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Dedico este trabajo a mi compañera de vida,

Mónica González García, fundamentalmente,


porque ella está presente en el alma de estas líneas.
TEORÍA, VIOLENCIA POLÍTICA Y ROMANTICISMO
REVOLUCIONARIO DE LA MANO EN LA CONSTRUCCIÓN DE PODER
POPULAR. (1965-1974).

Algunas reflexiones en torno al Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR).

Luis Pino Moyano1.

Nos hemos reunido estos días con la intención de reflexionar en torno al


constructo histórico, desarrollado y experienciado por la(s) izquierda(s) de nuestro
país. Todo esto, teniendo como provocación el centenario del natalicio del Presidente
Salvador Allende, figura que nos hace pensar en nuestras contradicciones y
convergencias a lo largo de la historia. Dentro de este vivir-en-tensión, quiero dirigir
mis palabras para hablar acerca de la construcción teórica, praxis política y del
sentido romántico de los compañeros del Movimiento de Izquierda Revolucionaria,
M.I.R., en su primera década de existencia, lo que es, de suyo, apasionante. Lo cual
no nos exime de desafíos. Entre esos está el relato que ha llevado a hablar de muchos
de sus integrantes –Miguel Enríquez, Edgardo Enríquez, Bautista van Showen,
Luciano Cruz, Arturo Villabela, Dagoberto Pérez, Sergio Pérez, Lumi Videla, entre
otros/as, cuya omisión es culpa del arbitrio de la memoria-, los que han sido
convertidos, en mayor o menor grado, en íconos, y les vemos en murales, posters,
postales, poleras, llaveros y chapitas. Súmese a esto, nuestra cultura como gente de
izquierda en Chile de estar apegados a la figura de mártires, viendo en la sangre
derramada de cientos de héroes, visibles y anónimos, la fértil semilla del movimiento
popular. Por mi parte, no pretendo constituir a los finados en estatua, ni menos

1
Estudiante de Licenciatura en Historia con mención en Estudios Culturales, de la Universidad
Academia de Humanismo Cristiano.
pretendo convertirlos en un icono ni en el sustento de un discurso populachero. No es
mi intención. Parafraseando a Unamuno, ellos son nada menos que todo un hombre
y/o mujer. Y nada más, desde luego. En tanto, lo que pretendo ensayar es una re-
lectura del pensamiento mirista, en tanto teoría marxista-leninista, de su praxis
política y, del fuego vital que empapaba, y porque no decirlo, empoderaba a estos
sujetos revolucionarios. Todo esto amalgamado, puesto que el M.I.R. no es sólo un
partido de cuadros, con una férrea línea política, sino que es una comunidad de
personas, con sentimientos, emociones y quereres individuales, los que
mancomunados les constituía en un grupo de personas “amantes de la vida”, y es
eso, lo que les determinaba a soñar, trabajar y luchar por la construcción de un Chile
mejor. Construcción de esperanza, vida y socialismo que se propagaría por toda
Latinoamérica, porque para ellos y ellas las ideas son invencibles, como el fuego
abrasador. Fuego vital que, sin duda, es un elemento cuestionador del ser2. Y al
cuestionar la esencia misma del discurso mirista, por supuesto, me cuestiono a mí
mismo, mi existencia, mi pensamiento, creyendo que “toda historia es historia
contemporánea” (B. Croce) y que siempre es una expresión autobiográfica. Eso no
me espanta, pues no creo que mi escritura sea una reconstrucción del pasado tal
como sucedió ni me da miedo que esta representación historiográfica se halle
entenebrecida por el humo de las barricadas, como habría aducido algún historiador
de Annales. Es por ello, que propongo una lectura del MIR desde una perspectiva
culturalista y política, que se preocupe de dar cuenta no sólo de los aspectos
estructurales del partido, sino de la subjetividad, más específicamente, de la empiria
comunitaria-social de quienes conformaban esta comunidad de sujetos, ligados en
una construcción racional-irracional, que opera bajo la lógica de lo que Habermas
llama “mundo de la vida”. Este mundo implica la dimensión simbólica de la
sociedad y, es el que permite a los individuos y/o agrupaciones adoptar
“orientaciones racionales de acción”. Estas orientaciones permiten viabilizar, a

2
Frase aludida por Bataille en su análisis de la pulsión erótica en el ser humano. En: Bataille,
Georges. El Erotismo. (Barcelona: Tusquets Editores, 2000), p. 33.
quienes comparten ése “mundo de la vida”, la configuración racional de sus vidas.
Esta racionalidad para Habermas posee una serie de signos que la identifican:
afirmaciones fundadas, acciones eficientes, acciones reguladas por normas y
autorrepresentaciones específicas3.

Antes de todo, habría que hacer una breve alusión al aspecto temporal. En
forma posterior a la segunda guerra mundial, a pesar de lo que algunos llaman
proceso de paz armada, emerge un conflicto, que en cuanto a forma, contenido y
permanencia no tenía precedentes. Dentro de su desarrollo hay conflictos bélicos,
económicos, políticos, sociales, intelectuales y culturales. El mundo estaba dividido,
en palabras de Churchil, por una cortina de hierro que separaba a dos grandes
bloques, encabezados por las dos superpotencias, la Unión Soviética y los Estados
Unidos. Durante dicho proceso, el socialismo á la soviética se desarrolló en gran
parte de la Europa del Este. La situación cambia drásticamente, cuando en enero de
1959, entran triunfantes a La Habana los barbudos revolucionarios, para
posteriormente establecer un gobierno de construcción socialista, que aspira al
comunismo. Un bastión marxista se instala a sólo kilómetros del imperio capitalista,
situación que materializa la posibilidad de tomar el cielo por asalto, de cambiar la
realidad política, social y económica caracterizada por la subyugación y el
pauperismo, cambios que podían realizarse a partir de la vía armada. Súmese a lo
anterior, las luchas de liberación colonial dadas en África y Asia, las que en palabras
de Igor Goicovic, se transforman, en tanto contenido, en “paradigma fundamental
de la izquierda revolucionaria”, posibilitando la crítica al marxismo de cuño
estructuralista4. Volviendo al concierto latinoamericano, tenemos la reacción de
Estados Unidos. La política exterior de este país cambió en este período, esperando,
3
Habermas, Jürgen. Teoría de la acción comunicativa. Tomo 1: Racionalidad de la acción y
racionalización social. (Madrid: Taurus Ediciones, 1998), pp. 70, 71; 33, 34.
4
Goicovic, Igor. El contexto en que surge el M.I.R. Intervención en la presentación del libro del
C.E.M.E. sobre Miguel Enríquez, en Valparaíso, 26 de octubre de 1999. En: Revista C.E.M.E.,
Nº 6, del 2000. Tomado de http://www.archivochile.com (Sitio Web del Centro de Estudios
Miguel Enríquez).
y trabajando para ello, que ningún país de Latinoamérica siguiera el ejemplo cubano.
Muchos países rompieron relaciones diplomáticas con Cuba, lo que tuvo como
momento álgido su expulsión de la O.E.A. y, desde luego, los sucesos acaecidos en
Playa Girón en 1961. Estados Unidos propugnó el desarrollo de una “doctrina de
seguridad nacional” en los países latinoamericanos, lo que conllevó a una serie de
intervenciones militares, con consecuentes gobiernos dictatoriales, los que contaban
desde su génesis con el apoyo militar y económico del gobierno e importantes
sectores económicos de Estados Unidos.

Goicovic, en el texto citado anteriormente, hablando de la situación chilena,


señala que a partir de la década de los ’40, y como resultado de la masiva migración
campo-ciudad, que hizo que el país se transformara en una sociedad urbana,
haciendo de quienes vivían en la periferia de la ciudad sufrieran la pauperización
(“bolsones de pobreza”). Están en su apogeo los gobiernos radicales, quienes
impulsan la industrialización, el desarrollo de una economía proteccionista, hacia
adentro, generando un Estado Desarrollista y Benefactor. En dicho contexto, y dentro
del mundo de la izquierda, se mueven con fuerza renovadora los Partidos Socialista y
Comunista, los que se constituyen como una alternativa viable de gobierno. Dicha
situación sufre una ruptura con la promulgación de la Ley de Defensa de la
Democracia, que dejó fuera de la ley al partido y a los militantes comunistas. En
estricto rigor, dicha ley (maldita), no sólo afectó al P.C. sino también a otros
militantes de la izquierda y a sindicalistas. Eso no fue obstáculo para que emergieran
fuerzas aglutinadoras que toman las banderas de lucha de la clase popular, teniendo
como objetivo la conquista del poder. Fruto de este esfuerzo unificador, está la
Central Única de Trabajadores (C.U.T.) y el Frente de Acción Popular (FRAP), el
que sería el germen de la Unidad Popular5. En dicho marco se origina la tensión

5
Ibídem. Son muchos los textos que, en torno a la historia de Chile, dan cuenta del período en
cuestión, pero para una aproximación, aparte del citado, véanse los siguientes: De Ramón,
Armando. Historia de Chile. Desde la invasión incaica hasta nuestros días (1500-2000).
(Providencia: Editorial Catalonia, 2001); y de: Illanes, María Angélica. La Batalla de la
dentro de la izquierda, de la cual hace caso este eje temático: la alternativa de corte
reformista, que privilegiaba la lucha electoralista, fruto de la vocación parlamentaria
de la izquierda tradicional; y, la alternativa revolucionaria radical, que privilegiaba la
acción directa que demoliera al estado burgués.

En Chile, Latinoamérica y gran parte del mundo soplaban vientos de libertad.


En esta lucha convergían todos los oprimidos: los trabajadores, los estudiantes, los
indígenas, las mujeres. Todos ansiaban el cambio que concretizara la realización de
un nuevo tipo de sociedad. Era el tiempo de ser realistas que piden lo imposible,
como rezaba el mural de la Sorbonna, y la conquista de la autodeterminación, en
tanto libertad individual y colectiva de los sujetos. En términos historiográficos, y a
modo de síntesis, Sergio Grez plantea que el M.I.R. tuvo su génesis en un momento
clave de la historia, señalando que se daba “una poco común confluencia de factores
de larga y corta duración (que) pusieron a la orden del día en el seno del ya secular
movimiento popular chileno la cuestión del acceso al poder”6. Dentro del M.I.R. lo
visto anteriormente tiene una importancia radical.

Dentro del análisis teórico-político fundante del partido, se hace una lectura
en clave histórica, que es deudora de la historiografía marxista, comenzando por
señalar en su Declaración de Principios que el hecho histórico de la lucha de clases
viene a ser el fundamento del accionar revolucionario, prediciendo que el siglo XX
marcaría el fin del capitalismo, el que, en tanto sistema, está agotado, por ende, lo
único que puede producir es dictadura y guerra de corte fascista. Además, la
correlación de fuerzas habría cambiado, desfavorablemente, para los países
capitalistas, entendiendo que muchos países (se habla de “más de un tercio de la

Memoria. Ensayos históricos de nuestro siglo. Chile, 1900-2000. (Santiago: Editorial Planeta
Chilena S.A., 2002).
6
Grez, Sergio. A propósito de Miguel Enríquez. Una visión histórica. Presentación del libro
“Páginas de Historia y lucha”, editado por el C.E.M.E., en Santiago el 14 de octubre de 1999.
En: Revista C.E.M.E., Nº 6, del 2000. Tomado de http://www.archivochile.com.
humanidad”) han abrazado el socialismo. Todos habrían sido “sacudidos por la
historia”. Por lo tanto, todos los países tendrían las condiciones objetivas para
desarrollar la revolución. Para el análisis mirista, en el plano internacional, el mundo
estaría dividido en países capitalistas, dentro de los cuales habría opresores y
oprimidos y, los países socialistas, que tienen “la fuerza para decidir el curso de los
acontecimientos internacionales”. En el plano nacional, se define a Chile como un
país semicolonial, cuyo capitalismo está atrasado, estancado y es el factor que
produce la desigualdad, lo que está ligado a “150 años de desgobierno”, lo que se
nota en la impotencia del mundo agrícola, y que, a pesar de ser un país minero e
industrial se habría hipotecado las fuentes de producción al imperialismo. A su vez,
se señala que la burguesía criolla, a lo largo de la historia, comenzando por la
independencia, ha sido incapaz de desarrollar “tareas democrático-burguesas”, entre
las que destacan, la liberación nacional, la expulsión del imperialismo, la reforma
agraria y la liquidación de los vestigios antifeudales, lo cual sólo se lograría
derrocando a la burguesía e instaurando un gobierno revolucionario7. El marxista,
como ve la realidad en la estructura productiva, entiende que el sujeto toma y orienta
la naturaleza según sus intereses, lo que permite subvertir el orden a través de la
lucha revolucionaria. Dicha situación era más potente y extrema, cuando se
sobreentendía que la historia tiene una direccionalidad y fin, en este caso, la
construcción del socialismo conllevaría, tarde o temprano, a la disolución de las
clases. Donde más queda clara esta idea es, en mí opinión, en las palabras parteras
de Fidel Castro, quien señala: “Pero nosotros consideramos que este continente
tiene en su vientre una criatura que se llama Revolución. Que viene en camino, y
que inexorablemente, por ley biológica, por ley social y por ley de la historia tiene

7
Ideas expresadas en dos documentos publicados de manera conjunta: Declaración de
Principios del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, y Programa del M.I.R. Santiago de
Chile, Septiembre de 1965 (Mimeo). Tomado de http://www.archivochile.com. Dichos textos
también se encuentran disponibles en: Naranjo, Pedro, Et.Al. Miguel Enríquez y el proyecto
revolucionario en Chile. Discursos y documentos del Movimiento de Izquierda Revolucionaria
MIR. (Santiago: LOM Ediciones y Centro de Estudios Miguel Enríquez, 2004), pp. 99-101; 103-
105, respectivamente.
que nacer. Y nacerá de una forma o de otra. El parto será institucional, en un
hospital, o será en una casa. Serán ilustres médicos o será la partera quien recoja la
criatura, pero de todas maneras habrá parto”8. Es el influjo de esa idea, la de un
parto inexorable la que motiva a tomar a estos hombres las armas y empuñarlas
contra quienes pretenden conservar el status quo.

Es así como llegamos a 1965. Cuando hablamos del MIR, damos cuenta de un
movimiento en el que convergen originalmente marxistas-leninistas, trotskistas,
anarquistas, sindicalistas de corte clasista, cristianos y gente desprendida del PC y
del PS y de sus juventudes. En términos etáreos, podríamos hablar de dos
generaciones: los viejos y los jóvenes. Todos tienen el interés de levantar una
plataforma política que reoriginalice y revitalice radicalmente a la izquierda chilena.
Así lo confirman las palabras del profeta popular Clotario Blest, en el Congreso
Constituyente, efectuado los días 14 y 15 de agosto de 1965, en el local de la
Federación del Cuero y del Calzado (anarquista), en la calle San Francisco 264:
“Aquí estamos todos los que nos hemos cabreado con la obligación de cada seis
años entregar nuestro voto para terminar frustrados. Debemos entender los que
somos la izquierda revolucionaria, marxistas, anarquistas y cristianos que sólo la
transformación de las estructuras sociales y políticas, a base de la acción directa,
permitirá la libertad y la desaparición de la explotación económica, que divide la

8
Castro, Fidel. Archivo Sonoro.
sociedad entre ricos y pobres”9. El nuevo partido, en tanto movimiento, es
heterodoxo, irreverente y dinámico.

Pasando al área de las afirmaciones fundadas y las acciones reguladas por


normas, el MIR en su declaración de principios, emanada de ese primer congreso, se
autodefine como una “vanguardia marxista-leninista”, sustentada en los principios
del centralismo democrático, que unifica y conduce las luchas de la clase obrera y de
los oprimidos de Chile, teniendo como finalidad la emancipación nacional y social, a
partir del derrocamiento del sistema capitalista, estableciendo un gobierno de
campesinos y obreros, dirigido por los órganos del poder popular. La tarea
fundamental, es la construcción del socialismo, extinguiendo de manera gradual al
estado, para llegar, así, a la sociedad sin clases. La decisión de fundar el MIR es vista
como una responsabilidad, puesto que unificar a la izquierda tiene el propósito de
“emprender rápida, pero seriamente, la preparación y organización de la revolución
socialista chilena”. El MIR se declara heredero de las luchas de la izquierda del
siglo XX y, desde luego, heredero de la figura de Luis Emilio Recabarren10.

En el aspecto teórico, el partido basa sus postulados en el marxismo,


fundamentalmente, su lectura leninista, además, habría que señalar la presencia de
ciertos elementos del anarquismo. De Marx y de Engels extrae, sustentado en la idea
de que la sociedad está sumergida en “una constante lucha de clases”, el hecho de
que la sociedad se halla en contradicción consigo misma, dando como resultado la
relación, individualista y enajenadora, del hombre por el hombre. Marx al entender
que el humanismo activo es la revolución, propone un nuevo tipo de relación:
hombre al hombre. En el capitalismo, el obrero es rebajado a la condición de
máquina, por una relación de dominación, en la que el estado es un órgano de

9
Testimonios de Humberto Valenzuela, 6 de febrero de 1976. Citado por Echeverría, Mónica.
Antihistoria de un luchador. (Clotario Blest 1823-1990). (Santiago: LOM Ediciones, 1993), p.
261.
10
Declaración de Principios. Op. Cit.
dominación y opresión de una clase contra otra. Las leyes legitiman y dan sostén a
este accionar. El estado tiene un brazo armado, la policía y el ejército, los que
debilitan los conflictos y, a su vez, controlan forzosamente el ordenamiento social.
La revolución sería el acto de recuperación de la humanidad perdida, puesto que
revela que el hombre tiene potencia como ser colectivo, que su propia explotación lo
lleva a relacionarse con un otro (igual). Marx presupone que la libertad existe cuando
el ser humano es autónomo en su propia existencia. A su vez, al buscarse la negación
de la propiedad privada, todos pueden trabajar por las necesidades de abundancia
para todos, bienestar común, felicidad colectiva y justicia social.

De Lenin se extrae su re-lectura del pensamiento de Marx y Engels. El


ideólogo y conductor de la revolución rusa plantea que la liberación sólo es posible
mediante una revolución violenta, que busque la destrucción del aparato estatal
reemplazándolo por la dictadura del proletariado, que no es otra cosa que la
devolución de la soberanía en todos los aspectos, fundamentalmente, la soberanía de
las armas, conservada por los institutos militares. Otra de las ideas leninistas que
toma el MIR, tiene que ver con el ejercicio democrático, limitado al sufragio
universal, que al incluir la idea de representación, encubriría las relaciones de
dominación.

Del maoísmo, el partido extrae la idea de la guerra prolongada, en el cual, el


enfrentamiento armado de las guerrillas populares pondría su cerco en los centros
urbanos. A su vez, se asume la postura china de negación de la tesis soviética de la
“coexistencia pacífica”, puesto que con esa postura no se lograría la derrota del
imperialismo. Además, la URSS, y los partidos que asumen su tesis, tendrían que
entender que la revolución en los países coloniales y semicoloniales no ha resuelto
los problemas básicos del socialismo. La revolución debiese triunfar, propugna el
MIR, en los propios bastiones del imperialismo, sobre todo, en los países
industrializados, puesto que lo anterior aminora el riesgo de una nueva guerra
mundial y permitiría alcanzar la sociedad sin clases11.

Dentro del andamiaje teórico del MIR, la revolución cubana cumple un rol
fundamental, puesto que ella vendría a ser la médula y corazón del pensamiento y
actuar político y revolucionario. El modelo cubano cambia los cánones de la política
latinoamericana, entiende que el enemigo no es sólo el imperialismo, sino también la
oligarquía criolla, provee la estrategia de lucha: la vía armada, la guerrilla, a partir,
de la formación de una vanguardia popular, objetivada en un ejército rebelde, además
de entender que, el conductor del proceso revolucionario es el proletariado12.
11
Dentro de esta síntesis teórica están presentes los siguientes textos: Marx, Karl y Engels,
Friedrich. El Manifiesto Comunista. (Buenos Aires: Centro Editor de Cultura, 2006); Marx, Karl.
Manuscritos: Economía y Filosofía. (Madrid: Alianza Editorial, 1972); Engels, Friedrich. El
origen de la familia, la propiedad privada y el Estado. (Buenos Aires: Editorial Claridad, 1941)
y, El papel de la violencia en la historia, en: Marx, Karl y Engels, Friedrich. Obras escogidas.
(Moscú: Editorial Progreso, 1981); Lenin, Vladimir Ilich Ulianov. El Estado y la revolución.
(Santiago: Editorial Quimantú, 1971); Tse Tung, Mao. Sobre la guerra prolongada. (Pekín:
Ediciones en Lenguas Extranjeras, 1960). Exceptuando los textos de Marx, los demás los tomé
del sitio web http://www.marxist.org. Véase dentro del análisis teórico la valiosa síntesis
brindada por: Goicovic, Igor. Teoría de la violencia y estrategia del poder en el Movimiento de
Izquierda Revolucionaria, 1967-1986. Ponencia presentada en el seminario “Medio siglo de
debates tácticos y estratégicos en la izquierda chilena. 1950-2000”, Universidad de Santiago de
Chile, Noviembre de 2002. Tomado de http://www.archivochile.com.
12
Goicovic, Igor. Teoría de la violencia, Op. Cit.
Aquí cobra fuerza el pensamiento y la acción de Ernesto Che Guevara, en
tanto configuración de una ética revolucionaria. El Che, al hablar del guerrillero, lo
nomina como un “reformador social” que tiene la “intención de colocar algo nuevo
en lugar de lo viejo”13. El acto de violencia político-renovadora toma la forma de
“guerra de guerrillas”. Dicha violencia, es la “base de la lucha de un pueblo por
redimirse”14. La guerra de guerrillas es un método sustentado en la lucha popular de
masas. Es la guerra del pueblo. “La guerrilla es la vanguardia combativa del
pueblo, situada en un lugar determinado de algún territorio dado, armada,
dispuesta a desarrollar una serie de acciones bélicas tendientes al único fin
estratégico posible: la toma del poder”15. A este método de lucha popular,
mayoritariamente, obrera y campesina, la revolución cubana le hizo tres aportaciones
significativas. Estas, según el Che, son: “1º) Las fuerzas populares pueden ganar
una guerra contra el ejército. 2º) No siempre hay que esperar a que se den todas las
condiciones para la revolución; el foco insurreccional puede crearlas. 3º) En la
América subdesarrollada el terreno de la lucha armada debe ser fundamentalmente
el campo”16. Guevara hace notar que las dos primeras aportaciones mellan la quietud
de algunos “revolucionarios”, que ponen como pretexto de su inmovilidad la
ausencia de condiciones objetivas y subjetivas, esperando que se produzcan
mecánicamente, sin acelerarlas17. A pesar de esa labor del guerrillero, el primer foco
debe emanar de la certeza de “la imposibilidad de mantener la lucha por las
reivindicaciones dentro del plano de la contienda cívica”18. Es sobre la base del
descontento popular, que el movimiento revolucionario adquiere forma y proyección.
El tercer aporte, estaría centrado en la estrategia, la cual se levanta como enemigo del
13
Guevara, Ernesto. La Guerra de Guerrillas. En: Guevara, Ernesto. Escritos y discursos. Tomo
1. (La Habana: Editorial de Ciencias Sociales, 1985), p. 67.
14
Guevara, La Guerra de Guerrillas. En: Guevara. Escritos y Discursos. Tomo 1. Op. Cit., p. 33.
15
Guevara, Guerra de Guerrillas: un método. Publicado en: Cuba Socialista, Septiembre de
1963. En: Ibídem, p. 189.
16
Guevara, La Guerra de Guerrillas. En: Ibídem, p. 31.
17
Ibídem.
18
Ibídem, p. 32.
olvido de los sectores periféricos subdesarrollados, dentro de la propia Latinoamérica
subdesarrollada.

Una de las cuestiones fundamentales en el plano teórico mirista, dice relación


con el sujeto social-popular, entendido como actor y constructor de su propio destino
histórico. El MIR entiende que el proletariado, es la clase de vanguardia
revolucionaria, que tiene el deber de ganar para la causa revolucionaria a los
campesinos, intelectuales, técnicos y a la clase media empobrecida, y que, ésta es la
única clase que tiene la capacidad de realizar bi-unívocamente las tareas
democráticas juntamente con las socialistas. A pesar de esto, no se centra ni se
determina la praxis política en esta clase, como tradicionalmente lo había hecho el
marxismo ortodoxo, sino que va más allá, introduciendo la figura de “los pobres del
campo y la ciudad”, que es a mi modo de ver uno de los mayores logros del MIR.
Esto, porque desprende al proletariado como actor único, sino que toma como
propias las luchas de todos los oprimidos y marginados de la sociedad. Mediado por
una malformación disciplinar debo señalar que, esto tiene tremendas implicancias
para la historiografía, puesto que, en palabras de Grez, nos permite hablar de un
“sujeto plural, multiforme, de contornos flexibles, que se construye en torno a
ciertos momentos y tareas históricas”19, lo cual, trabajado por la historia social,
puede dar cuenta de la experiencia individual y colectiva de una multitud de actores
despojados de historicidad por las escuelas tradicionales, inclusive por la marxista:
indígenas, mujeres, niños, jóvenes, homosexuales, entre otros, dejando notar las
múltiples voces representadoras de la historia. En términos políticos, el MIR al
trabajar bajo esta nomenclatura sienta las bases para una “revolución desde abajo”,
lo que no estaba entre los propósitos visibles de la izquierda tradicional de estricta
vocación parlamentaria, cuestión notoria hasta el día de hoy.

En este punto habría que recordar algo importantísimo. El MIR como


estructura partidaria, y producto de su impronta castro-guevarista, está configurado
estratégicamente como partido de cuadros, vale decir, es una “unidad funcional
mínima”, que agrupaba varias células pequeñas y especializadas, las que al
complementar funciones contaban con la capacidad de “realización de tareas en un
determinado territorio”. Dicha estructuración buscaba la especialización del trabajo
revolucionario, la compartimentación de las pequeñas unidades, y el desarrollo de
varios niveles de secreto y clandestinidad. Pero, por ser un movimiento, en él
convergen una serie de organizaciones de distinta forma, perspectiva y contenido,
con distintos niveles de legalidad o clandestinidad y con distintas funciones en el
proceso de acumulación y correlación de fuerzas, constituyendo un todo ordenado20.
Es aquí donde se hace presente el lema de: “No habrá vallas, ni ríos, ni puertas /
que el obrero no pueda cruzar / conducido por una vanguardia / que los lleve al
poder popular”21. El MIR, buscaba constituirse en el referente que condujera las
masas populares en torno a un proyecto común, ocupando todos los espacios sociales
posibles para el desarrollo y consolidación del proyecto revolucionario. Su política

19
Grez, Sergio. A propósito de… Op. Cit.
20
La Bitácora. En: http://chile-
mir.org/index.php?Itemid=37&id=57&ption=com_content&task=view.
21
Trabajadores al poder. Himno del MIR, musicalizado por Quilapayun.
de masas, nacía de la idea de que, durante la U.P. se vivía un período pre-
revolucionario, y por lo tanto, debía agudizarse la lucha de clases con la intención de
crear poder popular. Entre los frentes de masas en los cuales el MIR tuvo directa
incidencia se pueden nombrar el Frente de Trabajadores Revolucionarios (FTR), el
Movimiento Universitario de Izquierda (MUI), el Frente de Estudiantes
Revolucionarios (FER), el Movimiento Campesino Revolucionario (MCR) y el
Movimiento de Pobladores Revolucionarios22.

La polifonía, heterodoxa por antonomasia, se hace presente en la teoría y


praxis política del MIR, lo cual no sólo le hace conservar uno de sus principios
fundacionales, sino también, desarrollar un crecimiento enorme, cuantitativamente
hablando, en un período de seis años. El MIR era una alternativa atractiva de
construcción de socialismo.

En el plano de las acciones eficientes, parcelación en la que cabe analizar la


práctica política de los miristas, quiero adentrarme en la re-configuración del partido
y con ello, en la discusión de este eje temático (reforma-revolución).

22
Véase: La Bitácora, Op. Cit.; y Goicovic, I. Teoría de la violencia…, Op. Cit.
El primer paso en la re-configuración del MIR, tiene lugar en el Tercer
Congreso, efectuado en diciembre de 1967, momento en el cual cobra hegemonía el
sector castrista del MIR, conformado por Miguel, Bauchi, Cruz y Pascal, logrando la
mayoría en el Cómite Central y en el Secretariado Nacional. Miguel asume como
Secretario General del MIR. Asumiendo estas posiciones, se constituye un nuevo
modelo de organización, con la conformación de los Grupos Políticos Militares
(GPMs), que viene a modificar y ratificar la tesis político-militar de carácter
insurreccional aprobada en el primer congreso. Dicho sea de paso, esto marcó la
primera escisión del MIR, con la salida de la vieja guardia. Los GPMs eran
estructuras orgánicas intermedias que buscaban articular bases de masas, de carácter
operativo y, generar redes de apoyo, lo cual hizo que la selección de los militantes
fuera muy estricta. Esto conllevó al desarrollo de una política de “acción directa” o
“de los hechos consumados”, entre los que se cuentan las acciones de propaganda
armada, de inteligencia y contrainteligencia, de producción de material de agitación
y propaganda, entre otras. Estos grupos, tenían la forma de células, por la tanto se
buscaba la especialización. Por ende, no crecían indefinidamente, sino que,
propendían a subdividirse. Sumados, en relación a un espacio geográfico,
conformaban una dirección zonal o regional. Esta política de acciones armadas tenía
como finalidad “foguear a las unidades especiales” y desarrollar una “estructura de
aseguramiento”23. Entre las acciones de propaganda armada destacan los asaltos a
bancos, nominados como “expropiaciones financieras”, los cuales estaban
fundamentados, según un militante mirista, en la tesis de B. Bretch, quien señalaba
que era “mucho más moral saquear un banco que fundarlo” 24. Andrés Pascal
Allende, plantea que el origen de este accionar político nace en los trabajos
universitarios en Concepción, en el cual los estudiantes se ligan con las comunidades
mapuche, los mineros y los trabajadores industriales. Allí nacería la figura de los
“revolucionarios profesionales”, o militantes de dedicación completa, lo cual

23
Ibídem.
24
Declaración de Max Marambio en el documental: “Miguel, la humanidad de un mito” (DVD).
sentaría las condiciones para la clandestinidad. En el año 1969, la acción del MIR en
contra de un periodista de Concepción, desencadenó la represión policial contra los
dirigentes y los cuadros militantes del MIR. El MIR toma la decisión de entrar a la
clandestinidad. Aquí se produce la segunda escisión del partido, del sector trotskista
contrario a la decisión cupular.

Pascal habla de la refundación del MIR, en tanto se produce la configuración


de una organización político-militar, clandestina, cuya estrategia de lucha combinaría
el accionar armado con el trabajo en los frentes de masas. En dicho año, todos los
regionales del partido construyeron GPMs. En palabras del ex dirigente, el MIR
“dejaba de ser una organización de aficionados para comprometerse por entero a la
estrategia revolucionaria”25. Con la llegada de Allende al gobierno, junto a la
Unidad Popular, y al entender que se trataría de un período prerrevolucionario,
emerge con fuerza la consigna que invitaba a la creación del poder popular, que se
transforma en el eje central de su política. En dicho proceso de acumulación de
fuerzas se pretende construir un “segundo poder”, propio de los pobres del campo y
la ciudad, lo cual en el período de la UP tiene su expresión concreta en los “órganos
del poder popular”: Las Juntas de Abastecimiento Popular (JAP), los Cordones
25
Pascal Allende, Andrés. “El MIR, 35 años después”. Primera parte. En: Punto Final, 11 de
agosto de 2000. Tomado de: http://www.puntofinal.cl.
Industriales, los Comités de control obrero en las fábricas ocupadas y en las tomas de
fundos, los Comités locales y comunales campesinos y los campamentos
poblacionales26. Dichos órganos tienen un desarrollo paralelo al estado burgués y
buscan la conformación de una Fuerza Social Revolucionaria, que entienda que el
conflicto armado es inevitable y que tenga la capacidad de crear una nueva legalidad
e institucionalidad, que debía ser apoyada por la UP, radicalizando de esa manera el
proceso. También se propugna el desarrollo de una fuerza militar propia, conformada
por núcleos especializados y por el “pueblo en armas”, que tuviera el poder de
penetración y destrucción paulatina del estado burgués.

¿Es legítima esta violencia? ¿Cuál es su relación con el proyecto de la UP?


¿Es viable? La pregunta en torno a la legitimidad conllevó a la catalogación de los
miristas como extremistas, terroristas, ultraizquierdistas, “cabezas de pistola”,
delincuentes, figuras que llevaron a la dictadura a ver en estos sujetos la “máxima
expresión del enemigo interno”27. Cabe señalar, que las posturas políticas del MIR,
no sólo resultaron antagónicas a la derecha y la Democracia Cristiana, sino que, a la
Unidad Popular y, fundamentalmente, al PC, máximo representante de la revolución
con sabor a empanadas y vino tinto. Sirvan como testimonio, las palabras de Volodia
Teitelboim: “Los que todo el día y toda la noche hablan de revolución favorecen con
sus actos a la contrarrevolución… El MIR, en la teoría y la práctica, se opone a este
Programa –el de la U.P.- y realiza transgresiones contra él en el campo y en la
ciudad. Promueve tomas indiscriminadas. Desprestigia la autoridad constituida. Da
la sensación de que existe en Chile desgobierno, lenidad y tolerancia. Todo esto
contribuye a formar un clima para aventuras golpistas y saltos en el vacío” 28. Esto,

26
La Bitácora, Op. Cit.
27
Garcés, Mario. Prólogo del libro: Miguel Enríquez y el proyecto revolucionario en Chile. Op.
Cit., p. 7. Dicho historiador, hace un interesante análisis acerca de la construcción historiográfica
en torno al MIR y sus militantes.
28
En “Revista Ercilla”. Nº 1923, Santiago, mayo de 1972. Citado en: Salazar, Gabriel y Pinto,
Julio. Historia Contemporánea de Chile. Vol. 5, Niñez y Juventud. (Santiago: LOM Ediciones,
2002), pp. 215, 216.
podría ser ligado a la tesis de Luis Vitale quien señala que el peor error político del
MIR fue su postura de “apoyo crítico” a la Unidad Popular, vale decir, constituirse en
oposición desde dentro de la izquierda29.

Son muchos los documentos emanados por el MIR, y discursos y


declaraciones de prensa, anteriores y posteriores al golpe, que dan cuenta de este
asunto30, pero bástenos, para los efectos de esta ponencia centrarnos en el análisis
fundacional del MIR y de su praxis política a partir de marzo de 1973, momento en
el cual la UP sube porcentualmente sus votos. El MIR, en su declaración de
principios señala: “Reafirmamos el principio marxista leninista de que el único
camino para derrocar el régimen capitalista es la insurrección popular armada”31.
Bajo ese punto de vista, es que el partido desde su fundación asume su diferencia con
la izquierda tradicional chilena, fundamentalmente con la “teoría de las etapas”
sustentada por el PC. Dicha actitud alentaría a la “burguesía progresista” (sectores
de la DC), lo que no es otra cosa que la colaboración de clases. Estos partidos
defraudarían con esta actitud a los oprimidos del país, pretendiendo realizar
“reformas” al régimen capitalista, con su “danza electoral permanente” olvidan la
acción directa y revolucionaria del proletariado chileno. La “vía pacífica y
parlamentaria”, sería falaz, teórica e históricamente, “como si alguna vez en la
historia de las clases dominantes hubieran entregado voluntariamente el poder”. La
vía pacífica no sólo desarma al pueblo, sino que resulta inaplicable en la democracia
chilena, puesto que la burguesía no sólo no entregará el poder de manera pacífica,

29
Vitale, Luis. Interpretación marxista de la historia de Chile. Tomo VI. (Santiago: LOM
Ediciones, 1998), p. 344. Véase del mismo autor: Contribución a la historia del MIR (1965-
1970). (Santiago: Ediciones Instituto de Investigación de Movimientos Sociales Pedro Vuskovic,
1999).
30
Gran parte se encuentra en: Naranjo, Pedro, Et.Al. Miguel Enríquez y el proyecto
revolucionario en Chile. Op. Cit. Declaraciones posteriores al golpe de estado en: Miguel en la
MIRa. Colección Papeles para Armar, Volumen III. (Santiago: Editorial Quimantú, 2006).
31
Declaración de Principios. Op. Cit.
sino que organizará la resistencia, la que cobrará vida como dictadura totalitaria o
como guerra civil32. Cabe señalar que estas afirmaciones fueron realizadas en 1965.

Es por eso, que con la agudización de las contradicciones de clase, vividas


desde principios de 1973, llevó al MIR a exigir la afirmación de conducta de la
izquierda chilena, para el desarrollo de la lucha clase contra clase. Una es el
reformismo, que está ligado a las transacciones, que son resultado de las presiones de
la burguesía. Miguel y la militancia del MIR, habla de politicastros, reformistas y
vacilantes, los que actuarían tan reaccionariamente como los democristianos y la
derecha, objetivados en las figuras de Frei y Jarpa. La otra alternativa, es la
contraofensiva revolucionaria, la que fortaleciendo y desarrollando los órganos del
poder popular, acumularía las fuerzas para el combate inminente. En caso de Golpe,
el movimiento social-popular tendría la fuerza político-militar suficiente para
aplastarlo. En esta lucha ideológica al interior de la izquierda hubo militantes del
MIR asesinados por otros compañeros. La UP promulga la Ley de Control de Armas,
que desarmó a los sectores revolucionarios, al pueblo, pero, evidentemente, esta ley
no aminoró el poder de fuego de los institutos armados, quienes tenían la soberanía
de las armas.

Y llega de golpe el 11 de septiembre de 1973.

Es interesante, que en varios testimonios de militantes del MIR se hable de la


sensación de sorpresa, frente a la irrupción militar. Quienes ocuparon los cordones,
poblaciones y sectores del campo como frentes de lucha contra la naciente junta
militar, fueron violentamente reprimidos. Esperaban conducción y armamento, no lo
tuvieron. La lectura del MIR frente al golpe es que la UP con su actuar reformista y
vacilante fue la que fracasó, viéndose empoderado para constituirse como la única
alternativa viable para la conducción de la lucha durante el período
32
Ibídem.
contrarrevolucionario. Los militantes del MIR, producto de su accionar político,
poseían legitimidad política y moral.

En la otra cara de la moneda, la clase dominante, recupera el status quo


afectado por la “rotada” que creía tener la facultad de tomar lo que no le pertenecía:
su autodeterminación. Los militares toman la voz cantante en esta “restauración” del
antiguo orden.

El MIR no cambia nada de su programa original, sólo sienta como objetivos


fundamentales el fortalecimiento y la aceración del partido, la construcción de una
fuerza social revolucionaria que haga emerger el Ejército Revolucionario del Pueblo
(ERP), que pueda derogar la dictadura y tomar el poder para el pueblo. Se busca la
ligazón con otros partidos y movimientos revolucionarios nacionales y extranjeros33.
La idea era trabajar el odio y la indignación, transformándolas en la base de la
organización. El lema era: “la resistencia popular triunfará”. Este accionar fue
33
Véase: La táctica militar del MIR en el actual período. En: Miguel en la MIRa. Op. Cit., pp.
13-97. El documento fue emanado por la Comisión Política del MIR en diciembre de 1973.
Véase también: Goicovic, I. Teoría de la violencia…, Op. Cit.
detenido por la represión de los aparatos de estado de la dictadura,
fundamentalmente de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA) y del Servicio
de Inteligencia de la Fuerza Aérea (SIFA), la que en el período de tres años, logró la
detención, tortura, desaparición y asesinato de miles de militantes y simpatizantes del
MIR, entre ellos, casi toda la Comisión Política y el Comité Central, entre ellos, su
Secretario General, Miguel Enríquez, asesinado el 5 de octubre de 1974. El enemigo
interno era destruido. En síntesis, el análisis teórico del MIR era el correcto, la vía
pacífica sólo precipitó la asonada militar, en tanto restauración del orden perdido.
Pero, el fracaso teórico-práctico del movimiento, consistió en la sobrevaloración de
la fuerza propia, puesto que el MIR no tenía el poder de fuego para atacar y eliminar
a la dictadura y, dicha actitud conllevó a la miopía, considerando a la naciente
dictadura débil y contrarrestable. La política de no asilarse y de asumir la conducción
de la lucha revolucionaria, fue, sin lugar a dudas, una actitud suicida. Evidentemente,
esto puede ser visto en la tranquilidad de la sala de estudios y frente a un computador
de alta resolución, no frente a las tempestuosas aguas de la discontinuidad.

Para finalizar, quisiera lanzarme en una abstracción de otro tipo. Quiero


hablar del romanticismo revolucionario que empapaba y empoderaba a los militantes
del MIR, en su pensamiento y acción. Dicha cosmovisión, evidentemente, tiene
relación con dicha sociedad chilena de los sesenta y de la primavera socialista, la
que una literata define como una “sociedad en estado amoroso”34. Lo que en la
militancia mirista va, necesariamente, sumado al pensamiento guevarista, el que es
tenido como una ética partidaria.

Ernesto Guevara ve al guerrillero como una “especie de ángel tutelar caído


sobre la zona para ayudar siempre al pobre”35. Esto hace que el Che denuncie “que
la diferencia entre los hombres no está dada por el color de la piel, sino por las
34
Costamagna, Alejandra. “Allende la Cordillera”. En Revista Análisis. Edición especial, 30
años. Diciembre de 2007, p. 14.
35
Guevara. La Guerra de Guerrillas. Op. Cit., p. 67.
formas de propiedad de los medios de producción, por las relaciones de
producción”36. Esta denuncia, es una denuncia hecha desde la pasión, la que es
resultado de la estrecha ligazón con otros hombres. Es un acto de amor. Es esta
pasión, que se acerca a la esencia discontinua del ser, que hace que el Che se salga de
todo canon teórico imaginable, y diga elocuentemente a Carlos Quijano: “Déjeme
decirle, a riesgo de parecer ridículo, que el revolucionario verdadero está guiado
por grandes sentimientos de amor. Es imposible pensar en un revolucionario
auténtico sin esta cualidad. Quizás sea uno de los grandes dramas del dirigente;
éste debe unir a un espíritu apasionado una mente fría y tomar decisiones dolorosas
sin que se contraiga un músculo”37. En otras palabras, lo que Guevara quiere decir, y
lo que el MIR rescata a modo de ética es, que los revolucionarios verdaderos, son
aquellos que aman la vida. Por ello, quienes aman la vida, siguen soñando, creyendo
y luchando por la construcción de un mundo mejor. Estas palabras nos hacen
encontrarnos con la vida que ama y que se esfuerza por construir esperanza. Por la
vida que ama y se deleita con la justicia. Y es que sólo amando se pueden construir
revoluciones, por ende, sólo amando se pueden construir mundos mejores. Esto nos
hace recordar a Sartre cuando define a la solidaridad como el acto que busca
reconquistar el bienestar perdido. Para conseguir esto, el revolucionario debe
romper, desde su interioridad, el convencimiento de autosuficiencia, puesto que, al
decir del pedagogo brasileño Paulo Freire: “la autosuficiencia es incompatible con
el diálogo. Los hombres que carecen de humildad o aquellos que la pierden, no
pueden aproximarse al pueblo. No pueden ser sus compañeros de pronunciación del
mundo. Si alguien no es capaz de sentirse y saberse tan hombre como los otros,
significa que le falta mucho que caminar para llegar al lugar de encuentro con ellos.
En este lugar de encuentro, no hay ignorantes absolutos ni sabios absolutos: hay
36
Guevara, Ernesto. Discurso en la Asamblea General de las Naciones Unidas, 11 de Diciembre
de 1964. Publicado en: Periódico Revolución, 12 de diciembre de 1964. Tomado de: Guevara,
Ernesto. Escritos y discursos. Tomo 9. Op. Cit.
37
Guevara, Ernesto. El Socialismo y el hombre en Cuba. Texto dirigido a Carlos Quijano,
publicado en Marcha, Montevideo, 12 de marzo de 1965. Tomado de: Guevara. Escritos y
Discursos. Tomo 8. Op. Cit.
hombres que, en comunicación, buscan saber más”38. Aquí estamos frente al
“hombre nuevo” médula del proyecto guevarista y, por herencia, del mirista.

¿Cómo cobra vida esto en los militantes del MIR? Las palabras de Gabriel
Salazar posibilitan un acercamiento: “No fue difícil, no, que nos persuadieran a
enrolarnos en un partido del pueblo. A aceptar que ‘lo correcto’ era despojar a los
que tenían mucho, para darle a los que tenían poco. No fue difícil, no necesitábamos
ser convencidos y antes de leer ‘los clásicos’ –y a veces sin leerlos- sabíamos que
tenían la razón. No teníamos que investigar nada, ni cuestionar nada, ¿para qué, si
la justicia era evidente, los clásicos eran científicos y la RAZÓN –o cuando menos
la JUSTICIA- estaba de nuestro lado? No había que preocuparse por ‘interpretar’ la
realidad, sino por transformarla. No se trataba de ser sujeto en un medio real en
movimiento, sino militante en un Partido preparado para la acción”39. Los
militantes estaban ligados por relaciones de identidad, compañerismo y afecto.
Frente a esta dimensión de la política, Andrés Pascal señala que: “nosotros no
éramos conscientes de todas esas dimensiones de la política revolucionaria,
simplemente, las vivíamos”40.

Esta conducta, emanada de la certeza de ser hombres nuevos, nos permite


mirar con otros ojos la política de “no asilarse” y de lanzarse en la lucha contra el
gobierno asesino. Estamos frente a hombres y mujeres, que como primera norma de
sus vidas se plantean que “cada uno tiene que hacer lo que tiene que hacer”. Miguel
Enríquez señalaba que: “Si el MIR se exilia, de hecho deserta; lo que no sólo tiene
valoraciones éticas negativas, sino que en el caso particular de Chile es renunciar a
cumplir con tareas que son hoy posibles y necesarias en Chile. Si el MIR exilia a sus
38
Paulo Freire. Pedagogía del Oprimido. (Madrid: Siglo Veintiuno de España Editores S.A.,
1997), p. 108.
39
Salazar, Gabriel. Notas acerca del nuevo proyecto histórico del pueblo de Chile. Citado por:
Moulian, Luis. 6 asedios a la historia. La historia desde abajo. (Santiago: Factum Instituto,
1999), pp. 20, 21.
40
Pascal Allende, Andrés. El MIR, 35 años después. Op. Cit.
cuadros… renuncia a su papel histórico… El temor a la represión no justifica esto.
La deserción histórica es siempre condenable por más que se disfrace de las más
eufemísticas argumentaciones políticas”41. Eso nos hace vislumbrar qué es lo que se
perdió con el golpe y qué es lo que se quiere conseguir con la lucha. Con el golpe, no
se perdió tan sólo un gobierno, se perdió la felicidad de ser. Eso activa el quehacer
revolucionario, puesto que en la vida no habría nada más importante que la
militancia. Así lo demostró la consistencia y coherencia de quienes no cedieron a la
tortura, del militante que murió empuñando las armas, del humilde militante que
muere cantando la Internacional.

Los miristas no son suicidas. No. Son gente que amó la vida, y reaccionó
contra el imperio de la muerte. Ninguno de los militantes que empuñó las armas
deseaba la muerte, y tal vez, con la velocidad en la que se vivían los hechos, no
existía la sensación ni la conciencia de la muerte. Y es que “toda derrota contiene su
cielo por ganar”. Muertos. Literal y técnicamente hablando, sí. Pero la coherencia
en la lucha les hace pervivir en nuestro recuerdo.

41
Enríquez, Miguel. Respuesta a un documento emitido por un grupo de compañeros de la
“colonia” Valparaíso. 1974. Citado por Naranjo, Pedro en: La vida de Miguel Enríquez y el
MIR. En: Naranjo, Pedro, Et.Al. Miguel Enríquez y el proyecto revolucionario en Chile. Op.
Cit., p. 85.
Cuando hablamos de la muerte de los miristas, y de tantos otros, hablamos de
la muerte que se constituye en la vida misma. Tiene esa significancia para el
revolucionario, puesto que traicionar sus ideas, para conservar la vida, sería vivir una
no-vida. Es como la semilla que para producir fruto debe germinar, en otras palabras,
debe morir para producir vida. Además de esto, según Bataille, “el muerto es un
peligro para los que se quedan”42. El peligro está en el contagio. Los hombres
podrán morir, pero las luchas y las ideas quedan indelebles en los registros de la
memoria y del corazón. Las ideas, parafraseando a Fidel Castro, tienen una fuerza
que es invencible. Además, como diría Carmen Castillo, “la muerte sólo existe para
quienes creen en ella”43.

El MIR hoy no existe. La vieja canción de “Ya se ven las banderas surgir /
Son banderas con el rojo y negro / Patria o Muerte, Vencer o Morir”, cada vez nos

42
Bataille. El Erotismo. Op. Cit., p. 50.
43
Gran parte de lo que tiene que ver con la idea del romanticismo revolucionario fue trabajado a
partir de los textos de Carmen Castillo. Entre ellos: Un día de octubre en Santiago. (Santiago:
LOM Ediciones, 1999); y el documental: Calle Santa Fe. Un amor revolucionario. (DVD).
parece más alejada de nuestra sociedad, donde prepondera, una política de decir-y-
no-hacer y donde la libertad está asociada a los valores del consumo. Esto trae a mi
mente la canción del trovador español Ismael Serrano, que dice: “Ya nadie canta al
ver / ya no hay locos, ya no hay parias / pero tiene que llover / aún sigue sucia la
plaza”44. Debo declarar, que constantemente me imagino en esta situación. En la del
padre o abuelo que cuenta historias y grandilocuentes-bellos relatos a sus hijos y
nieto. Y albergo la esperanza de no sólo hablarles de derrotas. Es por ello, que
seguiré luchando, trabajando y estudiando. Y viviré todavía, probablemente, es lo
que más quiero, quizás encorvado y con el pelo canoso, cuando pueda transitar por
las alamedas, anchas y libres, de la mano de los seres que amo, construyendo una
sociedad mejor, igualitaria, más justa y, por sobre todo, libre. Lo que hoy linda en la
utopía será una hermosa realidad. Por lo menos, esa historia, en la que el MIR tendrá
un papel preponderante, será la historia de la cual me gustaría hablar… y vivir, desde
luego.

44
Serrano, Ismael. Papá cuéntame otra vez.

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