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2009 Antonio García Megía

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LA CONSERVACIÓN DE LA MEMORIA
HUMANA. DE LA PINTURA RUPESTRE
AL TEXTO IMPRESO
3. Primeros sistemas escriturales

Antonio García Megía


Maestro. Doctor en Filología Hispánica
LA CONSERVACIÓN DE LA MEMORIA HUMANA.
DE LA PINTURA RUPESTRE AL TEXTO IMPRESO
Antonio García Megía – Maestro, Doctor en Filología Hispánica
angarmegia@angarmegia.com

Primeros sistemas escriturales

El proceso de evolución de los símbolos primitivos hacia sistemas más


avanzados de representación parece que se inicia en determinados pictogramas
aparecidos en Mesopotamia, cuando los asentamientos superan el ámbito del clan
neolítico y reúnen en un mismo lugar individuos procedentes de grupos familiares
diferentes. La especialización del trabajo se incrementa en razón directa con la actividad
productiva industrial y el concepto de propiedad personal se complica.
La antigua sociedad patriarcal entiende la propiedad como un bien colectivo
administrado por el responsable o jefe del grupo que puede otorgar el uso individual,
nunca el dominio absoluto, a determinados miembros de la comunidad. La convivencia
en el ámbito urbano de varios clanes puede generar, en este aspecto, tensiones que es
necesario evitar y regular de manera que nunca pueda ser discutida la posesión de un
bien. En este sentido se desarrolla, desde el inicio de la Edad del Metal, un tipo de
certificado en forma de sello que acredita la marca reconocible de cada propietario, su
wasm. Formalmente, esa marca, no guarda relación con su significado. Puede tomar la
forma de dibujo, pictograma que puede sugerir un apodo, tótem o juego de palabras,
diseño decorativo o, simplemente, asociación determinada de líneas y señales. Lo
importante es que apunte de manera incuestionable hacia un individuo o familia. Los
animales son marcados y los objetos incorporan el sello reconocible del propietario
impreso sobre arcilla o una tabla encerada.
El verdadero desarrollo de la escritura empieza en el IV milenio, cuando, en las
proximidades de la desembocadura del Tigris y el Éufrates y a las orillas del río Nilo,
surgen los primeros Estados. Mesopotamia se articula en un complejo de importantes
ciudades-estado como Ur o Uruk, mientras Egipto se organiza como estado único entre
Elefantina, a la altura de la primera catarata del Nilo, y el Mediterráneo.

Desde sus más remotos comienzos, la civilización mesopotámica parece haber


conformado un universo extraordinariamente complejo. Una realidad histórico-cultural
que no se forma sino como resultado de la interacción y convivencia de un conjunto de
pueblos de distintos orígenes y lenguas, que hacían del país mesopotámico, entre los
grandes ríos Tigris y Eúfrates, un verdadero mosaico de pueblos que dejaron un legado
cultural de incalculable valor. El contacto permanente entre estos pueblos dio lugar a
una civilización extraordinariamente rica y diversa en su unidad, caracterizada
fundamentalmente por un factor étnico y lingüístico plural y accidentado por los

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naturales altibajos de la historia, las épocas de apogeo y decadencia que los positivistas
consideran como ciclos naturales de la experiencia humana [OLIVA, JUAN. 2004:175].

Alrededor del 3200, adquieren gran preponderancia varias ciudades del país de
sumeria, aparte de las citadas Ur y Uruk, crecen Eridu, Lagash y Umma, todas con
rango de ciudad-estado, bajo el mando absoluto de un jefe llamado Ensag, Patesi,
vicario de dios, o Lugal, el Grande. Cercanas al mar, su importante actividad
económica las hace evolucionar hacia un sistema político monárquico que se impone
con la supremacía de Lagash, cuyo rey Urukagina, rey de Lagash y Sumeria, es autor
del primer código jurídico que se conoce, allá por el año 2360. Su gran rival Lugal-
Zaggisi, engang de Umma, después de destruir Lagahs, unifica el territorio
estableciéndose en Uruk. La lenta infiltración de gentes de origen semita vivida durante
largo tiempo, termina, al cabo de un cuarto de siglo, con la derrota de Lugal-Zaggisi
ante los arcos, flechas y venablos, muy ágiles frente a las pesadas lanza y escudos
sumerios, que portan los soldados de Sargon I, que inicia el periodo acadio y cuyo
sucesor Naran-Sin, se autodenominó Señor de las Cuatro Partes del Mundo por
dominar Sumer, Akad, Amurru y Subarru (Asiria). Las invasiones se suceden, las
ciudades son destruidas y reconstruidas una y otra vez a lo largo de casi dos milenios.
Elamitas, asirios, babilonios y hurritas, tienen su momento de esplendor y dejan su
impronta y huella en la escritura.
En la suma de pueblos y culturas que es la ciudad-estado sumeria, interesa
preservar, ante todo, la posesión y dominio del dios de la ciudad sobre la tierra y sus
frutos. El templo, lugar donde se almacenan sus bienes, tiene, por ello más necesidad
que nadie de una marca distintiva que los ponga a salvo de la malversación.

¿Qué marca debía ser ésta? El dueño era en primer lugar un dios, un miembro de la
jerarquía celestial: en segundo lugar era un dios individual que llevaba un nombre
individual y estaba en posesión de atributos especiales; en tercer término era el dios de
la ciudad-estado que, como tal, se identificaba con él; en esta última capacidad era el
dueño de los bienes que se almacenaban en los depósitos urbanos. Marcar sus bienes
como simplemente la propiedad de un dios, como propiedad divina, apenas era una
solución, pues los bienes eran del dios, no en virtud de su personalidad, sino por sus
derechos de señorío. Consiguientemente, en las impresiones de sellos del período
preliterario que proceden sin duda del depósito de templos, vemos símbolos pictóricos
convencionales que pueden ser reconocidos como los prototipos de esos signos que en
tiempos posteriores representaron los nombres de las ciudades. La puerta de un edificio,
o una torre, representa el templo, que, puesto que el dios es rey, constituye el verdadero
corazón de la ciudad; coronemos esto con el sol naciente y tendremos Larsa, ud.unu.hi,
“la morada del sol”; con el lucero de la tarde y tendremos Uruk; con una serpiente y
tendremos Der; el reconocido símbolo del dios hacía que el significado del pictograma
fuera evidente para cualquiera y era fácil de dibujar [WOOLEY, LEONARD. 1979:496].

La organización del estado y la economía altamente comercial actúan como


motores del cambio. La demanda de bienes de prestigio, metales preciosos, perfumes,
ungüentos, marfil, madera de alta calidad, piedras semipreciosas y plantas aromáticas…,
de alto valor en relación con sus dimensiones y, en consecuencia, de fácil transporte,
que acompañan, a veces, al propietario a su tumba para hacer agradable su devenir por
el mundo del más allá, estimula los intercambios de mercancías a largas distancias y
pone en relación personas, lenguas y culturas muy dispares. Pero incrementa la
necesidad de documentos, registros, contratos y sistemas contables más potentes, fiables
y comprensibles.

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La contabilidad sumeria y elamita más antigua se lleva con simples entradas


sobre tablillas de barro con el dibujo de un objeto, que representa el artículo que se
referencia, una series de puntos, rayas o señales varias que expresa un número, y aunque
no siempre, la marca identificadora del propietario o deudor. La presencia de
documentos administrativos entre las muestras de escritura halladas en los quinientos
primeros años de su historia es abrumadora, con la sola excepción de algunos textos
escolásticos, también “simples listas de signos y palabras, utilizadas para entrenamiento
de los escribas” [GOODY, JACK. 1992:207]
Lo descrito hasta aquí puede aplicarse a Egipto, aunque con un contexto
económico diferente vinculado a las variaciones de flujo anual del Nilo. Es el
conocimiento exacto del calendario, y su fiel transmisión a las generaciones futuras, lo
que garantiza cosechas abundantes cada año.
Es difícil determinar la edad de las más antiguas tablillas mesopotámica.
Proceden de Uruk y Dĕsemder-Naşr, lugar situado en las orillas del Tigres, al norte de
Babilonia, y están datadas entre el 3300 y el 3100 a. C. Inscritas de forma pictórica han
sido descifradas parcialmente por la naturaleza de los dibujos y su relación con la
posterior escritura cuneiforme.
Los principios esenciales de la escritura sumeria parecen haberse extendido por
el este hacia sus vecinos protoelamistas y, a través de estos, hasta el valle del Indo, una
de cuyas escrituras puede haber servido de estímulo para la creación de la escritura
china. La influencia sumeria se abre paso hacia el este alrededor del 3000 a. C. La
influencia se extiende, a su vez, por el mar Egeo hacia el 2000 a. C. Se encuentra en la
base de las escrituras cretense e hitita [GELB, IGNACE J. 1987] y es pieza importante en la
evolución hacia las escrituras fonéticas.
La aportación sumeria a la escritura es su sistema cuneiforme, denominación que
procede de la forma de cuña triangular que deja sobre la arcilla fresca la sección del
tallo de junco que se emplea para esgrafiar el barro fresco.

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Pictográfico en su origen, deriva hacia formas ideográficas, primero, y
logográficas y silábicas, después. Aunque se genera a fines del IV milenio, no quedó
fijado sino hacia el 2800 a. C. Usado por muchas culturas y lenguas, sólo fue
abandonado con la implantación de los alfabetos.
Muy limitado, acude al jeroglífico para escribir antropónimos mediante objetos
cuyo nombre es igual o similar, lo cual significa un paso importante hacia los métodos
fonéticos. Eso es posible porque el lenguaje sumerio era fundamentalmente
monosilábico y bilítero, por lo que sus signos vienen a significar casi siempre sílabas.
Recurre a los ideogramas para aclarar las ambigüedades generadas por las palabras
homófonas cuyo sentido real especifican. A su vez cada signo tiene valor polifónico, es
decir puede hacer referencia a amplios campos semánticos y, en consecuencia, tiene
varias lecturas posibles (luz, sol, día…).
A lo largo del III milenio el trazo se hace más cursivo, desaparecen las curvas,
menos definidas en la arcilla, y el sentido de la escritura, en principio en columna y de

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arriba hacia abajo, toma la dirección izquierda-derecha, sin separación entre palabras.
Los ideogramas se transforman en dibujos lineales convencionales.
El sistema clásico de escritura cuneiforme es muy complejo. En su origen
contaba con unos novecientos signos y nunca bajó de cuatrocientos. Los pictogramas se
reservan para palabras frecuentes y los grafemas para los valores fonéticos con que se
construyen el resto de las palabras. Pervive hasta el siglo I y, además del sumerio, se
aplica para escribir babilonio, asirio, hitita, luwita, hurrita y urartio [FATÁS, G. 2005].
La preocupación matemática de los babilonios, a diferencia de la egipcia que se
decanta por la aritmética, es el álgebra. Toman de sus predecesores sumerios un sistema
de numeración sexagesimal que funciona muy bien en el campo de los números enteros
y fraccionarios. Se vale de dos signos básicamente que tienen el valor que le otorga la
posición:

=1 = 2 (se repite hasta 9)

= 10 = 20 (se repite hasta 50)

Paralelamente, desde el año 3000 a. C., en la ribera del Nilo los egipcios utilizan
un tipo de escritura conocida como jeroglífica, que en griego significa escritura
sagrada. Aunque, efectivamente, está presente en toda referencia religiosa, también
recogen textos sobre otros aspectos de la vida civil y cultural.
Para el egipcio imagen y jeroglífico, fueron siempre inseparables, aún cuando, al
perfeccionarse, la escritura jeroglífica se hiciera silábica y sus signos adquirieran valor
fonético. Durante los tres milenios que estuvo en uso el jeroglífico fue la base de la
escritura monumental debido a la belleza de sus grafías. Otras escrituras más estilizadas,
la hierática y la demótica, evolucionaron para ser utilizadas en tareas administrativas
sobre papiros o tablillas de madera.
Hasta la segunda mitad de siglo XX la civilización egipcia en sus aspectos
productivos, organizativos y organizativos, incluyendo su escritura, se han explicado
teniendo como referencia la realidad Mesopotámica considerándola causa directa o,
cuando menos, trasfondo inspirador. La explicación hay que buscarla en la diferencia de
restos arqueológicos conocidos de una y otra área geográfica. Pero la perspectiva
cambia cuando, en la década de los sesenta, se intensifica el análisis de los yacimientos
egipcios.

Hasta hace pocas décadas, la abundancia de material escriturario temprano en


Mesopotamia, que permitía una reconstrucción clara del proceso de formación de la
escritura sumeria, en contraste con la práctica inexistencia de documentación en Egipto,
donde parecía que la escritura aparecía de repente un poco antes de comienzos del
[periodo] dinástico, habían hecho que diversos autores postularan una relación directa
entre los dos sistemas de escritura y, más concretamente, que el egipcio había sido
creado a partir del modelo del mesopotámico. […] Ahora bien, las grandes diferencias
entre un sistema y otro evidenciaban que ese modelo no podía implicar copia o
imitación directa, y por eso algunos egiptólogos prefirieron postular que Egipto había
recibido de Mesopotamia sólo la idea de la escritura […] En la actualidad, sobre todo a
partir de los trabajos de Dreyer, la independencia genética y estructural de los dos
sistemas de escritura parece probada. […] los dos sistemas de escritura son demasiado
diferentes como para que uno haya inspirado al otro. […] Es cierto que ambos están
basados en signos logográficos (que nosotros distinguimos en ambos casos, en
ideogramas y determinativos, aunque se trate de realidades muy diferentes en un

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sistema y otro) y signos fonéticos, pero mientras en el egipcio, los primeros son
esenciales y los segundos conceptualmente no son más que apoyos de lectura de los
primeros […], en cuneiforme el uso de los signos logográficos es muy restringido
[CERVELLÓ AUTUORI, JOSEP. 2005:220-221].

La esencia de este tipo de escritura es la combinación de caracteres ideográficos


con caracteres fonéticos que representan uno o varios sonidos y que tiene su origen en
un sistema pictográfico usado en la cultura Nagadiense. F. Champollion la definió como
«un sistema complejo, una escritura a la vez enteramente figurada, simbólica y fonética,
en un mismo texto, en una misma frase, incluso en una misma palabra». El número de
signos fue aumentando a lo largo del tiempo, como ocurre con todos los sistemas que se
constituyen con ideogramas. En origen eran alrededor de setecientos, mientras que en
época de ocupación romana se contabilizaban más de cinco mil.

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Contempla tres tipos de grafías: fonogramas, que representan un sonido o una
serie de sonidos, no un significado, siempre son consonánticos, y significan uno
(unilíteros), dos (bilíteros), tres (trilíteros) o cuatro (cuadrilíteros) de ellos; ideogramas
que corresponden a una palabra y pueden ser verdaderos pictogramas; y determinativos,
sin valor fonético, ubicados normalmente al final de una palabra para indicar la clase
semántica a la cual pertenece el grafo y especificar el contenido cuando tiene varios
significados. Por ejemplo:

a = “hombre”, “actividades propias del hombre”

8 = “piernas”, “desplazamiento”

Algunos signos sólo pueden pertenecer a una de estas categorías, pero otros pueden
funcionar como dos o incluso tres de ellas. La raya vertical indica que un signo no es
fonético, sino que debe interpretarse en su significado real como palabra.
En ocasiones, algunos símbolos bilíteros, trilíteros y cuatrilíteros están
complementados por otros signos monolíteros. Estos reiteran fonemas ya incluidos en el
signo junto al que van y no se transliteran. Como consecuencia de la utilización de
complementos fonéticos resulta que una misma palabra puede ser escrita de diferentes
formas usando un número u otro signo en función del gusto del escriba o, muchas veces,
del espacio disponible. A pesar de la utilización de los complementos fonéticos, los
egipcios no alcanzan el escalón superior de reemplazar símbolos de sentido por
elementos de sonido y durante los siglos de su dilatada historia su escritura siguió
siendo esencialmente una escritura pictográfica reforzada con símbolos de sonidos.
El juego con las proporciones y la direccionalidad son otra peculiaridad escritura
egipcia y está enraizado con su, también, innegable función decorativa. La proporción
del dibujo no se corresponde con la realidad (un escarabajo puede aparecer de mayor
tamaño que un elefante). Los signos se disponen en el interior de un cuadrado
imaginario que segmenta la superficie disponible, ahorrando espacio, no deja espacios

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en blanco y no separa palabras ni utiliza puntuación entre frases. El texto puede


aparecer escrito indistintamente en dirección horizontal, de izquierda a derecha o de
derecha a izquierda, o vertical, según convenga, para adaptarse a la superficie o
conseguir un efecto de simetría. El secreto para descubrir dónde comienza una frase
estriba el localizar hacia donde miran los dibujos. Esa dirección marcará el inicio del
mensaje. En el caso de columnas verticales siempre se empieza a leer por la parte
superior.
Es llegado el momento en que parece interesante resaltar la polémica abierta
acerca del “móvil” real de la escritura egipcia:

[…] en Mesopotamia la escritura nace con fines administrativo-económicos, y puesto


que lo mesopotámico (por ser lo primero que se conoció) fue erigido en patrón
universal, se da por sentado que la finalidad inicial de toda escritura es administrativo-
económica. Esta noción está tan arraigada en la historiografía actual que incluso quienes
desvinculan el origen de la escritura egipcia de cualquier influencia mesopotámica la
aceptan sin cuestionársela. Un segundo preconcepto la refuerza: la idea de que la
administración del Estado necesita de la escritura, y de que Estado y escritura van
parejos (Bard, 1992:297). Pero la historia y la etnografía dan cuenta de numerosos
ejemplos de Estados tempranos, a veces complejos, que no conocen la escritura, el más
notorio de los cuales es el imperio inca. Es decir, una administración compleja es
posible sin escritura, o, lo que es lo mismo, Estado no implica necesariamente escritura
(administrativa). […] Recientemente, los autores de un artículo dedicado precisamente a
discriminar la función, «ceremonial o utilitaria», de las escrituras tempranas concluían
que, aunque los documentos disponibles proceden del ámbito de lo ceremonial, «esto no
mina nuestro razonamiento de que el estímulo para pasar de símbolos o emblemas
aislados a un sistema de escritura coherente es más probable que procediera de las
necesidades de la administración que del deseo de difundir propaganda» (Postgate-
Wang-Wilkinson, 1995). Por un lado, se reconoce abiertamente un argumento en
negativo: la documentación procede del ámbito «ceremonial» y no del «utilitario»
(=administrativo), pero la función de la primera escritura -se sostiene- no puede no
haber sido «utilitaria». […] La cuestión, más allá de posiciones teóricas y de prejuicios
repetidos por tradición, es: ¿qué nos dice el registro arqueológico? Pienso que no se
pueden aceptar argumentos en negativo del tipo: el registro arqueológico dice una cosa
pero la «realidad» es otra «si bien no hay evidencia, la escritura fue usada
probablemente para registrar las actividades económicas del Estado», (Bard, 1992:
304); y no se puede hacer en nombre de un hipotético vacío documental, como hacen,
por ejemplo, N. Postgate, T. Wang y T. Wilkinson (1995), quienes afirman que los
textos administrativos se escribían, por definición, sobre materiales perecederos (frente
a los textos ceremoniales que se escribían sobre objetos destinados a durar), por la cual
cosa no se han conservado. La historia debe construirse, a mi modo de ver, sobre el
registro tangible, porque siempre cabe la posibilidad de que lo no documentado no lo
esté porque jamás existió [CERVELLÓ AUTUORI, JOSEP. 2005:223-225].

En la tesis que defiende Cervelló se destaca el contexto funerario en que


aparecen la mayoría de los documentos escritos conservados y afirma que una tumba es
un anti-archivo o un anti-registro por definición, lo que en ella se deposita no va a ser
visto nunca más, y propone la posibilidad de que los primeros textos no tuvieran otra
finalidad que la funeraria y estuvieran vinculados a las ofrendas, para definir los objetos
y vituallas que iban a acompañar al difunto [CERVELLÓ AUTUORI, JOSEP. 2005:225].

La decoración de las tumbas egipcias consiste siempre en imágenes y listas, a veces


exhaustivas y detalladas, de ofrendas cuantificadas; los programas iconográficos de los
complejos piramidales del Reino Antiguo contienen, desde Esnofru, las listas de las
fincas de donde proceden las ofrendas del ajuar y del culto funerario; en los textos

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funerarios de todas las épocas, las constantes alusiones a ciudades de Egipto configuran
una geografía, entre real y simbólica, vinculada a las divinidades que intervienen en los
procesos de transición al más allá; en todos los sepulcros decorados con inscripciones,
de reyes y de particulares, el nombre propio del difunto ocupa un lugar destacado, a
veces repetido hasta la saciedad. La finalidad de todas estas imágenes y menciones es
realizativa, mágica: su mera existencia en el sepulcro asegura el aprovisionamiento de
vituallas y la continuidad de la vida del difunto en el más allá. No hay ninguna razón
para dar a las cifras y a los nombres de fincas y de ciudades de las inscripciones […] un
sentido administrativo, tanto más cuanto que el contexto no lo autoriza. En conclusión,
la escritura nace en Egipto como una prerrogativa regia, en un contexto exclusivamente
real, y con una finalidad mágica relacionada con la resurrección y la vida en el más allá
del rey difunto [CERVELLÓ AUTUORI, JOSEP. 2005:228].

El invento se extiende rápidamente a otros campos tomando un uso simbólico-


cultual y administrativo muy entrado el Reino Antiguo, próximo al año 2000, lo cual no
significa que no existiese un sistema de notación utilitario alternativo para los usos del
día a día, el de las marcas de alfarero o pot-marks.
Punto de interés reviste también la fuente de donde proceden los pictogramas
jeroglíficos que refuerza la apuesta por el carácter mágico original de esta escritura. En
efecto, quienes rastrearon la tradición artística de la iconográfica utilizada, [LHOTE,
HENRI. 1992] advirtieron importantes semejanzas entre los frescos rupestres saharianos y
el arte egipcio que fueron contempladas, en principio, como influencia de éste sobre
aquellos. Se buscaron justificaciones para el supuesto flujo este-oeste en expediciones
de de castigo, no documentadas, contra los libios durante las cuales los expedicionarios
habrían trazado esbozos de sus dioses en las rocas del desierto, en señales dejadas por
viajeros y comerciantes egipcios, en la existencia de un sustrato común… La
controversia la zanja el carbono 14 que data las pinturas rupestres en el Paleolítico
Superior, 10.000 a. C. [BAINES, JOHN Y MÁLEK, JAROMÍR. 1992], aunque este dato tampoco
autoriza a invertir la dirección de la influencia. El profesor Cervelló explica de esta
forma el hecho:

[…] no significa, obviamente, que el origen de la escritura egipcia se encuentre en el


arte del Sahara: arte y escritura son realidades netamente diferenciadas y, como
sabemos, el origen de la escritura egipcia es puntual y tiene su origen en Abydo. Lo que
significa es que cuando los egipcios crearon su sistema escriturario pictográfico
recurrieron al mismo trasfondo figurativo e iconográfico del arte mueble predinástico y
del antiguo arte rupestre, que formaban una única amplia e ininterrumpida tradición.
[…] Ahora bien, el arte, tanto rupestre como mobiliar, tiene siempre una finalidad y una
significación simbólica, mágica, asociada a la caza, a la fecundidad o al rito, […], De
modo que cuando los creadores de la escritura egipcia echaron mano de los motivos
artísticos para hacer de ellos signos jeroglíficos, se los encontraron ya cargados de una
significación mágica y simbólica. Es evidente que esta significación no pudo
desvanecerse ni neutralizarse en el paso a la escritura, sino que, en todo caso, se
recategorizó: la esencia trascendente del signo se acompañó de un significado
lingüístico escriturario [CERVELLÓ AUTUORI, JOSEP. 2005:231-233].

La escritura jeroglífica tiene vocación monumental, por eso se adapta mal


a fines más prácticos cuando estos le son demandados. Se inventa por este motivo la
escritura hierática, más cursiva, casi taquigráfica, que está consolidada plenamente en
fecha muy temprana, primer cuarto del III milenio.

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Se escribe con pincel o pluma de junco, sobre papiro, arcilla o superficies
planas de piedra caliza.
Hacia el siglo VIII a. C. Se introduce una forma de escritura todavía más rápida,
la demótica.

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Sin embargo, ninguna de las formas cursivas llega a modificar las bases de la
estructura representativa de la escritura egipcia. De hecho, sistema perdurará por su
especial adaptación al idioma que refleja. Lejos de ser simplificado con el paso del
tiempo, la necesidad de aclarar la expresión para evitar ambigüedades le encamina hacia
una complicación progresiva. No obstante la forma jeroglífica pudo inspirar a otros
pueblos para alcanzar una escritura propia. Ejemplo de ello son las jeroglíficas cretense
e hitita.
La notación numérica está encaminada a facilitar el uso de las matemáticas en la
resolución de problemas cotidianos. Estructuran un sistema de base diez con signos
separados para la unidad y cada una de las potencias de diez, sin utilización del cero. No
existe el concepto de múltiplo por lo que las cifras se construyen repitiendo un signo el
número necesario de veces:

=1 =3 =5
=10 = 20 = 30
= 100 = 200 =300

= 232
(Leer de derecha a izquierda)

Otra civilización importante, la del valle del Indo, desarrolla la escritura en


torno al 2200 a. C. Los restos encontrados son inscripciones cortas que tienen cierta
conexión con las sumerias.
Desde los comienzos del II milenio se produce un suceso de importancia capital:
el hecho indoeuropeo:

Muchas lenguas ofrecen entre sí puntos comunes: el indoiranio, el griego, el italocéltico,


los dialectos germánicos, bálticos y eslavos, y ciertos dialectos antiguos del Turquestán
chino. Su estudio comparado no permite inducir la existencia de una raza ni de un

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Estado únicos, pero revela aspectos comunes de una sociedad a la cual pertenecieron en
un momento de su historia los pueblos europeos e iranios modernos. […] Su dispersión
se produjo, tomando como probable punto de partida la región de los llanos
comprendida entre el Bajo Volga y el Dniéper, de la manera siguiente: 1º. Por la
Tracia, Iliria y el Danubio, hacia el sur y el oeste; los italoceltas se dirigieron hacia la
llanura del Po, Europa Central y la Galia […]. En esta época, los jonios, primera oleada
de los aqueos, descienden hacia Tesalia, Grecia, el Peloponeso, desde donde lanzan
sobre Creta la fructuosa incursión de 1750, que da fin al periodo de los primeros
palacios. 2º. También desde Tracia, pero por el Bósforo o las llanuras de Suban al pie
del Cáucaso, los indoiranios se dirigen hacia el sureste, la Bactrian y el Indo,
antepasados de los medos y los persas de la época clásica. 3º. Finalmente, en el centro,
después de franquear el Bósforo y destruido Troya II, los hititas se establecen en el
corazón de Asia Menor y, quebrantando a su paso a los asiáticos, desencadenan en
Mesopotamia la invasión de los casitas y en Egipto la de los hicsos [PETIT, PAUL.
1971:37-38].

En el Mediterráneo prospera la escritura cretense que en su forma más arcaica,


sellos de carácter pictográfico, puede datarse en torno al 2800 a. C. y revela cierta
influencia egipcia. Los primeros signos toman forma jeroglífica en los inicios del II
milenio y, cuando devienen en la variante cursiva dan origen al sistema minoico Lineal
A, 1700 – 1500, aun no descifrado, aunque se sospecha que corresponden a un lenguaje
semítico noroccidental. La lengua del lineal A ha sido identificada, según autores, con la
hitita, luvita, licio, sánscrito, griego, semítico, indoeuropeo, cario, vasco… Está
integrado por unos noventa signos derivados de formas gráficas anteriores que
constituyen posiblemente, un silabario simple. El primer texto conocido en Lineal A fue
descubierto por A. J. Evans en Abril de 1896, la "tablilla de libación" de Psychro, en
Creta. Es el mismo Evans quien da nombre a este tipo de escritura, distinta de otros
sistemas gráficos egeos del segundo milenio a.C. Es un sistema logo-silábico, con un
silabario del tipo ligero, que nota únicamente sílabas abiertas, junto a un conjunto de
signos ideográficos o logogramas, cifras, fracciones, signos de puntuación e ideogramas
que representan objetos o seres vivos.
Sistema también asociado a la civilización cretense es el Lineal B. Ubicado
cronológicamente hacia el año 1400 y descifrado por Michael Ventris, es utilizado en
anotaciones contables y militares hasta las invasiones dóricas tardías, hacia 1100.
Cuenta con ochenta y siete signos con valor fonético-silábico, de los que son
fundamentales cincuenta y nueve y el resto accesorios o numéricos. Cada grafía
representa una combinación de “vocal” sola, o “consonante + vocal”, o “consonante +
consonante + vocal”.
La escritura china es la más reciente, conservadora y pictográfica de los sistemas
logosilábicos, aunque la tradición habla de su conocimiento desde época muy remota.
La cronología oficial remonta su invención al principio del III milenio y la atribuye a
Fou Hi, o Houang T, o Ta Yu, pero sus orígenes podrían encontrarse en las ruinas de la
cultura neolítica de Yangshao entre 5000 y 3000 años a. C.:

En su ensayo Desarrollo dialéctico de la escritura antigua, el prestigioso historiador


Guo Moruo afirma que, a pesar de no haberse descifrado su significado, es posible que
los signos grabados en piezas de alfarería negras y de otros colores marquen el inicio de
la formación de los caracteres chinos. De esta aseveración y de otras semejantes se
deduciría que la escritura china tiene 6.000 años de antigüedad [YONGXIN, LIU. 2002].

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LA CONSERVACIÓN DE LA MEMORIA HUMANA.
DE LA PINTURA RUPESTRE AL TEXTO IMPRESO
Antonio García Megía – Maestro, Doctor en Filología Hispánica
angarmegia@angarmegia.com

Las primeras manifestaciones encontradas son registros de adivinación que datan


del 1500 a. C. y su pervivencia, casi increíble, puede justificarse por la situación
geográfica del país que la mantuvo al margen de invasiones extranjeras en la misma
medida que lo fueron los países del Oriente Medio. Por esta razón, la evolución de la
escritura china siguió su curso durante milenios sin ser alterada por influencias externas,
máxime cuando bastaba para dar respuesta a las demandas de una reducida burocracia,
aun cuando resultara por completo inaccesible a la mayoría la población. Tiene entre
ocho y diez mil caracteres de uso corriente, si bien el chino básico de la literatura
popular sólo requiere entre mil y mil quinientos caracteres. El sistema está favorecido
por la estructura predominantemente monosilábica de la lengua, pero la complejidad del
trazo limita el acceso a su conocimiento que quedó tradicionalmente reservado a los
mandarines [GOODY, JACK. 1992:215].
En la evolución de esta escritura se suelen diferenciar tres etapas que tomas su
nombres de las familias reinantes: la dinastía de Yin, bajo la cual se ubican los más
antiguos documentos descubiertos hasta el momento, la dinastía de Ts’in, siglo III a. C.,
que opera la unificación política y cultural del imperio y el final de la dinastía de Han, a
principios del siglo III d. C., cuando aparece el k’ai chou, o forma moderna de la
escritura china.
Las inscripciones más antiguas están realizadas sobre caparazones de tortugas y
son esencialmente pictográficas. Otras, sobre vasos rituales de bronce, muestran el
principio de la estilización de los pictogramas. Ambas son consideradas dentro del
periodo arcaico. Hay luego una escritura de sellos, que resulta de la codificación
metódica de grafías anteriores, y la llamada de los escribas o lishu, que emplea pincel
sobre seda o caña de bambú y cuyos caracteres son analizados en ocho trazos
fundamentales. Por último se evoluciona hacia la llamada oficial que servirá de modelo
para los caracteres de imprenta. Su versión cursiva, xingshu, es utilizada en notas y
cartas personales.
El punto crucial en la evolución de la escritura china fue la unificación de los
caracteres llevada a cabo por el instaurador del primer imperio Qinshi Huangdi entre el
259 y 210 a. C. Las grafías habían ido transformando su forma a voluntad de los
escribas que seguían las tendencias de los diversos reinos en se dividía la actual China.
Esa diversificación sirvió de excusa para la gran quema de libros que tuvo lugar durante
el reinado, divergencia que hacía imposible la comprensión de textos procedentes de
diferentes lugares. La unificación se consolida gracias a la nueva institución de los
exámenes creada en la dinastía Han, 206 a. C. a 220 d.C., como forma de acceso a la
función pública. Los caracteres fueron su objeto de estudio y análisis [RELINQUE ELETA,
ALICIA. 2005].
El trazo chino se realiza en un solo gesto, sin levantar el pincel. El mensaje suele
disponerse en líneas verticales, de arriba hacia abajo, que se continúan de derecha a
izquierda. El sistema se articula sobre morfogramas, representaciones figurativas de
objetos, dactilogramas, indicadores de acciones, adicionales lógicos, que combina las
ideas representada en varias grafías y morfofonogramas, que especifican la
pronunciación…
La escritura china no tiene por objetivo notar los sonidos del lenguaje, sino
transcribir nociones. Por eso es de uso común para varias lenguas diferentes.

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