contraria a el seso e prudencia de San Pablo...
Lo otro, en que fray Luis será justamente reprendido, es en haber prometido camino de
perfección común e general a todos los estados sin votos de castidad, pobreza e obediencia, lo cual
arriba se notó en el autor como error adverso al Evangelio, al uso de los Apóstoles e a la doctrina
eclesiástica32.
Finalmente en aquel Libro (de la oración y meditación) de fray Luis que el autor (fray
Bartolomé Carranza) aquí declara, hay algunos graves errores que tienen un cierto sabor de la
herejía de los alumbrados, e aUn otros que manifiestamente contradicen a la fe e doctrina cató-
lica»33.

29
Ib., p. 37.
30
Ib., p. 40.
31
Ib., p. 46.
32
Los que conocen este modo de hablar de nuestros teólogos y juristas saben que en este segundo punto
habla Melchor Cano del «estado oficial de perfección», reconocido tradicionalmente en la teología
escolástica, en el magisterio de la Iglesia y en el derecho canónico. Este estado de perfección, que llamamos
«oficiah,lo tiene sólo, según el modo técnico de hablar de esas fuentes, los que siguen los consejos
evangélicos de pobreza, castidad y obediencia, es decir, los sacerdotes y religiosos. Los laicos caen fuera del
estado o camino de perfección así entendido.
33
Este texto de M. Cano ha sido incesantemente reproducido, cuando se traen a colación estos temas
inquisitoriales en las historias de la espiritualidad. Véanse, por ejemplo: E. COLUNGA, O.P., Espiritualistas
y místicos en la teología española del siglo XVI, en «La Ciencia Tomista» 9 (marzo-agosto 1914) 381, y. A.
HUERGA, O.P., Fray Luis de Granada. Una vida al servicio de la Iglesia... (Madrid 1988) 147. Hoy día
nadie daría razón a M. Cano en los párrafos que hemos trascrito. Los dos primeros se reducen a criticar la
extensión que hace fray Luis de Granada de la perfección cristiana o evangélica a todos cuantos creen en
Jesucristo, hombres y mujeres de todas las clases y de todos los oficios, sean sacerdotes, religiosos o laicos.
El concilio Vaticano II repite una y otra vez y del modo más apremiante que todos los cristianos sin
excepción estamos llamados a la perfección cristiana o a la santidad. Lo hace en la constitución dogmática
sobre la Iglesia Lumen Gentium, capítulo S, números 39, 40 Y 42, Y en la constitución pastoral sobre la
15

¿Qué doctrinas había en las tres obras condenadas de fray Luis, que tahto asustaban a la
Inquisición? Entre los temas peligrosos y que ehctespabari las iras del Inquisidor Valdés y las de su
teólogo asesor Melchor Cano, porque pudieran evocar las doctrinas predilectas de los alumbrados y
de los luteranos se encontraban los siguientes: pasajes largos de la Biblia en lengua romance,
supervaloración de la oración rnental con respecto a la vocal, el Cuerpo Místico de Cristo sin
connotaciones suficientes sobre la organización jerárquica de la Iglesia, la comunicación de los
méritos de Cristo sin referencia a la necesidad o concausalidad de las obras, la consideración de los
beneficios divinos sin atención al esfuerzo o necesaria correspondencia por parte del hombre, la
justificación por la fe sin indicar al mismo tiempo la cooperación voluntaria y libre del hombre, la
frecuencia de los sacramentos de la penitencia y eucaristía, particularmente del sacramento de la
eucaristía sin hacer referencia a la confesión sacramental y purificación preparatoria para recibir tan
alto sacramento como es la comunión del cuerpo y de la sangre de Jesucristo34.
Hay además otros dos temas muy especiales, aunque relacionados con los anteriores, sobre los
que aplicaban su lupa de los mayores aumentos los inquisidores, por ver el sentido y el alcance que
les daban los autores espirituales en sus libros. Eran estos dos temas: primero, la veneración de ta
Humanidad de Cristo, si se tendía a eliminarla en sus meditaciones para lanzarse derechos a la
unión con la Divinidad sin intermediarios, como hacían los alumbrados, y, segundo, la
comunicación de méritos entre los cristianos, por ese mismo motivo de unión a Dios directa, con
desprecio de las mediaciones, oraciones y veneraciones de los santos, incluida la misma Madre de
Dios.
La obra de fray Luis de Granada más cicateramente examinada por los censores de la
Inquisición fue el Libro de la oración y meditación. A él se dirigen las referencias más explícitas
que conocemos. Las otras dos obras aparecieron como complementos de ese Libro. En efecto, fray
Luis en el prólogo de esta obra dice que constará de tres partes: en la primera ofrece el material de
meditación más apropiado para la vida espiritual del cristiano; en la segunda se propone excitar la
devoción del creyente en Jesucristo para lanzarlo a llevar una vida regular de oración, y en la
tercera parte del libro presentará un conjunto de oraciones que disponen el alma para hacer con el
máximo provecho la confesión sacramental, la sagrada comunión y la meditación de los misterios
de nuestra fe35.
En el desarrollo de este programa el Padre Granada declara que se extendió tanto en las dos
primeras partes que iban formando ya un volumen demasiado grande. Por ello decidió dejar la
tercera parte, que recogía el conjunto mencionado de oraciones para un segundo volumen. Para
darle mayor apariencia, añadiría «algunos complementos» todavía no especificados. Así lo dejó
escrito en una nota al lector al final de la edición primera36.
La Gu{a de pecadores, que sacó a la luz en los años 1556/ y 1557, venía a cumplir esa promesa
hecha al final del Libro de la oración y meditación. Pretendió primeramente hacer un pequeño
volumen para vademecum de los predicadores, que se lo habían suplicado, y concibió la obra en
cuatro secciones o libros. El acabar el libro segundo observó que ya había escrito mucho para el
pequeño volumen que él había proyectado. No tuvo más remedio que poner fin ahí, añadiendo esta
advertencia: «este volumen, christiano lector, cresció más de lo que se pensaba y por esto lo que

Iglesia en el mundo actual Gaudium et Spes, número 15. Por lo que se refiere al tercer punto de su crítica,
Melchor Cano exagera, sobresaltado por el fantasma, tan acuciante en aquellos años, de la herejía.
34
En todo ello habla el peligro de una Iglesia demasiado interiorizante, espiritualistica y carismática, en que
los elementos humanos de jerarquía, de esfuerzo ascético personal, y las manifestaciones externas de la
piedad, tradicionales en el pueblo cristiano, parecían quedar anuladas o desdibujadas.
35
FRAY LUIS DE GRANADA, O.P., Obras de... Edición critica y completa por FR. JUSTO CUERVO,
O.P... t. 11 (Madrid 1906) 7s. Las obras del P. Granada las citaremos por esta edición, que es la que
generalmente se cita por parte de los estudiosos; lo haremos con la abreviación Obras, indicando
seguidamente el tomo y la página.
36
Ib., p. 433.
16

resta va en otro volumen»37. Esta segunda parte o segundo volumen de la Guía de pecadores lo
publicó fray Luis de Granada al año siguiente, 1557. Tanto en el volumen de 1556 como en el de
1557 fray Luis reproduce en su Guía de pecadores muy abundantes y extensos pasajes de la Biblia
en lengua castellana, particularmente de los Evangelios y de las Epístolas de San Pablo.
Este abierto biblismo frente a los criterios cerrados de los tribunales inquisitoriales cree Justo
Cuervo que fue la única razón que tuvo el Santo Tribunal para incluir la Guía del P. Granada, en
sus dos volúmenes, en el Indice de libros prohibidos38. También debió influir en ello el presentarse
la Guía de pecadores, según hemos consignado, como un complemento del Libro de la oración y
meditación y conservar su mismo espíritu.
Si la Guía de pecadores la había concebido fray Luis de Granada, según sus palabras, como
complemento del Libro de la oración y meditación, la tercera obra de fray Luis condenada en el
catálogo de Valdés y titulada Manual de oraciones y espirituales ejercicios es presentada por el
propio Padre Granada como un extracto, aunque con su personalidad independiente, de la citada
Guía. De esta manera las tres obras por voluntad de su autor aparecen íntimamente unidas entre sí,
y unidas también entraron a formar parte del catálogo de libros prohibidos de 1559. Al principio de
este Manual de oraciones dice expresamente fray Luis de Granada en sus palabras al lector:
«parecióme sería bien recoger aquí algunas oraciones y meditaciones sacadas por la mayor parte
del libro llamado Guía de pecadores, para que sirviesen como de unas horas de rezar y de un
pequeño manual que se pudiese traer en el seno, para despertar con él nuestra devoción todas las
veces que la muchedumbre de los negocios deste siglo resfriase nuestro corazón»39.
La edición primera del Manual de Oraciones y espirituales ejercicios apareció en Lisboa sin
indicación de año, pero debió ser a finales de 1557, pues en él se cita el segundo volumen de la
Guía de pecadores, que apareció en ese año. También pudo tener lugar la primera impresión de
este Manual de oraciones en Lisboa a principios de 1558, lo más tarde, pues de este año se conoce
una reedición efectuada en Amberes. Esa confesión del propio Padre Granada de la dependencia
del Manual con respecto a la Guía, igualmente que el hecho de extraer de la Guía gran parte de su
material, facilitaba la actitud condenatoria de la Inquisición. Por otra parte fray Luis en el Manual
de oraciones yespirituales ejercicios cita varias veces al exquisito espiritual italiano. Serafín de
Fermo, incluido también en el Índice español de 155940.
Las razones indicadas eran más que suficientes ante los inquisidores españoles para condenar el
Manual de oraciones de fray Luis de Granada. Pero es que además fray Luis iba perfeccionando y
organizando cada vez más sus obras en las nuevas ediciones, sin advertir que 1 muchas veces, de la
forma más ingenua, iba añadiendo leña al fuego: de las furias inquisitoriales y facilitando por
consiguiente los argumentos a la actitud condenatoria de la santa Inquisición. En efecto, en mayo
de 1559, unos meses antes de la publicación del Índice de Valdés, publicó fray de Granada en
Lisboa otra edición del Manual de oraciones y espirituales ejercicios, superando grandemente la
primera edición: hizo una distribución más organizada del material; le dio una finalidad o un
alcance más amplio, para que sirviera no sólo para los laicos (como la edición anterior), sino
también para los religiosos, y se permitió exponer toda la vida de Jesucristo, desde el nacimiento
hasta la ascensión a los cielos, con los textos escriturísticos de los Evangelios traducidos al
castellano.
Como arguyó con respecto a la Guía de pecadores, Justo Cuervo piensa que fueron estos textos
tan numerosos de los Evangelios traducidos al castellano los que indujeron a la Inquisición a

37
Obras, t. X (Madrid 1906) 181.
38
lb., p. VI.

39
Obras, t. XI (Madrid 1906) 3.
40
Ib., p. 3; Cathalogus librorum qui prohibentur... (Valladolid 1559) 48, 96 Y 112. Ya había recomendado a
S. de Fermo en el Libro de la oración y meditación (Obras, t. n, Madrid 1906, p. 302).
17

condenar este Manual de oraciones. Precisa incluso Justo Cuervo que fue en concreto esta edición
de 1559, que rehace las anteriores y ofrece el texto definitivo de la obra, la que fue incluida en el
catálogo valdesiano41. Otros estudiosos piensa de otro modo, a saber, que la condenación vino tam-
bién sobre las ediciones primeras, y además de la razón indicada por Cuervo, por los motivos que
señalamos ya anteriormente: su dependencia de la Guía de pecadores, su espíritu similar al del
Libro de la oración y meditación y el citar a un autor también incluido por ellos en el Índice, es
decir, a Serafín de Fermo.

5. CAMBIOS OPERADOS POR FRAY LUIS EN SUS LIBROS PROHIBIDOS

Vayamos ahora a la obra madre de todas, origen directo de la Guía e indirecto del Manual: el
Libro de la oración y meditación. Veamos en concreto los puntos que debieron ser en este Libro
motivo de censura condenatoria por parte del santo Tribunal. Tal como apareció en 1554 el primer
tema que iba a suscitar una polémica inmediata era el hecho de poner la contemplación al alcance
de todos los creyentes, incluso de la gente más humilde y de conocimientos religiosos más
elementales. Defender la necesidad de la oración mental con posible detrimento de la oración vocal
era en aquellos tiempos caminar por senderos peligrosos y cuidadosamente vigilados. Toca este
asunto fray Luis de Granada en los capítulos 2 y 5 de la primera parte. Todo cuanto ahí leemos es
hoy admisible, pero entonces vieron en ello cierto sabor de carácter iluminista, que evocaba los
excesos de los alumbrados.
Algo debió presentir fray Luis de Granada muy pronto, pues dos años más tarde introdujo
algunos cambios, suavizando algo sus expresiones, para que quedara algo más resaltada la
necesidad y conveniencia de la oración vocal. Justo Cuervo estudia detenidamente estos cambios o
variantes en el tomo segundo de la edición crítica que hizo de las obras castellanas del Padre
Granada42. En la redacción de 1556 cuidó asimismo fray Luis de suprimir algún párrafo que parecía
llevar consigo cierto menosprecio de los rezos u oraciones vocales, como si éstas fueran sólo
propias o exclusivas de los no iniciados en el camino de la perfección cristiana. La oración vocal,
según eso, debía ser considerada como menos perfecta que la mental, y su misión no era otra que la
de preparar al hombre para ésta. En consecuencia, cuando el alma se encontraba sosegada y
dispuesta para la contemplación, debía dejar de hacer uso de toda oración vocal.
Estos cambios que hace fray Luis de Granada en su Libro de la oración .Y meditación antes de
la intervención inquisitorial de 1559, piensan algunos que los hace por su espíritu de superación,
que es constante en las nuevas exposiciones de sus doctrinas. Otros piensan en la influencia de un
dominico, que era maestro de novicios en el convento de Santo Domingo de Lisboa, cuando el
Padre Granada era Provincial de los dominicos de Portugal, fray Juan de la Cruz. Este fray Juan era
gran amigo y colaborador de fray Luis, pero no pensaba igual que él en cuestiones de
espiritualidad. Escribió un libro que puede considerarse clave para la intelección de los debates
sobre estas materias en aquellos años tan confusos y de tantas luchas intestinas dentro del mundo
eclesiástico. Se titula el libro Diálogo sobre la necesidad y obligación, y provecho de la oración y
divinos loores vocales, y de las obras virtuosas y sanctas cerimonias, que usan los christianos, ma-
yormente los religiosos. Defiende aquí fray Juan de la Cruz el valor de la oración vocal y de las
ceremonias religiosas en todo el proceso de la perfección cristiana, y no sólo en sus comienzos. La
emprende con mucha energía contra los erasmistas y corrientes afines, que desestiman o ridiculizan
la piedad externa.

41
41. Obras, t. XI (Madrid 1906) VI.

42
Obras, 1. II (Madrid 1906) 489ss.
18

Después de la inclusión del Libro de la oración y meditación en el Índice inquisitorial, da algo


más de valor a la oración vocal que en las ediciones anteriores: la considera también indispensable
para los avanzados en la perfección sobrenatural, debiendo atenderse a las circunstancias de
obligación o de caridad o de estado de concentración para entregarse a una o a otra clase de
oración. En la edición corregida, impresa después de su inclusión en el Índice de 1559, que salió a
la luz en Salamanca en 1566, en el capítulo quinto de la segunda parte añade dos significativos
avisos: el primer aviso es sobre la dignidad y fruto de la oración vocal, y el segundo versa acerca de
la dignidad y fruto de las sagradas ceremonias y obras exteriores. No obstante, en todas las
redacciones de este libro, anteriores y posteriores al año de 1559, fray Luis de Granada defiende la
superioridad de la oración mental con respecto a la vocal, y critica todo lo que sea precipitación d
pronunciación rápida, irreflexiva y rutinaria de las oraciones vocales, pensando que tienen eficacia
por el mero hecho de recitadas.
Otro de los escollos de muy difícil superación para el tribunal inquisitorial era la reproducción
en castellano de amplios textos evangélicos en las meditaciones propuestas para las mañanas de los
siete días de la semana. Otro de los temas de choque era la actuación de la gracia sin alusión alguna
a las obras. La edición de 1554 del Libro de la oración y meditación tiene dos referencias que
pudieron series muy molestas a los compositores del catálogo de libros prohibidos de 1559. La
primera, de esas referencias es la que se encuentra al final del prólogo, cuando dice que para el fin
de la oración, que es el temor de Dios y la enmienda de la vida «después de la divina gracia, no hay
cosa que más aproveche que la profunda y larga consideración de los misterios que en ellas (las
meditaciones) se trata». En las ediciones de 1556 y 1566 suprime la frase «después de la divina
gracia», pues no se evoca el esfuerzo del hombre, y transforma la frase siguiente de este modo:
«una de las cosas que más aprovechan es la profunda y larga consideración...»43.
La segunda de las citadas referencias es la que hallamos al final del párrafo segundo del
capítulo tercero de la segunda parte, en que escribe: «Porque, como dice un doctor, el
arrepentimiento del corazón humano sin el espíritu de la gracia, cuanto es mayor, tanto es peor,
porque trae consigo desesperación». Estas expresiones fueron suprimidas en las ediciones de 1556
y de 156644.
En la edición de 1556 añade fray Luis algunos textos que exaltan las virtudes cristianas y el
cumplimiento de los deberes propios del estado y de ios compromisos de cada uno, como medios
de progresar en la vida cristiana, pero siempre sin quitar la primacía a la oración mental o
meditación o contemplación sobre Dios, Jesucristo y sus misterios. Los epígrafes de los parágrafos
que añade son muy significativos del deseo de dejar bien claro su aprecio por la colaboración
humana en la obra santificadora de la gracia: de la dignidad y fruto de la oración vocal; de la
dignidad y fruto de las sagradas ceremonias y obras exteriores; de la reverencia y obediencia que
se debe a los doctores y predicadores de la Iglesia; de la discreción que se requiere para examinar
los buenos deseos; de que juntamente con la oración se debe ejercitar el hombre en todas las otras
virtudes; que cada uno trabaje primero por cumplir las obligaciones de sus estados45.
Indicábamos antes cierta influencia del dominico Juan de la Cruz en los escritos de fray Luis de

43
Ib., p. 9 y 90. El enunciado primero despierta suspicacias, en los que no leen el contexto. Se pueden
preguntar: ¿qué es lo primero de todo: la oración mental o meditación, por supuesto después de la gracia?
¿No es antes de la meditación la caridad, o el cumplimiento del deber, o los sacramentos, etc.? En e!
enunciado segundo se cura fray Luis de Granada en salud diciendo: una de las cosas que más aprovecha es la
oración; sin decir si es la primera, o la segunda, o la tercera, o la cuarta.
44
lb., p. 326 y 523. El que lee e! contexto, sabe que se trata en el Padre Granada de una exageración
metodológica. Pero los cicateros inquisitoriales podían agüir: para fray Luis de Granada la actuación humana
no significa nada, e incluso es dañina en el orden espiritual; luego hay que condenar la doctrina de fray Luis.
En este sentido fray Luis de granada se supera admirablemente en cada redacción de sus obras, precisando
cada vez mejor su doctrina; aquí suprime el texto, y se eliminan de raíz las malas interpretaciones.
45
Ib., p. 526, 529, 531, 533s y 542.
19

Granada en lo que se refiere al mayor áprecio de la oración vocal y actos externos de devoción 46.
Una de esas influencias puede ser la precisión que hace el Padre Granada en el texto impreso de
1556 a un párrafo de la edición de 1554. Dice en 1554 que el hombre devoto, antes que a la
oración, debe faltar a los otrds negocios; en 1556 hace esta significativa precisión: «a todos los
otros negocios que no fueren por Dios»47.
Otra influencia de fray Juan de la Cruz puede verse en la tercera parte, en el sermón primero (en
la parte segunda de este sermón), en que rebaja el valor de la disciplina y observancia de los
religiosos, pero sin oración de meditación, y exalta, por contraposición, a los seglares, que en
medio de sus negocios tienen tiempo para la prolongada meditación. Algún peligro debió apreciar
fray Luis de Granada en dtas afirmaciones, pues las quita en la redacción del Libro de la oración y
meditación de 155648. Creemos que esta corrección puede ser considerada como una influencia de
fray Juan de la Cruz, que se había opuesto enérgicamente a los abusos de este tipo de
comparaciones, en las que queda postergada la vida religiosa.
Unas palabras a propósito de la segunda redacción de la Guía de pecadores, que publicó fray
Luis de Granada en Salamanca en 1567. Algo hemos indicado antes con respecto al Libro de la
Oración y meditación, pero es sobre esta Guía segunda por su gran renovación en relación con la
primera, sobre la que los juicios han sido más firmes. Piensan algunos autores, encabezados por
don Marcelino Menéndez Pelayo, que la inquisición hizo un gran servicio al Padre Granada.
Todavía 10 hemos leído en algún autor reciente, gran conocedor de la espiritualidad de fray Luis.
La segunda redacción de la Guía de pecadores es -dicen- una obra maestra: gracias a la inclusión
de la primera en el libro del Índice por la Inquisición española. Fray Luis de Granada ante la
condena de su obra, se vio obligado a reelaborarla casi por completo y logró en este segundo
intento un monumento literario y espiritual para la historia.
Otros no pensamos así. Álvaro Huerga en su obra recentísima sobre Padre Granada lo observa
muy atinadamente. El Padre Granada se superaba siempre, cuando retocaba sus libros, y lo hacía
por su propio impulso interior, sin necesidad del estimulante inquisitorial; cita el prólogo de la
Gula primera, en que fray Luis manifiesta que ofrece sólo Un anticipo de otra Gula más acabada
que publicará más adelante. Huerga tiene razón. Hemos visto que el padre Granada sigue ese
mismo comportamiento en el Libro de la oración y meditación. Ya antes de ser incluido este libro
en el Índice en 1559, el Padre Granada se había superado grandemente en la redacción que hizo del
Libro en 1556, con respecto a la de 1554.
Pasará esto mismo con el Memorial de la vida cristiana. Primero hace como un anticipo en la
edición de Granada de 1563. Logra una obra maestra en la redacción que publica en Lisboa en
1565, y, como había temas del mayor interés, en los que convenía insistir y que le parecía necesario
perfeccionar, escribe las Adiciones al Memorial, que publica en Salamanca en 1574.
La renovación del Manual de diversas oraciones y espirituales ejercicios la hizo el Padre
Granada muy tarde. La editó, dice Llaneza, en 1581 en Salamanca. Fray Luis añade en la portada
de esta edición del Manual de 1581 las siguientes palabras: «agora nuevamente revisto y

46
Los historiadores de la espiritualidad española lo reconocen. M. Bataillon en Eramo y España, V. Beltrán
de Heredia en Las corrientes de. espiritualidad entre los dominicos de Castilla durante la primera mitad del
siglo XVI, J. S. Silva Dias en Corrientes de sentimento religioso em Portugal, y otros autores hablan del
influjo de fray Juan de la Cruz en fray Luis de Granada en el mayor aprecio que hace éste en la segunda y
tercera redacciones del Libro de la oración y meditación (1556 y 1566) con respecto a la primera (1554) en
los temas de la oración vocal y los ejercicios externos de piedad. Yo creo que además de esas influencias
generales, hay dos casos concretos muy claros, que son los que exponemos en el texto, pues Juan de la Cruz
insiste con mucha fuerza en esos dos temas. Véase también R. HERNÁNDEZ, El dominico fray Juan de la
Cruz, compañero de fray Luis de Granada, en «Actas del Congreso Internacional sobre Fray Luis de
Granada", celebrado en Granada entre finales de septiembre y principios de octubre de 1988.
47
Obras, t. 11 (Madrid 1906) 310 y 520.
48
Ib., p. 455 y 551.
20

acrecentado por el mismo autor con el áureo número, letra dominical y fiestas móviles conforme al
kalendario nuevo». Da esta noticia Maximino Llaneza, máximo recopilador de las ediciones de las
obras del P. Granada; toma este dato -como el propio Llaneza confiesa- de A. Palau en su Manual
del librero49. Sin duda que el P. Llaneza no vio de esa edición ejemplar alguno, pues de lo
contrario tomaría de él la ficha bibliográfica.
Justo Cuervo, también muy preocupado acerca de las ediciones de los libro de fray Luis de
Granada, dice en una nota a lápiz en su reedición del Manual de oraciones y espirituales
ejercicios, según la edición de Lisboa de 1559: «la edición de Lisboa de 1583 tiene el título de
Oraciones y espirituales ejercicios..., sin duda por la prohibición de la Inquisición»50. La edición
de 1583, a la que alude Justo Cuervo, es muy cuidadosamente descrita por Maximino Llaneza en
su Bibliografía del V. P. F. Fr. Luis de Granada. Toma esa descripción de un ejemplar de la
Biblioteca Nacional de Lisboa; en la portada aparecen añadidas las mismas palabras, que se
indicaban con respecto a esa edición fantasma, que pensamos que no existió, de 158151. La
expresión «kalendario nuevo», que se añadió en la portada al título de la obra, piertso que hace
referencia al calendario reformado por el papa Gregrorio XIII en 1582. Por eso me atrevo a
conjeturar que no existió esa edición de 1581 tomada por Llaneza del Manual del
l.
librero de Palau, y que tiene razón Cuervo cuando dice que la edición reformada,
después de la inclusión en el Indice de 1559, es la de Lisboa de 1583, que suprime en el título las
palabras Manual de, y da comienzo al título con las palabras Oraciones y espirituales ejercicios.

6. DEL CALVARIO DE LA INQUISICiÓN AL CAMINO DE LA GLORIA

Fray Luis de Granada quedó muy consternado ante la inclusión de sus tres obras, aquí
someramente reseñadas, en el Catálogo de libros prohibidos del Inquisidor General Fernando de
Valdés. La oposición de éste y de Melchor Cano no pudo ser más agria y tenaz, a pesar de los
influyentes valederos que fray Luis tenía en la corte española, y a pesar del ofrecimiento del propio
fray Luis para explicar los pasajes censurados o para corregirlos. El juicio condenatorio de
Melchor Cano lo suponemos, después de las palabras duras contra el Padre Granada, inscritas en
su condena de los Comentarios al Catecismo de Bartolomé Carranza y que transcribimos
anteriormente. Por lo que se refiere a Fernando de Valdés el propio fray Luis dice en una carta de
esos días a su amigo el arzobispo Carranza, recién detenido por la Inquisición, sin que lo supiera el
padre Granada: «halléle (a Valdés) todo lleno del espíritu de aquel Padre», es decir del espíritu de
Melchor Cano. No había resquicio de esperanza para liberar del Índice las obras de fray Luis de
Granada. Para colmo de tan incomprensible adversidad, añade el Padre Granada en esta carta a
Carranza que el Inquisidor Fernando de Valdés había manifestado con motivo de la condenación
de estos libros que era «contrario a cosas, como él llama, de contemplación para mujeres de
carpinteros»52.
Nada tiene que extrañamos que el santo de fray Luis de Granada llegara a exclamar: «no querría
ir cielo pasando por Valladolid»53. No es un grito de desesperación, pues añade enseguida: «si no
fuese por servir a Dios y a vuestra Reverendísima»; esta reverendísima persona es Bartolomé

49
M. LLANEZA, O.P., Bibliografla del V. P. M. Fr. Luis de Granada... t. I (Salamanca 1926) número 640,
p. 256.
50
Obras, t. XI (Madrid 1906) 121.
51
M. LLANEZA, Bibliografía del V. P. M. Fr. Luis de Granada... t. I (Salamanca 1926) número 660, p.
261.

52
Obras, t. XIV (Madrid 1906) 440s.
53
Ib., p. 441.
21

Carranza. El Padre Granada ni se rindió ante tanto sufrimiento ni permaneció inactivo. Siguió
predicando, primero en España, y luego en Portugal, pues las multitudes escuchaban entusiasmadas
sus sermones y se sentían conmovidas y orientadas hacia Dios por sus palabras, llenas siempre del
mayor celo apostólico. Y también siguió escribiendo en Portugal, donde su aureola no había sufrido
lesión alguna por la condena de la Inquisición española y donde ésta no podía actuar. Un libro muy
importante publicó en portugués poco tiempo después de la inclusión de sus libros en el catálogo
inquisitorial de 1559: Compendió de doctrina christiá, que salió en ese mismo año en Lisboa, y que
será una joya de la literatura portuguesa. En 1561 publicó, también en Lisboa, el Memorial de lo
que debe hacer el cristiano, la Vita Christi y el Tratado de algunas muy devotas oraciones para
provocar el amor de Dios. Al año siguiente de 1562 nos regala con la traducción de una obra
clásica espiritual, que imprimirá asimismo en Lisboa y qUe será muy difundida; lleva este título en
la portada: Libro de S. Joan Clímaco, llamado Escala Espiritual, en el qual se descriven treinta
escalones, por donde pueden subir los hombres a la cumbre de la perfección.
No se acobardaba fácilmente fray Luis. Otro golpe fuerte de estrategia tuvo, que, si no hizo temblar
a sus jueces inquisitoriales, sí burló sus suspicacias y anuló por completo sus condenas con
respecto a las obras granadinas. El 18 de enero de 1562 abría el concilio de Trento su tercera etapa.
Fray Luis envió sus libros vedados a los Padres conciliares, para que emitieran juicio sobre su
doctrina. Las obras de fray Luis de Granada fueron examinadas por una comisión conciliar, que
dieron veredicto favorable y laudatorio sobre su doctrina, y consideraron esos libros como muy
provechos para la vida espiritual de los fieles: El padre Granada lo cuenta gozoso en una carta a su
amigo Gabriel Zayas, secretario de Felipe n, en los siguientes términos: «esto me dio atrevimiento
a escribir ésta, para embiar con ella una de don Fernán Martínez su servidor, que como testigo de
vista referirá la aprobación de nuestro libro de la oración que fue hecha en el Concilio y confirmada
por Pío IV)»54. Fray Luis habla aquí sólo del Libro de la oración y meditación, porque trataba
ahora sólo de él, pero los documentos de la aprobación conciliar, publicados por José Ignacio
Tellechea Idígoras, mencionan en concreto la Gula de pecadores. La aprobación debió recaer, al
menos sobre esas dos obras.
Con esta aprobación de la autoridad máxima de la Iglesia, la aureola magisterial de fray Luis de
Granada en doctrina espiritual brillaba para la Iglesia entera por encima de los cerrados criterios de
la Inquisición española. El, no obstante, reelabora sus obras, según expusimos arriba; elimina de
ellas lo que pudiera escandalizar a los mismos inquisidores y seguirá produciendo nuevos libros y
nuevas exposiciones y sistematizaciones del inagotable tesoro de su doctrina espiritual y de sus
personales vivencias.
Fernando de Valdés renunció a su cargo de Inquisidor general en 1566, muriendo dos años más
tarde. Los nuevos inquisidores fueron más circunspectos. El Inquisidor General Gaspar de Quiroga
publica un nuevo índice de libros prohibidos en 1583, y en el prólogo asoma como un lamento por
haberse metido el Santo Tribunal con tan santas obras de tan santos varones, como son -cita sus
nombres- Juan de Ávila, Francisco de Borja y fray Luis de Granada. Para la sociedad de entonces
tal vez eso bastara; hoy pediríamos una petición de perdón.
Fray Luis de Granada, sin resentimientos, sólo ve lo positivo. Dedica su obra Introducción al
Símbolo de la Fe al Inquisidor General don Gaspar de Quiroga, cardenal arzobispo de Toledo.
Alaba al Santo Tribunal de la Inquisición y al que en su grado supremo la representa: en todo
tiempo es necesario dar a conocer la doctrina de Cristo, «pues nos manda el apóstol San Pedro que
estemos aparejados para dar razón de la fe que profesamos, pero en este tiempo parece ser esto más
necesario, donde la fe católica y la navecica de San Pedro ha padecido tantas tempestades, cuantas
todo el mundo conoce y llora. Y dado caso que estos reinos de España por la misericordia de Dios,

54
Ib., p. 458 J. 1. TELLECHEA IDÍGORAS, que publicó en su día una copia de esas censuras ha
descubierto también los originales y los publica en «Actas del Congreso Internacional de fray Luis de
Granada» celebrado a finales de septiembre y primeros de octubre de 1988 en Granada.
22

y amparo de la Católica y Real Majestad, y por la providencia del Santo Oficio, de que Vuestra
Señoría Ilustrísima tiene singular cuidado, estén puros y limpios desta pestilencia (y así esperamos
que siempre estarán)» urge declarar en todo momento la belleza y las excelencias de nuestra reli-
gión55.
Dedico esta obra -dirá luego- «a la persona de Vuestra Señoría Ilustrísima (aunque otra razón
particular no hubiere) pues está a su cargo por disposición divina el amparo y defensión de la fe,
con el cual espetamos que Nuestro Señor la conservará en la sinceridad y pureza que hasta agora ha
perseverado»56. Eso es olvidar y perdonar de verdad, como lo hacen los hombres llenos de Dios y
de su Hijo Jesucristo, como lo está sin duda Fray Luis de Granada.

55
Obras, t. V (Madrid 1908) 6.
56
Ib., p. 8.

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