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CRITICAS Y RAZONES
 
DE LA CRISIS DE LA ESCUELA
 
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CRÍTICAS Y MÁS RAZONES DE LA CRISIS DE LA ESCUELA MODERNA
PROF. DR. JORGE EDUARDO NORO norojor@cablenet.com.ar 
 
CRITICA Y RAZONES / 41 CRISIS DEL VALOR DE LA PALABRA.
La escuela fue construida sobre la palabra y sobre el valor de la palabra.
 
La palabra construye el mensaje de la escuela y la escuela se consolida en torno a un discurso prescriptivo y necesario:
“aquello que socialmente se debe decir y defender”. Y
logra la atención y la aceptación de los receptores. Quien concurre a la escuela lo hace sabiendo que va para escuchar/recibir, aceptar y poner en práctica sus mensajes. Sus maestros o directivos saben que tienen que hablar. No hay sospecha, sino confirmación. Las instituciones funcionalmente solidarias con la escuela permiten reafirmar
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 en la redundancia
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 los mensajes. El maestro, los educadores, dicen lo que dicen los padres, el gobernante o el cura. Varían los contextos y los tipos de discursos, pero los mensajes no varían. La escuela moderna se construye sobre la vigencia de dos tipos de palabras: los mensajes orales y la palabra escrita. Se trata de dos tipos de valores. La palabra escrita (el cuaderno, el libro, el pizarrón, la imprenta) implicaba casi un valor supremo y tenía una consistencia sobre la palabra
pronunciada, escuchada, fugaz (pero no menos importante: “Lo dijo el maestro, lo dijo el director”).
La palabra pronunciada tenía otros valores o agregados en el ejercicio de los tonos, las repeticiones, la gestualidad, el acercamiento, aunque
la escuela moderna no vive sólo de “sermones”
(como en las ceremonias religiosas), sino también de escritura, de registros, de la permanencia de los discursos. La escuela comienza su deterioro con el deterioro de la palabra o con su banalización. La palabra ya no tiene valor en la escuela, y se sustituye la redundancia significativa con la repetición gratuita e innecesaria, la coherencia con la contradicción, la plena aceptación con la desautorización y la discusión. Los usuarios no concurren a escuchar mensajes, sino a ignorarlos o a discutirlos, o a ser escuchados. En última instancia construyen los mensajes que quieren, hacen decir a la escuela lo que desean. No debemos desconocer lo que significa la sustitución de la palabra escrita (abundancia de producciones, fotocopias, sistemas de almacenamiento de la información) por la imagen la iconosfera, a la que hemos aludido en anteriores críticas. Es curioso observar el contraste en el uso de la palabra y de los discursos en dos películas que representan los dos momentos de la escuela: en la película española LA LENGUA DE LAS MARIPOSAS (ambientada en el complejo universo de 1936) la palabra del maestro es sagrada, y en las diversas escenas, lo que el maestro pronuncia o escribe es objeto de sagrada admiración, sorpresa, veneración (y transmisión al seno familiar). Por su parte en la película francesa ENTRE LOS MUROS
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 que refleja el actual estado de cosas en las escuelas de nuestros días
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 la palabra del profesor o del director compite con la palabra de los
 
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alumnos o de los padres: todos tienen derecho a hablar y pocos tienen voluntad de escuchar. En la película LA SOCIEDAD DE LOS POETAS MUERTOS
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 que refleja en encuentro conflictivo de dos tipos de educadores y de educación
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 la palabra tiene dos usos: en algunos docentes son palabras repetidas y vacías, sostenidas solamente por el tradicional
concepto de autoridad del maestro (“magister dixit”) y las palabras significativas y
socráticas del profesor JOHN KEATING:
 
“El día de hoy no se volver
á a repetir. Vive intensamente cada instante, lo que no significa alocadamente; sino mimando cada situación, escuchando a cada compañero, intentando realizar cada sueño positivo, buscando el éxito del otro; y examinándote de la asignatura fundamental: el Amor. Para que un día no lamentes haber malgastado
egoístamente tu capacidad de amar y dar vida”.
 
"No olviden que a pesar de todo lo que les digan, las palabras y las ideas pueden cambiar el mundo (...). Les contaré un secreto: no leemos y escribimos poesía porque es bonita. Leemos y escribimos poesía porque pertenecemos a la raza humana; y la raza humana está llena de pasión. La medicina, el derecho, el comercio, la ingeniería... son carreras nobles y necesarias para dignificar la vida humana. Pero la poesía, la belleza, el romanticismo, el amor son cosas que nos mantienen vivos".
CRITICA Y RAZONES / 42 FIN DE LA FUNCION HIGIENISTA Y DE CONTROL.
La escuela cumplió una función sanitaria como instrumento social de higiene y prevención de enfermedades:
 
se destaca el gran peso que tuvo en las concepciones pedagógicas y en el quehacer
escolar del siglo pasado, bajo la premisa “mente sana en cuerpo sano”, en los tiempos de presunta
decadencia física y moral. Los bárbaros no lo eran sólo por sus ideas y su moral, sino por el descuido de su propio cuerpo y el desprecio por su propia salud y la salud de los temas (pestes). Este afán
“higienista” llevó a pensar la escuela como
instrumento redentor
 en situaciones límites: las cárceles, los marginados sociales (niños desobedientes o incorregibles), las prostitutas, los alcohólicos. Quienes podía ir a la escuela y apropiarse de sus enseñanzas nunca caerían en semejantes situaciones personales o sociales. De manera progresiva se introducen en la educación escolar los contenidos higiénicos: entre los contenidos curriculares estaban los manuales de Urbanidad, y así la escuela se convierte en un instrumento de control social, al propiciar que la vida de los niños y de las niñas sea sometida a criterios de racionalidad higiénica (salud), social (control y moral) y económica (unidad de producción). Una de las tareas asignadas a la educación escolarizada fue prevenir las epidemias, anticipar las enfermedades, fomentar el cuidado del cuerpo, sumar la prevención teórica y práctica del cuerpo como reaseguro moral. Con el avance de la medicina preventiva, las unidades sanitarias y los medios de comunicación, la escuela perdió esta función, y sólo acompaña
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 sin demasiado ético
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 el trabajo que ser realiza en y desde otras instituciones.
 
La difusión del guardapolvo blanco
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 en el siglo XIX - encuentra fundamento en el discurso médico que es característico de la pedagogía de esa época. El delantal surgió
paralelamente a la declaración de la “guerra contra los microbios” por Lo
uis Pasteur y sus seguidores. Los médicos y científicos de laboratorio empezaron a usar delantales como forma de protección propia y de los pacientes frente a lo que empezaron a percibir como la
“amenaza de los gérmenes”. Inicialmente éstos eran oscuros, t
anto por higiene como porque parte del personal hospitalario era miembro de órdenes religiosas y vestían hábitos, pero entre 1880 y 1920 el blanco pasó a ser dominante. Avisos de la época recomendaban
a los médicos su uso para mostrar una imagen “limpia, p
rolija, fre
sca, científica” a la
sociedad. El blanco pasó a asumirse como símbolo de vida, salud, justicia, pureza. No es
 
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casual que se produjera esta asociación entre la blancura y la virtud en el marco del auge de las teorías de la supremacía de la raza blanca sobre las otras. (DUSSEL Ines, 2000. La producción de la exclusión en el aula: una revisión de la escuela moderna en América Latina.)
 
 
La presencia de la “educación física”, una de
 las pocas disciplinas que antepone la
denominación “
educación
 
(como, en su momento, “educación democrática” = formación
ciudadana) refleja ese espíritu higienista que depositaba en la escuela la responsabilidad de los controles sanitarios y de la formación y el cuidado del cuerpo. No es extraño que la misma arquitectura escolar y el diseño de los bancos y los pupitres fueran alimentados por los criterios higienistas que aseguraban que la escuela debía ser fuente de salud y ortopedia corporal.
 
Debe darse por descontado que el concepto de comunicación actual nada tiene que ver con el del pasado. La difusión de las innovaciones era mucho más restringida, no llegaba por entero al gran público como ocurre actualmente. En cualquiera de las materias médicas la difusión de las noticias y de los descubrimientos científicos sólo se establecía entre los miembros de la comunidad científica y, además, existían ciertas prioridades: en primer lugar las noticias se propagaban en el medio urbano, a los medios cultos o escolares, especialmente en las grandes ciudades, y posteriormente llegaban al medio rural. Paralelamente hay que destacar que sólo una élite formada por los diversos profesionales (médicos, ingenieros, arquitectos, abogados, políticos, etc.) era consciente de la necesidad de las reformas higiénicas y esta élite representaba el primer eslabón de una larga cadena en cuyo último término se hallaban los más directos destinatarios de las reformas que eran, mayoritariamente, las capas sociales más deprimidas: la gran mediadora y difusora de estas propuesta era la escuela, por el valor de sus mensajes y la masividad de sus usuarios.
 
CRITICA Y RAZONES / 43 QUIEBRE DE LA HEGEMONIA DE LA INFORMACIÓN
La escuela tuvo un amplio desarrollo y una presencia indiscutible cuando pudo funcionar como la generadora o la transmisora autorizada de los conocimientos, como usina central de los saberes, en un contexto en el que la información era rica en producciones, pero pobre y limitada en circulación. La escuela era
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 en suma
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 quien permitía una difusión igualitaria y una democratización del saber y del conocimiento. No sólo lo era para los habitantes de la escuela, sino también para las familiares que recibían de los hijos y de sus materiales escolares los conocimientos necesarios. Cuando los medios de comunicación (comenzando por los escritos: folletos, diarios, periódicos, publicaciones) pudieron llegar paulatinamente a todos (masivos), el poder de la escuela entró en crisis, ya que la función complementaria (o supletoria) que desempeñaba fue ocupada prioritariamente por los medios que permitían un vínculo directo
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 no mediatizado o distorsionado por las interpretaciones, lecturas e ideologías de los actores intermediarios
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 entre (1) los sectores de poder o de emisión de los mensajes, (2) los medios de difusión y (3) los destinatarios.
 
En el siglo XIX los medios de comunicación se limitaban a la prensa (publicaciones periódicas, revistas, etc) y a la literatura impresa (libros), exclusivamente. Por aquel entonces la prensa presentaba una dinámica ciertamente diferente de la actual, en el sentido de que representaba el medio de divulgación más importante para todas las capas que componían el tejido social del siglo pasado, tanto en ámbitos rurales como urbanos. Por otra parte el numero de periódicos de aparición diaria, semanal o quincenal, de carácter regional o nacional, era numeroso en contraste con los tiempos actuales.

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